Al socaire

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Archivo de octubre 2020

Síndrome del eficiente

31 octubre, 2020 By amarias 4 comentarios

Es obvio que la Covid 19 está provocando tremendas conmociones en todas las esferas, abriendo grandes interrogantes sobre la necesidad de encontrar formas de colaboración internacional y gestión que permitan aliviar los problemas actuales -sanitarios, humanitarios, políticos y económicos- y recuperar, si fuera posible, la senda de crecimiento, lo que para el “mundo occidental” parece especialmente complicado.

No quiero en este Comentario introducirme en el debate sobre la manera cómo los diferentes Estados están tratando cuestión de controlar el avance generalizado de la pandemia, salvo para subrayar que este virus ha puesto de manifiesto, una vez más, las dificultades de los seres humanos con responsabilidad de tomar decisiones que afecten a terceros -políticos y gestores empresariales incluidos-. Problemas ciertos para comprender la naturaleza de las interacciones con otros agentes, delimitar y comprender los daños colaterales y no obsesionarse en resolver los  problemas inmediatos de su colectividad, como si estuviéramos aislados en una cápsula.

Los signos son generales. Los advertimos en el debate por la presidencia norteamericana (en donde un candidato no me despierta confianza y el otro carece de mi simpatía); en la reciente historia con tomas falsas sobre el Debate de Investidura que no fue sobre el desgraciado Estado de la Nación. Miremos donde miremos, se pone de manifiesto la debilidad de los entramados que marcaban diferencias entre izquierdas y derechas, aquellos (ya viejos, no por obsoletos, por inutilizados) sueños de compatibilizar teorías liberales y socialdemocracia. Carecemos de vías de solución eficaces (o, por lo menos, creíbles) y solo vemos cómo nos calientan la cabeza y vacían los bolsillos.

He repasado alguno de los síndromes que esta Covid ha levantado entre la ciudadanía. El forzado aislamiento, la separación de los seres queridos, el temor a que el virus nos agarre con gravedad, la persistencia de noticias que nos aclaran que se mueren cientos, miles de personas cada día, y que no aparecen las vacunas ni se nos presenta un horizonte de tranquilidad creíble, están provocando depresiones, signos exacerbados de locura o enajenación, algún suicidio. Conozco gente que no sale de casa por ningún motivo y otros que han llevado la obsesión por el control y la limpieza a límites tales que están vecinos a la estulticia. Entre el personal sanitario -como más significado entre los colectivos que tienen que lidiar con los enfermos de pandemia- las tensiones que causa la Covid poseen perfiles específicos (angustia ante la propia incapacidad, sensación de impotencia, dolor ante e padecimiento ajeno al que no se sabe cómo paliar suficientemente y, en fin, sobresolicitación laboral)

Pues bien, el síndrome que más curiosidad me levanta es el que podíamos llamar “síndrome del autónomo eficiente”. Me refiero con ello a aquellas personas que están orgullosas de haber tomado todas las medidas para que a ellos no les pase algo malo y, cuando se encuentran con alguien que ha caído en la desgracia de ser atrapado por el maligno, se esfuerzan en mostrarle lo que han hecho mal y, por tanto, le presentan un cuadro de auto-culpabilidad. “¿Tienes cáncer de próstata, de mama, de colon? Pero ¿te hiciste todas las pruebas? ¡Yo me las hago cada seis meses!” O “Yo no tomo tales o cuales alimentos” . O “Yo corro kilómetros todos los días”. Como enfermo de cáncer, se muy bien que no por no ser fumador, ni bebedor, ni tener antecedentes familiares de mi patología, y aunque he llevado una vida relativamente sana, se puede librar uno de se atenazado por graves tumores.

En el caso de la Covid, las medidas de separación y aislamiento, evitar las reuniones numerosas, llevar mascarilla y lavarse las manos con frecuencia con hidrogel, son necesarias, pero no sirven para garantizar que no te contagies. No lo digo yo por alarmar, es lo que está comprobado a poco que se haga el seguimiento masivo de los millones de contagiados. Factores genéticos, sociales, de entorno, parecen ser muy influyentes. Y ahora, además, para mayor desconcierto, unos sabios virólogos han descubierto que la Covid china a mutado en España a una cepa agresiva, que sería la causante de nuestro peor comportamiento colectivo a la pandemia y nos hace responsables colectivos de una Covid española, por más que a lo mejor ese hallazgo (aún no comprobado) pueda venir en ayuda de los expertos nacionales que nos han estado llevando desde marzo de desconcierto en desconcierto, según prueban las hemerotecas.

