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Décimo tercera Crónica desde el País del Gaigé

1 mayo, 2022 By amarias Deja un comentario

  1. Y+

Empieza mayo y aumenta la densidad de incongruencia en Gaigé. Los precios de casi todo han subido -entre un 10 y un 40%- como consecuencia directa e indirecta de la guerra en Ucrania, que ha venido a introducir más incertidumbre en la recuperación esperada después de los dos años de pandemia.

En el punto de mira mundial se encuentra la incertidumbre respecto al final del duelo sin cuartel que enfrenta a Rusia y Ucrania. La afectación de este desgraciado conflicto al coste de la energía y a algunos productos agrarios no es el único elemento de preocupación. Existe una clara amenaza de escasez en Europa del gas a corto plazo, si Alemania se ve obligada, a su pesar, a suprimir la compra de ese recurso a Rusia. Los ucranios que han buscado refugio por la guerra en otros países superan ya los cinco millones, (a los que hay que sumar otros once millones, por lo menos, de desplazados en el interior de Ucrania, forzados a abandonar sus viviendas y enseres para salvar la vida) y su sostenimiento detraerá recursos a las economías propias.

Debe contarse también con el efecto de las medidas de apoyo a la recuperación de Ucrania, que deberán provenir de las ayudas europeas y norteamericanas, ya que no parece factible que al régimen del Kremlin, presunto ganador de la contienda, pueda hacérsele responsable de restañar la destrucción provocada. Sin entrar en mejor análisis, la ruptura de los bloques occidental y oriental (Rusia y China a la cabeza en ese lado) provocará reajustes económicos y tendrá efectos sobre los acuerdos anteriores, incluidos los que afectan a la defensa contra el calentamiento global.

Escaso efecto tienen estas amenazas sobre Gaigé, que ha entrado en zona de fiestas. Empieza la feria de abril en Sevilla y son muchas las localidades que se entregan a la diversión y, felizmente para hoteleros, al consumo. Se agradece que los turistas vuelvan a hacer reservas a la búsqueda del sol y el buen ambiente y cordialidad que caracteriza al Pais de los Despropósitos, aunque se echará de menos a los rusos, que eran los visitantes que mayor gasto por cabeza hacían aquí. Acuciados por la congelación de sus cuentas, los amigos de Putin, a los que se había dado abierta acogida en el litoral de Gaigé, para que pudieran invertir en fabulosas mansiones y yates formidables el producto de sus operaciones de blanqueo, están desaparecidos y sus testaferros venden las propiedades que no les han sido incautadas, en una operación cuya objeción de ilegalidad será objeto, previsiblemente, de demandas posteriores.

El país se entrega sin reparos al jolgorio y la diversión, que son el pan y el circo con el que se alimenta la enajenación popular A la alegría del comienzo de la primavera se une desde el 20 de abril la decisión gubernamental de levantar la obligación de llevar mascarillas en interiores, salvo en transporte público, residencias de mayores y hospitales. En Gaigé, en donde el fútbol es tema central de estudio y discusión, la afición madrileña ha tomado el 30 de mayo la plaza de Cibeles, en la capital, para celebrar que el Real Madrid ha obtenido el título de campeón de liga. El aplauso por esta hazaña de deportistas millonarios en nómina del club cuyo presidente comparte ese honor con la mayor constructora de Gaigé, ha sido infinitamente  superior a reconocimiento de méritos por cualquier trabajo académico o de investigación a un científico con salario mínimo legal, cuyo destino es pasar  desapercibido.

En el gobierno de coalición que resistió hasta este momento, gracias al pegamento que significó el reparto de prebendas entre los socios y la debilidad de la oposición, se advierten tales grietas que es fácil pronosticar que el precario edificio que dio cobijo ideológico al pacto de investidura se vendrá abajo en cualquier momento. Aunque los portavoces de las diferentes ramas políticas del engendro manifiestan que nada corre peligro, son tantas las discrepancias entre ministros, jefes de fila, portavoces en las cámaras o en la calle, e incluso desde el exilio voluntario que, si se admitieran apuestas, habría que colocar todo el dinero del Monopoly al descalabro.

