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Salvados por la UME

9 enero, 2021 By amarias Dejar un comentario

El alcalde de Madrid, Sánchez Almeida (que, vaya por delante, se ha granjeado mi simpatía), ha apelado a la Unidad Militar de Emergencias como medida para aliviar el caos que la tremenda nevada de estos días (8 y 9 de enero de 2021 y, para seguir) ha provocado en la ciudad.

Las calles se han convertido en pistas de patinaje para los amantes de los deportes de invierno, los automóviles no circulan salvo con cadenas (y aún así en ciertas zonas el tránsito es imposible) y el única transporte publico que funciona es el Metro. Centenares de automovilistas han estado toda la noche varados en las vías de circunvalación (M30, M40, en especial en los túneles) y en muchas carreteras de acceso a la capital.

La nevada caída, con espesores de nieve de medio metro en el centro de la ciudad es la mayor que se recuerda por los más ancianos. Habría que remontarse a principios de los 70 del pasado siglo. Madrid ha agotado sus efectivos para combatir la ola de frío: no hay quitanieves suficientes, ni los bomberos poseen el equipamiento y formación necesaria, ni…la población tiene la menor experiencia para enfrentarse con tal manifestación del poder de un elemento, por otra parte, tenido por simpático. Se ha informado de una persona fallecida por causa directa del frío en esta madrugada (un “sintecho”) y otra a la que cayó encima un bloque de hielo desde un tejado.

Quiero poner todo el énfasis en la Unidad Militar de Emergencias como una evolución necesaria, convertida en imprescindible, de las Fuerzas de Defensa, para atender, como su nombre indica a situaciones anómalas de extrema peligrosidad. Los militares de la UME han salvado a personas arrastradas por una riada, o a alpinistas a quienes sorprendió una avalancha o … han limpiado un río de plantas o algas invasoras. Esos militares, seleccionados entre voluntarios, han llevado su actuación benemérita fuera de nuestras fronteras, para auxiliar en el rescate de personas afectadas por un terremoto, una tormenta tropical o…cualquier contingencia dramática en tiempos de paz.

Quiero subrayar que no me parece que sea una función capital de los Ejércitos actuar como Fuerza de Emergencia en tiempos de paz. Me parece que la policía, los bomberos, los servicios para afrontar contingencias comunes deberían estar preparados y equipados para solventar esos problemas, incluso los muy graves, con sus propios medios. Acudir a la UME debería ser una situación excepcional, pero no ya por la situación de emergencia, sino como elemento de apoyo o refuerzo, cuando la contingencia exige el máximo de atención.

El Club Español de Medio Ambiente (CEMA), a cuya Junta directiva pertenezco desde hace décadas, y de la que fui uno de sus primeros directores-gerentes, tuvo la perspicacia de conceder una de sus prestigiosas medallas, la de 2018, a la UME por sus actuación general y, en particular, por las que se refieren a la defensa del Medio Ambiente. Fue en febrero de 2019 y ese modesto cronista de una parte de cuanto sucede a su alrededor, cubrió el evento con una entrada en este mismo blog, que invito a releer (La UME con el CEMA).

Que el frío de nos haga olvidar que tenemos que luchar contra un virus pestilente. Y acuérdense de quitar la nieve de la entrada a la casa y al garaje antes de que se convierta en hielo (se anuncia un bajonazo de temperaturas en esta noche), además de procurar alejarse de los aleros.

 

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El sector Defensa como vía eficiente para crear actividad y empleo (3)

12 junio, 2019 By amarias Dejar un comentario

Según datos del Ministerio de Defensa (Secretaría General Técnica) de 2019, las ventas del subsector aeronáutico supusieron un 70% del total de la facturación de la industria de defensa nacional, empleando 10.266 personas (un 45%) de la dotación global del mismo.

Dada la importancia relativa del subsector, y su dependencia grado de participación de España en los programas internacionales, de los que el EUROMALE y el NGWS (Combate Aérea de Nueva Generación) son los más relevantes, he creído interesante detenerme en la información pública disponible sobre la tecnología aeronáutica en nuestro país.

La Asociación TEDAE (Defensa, Seguridad, Aeronáutica y Espacio) en su Memoria de Actividades de 2017 (lamento no haber encontrado datos para 2018), por boca de su Presidente, Jaime de Rábago, echaba de menos la ausencia de un Plan Estratégico, que permitiera a las empresas del sector prepararse para los retos ya detectados en la digitalización y la llamada industria 4.0, encajando la actividad en los Programas Marco de Investigación europeos, el nuevo ciclo inversor en Defensa  y el Plan estatal de Investigación Científica.

Como no me dedico a escribir estos comentarios para repetir sin análisis lo que otros dicen, aunque sean personas de tan relevante cualificación, sino que pretendo favorecer el análisis de coyuntura, creo que los temas que de Rábago presenta reflejan que, a pesar de los diez años vida de la asociación, subsisten problemas sustanciales para lograr la máxima efectividad del modelo.

Las empresas que conforman TEDAE facturaron -en 2017- 11.180 millones de euros y dieron empleo a 56.000 personas (aprox.) directos, con un 38% de su facturación dedicada a la aeronáutica militar, con una tasa de exportación -para ambos sectores, civil y militar- del 83%.

La cifra de facturación por empleado (no el valor añadido bruto por empleo, para el que había que restarle el salario medio, ni tampoco el beneficio por empleado, al que me referiré más adelante), es de 210.000 euros que, dado el porcentaje de personal de cualificación universitaria (43%), aunque resulta alto en comparación con otros sectores productivos españoles, no me parece impresionante, ya que hay que suponer que los salarios serán comparativamente altos y que se trata de fabricar equipos con alta tecnología, lo que, en suma, aprieta los márgenes de rentabilidad. Si se compara con la media de facturación por empleado en España, de apenas 36.000 euros/empleo, que está lastrada por la alta intensidad de la mano de obra en el sector servicios (hostelería en especial), obtenemos una referencia del valor, próximo al del sector de telecomunicaciones, con unos 230.000 euros facturados por empleado.

Los objetivos empresariales de la TEDAE están íntimamente ligados con el desarrollo del sector aéreo de la Defensa. La defensa aérea, como todo el conjunto de al coordinación militar, depende, en última instancia del JEMAD (Jefe del Estado Mayor de la Defensa), cuyo mando ejecutor es el comandante del Mando de Operaciones (MMOPS), responsable del Mando de Defensa y Operaciones Aéreas (MDOA), que se ocupa, en realidad, del Mando de Combate del Ejército del Aire (MACOM). Una sopa de siglas, muy del gusto de lo militar, que habrá que imaginar esconde en la realidad una combinación de efectivos humanos y equipamiento perfectamente engrasados y formados para uso inmediato si hay que atender a una incidencia de la defensa aérea.

No es objetivo de mi análisis -ni mucho menos- enjuiciar la disponibilidad táctica y estratégica de nuestro Ejército, sino tratar de comentar, con los datos disponibles, el desarrollo tecnológico de nuestra industria militar y su encaje con los sectores civiles, en la convicción de que la separación entre ambas es imposible para un Estado intermedio como España, aunque, sin embargo, la seguridad y la defensa obligan a mantener un cierto grado de confidencialidad y secretismo en los desarrollos. No solo éso: me parece que, dado lo sofisticado de los equipos que entran en juego y su complicado manejo, el elemento sustancial que garantiza el complimiento del objetivo de defensa es, además, de la puesta constante al día y su correcto mantenimiento de las máquinas e instrumentación, conseguir la máxima cualificación del personal, a todos los niveles, con horas de vuelo, formación y preparación para su uso eficaz y, en último término, para el combate.

El efecto del Fondo Europeo de Defensa (EDF) para apoyar el Plan Europeo de Defensa (EDAP) con una primera convocatoria de lo que se dió en llamar Acción Preparatoria sobre Investigación en Defensa (PADR), dentro del marco más amplio de la Cooperación Estructurada Permanente (PESCO) ha sido positivo para la Asociación, necesitadas sus empresas, no ya de facturación, sino de nuevas referencias tecnológicas que les permitan convencer a los clientes internacionales de su alta capacitación.

