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Cuentos para Preadolescentes (12)

5 marzo, 2023 By amarias Deja un comentario

 

Como sabéis -o deberíais saber- además de ser tenida por palabra de Dios y contar la Historia más antigua del pueblo hebreo,  la Biblia está llena de aventuras apasionantes, muchas de las cuales han  servido de base para cuentos infantiles y, ¡también!, para tórridos argumentos de películas y novelas para adultos llenas de picardía, pasión y venganza, capaces para despertar la imaginación del más pintado.

La controversia linguistica de la Torre de Babel, el drama de los hermanos Caín y Abel, el tormentoso paso de las aguas del Mar Rojo con el Ejército del faraón pisando los talones a los fugitivos, el plácido desayuno del exhausto pueblo hebreo a base de maná y rocío, la injustificada envidia de los hijos mayores de Jacob, castigada con nobleza y ejemplaridad  por José, su hermano menor, la apasionante e increíble historia del Diluvio Universal y el arca de Noé…

De todas las historias, narraciones imaginativas, leyendas y fantasías, la de Moisés es la que ocupa mayor espacio en el Antiguo Testamento. Su itinerario vital y liderazgo, es, además, de ser el más intenso; resulta clave para entender o, al menos, acercarse con fundamento a la relación entre el pueblo hebreo y Yavé, o sea, Dios.

La historia del niño Moisés

El niño nació en un mal momento. Vino al mundo en Egipto, de padres hebreos. Tenía dos hermanos mayores. El faraón, que veía con temor el crecimiento de la población hebrea, que eran mano de obra barata y sumisa, pero que podrían sublevarse, ordenó que a partir de entonces, todos los recién nacidos varones fueran sacrificados.

La madre de Moisés lo tuvo escondido tres meses y, cuando ya no pudo ocultarlo por más tiempo, lo metió en una canastilla y ordenó a María, su hermana, que lo dejara a la orilla del río Nilo, entre juncos, cerca de donde sabía que se bañaba a diario la hermana del faraón.

El truco funcionó.  La hermana del faraón y sus sirvientas descubrieron la canastilla, vieron lo que contenía y decidieron adoptar al niño, María observaba la escena, a prudente distancia, Cuando oyó comentar a las jóvenes que tenían que encontrar una nodriza para alimentar al niño, se acercó a ellas sin identificarse, y ofreció a su madre para el trabajo.

Como el niño había aparecido a punto de ser engullido por las aguas del río, la hermana del faraón decidió ponerle el nombre de Moisés que significa: “Salvado de las aguas”. Así fue conocido en la corte del faraón, y tenido por uno de los suyos, un egipcio más.

Todo iba bien hasta que una tarde Moisés vio a un egipcio que estaba maltratando a un hebreo. Sin poder contenerse le increpó y como el otro manifestara que estaba en su derecho, porque era un esclavo, lo mató.

A partir de ese momento, la vida de Moisés cambió radicalmente. Tuvo que huir de las tierras del faraón, porque los soldados querían cobrarse venganza en el.

Os invito a leer la historia de Moisés que cuenta la Biblia.

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Cuentos para preadolescentes (11)

22 febrero, 2023 By amarias Deja un comentario

El tamaño del sombrero

Como es bien sabido, no nos vestimos únicamente para taparnos las desnudeces o protegernos del tiempo frío. Con el paso de los siglos, desde los primitivos homínidos que se abrigaban con pieles de animales a las veleidades actuales de la moda, ha habido tantas variaciones en el vestir y en el desvestir, que el coser y cortar se h convertido en una técnica muy apreciada y los buenos modistos son tan cotizados como los mejores futbolistas.

En un pueblo de uno de los países del Tantán, hace muchos años, resultó que, por ancestral costumbre, todos -hombres y mujeres- llevaban el mismo tipo de sombrero. Era una especie de gorra, realizada de piel de oveja, con visera por delante, que resultaba práctico y elegante a un tiempo. Eso sí, un pequeño detalle distinguía los sombreros femeninos de los masculinos: una pluma de la cola de martín pescador servía para atender mínimamente a la coquetería femenina, si ese fuera el caso.

Un día de otoño, apareció por el pueblo uno de los jóvenes que habían emigrado hacía años, en busca de fortuna. No se supo nunca ni donde había estado ni si había conseguido hacer dinero, aunque inmediatamente llamó la atención de todos.

En lugar llevar para cubrirse la cabeza la gorra de piel de oveja, lucía con ostentación un gorro de bisón, de brillante color negro.

-Es el gorro que lleva el nachalnik, el jefe, en los pueblos detrás de las montañas, donde las gentes viven en armonía y prosperidad. Todos obedecen las instrucciones del nachalnik, al que se distingue por el gorro.

-Nosotros vivimos tranquilos como estamos -se manifestó una de las mujeres, amiga de la madre del emigrante retornado-. Nos llevamos bien y compartimos lo que sabemos sin problemas.

Pasaron las semanas y el joven del gorro de bisón empezaba a ser tratado de manera distinta, con respeto.

Si había que tener una opinión sobre un tema delicado, no faltaba quien decía:

-¿Por qué no preguntamos al nachalnik?

Por supuesto, la madre del joven del gorro de bisón era la primera partidaria de que se consultara con el del gorro distinto a los demás. Sus opiniones no eran ni más sagaces, inteligentes, ni diferentes a las que hubiera podido dar cualquier otro de los habitantes del pueblo, pero el gorro parecía conferirle autoridad.

Pasaron más semanas, y una mañana apareció un mercader que llevaba un cargamento completo de gorros de nachalnik. Los  había con una pluma de faisán de las nieves para las mujeres.

Tenía sombreros para todos y, por supuesto, no quedó ninguno por vender en el carromato.

El buhonero se fue; las gorras de oveja se alternaron con los gorros de bisón y, como más importante, nadie se preocupó -por algún tiempo- de preguntar opinión a otro por creer que su gorro le confería mayor autoridad.

Solo que la veda ya se había levantado. El mal ya estaba hecho. Muchos entendieron que el tamaño, la forma, el tipo de piel del gorro era mucho más importante que el cerebro. Cuanto más grande, colorido y vistoso el gorro, mayor dignidad confería a la persona que lo llevaba.

