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Ucrania, la solución cada vez más lejos

6 junio, 2022 By amarias Deja un comentario

No puede explicarse desde la razón. Rusia -la Rusia de Putin, hay que matizar- un país que se creía fiable, abierto a la globalización y el progreso, pacífico, enlace necesario entre el expansionismo sin límites de China y la Europa en busca de una nueva identidad, ha estallado en una operación guerrera que compromete definitivamente su credibilidad y pone en grave peligro la estabilidad mundial.

Son más de cien días (desde el 20 de febrero de 2022) de guerra intensa, descarnada, cruel. Un ejército bien armado, con sofisticados medios guerreros, que decidió convertirse en invasor de un país que se acercaba pacífica e ilusionadamente al calor de una Unión Europea que podría garantizarle estabilidad política y potenciación económica.

Han pasado suficientes cosas en el centro y el entorno del escenario bélico para poder matizar, desde el conocimiento y análisis, lo que ha sucedido y está sucediendo. Puede que, como en la mayor parte de las contiendas, notas de claroscuro se hayan introducido en la valoración de la maldad absoluta del agresor y la bondad sin reservas del agredido.

Las realidades humanas admiten matices. En todo conflicto, surgen controversias, intereses añadidos y posiciones a favor y en contra.

Al fin y al cabo, el riesgo de que la invasión rusa se convierta en el principio de la tercera guerra mundial sigue vigente. Los afectos y los análisis no son perfectamente limpios. Como en toda guerra, las economías se resienten y, en ésta en particular, en que el apoyo de Estados Unidos -a través de la OTAN- se ha manifestado cada vez de forma más expresa del lado de Ucrania, ha pasado suficiente tiempo para que, además de preguntarnos a dónde conduce esta guerra, cuál puede ser su final, tenemos que lidiar con los efectos económicos sobre los no contendientes. En esencia, toda la Humanidad.

Porque Ucrania era el granero de Europa y de buena parte del mundo. La escasez de granos, de fertilizantes y productos agrarios -además de la paralización de envíos desde Ucrania que el Kremlin ha ordenado- han puesto de manifiesto que la dependencia de la producción ucraniana fue subestimada. Se creyó que podrían suplirse los desabastecimientos coyunturales en material siderúrgico o en materias primas minerales, en la valoración equivocada de que la guerra no duraría mucho. Por supuesto, el boicot al gas y al petróleo procedente de Rusia, vital para la Unión Europea, tampoco se valoró con igual dramatismo. Se pensó que podrían encontrarse con rapidez alternativas y, aunque hubiera que pagar más por la energía, la Unión Europea y el resto del mundo desarrollado podría permitírselo, antes de que las aguas volvieran a su cauce.

La posición de fuerza de Rusia como factor estratégico en la economía energética mundial (y no solo) no tiene que ver con las bravuconadas del Kremlin. Putin sigue amenazando con bombardear con sus misiles de cabeza nuclear ciudades europeas, en la medida en que el apoyo prestado a Ucrania por la OTAN, e individualmente, por los países de la Unión, aumenta y se hace más consistente. No es el desarrollo bélico lo más preocupante para Europa, puesto que el límite, como peculiar espacio de contorno para la guerra sin cuartel, se mantiene entre las fronteras de Ucrania que, dicho sea de paso, ya ha perdido casi la mitad de su PIB y la cuarta parte de su territorio en manos de Rusia. Zelenski sigue pidiendo más armamento a Europa, en una posición que combina heroísmo y tenacidad (defiende la integridad de su país), pero la cuestión ha pasado a ser otra.

¿Cuánto tiempo puede resistir la Unión Europea? ¿Está dispuesta a seguir ofreciendo su propio bienestar, su capacidad de desarrollo, el ritmo creciente de su inflación y la aparejada inestabilidad social, en el altar ucraniano? ¿La voluntad de seguir enviando sin límite, material bélico y ayuda económica y humanitaria a Ucrania, podrá mantenerse? ¿Se doblegará, por la vía de utilizar la capacidad de heroísmo de un pueblo hasta su extenuación, la resistencia económica de Rusia que,  por toda evidencia, se ha subestimado?

No tengo claro que el Kremlin esté perdiendo la guerra. No ha ganado en credibilidad ni honorabilidad, desde luego, pero en esta batalla global, en la que no solo se lucha con los artilugios bélicos en la devastada Ucrania, se están empleando otros factores de destrucción.

Publicado en: Guerra en Ucrania, Rusia Etiquetado como: economía, guerra, inflación, OTAN, Rusia, Ucrania

Ética en Ucrania

30 abril, 2022 By amarias Deja un comentario

No se está hablando o escribiendo demasiado (y debería ser el caso) sobre la ética en la guerra de Ucrania. Quizá, emocionados por contarnos -sobre todo, a los espectadores occidentales- la evolución militar de la contienda, los avances y retrocesos de uno y otro de los contendientes, los estragos producidos después de más de setenta días de lucha destructiva, los cronistas piensan que los aspectos éticos de esta guerra no son tan interesantes.

En algunos aspectos sí parece que la mayoría está de acuerdo. Se trata de una guerra y o de una invasión, aunque es evidente que Rusia ha invadido territorio ucranio. Pero los ucranios, de forma masiva y prácticamente unánime, bajo las directrices del presidente legítimo Volodomir Zelenski, se han opuesto con armas a la agresión territorial y, por tanto, están en guerra con Rusia.

Se trata de una guerra peculiar por sus características militares, territoriales y en relación con los apoyos exteriores y el empleo de armas y medios destructivos; también en cuanto al comportamiento de la población civil y a la utilización de la misma por el agresor para provocar mayor presión sobre la defensa del agredido.

Para algunos analistas, es una guerra civil, con el significado de que en ambos lados de la contienda, los militares son eslavos y, aunque desde hace algunos años Ucrania es un país independiente, reconocido por la comunidad internacional, los lazos que mantuvo con Rusia eran particularmente intensos hasta poco antes de la contienda. Ciudades como Karpov, hoy gravemente afectadas por la destrucción, eran consideradas como centro cultural ruso. En Mariúpol, centro de los ataques de la fuerza rusa, arrasada hoy y controlada por los agresores (salvo la acería de Azovstal, en donde se concentran unos cientos de soldados ucranianos, asediados y en condiciones vitales precarias) el jefe separatista de la autodenominada República Popular de Donetsk declara estar preparando a la población, niños incluídos, para desfilar por sus calles el 9 de mayo próximo, como un nuevo Día de la Victoria.

