Al socaire

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Archivo de enero 2021

Cambio de fichas

27 enero, 2021 By amarias 10 comentarios

Salvador Illa deja hoy (27 de febrero de 2021) de ser Ministro de Sanidad y Carolina Gandarias, Ministra hasta ahora de Administración Territorial y Función Pública pasa a ocupar esa cartera, dejando la suya en manos de Miguel Iceta, candidato anterior a la Presidencia de la Generalitat de Cataluña y cabeza del PSC.

Se trata de un movimiento político, alejado de todo deseo de mejora de gestión en relación con la pandemia que nos está agotando la paciencia y los dineros. La incorporación de Iceta, partidario confeso del indulto a los separatistas presos y de la coalición con los partidos separatistas catalanes, no es sino la apertura del campo de negociación apetecido para conseguir incrustar al Partido de Sánchez en un Gobierno de coalición de la maltrecha comunidad catalana, copia del que padecemos en el Gobierno de España.

Tendríamos así un apetecible duplicado por Sánchez para la prolongación de su estancia en el Gobierno, si tiene efecto el llamado “tirón” de Illa como catalán conocido del Gobierno por su presencia en los media para presentar en positivo los pésimos datos de evolución de las fases por la que pasó y pasa aún la pandemia de la Covid, y agarrado ahora al soplo salvador que confía en el efecto de las vacunas adquiridas por mediación de la Unión Europea. Contará también la venta de la triste realidad de que los datos de contagios, fallecidos y agobios en los hospitales son malos en todo el mundo civilizado, salvo en China y en los países menos transparentes del mundo, o ya contaban con esa vacuna antes de que se propagara el virus u ocultan los datos reales con desfachatez.

De aquí vendría, pues, el indulto para los políticos separatistas condenados, constando su arrepentimiento, al menos, formal, y la firma del Jefe de Estado, un Rey que está poniendo en evidencia heroica su capacidad de aparecer como cabeza visible de un país en descomposición. Se acometerá una reforma ligera de la Constitución. No se reformará el artículo II -al menos, no en lo sustancial, seguiremos siendo una Monarquía parlamentaria-, pero se transferirán aún cuotas mayores de autonomía a Cataluña y, por contagio, a las regiones pretendidas como históricas, con lo que tendremos definitivamente un Estado federal de dos velocidades, insolidario y anómalo, con una recuperación disímil, asimétrica, de la crisis económica que la pandemia ha acelerado hasta el límite de nuestra resistencia.

Estoy seguro que, de seguir este camino que aparece trazado por la anomia de una sociedad desorganizada y falta de empuje, así como durante décadas España ha sido ejemplo de traslado pacifico desde una Dictadura a una Monarquía parlamentaria, ejemplo de democracia, seremos nuevamente objeto de estudio por el efecto contrario: paso de una estructura democrática y parlamentaria, bajo la bóveda propagandística e histórica de una Monarquía con excelentes relaciones internacionales y un efecto carismático, a una república populista, empobrecida y sin peso relevante en el panorama internacional.

Sic transit gloria, Hispaniae,

Publicado en: Actualidad, Política Etiquetado como: administraciones públicas, Cataluña, Darias, Iceta, Illa, indulto, Monarquía, monarquía parlamentaria, reforma Constitución, República, Sánchez, separatismo

Nací con vocación de emigrante (Poema)

14 enero, 2021 By amarias 2 comentarios

Temo que este poema no me generará simpatías entre algunos ovetenses de pura cepa y, desde luego, no ayudará al proceso irreal que me pudiera significar el ser hijo predilecto de Oviedo, pero está escrito con el corazón. Lo que nadie podrá quitarme, incluso desde el más profundo y radical de los desacuerdos con lo que no deja de ser mi historia particular, es que nací en Oviedo. Que siento la decadencia de la ciudad, que atribuyo en buena medida a las tensiones locales viejas, pero persistentes, entre algunos personajes que no han viajado o no han asimilado lo que vieron fuera.
Y, por encima de cualquier consideración y matiz, me siento muy orgulloso de ser asturiano. Un aldeano.

