Al socaire

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Archivo de enero 2019

El derecho a la huelga de los taxistas

25 enero, 2019 By amarias 1 comentario

La magnífica red de transporte público de Madrid-capital, mi concienciación ambiental sin resabios tecnicistas de que hay que restringir a lo indispensable la utilización del vehículo propio  y, no en último lugar, la drástica reducción de mis ingresos por la engañosa jubilación activa, me han desconectado bastante del mundo del taxi como usuario.

Sin embargo, el tratamiento experimental (fármaco vs. placeb0) que recibo desde hace un año y su intenso seguimiento -sufragado por Roche y la Unión Europea-, me acercaron al funcionamiento de las plataformas VTC; es decir, de Uber y Cabify.

De esa experiencia personal, surgió la convicción de que el “gremio del taxi” tiene bastante que aprender en punto a la calidad ofertada. Los conductores de los vehículos que me atendieron en este año (más de cien viajes), todos sin excepción -españoles como extranjeros- respondían a una base de homogeneidad de muy alta gama, eran el resultado eficiente de una concienciación de que debían brindar al usuario un servicio irreprochable.

Tengo suficientes familiares, amigos y conocidos entre los usuarios del servicio público del taxi en Madrid o Barcelona para poder afirmar que el mundo del taxi no ha conseguido eliminar, sino al contrario, las ha exacerbado, las actitudes negativas, molestas, incluso desagradables, de algunos individuos que se dicen taxistas porque ocupan un auto con licencia para ese cometido.

La amabilidad, corrección en la vestimenta y cortesía de los conductores de TVC, la limpieza exquisita de los vehículos que usan (privados como de las empresas), la puntualidad del servicio (incluida la llamada al móvil si el estado de la circulación provoca el mínimo retraso), la atención general al pasajero sin la menor interferencia del capricho del conductor (temperatura, emisora de radio, velocidad, lugar de parada, etc.), la conversación respetuosa o el silencio concentrado a voluntad del pasajero, parecen ser las normas principales que rigen la actuación de quienes conducen los impecables automóviles, soportados, puede uno imaginar sin esfuerzo, por una estructura que funcionaba sin fisuras.

Qué alivio saber que el conductor del coche que me recogía en el aeropuerto, en los Juzgados o en el Hospital, para conducirme a casa no mascullaba improperios cuando le comunicaba la dirección, quejándose porque había tenido que esperar nosécuántas horas para conseguir aquel miserable viaje que yo le estaba demandando. Qué tranquilidad saber que no tenía que tapar mis pituitarias para evitar, en lo posible, el flujo del tabaco o del sudor que impregnaban el vehículo. Qué agradable sensación poder indicar, antes de iniciar el viaje, si deseaba o no escuchar esa música, o ese comentarista radiofónico o concentrarme en el silencio. Qué maravilla resultaba advertir que el conductor recogía mis pertrechos del maletero y los depositaba con cuidado en la acera e, incluso, se ofrecía a llevarlos hasta el portal.

Por supuesto, aunque no conozco a todos los taxistas de Madrid o Barcelona, doy por seguro de que una mayoría son serios, educados, responsables y cumplen con lo que cabe exigir a su profesión, como servicio público. El Ministerio de Transporte ha dado a conocer que existen 65.973 licencias de taxi en España frente a 13.125 licencias de los Vehículos de Transporte Concertado (VTC). Sabemos también que en Madrid son 15.576 los taxis frente a los 6.559 vehículos VTC(es decir, el 29,6% del total)  y en Barcelona, respectivamente, 10.991 frente a 2.283 (el 17,20%). No parece que las cifras alcancen características de escándalo.

Escribo estas líneas el 25 de enero de 2019, cuando los taxistas de Madrid y Barcelona llevan en huelga de varios días. No tengo muy claro lo que piden exactamente, aunque me esfuerzo en entender que su exigencia fundamental es que se implemente una regulación que restrinja la libertad de contratación de vehículos a las plataformas de transporte concertado. La regulación del transporte es competencia transferida las autonomías, que son las que se encuentran con la patata caliente de esas reivindicaciones.

En la Comunidad de Madrid, donde aún gobierna el Partido Popular con el apoyo de Ciudadanos, la patata quema las manos de mi colega de carrera de ingeniería Angel Garrido,  emparedada su capacidad de acción entre el gobierno central donde aún coaligan PSOE y las fuerzas separatistas y oportunistas y el equipo local de la supermagistrada Carmena, ocupada en la prolongación de su mandato en la alcaldía con nuevos mimbres. En la Comunidad catalana, el desbarajuste competencial ha puesto el protagonismo para resolver el conflicto en la incalificable Ada Colau y las mareas.

Puede que los taxistas tengan alguna razón, pero la razón que tienen debe ser poca, y la poca que tienen, la han perdido, para mí al menos, por la forma de reclamarla.

Porque, como ciudadano, como usuario del taxi cuando lo necesite o me de la gana y como trabajador autonómo o empleado que no tiene forma de presentar sus deseos, y argumentar sobre sus derechos más que en los tribunales de justicia o por la vía de los representantes políticos legítimamente votados, no quiero ser rehén de nadie, y menos aún de quienes detentan la responsabilidad de ofrecer un servicio público.