En un brillante artículo, Araceli Mangas Martín (vicepresidenta de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas),glosa en el diario El Mundo del 22 de abril, algunas de las graves infracciones del derecho y de la ética internacional de esta “Guerra sin cuartel”. La misma expresión de la intención de “aniquilar” la defensa ucrania en Mariúpol, teatralizada por el sátrapa del Kremklin con su Ministro de defensa hace unos días, indica, según la catedrática de la UCM, la existencia de ubn “crimen de guerra”, con vulneración de Reglamento de la Guerra Terrestre-Convenio de la Haya y su protocolo Adicional de 1973, del que Rusia es parte.

Muchas son las violaciones de normas internacionales que Rusia -no solo Putin- acumula en esta guerra, con sus ataques a las poblaciones y la negación de protección a los prisioneros de guerra. Llama la atención, porque se ha negado con ello la capacidad de mediación internacional, el incumplimiento de la obligación (Convenios de Ginebra) de “nombrar potencia protectora”, un Estado de la respectiva confianza de cada uno de los combatientes, que supervise la correcta aplicación de los Convenios y el auxilio a las víctimas. Que haya que lamentar también alguna infracción por parte ucrania (disparar a los pies de los soldados rusos ya rendidos, denuncias por confirmar de vejaciones y mutilaciones a prisioneros o a delatores) no debilita ni compensa el grado de crueldad ejercido por los invasores en esta guerra que conmociona Europa.

En todo escenario bélico, mientras la contienda se mantenga y no se consolide un vencedor, la intoxicación es parte del material esgrimido por las partes y la propaganda sirve al efecto de alardear de avances propios y la exhibición de derrotas y deserciones del contrario, con la intención de minar la moral del enemigo y consolidar el clima de apoyo de los simpatizantes de parte. Putin ya cantó victoria varias veces, y en la venta de éxitos, Zelensky no se queda atrás. El apoyo moral y armamentístico que le están prestando los Estados occidentales, sin que -hasta el momento- hayan superado (a los ojos de Putin) la línea roja de su participación activa en la guerra, no deja lugar a dudas en que nos movemos en un campo especial, al borde del peligro de que, por error o a sabiendas, se produzca el ataque a alguna ciudad fuera de las fronteras ucranianas.

Resulta muy interesante introducir en el análisis la opinión, difundida en Rusia y en los países que simpatizan con los invasores (o que mantienen un difícil equilibrio de supuesta neutralidad) que se apoya en que Putin no es el agresor, y que la hipótesis de que pretende reconstruir la “gran Rusia” es una invención occidental, y que, por el contrario.  ha sido la OTAN la que, con su posición de integrar a Ucrania en su órbita, ha desestabilizado la situación. En esa línea argumental, un gobierno títere, con Zelensky como juguete significativo, ha dado un paso intolerable para el sentimiento patriótico ruso, al comunicar su deseo de incorporarse a la Unión Europea y a la OTAN. Obviamente, la calificación de tal acción como “ofensa” implica no admitir ninguna capacidad de autonomía a Ucrania.

Cierra este análisis apresurado sobre los principios éticos vulnerados en este guerra “sin cuartel”, la apreciación de que se trata, también, de una disputa religiosa, por las creencias de las poblaciones respectivas. La religión mayoritaria en Ucrania es el cristianismo, con más del 86%  considerado practicante. Como ha destacado Pilar Bonet, hace ya varios años, el enfrentamiento entre Kiev y Moscú afecta también a la religión. No es tan sencillo descubrir todos los hilos de esta discrepancia, que está vinculada al patriarca de la iglesia ucraniana y su negativa a someterse a Moscú. El anterior presidente proruso Petró Poroshenko, fue el impulsor de una nueva Iglesia ortodoxa en Ucrania, cuya deriva deseada hubiera sido la advocación y dominio del patriarca de Moscú, el patriarca Cirilo, cuyo apoyo a Putin es manifiesto. La petición del Papa Francisco para que Cirilo instase al Kremlin a detener la guerra no tuvo ningún resultado.

Publicado en: Actualidad, Guerra en Ucrania, Rusia, Ucrania Etiquetado como: Acuerdo de Ginebra, Araceli Mangas Martin, OTAN, Pilar Bonet, Putin, Ucrania, Volodomir Zelenski

Sánchez entra en la guerra de Putin

21 abril, 2022 By amarias Deja un comentario

El presidente de Gobierno Pedro Sánchez, a despecho de la opinión expresada por miembros de la coalición que lo sostiene, ha tomado una decisión que, sin duda, aumentará su declinante popularidad. Hoy, 21 de abril, ha visitado Kiev para expresar su apoyo a la guerra de resistencia que libra Zelensky desde hace ya dos meses contra Putin. En un viaje desde Polonia, realizado en su etapa final, en tren desde la frontera polaca hasta la capital ucraniana, su protección estaba garantizada por un grupo de geos, además de por la milicia ucraniana.

Sánchez realizó la visita junto a la primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen. También han tenido ocasión de conocer de primera mano los estragos causados en la ciudad de Borodianka  en la región de Kiev y, finalmente, saludó a José Andrés haciéndose unas fotos con el cocinero multifacético

Su visita no fue solo de cortesía. Ha comprometido el envío de 200 toneladas de material bélico, fundamentalmente, vehículos pesados  de transporte (30 camiones) y otros de ligeros (10), que ya han sido embarcados, según dijo a Volodomir, en el “Ysabel”, un buque logística de tipo Ro-Ro, adquirido por el Ejército de Tierra a la naviera Suardíaz y destinado habitualmente al servicio entre la península y Ceuta, Melilla y los archipiélagos Canario y Baleares.

El momento coincide con la multiplicación de los exabruptos del actual inquilino del Kremlin, que ha probado el lanzamiento de un misil con múltiples cabezas con el que dice poder alcanzar los 17.000km de distancia, y por tanto, estaría en disposición de llegar a cualquier ciudad occidental y destruirla, sin que los elementos antiaéreos estuvieran en disposición o capacidad de detectar el alto número de cabezas, algunos de los cuales se escaparían del sistema de detección. La Casa Blanca niega que esto pueda suceder, porque sus sistemas de protección son eficientes también contra esta amenaza.

