Al socaire

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Archivo de agosto 2020

Mucho por hacer

31 agosto, 2020 By amarias Deja un comentario

José Miguel Mas-Hesse, investigador principal del equipo Consolider-GTC Estallidos-CSIC, es un magnífico divulgador. He escuchado algunas de sus conferencias, todas de gran interés y efectividad. La que me causó más impacto, por lo contundente de la visión que ofrece es la que pronunció, hace ya algunos meses, en la U.P. Carmen de Michelena de Tres Cantos, que, bajo el título: “De la formación del Universo al origen de la vida” está recogida en internet en el enlace:   https://www.youtube.com/watch?v=-xn0cfgcNm0

Recomiendo escuchar esa hora de brillante erudición del Dr. Mas, a todos cuantos tienen preguntas sobre la naturaleza de nuestro Gran Entorno. No obtendrá todas las respuestas, pero se habrá enterado en tan corto espacio de tiempo de las principales conclusiones a las que ha llegado la astrofísica. Hay que advertir, claro, para los no acostumbrados al lenguaje científico, que esas conclusiones podrían ser revisadas o matizadas si varían las bases experimentales y los fundamentos de los cálculos que han conducido a ellas. Pero, hoy por hoy, son nuestra verdad.

Ese m0mento en que “el tiempo y el espacio desaparecen” sucedió hace 13.800 millones de años, según se ha podido deducir, en cálculo retrospectivo, a partir de la velocidad de expansión del Universo, dato que puede ser observado y medido con gran exactitud.  También se sabe que el sistema solar tiene una antigüedad de 5.000 millones de años y que su futuro a muy largo plazo está regido por la gran probabilidad de ser absorbido por la galaxia Andrómeda, a la que se encamina, lo que sucederá dentro de otros cuantos miles de millones de años.

Se ha llegado a predecir, con los datos y observaciones más recientes, las opciones más probables de evolución del Universo:  a) su colapso (en el caso de que la fuerza gravitatoria venza a la llamada materia oscura), o b) la expansión indefinida de las galaxias (si la energía oscura gana el pulso, aunque no será suficiente para romper las galaxias).

Si enfocamos el periscopio cósmico hacia dentro de nuestro organismo, la complejidad de nuestro cuerpo parece una réplica a escala diminuta de lo cosmológico. Casi una caricatura micro-liliputiense. Tenemos más células en él que estrellas hay  en la galaxia (40 billones). Sorprendente resulta conocer que albergamos más de 100 billones de microorganismos, si bien esta población de la que somos el soporte físico, solo representa un 2 por ciento de nuestro peso corporal.

Nuestra peculiaridad no proviene del campo físico, sino del metafísico. Somos el único organismo conocido capaz de la consciencia, esto es, de tomar conocimiento de que existe, o -dicho con palabras menos agradables-, de saber que está condenado a morir, consecuencia de nuestra condición de “ser finito” en un tiempo y un espacio minúsculos.

La brillante conferencia de José Miguel Más, me sirve para poner de manifiesto el poso de obligada reflexión que produce tomar consciencia concreta de nuestra ínfima categoría cósmica. Contemplar el firmamento en una “noche estrellada” resulta siempre muy evocador y poético, aunque es inevitable concluir que la existencia de una realidad inabarcable empequeñece, hasta hacerlas banales, nuestras preocupaciones, nuestras vidas, nuestros logros y afanes. Solo conocemos de qué está formado el 4,9% del Universo. El resto, es aún oscuro, no sabemos nada de él.

¿Será ese porcentaje similar a lo que conocemos de nosotros mismos? Pienso que sí. Aunque hemos avanzado mucho en el análisis de lo que sucede, aparecen continuos retos y el camino a recorrer parece estar recomponiéndose a medida que avanzamos. Con todo, aquí estamos, en un esfuerzo personal, pero sobre todo colectivo, empeñados en dirigir la potencia de nuestra capacidad de discernir, para adentrarnos en lo desconocido.