No puedo quitar de mi cabeza el rostro de un par de energúmenos (desconozco su posición en el gremio de taxistas madrileños, pero debe ser importante) gritando blasfemias, amenazando a otros ciudadanos, envenenando la imagen exterior del país, enfrentándose a las fuerzas del orden -que hacen su trabajo, nada fácil, de garantizarlo-, paralizando vías públicas y dificultando con ello el transporte a los aeropuertos y estaciones ferroviarias, a las Ferias y Certámenes, y, en fin, quitando tiempo para ir al trabajo, al ocio a a sus hogares a cientos de miles de inocentes, ajenos a su problemática, como los taxistas son ajenos a la suya particular.

Hay que revisar el derecho a la huelga, señores legiferantes. La huelga de los taxistas ha puesto, otra vez, el dedo en la llaga de un derecho demasiado laxo, incompatible con la necesidad de mantener servicios públicos y con la honestidad y seriedad exigible a quienes están obligados a ofrecérnoslos sin mácula. No quiero que se me utilice como rehén de ninguna pretensión, por legítima que parezca a quien la ponga sobre la mesa. Ni controladores de vuelo, ni conductores de metro o autobús, ni pilotos de aviación, ni encargados de seguridad de centros públicos, ni, sin pretender ser exhaustivo, taxistas. Como no sería tolerable -ni imaginable, seguramente- encontrarnos con una huelga de guardias civiles, militares o policías nacionales.

La huelga de taxistas ha significado un aldabonazo sobre la democracia, la libertad económica, la capacidad de negociación de los políticos y el uso torticero de medios para conseguir lo que un colectivo reivindica como justo. De todos esos factores, hemos sido rehenes, lo estamos siendo mientras dure la huelga de los taxistas.

En mi opinión, además, se han disparado un tiro en el pie. Salgan como salgan del conflicto, habrán perdido.


Este ave que sale del agua dando aletazos apresurados, es un charrán común (sterna hirundo), con su plumaje de verano, distinguible sobre todo, en este caso, dado el ángulo de la toma fotográfica, por la “boina” negra de la cabeza, que le llega a la altura del ojo; aunque no se aprecie claramente aquí, el pico del ave es rojo anaranjado, que pasa a ser de color gris negruzco en invierno. Las primarias interiores, traslúcidas, contrastando con las exteriores, más oscuras (formando una cuña) y el comportamiento cuando está pescando, pues se cierne y zambulle con brusquedad cuando detecta una presa, son otras características de este ruidoso y simpático miembro de la compleja familia de los charranes.

 

 

Publicado en: Actualidad, Administraciones públcias, Transporte Etiquetado como: Barcelona, Cabify, competencia, derecho, huelga, Madrid, plataforma, rehenes, reivindicaciones, taxi, taxistas, TVC, Uber

Carta abierta a la Ministra Margarita Robles

22 enero, 2019 By amarias Deja un comentario

Querida Ministra de Defensa:

Te ruego, ante todo, disculpas por el tratamiento confianzudo. No nos conocemos más que “de vista”, pero prefiero no encabezar mi carta con el formulismo de “estimada”, pues, tratándose de alguien ahora dedicada a la política, no deseo ser interpretado (ni bien ni mal) por razón de un ambiguo adjetivo calificativo.

Más justificada está la proximidad gramatical entre colegas al ser yo también licenciado en Derecho, aún reconociendo que mi currículum no soportaría la comparación con el tuyo, plagado de reconocimientos y méritos.

Parece ser que, además de por tu excelente trayectoria profesional, entre las razones no curriculares que contaron para tu designación como Ministra de Defensa por el actual presidente español, Pedro Sánchez, se encontraba la de tu calidad de persona ajena al escalafón militar. Después de siete meses de ejercer la más alta posición sobre las delicadas cuestiones que afectan a las Fuerzas Armadas y a la Inteligencia, pocas cosas te serán ya ajenas, dada tu capacidad y perspicacia.

Permite, sin embargo, que desde los entresijos de la llamada sociedad civil, en la que los militares suelen situarnos a los que no tenemos ni tuvimos vinculación laboral, funcionarial ni política, con los Ejércitos, exponga mi posición respecto a algunas cuestiones que afectan a la organización de la Defensa española.

No pretendo ser original. Me guía el deseo de expresar las inquietudes y reflexiones propias de un ciudadano preocupado por las cuestiones que afectan al devenir de las guerras  y la defensa de la población y territorio en el que  desea mantenerse con libertad y sin sobresaltos, frente a los enemigos (reales, potenciales o imaginados) de ese orden. También me interesa expresar cómo entiendo que esos valores deberían ser apreciados por el ciudadano desarmado.

Creo que estamos todos de acuerdo en que la organización y gestión de las Fuerzas Armadas no puede ser enfocada desde una posición de partido político. La Política de Defensa ha de ser apolítica, consensuada por la mayoría ciudadana y, en la medida de lo posible, transparente.

