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Insha´Allah (Si Dios lo quiere)

29 octubre, 2022 By amarias 22 comentarios

Cerca de cumplirse los 19 años de la emboscada contra ocho agentes de inteligencia pertenecientes a las fuerzas españolas desplazadas en Irak, la plataforma Movistar Plus ha lanzado la emisión de cuatro episodios que recuperan, de forma gráfica y con entrevistas y declaraciones de algunos de los que tuvieron papel en la historia real, aquel hecho que conmovió a la opinión pública, al mismo tiempo que sirvió para poner en cuestión el funcionamiento de los servicios más secretos del CNI.

La serie televisiva, firmada como directora por Fátima Lianes, es visible desde principios de este octubre de 2022 y está obteniendo la lógica atención, siendo objeto de múltiples comentarios, en buena parte elogiosos, aunque ha servido también para revisar críticamente las incongruencias o vacíos de la versión oficial.

Para los menos ilustrados, habrá que poner en contexto que el contingente de 1.300 militares españoles que se encontraban en Irak, respondía al acuerdo entre el presidente José María Aznar con el norteamericano Bush jr. y el británico Blair,  de invadir Irak para derrocar a Sadam Hussein, presunto apoyo de Bin Laden, el cerebro terrorista del atentado de las Torres Gemelas (11 de septiembre de 2001), y del que se tenía la certeza de que estaba fabricando, secretamente, armas de destrucción masiva. La acción militar se llevó a cabo el 20 de marzo de 2003 y la operación de conquista y derrota al régimen propició una guerra fugaz que, al día de hoy, se reconoce sin vencedores ni vencidos.

Como se supo luego, ni el arsenal nuclear, ni las fábricas de sustancias químicas letales fueron halladas. Desmantelado el régimen de Sadam, disuelta su policía secreta y guardia pretoriana, Irak entró de inmediato en una peligrosa espiral de inseguridad y violencia, en la que los antiguos miembros de la Mukhabarat, aún armados y con buenos contactos, formaron un frente sinuoso de resistencia contra la ocupación, descoordinado, heterogéneo y centrado en acciones terroristas. La tensión entre los suníes (la facción islámica a la que pertenecía el dictador derrocado) y los chiítas (la mayoría oprimida hasta entonces) contribuía a completar un fondo de inmensa inestabilidad.

He visto con interés la serie, que despertó nuevamente mi curiosidad hacia el mejor entendimiento de lo que pudo haber sucedido. Existía a disposición del guion un amplio material, en parte elaborado con intención periodística, y no faltaban libros novelados sobre los hechos de los que se ocupa, compitiendo con la versión del Ministerio y del propio CNI.

Por encima de la narración factual, más allá del análisis político o de la revisión de los procedimientos de la inteligencia a que dio lugar el atentado, me encontraba ante el atractivo de conocer mejor los perfiles individuales de los ocho agentes españoles, servidores del Estado y comprobar si la serie había sido capaz de trasladar la emotividad y el dramatismo del momento vivido por aquellos militares, enviados a Irak en funciones de espionaje.

Ocho hombres a los que veía defendiéndose a la desesperada de un ataque por sorpresa que iba segando sus vidas sin capacidad suficiente de respuesta por su parte. No podía tampoco ignorar que tenían familia, esposa, padres, hijos. … que, dada la índole de su trabajo, podrían haber estado ignorando el riesgo que corrían, hasta que su asesinato saltó a las páginas de la actualidad más cruel e inocultable.

Los ocho agentes pertenecían a dos grupos operativos, que se repartían entre los dos destacamentos españoles (Diwaniya y Nayaf) en Irak. Cuatro terminaban su misión y otros tantos les sustituirían. Los comandantes Carlos Baró y Alberto Martínez abandonaban Irak y los también comandantes José Carlos Rodriguez y José Ramón Merino ocuparían su lugar, junto a los subalternos designados. Alfonso Vega, José Manuel Martínez, Luis Ignacio Zanón y José Lucas Egea completaban así la relación de agentes, todos ellos militares al servicio de la inteligencia.

Aquel día, volviendo de Bagdad después del almuerzo, los integrantes de la expedición se ubicaron en sendos coches en relación con el que era su lugar de destino.

Alberto Martínez, asturiano de Pravia, comandante de caballería, conducía uno de los vehículos. Había vuelto a Irak después de una estancia anterior, situación que le hacía ser conocido por la resistencia y, por ello, seguramente especialmente vulnerable. Pero tenía cualidades que lo hacían insustituible: tenía valiosos contactos, conocía el país y tenía la dosis de inteligencia e independencia que son seña apreciada de un agente que tiene bien asumido que afrontar el peligro con determinación y astucia forma parte de su trabajo.

Sabía Martínez especialmente el riesgo que corría: José Antonio Bernal, su compañero en la misión anterior había sido asesinado en octubre, al salir del piso franco en donde vivía camuflado.

Todos los que se encontraban entonces en Irak eran conscientes de que encontrarse en aquel país no era cómodo ni una misión sencilla. Especialmente para los que tenían que hacer de espías, con la misión especial de proteger a los militares desplazados allí, en un territorio que estaba lejos de ser pacífico. Otro hecho dramático se sumaba a la tensión: el 21 de agosto de ese mismo año de 2003, el capitán de navío Manuel Martín-Oar -hermano de mi amigo Asís, director gerente entonces del Instituto de Ingeniería-, había fallecido, víctima de un atentado contra la sede de las Naciones Unidas en Bagdad.

Yo había leído el libro de Fernando Rueda (Destrucción Masiva, nuestro hombre en Bagdad, 2020, Roca Editorial), un relato novelado que estira lo que intuyó a partir de los comunicados oficiales, fuentes paralelas e imaginación suficiente para darle contenido dramático.

Tengo ahora también a la vista el número 190 de la Revista Española de Defensa, de diciembre de 2003, con el llamado “Relato del ataque terrorista” (y, en otra sección, la exposición de la detención de los presuntos autores de la emboscada, …cuya responsabilidad nunca se conseguiría probar).

La serie reconstruye con credibilidad el suceso clave, con actores y efectos especiales, en los áridos terrenos de Almería. El 29 de noviembre de 2003, sábado, los dos comandos de espías españoles que coincidían entonces en Irak -los cuatro que sustituirían a los que estaban a punto de terminar su misión y éstos mismos- fueron atacados cuando volvían a sus bases, después de visitar en Bagdad a algunos de los contactos y autoridades que debían ser enterados del relevo para seguir manteniendo sus enlaces. Vestidos de paisano, viajando en coches sin ningún indicativo, sin blindaje; nada hacía prever que sería atacados. Por ello, no disponían de armamento adecuado para repeler una agresión sorpresa, instrumentada por un grupo numeroso y con armas de mayor calibre y potencia.

La versión oficial, acogida en la serie, se reafirma en que el ataque fue objetivo de oportunidad, y que los terroristas que acribillaron a balazos a los agentes no sabían quiénes eran, en verdad, los ocupantes de los dos automóviles.

Murieron siete agentes en el ataque. Dos de ellos, de inmediato: los conductores de ambos vehículos, Alberto Martínez y Alfonso Vega. Otros dos resultaron gravemente heridos, José Carlos Rodríguez y José Lucas, por lo que quedaron inutilizados para la defensa. Fueron veinte minutos, quizá un máximo de media hora, en el que los cuatro supervivientes (Merino y Zanón que viajaban en el Nissan y Baró y Sánchez Riera que se desplazaban en el Chevrolet) devolvieron el fuego mortal con sus armas de corto alcance mientras estaban vivos y les quedaron las mínimas fuerzas.

Me tengo que imaginar al comandante Baró, el más entrenado de todos los agentes por su experiencia militar anterior, tomando decisiones instantáneas. Ante todo, contactar con las Bases para pedir ayuda y, cuando advirtió que no contestaban, llamar a su supervisor en Madrid, para darle las coordenadas del GPS. Supongo que ordenó al telegrafista del equipo, José Manuel Sánchez Riera, que lo intentara sin descanso. Es escalofriante oir en la serie a Miguel Calleja  (coordinador  de la misión Irak en el CNI) repetir emocionado lo que oyó cuando recibió la llamada de Carlos Baró en la que le comunicaba que estaban siendo atacados y reconocer que la señal se cortó cuando iba a darle las coordenadas GPSS después del sonido “ta-ta-ta” de una ametralladora.

La desgracia de la muerte de siete de los agentes en una emboscada que nunca debió producirse ha abierto a la especulación varias hipótesis. La posibilidad de una delación, por la dependencia de los intérpretes y traductores locales para moverse por Irak de los espías españoles, dado su insuficiente conocimiento del idioma árabe, es una de las hipótesis que no pudo ser probada, aunque se arrestó a decenas de personas y se acusó directamente a uno de los intérpretes, que fue entregado al gobierno norteamericano y estuvo prisionero durante un año sin que se consiguiera otra cosa que revalidar su inocencia.

Queda sin despejar la incógnita acerca de las consecuencias del riesgo evidente de tener que comprar voluntades e información, penetrando con cautela pero con determinación en el complejo entramado de la sociedad iraquí, siempre opaca, recelosa entonces especialmente contra la ocupación extranjera. La valiosa red de contactos tejida por los espías españoles, prestigiada también por el mando conjunto norteamericano-españoll tenía, obviamente, nudos de debilidad y riesgo.

La serie dedica el primer capítulo a la memoria de Alberto, cuyo atractivo como elemento con proyección mediática es indudable. Por la recreación del atentado, en la que es clave, por supuesto, la declaración del único superviviente, se sabe que Alberto falleció el primero, abatido por los insurgentes que apuntaron, ante todo, a los conductores de los vehículos de los espías, disparándoles por el flanco izquierdo.

