Al socaire

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Archivo de agosto 2021

Tarda la imaginación (Poema)

31 agosto, 2021 By amarias 1 comentario

1

Tarda la imaginación
y se lo tengo todo preparado.
Ayer recibí malas noticias,
lo que es seguro preludio
de montaraces ideas destructivas,
llenas del poder de evocación
tan del gusto de los poetas.

Hace tiempo
que el amor es un huésped desaliñado
que llena su cuarto de trastos
y no paga renta con la excusa
de haber servido como víctima propiciatoria
en ocasiones donde no se le necesitaba.

Demasiados recuerdos
ocupan los espacios, sin dejar un resquicio
por el que generar una historia creíble
que parezca improvisada y veraz.

¿Dónde estás, imaginación,
por qué retrasas
el bálsamo que alivia mis heridas?

27 julio 2021

7

Con una taza de café y el insomnio
me siendo en el porche de mi encrucijada
para repasar los enclaves
de una vida ordenada, sin más sobresaltos
ni penas
que los que proporciona una dosis promedio
de circunstancias, oportunidades y daños.

Los días de placer, sonrisas y triunfos,
los rescato del fango, les limpio las trazas
de adolescente sin rumbo
y los envuelvo en papel de regalo
para disfrute del anciano que soy.

Cuando me parece haber reunido bastantes,
los analizo mejor y comprendo
que he tomado prestados los mejores momentos
del álbum de imaginación
y la escalera de sueños.

22 agosto 2021

(“Tarda la imaginación”, @angelmanuelarias, 2021)

Publicado en: Poesía Etiquetado como: angel manuel arias, poema, tarda la imaginación

Afganos

24 agosto, 2021 By amarias 1 comentario

Afganistán (etimológicamente, “tierra o país de los afganos”) es el nombre de un territorio con superficie algo mayor que España (655.230 km2), con una población estimada próxima a 38 millones de personas y un PIB por cápita de solo 509  Dólares norteamericanos (Dato del Banco Mundial). Es uno de los países más pobres del mundo y, también, el menos endeudado (su deuda exterior ronda el 6% del PIB). El nivel de vida de los afganos es uno de los peores del mundo, sino el peor.

Desde el 15 de agosto de 2021 el país está controlado, por la vía de la fuerza (de los hechos, se dice eufemísticamente) por los talibanes) que han implantado el autodenominado Emirato Islámico de Afganistán, al colapsar la República Islámica de Afganistán, que contaba con el apoyo internacional y después de una situación de ocupación del país por casi dos décadas de los marines norteamericanos, dentro de una Fuerza Internacional de Asistencia  para la Seguridad (ISAF). El Consejo de Ministros español autorizó la participación de nuestro país  el 27 de diciembre de 2001, en apoyo del gobierno interino que se había constituido por entonces. La OTAN se hizo cargo en 2004  de la gestión de esa Fuerza Internacional.

El coste para España se resume en frías cifras. En la misión murieron 93 personas  (38 en combate, y 62 en el accidente del Yak en Turquía) y hasta 2015, cuando se dio por finalizada la misma, había costado 3.700 millones de euros.

La situación actual en Afganistán, con los talibanes en el poder, es calificada como “caótica” por los observadores. Miles de afganos se sienten amenazados por los extremistas que se han afincado en las instituciones, al huir el presidente de la República Afgana, Ashraf Ghani a Tayikistán y deponer sus armas sin combatir los militares afganos, a los que, teóricamente, se había adiestrado por las fuerzas internacionales.

El aeropuerto de Kabul, la capital del país, está cercado por los talibanes y se controlaba  estrictamente -hasta hace unas horas, en que se cerró, según noticias-  la salida de los afganos que, por haber colaborado (normalmente como intérpretes) con los militares de la OTAN, se saben identificados y temen por su vida. España había comprometido la extracción de un contingente de unos 800 afganos, prometiéndoles acogida en nuestro país, pero la cifra, incluso siendo inferior a la de cuantos colaboraron con nuestros militares -en misiones de formación y humanitarias-, no parece que podrá alcanzarse.

