Cumplo con esta Crónica el propósito que me animó, hace un año, a escribir semanalmente acerca de lo que me parecía más relevante de cuanto sucedía en Gaigé.
Gaigé, el País de los Despropósitos, el Paraíso para quienes disfruten del Cambio Permanente, no es, en sentido estricto, un país imaginario. El lector atento, en especial, si vive en España o le interesa mucho cuanto sucede en este país real, encontrará múltiples concomitancias. Los nombres son reales, las circunstancias y los hechos, también.
¿Qué es, pues, lo que separa a Gaigé de España, más allá del ejercicio literario, de la creación de un alter ego para el país europeo que, hasta no hace mucho, era reconocido como ejemplo de transición de pacífica y pactada desde una dictadura increíblemente longeva hacia una democracia homologable con las más avanzadas y señeras europeas? ¿Qué pasó para que un monarca respetado dentro y fuera de las fronteras propias, fuese expuesto ante la opinión pública como un rijoso villano? ¿Qué fuerzas ocultas han lanzado el buque de las autonomías contra los arrecifes de la independencia y el separatismo?
No voy a lanzar preguntas sin respuesta (al menos, razonable) en este último episodio de la modesta serie de 52 comentarios en la que, semana tras semana, utilizando el periscopio de mi capacidad de observación desde la sentina del buque, he creído poder desentrañar lo que nos está pasando, para deshacer de manera inmisericorde el misterio que oi, por primera vez, expresar a Garrigues Walker (Antonio), en una de sus amenas charlas-conferencia: “Lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa”. ¡Claro que lo sabemos!
Nos pasa en el Gobierno, en la Universidad, en la Educación básica, en la Sanidad, en la Investigación, en las empresas…Gaigé ha desarrollado una indomable, férrea, capacidad de autodestrucción. No quiere manual de instrucciones, menosprecia las normas, desprecia la inteligencia. Sobresalir en Gaigé es prácticamente imposible sin aceptar el valor superior del nepotismo, el contubernio, la mentira.
Por eso, en este último episodio, no voy a conceder tanto valor como otorgué en los anteriores a lo más destacable de la semana. La vida sigue en Gaigé y nada cambiará su idiosincrasia, el perfil colectivo viscoso, complaciente en la discrepancia, feliz en la crispación.
Podría creerse que la esperpéntica coalición de Gobierno se romperá por la insostenible defensa política de la ley del sí es si, que hacen a su antojo los ministros de Unidas Podemos, con Montero (Irene) a la cabeza, cuya aplicación, contraria a los deseos del torpe legislador, y por la que se han rebajado las penas a más de 300 delincuentes sexuales, se atribuye al desconocimiento y sesgo ideológico de los jueces. No pasará.
Podría creerse que alguien, en defensa de la institución monárquica, a la que tan duramente ha socavado, imponga su autoridad sobre el rey de antes, Juan Carlos, para que deje de acumular más inmundicia sobre su figura y retorne a España, para morir en paz, ya que no en gloria. ¿Se revisarán, con espíritu crítico y constructivo, el mosaico infumable de planes de estudio a los que ha conducido la autonomía universitaria y la diversidad en las prestaciones en las competencias alegremente transferidas a las regiones? No pasará.
Podría parecer sensato, si es que el partido que se esfuerza en representar la derecha civilizada desea llevar a Núñez Feijóo a la presidencia de Gobierno, aclare sus discrepancias con el otro partido que le disputa los sentimientos conservadores y convenga un acuerdo de no agresión con Abascal (Santiago) y los suyos. No pasará.
Podría parecer imprescindible, dada la ignorancia supina acerca de cuáles son las reglas básicas de la macroeconomía, de que alardean algunos ministros de Gaigé, que dejen de insultar a Roig (Juan), Ortega (Amancio), Pérez (Florentino), Gómez Pallete (José María) y a todos cuantos sostienen la economía real del país y que, cuando prometen ayudar a los nuevos empresarios y a las pymes, actúen con verdad y coherencia. No pasará.
Seguirá habiendo, por el contrario, movimientos destructivos en Gaigé, el País de los Despropósitos.
Un rector -Villaverde- con la ideología como vil pasaporte y un desconocimiento cerril de lo que significa la técnica y, en concreto, ser ingeniero para este país con escasos recursos y reacio a sacarles su máximo valor, convertirá en eje de su campaña la decisión de llevar la Escuela de minas, energía y materiales de Oviedo (con prestigio ganado a pulso en exitosos 60 años) a Mieres, ignorando que los ingenieros de minas tenemos la formación de los ingenieros industriales con capacidades adicionales en la explotación racional de los recursos de la Tierra ¿Se creará una Escuela Politécnica en Asturias? No pasará.
Las carencias en investigación y desarrollo, a pesar de la difusión esporádica de logros puntuales por parte de algunos equipos, cuyo trabajo tiene las características de esfuerzo personal y titánico, con escasez de medios y personal, son muy graves. La dedicación pública del PIB al plan de la Ciencia no llega al 0,7 %, muy lejos de la media europea y del 3% en Estados Unidos. En valores cuantitativos, el salto es inmenso. La fuga de investigadores sigue siendo de varios miles al año. ¿Se producirá la tan anunciada inflexión? ¿Seguiremos dependiendo de las farmacéuticas en la investigación contra el cáncer? No pasará.
Las discrepancias respecto a la necesidad de cumplir los compromisos con la OTAN en la inversión en Defensa son tan serias que afectan, incluso a la coherencia exigible a un gobierno colegiado. ¿Se sabrá, con claridad, cuál es el estado de los carros de guerra Leopard, que la ministra de Defensa, Robles (Margarita) afirmó, hace meses, rotundamente, que eran chatarra? (contradiciendo la versión de los profesionales de Defensa, que indican que se pueden poner en uso pleno en un mes y que las piezas que se les retiraron en su momento lo fueron para protegerlas de la obsolescencia y el óxido). No pasará.
Esta Crónica es, solo, pues, un punto y seguido. La continuación la escribirán, eso sí, otros.
FIN de LAS CRONICAS DESDE EL GAIGE
Buen amigo Ángel, ya siento que dejes de comentar, con gran acierto muchas veces, la realidad de nuestra España, la que hicimos muchos y quieren destrozar el comunismo/separatista. Tus miles de horas de estudio y trabajo, también análisis, no las quieren compartir los vividores de la mamandurria. No me queda más que solicitar un milagro, que quizás no merezco. Pero esperanza y bonhomía, no faltarán en bastantes de los que aún miramos con amor y respeto nuestra tierra.
Querido Pepe, conociendo lo exigente que siempre has sido para emitir elogios injustificados, me emociona que juzgues “con gran acierto muchas veces” unos Comentarios cuyo propósito fundamental era provocar unas reflexiones, entre la sonrisa y la ironía. De esperanzas en relación con la política no tengo mucho bagaje.