El protagonismo de la defensa al ataque y la coordinación de las acciones de los miembros aún vivos correspondió entonces al comandante Carlos Baró Ollero, y en la media hora siguiente actuó con la decisión y el heroísmo que pone a prueba a los mejores y que no se improvisa. Es la consecuencia de una vocación de servicio, de la preparación para responder ante una emergencia y de la generosidad que es patrimonio de los elegidos. Todos cuantos coincidieron con él en sus variadas misiones (en la Legión, como paracaidista, en Bosnia-Herzegovina,…) hablan de su capacidad para ser líder, para mandar desde el primer sitio del peligro, para actuar de ejemplo para todos.

Le gustaba a Carlos Baró escribir, leer y, también, la música. Los media se han detenido en la anécdota de que escuchaba a Joaquin Sabina, del que era admirador. Se ha publicado una carta, de las varias que supongo escribió desde su destino en Irak, donde queda reflejado su facilidad para contar, su ironía y la seriedad y compromiso con su trabajo.

Mi amigo Miguel Silva me muestra un artículo de ABC de 2018 en el que se afirma que Baró pudo ponerse a salvo, pero renunció a abandonar a sus compañeros heridos. Alrededor de su cadáver, recuperado finalmente por militares norteamericanos se encontraron decenas de casquillos. Cuando unos días después del atentado, traídos a España, los féretros con los cuerpos de los militares, al acabar la ceremonia religiosa y de reconocimiento a quienes habían dado sus vidas por cumplir la misión que se les había encomendado hasta sus últimas consecuencias, fueron desplazados al crematorio, el de Baró fue alzado por sus compañeros de la Legión, mientras se oía el himno “Soy valiente y leal legionario, soy soldado de brava Legión. Pesa en mi alma doliente Calvario que en el fuego halla redención. Mi divisa no conoce el miedo…”

El 13 de diciembre de 2003 se descubrió el escondite de Sadam Husein en los alrededores de Tikrit. No se dijo nunca, pero hay algunas razones para imaginar que los espías españoles, gracias a su habilidad en camuflarse entre la población, fueron claves para descubrir su escondrijo. Y puede que esto se encuentre entre los velos del misterio que costaría la vida de los comandantes Alberto y Carlos y de los otros cinco miembros que estaban a las órdenes de lo que el destino les dispuso.

El telegrafista José Manuel Sánchez Riera vivió para contarlo. Recibió la orden de Baró de salir del atolladero y buscar ayuda, ante la imposibilidad de contactar utilizando los Thuraya con la Base o la central del CNI. Le salvó, cuando una turba estaba punto de lincharlo, el beso de un principal chiita que salía de una mezquita, de realizar los rezos del Ramadán. No tenemos otra versión, aunque la imaginación de quienes se adentraron en el conocimiento de la historia no parece haber dejado de trabajar desde entonces.

Insha’Alla, si Dios lo quiere, si así está escrito por la fatalidad, la casualidad o el deseo de venganza…Quién soy yo para meter mis narices en la historia de estos héroes y cualificar sus últimos momentos o su trayectoria anterior, en lo que ya está convertido en una serie de acción, en la que no faltan, junto a su memoria, villanos, aparecen ausencias, se suscitan misterios y se evidencia el valor de algunos silencios.

Para todos ellos, mi admiración, mi respeto, mi afecto y condolencias para sus familias que, doy por seguro, vivirán para siempre con la imaginación volcada a desentrañar los últimos momentos de los que tanto quisieron.

¡Presentes!

P.S. Agradezco los numerosos e importantes Comentarios que se incorporan a esta Entrada, y que me llenan de satisfacción. De entre todos, me permito llamar la atención, por su gran valor testimonial, del Comentario de Miguel Andrés Pardo (Miguel Calleja en la serie), que era la persona de contacto para Carlos Baró y que recibió la llamada de petición de ayuda cuando los militares-espías estaban siendo atacados. La información que recogió del único superviviente, José Manuel Sánchez, y que incorpora a su Comentario, con un excepcional valor documental, complementa con gran fuerza descriptiva y emoción, mi relato.  Vaya, pues, mi especial agradecimiento a Miguel Pardo por este regalo especial que, por mediación de este blog, hace a todos los lectores y, en un sentimiento que comparto, significadamente, a los familiares de los héroes asesinados.

Anexos

Mural que estaba en Besmayah, según describe en su blog el coronel Pedro Erice; hoy en el patio de armas de Montejaque, Ronda

Monumento en la sede central del CNI con nueve llamas que honra la memoria de los nueve héroes que “dieron su vida por defender intereses de España y los españoles”

Publicado en: Actualidad, Ejército, España Etiquetado como: agentes, Alberto Martínez, Alfonso Vega, Carlos Baró, CNI, Irak, José Antonio Bernal, José Lucas Egea, José Manuel Martínez, José Manuel Sánchez Riera, Luis Ignacio Zanón, Martín-Oar, Miguel Andrés Pardo, Miguel Calleja, Miguel Silva

La guerra entra en fases de ficción

2 abril, 2022 By amarias Deja un comentario

El 1 de abril de 2022, Ucrania ha encontrado en un episodio de difícil credibilidad un chute de adrenalina colectiva, dentro del marasmo de una guerra que avanza en el segundo mes (¡37 días desde la invasión!) y que no tiene visos de terminar en breve, aunque, dada la desproporción de fuerzas de lo beligerantes, Rusia debería haber conseguido, y ya hace tiempo, sus objetivos.

Me refiero a la incursión de dos helicópteros de ataque y transporte en la población rusa de Belgorod, a 40 km de la frontera, bombardeando varios depósitos de combustible. Se han difundido varios vídeos, grabados por ciudadanos rusos,  del ataque nocturno, realizado con el mismo tipo de aviones que usa el ejército ruso (helicópteros Mi24) para bombardear las ciudades ucranianas. La población ucraniana a acogido el episodio, difundido en sus redes, como una victoria, que vendría a demostrar la capacidad de reacción de sus maltrechas fuerzas.

No resulta, sin embargo, creíble, que esta acción guerrera haya tenido lugar efectivamente, pues aunque los helicópteros que ha protagonizado la hazaña sean de fabricación rusa y exactamente del mismo tipo que los que emplea el ejército invasor, lo que se conocía hasta ahora que Ucrania carecía de aviación militar, pues todos los aparatos de su exigua fuerza aérea habían sido destruidos en los primeros ataques de la contienda. Se piensa, entonces que, al utilizar el mismo camino aéreo que utilizan los rusos para moverse con libertad hacia su propio territorio y repostar en su país, los encargados de los sistemas antiaéreos los han confundido inicialmente con los propios.

Pero, aún así, ¿cómo sería posible que, después de la incursión, los helicópteros hayan podido retornar a Ucrania sin ser derribados? Aún admitiendo que el ejército ruso siga dando pruebas de descoordinación, ausencia de estrategia coherente y debilidad ofensiva, malgastando tiempo y medios en una guerra de destrucción -que no de desgaste- que no les beneficia tampoco a ellos mismos, el acto militar vendría a demostrar que el gobierno de Kiev no está por la labor de favorecer una negociación que conduzca al final de la guerra. Al contrario, ese contraataque hablaría de la alta moral (¡de victoria!) del pueblo atacado y vendría a poner el énfasis sobre la capacidad ucraniana para resistir e, incluso, tomar iniciativas.

Algo nuevo está pasando sobre el terreno de la guerra. Las tropas ucranianas han conseguido, también según los informes recibidos desde esta guerra con tanta difusión mediática, rechazar a las rusas, alejándolas del cerco de Kiev. Desde luego, los problemas de avituallamiento de los militares desplazados en territorio invadido no es fácil, con la inmensa mayoría de la población autóctona dispuesta a negarles toda ayuda y a muchos tiradores dispuestos a liquidar cualquier vehículo o militar que no lleve la enseña del Ejército ucranio.

Hay que poner en su lugar, además, la defensa cibernética arbitrada en Ucrania, donde eficientes equipos de informáticos e ingenieros están ofreciendo un alto nivel tecnológico (entiendo que con la ayuda subterránea de empresas estadounidenses y alemanas) para interferir en las comunicaciones rusas, localizar sus blindados y anular las señales que hubieran sido sustanciales para que los aviones de combate enemigos pudieran guiarse en el entorno hostil. Numerosos drones, entregados de urgencia por los países occidentales actúan también como eficaces elementos de destrucción y resistencia.

La guerra se separa de la  concepción original de “botas sobre el terreno” para convertirse, cada vez más, en una guerra de guerrillas, multi-híbrida, en la que lo informático cobra un relieve especial como arma de espacial valor para el ejército resistente, cuya capacidad bélica convencional es mínima frente a la potencia invasora.

Como Putin no ha conseguido ninguno de sus objetivos -la destrucción de Mariúpol, ya consagrada como ciudad mártir, con más de 5.000 muertos en sus calles sin haber recibido sepultura, no puede contarse cabalmente entre sus propósitos iniciales-, cerrar el camino desde el Donbás a Crimea aparece como un presumible propósito que pueda ser presentado ante los rusos como victoria.

Ni siquiera ese “modesto objetivo” parece alcanzable para las desordenadas y mal dirigidas tropas invasoras, cuya bisoñez, mala preparación y fallos en la asistencia logística y en la dirección estratégica han pasado a ser tan evidentes que el antes temido ejército ruso ha pasado a ser considerado una caricatura del esfuerzo propagandístico del Kremlin, que había vendido la idea de disponer de uno de los mejores equipos militares del mundo.

Esto no significa que Putin esté dispuesto a admitir la derrota. Al contrario, aunque para los analistas occidentales, la abeja reina del Kremlin ha perdido la guerra mediática, ante un Zelenski lleno de empatía y fuerza en la transmisión de principios éticos, quedan muchos cartuchos sobre la mesa del dictador ruso. La utilización de la capacidad nuclear es una de ellas, aunque no parece que esa llamada a la hecatombe total sea del gusto de sus propios asesores.