Afganistán es, por tanto, un Estado fallido, dominado por terroristas islámicos, que implantan la forma más rígida de la sharia, que desprecian a las mujeres, abominan de la cultura, se dedican al robo y a la extorsión como forma de vida y persiguen y matan con criterios erráticos, generando entre los pacíficos, una atmósfera de terror e intranquilidad. Se sospecha que el 10 por ciento de la población es consumidora habitual de droga y el país es un productor de opio destacado, comercializado en el mercado negro.

Se esta escribiendo mucho sobre la situación en Afganistán y, por tanto, lejos está de mi intención introducir mi desconocimiento en ese mar de impresiones, conjeturas, análisis y críticas. Creo que, si después de 20 años no se ha conseguido convencer al pueblo afgano de que “las democracias occidentales son lo mejor para el país”, si se ha fracasado en la formación de un gobierno apoyado por un ejército regular y una estructura organizativa a la que se han dedicado esfuerzos, ayudas económicas y vidas (aunque sospecho que algunos países y, concretamente, las empresas de Estados Unidos, en los sectores de construcción y armamento, sobre todo, han sacado su tajada de la ocupación), la conclusión que ha de extraerse es que el pueblo afgano, mayoritariamente, no quiere el apoyo occidental. No sabe qué hacer con él, no lo necesita, viene de otra cultura y otros intereses sociales e individuales.

Esta apreciación es congruente por cuanto que esa zona de Asia cuenta entre los pueblos con mayor tradición cultural, con un pasado rico en creaciones literarias y artísticas. El orgullo y petulancia occidentales, en la creencia de que nuestra democracia y proceso cultural es el mejor, chocan con la realidad de otras maneras de apreciar la vida, la cultura, la colectividad y, por supuesto, la religión.

Puede sonar a una ironía cruel, pero los afganos están contentos hoy -tal vez resignados- con su miseria, con su sociedad tribal. La bota sobre el terreno de los occidentales les asusta más que el control talibán de sus vidas.

Se ha fracasado en el esfuerzo de implantar en Afganistán las formas de dirección social occidentales; pienso, además, que nunca se ha intentado seriamente. Me recuerda la situación la anécdota de aquel observador que se extrañaba de que un perro, que había sido criado desde su infancia atado a una cuerda, que le limitaba así el terreno que podía explorar, no fuera capaz de asumir su libertad cuando se le cortó su limitación, manteniéndose sin atreverse a salir de su anterior confinamiento.

No estoy apoyando que se abandone a los afganos a su suerte, desde luego. Habrá que plantearse seriamente cómo ayudar a que su economía crezca, a despecho del control talibán que se adivina rígido y cruel con los disidentes. La reimplantación del régimen talibán en Afganistán, como vencedores en esa guerra de guerrillas, es la prueba fehaciente de la derrota occidental, en sus objetivos declarados, que se creían bien intencionados: ni se ha eliminado el terrorismo ni se ha recuperado la economía del país, apoyando un gobierno con visos de estabilidad.

Después de la invasión del país porque esos extremistas había protegido a Bin Laden, artífice instigador de la matanza de las Torres Gemelas, habida cuenta de que el movimiento terrorista inspirado en la interpretación exótica, machista y cruel del Corán, sigue actuando en todo el mundo sin que parezca posible el control de los enajenados dispuestos a matar o inmolarse (más proclives a lo primero) en nombre de Alá, la triste conclusión es que el mundo no es más seguro hoy. La sospecha del gobierno francés de que entre los refugiados afganos de estos días se han colado cinco terroristas, es una prueba más de que la incertidumbre aumentó.

Porque aunque los talibanes, a diferencia de AlQaeda o del ISIS solo parecen pretender el dominio y la independencia de Afganistán, el contagio por la fuerza de su victoria en el mundo musulmán traerá consecuencias para occidente.