47

Nací con vocación de emigrante, en Oviedo,
de un tronco con profundas raíces asturianas,
sin cobijo en la Historia escrita por los vencedores.

Fui un niño aplicado, empeñado en hacer de mi capacidad
un estandarte para escapar.

En mitad de la adolescencia,
al morir mi madre,
el sueño de estudiar en Madrid se frustró
y puse ojos
a conocer mejor la ciudad,
descubriendo que, junto a los barrios
oliendo a brillantina, a Ducados y a incienso,
había prostitutas y chulos en el Naranco,
cenáculos aptos para conspirar en locas aventuras imposibles,
agentes de la brigada especial sentados a tu lado en los bancos de la Universidad,
y letrados de oficio y pasantes haciendo sus dientes con rateros, impagados y coimas.

Entretuve la horas que no dedicaba a estudiar
enredando piruetas con aficionados al teatro
y dedicando versos apasionados a ninfas esquivas.

Cuando, ya casado y con hijos,
estando mi futuro sosegado y escrito,
tuve la verdadera oportunidad de marcharme
a un trabajo que nadie quería;
no lo dudé, hicimos el petate
y nos fuimos a la conquista de un espacio al hierro español en Alemania,
donde aprendimos a controlar las prisas,
elegir bien las palabras si vas a comprar o vender,
distinguir el pepino holandés del más sabroso, cambiar la apetencia a pescado por codillo,
desconfiar de los negocios propuestos por amigos italianos
y saber mirar detrás de las fotos familiares alemanas
en busca del hueco de la esvástica.

En fin, entendimos que nadie espera
la vuelta del emigrante, porque han ocupado tu sitio y borrado tus huellas.
Pero me llamó un Presidente que no conocía
para ofrecerme un puesto en la Administración y no supe resistir, provocando
una  polvareda de envidia y recelos
de la parte de algunos parvularios de mi patio de colegio.

Me salvé por los pelos de un oprobio orquestado,
pero no pude ver un pozo más profundo
en el que habían anidado
sabandijas y cuélebres.

La ciudad languidecía,
mercando el ritmo a una región
en la que se apagaba el fulgor
de los cubiletes de acero y el chisporroteo
de las centrales de carbón,

Emigré otra vez, entre el silencio
de colegas y los aplausos de quienes festejaban
mi patada en el culo.
Po el retrovisor,
mientras rehacía mi vida entre descon0cidos,
pude ver cómo algunos de quienes habían hecho de la voluntad de quedarse
la razón de sus vidas
se despellejaban por ser el primero de las clases vacías.

Tuve éxitos, triunfé varias veces, me rehice de algunas heridas
y, para mi sorpresa,  cuando volvía a la ciudad donde nací,
siempre me cruzo con gentes cuyo rosto no identifico
que me saludan con un “hasta luego”,
como si no fuera cierto que llevo treinta años ausente.

Oviedo se ha poblado de incógnitos,
aunque cuando cae en mis mandos
algún períódico con noticias de su prevalencia,
encuentro  nombres sabidos en una esquela, la foto de un viejo
teorizando sobre cuanto debió hacerse,
y la reseña de grupos de eméritos
celebrando sus bodas de oro con la decadencia,
entre asados de cordero y cachopos de merluza.

Desde una cama del Hospital de Madrid
en donde recibo la sesión de quimio
que han pautado unos seres miríficos:
sonrío mientras esto escribo,
dudando si ser ovetense no fuera conmigo,
al menos ese Oviedín del alma que late en algunos,
con núcleo duro en la calle de Uría
en donde se cuecen los límites
de lo que sebe ser considerado la pauta, lo esencial de esta región,
y que tanto me ayuda a volverme aldeano, sentirme, ante todo,
asturiano. De pueblo, de los sitios donde plantaron sus árboles
mis antepasados anónimos.