En relación con ello, he escuchado muchas veces -seguro que tú, miles de ellas- que es importante que la ciudadanía tenga una “cultura de Defensa”. El término no es una entelequia, pero me parece que no existe  consenso en lo que significa la aplicación práctica de este concepto y, por ello, supongo que tampoco existe acuerdo sobre lo que implica definir los dos elementos que lo componen: “cultura” y “defensa”.

Si se refiere el término a la traslación a la ciudadanía, con trasparencia, de los asuntos que podrían afectar a la independencia del país, a su seguridad interna y externa, a los riesgos detectados o futuros para la paz, al número y dotación de los efectivos humanos y medios materiales para la defensa de la población y territorio ante los peligros que la puedan perturbar y, en fin, a la identificación de las tecnologías, procedencia de las mismas, y dotación para las inversiones que permitan abordarlos con solvencia, seguramente todos estaríamos de acuerdo en que hay que conservar alguna reserva.

Si se tiene consciencia de que el enemigo potencial existe y tiene los medios para eventualmente poner en riesgo la paz y la seguridad que queremos mantener, resulta obligado un cierto nivel de secretismo. No se deben enseñar las cartas propias a quien puede hacernos daño. El enemigo potencial debe saber que tenemos forma de defendernos a nivel igual o superior al de su capacidad para atacarnos.

La cultura de defensa habrá de referirse, pues, a propiciar aquellos elementos de simpatía y confianza hacia quienes se ocupan y ocuparán de defender ese orden. Y ello pasa por la creación y mantenimiento de un alto nivel de empatía con las fuerzas de seguridad del Estado, trasmitiendo la tranquilidad a la población de que nuestros representantes, políticos y funcionariales, saben cómo actuar ante los riesgos y amenazas.

Me gusta, como a ti, la teoría, pero mucho más aún me atrae la realización práctica de las ideas. Puedo imaginar unas Fuerzas Armadas ideales, a nivel de las mejores del mundo (aunque me faltaría conocimiento concreto de las tecnologías más avanzadas) y, por eso, soy consciente de que nos encontramos en la necesidad de definir nuestra posición, no como país intermedio, sino como un país pequeño, con menos de cincuenta millones de habitantes y cuyo atractivo estratégico para terceros es su ubicación en el extremo occidental de Europa y su cercanía al Africa magrebí.

Desde esa perspectiva, el riesgo de conflicto podría venir del vecino del que nos separa una corta distancia geográfica y una gran diferencia en PIB (Marruecos), país en el que tenemos dos enclaves geográficos históricos (Ceuta y Melilla, “ciudades autónomas”), y desde el que incluso la visión de las Islas Canarias podría aparecer como una ambición territorial apetitosa.

Si a alguien le parecen elucubraciones estas reflexiones, le recordaría las dificultades de la metrópoli para defender agresiones territoriales de las posesiones alejadas, ya fueran Cuba, Puerto Rico o Filipinas, o, en órdenes no solo militares, la desastrosa gestión de los intereses de la población local en el Sáhara occidental, el abandono apresurado de la “provincia de ultramar” -así la estudiábamos los ancianos de la tribu- que fue la región de Sidi Ifni, y, como ejemplo traído con alfileres, pero posiblemente significativo de la ignorancia de las distancias que separan la falsa creencia de la realidad factual, la chusca e inexplicable referencia al meridiano de Greenwich al que el ex ministro de Industria Soria hizo pasar por Canarias.

No dudará nadie que debemos disponer de unas Fuerzas Armadas suficientes para cumplir con el objetivo que se acuerde. ¿Cuál es ese? Me da la impresión de que en relación con este asunto se actúa desde la inercia o, peor aún, desde el inmovilismo. No se quiere reconocer, menospreciando que la situación mundial ha cambiado, que los riesgos para la paz no son los mismos que hace una década y, que los bloques económicos -que son los que, a la postre-, determinan los intereses y, en consecuencia, señalan la dirección para las amenazas, se están reorganizando.

Un país pequeño debe contar con alianzas estables y firmes con los poderosos. No tengo duda de que, por razones históricas, geográficas y económicas, la Unión Europea es esa referencia. Pero si falta la unión económica o está debilitándose la que había, la situación de vulnerabilidad aumenta y, desde ella, no puede construirse una Unión de Defensa. En el fortalecimiento de la unión económica ha de verse la base para una política de defensa común europea, en la que, por supuesto, debe haber una jefatura única, subordinada al poder político europeo, una distribución de responsabilidades y una total coordinación respecto a las inversiones, tipo de armamento, investigación tecnológica y efectivos humanos. También, coordinación absoluta en la diplomacia internacional.

Estamos lejos de ese desiderátum y, por lo tanto, somos colectivamente, vulnerables y, en lo que a España se refiere, particularmente frágiles. Nuestra fragilidad se incrementa desde la percepción de que es precisa una dotación importante en armamento y equipamiento relativamente avanzado, que no producimos, que no podemos pagar y, lo que es más grave, no tenemos dotación para mantener.