 

 

 

 

 

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Cuentos para preadolescentes (10)

21 febrero, 2023 By amarias 2 comentarios

Sé que os gusta vivir a la moda, estrenar ropa bonita, ir a sitios elegantes y, porqué no, conseguir ser el centro de atención en un grupo que os parezca interesante. A medida que se van desarrollando aspectos de vuestra personalidad y se concretan vuestras aficiones y tenéis claro lo que os gusta o disgusta, os hacéis más “vosotros mismos”.

Sin embargo, el deseo de individualizarse encuentra muchos obstáculos. Hay quienes buscan identificarse como parte de un grupo, un clan, una tribu urbana. Así, como miembro de un grupo, se sienten más protegidos. Pero no nos confundamos: no es igual pertenecer a una banda que va buscando motivos de rivalidades (casi siempre, estúpidos), para enzarzarse en peleas que pueden acabar a navajazos y exigiendo intervenciones de la policía, que ser socio de Amigos del Museo del Prado o del Atlético de Madrid (y tampoco es lo mismo ser forofo de un club de fútbol que aficionado al arte).

Travesuras infantiles

Aprendí a leer, escribir, y las cuatro reglas, en un Colegio de Oviedo, que estaba situado en la calle Cervantes. No se admitían escolares varones de más de siete años, así que cuando cumplíamos esa edad, debíamos cambiar de Centro.

Las niñas podían quedarse hasta el examen de ingreso en el Bachillerato, ya con diez años. Hasta entonces, niños y niñas íbamos a clases separadas.

Estaba ya terminando el curso, y todos nos encontrábamos bastante nerviosos y aburridos. Las lecciones de repaso, especialmente para los más inquietos, resultaban un suplicio.

Aquella tarde, Doña Adelina, la paciente maestra que se encargaba de “la clase de los niños”, escribía en la pizarra el presente de indicativo del verbo amar. Paquito, Emilio y yo mismo decidimos organizar un concurso de tiro al blanco. El armamento eran aviones de papel, que confeccionamos con gran destreza. Y el objetivo…el culo de Doña Adelina.

La maestra escribía y escribía, sin darse cuenta del pequeño jolgorio que había despertado nuestra competición, mientras el suelo de la tarima se cubría de aviones de papel, caídos en combate, luego de cumplir su misión.

En algún momento, Doña Adelina tuvo que volverse e, inmediatamente, se hizo cargo de la situación.

-¿Quién o quienes son los culpables de esta broma estúpida? -preguntó, sin disimular su enfado.

Hubo risas contenidas, pero el silencio fue la única respuesta que obtuvo.

Repitió la pregunta una o dos veces más.

Una voz delicada, desde una esquina del aula, le respondió. Era la de Mateo, el sobrino de Doña Adelina, de apenas cuatro años, que se había incorporado a la clase, como un favor, en tanto sus padres preparaban oposiciones o no sé que.

-Fueron Angelín, Emilín y Paquito, tía.

La maestra recogió varios aviones de papel del suelo, -algunos nos parecían obras maestras para el vuelo acrobático-, los cortó con unas tijeras y los prendió a los mandilones de los culpables y, como si se tratara de delincuentes, nos llevó a la clase de las niñas.

Fue un escarnio en regla. Se nos presentó como un mal ejemplo para los demás y se invitó a ls ocupantes del aula a que afearan nuestra conducta, lo que hicieron con abucheos, gritos y más jolgorio.

Estoy seguro de que mi hermana, con un año menos que yo, se contó entre las que más chillaron. Por la puerta abierta de la clase de los niños, llegaban risas y aplausos hasta el patíbulo.

Me cambiaron de colegio, como correspondía y me olvidé del incidente.

Pasaron los años, quizá hasta trece o quince. Una tarde me crucé con Mateo, el chivato. Traté de cambiar de acera, disimular, pero el sobrino de Doña Adelina me tenía localizado y se lanzó  hacia mi, con abrazo.

-¡Qué alegría, Angelín! ¡Encontrarnos después de tanto tiempo! No has cambiado nada -se deshacía en sonrisas, plácemes, manifestación desatada de emociones y afectos.

Yo murmuré algunas incoherencias, pero, en esencia, me mantuve mudo.

-¿Sabes, Angelín? No he dejado ni un  día de pensar en la faena que te hice…

-¿Qué dices? Tú, ¿una faena? –

-Sí, claro. Porque aquel día que me chivé  mi tía, era cierto que Paquito y Emilín habían estado apuntando al culo de mi tía, y acertaron muchas veces, pero tú, en cambio…

Le corté con un brusco ademán.

-Ah, no Mateo. No me quites mérito en la historia. Acerté tanto más que los otros dos.

Me di la vuelta para marchar y dije como despedida:

-Por cierto, los años no te han mejorado nada. Sigues siendo un…

Creo que la última palabra no se oyó.

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Cuentos para Preadolescentes (9)

12 febrero, 2023 By amarias Deja un comentario

Dado el éxito que alcanzan estos Cuentos, pensados para abrir un debate entre niños que están a punto de entrar en la adolescencia, incorporo un par de ellos en este Comentario.

Los peligros de investigar sin método ni conocimiento, solo por curiosidad

Adolfito Casero era un niño inquieto, intuitivo, rebelde. Normalmente, se aburría durante las clases, que pasaba, entre bostezo y bostezo, pensando en las musarañas, aunque apostaría doble contra sencillo que no había visto una sola en su vida. Ah, pero cuando correspondía ir al Laboratorio, en una disciplina de título algo confuso que era Talleres y Electricidad, el ánimo de Adolfito cambiaba de inmediato.

Mezclar en una probeta dos líquidos incoloros para que se transmutaran en un bello azul turquesa, era cosa de magia. Tenían prohibido encender los mecheros bumsen, salvo bajo la tutela directa de la profesora, y habían hecho pruebas fundiendo vidrios, doblando pipetas a formas muy bonitas.

Estaban aquella mañana cambiando la resistencia del filamento de una bombilla, y se maravillaban de que la luminosidad fuera diferente.

-A más resistencia, menos intensidad, menos luz -ilustraba la profesora, doña Rogelia, que estaba deseando que la clase terminara. Era una mujer de temperamento rígido, poco dada a los derroches de imaginación y rebeldía de los preadolescentes de primer curso.