El peligro no proviene de la parte ideológica, sin embargo, sino, sencillamente, de la desfachatez con la que se manifiestan los egos de los politicastros que se han adueñado del escenario político. Conscientes la mayoría de quienes se dedican a este ganapán de mantener una carrera política de que la muchedumbre no se fija en la luna, sino en el dedo, y de que no cuentan propuestas sensatas y elaboradas, sino que basta dar voces en cualquier sitio en donde se adivine un huevo, no se puede hablar de programas, sino de ocurrencias. Si la frase con la que el político que encuentra cancha momentánea en cualquier medio nos fuera comunicada sin indicar el nombre de quien a emitió, nos sería imposible saber con qué base ideológica fue emitida.

Feijóo (Alberto Núñez) se despidió de su feudo gallego con lágrimas que pusieron emotividad a su pesar. Estaba tan deseoso de manifestar que hubiera preferido quedarse a seguir disfrutando de los encuentros entre zamburiñas y parrochas con los compañeros de distracción, que cometió el error de expresar que llevaba a Galicia en el corazón y que siempre pensaría en esa tierra desde su destierro a Madrid. Le hubiera sentado mejor cambiar el chip de la morriña por el de la firme voluntad de acometer el enorme trabajo de enderezar España. Su alter ego con olor a azufre, Abascal (Santiago) repite, con razón, que si quiere gobernar desde Moncloa, están obligados a entenderse.

Como Gaigé es el país de la improvisación y el reino del ir por libre, desde Murcia han levantado la bandera de independencia respecto a la LOMLOE, las siglas terribles de la reforma educativa del Gobierno. No cabe un despropósito mayor que el que parece haber sido el guión para esa Ley que pretende (no cabe suponerle otra intención) mejorar la capacidad de los educandos para resolver problemas reales, conseguir empleo por sus capacidades y ayudarnos a todos a progresar. El gobierno murciano ha recuperado algunos elementos lógicos, que da cierta vergüenza tener que aplaudir como si se tratara de brillantes hallazgos: premiar y estimular el esfuerzo, exigir como forma de aprendizaje y obligar a los educandos a que entiendan que saber ocupa lugar y, por tanto, implica dedicarle tiempo para que se asiente en los cerebros.

Tema aparte es la situación de la jefatura del Estado en Gaigé. El Rey, convertido en un títere de los revolucionarios republicanos y separatistas incrustados en el Gobierno, y a pesar de su esfuerzo por mantener una trayectoria ejemplar (incluido su casorio con una plebeya, de indiscutible nivel cultural y buen juicio), sufre vejaciones continuas. Su padre es tratado como un delincuente, sus hermanos y ex cuñados ridiculizados, sus sobrinos, objeto de burla y cachondeo. Esta semana ha publicado la Casa Real su patrimonio, Es el jefe de Estado más pobre del planeta, y lo que acredita como su fortuna personal es producto de su ahorro como empleado del Estado. Esta claridad en las cuentas sería de agradecer  a todos los que alimentamos para que nos gestionen la cosa pública; no será el caso y, por lo poco que sabemos de las relaciones que ligan a ministros y altos cargos centrales y regionales, responsables de empresas, alcaldes, terratenientes, fortunas embozadas, ladrones de guante blanco y oscuro, solo podemos intuir que el entramado que se mueve en Gaigé es muy oscuro.

El caso Pegasus, de supuesto espionaje a independentistas catalanes, rentabilizado por ellos mismos, como instigadores de la trama, ha puesto contra las cuerdas la continuidad de la ministra Robles (Margarita), responsable del CNI (Centro Nacional de Inteligencia, núcleo legal de los espías). Se ha creado una comisión para esclarecer quién ordenó el seguimiento de las actuaciones de delincuentes que están en el gobierno o lo apoyan. El discursito de la ministra de Defensa en el Congreso, preguntando qué habría que hacer cuando se sabe que existen individuos que pretenden destruir el Estado, resultaría patético, sino fuera porque estamos en Gaigé, el País de los Despropósitos.