También ha prometido Sánchez el envío de 40 especialistas forenses para analizar y tomar muestras de algunos de los centenares de cadáveres que se han ido descubriendo en las poblaciones saqueadas y abismadas por las tropas rusas. Parece increíble que soldados profesionales cometan tamañas tropelías, claramente delictivas según el derecho internacional aplicable a la guerra. Se cree, por ello, que tuvo que ser realizado por la chusma contratada de urgencia por Putin o los mercenarios sin escrúpulos ni orden que se han movilizado “en apoyo de las directrices del Kremlin”. No sirve esto de eximente alguna para el promotor de la invasión y sus generales.

Por cierto, Volodomir ha agradecido la visita y el envío de más material, pero ha reiterado que lo que más precisa la defensa del país son aviones, misiles y material de ataque. Ahí queda eso.

Muy concreto y dramático, por su carácter de realizable de inmediato, es el sentido de la orden dada hoy por Putin a Serguéi Shoigú, sumiso ministro de Defensa, que ha sido emitida por la televisión rusa de “no dejar entrar ni una mosca” en Mariúpol, cerrando con ellos la salida a los 2.000 combatientes ucranianos refugiados en el complejo siderúrgico de de Azovstal, así como a los otros tantos civiles que no han podido huir.

Putin “ya ha perdido la guerra” -le oigo decir desde hace días a Jesús Núñez Villaverde, ex militar y codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH)-y ya solo confía en ofrecer un éxito parcial con ocasión de la ceremonia del Día de la Victoria sobre el nazismo, el 9 de mayo próximo. No me atrevo a discrepar de mi amigo Jesús, serio analista de este y otros múltiples conflictos en los que siempre ha ofrecido su ponderada e instruida opinión, pero no me parece que Putin esté bajo control.

La guerra, para Putin, ofrece pocas, si alguna, salida airosa. La sólida oposición occidental, con la Unió Europea unida en la valoración de que Putin y sus generales son sospechosos de haber cometido crímenes de lesa humanidad le complica el futuro. Por ello, mi mirada está centrada en el efecto de la decisión firme de aislar al régimen hasta provocar la ruina que suponga  el levantamiento de la población rusa contra él, asumiendo el deterioro económico propio de los autores de la medida. Todo ello, en la confianza de que China siga mirando para otro lado y el pavor a la tercera guerra mundial contenga a Putin a cualquier agresión a un país de la OTAN.

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Putin entra en crispación y esgrime mayor potencia destructora

16 abril, 2022 By amarias Deja un comentario

La pérdida de uno de sus buques de guerra insignia, junto con la consciencia de que, contrariamente a lo deseado, el ataque a Ucrania está encontrando mucha mayor resistencia y un apoyo internacional que amenaza con llevar a Rusia a un grave aislamiento, ha desencadenado la furia del animal herido en los cerebros atormentados del Kremlin.

Se conmemora en esta semana, por las tres religiones del libro, y poniendo el énfasis en diversos aspectos de las Escrituras, su fiesta más significativa. Para los católicos, se tratan de conmemorar la base de sus creencias, la muerte y resurrección de Jesús, el hijo de Dios, en un incomprensible sacrificio -para la razón- por la redención del género humano. Los musulmanes se encuentran aún en el ayuno del Ramadán, la fase de purificación de cuerpos y espíritus que les llevaría a entender mejor las enseñanzas del profeta, y que les obliga a ayunar de sólidos y líquidos hasta la puesta del sol. Los judíos, en fin, han celebrado el viernes la Pascua, rememorando el Éxodo de los israelitas de Egipto, uno de los grandes momentos de revalidación de sus creencias.

En la celebración católica, el Papa Francisco, ante una multitudinaria concentración de fieles en el Vaticano, ha rogado por la paz y, en representación simbólica, dos mujeres, una ucraniana y otra rusa, han abrazado la cruz del perdón. Por cierto, que el embajador ucraniano ante la Santa Sede ha manifestado su protesta por esta supuesta “afrenta”. Sin embargo, desde mi perspectiva, el mensaje ha sido correcto y alentador para la razón de la paz. No son los pueblos los que se enfrentan, sino sus caciques y, en este concreto caso, la ambición enfermiza, casi podríamos calificarla de satánica, del ocupante principal del Kremlin.

Hoy, 16 de abril de 2022, Rusia ha aumentado sus ataques, poniendo en jaque la mayor parte parte de las ciudades de Ucrania. Algunas, como Jarkov y Mariúpol, convertidas en un amasijo de edificios destruidos, autos quemados y, santo Dios, cuerpos de asesinados en las calles vacíos, ocupados por el silencio del horror y de la desgracia. Los soldados ucranianos se defienden con una bravura que no parece de esta época, apalancando cada posición a costa de sus vidas.

Las noticias que llegan del amplio frente suponen que también Kiev es objeto de nuevos ataques. Un nuevo frente amplio, a pesar de que desde el Kremlin parece concretarse su propósito “oficial” en dominar completamente las zonas de predominio de habla rusa (es decir, el Donetsk y Lugansk, Maríupol, Odesa y conseguir cerrar el enlace maritimo-terreste con Crimea), que era lo que se había estimado era el fin original de la invasión. ¿Qué ha pedido el gobierno de Ucrania? Más armas. Están convencidos de que la única forma de vencer la ambición rusa es derrotarlos en el campo de batalla, puesto que las vías diplomáticas están completamente cerradas.

En días recientes, proliferaron las apariciones de Zelenski en Parlamentos europeos y las visitas a la misma capital de Ucrania de mandatarios occidentales -hay que destacar el paseo por Kiev de Boris Johnson, acompañando al presidente del país y escoltado por algunas decenas de soldados, saludando y entablando conversación con gentes que encontraba al paso.

El apoyo a Ucrania se ha hecho muy explícito desde occidente y, por fortuna para mantener en límites soportables internacionalmente la escalada de tensión, el gobierno de la China de Jin-Pin se mantiene cauto. Dejando clara su posición, el presidente norteamericano Biden -que no oculta su opinión de que Putin es un criminal de guerra- no descarta visitar Kiev en breve.