12 de enero de 2021

(“La advenidad debería haberme hecho fuerte”, @angelmanuelarias)

 

Publicado en: Actualidad, Personal, Poesía Etiquetado como: angel manuel arias, Asturias, hospital, la advenidad, oncología, Oviedo, poema

Del Diario de un Hombre Educado (Poemas)

10 enero, 2021 By amarias Deja un comentario

Entre 2017 y 2018 -sobre todo, en este último año) escribí los 100 Poemas que forman parte del Libro “Diario de un Hombre Educado (para subsistir)”. Forman, dentro de mi producción poética, un universo singular. La mayor parte están escritos, contradiciendo lo expresado en el título, en muy pocos días. Aquí recojo algunos:

1

No escribo para alcanzar la posteridad
sino para convencerme de que existo.
Casi todos los días
se me ocurre una nueva paradoja
aunque la más recurrente
me empuja a retornar a casa con las manos vacías.
Necesito cerciorarme
del interés de alguien desconocido
por mi obsesión,
para intercambiarla con la suya.
Si también es un náufrago,
compartiré la tabla que lleva mi nombre,
y confío que resulte suficiente
para mantenernos a flote
hasta el último maremoto.

2

Todos los atardeceres señalan
el final de alguna oportunidad,
En la playa de Santa Ponsa
-a la que no he vuelto
desde hace más de cuarenta años-
contemplo cómo se va el día,
engullido por el horizonte,
Después, caminando por el paseo marítimo
trato de encontrar alguna huella
que me conecte con nuestro pasado.
No reconozco nada.
Puede que solo permanezca
la ficción de haber estado aquí.

27

El musical
ofrecía una tragedia espantosa.
Celos, miseria, asesinato alevoso,
un desahucio
y amor no correspondido.
Los actores
bailaban y cantaban
poniendo énfasis fatal
sobre las desgracias.
El público
disfrutaba de lo lindo
porque desconocía
que a la salida de teatro
la realidad les aguardaba
con una sorpresa.

(1 de junio de 2018)

43

He llegado el primero
y antes de la cita programada
a la consulta del ambulatorio.
Así me da tiempo
para preparar lo que voy a decir
al facultativo,

Duermo mal, me encuentro cansado,
polifágico, neurótico, miasténico,
hipertenso, hipopotasémico,
irritable…

Mientras consultaba mis notas,
la sala de espera
se fue llenando de pacientes.
Me pareció
que todos se encontraban
en peor estado que yo.

Cuando la doctora me preguntó
cómo me sentía
con el nuevo tratamiento,
gané su sonrisa de satisfacción
al mentirle
que estaba curado,

(10 de junio de 2018)

68

Si llego tarde, si llego temprano,
que esperen, espero yo.
Un macho de oropéndola
me provoca
con su silbo inconfundible,
camuflado entre las hojas tiernas
de un abedul.
Me visto de paciencia,
enfocando hacia el ramaje,
sin verlo aún,
sin distinguir su plumaje
-amarillo dorado, vibrante-,
preparado
para el momento (¿mágico?)
en que cambie de sitio
y lo detecte al fin.
Me llaman, han llegado;
será mañana
otra ocasión nacida.

(15 de junio de 2018)

Si os gustan mis poemas, recuerdo que tengo centenares publicados en este blog, que se pueden encontrar agrupados en la Categoría “Poesía”.
@angelmanuelarias

 

 

Publicado en: Personal, Poesía Etiquetado como: angel manuel arias, diario de un hombre educado, poesía

Salvados por la UME

9 enero, 2021 By amarias 2 comentarios

El alcalde de Madrid, Sánchez Almeida (que, vaya por delante, se ha granjeado mi simpatía), ha apelado a la Unidad Militar de Emergencias como medida para aliviar el caos que la tremenda nevada de estos días (8 y 9 de enero de 2021 y, para seguir) ha provocado en la ciudad.