Nota adicional.- De manera sorprendente, en la mañana de hoy, en que se conmemora el levantamiento del pueblo de Madrid contra la invasión francesa -más de 200 años han transcurrido de esa gesta, que tiene en la aguerrida defensa de Ucrania contra la agresión rusa su parangón igualmente heroico-, el ministro de Presidencia y portavoz del Gobierno ha convocado de urgencia una rueda de prensa. Ha anunciado, en tono grave, que el presidente Sánchez y la ministra Robles llevan más de un año siendo espiados con el programa Pegasus. El CNI, por lo que entendí, descubrió la grave situación, cuya responsabilidad atribuyó a una entidad “exterior”, hacía solo 24 horas. Esto es Gaigé.

Publicado en: Actualidad, Educación, País de Gaigé, Sociedad Etiquetado como: Feria de abril, Gaigé, Loemle, Margarita Robles, Murcia, Núñez Feijóo, Pegasus, Santiago Abascal, Sevilla, Ucrania

La Escuela de Minas de Oviedo tiene que ser de Oviedo

3 febrero, 2022 By amarias 3 comentarios

Hace apenas unos meses, en octubre de 2021, celebraba con una mayoría de componentes de mi promoción el cincuenta aniversario de haber terminado la carrera de ingeniero de minas en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas de Oviedo (ETSIMO). En la obligada visita a las instalaciones donde nos habíamos formado como técnicos en esa institución, guiados amablemente por el actual director, Francisco Javier Iglesias Rodríguez, y el inmediatamente anterior, Francisco Blanco Alvarez, pudimos comprobar la excelencia de las instalaciones y la entrega vocacional de profesores y alumnos en el interés por mantener el prestigio de la Escuela, reconocida como la mejor de España en 2018 en el ranking de Shangai y, por tanto, una de las más prestigiadas en el mundo de la ingeniería.

Javier Iglesias. en el Aula de Grados de la Escuela, pronunció unas palabras de bienvenida, que fueron también un repaso a los sesenta años de vida de la Escuela de Oviedo, en la que obtuvieron el título más de 2.300 ingenieros, cuyo trabajo en empresas, administraciones públicas y como empresarios autónomos, dentro y fuera de España, fundamenó el actual renombre de la Escuela. Sigue siendo conocida como Escuela de Minas de Oviedo, aunque con el plan de Bolonia ha cambiado su antigua denominación de ETSIMO por la de Escuela de Ingeniería de Minas, Energía y Materiales de Oviedo (EIMEM). Anteriormente, en 1971, fue adscrita a la Universidad de Oviedo.

En una operación realizada a la chita callando -según denuncia Javier Iglesias-, el actual rector de la Universidad, Angel Ignacio Villaverde, licenciado en derecho por la Universidad de Oviedo, gijonés especialista en derecho constitucional, presentó una modificación de los campus de la Universidad, por la que pretende llevar los títulos de Minas a Mieres (en especial, el habilitante de master, que prolonga la línea académica que significó el título superior de ingeniería de minas), y ocupando el edificio de la actual Escuela Técnica con un nuevo grado de Deportes.

Entiendo muy bien que, ya no el director de la Escuela ovetense, la mayoría de profesores de la misma, el decano del Colegio de Ingenieros Superiores de Minas del Noroeste de España y su Junta directiva, y todos los egresados de la Escuela de Oviedo encuentren que el propósito de mover a Mieres los títulos ovetenses es un despropósito. El alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli, ha prometido impedir con todas las opciones a su alcance ese traslado contra natura y llama a la movilización ciudadana.

Hay, por supuesto, voces a favor del traslado. El alcalde de Mieres, de Izquierda Unida, el ex picador de Hunosa Aníbal Vázquez, apunta con el rifle de la diferencia de clases hacia los contrarios al traslado, identificando con las élites económicas a los opositores a ese cambio de ubicación.