La consciencia de nuestra finitud nos confirma que no podremos dominarlo, porque el cosmos tendrá existencia mucho más allá de la nuestra como Humanidad. No importa. La satisfacción vendrá por el lado del conocimiento. Saber por qué. Debemos conformarnos con eso.

Publicado en: Actualidad, Fisica, Sociedad Etiquetado como: miguel mas-hesse, Universo

Nos guarde Dios

28 agosto, 2020 By amarias 5 comentarios

Está claro, incluso para el lector más distraído, que el titular de este comentario hace directa referencia a los conocidos versos de Antonio Machado: “Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios; una de las dos Españas ha de helarte el corazón”.

La situación por la que atraviesa nuestro pequeño país -aún más recortado en su dimensión comparada por la terrible afición al genocidio cultural, empresarial y hasta afectivo que es marca de clase de nuestro empobrecido ambiente social- es muy dura. No necesito siquiera detallar los muchos problemas que nos acongojan, basta con enumerarlos para que cada uno ponga el énfasis donde le parezca mejor: crisis pandémica, económica, política, ética, médica, técnica, investigadora…

Pero, sobre todo, lo que más nos está afectando es el desánimo. Languidecen los ánimos generales, y los rostros, ocultos desde hace meses por las máscaras, nos convierten a la mayoría en extraños, en fantasmas que vagamos por las calles con miedo a encontrarnos con alguien conocido, porque cualquiera puede ser portador del virus que mata.

Nuestra sociedad está poseída por el desconcierto y el miedo, aunque lo principal que diagnostico es que se encuentra aletargada, desanimada hasta límite de la paranoia, exangüe como quien viene sin fuerzas de una batalla que ha perdido. Salimos de casa lo justo para comprar alimentos o para ir y venir del trabajo -quienes aún lo tienen-, pero hemos renunciado al abrazo de la familia y los amigos, a las salidas al teatro o al cine, al restaurante y al ocio.

Ah, no es esa limitación ambulatoria lo que me parece más importante. Lo grave es que se ha perdido fuerza para expresar las opiniones, han decaído los foros de discusión, vamos camino de la uniformidad viscosa que produce el estar cociéndonos en nuestra propia salsa ideológica y sentimental. Nuestra desorientación, lo monocromo de las opiniones que recibimos sobre los hechos nos está polarizando. La televisión y la radio, los únicos medios de información que entran en nuestras casas y monopolizan nuestros cerebros nos va uniformizando, agudizando la polaridad de las creencias. Estamos en el camino de ser A o B, favorables al Gobierno o contrarios, rojos o azules, monárquicos o republicanos, necios de un lado o del otro.

Es ya un tópico enunciar que tenemos un Gobierno falto de iniciativa e ideas, incompetente y falaz por parte de una sección importante de la población. Cierto que la papeleta con la que le ha tocado lidiar a este Gobierno frankestein, con más ministros que iniciativas, es dura. Ha cubierto la incapacidad y las dificultades de encontrar solución a los problemas, con ocultación y mentiras, ahorrando explicaciones y haciéndonos mirar al dedo antes que a la luna. No lo aplaudo sin más, porque, en lugar de tender puentes, buscando la colaboración con las fuerzas de los que disienten pero están dispuestos a colaborar, profundiza en el disenso, aumenta la concordia.

¿Estaríamos mejor si el manejo de la situación correspondiera a la oposición? No lo creo. El ánimo pendenciero es contagioso, se ceba en sí mismo, y en lugar de manejar ideas, se expresan improperios. Los partidos de la oposición -en especial, el Partido Popular- vociferan continuamente el “así no”, pero no oigo propuestas elaboradas, que sean válidas por la contundencia de su elaboración y  la fuerza de la idea que los impulsa. ¿Formas de crear más empleo? ¿Maneras de atajar el crecimiento de los casos de pandemia entre nosotros? ¿Vías de esperanza para soportar la tensión emocional que nos agarrota?. No las hallo, sólo ideas generales, peticiones de principio y de confianza en temas que supondrían cooperación y no esgrimir los garrotes.