Cuando oigo a un/una orgulloso/a vencedor/a de la Covid esgrimir sus armas -aislarse físicamente, ordenar la compra por internet, hablar solo por teléfono o videoconferencia, en fin, haber convertido la casa en un búnker- me pregunto si, aunque consigan librarse individualmente del ataque de la pandemia, no habrán echado a perder -ojalá que no definitivamente- su vida.

Publicado en: Actualidad

Una religión sin dogmas

26 octubre, 2020 By amarias Deja un comentario

Debo ser uno de los pocos no creyentes -aunque me apresuro a escribir que respetuoso con la fe de otros- que se ha leído completa la última Encíclica del Papa Francisco, Fratelli Tutti, que se ha dado a la publicidad el 3 de octubre de 2020, en Asís, la víspera de la Fiesta del “Poverello”, el santo nacido en esa localidad italiana del que Jorge Mario Bergoglio ha tomado el nombre y la especial advocación.

La carta solemne del director de los católicos, sumo pontífice de los adeptos a esa religión, me ha sorprendido por su formato y, desde luego, por su contenido. Aún con mayor énfasis que la anterior (Laudatio si), se me asemeja mucho a un buen trabajo de fin de curso, una excelente tesina, con sus referencias bibliográficas perfectamente indicadas, en número de 288, párrafos epigrafiados y capítulos con sugerentes títulos.

No pretendo, en absoluto, minimizar ni ridiculizar el escrito del Papa Francisco. Es, en mi opinión, un excelente repaso a los problemas que tiene pendientes la comunidad internacional, como consecuencia de los diferentes tipos de egoísmo que debilitan, emponzoñan o destruyen la actividad humana, desde el nivel individual al colectivo de mayor ámbito, es decir, la Humanidad.

El móvil del amor, entendido como fundamento de la ética universal, es revisado desde distintos ángulos. La parábola del Nuevo Testamento, en la que un judío que ha sufrido el asalto y apaleamiento de unos bandidos, yace malherido en un camino por el que pasan, sin hacerle caso, un sacerdote y un levita, en tanto que un samaritano lo atiende, cura y lleva a una posada, dando  instrucciones y dinero al posadero para que lo cuide hasta su vuelta, le permite extraer una sencilla filosofía sobre la verdadera caridad- El “trasfondo de un desafío de siglos”, las relaciones “entre nosotros”, que Francisco precisa que no son ni los creyentes ni los que tienen en común una raza, una cultura o una religión, sino todos los seres humanos.

Ese repaso, sistemático, a las diferentes categorías de “otros”, permite a Francisco referirse a los marginados económicamente, a los migrantes, a las organizaciones internacionales, a los nacionalismos y populismos. Nada que un agnóstico, abierto al concepto de ciudadanía y solidaridad universal no pueda compartir y desear, como un objetivo permanente incumplido. El lenguaje papal es moderado, expresiones como “el mercado no lo resuelve todo” no sorprenden ni al más feroz de los neoliberales. Referencias al cuidado del medio ambiente y al desarrollo de los países como necesidades conjuntas, o a la obligación de subordinar la economía a  la política (y no al revés) encuentran acomodo  sin problemas en intelectos de derecha como de izquierdas.

No hará daño a nadie, al contrario, leerse la Encíclica del Papa Francisco. Está muy bien escrita, perfectamente documentada, generosamente neutral en cuanto al tratamiento de la idea de Dios. Un personaje necesario, omnipresente,  esgrimido por el Pontífice como referente de autoridad, pero desprovisto de toda connotación de Ser exigente y punitivo, sino con la imagen plácida y próxima de Jesús, un ser humano que ordena hacer el bien y amar a todo el mundo, como nos vienen repitiendo desde Aristóteles a Kant y defendería cualquiera al que no obnubilara la visión de su bienestar, si lo entiende como un premio a su trabajo y condición, y no como una obligación para compartir y ayudar a los que no tienen bastante para vivir ni perspectivas de mejorar porque se lo impide la insolidaridad de los demás y su situación marginal.