Los objetivos de facturación del sector industrial aeronáutico en defensa, aunque orientados hacia la exportación, tienen su apoyo estratégico y comercial en el Ejército del Aire. La principal misión de esta fuerza militar es la vigilancia y control del espacio aéreo español. No porque lo diga yo, sino porque está definido como objetivo sustancial de esta sección de nuestras Fuerzas Armadas. El sistema de Defensa Aéreo está integrado por una red de centros de mando y control, radares de vigilancia y la dotación aérea de advertencia ante cualquier intromisión en el espacio propio, lista para despegar e intervenir desde cualquiera de las bases nacionales. Desde 2017 la Estrategia de Seguridad Nacional incluye la seguridad del espacio exterior, siendo el Ejército del Aire quien lidera esta misión, por razones que cabría calificar de obvias.

Junto a esta actividad, el Ejército del Aire también asume labores de Búsqueda y Rescate (SAR), transporte de autoridades (SAR), lucha contra el fuego (dependiendo de la Unidad Militar de Emergencias), vigilancia marítima, transporte de personal en caso de catástrofes, evacuaciones médicas por vía aérea, etc.

Todas estas funciones, desde el punto de vista tecnológico, se focalizan sobre la necesidad de dotar a los equipos humanos de herramientas al más alto nivel -pues el potencial enemigo, ya se ve, se está dotando de ellas- y, para conservar o alcanzar la suficiente autonomía, desarrollar e impulsar los centros de investigación aplicada que, dada la condición de escasez de recursos propios y el alto nivel de sofisticación necesario, han de ser básicamente duales (esto es, de doble aplicación civil y militar).

Que las cuestiones relativas a la Defensa, por falta de la adecuada cultura militar de la población civil y una ignorancia consentida respecto a los riesgos reales, se encuentren con reticencias públicas en cuestiones tan sustanciales como la renovación de equipos o la declaración de zonas de interés militar, exige una revisión urgente. La renovación de los bombardeos F/A 18, por ejemplo, la modernización de los Escuadrones de Vigilancia Aérea o la incorporación de otros nuevos, choca, en ocasiones sonoras, con razones ecologistas o humanistas que merecerían un contraste y análisis sereno, para que la población asumiera como elemento de su propia identidad, las Fuerzas Armadas y lo que representan, en un mundo en que se debe ser pacífico sin olvidar estar preparado para responder a las eventuales agresiones.

(continuará)


Las alondras y cojugadas, aunque relativamente comunes, no resultan sencillas de identificar. La fotografía representa a una alondra común (alauda arvensis), ave algo mayor que un gorrión, cuya característica clave para identificación entre las de su grupo similar, es el borde blanco de las alas y las plumas blancas externas de la cola.

Este macho, en plena exaltación cantora, proclama el orgullo de su procreación, sobre un copete de enea. Su canto es extenso y melodioso y, más comúnmente, lo despliega en vuelo.

En cuanto al copete, corto y redondeado, puede elevarlo algo, aunque no tanto como las cojugadas y, además, en general, lo mantiene replegado.

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Que Melquíades Alvarez no calle

4 febrero, 2019 By amarias Dejar un comentario

Hay, en España, algunas calles Melquíades Alvarez.

La calle de Oviedo discurre oblicua a la de Uría, como prolongación de la de Independencia hasta la de Covadonga. Es, por tanto, una travesía céntrica, relativamente corta, con poca densidad comercial:su enclave más relevante es la iglesia de San Juan el Real, que levanta su silueta historicista en una plazoleta en donde se congregan ovetenses y foráneos, con la frecuencia que determinan los ritmos vitales, para celebrar bodas y entierros.

Gijón tiene una calle Melquíades Alvarez, por supuesto. Es más larga que la de Oviedo, y va desde la de la Trinidad hasta la de Ventura Alvarez. Madrid, después de décadas de olvido, aprobó en 2017, por iniciativa de Ciudadanos, sustituir la dedicada al también asturiano, el general colungués Juan Vigón, por la advocación al político gijonés.

Melquíades Alvarez no merece el silencio. Su voz, que fue inspiradora de una parte notable de la Constitución de 1978, mantiene la vigencia que proporciona la sensatez, el equilibrio, el respeto a las ideas de otro si no coinciden con las nuestras, pero están expresadas sin la vehemencia que ofusca la razón, atendiendo a la enseñanza que proporciona la Historia y el conocimiento.

Tengo el libro que recoge los Discursos parlamentarios de Melquíades Alvarez, editado en 2008 por empeño de su biznieto Manuel Alvarez-Buylla. Son 820 páginas en las que se puede recorrer, y disfrutar, aprendiendo, del itinerario ideológico y su brillante expresión dialéctica. Melquíades Alvarez fue, en su tiempo, un orador admirado y envidiado y en el anodino discurrir dialéctico de nuestros actuales Parlamentos y foros, se debe recordar como un gigante de la oratoria y de la mayéutica.

A Melquíades Alvarez lo mataron en circunstancias vergonzosas y aún no del todo aclaradas (es decir: no se aclararán nunca) al principio de la guerra incivil, en agosto de 1936, en una saca de la Cárcel Modelo de Madrid, en donde había sido confinado por el gobierno “para protegerlo”.

Podía escribir muchas cosas desde la admiración que profeso a este brillante político reformista, convencido republicano -pero respetuoso con la monarquía parlamentaria-, centrista con visión a izquierda y derecha, moderado pero no inmovilista, abogado, en fin, de gran prestigio y jurisconsulto de excepción.

Tengo anotadas múltiples citas tomadas de sus discursos y, sobre todo, he leído y leo con fruición sus alegatos, sus exposiciones y réplicas. También, la de sus opositores. Expresados con altura discursiva, emoción y fuerza expresiva, los argumentos e ideas que desarrollaban aquellos parlamentarios de principios del siglo XX, combinaban una exquisita educación con  formación técnica y amplia cultura. Encomiables.

En momentos convulsos para el país (¿cuándo no los ha habido?), en sucesivas y elocuentes intervenciones entre los años 1903 a 1936, Melquíades Alvarez no ahorró ocasiones de expresar, desde varias responsabilidades parlamentarias -bien como portavoz ocasional de la bancada minoritaria, como fundador del partido reformista, como jefe de la oposición y, ya próximos a la debacle, como Presidente de la Cámara- muy sensatas opiniones sobre los numerosos asuntos que afectaban a la vida pública.

Sus orígenes modestos, las dificultades provocadas por el nepotismo de otros, las enfermedades, los cambios de gobierno  y las tensiones nacionales e internacionales (la monarquía de Alfonso XIII, la dictadura de Primo de Rivera, la República, la primera guerra mundial), así como el pesado pesimismo institucional de la época, impregnadas del pesimismo por la pérdida de Cuba y colonias, revueltas sociales y malestar en los cuarteles, no parecían capaces de hacer mella en su empuje vitalista, intelectual y, por encima de partidismos, honesto.

Permita el lector un ejemplo de su fino talante, con notas de clara atemporalidad. Antes de intervenir en el debate sobre los “Sucesos ocurridos en Barcelona con ocasión de un banquete regionalista” (27 de noviembre de 1905), se había expresado con estas palabras: “Hace tiempo que rindo fervoroso culto al silencio, porque me he convencido que es inútil abusar de la palabra, y porque, además, en esta Cámara, que es la representación más alta del país, se desnaturalizan en fuerza de digresiones todos los debates y caen al poco tiempo en la esterilidad más absoluta.” (1)

Quiero suponer que algunos de nuestros parlamentarios actuales tienen el libro con los discursos parlamentarios de Melquíades Alvarez. Sería conveniente que lo tuvieran todos. Y, desde luego, es imprescindible que lo lean.

—-

(1) Los “sucesos catalanes” que propiciaron el debate de aquellos días tuvieron su origen en la publicación, en la revista satírica ¡Cu-Cut!,  de ideología próxima a la Lliga Regionalista de Cambó y Prat de la Riba, de una viñeta antimilitarista de Joan Junceda.