La tensión recíproca llega hasta el punto de abandonar a su antojo, como apestados, a nivel regional e incluso municipal, a la corporación que tiene la responsabilidad de gobierno, criticando su incapacidad con saña. La fórmula es la misma: zaherir y menospreciar al que dirige, desde la oposición, del signo que sea ésta.

¿Ayuso y Almeida se equivocan en lo que hacen en la Comunidad y Ayuntamiento de Madrid?, ¿Illa y Celáa yerran y carecen de capacidad de liderazgo? La capacidad para generar críticas se autoalimenta incluso en la coalición de Gobierno de España, en donde parecen haber encontrado la forma de coexistir, para destruirse, maneras de gestionar España.

Estamos en épocas de mudanza, por decirlo de manera suave y la práctica teresiana y la costumbre aconsejan gran templanza. No es la prudencia lo que domina. Más bien, la voluntad de sacar la cabeza con el exabrupto correspondiente, para que los correligionarios aplaudan. En Barcelona, la corporación de la ciudad condal, como si no tuvieran problemas graves que resolver, han censurado al Rey de antes, eliminando sus honores y tratándolo de apestado, acogiéndose, supongo, al derecho que les da la pureza de su propia sangre y trayectoria. La república, como ente casposo y sin la pureza que debería acompañar a toda opción de gobierno seria y decente, toma posiciones aquí y allá, que e conducen, cada vez con más fuerza, a la anarquía y al desorden. El revisionismo incompetente domina la esfera política, mientras nos hundimos más hondo.

Después, o por encima de todo, está el virus. No quiere irse esta Covid 19, que está encantada de habernos conocido, de haberse encontrado con una colectividad amiga de la juerga, del jolgorio, del contacto social intenso, y que cuenta con suficientes individuos para mofarse de cualquier consejo o medida profiláctica. No vale lo que les digan ni expertos en virología, médicos, investigadores o pacientes. El empeño de esos pocos, pero suficientes, para conseguir que nos situemos en las primeras posiciones del ránking de contagios, de enfermos graves, de fallecidos es insuperable.

No soy un adivino, por supuesto, pero vaticino que con la vuelta al cole viviremos una escalada de casos de contagio, habrá que cerrar escuelas y colegios, uno tras otro, y tendremos un otoño-invierno vigilando nuevamente las cifras de evolución de la pandemia, hasta alcanzar esa cresta del pánico que, ojalá, nos coja mejor preparados sanitariamente.

Ayer, uno de los oncólogos del Ramón y Cajal donde me tratan de mi cáncer metastásico, me comunicaba que este mal que habita en mí, había empezado de nuevo a moverse, a reclamar su lugar en mis preocupaciones. Como en esas obras teatrales en los que todo va mal hasta que alguien llega con la varita mágica de la componenda feliz, sube para mí la tensión en este rompecabezas maligno.

Aunque, como hace décadas que no me creo el centro del mundo (abandoné la idea interesante cuando tenía cinco años), estoy seguro que, tarde o temprano, España encontrará una vía de escape de esta hiperpandemia, vírica, económica y social. Saldremos con heridas y destrozos, pero saldremos. Entretanto, mantengo helado el corazón, y confieso que no sé de qué lado cojeo. No es que una facción me guste más que otra; no me gusta ninguna. Los dos costados me duelen por igual. Las dos Españas me hacen daño.

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: coronavirus, crisis, desorden, españa, gobierno

Entre arrullos y cantos de sirena

14 agosto, 2020 By amarias Deja un comentario

Manuel Fernández Sanz, autodenominado Manolito el Pollero, poeta de la bohemia matritense, con un solo libro publicado, y póstumo, ha sido rescatado del olvido por mi amigo Mario Fernández, librero de viejo y nuevo, que ha tenido el buen gusto de reeditar “Silva, Grillera y Cigarral de Manolito el Pollero”, inencontrable rareza publicada en 1966, editada y prologada en su momento por Camilo José Cela.