 

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: Afganistán, Corán, extremismo. militares, ISAF, OTAN, talibanes

Zafiedades

15 agosto, 2021 By amarias Deja un comentario

Mónica García, concejal por Más Madrid en la Comunidad de Madrid, que se define como científica -supongo que por ser médico y madre- y se califica de “empática, honesta y comprometida”, está convencida de que a la presidenta regional, Isabel Díaz-Ayuso “no le interesa gobernar más allá de utilizar la gobernanza para sus intereses particulares”, demostrando “cinismo e hipocresía”, al descomponer desde dentro “un cargo público, como está haciendo el  Partido Popular en la Comunidad de Madrid”(El Mundo, 14 de agosto de 2021).

Teresa Ribera, ministra de Transición Ecológica y el Reto Demográfico, a vueltas con la papeleta de hacernos digerir la drástica subida del precio del Megawatio-hora, acusó a sus colegas de Gobierno de Unidas Podemos de “hacer demagogia barata” al pretender que la factura de la luz pueda solucionarse mediante un Real Decreto. No debe ser fácil desprenderse de la tentación de hacer demagogia con los mimbres al alcance, pues Teresa Ribera, después de calificar de escandalosa la actuación de Iberdrola al bajar los caudales de los embalses de Ricobayo y Valdecañas “lo que es legítimo, pero no razonable”.

Ione Belarra, Ministra de Derechos Sociales, acusa al ministro de Interior, Grande-Marlaska, de incumplir la legalidad, al ordenar la devolución de los menores marroquíes que llegaron el pasado 17 de mayo a España, alentados por el gobierno de Marruecos, por no contar con el preceptivo informe de los servicios de protección de menores y del Ministerio Fiscal. (la fotografía de Bernat Armange testimoniando que los menores se ven obligados a descansar en estanterías de una nave industrial es impresionante).

Dentro de la operación de caza y captura, para destruirlo y dejarlo como un erial, una de las piezas más cotizadas es el Rey de antes, Juan Carlos, al que algunos -incluido el presidente de Cantabria, Miguel Angel Revilla- “quieren ver en la cárcel por ladrón”. Me pregunto hasta donde se podrá estirar la cuerda de la Monarquía Constitucional sin que rompa y nos deje con el culo al aire de nuestra indefinición de lo que queremos ser de una vez. En mi opinión, Don Juan Carlos debe retornar a España y abandonar esa posición de supuesto apestado que no se compagina ni con las actuaciones investigadas por la Fiscalía, ni con el reconocimiento a la actuación del Monarca como garante de la democracia ni con el servicio prestado como amigo de los monarcas saudíes para conseguir pingües contratos para empresas españolas que (a la vista está) muy difícil lo tienen por la vía de las visitas de cortesía de ministros y capitanes de las constructoras que cotizan en el IBEX.

Alberto Garzón, ministro de la cartera de Consumo, especializado en traducir en declaraciones de su ministerio las afirmaciones gratuitas y consejos para ingenuos de algunos libros de matiz ecologista, ha afirmado que para producir 1 kilo de carne se necesitan 15.000 litros de agua. Parecería que incita  que, definitivamente, nos desprendamos de nuestra cabaña ganadera y nos hagamos veganos, pero por su comportamiento personal deduzco que no está por l labor de aplicar sus principios ecologistas a su vida particular.

No quiero ignorar que desde las filas de la derecha también se producen ataques verbales contra las actuaciones del Gobierno de Pedro Sánchez o pretendiendo descalificar a portavoces, concejales o diputados de las filas socialistas y comunistas. Que no se me juzgue como tendencioso, porque, vive Dios, que me da la mismo que gobiernen unos u otros con tal de que lo hagan bien, pero tengo observado que las frases que la izquierda dedica a quienes están en puestos de gobierno como representantes de la otra facción, son mucho más virulentas, injustas y zafias.

La descalificación sistemática de cuanto hace la presidenta de la Comunidad madrileña por parte de la oposición es ya paradigmática. Se la critica más que al alcalde de Madrid, Almeida, quizá porque se teme más su capacidad de respuesta ágil y seria, sin las concesiones populacheras de las que no consigue liberarse Ayuso.