La Lliga había celebrado un banquete el día 25 de noviembre de 1905 para celebrar su triunfo en las elecciones municipales, y la revista publicó una caricatura obra de Junceda en la que se veían dialogando a un civil y a un militar, éste vestido de húsar: ” -¿Qué se celebra aquí que hay tanta gente?, preguntaba el uniformado; -El Banquete de la Victoria, contestaba el otro; -¿De la victoria? Ah, vaya, serán paisanos.”

En el contexto del momento, se reflejaba la crítica humorística a la pérdida de confianza de la sociedad civil en el Ejército, después de la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas y los descalabros africanos. Como reacción impulsiva, varios militares descontentos irrumpieron en la sede de la revista, provocando graves destrozos. El hecho, que dio aún más alas a la posición separatista catalana, demostró la debilidad de la Restauración alfonsina, provocó la dimisión del jefe de gobierno Mortero Ríos y, como colofón legislativo, supuso la aprobación de la llamada Ley de Jurisdicciones, por la que todos los delitos que afectasen a la patria y al ejército pasaban a ser entendidos por la justicia militar.

La prudencia y objetividad de Melquíades Alvarez se manifestó en la discusión parlamentaria, cuando replicó a los catalanistas, republicanos como él, que utilizaron los sucesos para exacerbar sus intenciones separatistas.

Sus expresiones tienen un halo de proféticas. “El regionalismo catalán (…), como una especie de pequeña nacionalidad dentro de otra mayor, con su poder soberano y autónomo, con sus Cámaras, con leyes propias, (…) me parece incompatible en absoluto con los grandes ideales de la vida moderna, (,,,) Es un ideal mezquino de la época del desaliento (,,,) contraria a todas esas  corrientes de la moderna política mundial, que exige para su desenvolvimiento la formación de grandes núcleos orgánicos (…)”

 

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Venezuela en el foco mundial

2 febrero, 2019 By amarias 1 comentario

Mañana, día 3 de febrero de 2019, se cumple el plazo impuesto por algunos países de la Unión Europea, entre ellos España, para que Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, convoque elecciones o reconocerán a Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional y autoproclamado presidente interino con el apoyo de una parte de la población, como máximo mandatario del país.

Se ha generado una situación extremadamente complicada en el país, que parece preludio de una guerra civil. La confianza de Guaidó y quienes lo apoyan desde dentro -al parecer, varios millones- es que el Ejército venezolano se mantenga neutral, aceptando como buena la promesa del presidente interino de que no se realizarán cargos ni se tomarán represalias contra los militares que no apoyen a Maduro. Ese deseo no va a cumplirse, aunque han aparecido algunas fisuras entre los altos jefes de la república bolivariana.

Pero el presidente Maduro sigue agrupando en su entorno a la mayoría de la cúpula militar, formada, sin duda, `por estómagos agradecidos, que han expresado en sus apariciones públicas y en algunas declaraciones privadas, que apoyan al incalificable sátrapa, un endiosado personaje, manifiesto incompetente para dirigir un país, pero experto en latrocinio de los bienes públicos en beneficio propio y de sus secuaces y poseedor de un verbo fluido, incendiario y voluntariamente indocumentado, que se ha evidenciado muy capaz para movilizar a millones de individuos, muchos de ellos sin formación ni información, crédulos con cuanto emana de la dicción con cuño de soflama del déspota sin escrúpulos.

Podía extenderme en calificativos -no precisamente laudatorios- respecto a la personalidad y actuaciones del presidente Maduro y, en la línea de juzgar como antidemocrática su voluntad de perpetuarse en el poder, cuestionar su legitimidad como presidente de un país al que ha estado esquilmando de los resultados de su mayor riqueza natural (el petróleo).

Sin embargo, lo que me pregunto hoy, ahora, en la fecha llena de simbolismo para el pueblo venezolano del dos de febrero, en que están convocadas sendas manifestaciones encaminadas a demostrar al mundo y, sobre todo, a los sufridos naturales de ese hermoso país, que tanto Maduro como Guaidó cuentan con el mayor respaldo popular, es ¿por qué el mundo “civilizado” ha creído llegada la hora de tomar postura respecto a la terriblemente deteriorada situación venezolana, capitaneada por la hiperinflación, la hambruna y el descrédito de su gobierno militar?

Otros analistas con más información que yo podrán responder, seguramente, con mejor tino y mayor acierto a la cuestión. Yo, simplemente, estoy convencido de que Guaidó y los venezolanos que le apoyan desde el exilio (también algún destacado líder de la oposición a Maduro, exiliado, represaliado o encarcelado, del que Antonio Ledezma, Henrique Capriles y López  de Mendoza  aparecen como más significados) han conseguido,- antes de actuar en una maniobra que pretende desestabilizar el régimen del tirano del que muchos Estados supuestamente defensores del mundo civilizado y demócrata, el plácet del gobierno norteamericano de Donald Trump.

El apoyo de la Unión Europea, lamentablemente, resulta, por las declaraciones de algunos mandatarios europeos, una vez más incapaces de ponerse de acuerdo, haber sido buscado tardíamente, a contrapié y construido de forma improvisada, lo que explicaría, que no justifica, su carácter heterogéneo y friable.

El en otras ocasiones desconcertante Donald Trump (cuyo único lema de acción, si existe, ha explicitado con la aporía: America first, entendiendo por América, solo Estados Unidos, por supuesto), ha echado mano de una lógica militar al afirmar, ante el hecho consumado de Guaidó de haber encendido las mechas de la simpatía o rechazo ante su levantamiento cívico, que “no excluye ninguna actuación” al respecto. En lenguaje paladino: “no solo te animo a tener firmeza, amigo Guaidó, sino que estoy dispuesto a apoyarte con lo que haga falta, incluso a riesgo de involucrarme en un conflicto armado”.

El descuido  premeditado del consejero de Seguridad Nacional John Bolton -curiosa denominación la de su puesto para quien se ha puesto en primera línea de las declaraciones contra Maduro- dejándose ver con dos líneas de su bloc escolar, en la que todos pudimos traducir  “5.000 tropas a Colombia”, alimenta la deducción de que los grandes Estados Unidos de Norteamérica están preparados para una intervención armada en Venezuela: la frase sería un aviso para los navegantes que apoyen a Maduro.

Vaya, pues. Los asesores de Trump saben bien que, además de la fuerza propia, (bien educados sus mandos y muchos de sus efectivos en la fidelidad que dan los garbanzos garantizados), Nicolás Maduro,  cuenta con la intendencia y el saber militar sobre el terreno de miles de curtidos militares cubanos, hoy destacados en el país amigo, que forman un contingente preparado, no para luchar en el exterior, sino para defender con las armas, si fuera preciso, el orden tiránico del sátrapa.

No va la cuestión de ideologías (el régimen putrefacto del Sr. Maduro carece de ellas),  sino de la capacidad de persuasión de la bota puesta sobre el cuello del pueblo inerme sometido, emanada de un grupo armado y entrenado para apoyar un régimen que se ha especializado en aprovechar el poder para apropiarse de los beneficios del petróleo, cambiando dólares por boliviaranitos sin valor. ¿La fórmula? Controlar la información exterior, perseguir toda oposición y utilizar como álibi eficaz la eficaz cortina de humo que proporciona a las vísceras sentimentales la figura del “enemigo yanqui”, paradigma del capitalismo más apestoso, según el manual chavista.

Permanezco atento a la pantalla, porque no veo claro el desenlace. Preciso: no veo un desenlace sencillo, salvo que Maduro y parte de su cúpula más significada fleten un avión y se vayan con su viento fresco y los ojos cerrados de la opinión internacional a algunos de los paraísos fiscales en donde han ido amontonando, sin empacho ni vigilancia exterior,  el dinero hurtado a su país.

La posición del Gobierno español, concediendo un plazo de ocho días a Maduro (que acaba el lunes, cuatro de febrero) para que convoque nuevas elecciones o reconocerá la legitimidad de Guaidó, al no contar con pleno apoyo de todos los Estados de la Unión Europea, aparece doblemente delicada: cabe preguntarse cómo se ha pensado actuar si el cuestionado presidente venezolano no se aviene (como bravuconamente ha anunciado) a aceptar la presión y…qué se pretende, en realidad, conseguir si el deplorable dictador convoca elecciones, que, como su anterior proceder ha demostrado varias veces, convertirá en un nuevo pucherazo, a despecho de los observadores internacionales.