De pronto, recibió una llamada al móvil. Era la asistenta, que estaba, también al cuidado del pequeño Nicolás, de un año y medio.  ¿Qué habría pasado?

Salió de la clase, para obtener mejor cobertura, dejando a Carlota encargada de vigilar el buen comportamiento de sus compañeros.

Adolfito tuvo , justamente entonces, un ataque de curiosidad, y preguntó a Mario, que estaba a su lado y pasaba por ser el más listo de la clase.

-¿Qué pasa si metes los dedos en un enchufe?

Mario le miró con cara de susto y contestó lo que le parecía obvio.

-Que te mueres.

Pero Adolfito era de otro parecer.

-Qué va. El peligro es para los bebés. ¿No ves los protectores de enchufe que tienen en las casas cuando hay niños pequeños? A los adultos no nos pasa nada y voy a probarlo.

Dicho y hecho, metió dos dedos en el enchufe. De inmediato, las luces del laboratorio se apagaron. Se oyeron algunas voces y ruidos por el pasillo.

Pero lo más curioso y hasta divertido. era ver a Adolfito. Tenía la cara pálida. El pelo de la cabeza se le había erizado como un puercoespín. Y olía bastante a carne quemada.

-¡Qué guay! ¡Mola! -dijo, por decir algo.

Carlota se había caído de la silla. La primera en llegar fue la profesora de segundo C.

-¿Qué pasa aquí? ¿Qué habéis hecho?

Doña Rogelia apareció inmediatamente después, se hizo cargo como bien le pareció de la situación y, antes de caer en un ataque de nervios, cogió del brazo a Adolfito Casero.

-Te vienes a ver al director. ya. Y tú, Carlota, me explicas qué pasó.

Por el pasillo, se fueron los tres, a paso rápido. Doña Rogelia trataba de disminuir, apretándolo con las manos temblorosas, el volumen de pelo crespo de Adolfito, que se había inflado como un globo.

Todas las puertas de las aulas se habían abierto y asomaban profesores y alumnos, que no paraban de hacer especulaciones sobre lo sucedido.

-Ya veréis si se entera la inspección académica- comentó alguien, en voz suficientemente alta para que Rogelia Martínez lo oyera al pasar.

-Ay, ay, ay -solo acertaba a decir, y también:

-Se te va a caer el pelo, Adolfito. Estoy hasta el gorro de tus ocurrencias.

Pero a Adolfito no se le cayó el pelo y, cuando los  cabellos perdieron carga eléctrica, aún permanecieron oliendo a cuero quemado un par de días, pero el niño pudo volver a peinarse con el flequillo de siempre.

Recuperando un neumático

Casi todos los domingos, como todavía no había agua corriente en la casa del pueblo en donde pasábamos los tres  meses de vacaciones, mi padre llevaba a los tres mayores al río, para disfrutar de un par de horas de distensión, chapoteando y haciendo aguadillas.

Había generalmente unas jóvenes lavando la ropa y, después de enjabonarla y aclararla bien, tendían las sábanas y ropa blanca sobre los matorrales junto a las piedras de la orilla, para que se secaran al sol.

Aquel día, mi padre trajo un adminículo muy especial, con el que nos prometíamos la mejor diversión: una cámara interior de un neumático de camión, que inflamos con una bomba para bicicleta.

Era una gozada y, como era el mayor de mis hermanos, pronto me hice con la posesión del artilugio. Iba de acá para allá, teniéndolo por una barcaza a mi medida.

De pronto, me pareció que, desde la orilla, las mujeres que estaban lavando me gritaban algo. Al fin, entre aspavientos y gritos, entendí lo que querían decirme:

-¡Angelín, ten cuidado con los rabiones! ¡La corriente es muy peligrosa!.

En efecto, estirando el cuello por encima de mis piernas y levantando algo el culo embutido en el neumático para ver mejor, pude comprobar que, en mi estúpida distracción, llevado por el arrobamiento, me había metido de hoz y coz en un fiero rabión, que me estaba llevando rio abajo hacia las rocas contra las que acabaría estrellándome en cuestión de segundos.

Guiado por el miedo más que por la pericia, abandoné de inmediato el flotador y no se si a brincos, brazadas o saltos de gigante sobre las piedras, llegué a la orilla. No pensaba más que en no perder de vista la rueda, por lo que corría, a todo meter, aunque no tardé en percatarme que nunca la alcanzaría.

Así que, resoplando y muy compungido por haber perdido la goma, desanduve el camino río arriba, encontrándome casi de bruces con mi padre que, sin haber  visto el final de mi peripecia, temiendo que me hubiera ahogado,  no sabía si llorar o reir.

Solo había yo empezado a balbucear mi escusa:

-Perdona, papá. No pude atrapar el neumático…

Me encontré con la bofetada que, sin poder contenerse, mi padre me propinó, al tiempo que explotaba en un exabrupto. Creo que nunca había visto a mi padre tan enfadado y, fue la única vez que me pegó.

-¡Eres idiota! La rueda no vale nada. Lo que temí hasta hace un rato haberte perdido para siempre.

Nos abrazamos llorando, para reencontrarnos con el resto de la familia y las lavanderas, que se alegraron mucho de volver a verme.

 

 

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Cuentos para preadolescentes (7 y 8)

11 febrero, 2023 By amarias Deja un comentario

Para animar los viajes de la ruta de mi nieta y amigas hasta el Colegio, he seguido grabando  historias -algunas totalmente inventadas; otras, muy reales-. El propósito común es que, además de servir de distracción, pueda extraerse de ellas una moraleja, un motivo de reflexión o una sonrisa.

El Plan de Estudios más eficiente

Aunque no lo creáis, puedo aseguraros que el Ministro de Educación ha pensado en el plan de Estudios que estáis obligados a seguir. Bueno, tal vez no en el vuestro, pero seguro que lo hizo el anterior Ministro y, con suerte, el anterior . Todos los Planes aprobados son diferentes, porque ningún Ministro de Educación ha perdido su tiempo en analizar los Planes de sus antecesores.

Como resultado, los estudiantes habrán recibido las enseñanzas siguiendo trozos de varios planes de estudios.