Como si la guerra no hubiera podido paralizar la actividad administrativa y el ritmo burocrático, se han difundido imágenes en las que se ve a Zelenski y sus ministros en una aparente reunión de Gobierno. Una visión casi fantasmagórica, que vino a reforzar la emisión por Telecinco de episodios de la serie “Servidor del pueblo”, en la que un joven Zelenski, en la piel del profesor Vasyl Goloborodko ensaya para la ficción su papel posterior en la vida real.

Pero nada puede ocultar ni enmascarar los tremendos perjuicios que está causando esta guerra injusta, que tardarán décadas en subsanarse y algunas más en olvidarse las heridas geopolíticas que el sueño demencial de Putin y sus secuaces ha causado en el mapa del mundo. Casi cinco millones de refugiados, una crisis energética sin precedentes, subida de los precios de materias primas y bienes de consumo, y el aumento de las dotaciones para presupuestos militares. El mundo aún no está exactamente en guerra total, aunque se sigue preparando para una nueva catástrofe. Si los dioses no lo remedian, porque está demasiado claro que los hombres son incapaces de mediar. Solo piden más armas, a diestro y siniestro.

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Weapons, blood, tears

9 abril, 2022 By amarias Deja un comentario

“Weapons, weapons, weapons”, fue la concreta petición que el ministro de Exteriores de Ucrania, Dmytro Kuleba presentó al Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, en la reunión que mantuvieron el 7 de abril de 2022.

Es inevitable asociar esta frase con la que pronunció Wiston Churchill en los Comunes el 13 de mayo de 1940: “Blood, toil, tears and sweat” (“Sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”), remedando a Lord Byron. La segunda guerra mundial había comenzado hacía ocho meses y el nuevo Primer Ministro sustituía a un desacreditado Neville Chamberlain, que había mantenido una prudente posición y no siempre coherente frente a las ambición expansiva  de Adolf Hitler.

Ucrania tendrá más armas, más apoyo estratégico y humanitario, recibirá más aplausos compungidos y gritos de ánimos desde las gradas. El articulo 5 del Tratado de la OTAN actúa como una camisa de fuerza, una línea de “Not trespassing” (“Prohibido el paso”) que la realidad está convirtiendo en una ficción. Al no ser Ucrania miembro de la OTAN, los Estados que la conforman no pueden acudir a su defensa frente al ataque ruso con todo su potencial militar, como estarían obligados su fuera el caso, por lo que lo hacen únicamente apelando a “cuestiones humanitarias”.

La visita de Ursula von  der Leyen y Josep Borrell a Kiev, en donde se encontraron con Volodomir Zelensky y el posterior paseo sobre el terreno de la masacre de Bucha, fue una manifestación valiente y arriesgada de solidaridad con el pueblo agredido. Tomaron así consciencia directa de la insania con la que se actuó por parte de los invasores rusos. Su testimonio, que se une al de decenas de periodistas occidentales destacados en los lugares de la masacre, con grave riesgo para sus vidas, y que amplía la credibilidad de las imágenes que llegan a los medios de difusión no mediatizados por la censura, reforzándola con la voz de las voces de los altos representantes europeos, no ha impedido el mantra propagandístico de los secuaces del Kremlin de que “todo es un montaje”.

Me hubiera gustado -quiero decir, hubiera sido conveniente- que en la visita al lugar de los crímenes de los líderes de la Unión Europea, se hubieran hecho acompañar de negacionistas relevantes, como son los embajadores de Rusia en países europeos, que, alineados con la efusión falsaria e intoxicadora que dirige Vladimir Putin desde su guarida de confort agresivo, repiten que Ucrania es la ofensora y que las imágenes que llegan de los campos de batalla son escenificaciones aparatosas con actores, cartón y ketchup.

Como no soy capaz de avistar ninguna capacidad negociadora con el Kremlin para detener la guerra, como sea que los ataques de las tropas rusas se mantienen, e incluso se recrudecen en algunos puntos, la aportación de más armas al Ejército ucraniano, eleva el nivel de agresividad de la contienda, cuya fuerza destructora se expande como una bomba de metralla. Las medidas económicas contra Rusia, que se presentan por los países occidentales como la forma de presión que obligará al Kremlin a desistir de la invasión y sentarse a negociar, no aparecen tan definitivas, ya que el apoyo chino e indio, entre otros países menores, ofrece un colchón de resistencia al atacante, refugiado además en la desinformación del ciudadano ruso.

Las imágenes de la guerra atenazan los corazones. El increíble ataque contra la estación de tren de Kramatorsk -en el Donbass- de este mismo viernes, donde se lanzaron misiles SS-21 Scarab contra las personas que pretendían huir a lugares más seguros y que dejó decenas de muertos sobre los andenes, resume, con cruel agudeza, la disparidad de los sentimientos. Es una insoportable agresión contra los derechos humanos, un crimen más de lesa humanidad, cometido contra población indefensa, en la interpretación de quienes están con Ucrania. La inscripción, con pintura blanca, sobre uno de los misiles “Por nuestros niños”, añade una nota de macabra crueldad.

Para Rusia, el misil es ucraniano, no ha habido tal ataque ruso y, una vez más, se oye decir desde el Kremlin: “Todo es una farsa”.

¡Ay, si todo este dolor y esta angustia, fuera solo fantasía!. Por la libertad de Ucrania, por sus derechos, por la heroicidad de los combatientes y en apoyo de la paz, que quienes tienen más poder e información nos saquen de esta dinámica. Porque yo veo cada vez más “blood and tears” junto a las “weapon, weapon, weapon”.

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La pérfida Rusia de Putin

5 abril, 2022 By amarias Deja un comentario

A los 41 días de iniciada la invasión, las imágenes de la guerra han cobrado una nueva dimensión. No se trata de especulaciones, ni de relatos -más o menos coloridos con tintes dramáticos- de enviados especiales. El abandono por parte del ejército invasor de algunas zonas en donde se han librado encarnizadas batallas, ha dejado al descubierto las características de la barbarie.

Se cree que el ejército de Putin está preparando una ofensiva definitiva, esto es, con todo su potencial destructivo sobre el terreno, consciente el sátrapa del Kremin que ha perdido la guerra mediática frente a Occidente. Puede.