Te pediría, ministra, que exijas a quienes saben del tema, que te concreten, sin ambages, sin circunloquios, desde la total libertad pero con la máxima seriedad, qué tipo de equipamiento (humano, material, tecnológico), se necesita para responder ante aquellos riesgos concretos que los expertos en defensa y diplomacia internacional hayan detectado. Que esos expertos trabajen en sus recomendaciones en dos niveles: la consecución de una autonomía suficiente frente a las amenazas más singulares y cuyo riesgo se vea como más personalizado, y la integración de los medios propios en la defensa frente a los peligros y actuaciones que se consideren europeos.

No es asunto menor el análisis profundo de la situación del personal de las Fuerzas Armadas. La carrera profesional del personal de tropa y marinería, de los oficiales y jefes, exige una revisión que es urgente abordar. Para hacer esta afirmación tan delicada me baso, sobre todo, en la rápida evolución tecnológica, que ha hecho aparecer nuevas oportunidades y riesgos, y que supone un entronque, muy superior al tradicionalmente admitido, entre la estructura empresarial civil y la militar. La gran mayoría de las tecnologías son ya, irreversiblemente, de doble uso: las comunicaciones, los materiales, la energía, el transporte…no pueden considerarse ni militares ni civiles.

Las amenazas no vendrán, con mayor probabilidad, sobre el terreno: serán aéreas, se transmitirán como virus informáticos, captación de información, mensajes encriptados, drones, misiles teledirigidos e indetectables. El desarrollo y conocimiento preciso de la energía nuclear -para usos pacíficos como militares- obliga a convencer a la población de que no podemos abandonar su control, desarrollo y uso. Lo mismo cabría decir de la imperiosa necesidad de coordinar las investigaciones y desarrollos en materiales especiales, transporte híbrido, reutilización de residuos, aprovechamiento máximo de recursos, etc.

Y sí, es necesaria la concienciación y participación de la población civil en este esquema. Hay que educar, en particular a los jóvenes, en los conceptos de solidaridad, seguridad, patriotismo, valores. No se está haciendo bien, y no soy derrotista al expresar esa tremenda carencia. Si no sabemos apreciar lo que tenemos, lo que cuesta mantenerlo, no podremos defenderlo. Me parece imprescindible el encaje entre lo militar y lo civil. En todos los órdenes. Se que muchos militares de carrera hablan de la vocación militar, y lo hacen con orgullo, pero no me parece que exista tan diferenciada. No creo en las vocaciones. No puedo imaginar que exista una vocación para defender la Patria y, en su caso, morir por ella.

Nadie desearía morir por defender unos valores ambiguos, indefinidos, pero seríamos capaces de defender con uñas y dientes lo que afecta a la integridad de nuestra familia, a lo que perjudicaría nuestro bienestar de manera irreversible, lo que impediría nuestro desarrollo como personas, lo que nos supusiera la pérdida de esferas de libertad que consideráramos sustanciales. Y tú, como jurista, como magistrada, sabes bien que el derecho fija un marco de convivencia pactado o impuesto desde la autoridad, pero, en su aplicación, debe ser la última ratio: lo deseable es que todo ciudadano cumpla la ley sin necesidad de que se le sancione.

Querida ministra, tienes un trabajo importante ante ti y no vas a tener tiempo para acometerlo. Sin embargo, te cabe la opción y tienes por ello la responsabilidad, de abrir el camino para que se logre un consenso en el papel a desarrollar por las Fuerzas Armadas, en la definición de las bases de la carrera profesional de sus funcionarios (sin fantasías, con salarios dignos, con objetivos claros), en la apertura pública de una discusión sobre lo que es una cultura de defensa (sin teoricismos, sentimentalismos, ni medias verdades) y, en fin, en la imperiosa necesidad de integrar la política de defensa en una política de Estado.

Gracias por haber llegado hasta aquí, ministra. He dejado muchos temas en el tintero, de ellos, una buena cantidad también importantes. Los expertos de verdad te ampliarán, con seguridad, ese elenco de asuntos que deben figurar en la cartera de Defensa e Interior. Si no les estás preguntando, hazlo y, por favor, cuando se convoque un debate en el que participen sobre cuestiones que atañen a esas cuestiones clave de tu departamento, no te vayas después de inaugurar la Jornada, quédate a la discusión o promuévela desde tu despacho.

Con todo respeto


La fotografía, tomada en otoño en Villafáfila (Zamora) recoge a un grupo de grajillas (corvus monedula) en vuelo hacia los dormideros comunales. Tienen el pico grueso de los córvidos y son gregarias y estridentes. Se distinguen de otros córvidos de color negro (chovas, cornejas, cuervos, grajas, etc.) por su menor tamaño y, sobre todo, por el ojo blanco. También, vistas de cerca, por su plumaje gris plateado en la nuca.

 

Publicado en: Actualidad, Cultura, Defensa, Ejército Etiquetado como: carta, defensa, ejército, Europa, fuerzas armadas, interior, Margarita Robles

Ecologistas, a la calle

20 enero, 2019 By amarias Deja un comentario

¿Queda alguien por ahí que aún no se haya enterado que los minerales y rocas forman parte esencial de nuestro bienestar desde que el hombre tomó consciencia de que mejorar su existencia como ser inteligente dependía de cómo aprovechara los recursos de la naturaleza?

