Mi buen y laureado amigo Eloy Alvarez Pelegry, junto a Claudia Suárez Diez, -ambos ingenieros de minas-, han publicado el libro “Gas no convencional: shale gas” con un subtítulo comprensivo: “Aspectos estratégicos, técnicos, medioambientales y regulatorios” (Orkestra, Marcial Pons, 2016).
El volumen fue presentado en un acto organizado por la Real Academia de Ingeniería (Eloy es académico de esta rancia institución), y contó con la introducción cariñosa -y algo peculiar- de otro colega de la ingeniería, mi profesor de Ampliación de Física con base en el cálculo tensorial, José Luis Díez Fernández, quien dibujó con trazos más bien negros algunas cuestiones de la trayectoria seguida con el gas en España, que tiene muchos claros y algún oscuro. José Luis recordó, por ejemplo, en su intervención preliminar, accidentes causados por el peligroso grisú en las explotaciones de carbón de las cuencas del norte y ciertas explosiones en la red de Barcelona cuando las instalaciones que estaban previstas para gas ciudad se utilizaron para gas natural, lo que no dejó a la audiencia, desde luego, con el mejor cuerpo para el plato que nos disponíamos a degustar.
Eloy y Claudia han realizado un trabajo serio, no exhaustivo -el tema está abierto- pero sí sistemático y documentado sobre el presente del recurso. Es, sin duda, el mejor resumen técnico -más de 300 páginas, con multitud de cuadros y referencias- que se ha hecho en España, hasta ahora, sobre la cuestión. El propio texto, que encaja con lo que se podría considerar un trabajo académico de altura sobre una metodología, ofrece un Resumen, al final, en seis páginas, de lo sustancial expuesto por los autores, para aquellos escasos lectores -supongo- que prefieran, ante un tema de tanto interés y actualidad, contentarse con quedarse con algo de la música y no detenerse a oir la partitura entera.
El libro es una referencia obligada para ilustrarse sobre la situación mundial del shale gas, comenzando por definirlo bien, detectar las explotaciones del mismo actualmente en uso, la evolución de los precios de referencia, las tensiones geopolíticas que ordenan o complican su mercado y, como ya se advierte en el subtítulo del mismo, también aborda cuestiones legales, tanto al abrigo de la legislación medioambiental específica española como incorporando visiones adoptadas por países que ya están realizando la explotación de hace tiempo de estos reservorios a gran profundidad que se pueden extraer aplicando técnicas de perforación mixta, horizontal y vertical.
Se ha leído y oído tanto, y adornado con tonterías, nimiedades o medias verdades, acerca del shale gas, -traducido aquí, en general, como gas de esquisto, aunque Fernando Pendás, otro de los mineros que andan haciendo apología de la necesidad de explorar este potencial recurso autónomo, no pierde ocasión de corregir/nos que deberíamos decir gas de pizarra, o mejor gas de lutitas- que el viene bien poner orden, y hacerlo de forma documentada, con datos y referencias serias, acerca de una cuestión que aquí parece controvertida y es pan de cada día para otros. Ojalá sirva, al menos, para que los que sabiendo muy poco hablan por los codos, se callen o se les haga callar con buenos argumentos.
Recomiendo, pues, el libro. Aunque también advierto de su efecto limitado fuera de los ámbitos estrictamente técnicos o académicos: estas cuestiones que afectan temperamentalmente al ambiente y al riesgo técnico potencial, se envenenan muy fácilmente, y el asunto, en nuestro país, está muy contaminado por reservas a priori, datos falsos, e intereses económicos oscuros difíciles de detectar. No niego que también el llamado “lobby gasista” tenga su interés en que se autoricen las prospecciones, pero si no existe un móvil económico, también se paralizan los asuntos de interés general.
El salón de actos de la Real Academia de Ingeniería dio, pues, empaque a la difusión de un mensaje serio. En esencia, que hay que autorizar la exploración del recurso, y que existe experiencia suficiente para garantizar que la misma se hará con las garantías de seguridad del más alto nivel, y que, en fin, si se detecta que el subsuelo español tiene volumen extraíble suficiente para hace rentable la producción de gas de esquisto, no deberíamos de renunciar neciamente a la explotación de un recurso propio.
Se necesita es, sobre todo, tranquilizar a la opinión pública y, para ello, hay que aportar a los debates a personas que aporten credibilidad, experiencia concreta, y contrarresten las opiniones negativas construidas desde la falsedad, con la verdad. Lo que no implica dejar de señalar los puntos débiles que toda tecnología posee, pero sin exagerar su alcance. Todo lo que sirve al hombre tiene riesgos: la función del que sabe es controlarlos.
Enhorabuena a Claudia y a Eloy, y que consigamos llevar al puerto de la sensatez el debate sobre el shale gas. Después de todo, lo que se está demandando es que se explore la existencia rentable del recurso, no que se explote. Aunque mi admirado José Luis Diez Fernández haya hablado de viejas explosiones relacionadas con gases, pero acaecidas en otro contexto, con otras sustancias, en otras circunstancias de exigencia y control en España y en el mundo.