Las imágenes que han sido puestas en brutal evidencia, cuando los militares ucranianos y, sobre todo, los periodistas que están destacados en el frente de guerra han podido entrar en las ciudades ocupadas por los rusos, demuestran a las claras que se han cometido crímenes de lesa humanidad, contrarios a cualquier ley o norma de una guerra (incluso de una potencia invasora), crueles en tal demasía que no pueden quedar impunes y serán recordadas para siempre, mientras exista una generación de seres humanos cabales sobre la Tierra, como ejemplo de la barbarie. Junto al Holocausto nazi contra los judíos, el exterminio de los tutsis por los hutus en Ruanda-Burundi o de las etnias biharis de Bangla Desh, o, por supuesto, los crímenes sin límite de Stalin o de Mao Ze Tung.

Hoy se habla de Bucha (en las afueras de Kiev, un población de apenas 35.000 habitantes) en la que sus calles devastadas y búnkeres mancillados ofrecen las imágenes insoportables de cuerpos acribillados, algunos con las manos atadas a la espalda. No son militares, no llevan armas, han ofrecido sus cuerpos desprovistos de toda defensa a las armas de los invasores, y han muerto (se supone) mientras huían, pedían piedad o -tal vez- pronunciaban sus últimas palabras de rencor frente a quienes les habían arrebatado de su tranquilidad, sus trabajos, sus familias, sus vidas apacibles con esperanza de mejorar la posición, en la paz y en la democracia que vislumbraban.

Mañana se hablará de los asesinatos y tropelías (incluida la violación de mujeres por la milicia sin ética) en Mariúpol, Jarkov, Odesa… No habrá capacidad humana ni fortaleza para la insensibilidad que los haga soportables. Y, aunque no debemos culpar a la población rusa en su conjunto (como tampoco lo hicimos, después de la segunda guerra mundial, culpando a todos los alemanes) sí podemos reclamar al pueblo ruso capacidad de discernimiento, de selección de noticias, de juicio cabal, para distanciarse de la barbarie de la guerra injusta y sentenciar, porque ellos pueden y deben, al Kremlin y a su instigador, reclamando el cese de la guerra y la deposición inmediata de su postura de exterminio.

He querido escribir esta crónica de hoy antes de oir a Valodomir Zelenski, que hablará para los diputados españoles a las cinco de la tarde. Puedo imaginar que, como ha venido haciendo en anteriores comparecencias ante otros Parlamentos europeos (y ante el Congreso norteamericano), agradecerá el apoyo prestado, pedirá aún más esfuerzo por parte de los que estamos a su lado, pero desde el patio de butacas y pronunciará estas previsoras y fatídicas palabras: “Esto que estqmos sufriendo los ucranianos es solo un preludio de lo que os pasará a vosotros, si no conseguimos parar a Putin”.

Hoy, de acuerdo con otros países europeos (no todos), que han adoptado medidas similares, el Gobierno decidió espulsar a 25 diplomáticos rusos acreditados en España. Se mantiene al embajador, “por dejar abiertas las vías diplomáticas” -expresó el ministro de Exteriores, José Manuel Albares.

Es tal el grado de ignominia desarrollado por el Kremlin, con Putin como cabeza directora del inhumano comportamiento, tan inconcebible el silencio del pueblo ruso ante la masacre, tan inaceptable la posición de los embajadores occidentales de la Rusia que el dictador ha sometido a una oscuridad informativa total, que no es posible imaginar una solución negociada.

Como muchos europeos -y deseo de corazón que quienes representan a la diplomacia occidental no compartan este sentimiento- creo que caminamos a un punto de no retorno. O Putin es derrocado de su posición prelevante en el Kremlin, y aparece un nuevo Directorio que abomine de las decisiones adoptadas y pida perdón a Ucrania y a la Humanidad buen pensante, o la pendiente por la que esta invasión sin justificación, de un país que pertenece al entorno europeo, que defiende los valores democráticos que han conducido a Occidente hasta aquí, nos llevará a episodios de tremenda consternación, sufrimiento y barbarie sin límites.

Publicado en: Actualidad, Guerra en Ucrania, Rusia Etiquetado como: Bucha, congreso, embajada rusa, kremlin, Mariupol, Putin, Stalin, Ucrania, Valodomir Zelenski

Hacia la postguerra en Ucrania

26 marzo, 2022 By amarias Deja un comentario

La guerra en Ucrania atraviesa por una fase, sin duda, diferente. El empático Zelenski anuncia el 25 de marzo de 2022 “avances significativos en el frente”, dando a entender que, al menos en algunos puntos de combate, el improvisado Ejército ucraniano está doblando el brazo en algun sentido, a las fuerzas rusas, cuya descoordinación, desde el punto de la estrategia militar parece por momentos demasiado evidente para ser creíble.

Podría ser, más bien, la consecuencia de que la guerra se está prolongando demasiado y alguno de los apoyos del sátrapa Putin se están debilitando, como lo confirma la deserción de Anatoli Chubais, enviado del Kremlin como representante para negociar acuerdos sobre el cambio climático, que, además de figurar en el equipo de confianza del dictador, fue asesor económico de Yelsin en los 90 e incluso tiene en su currículo el baldón de haber sido anterior jefe del actual presidente ruso. Chubais cogió las maletas y se largó, junto a su esposa, de Rusia.

He leído, con la atención debida, un escrito del ex ministro de Exteriores español, Josep Piqué, cuyos análisis lúcidos sobre geopolítica siempre me han parecido interesantes, además de excelentemente documentados. Se extiende en su artículo del 24 de marzo, que titula “Preparar la posguerra” (Mis apuntes sobre el escenario después de la invasión), después de reconcoer que el desenlace final de la guerra es aún muy incierto, en un argumento que viene exponiendo desde hace varios de sus ensayos sobre el tema, y es que Putin “ha perdido la guerra”.

Se refiere, obviamente, al personaje y las razones de esa afirmación, totalmente compartibles, apuntan a la increíble orden dada por Putin de la invasión de un país libre y democrático, utilizando burdas artimañas y enviando a un Ejército poco preparado y nada concienciado de su labor de purga y arrasamiento de un país hermano, en contra de la opinión internacional y de la creciente contestación en su propio feudo.

