¿Y si todo ha sido un juego de estrategia? No un juego de los que suman cero, o de esos en que todos ganan, sino un juego perverso en el que todos pierden y, en especial, pierden más los que más ponen. Me refiero, claro debía estar, al período de alta intensidad mediática que hemos padecido en España. a la espera de que sus Señorías se pongan de acuerdo sobre el próximo presidente de gobierno para el país.
Habiendo sido testigos en la distancia (o sea, haciendo seguimiento ocasional del suceso gracias al tubo catódico o a los transistores) de la representación del debate de investidura fallida del candidato Pedro Sánchez, puede ser el momento, mientras se prepara el segundo acto de la representación política, de comentar en los vestíbulos, mientras tomamos una cerveza, la valoración que nos merecen el guión de los autores y la actuación de los actores (y actrices, por supuesto) de este sicodrama con tintes cómicos en el que tenemos la opción, como espectadores, no de votar al final si nos ha gustado, sino al principio de la obra, si nos va a gustar.
He leído en el periódico al que se atribuye la representación oficial del Partido socialdemócrata (El País, 28 de julio de 2019) que los Sres. Pablo Iglesias e Iván Redondo son los principales autores del libreto a cuya representación hemos tenido el tedioso privilegio de asistir en vivo y en directo. Sobre la cualificación personal y profesional de Iván Redondo es posible que no todos hayan oído hablar, por lo que convendrá únicamente aclarar que se trata del jefe de Gabinete de Sánchez, y que, según la crónica, éste bebe los vientos por él y le come de su mano (no lo dice así, pero la semántica fuerza entendederas).
La trama se entrelaza con tintes más bien oscuros si se combina con la constatación que Iglesias y Redondo no tienen rencores en su trastienda (como parece el caso de Sánchez con Rivera), sino que se aprecian mucho al margen de posiciones ideológicas, son aficionados a ver series de esas largas con muchos muertos y traidores, y que, aficionados a todo enredo, les gusta jugar al ajedrez aleatorio (una modalidad de ese suplicio mental que implica situar las fichas en el tablero prácticamente al azar, manteniendo solo unas mínimas reglas para evitar desequilibrios aparentes en el inicio del juego).
Por si sirve más al juicio valorativo, añado de mi cosecha que Redondo e Iglesias tienen estupendos egos, producto de floridas formaciones académicas, nutridos por el aplauso de admiradores y la envidia de detractores, y que, como medida de cambio más al uso, gozan de una experiencia dialéctica culmen de los cúlmenes, impropia de humanos, curtida en terrenos mediáticos en donde en teoría te despellejan a preguntas capciosas y te defiendes en la práctica con respuestas ininteligibles.
El resultado del primer acto del docudrama es conocido por todos. La única sorpresa que contenía este acto demasiado largo, más soporífero que enjundioso, fue que el Unidas-Podemos de “solo” Iglesias y el PSOE de Sánchez no han llegado a un acuerdo para investir con el gorro de capitán del buque España al segundo, después de haber consumido meses de nuestra espera y horas de su negociación, habiéndose reconocido como socios idóneos, Cuando creíamos que estaban repartiéndose los ministerios y los sillones y las cajas de reparto del dinero de la administración pública, su desacuerdo no fue por culpa de Esquerra Republicana y su voluntad de hacer nuestra España un desbarajuste republicano repartido en taifas.
Esta facción minoritaria llama por azar ER, conformada por seguidores de una troupe de amigos de hacer bulla y tirar de navaja lenguaraz, que estaba magníficamente representada por el Sr. Rufián (al que hay que aconsejarle que utilice el privilegio legal de cambiar su apellido, para darle un tono más acorde con su maleabilidad discursiva sobrevenida) ¡estaba a favor de que pactasen!, de que se subieran como fuera al podio de la gestión del Estado, y habían ofrecido ponerse de lado, incluso estaban a favor de votar el programa que saliera de su parto de consenso.
Así que saco una consecuencia desde mi silla de gallinero, donde solo veo un trozo del escenario y me llegan mal los sonidos de todos los cantábile: que este acto haya salido tan zafio, no es culpa de los actores.
Ellos no saben, a priori, el papel que les va a tocar representar. Se ven en la obligación de escenificar un guión que se les entrega desde bastidores en tiempo real, y del que desconocen todo, incluso si han de ser ellos u otros quienes encarnen a los buenos, a los malos, al hada maléfica o al chico que cambia los decorados y se encarga de hacer zumbar las caracolas.