Más aún. Incluso en el caso de que Maduro adopte el camino de tomar las de Villadiego, la cuestión que me hago es si se les prometerá impunidad o se les ofrecerá inmunidad frente al Tribunal Penal Internacional, por sus muy evidentes crímenes contra la población civil, a la que ha dejado, con ayuda de sus cómplices y palmeros, en la miseria. Venezuela está hoy necesitada de una recuperación de la estabilidad y el camino del progreso, surgiendo de un pozo tan profundo que solo se puede comparar (aunque, en este caso, con ventaja para Maduro) con los descalabros a la decencia y a la ética protagonizados por otros tiranos de parecido pelaje de adulterado doctrinario marxista-cristiano, próximos geográficamente (habitan en Nicaragua, Bolivia, Cuba, …)


Me gusta esta fotografía, con la que pretendo aliviar algo la tensión que me provoca, y provocará con seguridad a cualquiera interesado en Venezuela y en la paz mundial, el momento venezolano.

La he publicado ya en otra ocasión. Un zorzal común (turdus philomelos), que en Asturias conocemos como malvís, dedicado a devorar el fruto del tejo, uno de sus predilectos proveedores de alimento, allí donde se encuentra. Un ave pequeña más que su pariente el mirlo común, distinguible por sus motas ventrales y, en el amanecer y atardecer (sobre todo) de los días primaverales, identificable por el hermoso canto, lleno de notas vibrantes, de gran melodiosidad.

El fruto del tejo es dulce y sabroso (animado por mis amigos pueblerinos en mis días de vacaciones veraniegas, cuando maduraba, ya a final de verano, tuve ocasión de probarlo, temerariamente. Escupíamos las pepitas, venenosas, como lo son también las hojas del emblemático árbol de los celtas.

 

 

 

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Carta abierta a la Ministra Margarita Robles

22 enero, 2019 By amarias Dejar un comentario

Querida Ministra de Defensa:

Te ruego, ante todo, disculpas por el tratamiento confianzudo. No nos conocemos más que “de vista”, pero prefiero no encabezar mi carta con el formulismo de “estimada”, pues, tratándose de alguien ahora dedicada a la política, no deseo ser interpretado (ni bien ni mal) por razón de un ambiguo adjetivo calificativo.

Más justificada está la proximidad gramatical entre colegas al ser yo también licenciado en Derecho, aún reconociendo que mi currículum no soportaría la comparación con el tuyo, plagado de reconocimientos y méritos.

Parece ser que, además de por tu excelente trayectoria profesional, entre las razones no curriculares que contaron para tu designación como Ministra de Defensa por el actual presidente español, Pedro Sánchez, se encontraba la de tu calidad de persona ajena al escalafón militar. Después de siete meses de ejercer la más alta posición sobre las delicadas cuestiones que afectan a las Fuerzas Armadas y a la Inteligencia, pocas cosas te serán ya ajenas, dada tu capacidad y perspicacia.

Permite, sin embargo, que desde los entresijos de la llamada sociedad civil, en la que los militares suelen situarnos a los que no tenemos ni tuvimos vinculación laboral, funcionarial ni política, con los Ejércitos, exponga mi posición respecto a algunas cuestiones que afectan a la organización de la Defensa española.

No pretendo ser original. Me guía el deseo de expresar las inquietudes y reflexiones propias de un ciudadano preocupado por las cuestiones que afectan al devenir de las guerras  y la defensa de la población y territorio en el que  desea mantenerse con libertad y sin sobresaltos, frente a los enemigos (reales, potenciales o imaginados) de ese orden. También me interesa expresar cómo entiendo que esos valores deberían ser apreciados por el ciudadano desarmado.

Creo que estamos todos de acuerdo en que la organización y gestión de las Fuerzas Armadas no puede ser enfocada desde una posición de partido político. La Política de Defensa ha de ser apolítica, consensuada por la mayoría ciudadana y, en la medida de lo posible, transparente.

En relación con ello, he escuchado muchas veces -seguro que tú, miles de ellas- que es importante que la ciudadanía tenga una “cultura de Defensa”. El término no es una entelequia, pero me parece que no existe  consenso en lo que significa la aplicación práctica de este concepto y, por ello, supongo que tampoco existe acuerdo sobre lo que implica definir los dos elementos que lo componen: “cultura” y “defensa”.

Si se refiere el término a la traslación a la ciudadanía, con trasparencia, de los asuntos que podrían afectar a la independencia del país, a su seguridad interna y externa, a los riesgos detectados o futuros para la paz, al número y dotación de los efectivos humanos y medios materiales para la defensa de la población y territorio ante los peligros que la puedan perturbar y, en fin, a la identificación de las tecnologías, procedencia de las mismas, y dotación para las inversiones que permitan abordarlos con solvencia, seguramente todos estaríamos de acuerdo en que hay que conservar alguna reserva.

Si se tiene consciencia de que el enemigo potencial existe y tiene los medios para eventualmente poner en riesgo la paz y la seguridad que queremos mantener, resulta obligado un cierto nivel de secretismo. No se deben enseñar las cartas propias a quien puede hacernos daño. El enemigo potencial debe saber que tenemos forma de defendernos a nivel igual o superior al de su capacidad para atacarnos.

La cultura de defensa habrá de referirse, pues, a propiciar aquellos elementos de simpatía y confianza hacia quienes se ocupan y ocuparán de defender ese orden. Y ello pasa por la creación y mantenimiento de un alto nivel de empatía con las fuerzas de seguridad del Estado, trasmitiendo la tranquilidad a la población de que nuestros representantes, políticos y funcionariales, saben cómo actuar ante los riesgos y amenazas.

Me gusta, como a ti, la teoría, pero mucho más aún me atrae la realización práctica de las ideas. Puedo imaginar unas Fuerzas Armadas ideales, a nivel de las mejores del mundo (aunque me faltaría conocimiento concreto de las tecnologías más avanzadas) y, por eso, soy consciente de que nos encontramos en la necesidad de definir nuestra posición, no como país intermedio, sino como un país pequeño, con menos de cincuenta millones de habitantes y cuyo atractivo estratégico para terceros es su ubicación en el extremo occidental de Europa y su cercanía al Africa magrebí.

Desde esa perspectiva, el riesgo de conflicto podría venir del vecino del que nos separa una corta distancia geográfica y una gran diferencia en PIB (Marruecos), país en el que tenemos dos enclaves geográficos históricos (Ceuta y Melilla, “ciudades autónomas”), y desde el que incluso la visión de las Islas Canarias podría aparecer como una ambición territorial apetitosa.

Si a alguien le parecen elucubraciones estas reflexiones, le recordaría las dificultades de la metrópoli para defender agresiones territoriales de las posesiones alejadas, ya fueran Cuba, Puerto Rico o Filipinas, o, en órdenes no solo militares, la desastrosa gestión de los intereses de la población local en el Sáhara occidental, el abandono apresurado de la “provincia de ultramar” -así la estudiábamos los ancianos de la tribu- que fue la región de Sidi Ifni, y, como ejemplo traído con alfileres, pero posiblemente significativo de la ignorancia de las distancias que separan la falsa creencia de la realidad factual, la chusca e inexplicable referencia al meridiano de Greenwich al que el ex ministro de Industria Soria hizo pasar por Canarias.

No dudará nadie que debemos disponer de unas Fuerzas Armadas suficientes para cumplir con el objetivo que se acuerde. ¿Cuál es ese? Me da la impresión de que en relación con este asunto se actúa desde la inercia o, peor aún, desde el inmovilismo. No se quiere reconocer, menospreciando que la situación mundial ha cambiado, que los riesgos para la paz no son los mismos que hace una década y, que los bloques económicos -que son los que, a la postre-, determinan los intereses y, en consecuencia, señalan la dirección para las amenazas, se están reorganizando.