La ausencia de respeto, elegancia, rigor, empatía y verdad que debiera regir las actuaciones de cuantos tienen responsabilidades públicas y facultades de representación, trasciendo de la política y alcanza, incluso, a la otrora prestigiosa Universidad. El rector de la Universidad de Barcelona, Joan Guàrdia se resiste a amparar públicamente al profesor Ricardo García Manrique, que fue atacado (por fortuna, solo verbalmente) en el Claustro al grito de “fascista y colono”. Los hijos de miembros de la Guardia Civil y de la Policía Nacional  destinados en Cataluña (y otras Comunidades que desprecian usar el español como lengua vehicular) sufren desprecios y vejaciones, según ha sido reiteradamente denunciado, por sus problemas lingüísticos y su marginación como “españoles”.

 

Publicado en: Actualidad, Política Etiquetado como: Almeida, Ayuso, Garzón, Ribera, Sánchez, zafiedad

Miedos

14 agosto, 2021 By amarias Deja un comentario

Los miedos se han instalado entre nosotros con nueva carta de naturaleza. El tradicional, es un mecanismo de respuesta emocional, fundado en causas identificables, adherido a la falta de respuesta creíble ante un peligro reconocible y evidente y, por ello, sabemos cómo superarlo. De la manera más elemental: ignorándolo.

Por ello, lo normal entre adultos es no tener miedo y, desde luego, lo que exigen las normas sociales es no reconocer que lo tenemos. Casi todos hemos aprendido a superar el miedo a a oscuridad, a los fantasmas nocturnos, al qué dirán,  a la soledad, incluso a la enfermedad y a la muerte. Las medidas de protección social y económica, en países relativamente ricos como el nuestro, han disminuido, y casi eliminado, el miedo a la pérdida de empleo, al descalabro económico, a la ruina.

Lograr la superación de esos miedos, que en muchos casos solemos calificar de infantiles, no supone que hayamos resuelto el conflicto, en el sentido de dominar la razón del temor. Sencillamente, nos hemos acostumbrado a pasar página, a no mirar el agujero que nos deja nuestro desconocimiento e incomprensión del porqué. Ni la muerte se ha alejado de nosotros, ni la enfermedad deja de acecharnos, ni el más rudo dominador de la soledad está libre de ser asaltado, robado o ser víctima mortal de un enajenado, un fanático o un delincuente sin escrúpulos ante la manera de cometer un delito.

Hay miedos que son alimentados, infiero que conscientemente, desde las alturas misteriosas del Gran Hermano. Creo que el temor al contagio por la pandemia de la Covid se ha convertido en un ejemplo que será paradigmático. La desinformación, la falta de coherencia y seriedad en las normas, el misterio respecto al origen y forma de propagación de este virus mutante, han convertido, desde hace ya casi dos años, esa plaga postbíblica en una amenaza difusa, el peor de los temores, el capitán de los miedos.

Se nos ha dicho desde las instancias oficiales de la Sabiduría Oficial, que podemos quitarnos la mascarilla. Ni caso. Se nos expresa que no debemos estar reunidos en período largo con más de diez personas en interiores. Tururú. No habrá festivales ni concentraciones al aire libre. Los hay.

Un paseo por cualquiera de nuestras ciudades nos permitirá reconocer que hay gentes que llevan mascarilla hasta las cejas, cruzándose con otras que han abandonado toda protección. No habrá botellones infantiles pero se pueden reunir hasta cuarenta mil personas en un estadio para aplaudir a su equipo del alma. Las vacunas son seguras pero habrá que pensar en una tercera dosis, como refuerzo o porque sí. Fernando Simón, nuestro gurú de lo que no va a pasar, ha desaparecido. Las cifras de ocupación de las UCIS, difundidas con deleite sistemático en cada telediario, con intención que me resulta desconocida, se han convertido en el dato numérico más relevante de nuestra desorientación.

Si se pudiera hablar de un objetivo cumplido, apuntaría a que se ha conseguido que tengamos miedo. La sensación, como recuerdo infantil, de que el coco vendrá esta noche a sacudirnos los pies y papá y mamá se hayan ido al cine o con unos amigos y tardarán en volver.