El prólogo de Mario con el que da nuevo lustre a la colección de poemas, cuenta detalles de la vida de Manuel  Fernández, y ofrece pinceladas certeras del ambiente literario de la época, en el que El Pollero se desenvolvía con soltura y respeto.

Recuerda el re-editor que Manuel se definía de esa curiosa manera, y alardeaba de ser el único poeta que vivía de la pluma, con el fondo de solfa y retintín que ponía en evidencia sus orígenes astures. Su familia era propietaria de un próspero negocio de venta de pollos en el barrio madrileño de Tetuán.

Persona de refinada cultura, amigo de muchos de los escritores famosos de la época, fue un genuino vividor, un vago genial, un poeta con una habilidad seductora para la palabra que escribía con facilidad versos rimados de los que se conservan pocos, pues algunos recibieron publicación puntual esporádica y esta selección (o lo que fuera) fue realizada por el propio Manolito el Pollero y entregada a Cela, con disposición de sufragar él mismo la edición, lo que no pudo cumplir porque le llegó antes la Parca, si es que el premio Nóbel, gran amigo, le hubiera permitido tal dispendio.

Dicen las crónicas de esos que reinventan la misma historia para aplicarla donde les convenga, que Manuel escribía en servilletas de papel, que tiraba al suelo con menosprecio, y que sus amigos recogían y planchaban y que gracias a ello se pudo recomponer aquel libro que Cela publicó al mes de su fallecimiento. No debió ser así, porque el propio Cela cuenta que el manuscrito se lo entregó el autor, y si existen poemas aún por descubrir en servilletas, vengan luego.

Manolito el Pollero está enterrado en el cementerio de San Justo, en Cornellana, junto a su mujer y su hijo. Aunque nacido en Madrid, Manuel Fernández Sanz era de familia asturiana y disfrutaba con asiduidad del reposo que le proporcionaba, sin duda, la casa que poseían en San Justo, cerca del lugar en donde hoy reposa.

Esta cuidada edición del propietario de la librería Berceo nos recuerda que Manuel Fernández Sanz reclama desde el silencio forzado de su voz apagada pero la fuerza vitalista permanente de sus versos, un recuerdo-homenaje póstumo. Por qué no, “Entre arrullos y cantos de sirena”, como reza el soneto que dedicó A una Caracola.


Nota P.S.

Mario Fernández, a poco de enviarle yo esta modesta reseña, me llama para corregirme la versión anterior, en la que atribuía la recopilación a la aportación de amigos recolectores de servilletas arrugadas. Dice que esto es un cuento chino, del gusto de los que buscan truculencia anecdótica donde solo hay verdad simple, y que hay que leerse bien el prólogo de Cela (y el suyo mismo) para encontrar el desmentido.

Corrijo, pues, y pido disculpas. Aunque la falsa anécdota tenía jugo, éste no era leal, sino prestado.

Publicado en: Asturias, Poesía Etiquetado como: Cela, Cornellana, Grillera y Cigarral, librería Bercero, Manolito el Pollero, Mario Fernández, Silva

Asturias, el paisanaje

13 agosto, 2020 By amarias 2 comentarios

El reconocimiento de la gravedad de la situación asturiana, con un tejido industrial y una base de generación de actividad y empleo crudamente dañadas por la pérdida de los sectores básicos que propiciaron un falso éxtasis de bienestar, vuelca la atención en prácticamente todos los análisis sobre la “reinvención”, la “reconstrucción” o “el nuevo resurgir” de la región sobre su capital humano.
Este énfasis sobre la calidad de la población, en mi opinión, no deja de ser una carga trasladada a quien no tiene capacidad para resolver el problema. Equivale a la  típica frase de ánimo (no niego que bien intencionada) con la que intentamos estimular al enfermo de un mal grave, presuntamente incurable: “Animo, tú puedes”. O la medicina y la terapéutica acuden a la operación de salvamiento, o, si la enfermedad es  letal, solo se conseguirá agravar la tensión emocional sobre el paciente, culpabilizándolo de su desgracia.