El próximo martes, Volodomir Zelensky hablará para senadores y congresistas españoles, en una conexión en donde agradecerá el apoyo recibido por su pueblo, la acogida que se está dispensando a los desplazados y volverá a pedir en nuestro foro el apoyo para la entrada en la Unión Europea cuando termine la barbarie.

Me he detenido por ello, entre las muchas fotografías que llegan desde Ucrania, en la que representa a Roberta Metsola, presidenta del Parlamento Europeo, reunida en Kiev con el presidente Zelensky y el primer ministro ucraniano Denys Shmyhal. Metsola fija una mirada atenta y comprensiva sobre Volodomir, que está hablando y gesticulando, vestido con su camiseta de campaña verde (por cierto, su musculatura parece cada vez más recia). Una bandera de la Unión cubre el fondo de la sala de reuniones, en la que se puede ver que la mesa dispone todos los adminículos técnicos necesarios. Hasta se han dispuesto botellas de agua para los asistentes.

Publicado en: Actualidad, Ejército, Guerra en Ucrania, Tecnologías, Ucrania Etiquetado como: Belgorod, Denys Shmyhal, dron, guerra, guerra híbrida, Mariupol, Mi-24, Parlamento Europeo, Putin, Roberta Metsola, Ucrania, Zelensky

¡Seguridad! (Segunda parte)

30 enero, 2022 By amarias Deja un comentario

En lo que parece la vispera de una confrontación militar (escribo ésto en la tarde apacible del domingo 3o de enero de 2022), comentar sobre la seguridad desde una perspectiva general -aunque con la visión restringida de un ciudadano europeo que tiene sus únicas fuentes de información en los medios públicos-, es, al mismo tiempo, temerario y atractivo.

No quiero limitarme en estas breves notas, sin embargo, a la seguridad que pudiera derivarse de los medios para evitar o reducir el alcance en carnes propias de un conflicto bélico que se acepta como premisa que no se ha iniciado.

La historia del mundo está repleta de desgraciadas evidencias de que los Estados, los pueblos y las tribus, son capaces de  enfrentarse hasta la extinción o rendición del contrario, por motivos que, en su origen, y vistos con perspectiva, parecen inexplicables o perfectamente eludibles. El libro de Margaret Macmillan, 1914, glosando con detalle la escalada de despropósitos que condujo a la primera guerra mundial, debería ser libro de lectura obligada para interesados en conocer cómo se gesta una catástrofe de gran alcance y para todos aquellos que, desde posiciones de responsabilidad, se creen capaces de controlar una incipiente tensión modulando el uso de la fuerza.

La seguridad de ciudadanos y bienes, a nivel global, es responsabilidad de los Estados, es decir de sus gobiernos e instituciones funcionariales. Si pensamos en la relación entre Estados, sus actuaciones para favorecer la convivencia recíproca y resolver por la vía de la diplomacia y la negociación, las eventuales tensiones que generen los conflictos de intereses antes que adquieran dimensiones mayores, abarcan un espectro muy amplio.

Existen las vías diplomáticas, el espionaje, la dotación de una fuerza y Ejércitos propios, los acuerdos entre Estados para actuar conjuntamente en caso de agresión de un tercero y las organizaciones de defensa, empresariales, culturales o humanitarias. Hasta las competiciones deportivas, los congresos y ferias de turismo, las exhibiciones conjuntas de armamento y los acuerdos de investigación y desarrollo de fármacos, artefactos y trasgénicos, forman parte de los instrumentos para focalizar tensiones y, por supuesto, evitarlas.

Si se diera la intención de asegurar que, en caso de conflicto que no le afecte directamente, una nación (sinónimo aquí de Estado) no se vea involucrada por disputas ajenas, la manera -bastante ingenua- de expresar que se mantendrá al margen, es declararse como neutral, pacifista o no alineado. Suiza, desde la derrota de Napoleón, se presentó ante el mundo como país neutral “de manera perpetua”. Su entrada en la ONU en 2002 y su obligación de sumarse, desde entonces, a los acuerdos sobre las sanciones que emanen de ese Organismo, (y aspiró incluso a un puesto en su Consejo de Seguridad) plantea dudas a los politólogos, especialistas en derecho internacional y a los filósofos, sobre el carácter y valor real de esa neutralidad.

Al margen de que un Estado o colectividad se declare como pacifista, ello no les exime ni libra de ser atacados. Si, dentro del mismo gobierno, una parte del mismo apoya exhibiciones de fuerza (envío de medios humanos, armamento y vehículos militares) frente a otros países que pueden desembocar en conflicto bélico y, por otra, algunos ministros y portavoces defienden mantenerse al margen, esta dicotomía patológica creará desconcierto en la ciudadanía y debilitará la coherencia internacional del apoyo. Pero no evita que la decisión se interprete inequívocamente como voluntad de participar como elemento disuasorio y, si llegara el caso, beligerante, aportando sus fuerzas al bloque al que se pertenezca y, exponiéndose, por tanto, a ser atacado directamente.

Representantes cualificados de partidos de la izquierda española, incluso desde los Ministerios que detentan, se han manifistado como pacifistas y contrarios a la voluntad expresada por el presidente de Gobierno de apoyar a la OTAN, en su contrapunto a lo que se ha dado en llamar amenaza rusa a la independencia de Ucrania, reforzando el envío de material bélico y efectivos humanos a la frontera oriental de este organismo. Esta falta de homogeneidad es inaceptable, debilita nuestra posición como país y nos presenta como socios poco fiables. (1)

España, en el terreno de la seguridad colectiva, necesitaba una revisión ordenada y urgente de prioridades, amenazas y medios. La nueva Estrategia de Defensa Nacional dará importancia a la integración de las Comunidades Autónomas en el modelo de actuación y concretará el catálogo de recursos para dejar claras las líneas de acción frente a las amenazas, cuyo creciente carácter híbrido no se le oculta a nadie. La falta de organización en el abordaje de la pandemia de la COVID ha dejado claro que es imprescindible cambiar la metodología e integrar a todos los estamentos bajo un mando único en caso de amenaza global.

No es (solo) un cometido de naturaleza militar, sino que abarca responsabilidades y medios de toda la sociedad, aunque la creciente tensión internacional, con Estados que se han dotado de medios detructivos de gran alcance e intensidad, ha vuelto a poner el énfasis -en los paises que fueron terreno operativo de la segunda guerra mundial- sobre la necesidad de tener un Ejercito propio en la Unión Europea. A finales de noviembre de 2021, el jefe de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell, ha hecho llegar a los servicios de inteligencia de los países de la Unión un documento que presenta una nueva estrategia de defensa, impulsando una fuerza de acción rápida autónoma.

Aunque desligado de su carácter exclusivamente militar, y vinculado a la necesidad de defenderse de amenazas de naturaleza híbrida, cibernéticas, químicas, biológicas, entre otras, parece necesario volver a la formación defensiva de la población en general. Cuando en España (y otros países) el servicio y enseñanza básica militar era obligatoria, algunos jóvenes se declararon objetores de conciencia. Como sucede con casi todos los pioneros, los primeros que se manifestaron contrarios fueron encarcelados y sufrieron diversas penalidades y represalias; después, la obligación languideció y, desde hace varias décadas, el servicio militar dejó de ser obligatorio). Los Ejércitos pasaron a estar formados solo por profesionales (vocacionales o voluntarios), reduciendo su músculo personal (escuché a un general expresar que tenemos un “Ejército bosai”) y cada vez más se confía la defensa a la perfección del armamento, del equipamiento y los medios disuasorios, incluídos los nucleares y, asímismo, se potencia el empleo de medios logísticos, software sofisticado y material de inspección y ofensa no tripulado.

Urge un planteamiento general, sólido y asumido por la mayoría, de las estructuras de defensa. La seguridad colectiva exige dotarse de un músculo y una potencia de actuación propia y vincular esa facultad autónoma a los medios de que dispongan los Estados aliados. No se trata de ver a otros Estados como potencialmente enemigos (aunque, al considerar las amenazas, se deberá cualificar cuidadosamente su nivel de agresividad contra nuestros intereses), sino tener clara la manera de reaccionar ante una agresión de cualquier tipo con los medios al alcance.

Ser pacifistas no nos libra de estar amenazados ni, por supuesto, de ser atacados. No será por misiles de cabeza nuclear, sino por secuestro de claves y cuentas bancarias, ataques con virus y bacterias debilitantes o letales, generación de pánico o intranquilidad por asesinatos y atentados, suspensión de suministros esenciales para nuestra economía, etc. Lo que los militares llaman envío de “botas sobre el terreno” (fuerzas militares luchando con armas más o menos convencionales sobre el espacio físico) tienen ahora un valor reducido. Han pasado a ser exhibiciones de prudente poderío, asimilables a los bufidos de berrea o al despliegue de plumas de machos de combatientes, con pretensiones de distracción sobre los métodos más sutiles y eficaces de derrotar al enemigo.

Ojalá nunca tengamos que gritar “¡Seguridad, seguridad!” porque ya nos parezca imprescindible contar con ella, porque será demasiado tarde.

—

(1) Las versiones de la situación, por parte de rusos y prorusos y proamericanos y atlantistas, difieren sustancialmente. No tengo ahora el propósito de analizar esas discrepancias. Me pregunto, sin embargo, si la OTAN ha evolucionado para ser bastante más que un organismo militar y la naturaleza de los intereses de Ucrania para integrarse en ella o en la Unión Europea.

Publicado en: Actualidad, Ejército, Política Etiquetado como: armas nucleares, Borrell, ejército, Estrategia de Defensa, guerra híbrida, seguridad, Ucrania, Unión europea, virus

Tambores y timbales

21 enero, 2022 By amarias Deja un comentario

Desde 1980 a 1985, cuando la guerra fría -la grave tensión político-militar entre Estados Unidos y la URSS, que había empezado en 1945 y se prolongaría hasta 1991-, alcanzaba uno de sus momentos más angustiosos, viví en Alemania con mi familia.