Es imposible poner orden en esta España llena de malentendidos, rencillas, egoísmos de pandereta y tambor e ignorancia casi supina de cómo se deben hacer las cosas en aspectos fundamentales. En el pequeño terreno de la Escuela de Minas de Oviedo, ha de contar como fuerza inamovible, que el prestigio de la Institución académica está vinculado a la ciudad. Igual que la Escuela de Madrid, ubicada en Ríos Rosas (y, desgraciadamente, en proceso de descomposiciómn académica por culpa de Bolonia y de los desgarros egoístas e interesados que se vienen produciendo entre las Escuelas de Ingenierías), ha de mantenerse con ese prestigioso nombre y ubicación y no tendría sentido trasladar sus aulas a, pongo, por caso, Carabanchel, en donde existen importantes instalaciones que pertenecieron al Ejército.

En multitud de escritos, conferencias y actos académicos y de difusión, he expresado sobre mis ideas sobre la forma de reforzar la región asturiana, apoyando que las Escuelas de Ingenieros de Minas de Oviedo e Industriales de Gijón deberían unirse en una Politécnica. He reconocido, como no podía ser menos, el gran prestigio que tuvo la Escuela de Capataces de Mieres y el alto nivel de los egresados de la Escuela de Ingenieros Técnicos de Minas de esa villa. Comparten profesores ambas Escuelas, y el entendimento entre ellas, cada una en su nivel académico, ha sido siempre bueno.

Trasladar las enseñanzas de ingeniería superior a Mieres, provocaría una inmediata pérdida del prestigio, particularmente doloroso a nivel internacional para los nuevos egresados. Cuesta mucho esfuerzo, dedicación y años, vincular una Universidad a una localidad. Pero no solo eso. Seguramente, el alcalde de Mieres, el rector de la Universidad y otros palmeros que solo ven cerca de sus narices, pueden creer que, con ello, habrá más ingenieros de Minas procedentes de las cuencas mineras y que se generará actividad y riqueza complementaria.

No va a ser así, al contrario. Los jóvenes asturianos que quieran hacer ingeniería superior de Minas o Industriales lo tienen fácil ahora, porque las localidades de Mieres, Langreo, Gijón u Oviedo están distantes entre sí apenas 30 km, con excelentes comnicaciones. No habrá más alumnos, sino menos. Porque Mieres está peor comunicada y, villa en decadencia demográfica acelerada, ofrece muchos menos atractivos para vivir en ella que Oviedo o Gijón.

Así que entiendo que el cambio de ubicación no resolverá ningún problema. Con siete u ocho Escuelas de Minas en España -un despropósito, producto lateral del desconcierto autonómico- en donde se pretende impartir la enseñanza superior de Ingeniería de Minas en España -con el mismo martillo destructor que afecta al nivel de otras carreras de ingeniería, ciencias y letras, antaño prestigiosas y hoy hundidas o camino de hundirse en el marasmo de titulaciones sin sentido- hacer un movimiento que cambie el nombre de la mejor Escuela de Minas de España en este momento de la localidad donde se ubica, es debilitar los cimientos del único edificio académico que queda en pie, en esa vieja profesión de la ingeniería de Minas, uniendo el descabezamiento a las decenas de deplorables caídos por el placer de poner un nombre propio a una ruina.

Dejemos las cosas como están. Y si Mieres quiere poner el nombre de su campus como localidad anexa a la Escuela de Oviedo, habrá fórmulas políticas y académicas para no causar un desastre. No hablamos de edificios, sino de prestigio a mantener.

 

 

Publicado en: Actualidad, Asturias, Educación, Ingeniería, mineria Etiquetado como: alcalde de Mieres, alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli, Aníbal Vázquez, Escuela de Minas de Madrid, Escuela de Minas de Oviedo, Francisco Blanco, Ignacio Villaverde, ingeniero de minas, Javier Iglesias, Oviedo, ranking de Shangái, rector de la Universidad de Oviedo, Ríos Rosas

Doctores tiene el CSIC

5 noviembre, 2018 By amarias Deja un comentario

El ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, Pedro Duque Duque, tiene un bagaje personal excelente (e insólito), en la compleja y singular actividad profesional de aeronauta, concretada en una dura preparación científico-física y acrisolada en dos vuelos espaciales de éxito. Ha sido, además, profesor asociado en la Universidad de Valladolid, y empleado y presidente de la compañía Deimos Imagen, filial de una empresa canadiense dedicada a la detección de incendios por satélite.