Las calles se han convertido en pistas de patinaje para los amantes de los deportes de invierno, los automóviles no circulan salvo con cadenas (y aún así en ciertas zonas el tránsito es imposible) y el única transporte publico que funciona es el Metro. Centenares de automovilistas han estado toda la noche varados en las vías de circunvalación (M30, M40, en especial en los túneles) y en muchas carreteras de acceso a la capital.

La nevada caída, con espesores de nieve de medio metro en el centro de la ciudad es la mayor que se recuerda por los más ancianos. Habría que remontarse a principios de los 70 del pasado siglo. Madrid ha agotado sus efectivos para combatir la ola de frío: no hay quitanieves suficientes, ni los bomberos poseen el equipamiento y formación necesaria, ni…la población tiene la menor experiencia para enfrentarse con tal manifestación del poder de un elemento, por otra parte, tenido por simpático. Se ha informado de una persona fallecida por causa directa del frío en esta madrugada (un “sintecho”) y otra a la que cayó encima un bloque de hielo desde un tejado.

Quiero poner todo el énfasis en la Unidad Militar de Emergencias como una evolución necesaria, convertida en imprescindible, de las Fuerzas de Defensa, para atender, como su nombre indica a situaciones anómalas de extrema peligrosidad. Los militares de la UME han salvado a personas arrastradas por una riada, o a alpinistas a quienes sorprendió una avalancha o … han limpiado un río de plantas o algas invasoras. Esos militares, seleccionados entre voluntarios, han llevado su actuación benemérita fuera de nuestras fronteras, para auxiliar en el rescate de personas afectadas por un terremoto, una tormenta tropical o…cualquier contingencia dramática en tiempos de paz.

Quiero subrayar que no me parece que sea una función capital de los Ejércitos actuar como Fuerza de Emergencia en tiempos de paz. Me parece que la policía, los bomberos, los servicios para afrontar contingencias comunes deberían estar preparados y equipados para solventar esos problemas, incluso los muy graves, con sus propios medios. Acudir a la UME debería ser una situación excepcional, pero no ya por la situación de emergencia, sino como elemento de apoyo o refuerzo, cuando la contingencia exige el máximo de atención.

El Club Español de Medio Ambiente (CEMA), a cuya Junta directiva pertenezco desde hace décadas, y de la que fui uno de sus primeros directores-gerentes, tuvo la perspicacia de conceder una de sus prestigiosas medallas, la de 2018, a la UME por sus actuación general y, en particular, por las que se refieren a la defensa del Medio Ambiente. Fue en febrero de 2019 y ese modesto cronista de una parte de cuanto sucede a su alrededor, cubrió el evento con una entrada en este mismo blog, que invito a releer (La UME con el CEMA).

Que el frío de nos haga olvidar que tenemos que luchar contra un virus pestilente. Y acuérdense de quitar la nieve de la entrada a la casa y al garaje antes de que se convierta en hielo (se anuncia un bajonazo de temperaturas en esta noche), además de procurar alejarse de los aleros.

 

Publicado en: Actualidad, Ejército

Frail democracies (Débiles democracias)

7 enero, 2021 By amarias Deja un comentario

Los gravísimos sucesos protagonizados por un grupo de miles de simpatizantes del derrotado presidente norteamericano Donald Trump, aún en funciones, tomando al asalto el edificio del Capitolio en Washington, donde los representantes de la nación deberían confirmar, de forma definitiva,  la  victoria del candidato demócrata, Joe Biden, no pueden ser considerados como un hecho aislado, anómalo, de la política norteamericana y, apurando el tiro, de la mundial.