Mis amigos alemanes temían que ambas potencias probasen la eficacia de sus misiles en tierras europeas y uno de ellos pretendía atisbar el final de la cuestión, con un campo de batalla con varios millones de muertos, mediante una reunión de urgencia de los altos mandos militares en la que ambos lados se llevarían las manos a la cabeza, extremadamente compungidos: “¿Qué hemos hecho? -se preguntarían- ¡Hay que acabar con este despropósito de inmediato! Lleguemos a un acuerdo. Firmemos la paz”.

Europa aparecía así como el escenario en donde los dos bloques dirimirían sus diferencias, probando sus avances militares en un territorio ajeno, causando desolación y destrucción en él, antes de llegar a un acuerdo que beneficiara a sus propios intereses.

La guerra fría tuvo un final formal con el desplome de la Unión Soviética que, aunque cabe exponer diversas razones, puede imputarse principalmente a la pérdida de credibilidad del modelo comunista, a pesar de los esfuerzos de Michael Gorbachov -presidente de la URSS en esos últimos años- para llevar a cabo reformas sociales y económicas sustanciales. El fracaso de esas ideas, que pasaron a la Historia universal con los términos de glasnost (apertura) y perestroia (reestructuración), señalarían para Occidente la pretensión orgullosa de una supuesta victoria del libre comercio -entendido como valor esencial de la democracia,  frente a la dictadura del poder centralizador del Estado.

La situación por la que estamos pasando hoy, en enero de 2022, revive el tufo de aquellas tensiones y genera un nuevo temor a un conflicto bélico, aunque los protagonistas del desacuerdo han cambiado y el material de disputa podría parecer, a primera vista, irrelevante. Desaparecida la URSS hace ya años, la ambición personal de Putin, el presidente de Rusia -el mayor de los países que componían aquella-, pretende reconstruir parte de aquel poder territorial y estratégico.

La base sentimental de esa opción, que no tendría cabida formal dada la diferencia de músculo militar y económico entre Rusia y sus hipotéticos enemigos, encuentra un adecuado caldo de cultivo porque, enfrente, se encuentra con la debilidad circunstancial de Occidente. Los Estados Unidos de Norteamérica han perdido la capacidad y el interés por el liderazgo mundial y la Unión Europea parece estar en proceso de descomposición interna y sufre de una grave pérdida de identidad corporativa.

En 12 de julio de 2021, Vladimir Putin publicaba unas reflexiones en la plataforma web del Kremlin (en inglés, ucraniano y ruso)  con el título “On the Historical Unit of Russians and Ukrainians”, que debe ser visto como el Catecismo, o guía espiritual de las actuaciones que viene acometiendo Rusia en relación con los países bálticos y, por ello, ha sido interpretado por especialistas occidentales como una “llamada a la guerra”.

El argumento central del ensayo ofrece dos vertientes: a) Rusia no tiene intención de atacar ni invadir ningún territorio, al contrario de lo que Occidente, personalizado en Estados Unidos, ha venido demostrando con la “ocupación militar” y las exhibiciones de fuerza en los países que lindan con ella por el lado de Europa y b) El alegato occidental de invasión rusa de Crimea está construido en una falsedad, pues ha sido la población, mayoritariamente rusa, la que pidió la reintegración y con el apoyo de un referéndum.

En consecuencia, concluye el Kremlin, Rusia no invadirá Ucrania, ni va aliarse con Bielorusia para atacarla, ni cualquier país debe temer sus injerencias. Pero… se defenderá ante la amenaza fehaciente de Occidente contra su hegemonía, y lo hará con todas las fuerzas a su alcance. La agrupación de fuerzas y equipamiento militares en las fronteras con Ucrania no debe ser visto más como un ejercicio de libertad en el uso de su propio territorio; por el contrario, “la invasión y ocupación por destacamentos de la OTAN” en los países que pertenecieron a la URSS (Estonia, Letonia, Lituania, Rumania o Bulgaria, en concreto) es una amenaza para Rusia.

En ese contexto de tambores de guerra y timbales de jolgorio insensato, debemos esperar que cualquier desgraciado accidente por parte de cualquiera de los contingentes militares que se están acumulando a ambos lados de la frontera entre Rusia y la apetecible Ucrania o con los países colindantes de la Unión Europea,  no provoque la brusca transformación de las amenazas en una pelea dramática que haga del terreno de la vieja Europa, una vez más, (y a la tercera va la vencida), campo de martirologio.

No se trata de esgrimir la opción de medidas económicas que, en mi opinión, de ser adoptadas por Occidente contra Rusia si se decidiera a ocupar Ucrania o como medida de presión, serían lo más parecido a un tiro en el pie: ante un invierno frío el gas ruso es fundamental para Alemania y otros paises del este europeo. Si, por ejemplo, las tropas rusas entraran en Ucrania por la región del Donbás (donde se encuentran las provincias rebeldes de Lugansk y Donetsk) el escenario de guerra se perfilría de inmediato. Aún más amplio frente se presentaría si, con la alianza de Biolorusia, Rusia pretende tomar Kiev y avanzar en la invasión total de Ucrania. En ambos casos, es poco probable que la disputa se concentre en una batalla regional con armas más o menos convencionales.

Deberíamos confiar que las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia sirvan para calmar los ánimos de Putin y le permitan ofrecer a su pueblo sensación de victoria sobre occidente al dictador educado en la KGB con ínfulas de zar. Sin embargo, la ausencia de la Unión Europea en el marco de esas conversaciones -aunque se pretenda minimizar ese vacío en la mesa de negociación- podría hacer pensar, y temer, que tiene todas las papeletas para terminar como el perdedor de la disputa.

 

Publicado en: Actualidad, Ejército, Europa, Rusia Etiquetado como: Donbás, Donetsk, glasnost, guerra, Kiev, Lugansk, Michael Gorbachoff, perestroika, Rusia, Ucrania, Unión europea, URSS, Vladimir Putin

Praeparat bellum

27 diciembre, 2021 By amarias 2 comentarios

“Igitur qui desiderat pacem, praeparet bellum” escribió, escribio Vegecio a finales del siglo tercero. Esto es, “Quien deseara la paz, debiera prepararse para la guerra”.

Con una transformación aparentemente ligera, se ha vulgarizado el epítome “Si vis pacem para bellum”, que tiene un sentido diferente, pues se trata de una frase imperativa: “Si quieres la paz, prepárate para la guerra”. En el acceso desde al patio de armas a la popular escalera del cañón, en uno de los edificios de la Academia General Militar de Zaragoza, puede leerse ese mandato que “resume, con elecuente sencillez, la razón de ser de nuestros Ejércitos” (sic, web del Ministerio de Defensa).

No tengo la intención hoy de adentrarme en el delicado entresijo de los cambios que se han operado desde hace décadas para tratar de darle un sentido actual a esa “razón de ser”. Si quiero apuntar que, como estímulo y acicate a los interesados en ingresar en los Ejércitos españoles, las Academias militares se han convertido en Centros de Enseñanza Universitaria. Según el Plan de 2010, de  cuatro años, además de las asignaturas militares, se cursa y obtiene el grado de ingeniería en Organización (para los oficiales del Ejército de Tierra) o de ingeniería Mecánica (para los oficiales de los cuerpos de Aviación y Naval).

El objetivo, sin duda encomiable, es facilitar el reingreso de los oficiales que no hayan podido ascender y que deberán forzosamente retirarse a los 45 años de su vida militar, a la llamada “vida civil”. En alguna ocasión, llevado por mi espíritu crítico, ante altas instancias militares, he calificado temerariamente de “error” el itinerario académico forzado que se ha previsto para nuestros militares.

Y no lo hice porque menosprecie esa formación, al contrario, pues tengo en alta estima la educación que se imparte en las academias militares, sino porque se está obligando a los futuros oficiales a un gran esfuerzo académico (no se olvide que el grado de ingeniería supone tres y incluso cuatro años de intenso estudio a los graduados “civiles”), que no tiene muchas opciones de traducirse, por sí mismo,  ¡a los veinte años de haber obtenido ese título dedicados al desempeño de actividades militares propias de su oficio!, en una mayor facilidad para el empleo, con una edad en la que ya no se está para aventuras profesionales y, sobre todo, en un entorno (salvo que venga alguien a remediarlo) en que la formación de grado en “Organización” tiene escasas salidas y, por tanto, dura competencia.

No me quiero desviar demasiado de la intención por la que puse el título al Comentario, y hago un disparo por elevación (que se me antoja muy propio, hablando de temas militares). Europa vive en la inocencia de una paz idílica y continuada, después de la segunda guerra mundial que deshizo sus cimientos de cooperación y alianzas y arrojó a los Estados europeos en los brazos de Estados Unidos de América, autoproclamado líder absoluto.

El desmembramiento de la URSS hizo creer que la situación era estable y definitiva y los Ejércitos de los distintos países europeos sufrieron dos recortes capitales: el de los Presupuestos (que, unido a esa idea pacifista y buenista de la población, llevó a eliminar oficialmente la formación militar obligatoria) y el del olvido del cuidado de la “cultura militar”, que llevó a hacer  creer a la mayoría de la población -independientemente del Estado de residencia- que los “militares” eran personas vocacionales que, ya que no habían guerra, podrían ser empleados en “misiones de paz”, ayudas humanitarias y ejercicios demostrativos de su teórica eficacia ante un ataque exterior, desfilando con equipos obsoletos.

Me parece que la situación de tensión mundial exige una inmediata revisión del modelo. Europa debe disponer, de una vez por todas, de un Ejército único, bien dotado  con los mejores adelantos disuasorios y de ataque y, por supuesto, perfectamente entroncado en el pensamiento e ideología popular, pues ha de contar con mayoritario apoyo de la ciudadanía.