Puede. Incluso es seguro que sí, que haya muchos coetáneos que crean que la minería -en especial, la que se practica a cielo abierto, o quizá solo ésa- es una operación perniciosa para el medio ambiente. Estos protectores oficiosos de la naturaleza impoluta, abominan de cualquier operación por la que (según su peculiar sistema de valoración) se afecte por los seres humanos al “paisaje natural”.

De nada servirá argumentar, por especialistas, historiadores y sensatos en general, que la minería es imprescindible para la vida y, sobre todo, para el mejor bienestar; que la tecnología minera ha alcanzado -por supuesto, no sin parciales derrotas: así es el íter humano hacia lo óptimo- niveles de gran excelencia, que permiten garantizar con probabilidad cercana a la certeza, la seguridad de los trabajos, la máxima eficiencia en la extracción de los recursos, la mínima afectación posible del entorno, la mayor proporción de empleo cualificado y…cuando se acaben los trabajos mineros, se encargará de asegurar, en tiempos predecibles y bajo cumplimiento de las ordenanzas y restricciones legales,  la restitución del paisaje a niveles de disfrute incluso, con frecuencia, superiores a los de origen.

¿Hay dudas del valor de la minería? Las hay. Cuando se anuncia que una empresa está en disposición de iniciar trabajos de exploración de un recurso minero, y solicita los permisos necesarios, no faltan grupos que echan mano del argumentario, aplicándolo sin compasión ni rigor sobre la pretensión.

Todo vale: los niveles freáticos se contaminarán, habrá desprendimientos de tierras, el hermoso paisaje se verá irremediablemente afectado, el transporte de los materiales deteriorará caminos y levantará polvaredas nocivas, los explosivos empleados causarán destrozos en las viviendas, la fauna salvaje y la cabaña doméstica adquirirá enfermedades desconocidas e incurables, los humanos, aunque algunos pocos consigan empleo en la deplorada explotación, padecerán desgracias sin cuento, en tanto una multinacional ávida del verdadero recurso, el dinero, se enriquecerá a costa del empobrecimiento ajeno.

Sería de agradecer que la minería tuviese sensatos y serios defensores, y no solo lo sea por los ingenieros de minas, los geólogos y los responsables de empresas mineras. Sería lógico que, conscientes de su valor, los políticos, los comentaristas, los científicos en general, los sociólogos y los sensatos, defendieran que la explotación de recursos minerales es una necesidad, una oportunidad, un logro de los avances técnicos. Y que todos se concienciaran que disponer de un recurso explotable, técnica y económicamente, en cantidades importantes y con un mercado apropiado, es un regalo de la naturaleza.

Los seres humanos tenemos a nuestra disposición, para utilizarlos sabiamente, multitud de recursos, a los que debemos poner en valor con nuestros conocimientos crecientes. No se trata, desde luego, de destruir lo que tenemos de forma irreversible, sino aprovecharlo para mejorar nuestro disfrute. Y, por supuesto, hacerlo cumpliendo las leyes, con la mejor tecnología disponible. La crítica e, incluso, la oposición, a las pretensiones egoístas, excesivas o erróneas, es imprescindible. Pero no se deben hacer trampas en la argumentación, ni engañar en las consecuencias, ni destruir sin alternativas.


En Madrid, como en algunas otras capitales europeas, se ha mejorado la implantación de la recogida separativa de residuos con un nuevo contenedor: la basura exclusivamente orgánica. Tenemos, por tanto, los ciudadanos de algunos barrios madrileños, que realizar la selección de los siguientes tipos de desechos: papeles y cartón; vidrio; basura orgánica; resto de residuos domésticos. La ropa y el calzado usados y ya no deseados por sus primeros dueños, también pueden encontrar un segundo destino en contenedores adecuados. Además, hay que separar para llevarlos a un punto limpio, los aceites consumidos, los enseres inútiles según su naturaleza y composición (madera, metal, electrodomésticos, pilas, etc.).

Los contenedores de papel y los designados para recoger ropa y calzado, se han convertido en lugar preferido de su prospección callejera para grupos organizados que, con camionetas destartaladas y la celeridad de quienes trabajan a destajo, vacían los unos y hurgan en los otros, dejando a su paso los restos de su actuación apresurada.

No son estas gentes -supongo que necesitadas para actuar de ese modo y por tales sitios- las que llaman mi atención de citadino escéptico. Son los de esos otras gentes con mayores medios, educadas para el respeto ambiental, concienciadas, por vocación y origen en la defensa ecológica, que mantienen perritos que llenan las aceras y alcorques de cacas abandonadas, que tiran cigarrillos, latas y papeles en cualquier sitio distinto de las papeleras, que surcan las ciudades a toda la velocidad y con máxima potencia acústica de sus cacharros.