Da por supuesto Piqué la continuidad terrestre de la guerra en el Donbás y Crimea y la pretensión de controlar el mar de Azov, que Putin querrá mantener en caso de negociación de un armisticio. Pero la integridad de Ucrania, indica el politico, debe mantenerse y corresponde la decisión solo a los ucranianos, lo que conduce a un referéndum en el que sea la población afectada la que opine sobre el particular.

No voy a glosar aquí el artículo completo, cuya lectura no dudo en sugerir, para poner el énfasis en la propuesta de que el marco para cooperación con Rusia (eliminado de la escena Vladimir Putin, en operación que, dado el diplomático conducir de Piqué no puede ser otra que su dimisión o la destitución por el Kremlin) es revitalizar los acuerdos de Herlsinki. por el que se constituyó en 1975 la Organización para la seguridad y la Cooperación en Europa (la OSCE, antes CSCE). Esta asociación para la convivencia, creada en plena guerra fría, funcionó hasta la intervención rusa en Georgia -en 2008- y murió en 2014 con la anexiónilegal de Crimea.

Es muy evidente que la situación de tensión con Rusia no puede mantenerse y, descartada, como afortunadamente parece, una escalada que conduzca a la tercera guerra mundial, a pesar de que China sigue mirando hacia otro lado y que el envío de armas, material, ayuda humanitaria (y ahora también, equipos de alta tecnología para interceptar comunicaciones, hackear redes y localizar efectivos militares, incluída la captación de misiles y su destrucción preventiva) por parte de la OTAN y la Unión Europea ha aumentado significativamente.

Putin puede seguir pensando que apretar el botón nunclear es una opción pero sus asesores del Kremlin están cada vez más lejos de imaginar que esa opción es factible. Solo un enajenado puede creer que esa es una forma brillante de terminar el conflicto. No puedo menos de indicar, desde mi modesto coleto, que la estúpida proliferación de armamento nuclear en el mundo ha supuesto embarcarse en un juego peligroso que ha pretendido ignorar la ley de la guerra: “El armamento que se tiene está para usarse algún día. Si no es en agresión a otros, será en defensa”.

No está esa máxima en el libro de Sun Tzu (Arte de la guerra) y a lo mejor no se atrevió nadie a formularla de forma tan agresiva, pero así lo veo yo, incluso como argumento para no actuar como buenista pacifista si no se quiere, algún día, ver al propio país atacado y sojuzgado por ambiciosos sin escrúpulos.

En fin, la asignatura de la agresión rusa a Ucrania no terminará con un armisticio, ni con una tregua, ni siquiera con un acuerdo post-guerra. Estoy de acuerdo con Josep Piqué en que hay que reintegrar a Rusia en una Alianza donde todos nos sintamos cómodos y renunciemos -al menos, por un tiempo largo- a tirarnos bombas a las cabezas. Hay que poner el cascabel a ese gato, y Putin nos sobra.

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La guerra en casa

23 marzo, 2022 By amarias Deja un comentario

Al terminar el día 23 de marzo de 2022, mientras el Kremlin sigue bombardeando ciudades ucranianas sin piedad, con la rabia de quien había imaginado doblegar a su atacado tras una breve escaramuza victoriosa y se ha empeñado en una guerra de desgaste en la que el improvisado Ejército blaquiamarillo está demostrando una resistencia herorica (también se debe reconocer que estratégicamente inteligente), se puede decir que todo ha ido a peor.

Por una parte, casi cuatro millones de ucranianos -mujeres, ancianos, niños- están protagonizando una Egira inimaginable en el siglo XXI. Se trata de desplazados forzosos de sus lugares de origen, expulsados de sus hogares sin más compañía que su soledad, desnudos de todo apoyo, con el dolor añadido -si es que aún cupiera más dolor- de los varones en edad de combatir, que han quedado en el campo de batalla dispuestos a “resistir o morir”.

La pandilla de secuaces de  Putin no ahorra amenazas contra la OTAN si se decidiera a intervenir de manera directa, prometiendo una catástrofe global, una guerra atómica. Las apariciones, cada vez más dramáticas, de Zelenski, desde un lugar ignoto, ante las Cámaras europeas, reclamando más ayuda y más compromiso, como quien ve que su barco está a punto de zozobrar pero no está dispuesto a abandonarlo por su voluntad, llenan de ecos angustiosos las pantallas de televisión, y los aplausos cerrados con los que es despedida la conexión, con los diputados y senadores puestos en pie, suena más bien a la despedida fúnebre de un héroe que se hubiera despeñado al intentar alcanzar una cumbre inexpugnable.

Mariúpol se ha convertido en una muestra terrible de la intención devastadora de Putin y su pandilla de desalmados, empeñadps en transformar una pacífica y próspera población ucraniana en un cementerio de desolación y terror. Con su tremendo y cruel bombardeo sistemático, lo que estos canallas, culpables de lesa humanidad sin necesidad de que nadie los lleve a ningún Tribunal Penal Internacional, pretenden es construir la conexión entre el Donbás y Crimea, dejando así meridianamente clara su intención de anexarse ese corredor bordeando el mar de Azov a la Rusia actual, como resultado satisfactorio para su invasión.

Los efectos de la guerra han llegado, cómo no, a España y, dada nuestra debilidad económica (aún no nos habíamos recuperado de la recesión post Covid), se están notando en sectores clave. La subida del precio de los carburantes, de los abonos y de los piensos, en particular, ha arrastrado la de muchas otras materias de primera necesidad. Los transportistas autónomos han sido los primeros en iniciar un paro indefinido, exigiendo una rebaja sustancial de los carburantes. Al ser mayoría en el sector, la paralización de aspectos sustanciales (recogida de la leche, carne con destino al matadero o la reposición de los anaqueles en los supermercados) se ha hecho notar rápidamente.

La facción socialista del Gobierno parece estar actuando con desorientación. No se entiende de otro modo el envío de una carta al rey de Marruecos, cuy contenido se ocultó incluso a sus socios de la coalición, por el que se deduce el abandono de la defensa a la autodeterminación  de los habitantes de las tierras del Sáhara Occidental, antigua colonia. Apelar, como se ha dicho después por el ministro Albares, a que así se termina un conflicto de casi cuarenta y cinco años y se atiende a las directrices de la OTAN (en realidad, del secretario de Estado norteamericano), es incomprensible.