Hay que incluir el hecho en su contexto: aquel que llevó a un individuo sin escrúpulos, con una trayectoria personal deplorable -en lo ético y en lo estético- a ocupar la presidencia del país más poderoso (aún) de la Tierra, con capacidad para decidir sobre el núcleo duro de la política internacional y posibilidad de control del más poderoso armamento mundial, además de actuar, impulsándolos o detrayéndolos, sobre sectores clave del bienestar de ese país (y de forma indirecta, sobre cientos de otros), como son la economía, los impuestos y los servicios sociales.

Es imprescindible ahora extraer de ese hecho y de la trayectoria que lo provocó, las enseñanzas, prevenciones y defensas frente a las amenazas que asedian la voluntad mayoritaria de democracia en Estados Unidos y en muchos países desarrollados y  comprometen, por tanto, la credibilidad de sus actuaciones de rechazo a las dictaduras. No se puede alardear de ejemplar si quienes están al cargo de sus instituciones no lo son.

El intento de golpe de Estado que pretendieron los seguidores del candidato derrotado, irrumpiendo con violencia y armas en la sede donde se concentra la esencia de la voluntad popular, fue visto, prácticamente en tiempo real, en cientos de millones de hogares. Ese intento de actuar contra las vías democráticas, tergiversando y adulterando los procesos reglados constitucionalmente, tiene un responsable. Resulta insólito, increíble, inimaginable, que sea el propio presidente de la Nación el instigador de tamaña irregularidad.

Parece necesario asimilar la dura verdad. La actuación claramente delictiva, intolerable, fue propiciada, desde meses antes, y de forma continuada, por el propio presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. No estuvo físicamente a la cabeza de los asaltantes del Congreso, pero sí fue su instigador. Expresó, una y mil veces, en múltiples alocuciones públicas y mensajes en las redes sociales, su argumentario terrorista: que “se le habían robado las elecciones irregularmente”, y que el “ganador era él”, en contra de las conclusiones de las comisiones electorales. Persistía Trump en esas declaraciones amenazantes, desestabilizadoras, sin doblegar su opinión, a despecho de certificaciones en los recuentos, de las decisiones judiciales y de la confirmación de la validez del resultado electoral, por el propio Tribunal Supremo. Es decir, consciente de actuar contra las previsiones constitucionales y legales.

¿Qué pretendían los asaltantes? ¿Podrían haber creído, por un solo instante, que amedrentando a los senadores con su presencia violenta, cambiarían el resultado de las elecciones y les obligarían a votar a favor de su candidato? ¿Eran votantes disgustados de Trump, o grupos de alborotadores organizados, a los que únicamente guiaba la destrucción del orden, causar daño, amedrentar a la ciudadanía pacífica, con la representación de una escena de terror, para que fueran registradas en la memoria colectiva, como un aviso?

No caigamos en esa trampa exculpatoria. Volvamos al núcleo. El sospechoso de ser culpable máximo de esa manifestación de violencia contra las instituciones democráticas es el actual presidente de los Estados Unidos, el perdedor en las elecciones, Donal Trump. Ante un hecho tan grave, su incriminación, de ser probada -aunque todos hemos sido testigos de su actuación llena de riesgos e incitaciones al comportamiento delictivo de la masa de sus votates, soliviantando a sus seguidores al calentar sus mentes con el fantasma del pucherazo electoral, mantenido a despecho de las comprobaciones y evidencias.

Me temo que, independientemente del desenlace, y de los daños (no menores: cinco fallecidos, decenas de policías heridos, del orden de un centenar de procesamientos por delitos de sedición, atentados a la autoridad, violación de espacio público reservado, desórdenes, al margen de la excepcional aplicación de la Ley marcial, de la decisión por parte del vicepresidente, desacreditando al presidente mismo, reclamando la actuación de la Guardia Nacional, etc.), el mayor daño a la democracia está hecho. El Presidente se ha convertido en el principal impulsor de las huestes que atentaban contra la democracia.