No conozco las razones (si es que existieron algunas, aparte de su personal ambición por generar hechos noticiables) por las que el Presidente de Gobierno español Pedro Sánchez, su esposa y otros miembros de su cohorte han ido al Vaticano este pasado fin de semana. Pero sí puedo decir que, si se toma la molestia -entre una y otra de sus homilías dominicales- de leer uno de los ejemplares de Fratelli Tutti que, según cuentan, le regaló el Papa Francisco, le vendrá bien. Puede citar cualquier párrafo de la misma sin temor a generar crítica alguna, salvo en los impertinentes que a todo quieren sacar punta.

Lo que no encontrará es referencias al dogma cristiano. Y esa enseñanza, dejar el dogma de lado para concentrarse en abordar con eficiencia los problemas humanos, en este momento duro por el que atravesamos, en que el escenario se nos ha llenado de dogmáticos de pacotilla, supongo le vendrá muy bien. A él, a sus colegas de gobierno de coalición y a la oposición. Desde la extrema derecha a la extrema izquierda, todos pueden asumir sin desdoro que o vamos todos juntos a la solución, o nos hundimos sin remedio.

 

Publicado en: Actualidad, Política, Religión Etiquetado como: Bergoglio, Francisco, Fratelli tutti, neoliberalismo, política, San Francisco, Sánchez

La difícil recuperación de la bipolaridad política

23 octubre, 2020 By amarias 4 comentarios

En lugar de manifestar desconcierto ante la escenificación de la ruptura entre el Partido Popular y Vox que ayer, 22 de octubre de 2020, ni más ni menos que en el Congreso de Diputados, realizó Pablo Casado en el ámbito de la moción de censura contra el Gobierno de Pedro Sánchez, la mayoría de los comentaristas que analizan hoy el movimiento político del líder del PP, celebran lo que califican de sensato movimiento hacia el centro ideológico.

Me cuento, desde luego, entre los ciudadanos a los que sorprendió el acuchillamiento público a Abascal, que significa, con todos los matices que nuestra indulgencia quiera añadir,  también el desprecio hacia los más de cuatro millones de votantes de ese partido. Un partido singular, producto de la escisión del viejo PP, que ha soportado sobre sí el estigma de ser calificado como ultraderecha, xenófobo, racista y neofranquista.

Como amalgama de restos de la descomposición de la vieja “derechona”, no habría por qué elevar las manos al cielo en signo de horror, puesto que deberíamos estar acostumbrados a que en España no trabajamos con ideas -al menos, políticamente-, sino con movimientos “contra”. Vox, es cierto, representaba el aglutinamiento peculiar de todos los que veían en la posición del PP de Casado una actitud débil, “la derechita cobarde”, demasiado connivente con la política oportunista del Presidente Sánchez.

No todo en Vox es reprobable, sin embargo. Para muchos y, desde luego, para una mayoría de sus votantes, sin duda, también ha sido el partido que mejor ha expresado el apoyo a la Monarquía como institución legítima de la forma de Estado que señala la Constitución vigente, l respeto a la religión católica como portavoz de una tradición de valores éticos y sociales y, desde luego, la repulsa al colaboracionismo con los independentistas y comunistas.

Los beneplácitos verbales de los portavoces socialistas y podemitas al discurso claramente rupturista de Casado con las expresiones ideológicas que supo aglutinar Vox, me sonaron, no ya a improcedentes, si bien oportunistas, sino a genuino abrazo del oso, es decir, a la manifestación de una felicitación a un tercero que oculta la realidad de su propia complacencia.

Si estuviéramos observando un capítulo de una serie televisiva, de esos que nos han acostumbrado a creer que todo puede cambiar en el siguiente, me animaría a pensar que todo ha sido un apaño, una añagaza, una trampa al electorado general, para conseguir que la actual situación de gobierno/desgobierno de la coalición PSOE-PODEMOS-INDEPENDENTISTAS Y SEPARATISTAS adquiera aún más tiempo de vuelo. El Gobierno y sus socios pusieron ayer nota alta a Casado, heredero, dijeron, de las mejores esencias de la derecha histórica española. Qué paradoja, qué sinsentido. Los contrarios aplauden que enfrente se libra una lucha fraticida y levantan en andas al gallito vencedor.