Y, sobre todo, como lo demuestra esta foto obtenida de una calle cualquiera de Madrid, me decepciona saber que, a diario, hay miles de conciudadanos a los que importa un pito que existan contenedores concretos para residuos específicos y puntos limpios para acoger a materiales desechados. Convierten, a su antojo, en vertederos irregulares justamente los sitios destinados a conseguir que nuestras ciudades sean más limpias, pasándose por su arco triunfal los desvelos de quienes cumplen con las normas y están serenamente concienciados de que la basura tiene su lugar, y no es la calle.

 

 

 

Publicado en: Ambiente Etiquetado como: ambiente, basura, contenedores, desperdicio, ecologistas, explotación, minería, recursos

Comer con buenas noticias

10 enero, 2019 By amarias 2 comentarios

Deberíamos acudir a una sesión de catarsis colectiva en la que se nos enseñara a detectar y  valorar las buenas noticias, los éxitos, los trabajos esforzados que ponen el énfasis en los valores del ser humano.

Quienes tendrían que sentarse en los primeros bancos de ese aula imaginaria serían, desde luego, políticos y periodistas. Entiendo que la mayoría de los incluibles en el segundo grupo (titulados universitarios y aficionados a la pluma) dependen mucho de los intereses de quienes les pagan, pero los primeros, si nos provocan desasosiego, es por nuestra culpa, ya que los ponemos en sus sitios, no para que nos amarguen y hagan más difícil el tránsito por el vivir, sino porque queremos que nos lo mejoren.

La combinación de ambos discurrires profesionales es perjudicial para nuestros humores y bienestar. Es falso de toda falsedad (que diría un castizo) que a la mayoría de los españoles nos entusiasme el morbo y, menos, que se nos dé ración mientras almorzamos o cenamos.

¿Que hay maltratos de género (si, básicamente solo contra las mujeres) y que algunos degenerados llevan su inconcebible sicopatía hasta el abominable asesinato de quienes fueron sus esposas, novias o amantes? Dedíquese a la desgraciada constatación un tiempo periódico para ilustrar a la parroquia de esa lacra localizable, pero no se nos de la tabarra a todos los que formamos parte del pelotón de la normalidad, como si fuéramos potenciales maltratadores o presuntos asesinos.

¿Que un portavoz de su chulería se ha dedicado en el respetable foro (donde deberían esgrimirse los mejores argumentos para sacarnos del pozuelo de la escasez de empleo y la amenaza de un futuro con menores opciones), a insultar a otros colegas del asiento de enfrente o, quizá, a bastantes españoles? Dejésele en la soledad de su falta de empatía y pónganse de manifiesto y glósense, que las habrá, las propuestas y acciones que servirían para dar la impresión, ya que no la seguridad, de que nuestros dineros no son empleados en vacua verborrea.

Porque, si, hay miles de investigadores en España empeñados en descubrir y mejorar el hacer de las cosas, miles de médicos, ingenieros, economistas, abogados, …que cumplen con eficacia sus labores, millones de personas (¿cuarenta y seis?) que cubren con renovada ilusión el tránsito de cada día, a la espera de que les mejoren la luz con la que lo ven, millones de gentes inteligentes y creativas que, después de dedicar cinco o diez minutos a la semana a hablar  de fútbol (o del tiempo) estarían encantadas de discutir creativa mente sobre lo que les importa de verdad. ¿O creemos que no es así, que voy “ herrado”?

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: noticias, Periodistas, políticos, positivo

Haciendo la Pascua

9 enero, 2019 By amarias Deja un comentario

 

Han aparecido demasiados grupos de gentes interesadas en hacernos la pascua, en la acepción de fastidiarnos a quienes deseamos vivir en paz y concordia.  Tal parece que mantener el orden (constitucional, ético, social) fuera obstáculo para alcanzar cotas más altas de bienestar mejor distribuido.

Como es sabido, la Pascua tiene su origen en la celebración judaica del Éxodo hacia la Tierra prometida, que el calendario Cristiano, utilizando el sentido de la palabra greco-Latina aplicó al misterio gozoso por excelencia, la supuesta Resurrección de Jesús, y su aplicación a la redención de los humanos.

No está claro por qué decimos que alguien nos hace la pascua cuando nos desbarata una ilusión, salvo que el pueblo llano generador de palabros se haya situado en la posición del cordero pascual, inmolado para satisfacer los apetitos festivos de la especie humana.

Pues bien: aquí nos han surgido unos cuantos visionarios que nos toman por corderos, animales mansos y tontorrones, aunque muy ricos de comer.

En la cada vez más alejada Cataluña, los Puigdemont, Torra, Pujol, Rufián, Mas y otros cientos de listos de manual, campan con sus incongruencias delictivas (desde reales a presuntas, juicios mediante), haciendo la pascua a millones de españoles (catalanes o no, que de regionalismos yo no quiero entender como actitud separadora).