Estados Unidos ha dejado de ser ejemplo de nación en donde las libertades, el respeto a la ley y a las instituciones, formaba parte de la idiosincrasia nacional. En realidad, teníamos elementos para sospechar que era un espejismo o una verdad con importantes grietas:  violaciones de derechos en distintos puntos del país, la marginación por el color de la piel, la ausencia de protección a los débiles, el menosprecio o uso utilitario, de los gobiernos de otros Estados, progresión armamentística y debilidad de la asistencia social pública, etc. -. Estábamos cerrando los ojos para ver solo lo que nos apetecía ver de lo mucho que ofrecía un país, en muchos otros sentidos, admirable.

La situación de asalto a la democracia que estamos viviendo en España es parte del mismo mal que asola Estados Unidos y se difunde, como una peste, por todo el mundo. Dictaduras que se califican a sí mismo de democracias, elecciones trucadas, representantes de facciones que secuestran la voluntad de las mayorías. Aquí y allá vemos ejemplos sangrantes de secuestros de la democracia, abusos de poder, palabrería adormecedora por parte de quienes están en los gobiernos, para aplastar, asustar o engatusar a los que no pensaban como ellos.

Tenemos en nuestro país razón para preocuparnos, si aún no lo habíamos hecho. Cuando desde la cúpula del gobierno se alimenta la insurrección, se está atentando contra la esencia de la democracia y las consecuencias de esa vil actuación son imprevisibles. Podríamos tratar de encontrar diferencias, tranquilizar los ánimos expresando que eso no está pasando aquí y no puede pasar aquí. A mí me resulta muy difícil sumergirme en esa abstracción, y confirmo los motivos de preocupación cuando escucho algunas declaraciones de ministros del actual gobierno de España.

 

Publicado en: Actualidad, Política Etiquetado como: asalto, Biden, Capitolio, delito, democracia, españa, gobierno, Iglesias, política, Sánchez, Trump

Elogio y servidumbre del centro

4 enero, 2021 By amarias Deja un comentario

El año que se nos ha ido (2020) nos ha dejado varias preocupaciones de entidad, que corresponderá resolver lo antes posible, para evitar que los daños sean tan profundos que haga irrecuperable, no ya la situación de partida, sino un nivel de satisfacción social y económico que no signifique la ruptura del modelo.

Por supuesto, la superación de la pandemia es la urgencia más acuciante. Hasta la aplicación masiva de las vacunas contra el virus invasor y alcanzar ese deseado “nivel de protección de rebaño”, no llegará a los mercados la tranquilidad suficiente para garantizar la recuperación.

Con un panorama tan grave, la economía no es actualmente el motivo principal de preocupación. A nivel tanto individual como colectivo (a salvo de algunos descerebrados) el temor a sufrir el ataque de la Covid y resultar gravemente afectado, cuando no pasar a engrosar el número de fallecidos gravita como un fantasma y cuestiona el alcance y calidad de la asistencia sanitaria, la capacidad organizativa de la administración para garantizarla y, en fin, el eficaz comportamiento protector frente a esa amenaza.

La multiplicidad de posturas de los gobiernos central y regional para defenderse de la pandemia, tratar reducir el número de contagios y, en lo posible, evitar el colapso de la economía, ha abierto debates, sobre lo que de hizo  bien, mejor, o muy mal. Los gansos de cada Capitolio, alzando su griterío,  siguiendo las directrices marcadas por el pesebre, han alabado unos gobiernos, denigrado otros y, en fin, contribuido a generar intoxicación sobre el ciudadano medio.

A salvo de aquellos cuya convicción ideológica sea tan fuerte que les impida valorar la realidad y analizar la calidad y eficacia de las alternativas, parece razonable concluir que carecemos, a estas alturas de la crisis pandémica, de un procedimiento realmente efectivo para garantizar con total seguridad que el virus no nos ataque individualmente. Y la incertidumbre se mantiene cuando todo parece anunciar que nos encontramos ante una tercera ola de la pandemia, de programación más veloz y capacidad de contagio mucho más agresiva.