Me parece, personalmente, estupenda, la afirmación de lealtad constitucional y oferta de colaboración con el Gobierno para sacarnos de este marasmo económico, judicial, técnico, sanitario y social, que está implícita en el discurso de Casado. Es necesario, lógico y hasta imprescindible. Lo que no entiendo es por qué hay que desaprovechar una situación tan delicada para, obviando apoyar a Abascal y su propuesta, a lo que no estaba el PP, desde luego, obligado, dejar de poner de manifiesto las cosas que el actual gobierno está haciendo mal y hasta muy mal. Porque tal parece que lo que se ha querido es inculpar a Vox y a sus líderes de los males que aquejan en este momento a nuestro país, dejando que se vaya de rositas la coalición de socialistas y todo el guirigay del populismo, el independentismo y el republicanismo más revolucionario.

Necesitamos una derecha fuerte y una izquierda coherente, y es imprescindible que ambas facciones ideológicas se muevan en el marco constitucional y de lealtad a los compromisos que suponen el correcto funcionamiento de las Instituciones del Estado. Tengo la impresión de que, después de la exhibición de pureza y pedigrí que quiso realizar Casado ante los españoles que, mal que bien, estábamos siguiendo el debate, hay muchos millones de compatriotas que se preguntan hacia dónde va ahora la derecha.

Si creen que el discurso de Casado supone una deriva hacia el centro, apretujándose contra el espacio de lo que queda de Ciudadanos bajo la capitanía de Arrimadas, y tratando de arañar votantes del PSOE para construir un frente muy amplio, que atraiga también a los votantes de Vox, avergonzados por el trato dado a su líder, me atrevo a decir que se equivocarían.

La derecha española sigue en busca, no ya de autor, sino de programa. Y la izquierda ha demostrado desde que Sánchez se aupó como líder de la barcaza del PSOE, que no necesita programa ni cuota de entrada. Todos son bienvenidos para navegar en el berenjenal que representan.

 

Publicado en: Actualidad

¿A las puertas del infierno?

22 octubre, 2020 By amarias 8 comentarios

El Ministro Illa, responsable de la cartera de Sanidad en el todavía Reino de España, acaba de anunciar -en una corta entrevista radiofónica en Onda Cero, a las nueve de la mañana del 22 de octubre de 2020- que estamos a “las puertas del invierno” y que, según los expertos que le asesoran (propios y de ajenos), serán necesarios por lo menos seis meses, para que alguna de las vacunas que se investigan contra el coronavirus, superados los controles que demuestren su carácter eficaz y, al mismo tiempo, inofensivo, pueda ser distribuida entre la población en número suficiente.

Muy optimistas me parecen, dentro de su dramático contexto, esas previsiones, cuando no tenemos, ni de lejos, controlado el avance del virus estamos asistiendo a la imposición de confinamientos cada vez más severos. Y me parecen terriblemente precursoras de una crisis económica aún más profunda, de la que no van a salvarnos unos miles de millones de euros europeos, cuyo destino aún desconocemos y cuyo coste real ignoramos.

Me resulta fácil hacer el juego de palabras con las palabras de Illa y poner de manifiesto que nos esperan períodos aún más difíciles de lo previsto. Con más de un millón de personas ya contagiadas en España (un 2% de la población total) y en el grupo de cabeza de afectados, junto a países que nos superan ampliamente en población, seguimos preguntándonos, en realidad, porqué hemos sido distinguidos por la pandemia.

Nuestros sabios y políticos (desde a Luis Enjuanes a Margarita Del Val y desde Pedro Sánchez a Alberto Núñez Feijoo) ponen el énfasis en que parte de la población no respeta distancias, organiza fiestas multitudinarias sin llevar mascarilla y tenemos muchas más unidades familiares que agrupan a jóvenes y ancianos que el resto de países europeos, como consecuencia del alto paro juvenil y del carácter salvador de las pensiones a las maltrechas economías, que hace de aglutinador de entidades familiares con más miembros que la media europea.

No quiero que se me juzgue de conspiranoico ni escéptico integral, pero mis escasos conocimientos de sociología comparada me sugieren que deben existir más factores que nos empujan a los españoles al lado feo de la pandemia. La sobrecarga de la asistencia primaria (afición desmedida a visitar el centro de salud por ancianos) y de los servicios de urgencias (por catarros, luxaciones, otitis, fiebres infantiles y heridas superficiales), la escasez de facultativos de calidad por cada mil habitantes (no pocos de los mejores se han ido a los países ricos y ya no podemos convencerles de que vuelvan) han de contar entre los factores, supongo. (1)

Pero ni siquiera esa enumeración, bastante obvia de factores de culpabilidad no individuales, me satisface la inquietud por saber qué nos está pasando.