Reconozcamos que lo que no tengan el ánimo para aburridos, estarán al menos desconcertados, amén de atónitos. Hubo algunos momentos, sí, entretenidos. Quizá el mejor fue cuando el indicado Rufián aleccionó a Iglesias y a Sánchez sobre la necesidad de que se pusieran de acuerdo sobre la marcha, como “ventana de oportunidad” y en atención a las “ganancias marginales” porque en septiembre ya no podrían apoyar la investidura de Pedro Sánchez, previsiblemente ocupados en organizar revueltas callejeras.
Otro momento digno de recuerdo fue la apelación de Adriana Lastra, en su monólogo final, sugiriendo que algunos de los personajes no tenían alma, con tiros a derecha como a izquierda, en plan llaner@ solitari@. Notable fue, también, la discordancia entre el traje de malo de western de Abascal y el papel de novicia que le asignó el letrista. Del antaño sólido Rivera ya queda más bien poco, en relación con la fama que traía. Y por no dejar a ninguno de los cinco magníficos sin calificación, Casado ha desempeñado bien el papel de segundo tenor, con una dicción clara y fraseo comedido, con los que en el anfiteatro de la derecha despertó algunos aplausos, porque debieron pensar que robaba escenario al primer espada, aunque la letra que le asignaron carece de contenido relevante, y suena mejor en los solos desde detrás de bambalinas.
Sucede que no me apetece ver el final de la obra. Quiero que ver otro libreto, que se conceda protagonismo a otros actores y actrices. Tiene que haberlos, que los busquen, que salgan a la palestra. Y que cambien el decorado, por favor, que es de otra época. Que los escribas y los que se ocultan tras los negros -me refiero a los que no dan la cara- den pie a que se luzcan otros, que pongan más realidad social en los fraseos y que , por favor, si se eligen jóvenes para la representación (que es lo que mola acá) que les instruyan que dejen de introducir morcillas presumiendo que son jóvenes y que su momento ha llegado para cambiar España.
No es cuestión de gustos ni de ideologías, no. Solo que he percibido, con claridad meridiana, que el horno no está preparado para estos bollos, ni los bollos tienen la levadura y la mezcla de harina precisas (menos fuerza y más espelta) para que el producto no nos reviente en el hogar o salgan panes duros como un cuerno.
Les doy unas pistas a los escribas: en septiembre, la estrategia deberá consistir en contener los ímpetus secesionistas de la mitad de una Catalunya oficialmente descontenta con la dura sentencia contra los cabecillas de la secesión; en septiembre, habrá que empezar a digerir la fuga del Reino Unido en un Brexit salvaje; en septiembre nos daremos cuenta, luego de un tórrido verano, que somos un poco más pobres, algo más desorientados, que tendremos menos superficie arbórea, más empleo -tal vez- pero estacional y de peor calidad, menos empresas de valor, y más capital extranjero en las que lo tenían; seremos. sí, menos ingenuos, pero estaremos más cansados para aguantar elucubraciones de gabinetes mediáticos.
Resumen: hay estrategias muy peligrosas porque tratan de separar en vez de unir. Y como decía mi tío Carrio, “si te engañan una vez, la culpa la tiene el mentiroso; pero si te engañan dos veces, la culpa será tuya”. No tenemos un país de reserva, señores diputados. No nos lo conviertan en un campo de minas mientras ustedes se ríen o se pelean de mentirijillas desde el escenario.
El zorzal común (turdus philomelos) es muy aficionado a comerse los frutos del tejo. Es un pájaro más pequeño que el mirlo, y de costumbres parecidas, si bien más tímido que éste y, aunque habitual en la invernada en territorio de la península ibérica, es más raro en las regiones al sur de la cordillera cantábrica.
Su reclamo es un corto “zipp”, emitido generalmente en vuelo. El canto, inconfundible una vez que se le ha oído alguna vez prestándole atención, posee una musicalidad especial, que puede ser tenido por variado en tonos y hasta lleno de matices. Sin embargo, como se suele repetir dos o tres veces, enlazando estrofa tras estrofa, a los que entienden de trinos, y lucen buen oído, e incluso a los que se pasan el tiempo embelesados con su gorgoritos, les acaba pareciendo más bien soso.