No describo nada nuevo si expreso que en Ucrania se está gestando un conflicto bélico con el previsible ataque anexionista de la Rusia de Putin; de poco valdrán las medidas económicas, salvo para levantar la sonrisa irónica del cacique; Europa no tiene la menor oportunidad de enfrentarse ante esa actuación (si se produjera) y parece claro que a los Nuevos Estados Unidos de Biden (definitivamente, imbuído del América First) le importará muy poco el tema de venir solucionar conflictos en el patio traasero europeo.

Hay otros posibles escenarios, aún más inquietantes. El avance armamentístico de algunos países, permite recordar que las armas, los equipamientos militares de todo orden, toman su valor verdadero si son utilizados; en ensayos de su potencia, claro, en atolones alejados y en zonas desérticas; pero su uso óptimo al que están destinados es en la guerra real, con efectos destructivos sobre las capacidades -humanas y materiales- del enemigo.

Cuando miro en el mapa y pongo banderitas de alarma en Corea del Norte, China (con una mancha de color especial en el Mar de China), Pakistán, Rusia, Marruecos (con un dardo de valor peculiar para España, pues apunta hacia Ceuta y Melilla), Argelia, Israel, Palestina, Nicaragua, Bolivia, El Sahel,…, se me agotan los alfileres y, en trance de meditación trascendente, no puedo dejar de preguntarme cómo acabará esto.

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Salvados por la UME

9 enero, 2021 By amarias 2 comentarios

El alcalde de Madrid, Sánchez Almeida (que, vaya por delante, se ha granjeado mi simpatía), ha apelado a la Unidad Militar de Emergencias como medida para aliviar el caos que la tremenda nevada de estos días (8 y 9 de enero de 2021 y, para seguir) ha provocado en la ciudad.

Las calles se han convertido en pistas de patinaje para los amantes de los deportes de invierno, los automóviles no circulan salvo con cadenas (y aún así en ciertas zonas el tránsito es imposible) y el única transporte publico que funciona es el Metro. Centenares de automovilistas han estado toda la noche varados en las vías de circunvalación (M30, M40, en especial en los túneles) y en muchas carreteras de acceso a la capital.

La nevada caída, con espesores de nieve de medio metro en el centro de la ciudad es la mayor que se recuerda por los más ancianos. Habría que remontarse a principios de los 70 del pasado siglo. Madrid ha agotado sus efectivos para combatir la ola de frío: no hay quitanieves suficientes, ni los bomberos poseen el equipamiento y formación necesaria, ni…la población tiene la menor experiencia para enfrentarse con tal manifestación del poder de un elemento, por otra parte, tenido por simpático. Se ha informado de una persona fallecida por causa directa del frío en esta madrugada (un “sintecho”) y otra a la que cayó encima un bloque de hielo desde un tejado.

Quiero poner todo el énfasis en la Unidad Militar de Emergencias como una evolución necesaria, convertida en imprescindible, de las Fuerzas de Defensa, para atender, como su nombre indica a situaciones anómalas de extrema peligrosidad. Los militares de la UME han salvado a personas arrastradas por una riada, o a alpinistas a quienes sorprendió una avalancha o … han limpiado un río de plantas o algas invasoras. Esos militares, seleccionados entre voluntarios, han llevado su actuación benemérita fuera de nuestras fronteras, para auxiliar en el rescate de personas afectadas por un terremoto, una tormenta tropical o…cualquier contingencia dramática en tiempos de paz.

Quiero subrayar que no me parece que sea una función capital de los Ejércitos actuar como Fuerza de Emergencia en tiempos de paz. Me parece que la policía, los bomberos, los servicios para afrontar contingencias comunes deberían estar preparados y equipados para solventar esos problemas, incluso los muy graves, con sus propios medios. Acudir a la UME debería ser una situación excepcional, pero no ya por la situación de emergencia, sino como elemento de apoyo o refuerzo, cuando la contingencia exige el máximo de atención.

El Club Español de Medio Ambiente (CEMA), a cuya Junta directiva pertenezco desde hace décadas, y de la que fui uno de sus primeros directores-gerentes, tuvo la perspicacia de conceder una de sus prestigiosas medallas, la de 2018, a la UME por sus actuación general y, en particular, por las que se refieren a la defensa del Medio Ambiente. Fue en febrero de 2019 y ese modesto cronista de una parte de cuanto sucede a su alrededor, cubrió el evento con una entrada en este mismo blog, que invito a releer (La UME con el CEMA).

Que el frío de nos haga olvidar que tenemos que luchar contra un virus pestilente. Y acuérdense de quitar la nieve de la entrada a la casa y al garaje antes de que se convierta en hielo (se anuncia un bajonazo de temperaturas en esta noche), además de procurar alejarse de los aleros.

 

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El sector Defensa como vía eficiente para crear actividad y empleo (3)

12 junio, 2019 By amarias Deja un comentario

Según datos del Ministerio de Defensa (Secretaría General Técnica) de 2019, las ventas del subsector aeronáutico supusieron un 70% del total de la facturación de la industria de defensa nacional, empleando 10.266 personas (un 45%) de la dotación global del mismo.

Dada la importancia relativa del subsector, y su dependencia grado de participación de España en los programas internacionales, de los que el EUROMALE y el NGWS (Combate Aérea de Nueva Generación) son los más relevantes, he creído interesante detenerme en la información pública disponible sobre la tecnología aeronáutica en nuestro país.

La Asociación TEDAE (Defensa, Seguridad, Aeronáutica y Espacio) en su Memoria de Actividades de 2017 (lamento no haber encontrado datos para 2018), por boca de su Presidente, Jaime de Rábago, echaba de menos la ausencia de un Plan Estratégico, que permitiera a las empresas del sector prepararse para los retos ya detectados en la digitalización y la llamada industria 4.0, encajando la actividad en los Programas Marco de Investigación europeos, el nuevo ciclo inversor en Defensa  y el Plan estatal de Investigación Científica.

Como no me dedico a escribir estos comentarios para repetir sin análisis lo que otros dicen, aunque sean personas de tan relevante cualificación, sino que pretendo favorecer el análisis de coyuntura, creo que los temas que de Rábago presenta reflejan que, a pesar de los diez años vida de la asociación, subsisten problemas sustanciales para lograr la máxima efectividad del modelo.

Las empresas que conforman TEDAE facturaron -en 2017- 11.180 millones de euros y dieron empleo a 56.000 personas (aprox.) directos, con un 38% de su facturación dedicada a la aeronáutica militar, con una tasa de exportación -para ambos sectores, civil y militar- del 83%.

La cifra de facturación por empleado (no el valor añadido bruto por empleo, para el que había que restarle el salario medio, ni tampoco el beneficio por empleado, al que me referiré más adelante), es de 210.000 euros que, dado el porcentaje de personal de cualificación universitaria (43%), aunque resulta alto en comparación con otros sectores productivos españoles, no me parece impresionante, ya que hay que suponer que los salarios serán comparativamente altos y que se trata de fabricar equipos con alta tecnología, lo que, en suma, aprieta los márgenes de rentabilidad. Si se compara con la media de facturación por empleado en España, de apenas 36.000 euros/empleo, que está lastrada por la alta intensidad de la mano de obra en el sector servicios (hostelería en especial), obtenemos una referencia del valor, próximo al del sector de telecomunicaciones, con unos 230.000 euros facturados por empleado.

Los objetivos empresariales de la TEDAE están íntimamente ligados con el desarrollo del sector aéreo de la Defensa. La defensa aérea, como todo el conjunto de al coordinación militar, depende, en última instancia del JEMAD (Jefe del Estado Mayor de la Defensa), cuyo mando ejecutor es el comandante del Mando de Operaciones (MMOPS), responsable del Mando de Defensa y Operaciones Aéreas (MDOA), que se ocupa, en realidad, del Mando de Combate del Ejército del Aire (MACOM). Una sopa de siglas, muy del gusto de lo militar, que habrá que imaginar esconde en la realidad una combinación de efectivos humanos y equipamiento perfectamente engrasados y formados para uso inmediato si hay que atender a una incidencia de la defensa aérea.

No es objetivo de mi análisis -ni mucho menos- enjuiciar la disponibilidad táctica y estratégica de nuestro Ejército, sino tratar de comentar, con los datos disponibles, el desarrollo tecnológico de nuestra industria militar y su encaje con los sectores civiles, en la convicción de que la separación entre ambas es imposible para un Estado intermedio como España, aunque, sin embargo, la seguridad y la defensa obligan a mantener un cierto grado de confidencialidad y secretismo en los desarrollos. No solo éso: me parece que, dado lo sofisticado de los equipos que entran en juego y su complicado manejo, el elemento sustancial que garantiza el complimiento del objetivo de defensa es, además, de la puesta constante al día y su correcto mantenimiento de las máquinas e instrumentación, conseguir la máxima cualificación del personal, a todos los niveles, con horas de vuelo, formación y preparación para su uso eficaz y, en último término, para el combate.

El efecto del Fondo Europeo de Defensa (EDF) para apoyar el Plan Europeo de Defensa (EDAP) con una primera convocatoria de lo que se dió en llamar Acción Preparatoria sobre Investigación en Defensa (PADR), dentro del marco más amplio de la Cooperación Estructurada Permanente (PESCO) ha sido positivo para la Asociación, necesitadas sus empresas, no ya de facturación, sino de nuevas referencias tecnológicas que les permitan convencer a los clientes internacionales de su alta capacitación.

Los objetivos de facturación del sector industrial aeronáutico en defensa, aunque orientados hacia la exportación, tienen su apoyo estratégico y comercial en el Ejército del Aire. La principal misión de esta fuerza militar es la vigilancia y control del espacio aéreo español. No porque lo diga yo, sino porque está definido como objetivo sustancial de esta sección de nuestras Fuerzas Armadas. El sistema de Defensa Aéreo está integrado por una red de centros de mando y control, radares de vigilancia y la dotación aérea de advertencia ante cualquier intromisión en el espacio propio, lista para despegar e intervenir desde cualquiera de las bases nacionales. Desde 2017 la Estrategia de Seguridad Nacional incluye la seguridad del espacio exterior, siendo el Ejército del Aire quien lidera esta misión, por razones que cabría calificar de obvias.