Un país pequeño debe contar con alianzas estables y firmes con los poderosos. No tengo duda de que, por razones históricas, geográficas y económicas, la Unión Europea es esa referencia. Pero si falta la unión económica o está debilitándose la que había, la situación de vulnerabilidad aumenta y, desde ella, no puede construirse una Unión de Defensa. En el fortalecimiento de la unión económica ha de verse la base para una política de defensa común europea, en la que, por supuesto, debe haber una jefatura única, subordinada al poder político europeo, una distribución de responsabilidades y una total coordinación respecto a las inversiones, tipo de armamento, investigación tecnológica y efectivos humanos. También, coordinación absoluta en la diplomacia internacional.

Estamos lejos de ese desiderátum y, por lo tanto, somos colectivamente, vulnerables y, en lo que a España se refiere, particularmente frágiles. Nuestra fragilidad se incrementa desde la percepción de que es precisa una dotación importante en armamento y equipamiento relativamente avanzado, que no producimos, que no podemos pagar y, lo que es más grave, no tenemos dotación para mantener.

Te pediría, ministra, que exijas a quienes saben del tema, que te concreten, sin ambages, sin circunloquios, desde la total libertad pero con la máxima seriedad, qué tipo de equipamiento (humano, material, tecnológico), se necesita para responder ante aquellos riesgos concretos que los expertos en defensa y diplomacia internacional hayan detectado. Que esos expertos trabajen en sus recomendaciones en dos niveles: la consecución de una autonomía suficiente frente a las amenazas más singulares y cuyo riesgo se vea como más personalizado, y la integración de los medios propios en la defensa frente a los peligros y actuaciones que se consideren europeos.

No es asunto menor el análisis profundo de la situación del personal de las Fuerzas Armadas. La carrera profesional del personal de tropa y marinería, de los oficiales y jefes, exige una revisión que es urgente abordar. Para hacer esta afirmación tan delicada me baso, sobre todo, en la rápida evolución tecnológica, que ha hecho aparecer nuevas oportunidades y riesgos, y que supone un entronque, muy superior al tradicionalmente admitido, entre la estructura empresarial civil y la militar. La gran mayoría de las tecnologías son ya, irreversiblemente, de doble uso: las comunicaciones, los materiales, la energía, el transporte…no pueden considerarse ni militares ni civiles.

Las amenazas no vendrán, con mayor probabilidad, sobre el terreno: serán aéreas, se transmitirán como virus informáticos, captación de información, mensajes encriptados, drones, misiles teledirigidos e indetectables. El desarrollo y conocimiento preciso de la energía nuclear -para usos pacíficos como militares- obliga a convencer a la población de que no podemos abandonar su control, desarrollo y uso. Lo mismo cabría decir de la imperiosa necesidad de coordinar las investigaciones y desarrollos en materiales especiales, transporte híbrido, reutilización de residuos, aprovechamiento máximo de recursos, etc.

Y sí, es necesaria la concienciación y participación de la población civil en este esquema. Hay que educar, en particular a los jóvenes, en los conceptos de solidaridad, seguridad, patriotismo, valores. No se está haciendo bien, y no soy derrotista al expresar esa tremenda carencia. Si no sabemos apreciar lo que tenemos, lo que cuesta mantenerlo, no podremos defenderlo. Me parece imprescindible el encaje entre lo militar y lo civil. En todos los órdenes. Se que muchos militares de carrera hablan de la vocación militar, y lo hacen con orgullo, pero no me parece que exista tan diferenciada. No creo en las vocaciones. No puedo imaginar que exista una vocación para defender la Patria y, en su caso, morir por ella.

Nadie desearía morir por defender unos valores ambiguos, indefinidos, pero seríamos capaces de defender con uñas y dientes lo que afecta a la integridad de nuestra familia, a lo que perjudicaría nuestro bienestar de manera irreversible, lo que impediría nuestro desarrollo como personas, lo que nos supusiera la pérdida de esferas de libertad que consideráramos sustanciales. Y tú, como jurista, como magistrada, sabes bien que el derecho fija un marco de convivencia pactado o impuesto desde la autoridad, pero, en su aplicación, debe ser la última ratio: lo deseable es que todo ciudadano cumpla la ley sin necesidad de que se le sancione.

Querida ministra, tienes un trabajo importante ante ti y no vas a tener tiempo para acometerlo. Sin embargo, te cabe la opción y tienes por ello la responsabilidad, de abrir el camino para que se logre un consenso en el papel a desarrollar por las Fuerzas Armadas, en la definición de las bases de la carrera profesional de sus funcionarios (sin fantasías, con salarios dignos, con objetivos claros), en la apertura pública de una discusión sobre lo que es una cultura de defensa (sin teoricismos, sentimentalismos, ni medias verdades) y, en fin, en la imperiosa necesidad de integrar la política de defensa en una política de Estado.

Gracias por haber llegado hasta aquí, ministra. He dejado muchos temas en el tintero, de ellos, una buena cantidad también importantes. Los expertos de verdad te ampliarán, con seguridad, ese elenco de asuntos que deben figurar en la cartera de Defensa e Interior. Si no les estás preguntando, hazlo y, por favor, cuando se convoque un debate en el que participen sobre cuestiones que atañen a esas cuestiones clave de tu departamento, no te vayas después de inaugurar la Jornada, quédate a la discusión o promuévela desde tu despacho.

Con todo respeto


La fotografía, tomada en otoño en Villafáfila (Zamora) recoge a un grupo de grajillas (corvus monedula) en vuelo hacia los dormideros comunales. Tienen el pico grueso de los córvidos y son gregarias y estridentes. Se distinguen de otros córvidos de color negro (chovas, cornejas, cuervos, grajas, etc.) por su menor tamaño y, sobre todo, por el ojo blanco. También, vistas de cerca, por su plumaje gris plateado en la nuca.

 

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Ingenieros militares y civiles

13 junio, 2018 By amarias 4 comentarios

Los ingenieros no estamos de moda, si estar de moda se asocia con ocupar espacios en la prensa, en los debates televisivos o en los ministerios. Nuestra misma formación académica nos invita, además,  a ser prudentes a la hora de expresar una opinión en terrenos que desconocemos, puesto que la especulación sin fundamento repugna a la mentalidad técnica.

Sin embargo, podemos ser vehementes y hasta revestirnos de petulancia cuando nos encontramos en una reunión o tertulia en la que se opina por intuición o sentimientos sin valorar las dificultades o condicionantes de un proceso, en especial si afecta a un tema que profesionalmente nos afecta y estamos seguros de conocer bien.

Las carreras de ingeniería siguen siendo difíciles, reclaman años suplementarios de estudio y muchas horas de hincar los codos en los pupitres. Esa dedicación no se corresponde, sin embargo, con los honorarios que la mayoría reciben, ni tampoco ofrecen perspectivas curriculares atractivas, al menos en el actual momento socioeconómico.

Por supuesto, no son las carreras de ingeniería las únicas que presentan dificultades especiales ni las que exigen tanto del alumno como del profesional, entrega y sacrificio. Solo que quiero enfocar este Comentario en un concreto sentido, y esta introducción pretende ayudarme y ayudar al lector a entender mis argumentos.

Apreciaciones sociales circunstanciales aparte, no debería ser objeto de polémica que los ingenieros hemos sido y somos parte fundamental del desarrollo y, por tanto, la calidad de la ingeniería de un país está relacionada directamente con la consecución de altos niveles de bienestar y con la mejora de las condiciones de vida.

En fin, la buena formación de los ingenieros debe ser una cuestión central de una sociedad y no hay atajos para llegar a la excelencia. (1) Si queremos apoyar el conocimiento, la investigación, el trabajo bien hecho, la responsabilidad en la ejecución y la seguridad de lo ejecutado, necesitamos que nuestras Escuelas Técnicas y Universidades se ocupen de formar profesionales de alto nivel, con base ancha de conocimientos.

Viene esto a cuento porque en el seno de los debates que sirven para planificar la formación académica y el destino curricular de unos concretos profesionales, los oficiales de los Ejércitos españoles, se han introducido, con buena intención, pero en mi opinión con orientación equivocada, las titulaciones de ingeniería civil.

Para facilitar, se dice, la integración en la vida civil de los oficiales que deberán entrar obligatoriamente en la reserva cuando no aún habrán alcanzado la edad de jubilación (2) , se está ofreciendo -de acuerdo con el RD 1723/2008- la opción de seguir simultáneamente la carrera militar y la obtención de un grado (en la terminología de Bolonia).