Nos esperan momentos muy duros, pues las consecuencias de la guerra se harán aún más evidentes. Hay que atender, quizá, a centenares de miles de refugiados que deberemos acoger en nuestro país, y los efectos de retorno de las medidas contra Putin y los oligarcas rusos serán mayores. La falta de consenso entre los miembros del Gobierno en aspectos sustanciales (internacional, energía, sanidad, educación, impuestos) permite pronosticar momentos muy difíciles, tal vez, la disolución forzada del Congreso y convocatoria de nuevas elecciones. No puede ser más inoportuno el disenso, pero el debate en el Parlamento se ha convertido en un espectáculo repetitivo. Si no es posible un acuerdo de Estado entre los dos partidos mayoritarios (y espero que sigan siendo el PSOE y el PP). es preferible un gobierno de uno solo de estos grupos políticos y no una coalición contra natura.

Vuelvo a Putin. La situación no puede prolongarse. No tiene sentido ver cómo el fuego de la resistencia ucraniana queda sepultado bajo las cenizas, las lágrimas, el dolor irrecuperable. Hay que lanzar un ultimátum al energúmeno que se aposentó en el Kremlin. Imagino que, con su gran potencia de geolocalización, tendrán perfectamente controlalda la situación del personaje desde el Pentágono. Ergo…

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Festejando la infamia con adictos

20 marzo, 2022 By amarias Deja un comentario

Mientras las tropas rusas continúan machacando la férrea resistencia ucraniana, incorporando cada vez más efectivos (el Pentágono, que tiene monitorizada esta guerra en su menores detalles irrelevantes calcula que en 23 días de guerra, el Ejército ruso ha lanzado 1.000 proyectiles sobre el suelo ucranio), el dictador Vladimir Putin ordenó el viernes, 18 de febrero, convocar a funcionarios del régimen y a simpatizantes de su estrategia de recuperar la Gran Rusia, reuniendo así en el estadio de Luzhiniki a doscientas mil personas, que le rindieron un homenaje de exaltación a su política de destruir Ucrania.

Fue también una cuidada aparición pública del dictador, cuyo aspecto físico desmintió que se encontrara enfermo o agotado. Se presentó exultante, dichoso de su hazaña bélica imaginaria con la que presume liberar de nazis y mafiosos al hasta hace poco pueblo hermano eslavo, al que hoy no tiene problemas, en su elucubrante empeño, en dejar sin recursos.

Naturalmente, la lectura que hace el pueblo ruso de a invasión, desinformado consciente o no de lo que pasa en el país vecino y sometido sicológicamente a la presión que supone la aniquilación permanente de cualquier disidencia, no es la misma que se hace o puede hacer desde Occidente. Mecido entre la ignorancia, el desinterés y el miedo a aparecer como rebelde y ser purgado sin piedad, el ruso medio no tiene -o no quiere tener- los elementos de juicio para comprender el alcance del genocidio perpetrado por el jerarca.

Como sucedió en Alemania. Mientras Hitler y sus huestes arrasaban el resto de Europa -y la Rusia de Stalin-, los alemanes se convirtieron en una dócil mayoría connivente, ignorantes a sabiendas de lo que pasaba con los vecinos judíos desposeídos de sus propiedades, embarcados en vagones que los llevarían a un destino desconocido (el exterminio con gas letal). El pueblo medio germano se mantenía aletargado por la envidia, el rencor y la pócima bien dosificada del odio ancestral a los judíos, dejando así el camino libre a los dirigentes nazis se tornaban cada vez más ávidos de acaparar los máximos resultados por su latrocinio.También prendió entre los alemanes que apoyaban ciegamente a Hitler la idea elucubrante de convertir a su país en el ombligo de Europa. La gran Alemania. La gran Rusia.

La resistencia ucraniana es impresionante, y el empeño de no dejarse avasallar, está aumentando la ira del orate y de sus generales que, metidos ya de lleno en la ignominia de los crímenes de lesa humanidad, ciegos de las consecuencias, necios, no vacilan en bombardear edificios (el teatro de Mariúpol, por ejemplo,a tacado el miércoles) donde se refugian miles de mujeres y niños, hospitales, industrias de referencia, zonas de avituallamiento, incluso los pasillos -humanitarios, les dicen- por los que pretenden escapar de los horrores de la guerra y la barbarie quienes hace apenas un mes tenían una vida normal, esto es, como la nuestra.

Una vida en la que se mezclaban las preocupaciones por acabar el mes sin agobios, acudir a la cita del maestro para enterarse de rendimiento escolar de los hijos, preparar las vacaciones, criticar o defender al Gobierno, pasear, leer un libro, ver la tele, llevar a los nietos al Parque, jugar a la petanca y hacer cola en el ambulatorio local para recoger las medicinas para la artrosis. Ahora la vida de los ucranianos en las trincheras consiste en intentar sobrevivir, matar al enemigo o ser su blanco objetivo, despedirse quizá para siempre de la mujer, de los hijos.

La larga conversación que mantuvieron el viernes, 18 de diciembre, Biden y JinPing no aportó ni esperanzas ni municiones nuevas para la paz. En lo que transcendió, más bien parece que ambos se comprometieron a no intervenir (visiblemente) en el conflicto, realizando un voluntarista himno por la paz.

Quienes interpretan la estrategia rusa en lo que se adivina como una metódica destrucción de la capacidad de superviviencia posterior de Ucrania, creen que se pretende poner al gobierno de Zelenski y a la opinión pública ucraniana (que es la europea) ante este terrible dilema: o se rinde sin condiciones o se confrontará, paso a paso, con un país crecientemente esquilmado, quemado, roto.

Sabemos bastante más de Ucrania, de sus ciudades, de sus gentes, que hace un mes. Ha crecido en nosotros, como una ortiga en camposanto, el odio contra Rusia, como trasunto del desprecio hacia el dictador y la simpatía hacia los ucranianos, encabezados por ese cómico convertido en general experto en coordinar la voluntad de un pueblo, Volodomir Zelenski. No basta. La opción de que la guerra termine por caída del sátrapa se abre camino hacia un horizonte de esperanza, mientras aquí también se empiezan a notar las consecuencias de la guerra. Todos somos más pobres, pero tenemos muy claro de qué lado estamos y quién va a perder, a la larga, una guerra que se libra en tantos frentes, que contará con tantas batallas,

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¿Qué quiere Vladimir Putin?