Hubo un vez en un imaginario país en el que cambió el Gobierno, y el nuevo Ministro de Educación se propuso poner en marcha un Plan de Educación definitivo.

El anterior Ministro había escrito un Libro Blanco sobre la Reforma de la Enseñanza, con más de dos mil páginas y cientos de gráficos. La conclusión principal era que todos los niños y jóvenes deberían aprender lo mismo. Por eso, en las aulas se les ponía juntos en cada pupitre a los más inteligentes junto a los más torpes. Para equilibrar. Al acabar cada semestre, se hacía la media de las notas del examen final  a las parejas, por pupitres. Los informes anuales del Ministerio concluían que el Plan era un éxito. Sorprendentemente, todos sabían prácticamente lo mismo. Casi nada.

Cuando el nuevo Ministro leyó el Libro  Blanco, le pareció una tontería. Pero, antes de cambiar el Plan, decidió preguntar la opinión sobre el actual a la sociedad civil. Ya sabéis: empresarios, investigadores, ciudadanos ilustres, políticos, alumnos, profesores, campesinos, obreros. ¿Qué pensaban?

-Es una magnifica idea -dijo uno-. Yo hubiera sido incapaz de terminar mis estudios por mí mismo. Ahora soy Físico Nuclear. No he visto un reactor en mi vida, pero tengo algunos planos y, sobre todo, se quién sabe de eso. Mi compañero Agapito.

-El plan es un desastre -se  quejó un profesor-. Los estudiantes torpes copian de los más listos. Estos, al no tener estímulo para aprender, se aburren, se decepcionan y abandonan los estudios. Solo los que tienen más recursos económicos se trasladan a Universidades privadas o se van a estudiar en el extranjero. Cuando vuelven, si lo hacen, ocupan los mejores puestos y más remunerados.

-Llevo años contratando ingenieros extranjeros para mis fábricas -explicó un empresario- No me fio de los que han estudiado aquí.

-No tengo opinión -expresó un joven, de cutis terso y pelo engominado-. Estudié derecho en París, y trabajo en el prestigioso bufete de mi suegro, especializado en separaciones y divorcios.

El Ministro de Educación, después de analizar lo resultados de miles de entrevistas como éstas, tomó una decisión.

Recrudeció los exámenes de ingreso, distinguió los planes de estudio según que se pretendiera un título de calidad o una engañifla, exigió control y máximos niveles de exigencia para profesores y maestros y aumentó de manera significativa las dotaciones para laboratorios, centros de investigación y remuneraciones para quienes demostraran más eficiencia.

Fue muy comentado. Lamentablemente, en la siguiente remodelación del gobierno, lo destituyeron.

-Una pena. Parecía un buen tipo -comentaron en algunos círculos- Solo que muy idealista. Vivía en una quimera.

-Somos un país de artistas.

El pescador más optimista

Los aficionados a la pesca se cuentan, con seguridad, entre los humanos más optimistas  (y mentirosos) de la Tierra. No importa lo desagradecida que les haya resultado la jornada anterior, afrontarán la siguiente con una ilusión a prueba de bombas. Y, cuando se trata de contar el resultado de la última pescata. no les dolerán prendas para exagerar el número y tamaño de las piezas cobradas, hasta hacerlas alcanzar dimensiones inverosímiles.

Hubo una época en la que los ríos asturianos eran pródigos en truchas y reos, las dos especies de salmónidos más agradecidas para quienes desean cultivar esa afición. Son sagaces, cautas, asustadizas y, cuando se las prende en el anzuelo, luchan desesperadamente por desprenderse, lo que proporciona momentos de emoción en cada lance.

No es la carne de la trucha mi predilecta, por lo que, sin necesidad de apelar a mi sensibilidad, la mayor parte de los animales a los que conseguía engañar con el señuelo, fueron devueltos al agua. Incluso debo admitir que el mayor placer de todo el proceso de pesca, me lo proporcionaba el confeccionar señuelos de moscas, efímeras, ninfas, gusanos y otras imitaciones, para lo que llegué  adquirir cierta práctica.

Cambiar, en plena acción de pesca, el aparejo que estaba utilizando, para incorporar al lance los colores y formas de las artificiales que mejor se acomoden a los seres vivos volantes que están siendo, en un preciso momento, objetivo de la voracidad de las truchas, es una prueba de la  serenidad de la que somos capaces. Los nervios, la agilidad manual y la buena vista deben controlarse, para no acabar con el aparejo, la cesta y los ánimos en el agua.

Andaba yo, al anochecer, dedicado a la pesca del reo, en el Narcea. No estaban picando y, a cada lance, me aventuraba a llevar la mosca algo más lejos.

De pronto, noté un fuerte tirón y casi al mismo tiempo, vi saltar, allá a lo lejos, junto a la boya de mi aparejo, un salmón descomunal. Había tragado una de las moscas y se sentía atrapado por el señuelo.

Lleno de emoción, repasé mentalmente las anécdotas de pescadores que contaban sus éxitos habiendo conseguido, con destreza y paciencia, traer hasta la orilla a un pez con un sedal inadecuado.

¿Tendría esa habilidad mi vecino, ensimismado en lo suyo, y a quien no conocía de nada?

-¡Eh, amigo! -le grité, sin perder de vista las evoluciones del salmón al que no cesaba yo de darle hilo, confiando en que se calmara hasta que un experto ocupara mi posición con la caña- ¡He cogido un salmón, pero mi aparejo es de trucha! ¿Me ayudas a sacarlo?

A pesar de la oscuridad, cada vez más densa, pude intuir la cara de socarronería del interpelado.

-Claro que sí -me contestó-. Tráelo a la orilla, y nos las apañamos con la sacadera.

Fue más o menos en ese momento, cuando sentí la sacudida por la que el salmón se liberaba del sedal, llevándose consigo mi aparejo y mi inocente ilusión de pescador bisoño.

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Por unos cuidados más justos

4 febrero, 2023 By amarias 4 comentarios

Hoy, 4 de febrero, es el Día Mundial del Cáncer, que celebran conjuntamente la Organización Mundial de la Salud y el Centro Internacional Contra el Cáncer. El año 2022 han elegido el lema (que se mantendrá hasta 2024): “Por unos cuidados más justos” (“Closing the care gap”, en el inglés original).