Y como no tengo perro que me ladre ni lazo que me sujete, echo a volar mi imaginación y atribuyo como causa principal de nuestra desgracia colectiva, esa que nos está sumiendo en la peor crisis económica y social desde la postguerra civil, el que somos un país desorganizado, desestructurado, inconsistente, falto de liderazgo y ayuno de ilusión colectiva.

Esto en estos momentos siguiendo (con una atención disminuida, desde luego) el Debate de la moción de censura de Vox. Oigo, sobre todo, insultos, descalificaciones, improperios. Falsedades. Distribuidas entre los intervinientes de todos los grupos, más concentrados, sí, en unos portavoces que en otros, aunque me parece detectar que, más que corresponder a un programa ideológico, a una coherencia, descansan en las habilidades dialécticas y en la capacidad para improvisar insultos.

Estamos a las puertas del infierno. Estoy mirando una reproducción del maravilloso complejo escultórico de August Rodin con ese nombre. Una obra inacabada, aunque nadie lo diría observando su fuerza. Una amalgama de cuerpos que se precipitan al vacío, arrojadas desde el Paraíso.

Me apetecería que los políticos a los que hemos tenido que votar para que nos guiasen a un mundo mejor, nos ofrecieran soluciones constructivas, hicieran desaparecer la crispación, impulsaran la creatividad y la formación de empleo, cumplieran con los propósitos de aumentar los esfuerzos en investigación y formación. Todos, en sus programas, defienden aparentemente lo mismo, aunque, por la experiencia ya amplia de su comportamiento, sabemos que muchos de ellos, desgraciadamente, solo pretendían su bienestar personal.

Me resisto a pensar que estemos a las puertas del Infierno. No podemos, no debemos estarlo. Que este Invierno nos saque a todos a una primavera radiante, solidaria, prometedora de una España seria, pujante, respetada internacionalmente, sin extremismos ni experimentos secesionistas ni comunistoides, más propios de paranoicos sociales que de experimentados e instruidos hombres y mujeres que, independientemente de sus profesiones y trabajos, de su formación y base ideológico, quieren avanzar unidos.

Me esperan a mi, personalmente, varios meses de duro tratamiento oncológico. Ignoro si podré superarlo, pero me aplicaré, con buen ánimo, a salir a flote de mi particular invierno. Espero encontrar, a la salida de este proceso, una España mejor, más unida, valorada internacionalmente, libre de todos los virus que ahora nos afectan y emponzoñan.


(1) Hago una precisión a posteriori, a las nueve del día 22.10.2020. Tenemos en España buenos facultativos, con una dedicación vocacional que, en especial en las dotaciones de la Sanidad Pública, se puede calificar de sacrificada hasta más allá de lo deseable, ya no solo por ellos mismos, sino por la atención que se ven obligados a proporcionar a los pacientes. Faltan profesionales, no andamos sobrados de medios ni los actualizamos en la medida deseable y, desde luego, necesitamos elevar sus salarios. No podemos sostener una Sanidad a base de sacrificios personales, presumir de su alta capacitación sin realizar suficiente investigación y sin darles tiempo y oportunidad para la continua formación que demanda el continuo incremento de la tecnología sanitaria. Creo que, dentro de las prioridades, aumentar los honorarios, eliminar su precariedad laboral y reducir su jornada de trabajo es imprescindible. Estamos invitando a médicos, enfermeras y ayudantes de enfermería a que, una vez que adquieran experiencia en la Sanidad Pública, se vayan a la empresa privada, emigren o disminuyan su dedicación y empatía con el paciente tratando de aplacar su malestar.

 

 

 

Publicado en: Actualidad, Personal, Política Etiquetado como: Abascal, Casado, coronavirus, crisis, españa, Iglesias, Illa, infierno, invierno, moción de censura, política, Sánchez, Vox

Celebración de 50 años de finalizar los campamentos de Milicias

2 octubre, 2020 By amarias 6 comentarios

Se que no son tiempos para celebraciones y, muy seguramente, habrá lectores que piensen que conmemorar los cincuenta años de haber finalizado los campamentos de la milicia universitaria (entonces la I.P.S, la Instrucción Premilitar Superior) es un anacronismo.