Junto a esta actividad, el Ejército del Aire también asume labores de Búsqueda y Rescate (SAR), transporte de autoridades (SAR), lucha contra el fuego (dependiendo de la Unidad Militar de Emergencias), vigilancia marítima, transporte de personal en caso de catástrofes, evacuaciones médicas por vía aérea, etc.

Todas estas funciones, desde el punto de vista tecnológico, se focalizan sobre la necesidad de dotar a los equipos humanos de herramientas al más alto nivel -pues el potencial enemigo, ya se ve, se está dotando de ellas- y, para conservar o alcanzar la suficiente autonomía, desarrollar e impulsar los centros de investigación aplicada que, dada la condición de escasez de recursos propios y el alto nivel de sofisticación necesario, han de ser básicamente duales (esto es, de doble aplicación civil y militar).

Que las cuestiones relativas a la Defensa, por falta de la adecuada cultura militar de la población civil y una ignorancia consentida respecto a los riesgos reales, se encuentren con reticencias públicas en cuestiones tan sustanciales como la renovación de equipos o la declaración de zonas de interés militar, exige una revisión urgente. La renovación de los bombardeos F/A 18, por ejemplo, la modernización de los Escuadrones de Vigilancia Aérea o la incorporación de otros nuevos, choca, en ocasiones sonoras, con razones ecologistas o humanistas que merecerían un contraste y análisis sereno, para que la población asumiera como elemento de su propia identidad, las Fuerzas Armadas y lo que representan, en un mundo en que se debe ser pacífico sin olvidar estar preparado para responder a las eventuales agresiones.

(continuará)


Las alondras y cojugadas, aunque relativamente comunes, no resultan sencillas de identificar. La fotografía representa a una alondra común (alauda arvensis), ave algo mayor que un gorrión, cuya característica clave para identificación entre las de su grupo similar, es el borde blanco de las alas y las plumas blancas externas de la cola.

Este macho, en plena exaltación cantora, proclama el orgullo de su procreación, sobre un copete de enea. Su canto es extenso y melodioso y, más comúnmente, lo despliega en vuelo.

En cuanto al copete, corto y redondeado, puede elevarlo algo, aunque no tanto como las cojugadas y, además, en general, lo mantiene replegado.

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Que Melquíades Alvarez no calle

4 febrero, 2019 By amarias Deja un comentario

Hay, en España, algunas calles Melquíades Alvarez.

La calle de Oviedo discurre oblicua a la de Uría, como prolongación de la de Independencia hasta la de Covadonga. Es, por tanto, una travesía céntrica, relativamente corta, con poca densidad comercial:su enclave más relevante es la iglesia de San Juan el Real, que levanta su silueta historicista en una plazoleta en donde se congregan ovetenses y foráneos, con la frecuencia que determinan los ritmos vitales, para celebrar bodas y entierros.

Gijón tiene una calle Melquíades Alvarez, por supuesto. Es más larga que la de Oviedo, y va desde la de la Trinidad hasta la de Ventura Alvarez. Madrid, después de décadas de olvido, aprobó en 2017, por iniciativa de Ciudadanos, sustituir la dedicada al también asturiano, el general colungués Juan Vigón, por la advocación al político gijonés.

Melquíades Alvarez no merece el silencio. Su voz, que fue inspiradora de una parte notable de la Constitución de 1978, mantiene la vigencia que proporciona la sensatez, el equilibrio, el respeto a las ideas de otro si no coinciden con las nuestras, pero están expresadas sin la vehemencia que ofusca la razón, atendiendo a la enseñanza que proporciona la Historia y el conocimiento.

Tengo el libro que recoge los Discursos parlamentarios de Melquíades Alvarez, editado en 2008 por empeño de su biznieto Manuel Alvarez-Buylla. Son 820 páginas en las que se puede recorrer, y disfrutar, aprendiendo, del itinerario ideológico y su brillante expresión dialéctica. Melquíades Alvarez fue, en su tiempo, un orador admirado y envidiado y en el anodino discurrir dialéctico de nuestros actuales Parlamentos y foros, se debe recordar como un gigante de la oratoria y de la mayéutica.

A Melquíades Alvarez lo mataron en circunstancias vergonzosas y aún no del todo aclaradas (es decir: no se aclararán nunca) al principio de la guerra incivil, en agosto de 1936, en una saca de la Cárcel Modelo de Madrid, en donde había sido confinado por el gobierno “para protegerlo”.

Podía escribir muchas cosas desde la admiración que profeso a este brillante político reformista, convencido republicano -pero respetuoso con la monarquía parlamentaria-, centrista con visión a izquierda y derecha, moderado pero no inmovilista, abogado, en fin, de gran prestigio y jurisconsulto de excepción.

Tengo anotadas múltiples citas tomadas de sus discursos y, sobre todo, he leído y leo con fruición sus alegatos, sus exposiciones y réplicas. También, la de sus opositores. Expresados con altura discursiva, emoción y fuerza expresiva, los argumentos e ideas que desarrollaban aquellos parlamentarios de principios del siglo XX, combinaban una exquisita educación con  formación técnica y amplia cultura. Encomiables.

En momentos convulsos para el país (¿cuándo no los ha habido?), en sucesivas y elocuentes intervenciones entre los años 1903 a 1936, Melquíades Alvarez no ahorró ocasiones de expresar, desde varias responsabilidades parlamentarias -bien como portavoz ocasional de la bancada minoritaria, como fundador del partido reformista, como jefe de la oposición y, ya próximos a la debacle, como Presidente de la Cámara- muy sensatas opiniones sobre los numerosos asuntos que afectaban a la vida pública.

Sus orígenes modestos, las dificultades provocadas por el nepotismo de otros, las enfermedades, los cambios de gobierno  y las tensiones nacionales e internacionales (la monarquía de Alfonso XIII, la dictadura de Primo de Rivera, la República, la primera guerra mundial), así como el pesado pesimismo institucional de la época, impregnadas del pesimismo por la pérdida de Cuba y colonias, revueltas sociales y malestar en los cuarteles, no parecían capaces de hacer mella en su empuje vitalista, intelectual y, por encima de partidismos, honesto.

Permita el lector un ejemplo de su fino talante, con notas de clara atemporalidad. Antes de intervenir en el debate sobre los “Sucesos ocurridos en Barcelona con ocasión de un banquete regionalista” (27 de noviembre de 1905), se había expresado con estas palabras: “Hace tiempo que rindo fervoroso culto al silencio, porque me he convencido que es inútil abusar de la palabra, y porque, además, en esta Cámara, que es la representación más alta del país, se desnaturalizan en fuerza de digresiones todos los debates y caen al poco tiempo en la esterilidad más absoluta.” (1)

Quiero suponer que algunos de nuestros parlamentarios actuales tienen el libro con los discursos parlamentarios de Melquíades Alvarez. Sería conveniente que lo tuvieran todos. Y, desde luego, es imprescindible que lo lean.

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(1) Los “sucesos catalanes” que propiciaron el debate de aquellos días tuvieron su origen en la publicación, en la revista satírica ¡Cu-Cut!,  de ideología próxima a la Lliga Regionalista de Cambó y Prat de la Riba, de una viñeta antimilitarista de Joan Junceda.

La Lliga había celebrado un banquete el día 25 de noviembre de 1905 para celebrar su triunfo en las elecciones municipales, y la revista publicó una caricatura obra de Junceda en la que se veían dialogando a un civil y a un militar, éste vestido de húsar: ” -¿Qué se celebra aquí que hay tanta gente?, preguntaba el uniformado; -El Banquete de la Victoria, contestaba el otro; -¿De la victoria? Ah, vaya, serán paisanos.”

En el contexto del momento, se reflejaba la crítica humorística a la pérdida de confianza de la sociedad civil en el Ejército, después de la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas y los descalabros africanos. Como reacción impulsiva, varios militares descontentos irrumpieron en la sede de la revista, provocando graves destrozos. El hecho, que dio aún más alas a la posición separatista catalana, demostró la debilidad de la Restauración alfonsina, provocó la dimisión del jefe de gobierno Mortero Ríos y, como colofón legislativo, supuso la aprobación de la llamada Ley de Jurisdicciones, por la que todos los delitos que afectasen a la patria y al ejército pasaban a ser entendidos por la justicia militar.

La prudencia y objetividad de Melquíades Alvarez se manifestó en la discusión parlamentaria, cuando replicó a los catalanistas, republicanos como él, que utilizaron los sucesos para exacerbar sus intenciones separatistas.

Sus expresiones tienen un halo de proféticas. “El regionalismo catalán (…), como una especie de pequeña nacionalidad dentro de otra mayor, con su poder soberano y autónomo, con sus Cámaras, con leyes propias, (…) me parece incompatible en absoluto con los grandes ideales de la vida moderna, (,,,) Es un ideal mezquino de la época del desaliento (,,,) contraria a todas esas  corrientes de la moderna política mundial, que exige para su desenvolvimiento la formación de grandes núcleos orgánicos (…)”

 

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Venezuela en el foco mundial

2 febrero, 2019 By amarias 1 comentario

Mañana, día 3 de febrero de 2019, se cumple el plazo impuesto por algunos países de la Unión Europea, entre ellos España, para que Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, convoque elecciones o reconocerán a Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional y autoproclamado presidente interino con el apoyo de una parte de la población, como máximo mandatario del país.