El Ministro es un hombre jovial y hasta dicharachero. La naturaleza no parecer haberle proporcionado, junto al don de la locuacidad, el de la elocuencia, en el sentido de la capacidad de dotar de claridad a sus declaraciones, entrevistas, conferencias o discursos. Despierta simpatía, por su sencillez y proximidad, entre quienes admiran su trayectoria espacial y la proyectan sobre su imagen pública, pero genera cierta perplejidad y hasta angustia en quienes temen los itinerarios imprevisibles a que le lleva su capacidad de improvisación -seguramente nacida de la seguridad de haberlo visto todo desde arriba con una escafandra en la cabeza y un formidable tablero de mandos al alcance-.

El ministro tiene ahora bajo su autoridad una nave especial de muy difícil manejo, para la que no existen instrucciones, que es el CSIC, acróstico por Centro Superior de Investigaciones Científicas. Un monstruo complejísimo,  oscuro, denso, que cobijaba en 2013, la fecha en la que se confeccionó el Plan Estratégico 2013-2017,  y quiero suponer que mantiene (más o menos) a 13.000 empleados y cerca de 3.000 investigadores.

El Presupuesto anual para aquel año era de 1.000 Millones de euros, pero arrastraba una caída vertiginosa al confrontarse con la realidad de los ingresos verdaderos, que no superaban los 600 Millones. El Informe/Programa lamentaba que esta escasez de recursos había obligado a reducir los gastos drásticamente y se había comido todas las reservas de tesorería.

He buscado datos más recientes sobre el Organismo que constituye la entidad de mayor envergadura de la investigación pública en España, dispersa en más de centenar y medio de centros de investigación e impulsado por varios cientos de grupos de trabajo, concentrados en las disciplinas que la historia, las subvenciones y los programas internacionales, junto con los intereses particulares han juzgado preferentes.

Como segura consecuencia de mi torpeza y la deficiencia del buscador que utilizo para alcanzar las fuentes de información correctas (incluida la web del CSIC), no encontré ni la valoración del cumplimiento del Plan, ni datos más recientes sobre la financiación, líneas de trabajo, indicadores de resultados y, en fin, cualquier otro elemento de juicio que me permitiera valorar la realidad actual del Centro en esos puntos.

Por eso, me leí con atención y avidez, como interesado en el tema de la investigación técnico-científica en España y sus efectos sobre el desarrollo, la entrevista con el Ministro responsable del CSIC que publicó el diario El País el 4 de noviembre de 2018.

Extraigo de esa corta entrevista, dos declaraciones de entidad. La primera en interés mediático es la afirmación de que si le dieran al Ministerio 700 o mil millones (de euros) más al año, el ingeniero Duque “sabría cuánta gente puede regresar”. Es decir, cuántos investigadores, desplazados a centros en el extranjero, podrían disponer de equipos, instalaciones, laboratorios y salarios, adecuados para que continuaran su trabajo.

La otra afirmación que me llamó la atención es que pretende desde su Ministerio dotar de mayor autonomía, vinculada con más control, a las Universidades, de forma que se responsabilicen de la calidad de sus títulos.

Saco la conclusión (fácil) de que el Ministro trata de aterrizar en la realidad de los singulares y dificultosos espacios de la enseñanza universitaria -machacada por el principio de libertad de cátedra, la diversidad de titulaciones imaginarias, las ambiciones politiqueras regionales- y de la eficacia de la investigación -falta de correcta definición de objetivos, control de resultados y ayuna de medios financieros que permitan ilusionar y fijar a equipos de élite.

La mejora de ambos aspectos teórico-prácticos deberían servir para potenciar la investigación y la enseñanza públicas, imprescindibles para el desarrollo, y favorecer su encaje con el tejido empresarial actual, potenciando líneas de éxito.