Pero aquí está el hecho. Hoy, dos de octubre, los componentes de la Segunda Compañía de Zapadores de MontelaReina, teníamos previsto acudir a esta población zamorana para reunirnos, cumpliendo la promesa que habíamos hecho en ese mismo lugar hace cuatro años. No pude ser por el coronavirus, pero mantenemos la celebración virtual. Y este es el escrito que yo preparé para el acto, y que ahora tengo el gusto, y el honor, de difundir en este blog:

Queridos compañeros de la segunda compañía de Zapadores de MontelaReina, que hoy celebramos el cincuenta aniversario de haber terminado nuestro segundo campamento de milicias, obteniendo los despachos para hacer las prácticas de alférez o sargento:

Hoy es dos de octubre de 2020, el día que habíamos elegido para reunirnos. Nada hacía prever que, cuando hace cinco años, nos convocábamos para conmemorar este cincuenta aniversario, con la idea de una celebración que pusiera la nota de emotividad deseada por quienes, después de tanto tiempo, mantenemos lazos de amistad y compañerismo, una circunstancia externa lanzara al traste esta convocatoria.

Me refiero, claro, al Covid 19, un virus de dudosa procedencia y rápida propagación, muy peligroso, que obliga a llevar mascarillas, mantener distancias con las demás personas  no convivientes y, en algunas provincias, supone actualmente, por su reincidencia, nuevos confinamientos a los que ya tuvimos en esta primavera. Implacable e inanimado enemigo destructor de nuestro propósito de celebrar de forma especial, peculiar, y para muchos insólita, una efemérides singular.

No estaremos, pues, hoy, en MontelaReina, ni habrá una visita a las deterioradas instalaciones para comprobar si, tal vez forzando los candados, encontraremos totalmente abandonados los lugares en donde hicimos instrucción o gimnasia, ni si quedará en pie algo del hogar del soldado en donde, alguna vez, adquiríamos con vales un cubata o unas latas como complemento al rancho-dieta oficial, ni tendrá sentido investigar entre la maleza si existen vestigios de las tiendas a cuya vera nos alineábamos cada mañana, somnolientos, al toque de  diana, para recibir luego, en el cacillo en donde pondríamos luego el agua para afeitarnos a brocha, la dosis de un líquido parecido lejanamente al café y que según decía el clamor popular contenía bromuro para tratar de contener nuestra lívido juvenil.

No buscaremos pisadas de jabalí entre las zarzas, ni comprobaremos si seguirá un árbol creciendo en mitad de la piscina, en donde el capitán José Escolar, q.e.p.d. amenazó varias veces con hacernosña atravesar con todo el armamento y hasta con petates. No habrá comida de Hermandad, ni nos daremos abrazos reales, palmadas en la espalda, gritos y gestos de sorpresa al comprobar que, a pesar de haber envejecido seguimos siendo reconocibles. No habrá intercambio verbal feliz de recuerdos, ni palabras al terminar la comida, antes o después de la foto de grupo, tanto del que fue nuestro teniente Magín, hoy jubilado como coronel o general del Ejército (que ya no lo sé muy bien, y pido se me excuse), o de los que fueron alféreces en alguno de los dos campamentos, ni el brigada Peña hoy convertido en teniente honorario por mor de nuestra voluntad revolucionaria de los grados oficiales, entregará en mano los diplomas que ha mandado imprimir con fotos que nos sirvan para identificar cómo éramos o cómo somos.

Habrá, eso sí, llevados de la mano voluntariosa y firme de Antonio Fernández Peña, momentos especiales para recordar cómo fuimos y conocer mejor cómo somos, y espero de corazón que todos o la  mayoría contribuyamos aportando anécdotas, pequeñas o grandes. También sería deseable que, en unas pinceladas, contáramos cómo estamos hoy, que es lo que nos preocupa o nos llena de orgullo, qué aspiraciones tenemos por delante y cuáles creemos cumplidas.

Nos gustará recordar, como si fuera un sueño con ribetes agradables, las veladas haciendo imaginarias envueltos en una manta que abrigaba poco, las partidas de mus que nos convirtieron a todos en campeones mundiales de ese arte de la baraja. Podemos reírnos de los golpes que algunos se dieron contra el caballo, el potro u otros instrumentos de tortura, hacer recuento de los que nunca tiraron una granada, porque supieron escaquearse a tiempo y de los que manejaron el cetme con la habilidad de una escopeta de perdigones. Espero que algunos refuercen con comentarios, anécdotas y fotos, de esas que todavía seguro que algunos guardan en sus álbumes secretos, muchos momentos de esos campamentos y, desde luego, la jura de bandera, con los padres, las novias o los hermanos aguardando a plena sol en la tribuna.