Se ha generado una situación extremadamente complicada en el país, que parece preludio de una guerra civil. La confianza de Guaidó y quienes lo apoyan desde dentro -al parecer, varios millones- es que el Ejército venezolano se mantenga neutral, aceptando como buena la promesa del presidente interino de que no se realizarán cargos ni se tomarán represalias contra los militares que no apoyen a Maduro. Ese deseo no va a cumplirse, aunque han aparecido algunas fisuras entre los altos jefes de la república bolivariana.

Pero el presidente Maduro sigue agrupando en su entorno a la mayoría de la cúpula militar, formada, sin duda, `por estómagos agradecidos, que han expresado en sus apariciones públicas y en algunas declaraciones privadas, que apoyan al incalificable sátrapa, un endiosado personaje, manifiesto incompetente para dirigir un país, pero experto en latrocinio de los bienes públicos en beneficio propio y de sus secuaces y poseedor de un verbo fluido, incendiario y voluntariamente indocumentado, que se ha evidenciado muy capaz para movilizar a millones de individuos, muchos de ellos sin formación ni información, crédulos con cuanto emana de la dicción con cuño de soflama del déspota sin escrúpulos.

Podía extenderme en calificativos -no precisamente laudatorios- respecto a la personalidad y actuaciones del presidente Maduro y, en la línea de juzgar como antidemocrática su voluntad de perpetuarse en el poder, cuestionar su legitimidad como presidente de un país al que ha estado esquilmando de los resultados de su mayor riqueza natural (el petróleo).

Sin embargo, lo que me pregunto hoy, ahora, en la fecha llena de simbolismo para el pueblo venezolano del dos de febrero, en que están convocadas sendas manifestaciones encaminadas a demostrar al mundo y, sobre todo, a los sufridos naturales de ese hermoso país, que tanto Maduro como Guaidó cuentan con el mayor respaldo popular, es ¿por qué el mundo “civilizado” ha creído llegada la hora de tomar postura respecto a la terriblemente deteriorada situación venezolana, capitaneada por la hiperinflación, la hambruna y el descrédito de su gobierno militar?

Otros analistas con más información que yo podrán responder, seguramente, con mejor tino y mayor acierto a la cuestión. Yo, simplemente, estoy convencido de que Guaidó y los venezolanos que le apoyan desde el exilio (también algún destacado líder de la oposición a Maduro, exiliado, represaliado o encarcelado, del que Antonio Ledezma, Henrique Capriles y López  de Mendoza  aparecen como más significados) han conseguido,- antes de actuar en una maniobra que pretende desestabilizar el régimen del tirano del que muchos Estados supuestamente defensores del mundo civilizado y demócrata, el plácet del gobierno norteamericano de Donald Trump.

El apoyo de la Unión Europea, lamentablemente, resulta, por las declaraciones de algunos mandatarios europeos, una vez más incapaces de ponerse de acuerdo, haber sido buscado tardíamente, a contrapié y construido de forma improvisada, lo que explicaría, que no justifica, su carácter heterogéneo y friable.

El en otras ocasiones desconcertante Donald Trump (cuyo único lema de acción, si existe, ha explicitado con la aporía: America first, entendiendo por América, solo Estados Unidos, por supuesto), ha echado mano de una lógica militar al afirmar, ante el hecho consumado de Guaidó de haber encendido las mechas de la simpatía o rechazo ante su levantamiento cívico, que “no excluye ninguna actuación” al respecto. En lenguaje paladino: “no solo te animo a tener firmeza, amigo Guaidó, sino que estoy dispuesto a apoyarte con lo que haga falta, incluso a riesgo de involucrarme en un conflicto armado”.

El descuido  premeditado del consejero de Seguridad Nacional John Bolton -curiosa denominación la de su puesto para quien se ha puesto en primera línea de las declaraciones contra Maduro- dejándose ver con dos líneas de su bloc escolar, en la que todos pudimos traducir  “5.000 tropas a Colombia”, alimenta la deducción de que los grandes Estados Unidos de Norteamérica están preparados para una intervención armada en Venezuela: la frase sería un aviso para los navegantes que apoyen a Maduro.

Vaya, pues. Los asesores de Trump saben bien que, además de la fuerza propia, (bien educados sus mandos y muchos de sus efectivos en la fidelidad que dan los garbanzos garantizados), Nicolás Maduro,  cuenta con la intendencia y el saber militar sobre el terreno de miles de curtidos militares cubanos, hoy destacados en el país amigo, que forman un contingente preparado, no para luchar en el exterior, sino para defender con las armas, si fuera preciso, el orden tiránico del sátrapa.

No va la cuestión de ideologías (el régimen putrefacto del Sr. Maduro carece de ellas),  sino de la capacidad de persuasión de la bota puesta sobre el cuello del pueblo inerme sometido, emanada de un grupo armado y entrenado para apoyar un régimen que se ha especializado en aprovechar el poder para apropiarse de los beneficios del petróleo, cambiando dólares por boliviaranitos sin valor. ¿La fórmula? Controlar la información exterior, perseguir toda oposición y utilizar como álibi eficaz la eficaz cortina de humo que proporciona a las vísceras sentimentales la figura del “enemigo yanqui”, paradigma del capitalismo más apestoso, según el manual chavista.

Permanezco atento a la pantalla, porque no veo claro el desenlace. Preciso: no veo un desenlace sencillo, salvo que Maduro y parte de su cúpula más significada fleten un avión y se vayan con su viento fresco y los ojos cerrados de la opinión internacional a algunos de los paraísos fiscales en donde han ido amontonando, sin empacho ni vigilancia exterior,  el dinero hurtado a su país.

La posición del Gobierno español, concediendo un plazo de ocho días a Maduro (que acaba el lunes, cuatro de febrero) para que convoque nuevas elecciones o reconocerá la legitimidad de Guaidó, al no contar con pleno apoyo de todos los Estados de la Unión Europea, aparece doblemente delicada: cabe preguntarse cómo se ha pensado actuar si el cuestionado presidente venezolano no se aviene (como bravuconamente ha anunciado) a aceptar la presión y…qué se pretende, en realidad, conseguir si el deplorable dictador convoca elecciones, que, como su anterior proceder ha demostrado varias veces, convertirá en un nuevo pucherazo, a despecho de los observadores internacionales.

Más aún. Incluso en el caso de que Maduro adopte el camino de tomar las de Villadiego, la cuestión que me hago es si se les prometerá impunidad o se les ofrecerá inmunidad frente al Tribunal Penal Internacional, por sus muy evidentes crímenes contra la población civil, a la que ha dejado, con ayuda de sus cómplices y palmeros, en la miseria. Venezuela está hoy necesitada de una recuperación de la estabilidad y el camino del progreso, surgiendo de un pozo tan profundo que solo se puede comparar (aunque, en este caso, con ventaja para Maduro) con los descalabros a la decencia y a la ética protagonizados por otros tiranos de parecido pelaje de adulterado doctrinario marxista-cristiano, próximos geográficamente (habitan en Nicaragua, Bolivia, Cuba, …)


Me gusta esta fotografía, con la que pretendo aliviar algo la tensión que me provoca, y provocará con seguridad a cualquiera interesado en Venezuela y en la paz mundial, el momento venezolano.

La he publicado ya en otra ocasión. Un zorzal común (turdus philomelos), que en Asturias conocemos como malvís, dedicado a devorar el fruto del tejo, uno de sus predilectos proveedores de alimento, allí donde se encuentra. Un ave pequeña más que su pariente el mirlo común, distinguible por sus motas ventrales y, en el amanecer y atardecer (sobre todo) de los días primaverales, identificable por el hermoso canto, lleno de notas vibrantes, de gran melodiosidad.

El fruto del tejo es dulce y sabroso (animado por mis amigos pueblerinos en mis días de vacaciones veraniegas, cuando maduraba, ya a final de verano, tuve ocasión de probarlo, temerariamente. Escupíamos las pepitas, venenosas, como lo son también las hojas del emblemático árbol de los celtas.

 

 

 

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Carta abierta a la Ministra Margarita Robles

22 enero, 2019 By amarias Deja un comentario

Querida Ministra de Defensa:

Te ruego, ante todo, disculpas por el tratamiento confianzudo. No nos conocemos más que “de vista”, pero prefiero no encabezar mi carta con el formulismo de “estimada”, pues, tratándose de alguien ahora dedicada a la política, no deseo ser interpretado (ni bien ni mal) por razón de un ambiguo adjetivo calificativo.

Más justificada está la proximidad gramatical entre colegas al ser yo también licenciado en Derecho, aún reconociendo que mi currículum no soportaría la comparación con el tuyo, plagado de reconocimientos y méritos.

Parece ser que, además de por tu excelente trayectoria profesional, entre las razones no curriculares que contaron para tu designación como Ministra de Defensa por el actual presidente español, Pedro Sánchez, se encontraba la de tu calidad de persona ajena al escalafón militar. Después de siete meses de ejercer la más alta posición sobre las delicadas cuestiones que afectan a las Fuerzas Armadas y a la Inteligencia, pocas cosas te serán ya ajenas, dada tu capacidad y perspicacia.

Permite, sin embargo, que desde los entresijos de la llamada sociedad civil, en la que los militares suelen situarnos a los que no tenemos ni tuvimos vinculación laboral, funcionarial ni política, con los Ejércitos, exponga mi posición respecto a algunas cuestiones que afectan a la organización de la Defensa española.

No pretendo ser original. Me guía el deseo de expresar las inquietudes y reflexiones propias de un ciudadano preocupado por las cuestiones que afectan al devenir de las guerras  y la defensa de la población y territorio en el que  desea mantenerse con libertad y sin sobresaltos, frente a los enemigos (reales, potenciales o imaginados) de ese orden. También me interesa expresar cómo entiendo que esos valores deberían ser apreciados por el ciudadano desarmado.

Creo que estamos todos de acuerdo en que la organización y gestión de las Fuerzas Armadas no puede ser enfocada desde una posición de partido político. La Política de Defensa ha de ser apolítica, consensuada por la mayoría ciudadana y, en la medida de lo posible, transparente.