La primera promoción de tenientes acogida a esta modificación obtuvo sus despachos en el Centro Universitario de Defensa (CUD) de Zaragoza, recibiendo, además de la titulación de oficial, la de graduado en organización industrial. Actualmente hay cuatro CUDs: además, del de Zaragoza (en donde se puede obtener el máster en técnicas de ayuda a la dirección), en Cartagena (donde también se obtiene el grado de organización industrial), en Madrid (donde se obtiene un grado en Medicina), y en Pontevedra (en la Escuela de Marín, para los oficiales de la Armada, que saldrán con el grado de organización industrial).

No me parece que haya existido el imprescindible debate antes de lanzarse a esta decisión.

En primer lugar, porque los grados o máster han de ser habilitantes -esto es, reforzados por una Orden Ministerial o Real Decreto que autorice para el ejercicio reglado de la profesión) para que los egresados puedan disponer de verdadero acceso al mundo laboral con plenas garantías. En segundo lugar, porque la experiencia adquirida en los Ejércitos es muy diferente a la que se necesita en la vida civil (incluso, para ejercer el grado de medicina, equivalente a los antiguos enfermeros). En tercer lugar, porque se está hurtando o evitando un problema de las Fuerzas Armadas actuales (y futuras): la necesidad de una alta cualificación para la guerra -y la defensa- no convencionales, en las que el mando sobre tropa es cada vez menos importante en relación con el conocimiento de las TICs y del armamento sofisticado de nueva generación.

Y, en fin, tampoco se ha considerado en mi opinión, que lo que se necesita con urgencia, en el campo civil como el militar, es conseguir formar a cuadros con muy altas cualificaciones, capaces de integrarse en los Centros de Investigación del Ejército, ya sean directamente dependientes de Defensa o de carácter mixto (por supuesto, en gran parte, en desarrollo de programas europeos). Equipos humanos y material dedicados a desarrollar tecnologías y procesos de alta, tanto de uso militar como de doble uso.

(1) Discrepo de lo indicado, aunque no en forma frontal, en la recogida de su galardón como alumno distinguido de Bachillerato, por el nieto del admirado Francisco Tomás y Valiente -asesinado por ETA en 1996-, cuando pareció contradecir al nuevo presidente de la Comunidad de Madrid, Angel Garrido (que habló después que él), defendiendo que, con preferencia a jugar a la excelencia, la sociedad debe preocuparse por recuperar a los rezagados, es decir, buscar la equidad en la enseñanza.

Mi discrepancia no se fundamenta en la intención de entrar en discusión con argumentos bien intencionados y de orientación solidaria y ecuánime. Pero necesitamos élites para que los que normales encuentren mejor acomodo. Y las élites se forman en centros de alta cualificación, sin el estorbo de los que no quieren o no pueden seguir el ritmo de los mejores. Esos Centros adecuados cada vez nos faltan más en esta España disoluta y son especialmente necesarios en la Universidad, caída en un deterioro indescriptible.

(2) La cuestión tiene su origen en la decisión de reducir el Ejército profesional a 120.000 efectivos con un máximo de 20.000 oficiales. Tiempos aquellos en los que España alardeaba de tener un Ejército de medio millón de soldados y mandos y el paso por los campamentos y centros de instrucción era obligatorio para aquellos varones que no alegábamos ningún impedimento.


El ave que he fotografiado es el esquivo Cetia ruiseñor (conocido como ruiseñor bastardo), cuyo canto sonoro, de naturaleza explosiva, puede sorprender al paseante a las orillas de ríos, embalses o canales en donde existan arbustos o carrizos espesos. Tímido y reservado, permanece oculto en la maraña arbustiva, y solo raramente asoma para atrapar un insecto o cambiar de lugar. Su identificación no es sencilla, a salvo de su canto inconfundible. Físicamente, se parecen (macho y hembra son similares) al carricero común (acrocephalus scirpaceus) y a la buscarla unicolor (locustella luscianoides)

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Ejército y sociedad civil (16)

12 febrero, 2018 By amarias Dejar un comentario

La cuestión nuclear del objetivo (u objetivos) a cubrir por las Fuerzas Armadas, en tiempos de paz como de guerra y, sobre todo, su incardinación con la sociedad civil a la que, indiscutiblemente, pertenecen sus miembros, ha tenido varias respuestas a lo largo de la Historia reciente de España. En una medida que no me atrevería a calificar de forma contundente, esta indefinición sigue presente hoy.

La “falta de densidad política” -expresión que copio del análisis de Mariano Aguilar Olivencia (“El ejército español durante la segunda República”, Econorte, 1986)- se ha visto como razón por la que el Ejército había tomado preponderancia con anterioridad al advenimiento del segundo intento de instaurar un cambio de régimen en nuestro país. Azaña vio, según destacaba ya Nazario Cebreiros (“Las reformas militares”, 1931) que la “principal necesidad no era atender a la guerra exterior probable, sino a los conflictos interiores, que constituyen el verdadero fondo de nuestra historia”.

No pretendo encontrar – ¡en absoluto!- coincidencias destacables entre la situación desgraciada que condujo a la guerra civil en 1936, pero quisiera poner de manifiesto dos puntos de delicada imbricación entre lo civil y lo militar, que ponen de relieve que es imposible una separación dicotómica, como algunos ingenuos pretenden.

  1. La falta de solución, hasta el momento (12 de febrero de 2018) al movimiento secesionista catalán, que afecta directamente al cumplimiento de los pactos de convivencia y a la unidad de España, definidos en la Constitución vigente,  pone énfasis acerca de las limitaciones del Estado de Derecho contra la revuelta civil, cuando la debilidad de la política ha permitido que líderes antidemócratas ocupen instituciones claves para la gestión pública.

La movilización de la mitad de la población catalana para generar un Estado independiente en Cataluña, es un intento enquistado, muy grave, de rebelión  que el débil gobierno actual (un Partido Popular con minoría parlamentaria y acosado por la corrupción y con un líder falto de carisma) ha intentado conducir, sin éxito hasta ahora, por la vía del empleo del código penal y con la apelación continuada al Tribunal Constitucional. Que la policía local catalana, los Mossos de Esquadra, hayan apoyado la revuelta (en proporción que aún está por dilucidar y que, seguramente, nunca se podrá aclarar), aumenta el tono de gravedad hasta límites no alcanzados nunca en democracia.

Estamos, cierto, en un contexto de paz, pero dentro del cual se plantean situaciones de alto riesgo para la seguridad ciudadana, para la economía y para el bienestar social,que no pueden ser resueltas simplemente por la vía del derecho. Tampoco sirve para el caso la policía, porque no está preparada para atender una revuelta social (pacífica o no) de tanto alcance, y ya que el uso de la fuerza está limitado. La policía no tiene el deber de defensa de la colectividad: los policías son empleados de la Administración pública correspondiente.

Por tanto, si se toma la decisión de enviar a las Fuerzas Armadas o la Guardia Civil a una zona de posible conflicto, y especialmente, si este afecta al régimen interior, ha de cuidarse en extremo las condiciones de presencia, los medios previstos para la actuación y las consecuencias de ésta.

Las Fuerzas Armadas representan, por arcaica que suene la expresión, “el honor del Estado”. Su actuación en problemas de orden interior está prevista, como ya indiqué en otro momento, como estado de excepción y el bien jurídico que defiende el Ejército en esos casos, sometido a la disciplina militar, si bien bajo la máxima autoridad prevista en la Constitución, es la unidad del Estado.

2. En relación con el papel de las Fuerzas Armadas y la disciplina de ese cuerpo excepcional del orden constitucional, se plantea la igualmente delicada cuestión de la jurisdicción militar. Cierto que el debate tiene bastante de maniqueo y las opiniones al respecto se deben considerar dentro de un proceso continuo de transformación, que no debiera estar influido (al contrario de lo que los españoles solemos hacer en casi todas las cuestiones importantes) por ideas de oportunidad.