15 marzo, 2022 By amarias Deja un comentario

A los veinte días de esta guerra provocada por un infiel a las leyes de convivencia internacional, quizá ya algo cansados los improvisados comentaristas que se han convertido a alta velocidad en expertos en Ucrania, en armamento y hasta en interpretar las órdenes del infractor sobre el tablero de ajedrez en que convirtió un país hace un par de semanas, fértil y pacífico, seguimos preguntándonos cuánto va a durar esta guerra, cómo va a terminar, y con qué gravedad y por cuanto tiempo afectará a nuestras economías.

El escenario bélico, para quienes tenemos acceso diario y casi continuo sobre los desastres que está provocando esta barbarie, se va cubriendo de desolación, muertos, heridos, fugitivos y miles de millones de euros en edificios destruidos, pérdidas de terreno agrario, la ruina de empresas y familias ucranianas. No sabemos, o muy poco, cómo está afectando en verdad la presión internacional (me refiero, la del mundo occidental) sobre Rusia y, en concreto, sobre los bienes del propio Putin y los oligarcas que le rodean. Parece ser que la población rusa apoya mayoritariamente al sátrapa y permanece ignorante de la tremenda desolación que la pertinaz estrategia de tierra quemada del Kremlin está produciendo en el vecino pueblo eslavo, culpable únicamente de haber manifestado (por boca de su Presidente legítimo) que desearía incorporarse a la Unión Europea y, por qué no, disponer del abrigo antiainvasió de la OTAN.

El avance de la guerra permite tomar consciencia del resultado final previsible de esta contienda descomunal entre un perverso Goliat contra un enclenque David, provisto de una honda con una china que no llega a guijarro. Un David-Zelenski, al que, con una actitud que podría juzgarse de perversa, hemos estados animando desde la grada con aplausos y vítores.  No puede decirse lo mismo ahora, después de casi tres semanas de invasión, en la que la Unión Europea, a nivel colectivo e individual de los países miembros, ha comprendido que Putin-Goliat no va a detenerse hasta conseguir el rendimiento incondicional del Gobierno de Ucrania y que, aproximándose a la frontera de Polonia, en una maniobra de matón de barrio exhibiendo su fortaleza física mientras vapulea a un inocente estudiante de primario, parece indicar que está dispuesto a continuar la pelea con todo el que se acerque para separar a los contendientes o pretenda auxiliar al que, caído en el suelo, cubierto de tamaños moratones, con pundonor, rabia y fuerzas extraídas de su impotencia, tiene arrestos para reclamar del abusón, “¡Sigue pegándome, que te vas a enterar cuando me levante del suelo!”

Los comentaristas de este hecho singular que está marcando definitivamente la Historia coetánea, porque es capaz de señalar el final a muchos paradigmas, ponen de manifiesto, con esfuerzo inventivo, lo que quiere Putin: Apropiarse de una parte sustancial de Ucrania, e irse de rositas después de haber esquilmado el resto del país invadido y obligar, en un armisticio desleal, a que ese país mutilado jamás vuelva a intentar acercarse a la Unión Europea. La realidad es que la situación parece aún descontrolada -resiste Ucrania, persiste Rusia, observa Estados Unidos, teme el contagio la Unión Europea, y China se perfila como imposible tercero para mediar ante el loco de la badalaika y sus secuaces. Porque si existe un beneficiario claro de la guerra contra Ucrania es Xi JinPing, o sea, la capacidad expansiva de China para asumir el liderazgo económico y militar del mundo.

En verdad, no me interesa lo que piensa Putin. Me interesaría, y mucho, conocer lo que piensa la Unión Europea y, desde luego, nuestro chico de ZumoSol (perdón por la frivolidad) sobre cómo parar la guerra. Mientras -supongo- los thinktank occidentales se devanan los sesos sobre las opciones, debemos dar por seguro que, aunque se consiga detener mañana mismo la masacre ucraniana, por más que sea factible llegar en un plazo muy corto a contar exactamente los muertos, heridos y forzados expatriados del país de la bandera azul y amarilla, aunque se empeñen los amigos occidentales del Estado oprimido por el garfio del terror en recuperar la mayor parte de los edificios y la actividad destruída por la inicua guerra, los daños colaterales para la Unión Europea serán brutales. Estamos en vísperas de una recesión brutal.

¿Qué quiere la Unión Europea? ¿Va a dejar que sea un solitario Macron, en conversaciones telefónicas muy confidenciales con el sátrapa, quien pida clemencia sobre Ucrania? ¿Se atreverán todos los líderes del mundo occidental -todos, unidos. solidarios- a decir alto y claro, a Putin y sus secuaces, que no van a consentir que ni por un minuto más se siga machacando un país libre y que, nobleza obliga, vale más morir con honra que vivir con vilipendio?

No se si el lector duerme tranquilo, puede disfrutar sin sobresaltos de su hasta hace veinte días merecida sensación de bienestar. No oigo aún el clamor que llegue, por todos los medios al alcance occidental (ya que no parece que se pueda contar con esa otra mitad del mundo percibido como oriental y proclive a juzgar las cosas con sus propias anteojeras), hacia la población rusa.

La periodista Marina Ovsiannikova, detenida el libes al irrumpir durante la emisión de los informativos en la Primera cadena rusa, exponiéndose conscientemente a perder su libertad y se juzgada por terrorismo, marca un camino. Lo presentó en un cartel improvisado, con letras desiguales y aspecto cutre, en inglés y ruso. Sobre todo en ruso: No a la guerra. Os están mintiendo” Que pare ya este despropósito. No oigo el clamor. El morbo de contar noticias sobre refugiados, muertos en las calles, destrucción y centrales nucleares que se apagan, unido a la subida de precios constante, disparada en nuestros mercados, debe quedar sepultado, cuanto antes, por una posición sólida, inmensa, única, contra la guerra. No quiero que se nos juzgue desde el vilipendio, la complacencia, el mirar hacia otro lado. No va solo por mí, viejo y enfermo. Va por todos.

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