En la muy acrisolada Andalucía, por la gracia y saber vivir de sus habitantes -contagiosos, por lo demás-, la disputa política por desbancar a Susana Díez de su trono regional, ha dado nacimiento a un equipo ideológico destinado a hacer la pascua al Partido Popular y, especialmente, a Ciudadanos, que se creían ya con el cetro de la autonomía sevillana. De las marismas de la extrema derecha (equivalente, ay, al ala Republicana en USA) ha surgido Abascal y un conjunto de duros defensores de la contracorriente insolidaria (Ortega, Bardají y otros prófugos del PP)

Mientras el equilibrio inestable del gobierno de la Nación se deshace en un clamor a favor de elecciones, los españoles de a pie somos testigos de cómo se nos hace la pascua por doquier, y, lo que es muy grave, se nos miente al querer presentarnos la realidad con falsos paños. Esto no mejora, porque no se está remando en la misma dirección.

Dentro de este desorden pascual, debo resaltar dos comportamientos ejemplares, en cuanto a transmitir serenidad y buen juicio. El del Rey Felipe VI, oportuno en recordar lo que significa la celebración el seis de enero de la Pascua militar y el de la alcaldesa Manuela Carmena, aprovechando la recepción a los Reyes Magos en Madrid  (“los de verdad” sentencia una de mis nietas), para dar un mensaje de cordialidad con calado social.

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Vuelvo a poner como imagen de un Comentario de este blog, a mi dibujo “La falsa libertad guiando al pueblo”, que acompaña mis escepticismos crónicos.

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: Andalucía, Cataluña, Ciudadanos, elecciones, gobierno, Partido Popular, Podemos, Vox

El 70

5 enero, 2019 By amarias 2 comentarios

El 70 es un autobús. En realidad, más precisamente, una línea del transporte de la EMT (Empresa Municipal de Transportes) de Madrid, la que hace el recorrido desde el Alsacia hasta la Plaza de Castilla.

El 70 es el autobús que más utilizo para desplazarme, de todas las líneas de este medio en Madrid: une dos focos de mi atención, de uso muy frecuente, por dos razones principales: en dirección hacia Alsacia me lleva hasta Alcalá Norte, al lado de la biblioteca municipal en donde me proveo de los libros que no pienso comprar y de los vídeos de las películas que me perdí cuando se proyectaron en las salas de cine; en dirección Plaza de Castilla, me deja donde el transbordador que me permite conectar con la línea 135 que me dejará en el Hospital Ramón y Cajal.

Ese itinerario del 70 es también mi preferido para caminar o correr, bien en sentido de ida y vuelta de y hasta mi casa, bien en solo un sentido y servirme del paso del autobús en una parada del trayecto, y tomarlo hasta otra que me acerque adonde vivo.

Ya, ya sé que hablar o escribir de una línea de autobús es excepcionalmente aburrido. No conozco gente que, fuera de las paradas y mientras espera que llegue el que debe coger, dedique minutos a un tema tan soso. Eso sí, cuando estás en la parada y el vehículo tarda en aparecer, lo normal es que se pregunte (si no se tiene la aplicación que te indica, más o menos, cuánto hay que esperar) si hace mucho que pasó.

El 70 tiene un comportamiento misterioso. Igual tarda en aparecer veinte minutos que, de pronto, aparecen dos juntos, uno detrás de otro, como si fueran un trenecito. La gente que sabe de qué va la cosa, deja pasar de largo el primero y se sube al segundo, que circula casi vacío. El récor que tengo registrado son tres autobuses 70 a la par. Anoté la efemérides en una libreta que debe estar en alguna parte.

He elucubrado un poco y, la verdad, no tengo ni idea por qué, en un trayecto tan predecible, pueden acumularse dos autobuses de la misma línea. ¿Estarán haciendo carreras los conductores, a ver quién es el que se salta más semáforos? ¿Tiene la EMT pocos autobuses de esos largos, de cremallera (que, si vas de pie y te descuidas en estar agarrado como mandan los cánones, puedes quedar estrellado contra la pared o un vecino, en cualquier frenazo) y, por ello, los envía de dos en dos?

Seguiré investigando. He preguntado a bastantes usuarios y la mayoría coinciden (ignoro si pasa lo mismo en otras líneas y en otras ciudades): El 70 es impredecible.

Recientemente han instalado en algunas paradas unos paneles indicadores del tiempo que tardará en aparecer el autobús de tus deseos. No me ha resuelto el dilema, pero al menos puedo saber con cierta antelación si me dará tiempo a tomar un café o hacer toda la compra del día, entre el próximo autobús o el siguiente.

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Esta hembra del alcaudón común (lanius senator) jugaba a ocultarse entre los álamos de la orilla del Guadalquivir, en Sevilla, en abril de 2018. Debía tener su nido cercano. Respecto al macho -la foto que pude, al fin, obtener de su pareja, resultó borrosa- se distingue por resultar algo más apagada en el manto y el antifaz característico menos negro, manchado con blanco sucio.

La especie tiene el pico ganchudo y, premiados por la paciencia con la que suelen apostarse inmóviles para acechar el paso cercano de insectos voladores o avistar saltamontes y escarabajos, resultan buenos cazadores. Cuando tienen exceso de provisiones y no hay aún crías que alimentar, suelen ensartar sus víctimas en espinas de matorrales, convirtiéndolas en reservas de proteína que no solo sirven para ellos, sino para otras aves, ladronzuelas.

