Algunas de las anécdotas que recuerdo en estos singulares Comentarios, tienen continuación, incluso estrambote. No pretendo con ello satisfacer curiosidad ajena, ni tampoco dar detalles que permitan (a quienes no fueron testigos) identificar a aquellos, salvo yo mismo, que pudieran ser sujeto de la comicidad o ridiculez que atribuyo a estos episodios.
La reclamación de la bobina caliente de acero de alta resistencia que efectuó Maraldi, no quedó, por supuesto, en la historieta del Hotel Crillon. Cuando estuvimos en la factoría de Ravena se nos ofreció el penoso espectáculo de una bobina despanzurrada sobre la cinta transportadora que alimentaba la soldadora automática. Los italianos, con la aparatosidad verbal que les caracteriza cuando les apetece el teatro, afirmaban que las inclusiones de los bordes de la banda laminada generaban grietas que debilitaban el cordón soldado, y que impedían que se estabilizara.
-Chorradas, dije, muy seguro de mí. Como no sabía cómo expresarlo en italiano, precisé: “Ma che cosa? Tuto questo mi sembra impossibile, escogitato, ”
Me sacaron un aparato del año la pera que parecía haber sido un detector de ultrasonidos, de marca para mi desconocida, y un fulano con cara de estar haciendo una comedia, me invitó a escuchar un retorno que, por la altura del tono y la variedad de interferencias, podría pasar por un ensayo frustrado de Stravinsky.
Como Cristo entre los apóstoles, anuncié que no le daba ninguna credibilidad al aparato, y que, en una semana, volvería con nuestro equipo y el análisis de las muestras de la bobina que había solicitado que me preparasen, pidiendo al responsable del laboratorio (un quimico que parecía el único realmente técnino del grupo italiano) que se quedara con la suya, para contraste. Pedimos registrar en un acta los acuerdos, y los amigos de Maraldi nos dijeron que no era posible, porque, dada la hora, todas las secretarias se habìan marchado.
-Sin problema, enuncie con mis insolentes veintiocho años. -Yo escribo a máquina muy bien.
-Ma, tieni presente que il certificato de questo appuntamento devra esere compilato in italiano.
-Escríbanmelo a mano, y yo lo copio a máquina, -repuse.
La sorpresa siguiente fue que todas las máquinas de escribir estaban en cuartos cerrados con llave, salvo la que encontré en una especie de despensa que tenía el carro estropeado. Así que, mordiéndome los dientes, y con la vista de todos los demás de ambas comitivas calentándome el cogote, pasé a limpio (con algunos errores mecanográficos) el acta de la reunión.Fue entonces cuando el jefe de laboratorio se me acercó, me dio un apretón de manos, y me dijo la frase que no he olvidado:
-Lei é bravo, eh?
La parte cómica de la anécdota la protagonizamos el analista de laboratorio de Ensidesa (un tipo excepcional, del que en este momento no recuerdo su nombre) y yo, a la mañana siguiente, cargando con el pesado aparato de ultrasonidos -imagine el lector pasar las aduanas, llevarlo en brazos al avión y cargar con él en el asiento, para que no se estropeara, etc- y , finalmente, hicimos el ensayo y demostramos que la bobina era de la calidad correcta.
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La foto es la de un picogordo bebiendo en un arroyo. Es un ave más bien robusta, que se alimenta de semillas duras, a las que abre con su pico. Aquí deja ver su trasero, que evidencia una de sus carfacterísticas diferenciales: una cola corta, con la punta blanca, y un bajo vientre pálido. Con este pájaro he llegado casi a hacer amistad, si es que puede hablarse de tal confianza entre dos especies tan diferentes