Tiene Asturias un aceptable capital humano, sin duda, pero ese factor clásico de la función del trabajo, debe ser activado y canalizado en emprendimientos productivos. Si consideramos únicamente la actividad empresarial, no discuto la calidad de la formación técnica y, en general, la universitaria, de los egresados de las muchas ramas del saber que tienen enclave formativo en la región.

He escrito muchas veces -sin éxito, porque, sin duda, resolver la cuestión, no por necesaria, es sencilla- que tenemos una disparidad y densidad excesiva en centros de formación técnica. Todos ellos cuentan con profesionales cualificados, y exigencias formativas muy altas. El número de ingenieros de minas o industriales,  en las modalidades actuales de grado o máster, es, sin duda, excesivo para la capacidad de absorción de la región. En consecuencia, desde hace ya décadas, se están formando profesionales para que busquen su empleabilidad fuera de la región.

Sucede lo mismo en las facultades literarias, desde Derecho a Filosofía e incluso sicología. No es distinta la situación en Medicina y Enfermería. En todos los casos, quienes acaban su cualificación se ven forzados, en gran número, a marcharse de la región si quieren encontrar aplicabilidad a sus estudios. Eso sí, la buena fama de la mayoría de las carreras asturianas, muy exigentes, favorece la empleabilidad.

Creo que debería atenderse con máxima intensidad a apoya trabajos de investigación, tesis doctorales y trabajos fin de grado que tengan orientación preferente, ya que no exclusiva, al desarrollo regional. Y, en esa línea, habría de apoyarse, con subvenciones e impulsos públicos sin reticencia, a la formación de empresas en las que participen, como socios, jóvenes egresados, sus profesores, e inversores asturianos.

He enunciado en otras ocasiones que debería estimularse la creación de empresas en las que los aportadores de capital fueran jubilados con esa disponibilidad económica y los proyectos, construidos con ideas y patentes surgidos de las Universidades asturianas. Se trata de orientar la formación académica hacia la aplicabilidad regional. ¿De qué nos sirve saber que la densidad de abogados en Asturias es de las más altas de España, y que hay más ingenieros por metro cuadrado que en cualquier otro punto del mapa nacional?

En relación con la mano de obra cualificada de formación profesional, la situación es especialmente urgente. Tenemos ya pocos especialistas mineros, mantenedores de centrales térmicas, caldereros, operadores de laminación, instrumentistas, etc., jubilados la mayoría. Sucede lo mismo que, en otros sectores y regiones españolas, con los especialistas en mantenimiento de centrales nucleares, prospección profunda, expertos en resistencia de materiales o producción farmacéutica, entre otros campos, porque se han dejado caer o han cerrado las empresas matrices sostenedoras de la necesidad.

Animo, pues, a la revisión de la formación de grado medio, recuperando la vieja pero vigente teoría de las escuelas de formación profesional. No necesitamos tantos ingenieros de formación (en este estado de desarrollo) y sí más especialistas en máquinas herramientas, control numérico, robótica, telecomunicaciones, informática. Es decir, con aplicaciones trasversales a la mayor parte de las necesidades empresariales, cualesquiera que sea su rubro de actividad.

No concibo, y apelo a mi propia experiencia, que las pequeñas empresas, producto de iniciativas individuales, florezcan y triunfen sin apoyos públicos y privados. Puede que siete de cada diez mueran, en intentos fallidos. Pero la formación de quienes las emprendieron servirá para otros emprendimientos y la experiencia adquirida no tiene desperdicio. No creamos que los catalanes y vascos -por poner un ejemplo- son más listos ni más emprendedores que los asturianos. Quiá. Les apoya el entramado generado en estas regiones, de apoyos públicos sin rubor, de fronteras de nacionalismos embutidos a la gente desde las escuelas. Aunque el tamaño de estas regiones es superior al de Asturias, la falta de conciencia regional aquí pesa como un lastre. Cada vez que veo en un comercio, por ejemplo, que Lentejas la Asturiana, proviene de Canadá o Estados Unidos, me pregunto si basta creer que la faba asturiana es la mejor del mundo, cuando nuestros fértiles valles están perdiéndose, faltos de cuidado, sin remedio.