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Crédulos

3 enero, 2019 By amarias Deja un comentario

Se acerca la fecha del seis de enero en la que los cristianos celebran la Epifanía, que identifican con el momento en que ese niño llamado Jesús, al ser reconocido por unos magos llegados de allende como el Mesías, le obsequian con tres materiales -oro, incienso y mirra-. Epifanía (me da algo de reparo recordarlo) proviene de una palabra griega casi homófona, que significa manifestación.

La tradición ha convertido ese acontecimiento de la verdad religiosa en la exaltación de la ingenuidad, traducida en que los niños recibirán algunos regalos que unas Majestades venidas de Oriente, llamadas Melchor, Gaspar y Baltasar (o, más recientemente, Melchora, Gaspara y Baltasara, en algunas localidades imbuidas de fervor trasgresor y transgénico).

Convertida en una fiesta comercial, todos los centros de juguetería y adornos que se precien, tendrán, desde hace incluso semanas, sucedáneos de esos monarcas, tipos travestidos o embetunados, que pretenderán ocultar que son impostores, recogiendo cartas con deseos de infantes y dejando que, con la aquisciencia de sus papás y mamás, se sienten en sus regazos para mantener conversaciones olvidables pero patéticas.

La afición a copiar lo foráneo sin defender lo propio, ha hecho aparecer en simultaneidad con los monarcas del cuento a miles de Papás Noeles, a los que también se pueden escribir cartas de petición y, consecuentemente, esperar dádivas en retorno. Incluso, la devoción católica más genuina, pretende recuperar la fe en el niño divino, haciendo creer a los más tiernos que el día 24 de diciembre, que sería su cumpleaños, este ser hecho de carne de virgen y soplo de espíritu, también trae regalos terrenales.

Pues bien: hora es de proclamar la verdad. Los Reyes Magos, Papá Noel y el Niño Jesús, son los papás, los abuelos y, en menor medida, los tíos. No parece conveniente confesar de golpe a los niños con menor uso de razón la triste realidad que supone que estamos solos en este mundo para encontrar algún goce, pero es conveniente, según los expertos en sicología infantil, ir abriéndoles caminos a que descubran por sí mismos el engaño. Es decir, si preguntan: ¿Cómo puede ser que Papá Noel sea de verdad si no está en la Biblia?, la respuesta correcta sería algo así como: Vas bien encaminado (o encaminada). Sigue investigando.

No quiero terminar este alegato en favor de la sinceridad y su hermana putativa, la verdad, sin advertir que no solo los niños son proclives al engaño. Quienes alardean de poseer un desarrollado uso de razón suelen caer en simas parecidas. Díganlo, si no, quienes han perdido buenos dineros en la Bolsa, sin reconocer que en ese peligroso juego quienes ganan son los que tienen la sartén de los valores por el mango y no la sueltan. No muy lejos de los avatares de la credulidad más tierna están quienes creen que la política (es decir, los políticos) van a ser capaces de ponerse de acuerdo para hacer bien lo que, al parecer, menos les importa, que es avanzar en controlar los desbarajustes que provoca la pésima distribución del dinero.

En fin, sirva este consejo incluso para quienes estén seguros de que a ellos no se las darán con queso. Antes de poner el pie en cualquier charco, fíjese el explorador en quienes han metido antes la pezuña. Si se trata de creer en algo o tomar una decisión que se presente como panacea o gran consuelo, tiéntese la ropa y calcule las ventajas en relación con lo que pueda perder si, como es probable, el asunto se tuerce. No estoy diciendo con ello que es mejor quedarse quieto, sino que, si se trata de avanzar, que se haga bien acompañado.


Este abejaruco (merops apiaster), habitante relativamente moderno de las zonas semiáridas hispanas, se hallaba posado como es habitual en la especie, en un cable aéreo de teléfono -de los que todavía quedan muchos-. Estaba demasiado lejos del objetivo para que la foto tuviera la deseada claridad, aunque sirve para poner en evidencia su inconfundible silueta y, sobre todo, la capa multicolor con la que llama la atención a los de su especie y previene, seguramente, a posibles depredadores para que no malgasten energías en su persecución.

No son los abejarucos, a pesar de su bello y colorido plumaje, aves limpias, al menos, en el cuidado de sus hogares de cría. Excavan los nidos en paredes arcillosas más o menos verticales, criando en colonias y ocupando siempre los mismos sitios, año tras año.

Como los polluelos no eliminan sus excrementos fuera del nido, al contrario que casi todas las aves, los detritus -restos de insectos no devorados y defecaciones- se van acumulando con el tiempo, convirtiendo el hogar pajaril en un pestazo. Quizá por no soportar el olor, las crías asoman al poco tiempo por el agujero, esperando que papá o mamá les lleven la comida al borde del nido.

El abejaruco macho, por cierto, es muy galante, y corteja a la hembra ofreciéndole insectos en el pico, algo desgastado por la labor de haber rehecho la entrada del agujero que servirá de acomodo a la madre y a las crías durante unas semanas.

Publicado en: Actualidad, Cultura Etiquetado como: crédulos, creencia, Epifanía, infancia, niño Jesús, Papá noel, regalos, reyes magos, uso de razón

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