En mi Comentario del 4 de febrero del año pasado, precisaba que “he tenido ayer mismo mi premio particular para que la celebración tenga sentido especial para mí. Me fue comunicado el resultado del último TAC (siglas de Tomografía Axial Computarizada). Una de mis dos metástasis ha vencido las barreras del tratamiento y ha vuelto a crecer. Tengo, como se dice en el argot convencional de médicos y pacientes, “muy mal pronóstico”, para indicar que carezco de posibilidades de supervivencia a corto plazo en el actual conocimiento de la ciencia”.

Pues bien: el 3 de febrero de 2023, la Dra. Teresa Alonso me adelantaba los resultados del TAC que se me hizo el domingo.  El tratamiento que Enfortumab Vedotin no ha conseguido detener el crecimiento de las adenopatías vesicales y parece que, en un nuevo salto tumoral, tengo ahora afectado el hígado.

He releído lo que escribí hace un año y encuentro que puedo repetir aquí mi Comentario de entonces.

“No quiero entrar en más detalles, no por reserva personal ni inexistente pudor (más abajo en este Comentario incluyo una selección de los artículos que dediqué al cáncer, a la investigación oncológica y a las carencias que subsisten en la detección y tratamiento de esa grave enfermedad, cuya realidad se ha superpuesto a muchas dolencias mortales, que antes eran diagnosticadas con otros nombres y que hoy se sabe que son tumores).

Me voy a detener hoy en glosar el lema elegido por los impulsores de esta falsa celebración, pues es evidente que no se celebra una enfermedad cuya extensión progresa continuamente y por la que, aunque ha habido indudables avances, todavía fallecen anualmente en el mundo miles de personas. Casi diez millones en 2020, con el doble de pacientes diagnosticados de algún tumor en el mismo período. En España, ha habido 109.706 defunciones por cáncer en 2020 (dato del Instituto Nacional de Estadística), en una lista encabezada por los tumores de pulmón y sistema respiratorio, colon y páncreas. Se cumple la mágica proporción de que en ese año se diagnosticaron el doble de casos en relación con el número de fallecidos.

El lema de este año es una necesidad, una obligación, un reto. Sin embargo, no podemos ser optimistas. No se cumplirá, porque no hay voluntad, ni información, ni capacidades económicas y técnicas. Según el lugar del mundo y el tipo de tumor (eso, si se detecta), varían dramáticamente las posibilidades de obtener un tratamiento adecuado que prolongue la vida, consiga -si es posible- la cronificación del tumor o proporcione los cuidados paliativos que hagan más llevadero -al paciente y a sus allegados- el tránsito por la enfermedad hasta la muerte.

Tampoco en España podemos decir que no necesitamos que se reflexione y avance por conseguir unos cuidados más justos según las Comunidades Autonómas y los Hospitales en ellas. Es decir, empleando la traducción directa del lema en inglés, más ajustada al propósito que debe primar, a saber, eliminar las diferencias que existen en los tratamientos del cáncer según países, medios hospitalarios y niveles económicos.

  1. Como objetivo global prioritario: hay que superar la situación de que los Estados más pobres ofrecen menos opciones de detección y tratamiento
  2. Según la disponibilidad económica de los pacientes en un mismo país: los ricos tienen más posibilidades de supervivencia, al poder acceder a tratamientos más caros y más avanzados
  3. Según el centro médico o el equipo oncológico que los trate, dentro de un mismo país. No todos los hospitales está  igualmente equipados, no todos los facultativos tienen la misma información, experiencia, dedicación. No en todos los sitios se dispone de los fármacos y tratamientos más avanzados.

Buen día, mi cáncer. No te tengo miedo y sé que no estoy solo para tratar de vencerte. Te ha salido desde hace un año un hermano gemelo, que también crece en mí y que es aún más peligroso, porque no se conoce aún cómo tratarlo, es decir, cómo vencerlo o cronificarlo.

Queridos pacientes de cáncer. Os deseo de corazón que la investigación de los tumores avance a gran velocidad y que los hallazgos lleguen a todos y, por tanto, que no tengamos que lamentar tanto dolor, tanta angustia por su causa. Somos conscientes de que hacen falta muchos más recursos, más investigación, aún mejores capacidades. Se ha avanzado, desde luego, pero en esta carrera, el enemigo a batir corre que se las pela.

Nota. Si el lector escribe la palabra “cáncer” en el apartado de búsqueda, aparecerán varios de los Comentarios que dediqué a este tema desde que mantengo vivo este blog. Hace ya casi quince años. Estos que figuran a continuación son una pequeña muestra.

CONVIVIR CON EL CÁNCER – Al socaire (angelmanuelarias.com)

Entendiendo mejor el Cáncer de vejiga

Ante el Día Mundial contra el Cáncer

El análisis genómico como clave para tratar el cáncer

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Quincuagésima Segunda (y última) Crónica desde Gaigé

31 enero, 2023 By amarias 2 comentarios

Cumplo con esta  Crónica el propósito que me animó, hace un año, a escribir semanalmente acerca de lo que me parecía más relevante de cuanto sucedía en Gaigé.

Gaigé, el País de los Despropósitos, el Paraíso para quienes disfruten del Cambio Permanente, no es, en sentido estricto, un país imaginario. El lector atento, en especial, si vive en España o le interesa mucho cuanto sucede en este país real, encontrará múltiples concomitancias. Los nombres son reales, las circunstancias y los hechos, también.

¿Qué es, pues, lo que separa a Gaigé de España, más allá del ejercicio literario, de la creación de un alter ego para el país europeo que, hasta no hace mucho, era reconocido como ejemplo de transición de pacífica y pactada desde una dictadura increíblemente longeva hacia una democracia homologable con las más avanzadas y señeras europeas? ¿Qué pasó para que un monarca respetado dentro y fuera de las fronteras propias, fuese expuesto ante la opinión pública como un rijoso villano? ¿Qué fuerzas ocultas han lanzado el buque de las autonomías contra los arrecifes de la independencia y el separatismo?

