Con esta frase termina American Psycho, la novela que confirmó a Bret Easton Ellis como un peligroso activista intelectual y elevó a Patrick Bateman, su creación literaria, a los altares de la desfachatez social.
Cuando, a primeras horas de la mañana del 3 de febrero de 2013, un sonriente González Pons, portavoz del Partido Popular, se entregaba a recoger dardos como quien cosecha flores y sembraba dudas en campos ajenos como si el suyo fueran los jardines del Generalife, todo ello con la dedicación profesional que se deriva de su amplia experiencia política, me acordé del cartel que Bret situaba en Harry´s, encima de una puerta oculta tras cortinas rojas, poniendo con ello la última nota de desolación sobre la imaginación del lector, atrapado cruelmente tras centenares de páginas por las andanzas sangrientas de Patrick, para quien todo lo que no perteneciera a su círculo selecto era, simplemente, un instrumento. “Esto no es una salida” (“This is not an exit”
González Pons representó, -desde luego, mucho mejor que Rajoy en la falsa conferencia de prensa que ofreció el Presidente ese mismo día y con más agallas que las que mostraron Cospedal y Santamaría- el papel de quien está convencido de que no tiene nada que explicar a seres inferiores, aupado en su gallardía porque unos ridículos trapaceros no reconocen que hace un año la mayoría de los siervos de la gleba, conducidos a su pasaje por el arco electoral, lo convirtieron en el arco de triunfo de su partido, al hacerle el regalo incaducable de su confianza ciega. Y lo que da, Santa Rita, Rita, no se quita. Y al que se equivoca, pagar le toca.
Sin atender al letrero que la mayoría de los que lo escuchábamos, veíamos sobre la puerta bloqueada que González Pons señalaba indicándonos que la verdad estaba detrás de las cortinas, el portavoz del partido asediado se entregaba a la labor complaciente de convertir rotundas evidencias en débiles conjeturas, de responder a certeras preguntas con confusas interrogantes, de defender a los presuntos culpables acusando de conspiración a los que descubrieron sus huellas, adornando, al paso, de colores de incompetencia, rencor y vesania a los jueces, y atribuyendo el mismo pecado, por si acaso, a los que exigieran expiación, justificación o castigo de quienes habían sido pillados con las manos metidas en una masa que no se cocía en el horno de los panes colectivos, sino en Paraísos fiscales, y abundando, para mayor confusión, en que no había manos, ni masa, ni documentos, ni testigos, sino solo la torva intención de los que perseguían.
El argumento de la novela que estuvieron/están representando algunos de los responsables del Partido que gobierna España -seguro que no todos, por supuesto- es, en esencia, el mismo que dió pies a American Psycho, aunque los personajes principales no disfruten violando ni asesinando a sus víctimas. Su gozo proviene solamente de sentirse superiores, gestionar como les apetezca lo público y lo privado según intereses de los que no precisan dar cuenta, incólumes tras las caretas. La base de la diversión, queda protegida por su superior inteligencia, y el manejo impávido de las situaciones es la garantía de que la única condena que podrán tener, en el caso improbable de ser descubiertos e incluso si fueran juzgados, será dejar de hacer lo mismo por un tiempo, para volver a la carga algo más tarde.