Hay que generar empleo con urgencia, porque los subsidios que se reciben en la región por la vía de las jubilaciones, se perderán a corto plazo, al fallecer sus detentadores. Y hay bolsas tremendas de posible actividad, que se deben cubrir: recuperación de edificios históricos, abandonados en la desidia de la ausencia de mantenimiento, bosques sin aprovechamiento cabal, pasto periódico de incendios provocados o no, antiguos campos de labor ahora sin otro destino que las zarzas. Solo la eliminación de esos miles de ruinas que pueblan nuestra geografía regional, o la recuperación de estos centenares de edificios en lugares nobles de nuestros pueblos, que se caen a pedazos, ya generaría muchos puestos de trabajo. ¿Quién lo ha de pagar? Desde luego, el propietario; y si no lo hace, la administración pública, previo expediente.

Tenemos que convencernos que Asturias, el Paraíso Natural de nuestros cuentos, tiene, como lo imaginamos desde los sueños de grandeza regional, los días perdidos.

Caminamos hacia una región con poco más de seiscientos mil habitantes, quizá como deseable lugar de residencia para eficientes y dichosos propietarios de un puesto decente de teletrabajo. Pero no lograremos la recuperación de un tejido industrial suficiente para mantener la actual población y el nivel de bienestar de que disfrutamos, solo mirando con avidez hacia el turismo.

Se me objetará que podía ser más optimista. Tal vez. Aunque para alimentar el optimismo, desde hace ya décadas, se bastan los centenares de acomodados estudiosos y expertos que, desde sus atalayas, animan a cambiar el “paradigma regional”.

Y juro que no tengo ni idea de lo que eso significa.

Publicado en: Actualidad, Asturias Etiquetado como: Asturias, desarrollo regional, Formación Profesional, industria, Universidad

Asturias, después del Paraíso

10 agosto, 2020 By amarias Deja un comentario

Con regularidad, la prensa asturiana publica ideas, reflexiones y críticas de sabios locales acerca de lo que convendría hacer para recuperar la perdida bonanza de los años en que las empresas públicas -Ensidesa y Hunosa y el entramado de proveedores de servicios que creció a su abrigo- garantizaban el bienestar de locales y advenedizos, atraídos éstos por el calor del empleo bien remunerado.

Aquellos años son pasado, arrasado el sector industrial “pesado” debido a la crisis del carbón y del acero, situación dura que desequilibró la economía regional, a la que se añadieron, casi coetáneamente, la destrucción de la cultura agropecuaria tradicional (la tenencia de un par de vacas,  huerta propia para cultivar algunas hortalizas y mantener un cerdo y algunas gallinas), la caída del sector naval en buques de recreo, los recortes inversores en Defensa, el aumento del precio de la energía y, ya más recientemente, la presión de la descarbonización (que sirvió para cerrar centrales térmicas, pero también para apuntillar la industria que utiliza de forma intensiva la electricidad, como Asturiana de Zinc o Alu Ibérica). Todo esto se agudiza con el singular arrinconamiento geográfico de la región, emparedada entre un mar no muy amistoso y una montaña poco accesible, alejada de los mejores mercados ajenos por una autopista de peaje, carreteras de montaña y una vía férrea a la que le falta modernización para conseguir ratios de transporte competitivos.

Mejor está Asturias en la comunicación por mar, pero los grandes puertos -Gijón y Avilés- han visto sus movimientos drásticamente reducidos, al estar vinculados a las cargas pesadas que tenían su fundamento en las actividades de los sectores siderúrgico y energético. Del tráfico aéreo poco se puede decir, salvo que es propio de un país de tercera.