No voy a lanzar preguntas sin respuesta (al menos, razonable) en este último episodio de la modesta serie de 52 comentarios en la que, semana tras semana, utilizando el periscopio de mi capacidad de observación desde la sentina del buque, he creído poder desentrañar lo que nos está pasando, para deshacer de manera inmisericorde el misterio que oi, por primera vez, expresar a Garrigues Walker (Antonio), en una de sus amenas charlas-conferencia: “Lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa”. ¡Claro que lo sabemos!

Nos pasa en el Gobierno, en la Universidad, en la Educación básica, en la Sanidad, en la Investigación, en las empresas…Gaigé ha desarrollado una indomable, férrea, capacidad de autodestrucción. No quiere manual de instrucciones, menosprecia las normas, desprecia la inteligencia. Sobresalir en Gaigé es prácticamente imposible sin aceptar el valor superior del nepotismo, el contubernio, la mentira.

Por eso, en este último episodio, no voy a conceder tanto valor como otorgué en los anteriores a lo más destacable de la semana. La vida sigue en Gaigé y nada cambiará su idiosincrasia, el perfil colectivo  viscoso, complaciente en la discrepancia, feliz en la crispación.

Podría creerse que la esperpéntica coalición de Gobierno se romperá por la insostenible defensa política de la ley del sí es si, que hacen a su antojo los ministros de Unidas Podemos, con Montero (Irene) a la cabeza, cuya aplicación, contraria a los deseos del torpe legislador, y por la que se han rebajado las penas a más de 300 delincuentes sexuales, se atribuye al desconocimiento y sesgo ideológico de los jueces. No pasará.

Podría creerse que alguien, en defensa de la institución monárquica, a la que tan duramente ha socavado, imponga su autoridad sobre el rey de antes, Juan  Carlos, para que deje de acumular más inmundicia sobre su figura y retorne a España, para morir en paz, ya que no en gloria. ¿Se revisarán, con espíritu crítico y constructivo, el mosaico infumable de planes de estudio a los que ha conducido la autonomía universitaria y la diversidad en las prestaciones en las competencias alegremente transferidas a las regiones? No pasará.

Podría parecer sensato, si es que el partido que se esfuerza en representar la derecha civilizada desea llevar a Núñez Feijóo a la presidencia de Gobierno, aclare sus discrepancias con el otro partido que le disputa los sentimientos conservadores y convenga un acuerdo de no agresión con Abascal (Santiago) y los suyos. No pasará.

Podría parecer imprescindible, dada la ignorancia supina acerca de cuáles son las reglas básicas de la macroeconomía, de que alardean algunos ministros de Gaigé, que dejen de insultar a Roig (Juan), Ortega (Amancio), Pérez (Florentino), Gómez Pallete (José María) y a todos cuantos sostienen la economía real del país y que, cuando prometen ayudar a los nuevos empresarios y a las pymes, actúen con verdad y coherencia. No pasará.

Seguirá habiendo, por el contrario, movimientos destructivos en Gaigé, el País de los Despropósitos.

Un rector -Villaverde- con la ideología como vil pasaporte y un desconocimiento cerril de lo que significa la técnica y, en concreto, ser ingeniero para este país con escasos recursos y reacio a sacarles su máximo valor, convertirá en eje de su campaña la decisión de llevar la Escuela de minas, energía y materiales de Oviedo (con prestigio ganado a pulso en exitosos 60 años) a Mieres, ignorando que los ingenieros de minas tenemos la formación de los ingenieros industriales con capacidades adicionales en la explotación racional de los recursos de la Tierra ¿Se creará una Escuela Politécnica en Asturias? No pasará.

Las carencias en investigación y desarrollo, a pesar de la difusión esporádica de logros puntuales por parte de algunos equipos, cuyo trabajo tiene las características de esfuerzo personal y titánico, con escasez de medios y personal, son muy graves. La dedicación pública del PIB al plan de la Ciencia no llega al 0,7 %, muy lejos de la media europea y del 3% en Estados Unidos. En valores cuantitativos, el salto es inmenso. La fuga de investigadores sigue siendo de varios miles al año. ¿Se producirá la tan anunciada  inflexión? ¿Seguiremos dependiendo de las farmacéuticas en la investigación contra el cáncer? No pasará.

Las discrepancias respecto a la necesidad de cumplir los compromisos con la OTAN en la inversión en Defensa son tan serias que afectan, incluso a la coherencia exigible a un gobierno colegiado. ¿Se sabrá, con claridad, cuál es el estado de los carros de guerra Leopard, que la ministra de Defensa, Robles (Margarita) afirmó, hace meses, rotundamente, que eran chatarra? (contradiciendo la versión de los profesionales de Defensa, que indican que se pueden poner en uso pleno en un mes y que las piezas que se les retiraron en su momento lo fueron para protegerlas de la obsolescencia y el óxido). No pasará.

Esta Crónica es, solo, pues, un punto y seguido. La continuación la escribirán, eso sí, otros.

FIN de LAS CRONICAS DESDE EL GAIGE

 

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Quincuagésima primera Crónica desde el País de Gaigé

23 enero, 2023 By amarias 1 comentario

La cercanía a las elecciones regionales y municipales de mayo y, sobre todo, la incertidumbre respecto a su resultado, están promoviendo el adelanto de la  campaña por parte de los partidos con opciones a formar parte de los respectivos gobiernos de los más de 8.000 núcleos que dilucidarán sus preferencias para los próximos cuatro años en Gaigé, el País de los Despropósitos. La tensión pre-electoral es particularmente alta, por su relevancia, en las Comunidades Autónomas que renovarán cargos y en los grandes municipios.

Como no estamos ante un panorama bipolarizado, los líderes de los partidos que hace años representaban las mayorías de orientación conservadora o socialista, PP y PSOE, se enfrentan actualmente al problema importante de resolver, a priori, el dilema de las alianzas que formarán la coalición o determinarán los apoyos que les impulsarán hacia el gobierno. La situación está confusa, por motivos diferentes, a ambos lados del espectro ideológico, si se admite tal separación conceptual, hoy ampliamente superada.

En la izquierda, el liderazgo de Sánchez (Pedro) no es cuestionable. Tratado como mentiroso crónico por sus opositores, ha sabido poner en primera línea logros importantes de su gestión: incrementos del salario mínimo, aumento de las pensiones y del número de afiliados  la Seguridad Social y la práctica recuperación económica. El papel real de los apoyos conseguidos gracias a los fondos provenientes de la Unión Europea y del aumento del endeudamiento en relación con el PIB tiene puntos oscuros que nadie consigue dilucidar con credibilidad, dado lo opaco y contradictorio de las cifras que se manejan.