En relación con ello, he escuchado muchas veces -seguro que tú, miles de ellas- que es importante que la ciudadanía tenga una “cultura de Defensa”. El término no es una entelequia, pero me parece que no existe  consenso en lo que significa la aplicación práctica de este concepto y, por ello, supongo que tampoco existe acuerdo sobre lo que implica definir los dos elementos que lo componen: “cultura” y “defensa”.

Si se refiere el término a la traslación a la ciudadanía, con trasparencia, de los asuntos que podrían afectar a la independencia del país, a su seguridad interna y externa, a los riesgos detectados o futuros para la paz, al número y dotación de los efectivos humanos y medios materiales para la defensa de la población y territorio ante los peligros que la puedan perturbar y, en fin, a la identificación de las tecnologías, procedencia de las mismas, y dotación para las inversiones que permitan abordarlos con solvencia, seguramente todos estaríamos de acuerdo en que hay que conservar alguna reserva.

Si se tiene consciencia de que el enemigo potencial existe y tiene los medios para eventualmente poner en riesgo la paz y la seguridad que queremos mantener, resulta obligado un cierto nivel de secretismo. No se deben enseñar las cartas propias a quien puede hacernos daño. El enemigo potencial debe saber que tenemos forma de defendernos a nivel igual o superior al de su capacidad para atacarnos.

La cultura de defensa habrá de referirse, pues, a propiciar aquellos elementos de simpatía y confianza hacia quienes se ocupan y ocuparán de defender ese orden. Y ello pasa por la creación y mantenimiento de un alto nivel de empatía con las fuerzas de seguridad del Estado, trasmitiendo la tranquilidad a la población de que nuestros representantes, políticos y funcionariales, saben cómo actuar ante los riesgos y amenazas.

Me gusta, como a ti, la teoría, pero mucho más aún me atrae la realización práctica de las ideas. Puedo imaginar unas Fuerzas Armadas ideales, a nivel de las mejores del mundo (aunque me faltaría conocimiento concreto de las tecnologías más avanzadas) y, por eso, soy consciente de que nos encontramos en la necesidad de definir nuestra posición, no como país intermedio, sino como un país pequeño, con menos de cincuenta millones de habitantes y cuyo atractivo estratégico para terceros es su ubicación en el extremo occidental de Europa y su cercanía al Africa magrebí.

Desde esa perspectiva, el riesgo de conflicto podría venir del vecino del que nos separa una corta distancia geográfica y una gran diferencia en PIB (Marruecos), país en el que tenemos dos enclaves geográficos históricos (Ceuta y Melilla, “ciudades autónomas”), y desde el que incluso la visión de las Islas Canarias podría aparecer como una ambición territorial apetitosa.

Si a alguien le parecen elucubraciones estas reflexiones, le recordaría las dificultades de la metrópoli para defender agresiones territoriales de las posesiones alejadas, ya fueran Cuba, Puerto Rico o Filipinas, o, en órdenes no solo militares, la desastrosa gestión de los intereses de la población local en el Sáhara occidental, el abandono apresurado de la “provincia de ultramar” -así la estudiábamos los ancianos de la tribu- que fue la región de Sidi Ifni, y, como ejemplo traído con alfileres, pero posiblemente significativo de la ignorancia de las distancias que separan la falsa creencia de la realidad factual, la chusca e inexplicable referencia al meridiano de Greenwich al que el ex ministro de Industria Soria hizo pasar por Canarias.

No dudará nadie que debemos disponer de unas Fuerzas Armadas suficientes para cumplir con el objetivo que se acuerde. ¿Cuál es ese? Me da la impresión de que en relación con este asunto se actúa desde la inercia o, peor aún, desde el inmovilismo. No se quiere reconocer, menospreciando que la situación mundial ha cambiado, que los riesgos para la paz no son los mismos que hace una década y, que los bloques económicos -que son los que, a la postre-, determinan los intereses y, en consecuencia, señalan la dirección para las amenazas, se están reorganizando.

Un país pequeño debe contar con alianzas estables y firmes con los poderosos. No tengo duda de que, por razones históricas, geográficas y económicas, la Unión Europea es esa referencia. Pero si falta la unión económica o está debilitándose la que había, la situación de vulnerabilidad aumenta y, desde ella, no puede construirse una Unión de Defensa. En el fortalecimiento de la unión económica ha de verse la base para una política de defensa común europea, en la que, por supuesto, debe haber una jefatura única, subordinada al poder político europeo, una distribución de responsabilidades y una total coordinación respecto a las inversiones, tipo de armamento, investigación tecnológica y efectivos humanos. También, coordinación absoluta en la diplomacia internacional.

Estamos lejos de ese desiderátum y, por lo tanto, somos colectivamente, vulnerables y, en lo que a España se refiere, particularmente frágiles. Nuestra fragilidad se incrementa desde la percepción de que es precisa una dotación importante en armamento y equipamiento relativamente avanzado, que no producimos, que no podemos pagar y, lo que es más grave, no tenemos dotación para mantener.

Te pediría, ministra, que exijas a quienes saben del tema, que te concreten, sin ambages, sin circunloquios, desde la total libertad pero con la máxima seriedad, qué tipo de equipamiento (humano, material, tecnológico), se necesita para responder ante aquellos riesgos concretos que los expertos en defensa y diplomacia internacional hayan detectado. Que esos expertos trabajen en sus recomendaciones en dos niveles: la consecución de una autonomía suficiente frente a las amenazas más singulares y cuyo riesgo se vea como más personalizado, y la integración de los medios propios en la defensa frente a los peligros y actuaciones que se consideren europeos.

No es asunto menor el análisis profundo de la situación del personal de las Fuerzas Armadas. La carrera profesional del personal de tropa y marinería, de los oficiales y jefes, exige una revisión que es urgente abordar. Para hacer esta afirmación tan delicada me baso, sobre todo, en la rápida evolución tecnológica, que ha hecho aparecer nuevas oportunidades y riesgos, y que supone un entronque, muy superior al tradicionalmente admitido, entre la estructura empresarial civil y la militar. La gran mayoría de las tecnologías son ya, irreversiblemente, de doble uso: las comunicaciones, los materiales, la energía, el transporte…no pueden considerarse ni militares ni civiles.

Las amenazas no vendrán, con mayor probabilidad, sobre el terreno: serán aéreas, se transmitirán como virus informáticos, captación de información, mensajes encriptados, drones, misiles teledirigidos e indetectables. El desarrollo y conocimiento preciso de la energía nuclear -para usos pacíficos como militares- obliga a convencer a la población de que no podemos abandonar su control, desarrollo y uso. Lo mismo cabría decir de la imperiosa necesidad de coordinar las investigaciones y desarrollos en materiales especiales, transporte híbrido, reutilización de residuos, aprovechamiento máximo de recursos, etc.

Y sí, es necesaria la concienciación y participación de la población civil en este esquema. Hay que educar, en particular a los jóvenes, en los conceptos de solidaridad, seguridad, patriotismo, valores. No se está haciendo bien, y no soy derrotista al expresar esa tremenda carencia. Si no sabemos apreciar lo que tenemos, lo que cuesta mantenerlo, no podremos defenderlo. Me parece imprescindible el encaje entre lo militar y lo civil. En todos los órdenes. Se que muchos militares de carrera hablan de la vocación militar, y lo hacen con orgullo, pero no me parece que exista tan diferenciada. No creo en las vocaciones. No puedo imaginar que exista una vocación para defender la Patria y, en su caso, morir por ella.

Nadie desearía morir por defender unos valores ambiguos, indefinidos, pero seríamos capaces de defender con uñas y dientes lo que afecta a la integridad de nuestra familia, a lo que perjudicaría nuestro bienestar de manera irreversible, lo que impediría nuestro desarrollo como personas, lo que nos supusiera la pérdida de esferas de libertad que consideráramos sustanciales. Y tú, como jurista, como magistrada, sabes bien que el derecho fija un marco de convivencia pactado o impuesto desde la autoridad, pero, en su aplicación, debe ser la última ratio: lo deseable es que todo ciudadano cumpla la ley sin necesidad de que se le sancione.

Querida ministra, tienes un trabajo importante ante ti y no vas a tener tiempo para acometerlo. Sin embargo, te cabe la opción y tienes por ello la responsabilidad, de abrir el camino para que se logre un consenso en el papel a desarrollar por las Fuerzas Armadas, en la definición de las bases de la carrera profesional de sus funcionarios (sin fantasías, con salarios dignos, con objetivos claros), en la apertura pública de una discusión sobre lo que es una cultura de defensa (sin teoricismos, sentimentalismos, ni medias verdades) y, en fin, en la imperiosa necesidad de integrar la política de defensa en una política de Estado.

Gracias por haber llegado hasta aquí, ministra. He dejado muchos temas en el tintero, de ellos, una buena cantidad también importantes. Los expertos de verdad te ampliarán, con seguridad, ese elenco de asuntos que deben figurar en la cartera de Defensa e Interior. Si no les estás preguntando, hazlo y, por favor, cuando se convoque un debate en el que participen sobre cuestiones que atañen a esas cuestiones clave de tu departamento, no te vayas después de inaugurar la Jornada, quédate a la discusión o promuévela desde tu despacho.

Con todo respeto


La fotografía, tomada en otoño en Villafáfila (Zamora) recoge a un grupo de grajillas (corvus monedula) en vuelo hacia los dormideros comunales. Tienen el pico grueso de los córvidos y son gregarias y estridentes. Se distinguen de otros córvidos de color negro (chovas, cornejas, cuervos, grajas, etc.) por su menor tamaño y, sobre todo, por el ojo blanco. También, vistas de cerca, por su plumaje gris plateado en la nuca.

 

Publicado en: Actualidad, Cultura, Defensa, Ejército Etiquetado como: carta, defensa, ejército, Europa, fuerzas armadas, interior, Margarita Robles

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