Que la caída de los sectores industriales haya movido a las fuerzas vivas -estudiosos y políticos- a potenciar la región como un Paraíso natural, animando al turismo, a que descubriera rincones, comida, m0numentos, paisaje y paisanaje, es casi apelar a una obviedad. Asturias, a pesar del maltrato sufrido en lugares puntuales por la explotación minera de una hulla con demasiado azufre y cenizas y la producción de chapas y carriles con hornos que se alimentaban con coke y mucha energía, tiene mucho encanto.

Pero vivir del turismo no es suficiente y, como todo el mundo sabe, el pasajero errante es imprevisible, díscolo, y cambia de gustos según las modas y los bolsillos. Por eso, las cabezas pensantes de la región elucubran, una y otra vez, sobre la forma más conveniente, según ellos, de recuperar el Paraíso industrial perdido. El cóctel combina siempre, la mejora de las comunicaciones regionales con la meseta (en las alas está la poderosa y subvencionada industria vasca y la capacidad inventiva de los gallegos para sacar fruto de la pobreza), la motivación del emprendedor con ayudas y centros de activación empresarial desde la cuna y, en fin, la defensa numantina -hasta que se sucumbe por la fuerza del mercado- en las pocas empresas de relativo tamaño que aún subsisten, por el milagro de la exportación y la mano de obra cualificada, instándolas a diversificar su producción, innovar e invertir.

No tengo nada que objetar a tantos sabios colegas como los que han metido sus meninges en el pozo de la reactivación de una  región de tamaño casi minúsculo. Estoy de acuerdo en la necesidad de la reactivación industrial, pero no creo que el futuro deseado se concrete con pequeñas actuaciones dispersas (aunque se esté promoviendo el aumento de los clusters y la colaboración empresarial.

Mi solución para la recuperación del Paraíso industrial perdido mantiene esta línea argumental: la región necesita una o dos grandes empresas, en otros tantos sectores estratégicos, que generen de partida unos cuantos (cuatro o cinco mil, para empezar) puestos de trabajo.

¿Dónde están estos sectores?  Por la tradición industrial y minera, aunque se esta perdiendo a espuertas especialización, debido a las jubilaciones anticipadas que llevaron a la inactividad a excelentes profesionales a todos los niveles, creo que esos sectores de excelencia deberían estar en alguno de estos campos: la metalurgia de aleaciones especiales y su transformación, en la fabricación de materiales cerámicos y sus aplicaciones, en las aplicaciones duales para Defensa y sectores civiles, en la investigación y fabricación de soluciones para las enfermedades relacionadas con el aparato respiratorio, en la industria del mueble de calidad, en la generación y aplicación de soluciones para el ahorro energético en edificios, en la recuperación o demolición de ruinas, y, en fin, en la potenciación de la producción agroalimentaria, potenciando el aprovechamiento de los recursos naturales.

Cualesquiera que fueren las empresas elegidas para impulsar sectores estratégicos -siempre en colaboración pactada con la Administración central y para completar un mapa coherente de las Autonomías, en el que no se produzcan duplicidades despilfarradoras-, los desarrollos y aplicaciones han de estar apoyados en las TICs, y utilizando los avances de la robótica, en coordinación con la Universidad y sus departamentos más activos.

Si no existiera iniciativa privada para organizar esas grandes empresas activadoras, habrá que acudir al capital público-privado. Está bien el impulsar pequeños proyectos industriales (transformación de las grandes empresas en sectores o aplicaciones destruidas por la crisis, minería de subsectores como rocas y áridos, energías renovables en un campo ya m-uy saturado,…) y de servicios (bares, peluquerías, ferreterías, artesanos del cuero o de la madera…), aunque mi olfato empresarial -ya acostumbrado a la chamusquina-, vaticina que las expectativas voluntariosas chocarán con la realidad, saturada en unos campos y con poco recorrido en otros.

(continuará)

Publicado en: Actualidad, Asturias, Economía Etiquetado como: Asturias, reactivación industrial

El Rey de antes se sale de España

3 agosto, 2020 By amarias 2 comentarios

En el día de hoy, cumplido con éxito el primer episodio del ceremonial de acoso y derribo a la Monarquía, forma adoptada por la Constitución vigente para la Jefatura del Estado, el “rey de antes”, Juan Carlos, ha decidido “irse de España”.