Unidas Podemos se rompe, falto de una voz única y un director carismático. Iglesias jr. (Pablo) ha perdido su perfil mediático y sus sucesoras en el atril rivalizan sin ingenio ni prudencia. Montero (Irene) desde su Ministerio de Igualdad, convertido en manantial de despropósitos, lanza leyes ideologizadas y torpemente estructuradas en lo jurídico y anatematiza a jueces, tirios y troyanos.

La sensata observación de Carmona (Manuela), advirtiendo que una ley errada debe retirarse o corregirse sin apuntar a sesgos ideológicos interpretativos de los que tienen que aplicarla, ha provocado varios exabruptos contra la ex juez, tildándola de haber traicionado a quienes la auparon a la alcaldía de Madrid. Echenique (Pablo), portavoz con claros hándicaps síquicos -un odio bolivariano contra cualquier argumento de contrario-, está anclado en el uso de un Ideario a modo de Catecismo, impropio de un país desarrollado y de una mente sensata.

Núñez Feijóo (Alberto) sube peldaño a peldaño su monte de Arafat, que a veces asemeja más ser su Gólgota o Calvario. Le ridiculizan por no hablar  inglés y referirse a Manuela como Carmela. Seguro que habla bien francés y sabe quién es Blas de Otero, si es que eso importa. Aunque su problema ante el propósito de ser el próximo Presidente del gobierno de Gaigé lo tiene con la formación con la que comparte muchos aspectos de doctrina: Vox, h cuyo líder Abascal (Santiago) carece de los mismos frenos dialécticos. Imagino que la incorporación al frente de Alvarez de Toledo (Cayetana) para reforzar la línea de retaguardia en la que ya pelean Ayuso (Isabel), Gamarra (Cuca) o González-Pons (Esteban) dará más enjundia a los mítines.

Varios miles de defensores del constitucionalismo (interpretados por el actual Gobierno de Gaigé como desleal oposición) acudieron a la plaza de Cibeles y alrededores para pedir la dimisión de Sánchez por no respetar la Norma suprema votada en el 78 y pactar con republicanos e independentistas. Hubo muchas banderas españolas y buen rollito, con un comportamiento colectivo sensato.  Alguien vio banderas con el águila imperial. La guerra de cifras respecto a los asistentes no llegó a llenar de sangre el rio, pero hay quien dice que fueron casi un millón y otros que solo treinta mil. Muchos, desde luego. Feijóo faltó, sin que su explicación apareciera como convincente. Estaban los que quiere que le voten, ¿no?

Pocos ministros del gobierno de Gaigé aguantan el desgaste, salvándose del contagio de la falta de aptitud y las torpes actitudes de las ministras comunistas-podemitas. Sobresale Ribera (Teresa), que puede apuntarse el mérito de haber conseguido frenar los precios de la energía y lanzar el proyecto del hidrogeno ducto que, ahora se sabe, llegará a Alemania. Lo anunciaron así Macron (Enmanuel) y Scholz (Olaf), en una declaración conjunta que tuvo lugar inmediatamente después que la reunión entre Sánchez y Macron en Barcelona, en la que se firmaron otros acuerdos, pero se silenció éste.

Por cierto, en Barcelona, Aragonés (Pere) se escabulló para no estar presente junto a los presidentes Sánchez y Macron cuando se interpretaban los himnos nacionales. Cada día que pasa, se le ve de menor tamaño político y, los que conocen bien lo que pasa en Cataluña, opinan que su liderazgo se tambalea a la par que la economía del pequeño no-nato país.

El fantasma de Pegassus sigue revoloteando por los cielos de Gaigé y Marruecos. Los diputados socialistas en la Cámara Europea no votaron a favor de censurar, por su falta de democracia, el régimen de Mohamed VI. Los populares se ausentaron del lugar. Gaigé, siempre  Gaigé.

Zelenski (Volodomir) exige tanques (léase carros de combate) a sus apoyos europeos y advierte que las palabras de ánimo, por sí solas, no le servirán para ganar la guerra. Es  más, si el apoyo de los Leopard europeos y sus superiores tecnologicos norteamericanos se garantizara ya, el invierno servirá para derrotar a Putin (Vladimir) antes que consiga recomponer su ejército.

Borrel (Josep), al tiempo que se felicita por la autonomía energética conseguida por la UE frente a Rusia -supongo posee información privilegiada- exhibe fortaleza.

En USA, la afición de sus Presidentes por llevarse a  casa papeles confidenciales, para leerlos con calma en el retrete y preparar sus memorias, compromete la reelección de Biden (Joe) y presagia un encuentro en los tribunales con Trump (Donald) para convencer al electorado del contrario sobre quién las cuenta más gordas.

 

Publicado en: Sin categoría Etiquetado como: Biden, Cibeles, Gaigé, Núñez Feijóo, Pedro Sánchez, Ribera, Santiago Abascal, Trump

Cuentos para Preadolescentes (6)

22 enero, 2023 By amarias Deja un comentario

Todos conocéis bien el Cuento del mozo del martillo, porque os lo he contado varias veces, como ejemplo de lo cuidadoso que hay que ser a la hora de seleccionar las normas para conceder un premio, para evitar tener que otorgárselo  a quien no tiene mérito alguno, pero cumple las condiciones mejor que nadie.

Puede que esa sea una de las razones principales por la que muchos incompetentes han llegado a puestos de mucha importancia. No han quedado claras o la forma de selección de los más capaces o se han escogido las condiciones que deben satisfacerse de tal forma que solo uno de los posibles candidatos las cumple. Se puede decir que la decisión estaba tomada de antemano.

Así pasa en no pocos concursos públicos de méritos, o en adjudicaciones de contratos o para elegir a alguien para detentar un puesto muy relevante. Hasta no hace mucho tiempo, algunos de los cargos más importantes del Estado se otorgaban por el apellido,  se heredaban de padres a hijos, generación tras generación.

El Cuento que voy a contar no va exactamente en esa dirección, pero sucedió realmente y eso lo hace más divertido.