No creo que nadie ponga en duda la poca información fidedigna sobre la forma de protegerse individualmente contra el virus. Me permito hacer unas pocas preguntas, para poner en evidencia que no existe una respuesta ciudadana única, en la interpretación individual de la ciencia oficial: 1) ¿Cada cuanto se debe cambiar la mascarilla y, por tanto, cada cuánto cambia su protección cada una de las personas con las que nos cruzamos en la calle o coincidimos en el restaurante o en el transporte público?  2) ¿A tenor de la variedad de mascarillas que se ofrecen en el mercado, cuáles son las realmente eficaces? ¿Cómo se controla y garantiza su homologación? 3) Admitiendo que lo importante es controlar la secuencia de contagios a partir de un foco ¿Por qué es más grave reunir a diez personas que a seis o a sesenta y siete?  4) ¿Cómo garantiza que los teatros, restaurantes y comercios, estén libres de virus? ¿Quién lo controla? 5) ¿Cuál es el actual procedimiento más eficaz para conseguir curar -si esta palabra puede usarse con propiedad- a un enfermo grave de Covid? ¿Existe un protocolo común a todos los centros hospitalarios? ¿Y para derivar a un paciente desde los centros de atención primaria? 6) ¿Cómo se lleva y llevará el control de los vacunados en primera y segunda dosis? 7) ¿Qué porcentaje de vacunas (actualmente, todas de doble implementación) y, en particular, la de Pfizer que debe conservarse a muy baja temperatura hasta ser administrada, pero no se puede volver a congelar, se pierde por falta de coordinación o por no acudir los convocados a la cita de vacunación? 8) ¿De verdad, es admisible aceptar que las mascarillas que llevan la ciudadanía, a parte de su homologación primaria, tienen el mismo grado protector? (algunas parecen haber criado hasta gusanos).

La terrible disparidad ideológica que sufrimos en España, con un gobierno central de izquierdas que, a cada paso, demuestra su carácter bicéfalo y algunos gobiernos regionales -los más significativos, el de Madrid y Galicia-, de orientación hacia la derecha, nos hace cuestionar, una vez más que significa realmente, ser de izquierdas o derechas. Es imposible identificar los viejos principios de acción ideológica en ninguno de ellos. A Ayuso y a sus consejeros les acusan quienes molesta que gobiernen en Madrid, de favorecer a la empresa privada. A Sánchez y a los ministros del PSOE sus detractores les tachan de mentirosos y falsarios. Hay que dejar aparte a Iglesias y a sus ministros (incluido el desvaído Garzón), por supuesto, cuyo único ideario parece ser conducirnos de forma rampante al modelo de una república cubano- bolivariana, con similar esquema de liderazgo.

Echo de menos al centro, ya sea centro izquierda o centro derecha. Políticos capaces de pensar y actuar de forma global, integral, sin estridencias y con eficacia. Gentes que no son devotas de Hayek ni de Marx, pero saben de qué se trata. Que conocen los entresijos de la economía y no espantan al potencial inversor. Que reconocen sus debilidades y potencian sus fortalezas, sin engañar ni engañarse. No me gustan los extremos, porque la polarización conduce -siempre, según la Historia- al desastre.

Ha sido una desgracia para España que Ribera (Alberto) y Sánchez (Pedro) hayan perdido el norte de la necesaria sintonía. Costará mucho recuperar ese centro sobre el que hacer pivotar la política y la economía, si es que se consigue.

Hasta entonces, aconsejo no quitarse las manos de la cabeza. Sí, cambiar cada cuatro u ochos horas las mascarillas, airear los espacios y aguardar pacientemente a que nos llegue el turno para ser vacunados…con suerte, dentro de un par de años, salvo cambio de estrategia.

 

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: Ayuso, centro, covid, crisis, económica, Hayek, Marx, Podemos, PSOE, Ribera, Sánchez, vacuna

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