No es un día feliz, incluso para un republicano de corazón, como yo, pero respetuoso con la Norma Suprema y amante del orden social y de las cosas bien hechas. En mi opinión, ante todo, ha sido un error de Juan Carlos asumir como “solución para el país y para la Monarquía” este desplazamiento lateral, asimilable, por los que se encuentran felices en el barullo y el caos (siempre que no les afecte a ellos), a una huida.

La marcha del rey de antes fuera de su país, al que rindió innegables servicios. no solventará el grave problema de la debilidad constitucional de la Monarquía en España, atacada desde el propio Gobierno y de las fuerzas independentistas, que se han atrincherado en Cataluña y Euskadi. La tolerancia de las instituciones, el terrible mangoneo de Sánchez y la facción del PSOE que lo apoya para hacerse con la presidencia del Gobierno, ha abierto una brecha, imposible de cubrir desde la sensatez, con el orden, la paz social y la tranquilidad para invertir que exige el dinero.

No vienen buenos tiempos, ni para los demócratas, ni para los monárquicos ni, por supuesto, para los republicanos.

La democracia en España está rota desde que se ha admitido un Gobierno anticonstitucional, que maneja las instituciones a su antojo y utiliza el patrimonio público como su feudo y la mentira como argumento. Lo siento, porque alguna vez me definí como socialdemócrata, pero lo que se ha implementado en nuestro país es la consolidación de la vergüenza. No será fácil cambiar estas tornas, con una oposición dividida, incoherente y falta de ideas.

Los monárquicos lo tienen muy difícil. Se argumenta que Felipe VI es un rey bien preparado y que su voluntad de servir al país es tal, que supera los disgustos del desprecio social hacia miembros de su familia. Su cuñado -el que le queda como tal, en la cárcel, su propia esposa, tratada como si fuera una modelo de poca monta por las revistas tanto del corazón como de la opinión, su madre -inteligente y culta Señora, con verdadero sentido de Estado y de servicio a un país que no es el suyo de origen-, tratada como esposa engañada y, ahora, su padre, perseguido como un delincuente.

Felipe VI tiene los días contados, salvo el riesgo de dejarse convertir en un monigote para los tiros al pimpampum de los fervientes republicanos, esos que lindan con la anarquía y el comunismo sectario y trasnochado. España, por la portavocía miserable de un gobierno faccioso, se declara extraoficialmente republicana, sin votación por el cambio constitucional y sin análisis alguno del camino al que nos lleva este desorden instigado desde quienes tienen el poder fáctico. Felipe VI quiere ser convertido en un rey monigote, un instrumento de referencia utilizable a libre antojo, junto a la idea de Patria, bandera, Dios o bien común.

Pero no se engañen los republicanos de conveniencia, esos que ahora aplauden, como una victoria, la marcha del rey Juan Carlos, ignorando sus acciones de valor, la paz que nos proporcionó después de una dictadura cruel y despiadada con la disidencia, y puesto en solfa por una comisión -aún no probada- de sesenta o cien millones de euros. ¡Como si el país no pudiera permitirse, y debía haberlo hecho, premiar, no con cien, con mil millones, su tarea durante cuarenta años! ¿Es el Reino Unido más democrático que lo era España, la reina de Inglaterra (inmensamente rica, propietaria del mayor rebaño de ovejas de la Unión y, por ello, destinataria de la mayor parte de las subvenciones pecuarias de este proyecto eterno de Unión Europea) más pura que quien pasa por ser miembro de una de las monarquías más pobres del mundo?

No, la República no llegará por este camino. Se avecinan tiempos convulsos, desórdenes, lamentos y más pobreza. Lo que no consiga el virus por sí mismo, lo conseguiremos los españoles con nuestra pertinaz manera de destruir lo que tenemos, dispararnos a los pies, o a los ojos del contrario.

Publicado en: Actualidad

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