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: covid, miedo

Aprender a convivir

13 agosto, 2021 By amarias Deja un comentario

Desde que estamos investigando en qué consiste en realidad la democracia, no faltan indicios de que la cuestión puede ponerse cuesta arriba. Un síntoma preocupante es que los diferentes planes de estudio de la enseñanza primaria, se empeñan en incluir una asignatura o materia educativa a la que se concede carácter capital, que ha recibido diferentes nombres. Aunque la materia principal no cambia, los niños reciben máximas y consejos sobre conceptos tan flexibles como educación para la ciudadanía, formación para la convivencia social, respeto a los demás, cuidado del medio ambiente, etc.

No tengo a la vista libros de texto u orientación sobre los contenidos educativos con los que se cubre la enseñanza de un aspecto tan fundamental en la formación infantil y juvenil, pero no dudo que incluirá el respecto a las creencias y expresiones religiosas de los demás (cuando no interfieran con la libertad de otros y, desde luego, no pretendan alimentar el odio contra quienes no practiquen el mismo credo); debo imaginar que, como ejemplo concreto del respeto debido a la ley y a las disposiciones de las Administraciones, tendrá lugar especial el conocimiento de los límites del derecho de propiedad y la obligación de proteger a los propietarios o poseedores en su uso y disfrute razonable (y habrá que expresar algunas ideas sobre la interpretación de los términos abstractos o de aplicación polémica, como “razonable”, “importante”, “sustancial” o “perjudicial”, por ejemplo).

Dada la propensión de ciertos pequeños a abusar de los más débiles -ya se apuntan maneras de adultos en algunos-, los diligentes maestros, motivados o no, vigilarán que no se den en las aulas y durante los recreos muestras de avasallamiento, marginación, vejación o desprecio, así como que se abortarán los intentos de formar grupos en torno a cabecillas y rebeldes, con el objetivo único de doblegar por la fuerza de la masa desbocada, talentos, debilidades físicas o habilidades despuntadas.

Por intensas que sean las enseñanzas, y complejos los programas de esa disciplina académica transversal que atienden a la formación integral de nuestros  educandos querubines, la realidad que puede observarse es que no ha calado demasiado en los espíritus de la mayoría, que, cuando ya empiezan a distinguirse las pasiones y las apetencias sexuales, se rige fundamentalmente por el menosprecio a la mujer (de la que ella misma se convierte en objeto ofrendado, con exhibicionismos de sus cuerpos juveniles que no encuentran explicación), no puede sustraerse al principio elemental de “el que venga detrás, que arree”, en botellones que arrasan el espacio y en aglomeraciones que no buscan el placer intelectual sino el pasar el tiempo grupalmente, etc.

Puede que los frutos de esa propuesta educativa no sean tan fáciles de obtener, porque la sociedad está contrarrestando continuamente los buenos principios con ejemplos del éxito de los que aplican los contrarios. No tiene que ver con la crisis económica ni con la pobreza, salvo con la intelectual.

En lo ambiental, cualquier zona, independiente de su valor ecológico oficial, es susceptible de funcionar como vertedero. Los mares, ríos, arroyos y lagos, son objeto de continuas amenazas de degradación, que periódicamente se consolidan con destrucción masiva de la fauna. Los lugares previstos para entregar residuos urbanos pueden servir para dejar abandonados los artilugios más diversos, no importa que sean de obligada recogida por entidades especializadas o claro muestrario de cómo una empresa o un ciudadano particular pueden, con su negligencia o desprecio, afectar al coste de la retirada de residuos, encareciéndolo. ¿Se ha mejorado? Sí, pero poco.

En el plano simplemente ético (pero, desde luego, no desgajable de lo estético), los medios de difusión se encargan de ensalzar situaciones, personajes y tipos extraídos de la profundidad de la miseria humana, poniéndolos a la exposición del espectador, que tendrá difícil escaparse de la babosidad que impregnan sus historias, que parecerían inventadas, sino fuera porque se entroncan perfectamente en la vida real de sus protagonistas.