La ley Orgánica 4/1987, de 15 de julio, de la Competencia y Organización de la Jurisdicción Militar (vigente, con algunas modificaciones ligeras recientes), establece la vis atractiva del Código penal militar en tiempo de paz (art. 12), circunscrita al ámbito estrictamente castrense (incluida la potestad disciplinaria), extendiendo su competencia a aquellos lugares ocupados por Unidades militares españoles, siempre que el inculpado sea español.

No hay doctrina inmutable al respecto, aunque los especialistas recuerdan que un Ejército de paz es un oxímoron, un absurdo. No es posible pasar de modo paz a modo guerra sin más que apretar un botón electrónico, y la preparación de las Fuerzas Armadas para lo que es, no su fin, pero su forma de trabajo en situación de máxima solicitud, exige una formación, una disciplina y un régimen de conducta especiales.


Una pareja de cogujada común (galerida crista), se ve interrumpida en sus juegos por el caminante. Muy parecida a la alondra común (alauda arvensis) se distingue apenas por su tamaño algo mayor, color aún más terroso y con el pico un poco más largo. De cerca, y en buenas condiciones de luz, el borde inferior de las alas aparece teñido de tonos de herrumbre, siendo su cresta más sobresaliente y aplanada.

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Ejército y sociedad civil (15)

5 febrero, 2018 By amarias Dejar un comentario

Si estas reflexiones tuvieran un orden, la referencia a los servicios de inteligencia debería ocupar los espacios preliminares. Porque la inteligencia -la información elaborada para la toma de decisiones relacionadas con la defensa nacional- está en el núcleo de las medidas que puedan adoptarse para la gestión y solución de las crisis que afecten o puedan afectar a la seguridad nacional.

Aunque se puede edulcorar el objetivo, el trabajo fundamental de la prevención consiste en el espionaje, esto es, en crear un sistema de sensores de captación previa de posibles amenazas.

En el Manual de Inteligencia del CESID -el antecesor del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), que tengo a la vista (publicado por Ediciones Tiempo en 1995) se indica que “el espionaje (…) es la principal y originaria misión de los Servicios de inteligencia “. Algo más adelante en el mismo texto (pag. 73) se precisa que “los ejércitos de la nación (…) en tiempo de paz son objetivo prioritario del espionaje”.

Las Fuerzas Armadas y la inteligencia están íntimamente cohesionadas, aunque el cambio de nombre del Servicio (antes, Centro superior de investigaciones de defensa) quiere poner de manifiesto que no se trata de un órgano militar, sino mixto. El cambio de dependencia del mismo, desde 2011 conectado directamente con la presidencia del gobierno, estaría incidiendo en ese mensaje.

Pero, aunque concebido como órgano de conexión entre los conocimientos civiles y militares de aplicación a la defensa de la seguridad del Estado, las instituciones y la ciudadanía, la forma de actuación tiene mucho que ver, sobre todo, con la estrategia militar.

(continuará)

 

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Ejército y sociedad civil (14)

31 enero, 2018 By amarias Dejar un comentario

Existe consenso en que el mundo es menos seguro desde el 11 de septiembre de 2001, en que se produjeron los atentados a las Twin Tower, cuando unos terroristas de creencia islamista radicalizada, adoctrinados para inmolarse destruyendo infieles, lanzaron aviones de transporte regular civil contra aquellas emblemáticas torres neoyorquinas.

Por supuesto, la cuestión de medir el nivel de inseguridad no es sencilla. Richard A. Clarke, por ejemplo, que fue coordinador del Consejo Nacional de Seguridad con los presidentes norteamericanos de Bill Clinton y de los dos Bush, escribió un libro en 2004 (“Against all enemies. Inside America´s War in Terror”) defendiendo que la fortaleza de Al Qaeda se construyó a partir de las debilidades e indecisiones de los máximos responsables del gobierno.

Sin someterme plenamente a su guión, voy a recordar, a grandes rasgos, lo fundamental de la argumentación del especialista norteamericano.

Se deduce de ella, inequívocamente, que las actuaciones de Estados Unidos en un área geográfica muy concreta acabarían contagiando de inseguridad a la práctica totalidad de los países occidentales. Se generaron nuevas relaciones de tensión en la que la pérdida aparente de protagonismo de la URSS derivó en una complejidad de actores y situaciones y, a esa escalada de inseguridad, han contribuido equivocadas decisiones de la parte de los amenazados .

El mundo no está en guerra abierta (toquemos madera: todavía), sino que se encuentra librando múltiples batallas, que abarcan desde lo económico hasta lo manifiestamente bélico.  Sin embargo, esas situaciones de conflicto y tensión se encuentran interrelacionadas, poniendo en evidencia la conexión, real y no forzada, entre los objetivos de tranquilidad y paz de la sociedad civil y la necesidad de acomodar a ellos las respuestas militares, como una parte no separable de la gestión de las crisis.

El protagonismo obcecado de Estados Unidos, con errores terribles de apreciación, tomó derivas muy peligrosas para la paz mundial. Tomando como fecha inicial la de 1979, en ese año se producía la revolución iraní y la invasión soviética de Afganistán. El presidente Reagan envió marines a Beirut, en la idea de proteger a Israel, considerado país aliado.

En un pulso sin posibilidad de éxito, dada la desigualdad de fuerzas, el grupo libanés Hezbolá, con el apoyo de Irán, atentó contra el cuartel militar americano, con coches bomba, causando 278 muertes y, además, asedió la embajada. La respuesta, desproporcionada, e indirecta, involucró a nuevos actores y dejó a Estados Unidos sin control de la situación.

Por una parte, la alianza estratégica con Israel provocó el distanciamiento de una parte del mundo árabe. Por otra, la decisión del gobierno norteamericano de ayudar a los afganos (enfrentándose a Rusia) movilizó, sin considerar las consecuencias, como protagonistas sobre el terreno, a los servicios secretos paquistaníes. Poco después, se autorizó la formación de un ejército de árabes, que fue reclutado por los saudíes. La delicada operación se confió por éstos a un tal Osama Bin Laden.

Al retirarse los soviéticos en 1989, Afganistán quedó abandonado a su suerte y, de forma natural, estalló la guerra civil. La situación acabó de desquiciarse. Los servicios secretos paquistaníes, convertidos en árbitros delegados, fomentaron la colaboración entre Al Qaeda (los veteranos árabes de la guerra afgana) y los talibanes (nueva facción religiosa a partir de refugiados afganos).

El terrorismo de base islamista se conformó así tan cómoda como rápidamente, y el objetivo no tenía dudas. El atentado contra el World Trade Center en 1993 se sabe ahora (escribe Clark) que fue obra de Al Qaeda, pero, salvo esta acción, la serie de actos terroristas que sufrió Estados Unidos se atribuyó regularmente a “lunáticos solitarios”.

Como no se tenía consciencia de la naturaleza del enemigo, las medidas de defensa no estaban claras. El gobierno de Clinton creó y empezó a financiar un programa muy ambicioso para defender el interior del país, en el que primó la dotación económica a la clarificación de las actuaciones que deberían primarse. A finales de 1999, la Casa Blanca puso en marcha la misión de seguridad de las embajadas, enviando expertos a todas ellas que las vigilasen de la misma manera que pudieran hacerlo los terroristas, y el resultado fue que algunas se convirtieron en búnker y otras se abandonaron.

Se obvió la cuestión más importante: enfrente no había un ejército organizado. La ideología islamista radical fue en aumento, en tanto que no se actuaba sobre la vulnerabilidad real, que descansaba justamente, en la pretensión de mantener la seguridad en una civilización muy globalizada, con infinitos puntos vulnerables. La guerra contra el terrorismo creó una pesada burocracia, muy poco efectiva.

Cuando traslado estas reflexiones (que he adaptado a conveniencia de mi propia forma de entender la situación) al contexto europeo y, más concretamente, español, me reafirmo en que es imprescindible aumentar el músculo defensivo civil. Es procedente, por ello, extremar el encaje entre las Fuerzas Armadas con el resto de la sociedad y generar una estructura de comunicación, de información y sintonía entre lo militar y lo civil.