Doctores tiene el CSIC, y personalidades de relieve no le faltan en muchos ámbitos. Si mi intuición me permite un cálculo aproximado y sin intención de remedar al Ministro, creo que 1.000 Millones de euros anuales extras, servirían, a falta de objetivos concretos y férrea disciplina de control y exigencia, para crear otro monstruo boqueante a corto plazo.

Porque, entre los asuntos a resolver prioritarios, ya detectados hace cinco años por quienes confeccionaron el Programa estratégico para 2017, estaban la organización y funcionamiento interno inadecuados, la insuficiente cultura de control administrativo y de personal, la escasa transferencia tecnológica, y, en fin, las dificultades de coordinación del complejo instrumento.

Temo, en fin, desde mi curiosidad insatisfecha, que todos esos problemas viejos, hayan sido correspondientemente agudizados por el tiempo transcurrido sin tomar decisiones relevantes, y conformarán hoy un escenario de marasmo y confusión para el que, además de tener las ideas claras, hace falta contar con la espada bien afilada.

 

Publicado en: Actualidad, Educación, Investigación Etiquetado como: CSIC, estrategia, Innovacion y Universidades, investigación, Ministerio de Ciencia, Pedro Duque

Cómico o ridículo (11)

5 febrero, 2017 By amarias 1 comentario

Hubo un tiempo en que la escasez llamaba frecuentemente a nuestras puertas, solicitando al ingenio. Los niños españoles de la postguerra no disponíamos de muchos juguetes, y los Reyes Magos se habían hecho tan pobres como nuestros padres, pero sabíamos también lo que era la felicidad. Acomodarse a lo que se tiene a disposición.

En el colegio Auseva de Oviedo, el patio de duro cemento en el que nos alineábamos para cantar Prietas las filas, el  Cara al sol o Corazones y manos de artistas, antes de entrar a las clases, servía como parque de recreo. Había, en un lateral, dos canastas de baloncesto, y, como la densidad de niños que disfrutábamos al mismo tiempo de los quince minutos de recreo era muy alta,  jugábamos los partidos compartiendo una cesta cada dos equipos. Eso sí, de composición reglamentaria: tantos como estuviéramos dispuestos a jugar, distribuidos en ambos equitativamente; si había resto, estaba claro que el pobre diablo que había sido el último en ser elegido, más que ventaja, resultaba un estorbo.

Era necesario atacar o defender, pues, según quién tuviera el balón, pero a la hora de encestar se precisaba apuntar siempre a la misma canasta. Incluso, algunos días, éramos tantos los aficionados al básket, que se formaban cuatro equipos por canasta, organizándose espectáculos de confusión inenarrables, que era comprensible acabasen, de cuando en vez, a bofetadas o amenazas de “luego te veo”, que se solían solventar en el Campo de San Francisco. Los que se batían eran inmediatamente rodeados por un coro de vociferantes muchachos, hasta que algún adulto actuaba de apaciguador momentáneo.

A mi me rompieron la nariz unos compis del curso superior al mío, en un episodio ridículo que tal vez me anime a contar en estos relatos mínimos.

La alta densidad de adictos al enceste, junto a mi carácter pacífico, fueron las razones principales por las que, cuando vi la luz de escape, derivé del baloncesto, a practicar el fútbol en los recreos, en la modalidad original, hoy desconocida, de mini-fultbito.

Había que ser rápidos para, una vez que el Hermano ordenaba el Rompan filas, ocupar uno de los espacios entre columnas junto a las letrinas. Las columnas de sostenimiento del edificio hacían de porterías, y disponer de una pelota de goma -dura como una piedra- era un tesoro.  Se podían organizar hasta diez partidos en aquella zona -cuatro muchachos en cada uno-, en la que la ausencia de líneas que señalizasen cada campo de juego, propiciaba momentos de confusión y tensión. Era todo muy emocionante.