La enseñanza y el ejercicio de la educación para la convivencia debería abarcar también, de forma ejemplar, las actuaciones de todos los representantes públicos. La agresividad verbal sin sentido, la exposición petulante de la ignorancia esgrimida como verdad irrefutable, la mentira consciente y nunca desmentida, la descalificación de contario, el aprovechamiento egoísta de la condición pública, el despilfarro de los bienes comunes, la apropiación privada de lo que es de todos, la toma de decisiones relevantes sin consultar a los que saben (guiados por la intuición, la cerrazón mental o la desinformación culpable) son simples ejemplos de lo que se deduce del comportamiento de los que debería dar ejemplo de convivencia.

Pertenezco a una generación en extinción -no solo por edad- que no tuvo ocasión de estudiar ni educación para la convivencia, ni defensa medioambiental, ni respeto a los mayores ni tuvo ocasión de ser animado a cumplir con el propio deber. Nunca se nos explicó más allá de que era necesario saber para defenderte en la vida, es decir, subsistir.

Tuvimos mucha suerte. Cedíamos el asiento a las personas mayores, escuchábamos en silencio lo que decían sin intervenir, íbamos a misa los domingos y fiestas de guardar, jugábamos al fútbol en la calle, teníamos una onza de chocolate por merienda, veníamos de una familia numerosa, no sabíamos lo que era el lujo ni falta que nos hacía, sabíamos de carrerilla las comarcas y los pueblos de toda España, nos sonrojamos la primera vez que vimos a una mujer desnuda al natural, creímos en el pecado y la vida eterna y en las bondades del franquismo y lo malo que eran los norteamericanos. Hasta que se nos cayeron muchas falsas verdades, pero supimos por qué. Nadie nos las dio ya machacaditas, sin ocasión de discutirlas o aprender de su trasfondo.

Educación para la ciudadanía, ¡la tribu ha dejado de enseñarte!

Publicado en: Actualidad, Sociedad Etiquetado como: educación para la ciudadanía, enseñanza, juventud

Asturias, cuesta trabajo

1 agosto, 2021 By amarias Deja un comentario

Espero no ofender a casi nadie si afirmo que a la región asturiana le falta proyecto. Y, por tanto, carece de estrategia de defensa de lo que no tiene.

Siempre me pareció que,  entre los múltiples y graves problemas de Asturias -cuyo origen, bien estudiado por especialistas, proviene de la utilización sistemática de la región por los gobiernos centrales para atender a los intereses generales sacrificando (o adulterando) los intereses para el desarrollo regional-, luce con voz propia una característica especial. Tenemos un exceso de cabezas pensantes, generadoras de estudios, análisis, sugerencias y críticas, realizados por instituciones y particulares, ofreciendo opiniones interesantes o al menos, merecedoras de discusión, para lograr la reactivación o detener la parálisis, pero faltas de coordinación. Los gallos del corral de las ideas son poco dados a ponerse de acuerdo y prefieren enzarzarse en discusiones sobre el pasado y lo que pudo haber sido.

La permanente discusión sobre lo que se tendría que haber hecho, siembra confusión y desorden y empequeñece y desgasta las fuerzas que deberían aunarse para poner en marcha las ideas. La pequeña región presenta excesivos centros de análisis sin fuerza decisoria, ha alimentado la formación teórica de alto nivel, olvidando el adiestramiento de los discentes en habilidades prácticas y, en cuanto a la promoción de actividades, en un erróneo planteamiento de autosuficiencia, apoya pequeños emprendimientos locales con escasas posibilidades de supervivencia por poco que cambie la coyuntura.

Es imprescindible que los centros de formación técnica de Gijón, Oviedo y Mieres, olviden el enfrentamiento de los egos profesorales y se estructuren como una verdadera Politécnica, con programas de formación e investigación coordinados, en lugar de mantener la actual sobrecarga de profesorado y alumnado. La formación profesional, que tuvo -¡en el tardofranquismo y en las primeras décadas de la democracia!- días de gloria, deambula  sin energía entre los planes de estudios pendientes de revisión a fondo, la efectividad de la enseñanza dual y padeciendo la escasa atención que le presta el empresariado regional, con escasas excepciones de nivel.