Algo se podrá decir, por supuesto, de los paseos nocturnos por la explanada para llegar a letrinas o aliviarse a medio camino, de los saludos a alféreces que llevaban un gorro de faena con una estrella tan gorda que les hacía parecer comandantes de inspección por el campo. Habrá momentos para reírnos de los exámenes de teoría de aquellos libros de tácticas y estrategias que había que saberse más bien mal que bien para poder disfrutar de un sábado y domingo  libres, de las carreras para coger el autobús cada fin de semana a Galicia, a León, a Asturias o de los castigos sin poder salir por cualquier cuestión ya olvidada. Cómo olvidarse de los chiribiqueros, de los bocatas de tortilla, del vino amargo en bota de cuero, de las prácticas de tiro, de los asaltos a una loma que llamaban Jeroma, de las guardias, las marchas, los desfiles interminables  bajo un sol de justicia y de las duchas liberadoras del sudor y del polvo.

Tendremos, desde luego, tiempo y muchas ganas para el recuerdo cariñoso, lleno de profundo respeto, con que honrar la memoria de los compañeros fallecidos y de los fueron mandos en aquellos campamentos que ocuparon dos períodos de vacaciones de nuestra juventud y que hoy no pueden estar con nosotros.

Me gustaría pensar que, a pesar la distancia física y las dificultades de conexión, todos los que estamos vivos de la que fue la Segunda de Zapadores, pudiéramos enviarnos hoy correos de felicitación, curiosidades, notas de amistad y afecto  comunicando algo de nosotros mismos.

Las terribles circunstancias de la pandemia, que nos obliga a mantener confinamientos y distancias para evitar contagios  añadido a que, además, resulta que estamos en edades de riesgo, no deberían amilanarnos. No ahora, claro, que no podemos estar juntos. Nunca, como filosofía vital. Nada podrá vencer la voluntad y propósito de lo que nos gustaría hacer, si no nos faltan las fuerzas físicas. Y nada nos impedirá llegar con la imaginación donde nos apetezca, porque ese es el principal privilegio de nuestra edad,  haber ganado independencia mental.

Se, por el contacto que he mantenido y mantengo con muchos de vosotros, que aquellos años en MontelaReina, cuando teníamos envidiables edades en torno a los veinte años, estarán para siempre presentes en nuestro recuerdo.  Por distintas razones, con distintas intensidades. Pero están.

El campamento, con su singularidad, incorporó a nuestra vida momentos especiales, que rompían o cambiaban de manera brusca los postulados de exigencia y mérito que nos guiaban para terminar nuestras carreras en las facultades  y escuelas superiores. Dedicados como estábamos a estudiar,  con la visión próxima del final de nuestros estudios universitarios, bastantes ya con novias con las que pensábamos en casarnos pronto, el campamento aparecía como una distorsión, una barrera, un incordio.

La vida del campamento resultaba para la inmensa mayoría, extraña, falta de alicientes, y era vista como una imposición. Muchas actuaciones aparecían fuera de contexto, inútiles y hasta estrafalarias, Había que madrugar, después de una noche agrupados en el calor y el olor de las tiendas, para desfilar en formación, dedicar horas al estudio de libros de tácticas y cálculo de trayectorias que parecían extraídos del túnel del tiempo. Además, había un fondo de incertidumbre. Debo recordar que España estaba en tensión con Marruecos y radio macuto difundía continuamente las falsas noticias de que nos iban a enviar a África. Tampoco la edad del entonces jefe de estado Francisco Franco evitaba especulaciones continuas sobre su muerte, con consecuencias para nosotros que derivarían en un largo confinamiento.

Ninguna de las predicciones fatalistas sucedió mientras vestimos el uniforme, aunque a algunos si nos tocó, ya como alféreces o sargentos provisionales, en los cuatro meses de prácticas, vivir de cerca algunas dificultades políticas. Yo, por mi parte,  guardo un inmejorable recuerdo de las prácticas de alférez, en Palma de Mallorca, ya casado, de las que escribí una  novela, Cómo no ganar una guerra.