No se trata de prepararse para la guerra, ni mucho menos, sino de extremar la capacidad defensiva, que no puede relegarse solo, -ni siquiera es, hoy por hoy, el último baluarte, involucrados como están en multitud de acciones de paz- a los militares, ni subordinar la actuación de éstos al respeto fiel a la Constitución y al Gobierno legítimo. Por supuesto, esto es así, y debe ser así, pero no basta.

Como en las demás instituciones clave del Estado es preciso confirmar su dinámica propia, su independencia profesional, lo que supone que disponga de una dotación económica y una preparación logística y unos medios de respuesta y ataque modernos, efectivos, adecuados al riesgo que se desea cubrir.

La transparencia de los objetivos de gobierno es clave para entender qué es lo que desea una sociedad democrática de sus Fuerzas Armadas. Para conseguir aquella, hay que propiciar la difusión del conocimiento de sus posibilidades, ordenar y apoyar sus efectivos, dotarlos de medios y estímulos, y hacer sentir lo militar, no como algo distante al resto de la población, sino como parte de su misma esencia.

A nivel europeo, esta filosofía, mejor o peor plasmada aquí, es también imprescindible.


Algunas avecillas pasan desapercibidas, por su timidez, por carecer de rasgos claramente diferenciadores, y, también, por desinterés (decimos de ellas, simplemente, que son “pájaros”). Agarrado con sus patitas a un junco, este cistícola buitrón (cisticola juncidis), fotografiado en Tapia en el verano de 2017, se identifica por su plumaje listado, con las alas cortas y redondeadas. En la fotografía no se distingue el obispillo herrumbroso, aunque sí queda marcado el dibujo caudal y el característico ojo escrutador, anómalo para un ave, por lo demás, diminuta.

 

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Ejército y sociedad civil (13)

30 enero, 2018 By amarias Dejar un comentario

Nada haría prever, hace unos años, que España se encontrara en enero de 2018 confrontada nuevamente a la actitud separatista de un gobierno catalán, aupado en una movilización popular en torno al “hecho diferencial” de la región.

La situación carece de lógica política y parece propia de un libreto trágico-cómico: cuando la circunstancia común exigiría unidad para actuar, un grupo minoritario de ciudadanos, desde la región más próspera del país, proclama su voluntad secesionista.  Desde la institución creada para la convivencia y el diálogo, asaltada la razón por quienes han prometido fidelidad a la ley, los representantes de partidos que tienen en sus programas la república y la independencia, están dispuestos a llevar hasta el límite la tensión de la cuerda que garantiza la paz. Quieren la República Independiente de Catalunya.

No tiene sentido opinar, hoy, 30 de enero de 2018, sobre la solución, pacífica o violenta, del conflicto. Este mismo día, el ex-presidente cesado por la aplicación del art. 155 de la Constitución, por grave alteración del orden institucional, y en fuga desde entonces, cuando se encuentran en prisión preventiva sin fianza algunos de los destacados dirigentes secesionistas, está propuesto por el nuevo Parlament para que presente su programa de investidura.

El pleno del Tribunal Constitucional, forzado por el Gobierno a manifestarse sobre la legalidad de ese acto de provocación y rebeldía sin precedentes, ha indicado que no puede autorizarse. La situación del fugado no admite dubitaciones legales: si cruza la frontera debe ser detenido para comparecer ante la Justicia y seguirá la suerte de sus compañeros encarcelados.

El más elemental análisis de este momento nos conduce a valorar la situación como desestabilizadora. La más grave, muy superior al intento de golpe de Estado de 1981, que España ha tenido que soportar después de la guerra incivil de 1936-39, provocada, como no sería necesario recordar, porque un grupo de militares capitaneó una rebelión civil contra el gobierno legítimo.

No interesa a los secesionistas potenciales que su actitud esté provocando la destrucción de lo poco que se ha conseguido, después de la ultima grave crisis económica padecida. Caen bajo la oportunidad presentida de aprovechar un momento singular de debilidad por parte del gobierno central y de confusión entre los partidos llamados constitucionalistas, las preocupaciones, del paro, el desequilibrio social, las tensiones migratorias, la necesidad de elaborar y coordinar un nuevo modelo educativo, asistencial, etc., y prevalece el deseo de antihistórico de segregarse del resto de España y navegar solos, siguiendo la estela de algún país de su tamaño, en el que quieren encontrar el modelo.

Como no está imperando la cordura -debo matizar, por el lado pre-secesionista-, no se puede descartar que se produzca una grave revuelta social en Cataluña. Carles Puigdemont, por mucho que se obstinen los separatistas en presentarlo como candidato, en un pulso al orden institucional gravísimo, sin camino de vigencia posible, no puede ser president de la Generalitat, y su candidatura ha de ser retirada de inmediato y todos los esfuerzos han de dirigirse a la recuperación de la tranquilidad en la sociedad catalana.

No se puede ignorar, porque sería de una ingenuidad intolerable, que la crisis generada no resulta de un enfrentamiento al Gobierno español, sino contra la Constitución y, por tanto, los partidos pro-secesionistas, con sus dirigentes empecinados en no ceder, han puesto en riesgo la estabilidad del Estado, incumpliendo las normas que son garantía para la convivencia democrática, y mintiendo insolentemente. España no es una dictadura, la Constitución vigente obtuvo en su momento un respaldo abrumador y la búsqueda de tranquilidad, construida desde la libertad y el consenso mayoritario, es la base de la convivencia.

Ojalá no se avance en la rebelión social en Cataluña, y la sensatez vuelva a escena. Pero la defensa de la Constitución no puede ser débil y, correspondiendo a la amenaza, así (y algo más) ha de ser la reacción. Si el diálogo no es posible, si la revuelta no puede deternerse con la razón, el Estado de Derecho tiene alternativas e instrumentos, incluso en su límite. Es cierto que el derecho penal es la ultima ratio, el esfuerzo máximo del Estado social para imponer, con la fuerza de la amenaza del castigo y su aplicación, la contención y la contraposición a quienes vulneren las normas…

Pero, ¿Y cuando el derecho penal no basta? ¿Qué instrumento tiene el Estado de derecho cuando una parte de la sociedad se obstina en incumplir la norma, rebelándose?

No debe tener temor el Estado de Derecho a aplicar los extremos previstos, que corresponden a la declaración, bien del Estado de alarma, o de excepción, imponiendo una limitación severa a las libertades básicas que permita la rápida vuelta a la normalidad.

Con todas las precauciones que se quieran poner para el caso, después de que hayan sido hecho las advertencias precisas, contando con la aprobación del Congreso de Diputados y a propuesta del Gobierno, con los plazos de aplicación muy concretos y las explicaciones de rigor, se deberá acudir a lo previsto en el art. 116 de la  Constitución, con seguimiento de la Ley Orgánica 4/1981 que lo desarrolla y el Reglamento 10/1982.

Una situación de rebelión encaja, también, en uno de los supuestos máximos previstos en el texto constitucional para la actuación de las Fuerzas Armadas, que, como he recordado en otro momento, deben garantizar la unidad del Estado, bajo las directrices del Gobierno legítimo y la máxima Jefatura -en este caso, entiendo que no meramente simbólica- del Monarca.

Es un protagonismo excepcional, no deseado, no querido, pero imprescindible para recuperar el orden, la paz social, el respeto estricto a lo pactado. Puede quedar, ojalá sea así, como amenaza para defender la posición del Estado de derecho, pero su firmeza tiene que dejar claro, a levantiscos y seguidores que no se trata de un juego. No puede expresar ni dejar trascender la menor debilidad. Los infantes díscolos han de saber, de una vez por todas, hasta dónde no pueden llegar.


La distinción entre un águila real y un buitre en vuelo, que para un profano puede parecer difícil, no presenta dudas. Este magnífico ejemplar de buitre leonado, visto desde abajo (como resulta lo habitual) muestra todas sus características diferenciadoras: dedos lagos (los extremos – coberteras- de las alas), mano más estrecha, cuerpo marrón ocráceo, distinguible de las coberteras marrones, pico amarillento y cabeza pequeña (en vuelo). El águila real tiene las coberteras más pálidas (grises) que el cuerpo, la cola más larga y el ala más estrecha en la base.
De todas formas, reconozco que hay que observar atentamente varios ejemplares para acabar estando seguro de la distinción.

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