Cuando la guerra en Ucrania se prolonga por un mes y un día (la ominosa invasión rusa tuvo lugar el 24 de febrero de 2022), es necesario hacer una clarificación de la situación, tratando de incorporar el análisis de lo que pueden ser más que matices, para valorar correctamente la situación.
Quizá lo más sorprendente es el reconocimiento de Rusia de que no se plantea nuevos objetivos militares. Después del arrasamiento inhumano de Mariúpol, y haber destruído innumerables edificio públicos y privados y causado miles de víctimas, el Kremlin parece dar por conseguidos sus propósitos y anuncia la disminución de la presión sobre el territorio invadido (recojo la declaración con toda reserva, que están difundiendo apenas hace media hora cuando escribo esta Crónica, los medios internacionales).
No será todo tan sencillo. Por una parte, y dando credibildad a las informaciones que llegan del campo de lo agredidos, las tropas ucranianas han recuperado terreno en Kiev, alejando a los rusos a más de 30 km y consiguiendo cercar a 4.000 soldados del Ejército invasor.
La solidaridad internacional a favor de Ucrania y del versátil líder Zelenski alcanza cotas muy emotivas. El Presidente Biden se ha acercado a Polonia para manifestar su apoyo a los refugiados que huyen del país arrasado por el déspota, El aislamiento de Putin es total si nos referimos a la Unión Europea.
Desde la OTAN se apoya a Ucrania con ayudas humnanitarias y material bélico, aunque procurando que esa intervención parezca indirecta. Se ha pedido a China (de momento, sin aparente resultado positivo) que no apoye a Rusia en su invasión y “promueva una solución pacífica, defendiendo el orden internacional, absteniéndose de cualquier acción que ayude a Chuna ” -aunque no han indicado expresamente que “condene la guerra”.
Se continúa ejerciendo presiones económicas “sin precedentes” (en expresión del secretario general de la OTAN, el noruego, Jens Stoltenberg) y, aceptando por buena la dramática observación de los servicios de inteligencia de Estados Unidos que advierten de que Putin estaría preparando ataques con armas químicas, con misiles espceciales y bombas termiobáricas, concentrándose en el control del Este de Ucrania antes de ofrecer la negociación para parar la guerra.
Hemos asistido con emoción a las manifestaciones de solidaridad de multitudes en casi todas las ciudades importantes de Europa y algunas de Estados Unidos. “Stop de World” y “Putin, Hitler” son gritos de repulsa unánimes. Las miradas hacila la población rusa para que se exprese claramente contra la masacre sin sentido, se tornan confiadas en que -en un plazo corto- Putin pierda el apoyo actual.
Incluso algunas voces puntuales -siguiendo la línea del senador republicano Lindsey Graham, que proponía, ya a principios de marzo, el “asesinato de Putin” como solución a la guerra, expresión temperamental de sentimientos que fue de inmediato rechazada por la oposición en el gobierno, como impropia de un pueblo que “defiende los valores éticos y la vida humana” (lo que no deja de tener también una connotación cínica).
Mi apreciación actual es que la guerra continuará durante semanas, sin llegar a un alto al fuego. Seguirán muriendo soldados de ambos lados. En el caso de los ucranianos, en que la población masculina de 18 a 60 años está movilizada forzosa (calculo que serán más de diez millones de hombres) no puede hablarse de población civil. Son víctimas de una guerra sin sentido, insuficientemente preparados para combatir y en la situación desventajosa de tener que repeler una agresión con material bélico inferior. Habrá, pues, más destrucción, más muertes, más refugiados. Más palabras de ánimo a Volodomir y sus valientes. Más presión económica. Mayor apoyo de material bélico, incluído protecciones ante misil y misiles de mayor alcance para Ucrania.
Mayor riesgo de una tercera guerra mundial, porque el dictador está acorralado y, como el alacrán ante el fuego, tratará de lanzar su aguijón a todas partes. La intervención clara desde China para parar la guerra es imprescindible, porque Occidente no puede mediar (no quiso entender los mensajes de Putin en su momento, y ahora carece de capacidad). Ucrania seguirá existiendo, recortada -no debe perder el acceso al mar, en ningún caso- y con necesidades inmensas para su reconstrucción.
El mundo está amenazado por varios flancos y las tensiones florecen en múltiples puntos calientes. En el Gran Premio de Dakar, se produjo hoy un ataque con misiles de los insurgentes yemeníes sobre el aeropuerto de Yehda y las autoridades de Arabia Saudí no han podido interceptar a uno de ellos. Se plantea, pues, la suspensión de la competición, decisión que parece lo más lógico para salvaguardar la seguridad de los conductores, equipos de apoyo y aficionados locales.