Si los postulantes a convertirse en el secretario general del PSOE que perderá las próximas elecciones (Díaz, Sánchez y López) han creído que el tema de debate que interesaba a sus posibles votantes era saber quién tenía mejor carisma entre los actuales militantes del deshecho partido, se equivocaron.
No está la cuestión en dilucidar quién será capaz de arrancar los aplausos más enfebrecidos en los mítines que se celebren hasta el domingo 21 de mayo, fecha que marcará el punto de escisión en, al menos, dos facciones, del partido, hasta ahora, más añejo de nuestro maltrecho país.
Para los que analizamos -más o menos-, desde la independencia y el pragmatismo, qué agrupación política será más capaz que otras -sola o en coalición- para impulsarnos colectivamente hacia delante, no nos importan los nombres del cabeza de lista , sino los programas de actuación en los que nos tenemos que involucrar todos. Esto es, las prioridades.
Puede que los independientes y pragmáticos de España seamos un grupo reducido. No hay forma de contabilizarnos.
No somos los mismos que asistimos a partidos de fútbol para entusiasmarnos, o sufrir una decepción, según el resultado del equipo con cuyos colores hemos dejado crecer una identificación que podría analizarse incluso desde las patologías infantiles.
Tampoco somos quienes están persuadidos, con una obsesión que puede bascular entre lo ignorante y lo enfermizo, de que las decisiones económicas o son blanco o son negro. La experiencia reciente ha puesto de manifiesto las burbujas explosivas que se favorecen con la libre circulación de capitales y dejando que la iniciativa e intereses privados se adueñen de la economía. Pero, sensu contrario, tampoco creo que las continuas protestas reivindicativas, el desprecio hacia todos los emprendimientos, el empecinamiento en exprimir la solvencia de los propietarios o la difusión perniciosa de la idea de que todos somos iguales sin distinguir entre actitudes y capacidades, tengan detrás a un mago con varita y equipo mágicos que nos vayan a solucionar los problemas de la crisis, del paro, los brotes secesionistas o la ruptura del estado social.
Ser independiente y pragmático tiene sus servidumbres, pero, en compensación, presenta notables ventajas para la tranquilidad del espíritu. No nos mueve del asiento si un candidato es más simpático, o tiene mejor vocabulario, o ha nacido cerca de nuestro pueblo. No nos importa que esté o haya estado dispuesto a asociar su coalición con otro partido del espectro político democrático, siempre que nos lo haya explicado desde la perspectiva de lo que es mejor, en ese momento y circunstancia. Ni siquiera nos importa si le están apoyando o no, personas con una determinada trayectoria anterior.
Nos importa saber cuáles son sus prioridades, y lo que van a hacer y proponer hacer, él y su equipo, para resolver los puntos de conflicto económico y social. Si no son capaces de presentárnoslas, si les preocupan cuestiones internas de sus partidos o facciones, los independientes y pragmáticos nos quedaremos en casa cuando nos llamen a votar, o lo haremos en blanco.
Porque no debemos olvidar que el país se encuentra en una situación concreta, administrada de una manera determinada. Nos puede parecer muy mejorable, estaremos convencidos de que la corrupción es un desastre ético impresentable en una sociedad democrática, que el paro actual es infumable, que faltan medidas activas para corregirlo, que la enseñanza deficiente, que el proyecto europeo precisa una redefinición y un nuevo empuje, o que el proyecto secesionista del actual gobierno catalán exige claridad, diálogo y convicciones, no amenazas…
Los independientes y pragmáticos tenemos bien detectadas las carencias del actual gobierno. También, sus virtudes, porque no nos guiamos por apriorismos, ciegos axiomas, ni pactismos de oportunidad. Por eso, no vamos a impresionarnos por las exhibiciones de tiros al aire, al pie o a la cabeza de un contrincante, sea desde la izquierda o desde la derecha.
A mi, en particular, no me importa quién gobierne, y si cómo lo hace, siempre que (lo he escrito muchas veces) estemos seguros de avanzar hacia el progreso, disminuyendo las desigualdades y garantizando que a nadie le falte trabajo y medios para cumplir con su objetivo vital personal.
El Partido Popular, con Mariano Rajoy a la cabeza, lo está haciendo, en mi opinión, bastante mal. Oculta información, utiliza recursos del Estado para aumentar su influencia, despilfarra otros, le falta capacidad de convicción y credibilidad.
Pero la oposición, ya sea de Podemos, como del PSOE dividido, les está mejorando la calificación, con sus incongruencias, la emisión de mensajes trapaceros con destino a la galería y una exhibición permanente de sus ignorancias de cómo se cuecen las habas por el mundo. Que algunos somos muy mayores, vaya, para conmovernos con frases de manuales revisionistas o revolucionarios.
Prioridades, y a trabajar en ello, compañeros.
Me gusta traer aquí estas fotos de una bandada de avutardas hembras. Están estas aves majestuosas, de las que en España tenemos una de las mayores colonias de Europa, en celo. Son asustadizas y, cuando levantan el vuelo -pesado como el de las águilas, con un aletear audible en la distancia- ofrecen un espectáculo difícil de olvidar.