Periódicamente, tomando consciencia del languidecimiento de la región, se reabre la cuestión de las conexiones con la meseta, con occidente y oriente. La autovía de peaje es un hurto permanente consentido que apoya la idea general del aislamiento de Asturias. El viajero gasta más en peajes en ir y volver a la región desde Madrid que en combustible. El tren de media velocidad -un enlace con Madrid que tarda dos horas en llegar a León y prácticamente tres en recorrer los cientoveinte kilómetros desde allí hasta Mieres, Oviedo o Gijón- forma parte de ese desprecio hacia las comunicaciones de Asturias con el resto del mundo. No son pocos los que, para ahorrar tiempo, dejan el coche en León o mandan que se les vaya a buscar allí para seguir por carretera el trayecto a Oviedo. Gijón o el resto de poblaciones asturianas de destino.

He leído con atención el proyecto Asturias XXI con el que, según tengo entendido, desde hace unos once años, un grupo de animosos profesionales, quiere concretar lo proyectos que servirían para la reactivación de la dormida y olvidada región. Son, todas, buenas ideas. Hay una relación muy sugerente de mentores -casi todos, residentes en el extranjero y  dispuestos, por lo que leo a dar sabios consejos.

Lo que falta en esta región no son, sin embargo, ideas -andamos sobrados de ellas-. Lo imprescindible es encontrar la manera de plasmar algunos de esas iniciativas -las seleccionadas como prioritarias-, con dinero. Esas inversiones, dado el reducido tamaño del tejido empresarial asturiano y la ausencia de una Banca regional (¡ay, Cajastur!), han de venir, básicamente, desde fuera y, muy seguramente, de proyectos públicos o semipúblicos.

En el caso de la potenciación de la investigación para apoyar proyectos con viabilidad regional, la cuestión es igualmente urgente. Ninguna tesis doctoral, ningún trabajo de investigación universitario, ni siquiera las tesinas fin de grado (especialmente en las disciplinas técnicas) debieran olvidar ese enfoque.

Desde fuera, en especial cuando se tiene una responsabilidad importante en un empresa o grupo empresarial, no es complicado bombear buenas ideas de lo que “hayquehacer”. Vale. Pero la experiencia demuestra que, por brillante que sea el expatriado que vuelve, se encontrará con duras resistencias para poner en marcha sus proyectos. Será fagocitado por la reacción regional, ninguneado por las fuerzas vivas instaladas, agotado su empuje por la falta de medios y apoyos.

Otra cuestión que afecta a Asturias -la principal, en mi opinión-, es la falta de unidad política regional. Las dos Españas se reproducen en este minúsculo pedazo del mapa, con descalificaciones entre una izquierda trasnochada y de pulso estéril y un centro derecha incapaz de conceder la mínima ventaja a su oponente ideológico. Asturias no tiene masa crítica ni fuerza para forzar en el Parlamento y en el Gobierno (donde hace tiempo carecemos de voz) un cambio de rumbo, ayudas concretas para proyectos relevantes y cortar de raiz ese ruido de opiniones de salón.

Asturias debiera plantearse la unión -tal vez no como supra-región, aunque sí con enlaces sólidos para poner en pie de inmediato, los proyectos principales comunes más urgentes- con León, Cantabria o, incluso con Galicia (al menos, Orense y Lugo). Esos proyectos comunes debería incluir la recuperación de antiguas poblaciones rurales, la revisión del alcance verdadero de la red 4G/5G, el cuidado de las comunicaciones interiores, la potenciación de los productos propios de calidad, el aprovechamiento de las masas forestales, la utilización más eficiente de los terrenos agrícolas y, en fin, una propaganda dirigida no solo a vincular la imagen de la región al lobo y al oso, sino a la eficiencia, la calidad de vida, la formación y cualificación de su juventud.

 

Publicado en: Actualidad, Asturias Etiquetado como: Asturias, Asturias XXI, proyecto regional

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