Algunos acontecimientos, ocupados como estábamos en hacer las milicias, nos los perdimos. Mientras hacíamos el segundo campamento, en junio de 1970, se celebraba el mundial de futbol en México, en el que Brasil resultó campeón. Otros sucesos ocuparon páginas luctuosas y nos pasaron desapercibidos: el 3 de julio de ese año se estrelló un avión en Gerona muriendo 107 personas, y en Granada fallecieron 3 personas en un enfrentamiento con la policía. Ah, y el 29 de agosto, en la isla de Wight, se celebró el tercer festival pop que reunió a mas de 200.000 personas. En ese año, también, se promulgó la ley general de educación general básica que hacia obligatoria la escolaridad desde los seis a los catorce años.  A no olvidar que, entre 1970 y 1973, todo lo concerniente al Sáhara Occidental fue declarado “secreto oficial” y, por tanto, motivo de especulaciones para los especialistas en crear inquietudes desde radio macuto.

¿Qué huella nos dejó el campamento? Cada uno debe encontrar su respuesta. En mi opinión, después de tantos años transcurridos, me parece que podemos estar seguros de algunas cosas. Nos enseñó a conocernos mejor, generando vínculos, mucho más duraderos incluso, que los que ya teníamos de nuestras escuelas o facultades, por el hecho de convivir tan de cerca y superar dificultades que no estaban relacionadas con los estudios, sino con circunstancias vitales más simples, pero que podían en algún caso servir como enseñanzas valiosas.

Hoy, cincuenta años después, me siento orgulloso de poder decir que estuve en Montelareina y que hice la milicia universitaria. Me ayudó, en alguna medida, a formarme como persona, a conocerme mejor y conocer mejor a algunos de mis mejores amigos, a superar dificultades, a perfeccionar la manera de encarar con decisión o paciencia los riesgos, a educar el cuerpo, a manejar y entender el funcionamiento de algunas armas, a cuestionarme y defender algunas ideas que no me había imaginado que no me había planteado, a sufrir con mayor estoicismo inclemencias del tiempo y de la vida, a sentirme orgulloso de pequeñas cosas. Me sirvió para entender mejor el concepto de Patria, de solidaridad, y de respeto a la ley y el orden.

Por supuesto, no fue el campamento el único elemento que me dio esas resistencias y cualidades, y tampoco fue, en general, el mejor. Pero hoy, con la perspectiva de la edad y el convencimiento de haber tenido que pasar por otros momentos que podría considerar, con mayor razón, perdidos o inútiles, creo que resultó un elemento más para conformar mi personalidad. Contribuyó, en una medida que no me atrevo a cuantificar, a que hoy pueda sentirme orgulloso de haber transmitido a mis hijos y a mis nietas la educación en valores. A valorar por encima de todo, el respeto a los demás, la idea de solidaridad con los compañeros con los que compartimos lengua, historia, tradición defectos y virtudes.

Por eso, me duele la deriva que estamos viendo en algunas personas que se dicen políticos, es decir servidores del bien público, trabajadores por el entendimiento común, que dicen no ser o no sentirse españoles, que combaten o desprecian la Constitución que es la norma básica para la convivencia de todos, que insultan la monarquía, que es la forma de Estado que tenemos porque así lo hemos elegido por inmensa mayoría. Me duele, además, no porque sienta en mi contradicción con los que se creen, de corazón, agnósticos, republicanos o escépticos. Me duele porque estoy convencido, porque así lo he vivido y lo defiendo, que juntos podemos más y que necesitamos destacar lo que tenemos en común, para mostrarlo orgullosos.

Hemos pasado ya una parte de nuestra vida con el resultado de habernos hecho respetar y querer de familia, amigos, subordinados, compañeros y jefes. Hemos luchado para vencer dificultades. Esa es hoy nuestra victoria. Somos supervivientes, y vencedores. Y tenemos con nosotros, en este momento de invocación y celebración a los diecisiete compañeros de la segunda de Zapadores, jefes o aspirantes  que  hoy no pueden estar aquí porque han fallecido.

Yo los convoco, y os digo, a todos vosotros, compañeros: todos estamos hoy presentes, unidos en esta alineación de recuerdo, cariño y respeto. Desfilando en apretado compás por el camino de la vida, que deseo que aún nos sea largo, fructífero, lleno de felicidad.

¡Viva España, viva el Rey, viva la Constitución! ¡Por compromiso y lealtad a la palabra dada, por la paz, el orden y la unidad de España!

Angel Manuel Arias

2 de octubre de 2020

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: 50 aniversario, campamento, celebración, milicias universitarias, montelareina

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