Mientras la mayoría jugábamos (incluido el frontón, que el reducido patio se estiraba como de goma) algunos lanzaban petardos a los pies apuntando a la cabeza para resolver envidias, recelos o, sencillamente, bajar los humos a los primeros de la clase (hasta que se prohibió), y otros se acercaban a la Boalesa a comprar pan de higo, bolas de chicle o cigarrillos por unidades. Los más devotos utilizaban también el recreo para visitar la capilla, y como en épocas determinadas -el mes de las flores (mayo), la Inmaculada, el tránsito celestial del -entonces, aún- Beato Marcelino Champagnat y otras que no recuerdo-, había que apuntar las obras pías que los alumnos de cada clase realizábamos, los chavales entrábamos en una competición de carácter fundamentalmente metafísico.

Se apuntaban las visitas a la Capilla que había en un lateral y que, para elevar la puntuación, algunos entrábamos y salíamos varias veces en un solo recreo. El premio podría consistir en una bolsa de caramelos para toda la clase, además de la promesa de indulgencias que San Pedro debe tener contabilizadas donde corresponda.

Aparte del objetivo de elevar al fundador a la categoría de Santo, teníamos otros: la salvación de Rusia, la resolución favorable del misterio de Fátima (depositado en una carta custodiada por el Santo Pontífice y que se abriría cualquier día menos pensado), la conversión de los chinitos, la paz mundial, etc. En el día del Domund (2o de octubre), se nos distribuía a los niños unas huchas metálicas o de arcilla policromada, que portaban un candadito en la parte inferior y ofrecían una hendidura o raja en la superior, para que postulásemos, es decir, pidiéramos dinero a la familia y por las calles, para la conversión de los habitantes de los pueblos de Misiones, que estaban situados en algún lugar de Africa, fundamentalmente.

Yo hubiera preferido que el resultado de estas colectas fuera anónimo, porque no me apetecía andar moviendo el cántaro ante los peatones para que apoquinasen  (siendo lo más probable que me mandaran a freir vientos) , ni aún menos, solicitar a mi madre que me diese algunas monedas,  para que la exhibición de mi vergüenza o timidez no fuera tan evidente. Pero también aquí había una dura competición, y los resultados de las postulaciones se hacían públicos. Había campeones destacados, cuadros de honor y caramelos. Ganaba siempre un rapaz hasta que la tentación le llevó un año a quedarse con parte de la recaudación y le premiaron con un mal en conducta y el escarnio público. Ignoro cómo fue descubierto.

En lo que no me ganaba nadie era en despegar los sellos que se recolectaban a decenas de miles que, cuidadosamente agrupados, una vez secos, se metían en cajas que, al parecer, eran vendidos a ávidos coleccionistas. Pasé muchas horas de mi vida infantil mojando estampitas, despegándolas del papel de sobre al que estaban adheridas, dejándolas secar en papeles de periódico, separándolas por países y valores faciales, y agrupándolas en montoncitos de cien a los que ataba con una goma elástica. Todo ello servía para salvar a chinos, rusos y, con perdón, negritos, del infierno. Me lo tendrán en cuenta un día, espero.


Incorporo a este Comentario una instantánea de una alondra cojugada en vuelo. Tomada con las luces tenues aún de la madrugada, la foto carece de interés en sí misma; está hecha, además, a contraluz, es imprecisa y ni siquiera permite ver bien la característica diferencial de esta especie de alondras, la cresta notable de la cabeza, en comparación con la alondra común.

La iba siguiendo con cautela, atento a que mejorasen tanto mi posición como la luz. Estas aves tienen un vuelo corto y no son asustadizas, por lo que estaba cambiando el objetivo por otro de no tantos aumentos. De pronto, como una exhalación, un azor se lanzó sobre ella y en un santiamén, la arrebató de mi vista,

Así que esta foto es testimonio último de la vida de una inocente alondra que, tal vez, se estaba librando de mi, pero que ignoró o subestimó un peligro mayor. Para mi afición, fue una advertencia: debes estar siempre perfectamente preparado, en relación con lo que pretendes.

 

 

 

 

 

Publicado en: Actualidad, Ambiente, Educación, Personal Etiquetado como: Auseva, balóncesto, básquet, capilla, Champagnat, futbito, iglesia, Maristas, patio, ridículo

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