El mérito del culpable

Había una vez, en un pueblo no muy remoto, una familia muy pobre que, además, como suele suceder, era numerosa. Malvivían como podían, aprovechando las menores oportunidades para ir tirando.

Las temporadas mejores eran el verano y el otoño. Había frutas y hortalizas más que suficientes, que eran abandonadas al cierre de los mercados o podían ser recogidas, sin problemas, del suelo o de aquellas fincas cuyos dueños eran más tolerantes. El padre podía trabajar ocasionalmente de jornalero en las operaciones de siega o ayudando para realizar chapuzas a los vecinos.

En el pequeño huerto que era propiedad de la familia, se recogían algunos nabos, cebollas  y patatas que ayudaban a formar, con bastante agua y mucha buena voluntad, un puchero del que todos recibían su porción a diario.

Tenían una vaca que proporcionaba leche para sacar adelante los más pequeños y que, aunque algo coja y harto huesuda, aún servía para traer al mundo un ternero cada año y medio, más o menos.

A final del otoño, recogían del bosque castañas y ramas y en el invierno calentaban el cuerpo y el estómago con esos elementos que les proporcionaba gratis, la naturaleza.

La joya más preciada de esa precaria situación la constituía un cerdo al que nutrían, mal que bien, con los mondos de las patatas, los desperdicios del campo y cuanto entendían, por experiencias pasadas, que podría servir para engorde del agradecido animal.

Cada tarde, alguno de los niños mayores, por turno, sacaba el animal a pasear por los bordes de los caminos, atado con una cuerda. Por San Martín, como corresponde, el marraco, ya talludito, era sacrificado. Con su cuerpo se fabricaban los chorizos, morcillas, costillares y jamones que darían más sustancia al caldo y juego con el que combinar, en días extraordinarios, tubérculos y hortalizas.

Sucedió que, en un desgraciado día, Roberta, la niña que estaba entonces al cargo del paseo del animal, cuando aún no era apenas más que un recién destetado lechón, se hizo un lío con la soga que lo tenía sujeto y el cerdito se ahorcó con ella.

Hubo en la casa el disgusto que os podéis imaginar. Después de los lamentos, las recriminaciones y los gritos, se impuso el pragmatismo y asaron el lechón.

Todos se sentaron en torno a la mesa, mirando con avidez el tostado cuerpo el animalillo, mientras la madre procedía a separar un trozo para cada uno.

Apenas había iniciado la operación de disección, se oyó, rompiendo el silencio, la voz, alta y clara de Roberta:

-Para mí más, que fui la que lo maté.

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Cuentos para preadolescentes (5)

21 enero, 2023 By amarias Deja un comentario

Una fábula sobre las vecindades y sus riesgos.

Las águilas perdiceras y sus vecinos, los carboneros comunes

Ya sabéis que del comportamiento de los animales se puede aprender mucho. En realidad, de todo lo que nos rodea. Cada planta, cada animal, tiene una historia detrás, que habla de su evolución y sus adaptaciones para subsistir. Incluso los minerales y las rocas pueden transmitirnos enseñanzas muy valiosas, aunque desarrollar esto lo dejaremos para otro momento.

Acaeció que en una de las encinas más altas de la dehesa, anidó una pareja de águilas perdiceras que, como su nombre común indica, se alimentan sobre todo de perdices. Eran comienzos de la primavera, y la hembra estaba incubando dos huevos con los que confiaba cumplir con su obligación natural de prolongar la especie.

Un carbonero común -pajarillo que habréis visto multitud de veces, con plumas de un bonito color azul verdoso en  cabeza y alas, contrastado con el color amarillo del pecho en el que parece llevan una corbata-, que andaba buscando un buen lugar para instalar su propio nido, se fijó en el de las águilas, y se acercó para preguntar:

-Qué nido más hermoso y más bien construido tienes, compañera. ¿Te importaría si hago yo el mío junto al tuyo? Esta rama en la que está parece muy resistente y no te digo nada de las vistas que se pueden disfrutar desde esta atalaya.

-Haz como quieras -le contestó el águila-. Espero que no molestes mucho con tus cánticos. Mis pollos están a punto de salir del huevo y quiero que crezcan sanos y sin molestias.

El carbonero lo comentó con su pareja y, como eran jóvenes y sin experiencia, a ambos les pareció una oportunidad estupenda, tener tan fuertes y poderosos vecinos.

Así que se instalaron en la misma rama de la encina, entendiendo que su nido quedaba perfectamente camuflado detrás del de las águilas. Se sentian, además,  bien protegidos de cualquier acechanza o peligro, pues el gran nido del que eran vecinos actuaba de elemento disuasorio. Los linces, los ratones de campo, los zorros y  hurones, entre otros animales que eran un peligro para los carboneros, ni siquiera osaban acercarse a la encina.

Pasó algo de tiempo, y los dos pollos del águila perdicera salieron de sus huevos y estaban creciendo muy bien. Sus padres, con un trabajo y dedicación encomiable, traían perdices y codornices al nido regularmente, que sus cría desollaban y engullían ávidamente.

La pareja de pájaros carboneros crió siete avecillas que, gracias al denodado quehacer de sus padres, se desarrollaban también rápidamente. Se alimentaban de moscas y mosquitos y algunos coleópteros y ya empezaban a saborear los granos de trigo y avena que les aportaban al nido.

Los papás carboneros no desaprovechaban ocasión de presumir de sus vecinos y de las buenas vistas que, desde su nido, tenían de la dehesa.

-Son muy simpáticos y amables -argumentaban a los amigos que vivían ocultos entre las zarzas y los matojos-. Desde nuestro nido en lo alto, no se nos escapa nada de lo que pasa abajo.

-No sé, no sé -replicaban algunos, revoloteando rápidos tras las mariposillas y polillas, que se apresuraban luego a llevar a sus nidos en la espesura de los matorrales.

Cuando los volantones de perdicera estaban ya suficientemente grandes para abandonar el nido en un par de días más, sucedió que los humanos propietarios del campo, que era una reserva de caza, organizaron una gran batida. Los disparos de las escopetas sonaron desde el alba hasta después del atardecer, haciendo un ruido ensordecedor y continuo.

Era imposible dormir con tanto estruendo. Quizá lo peor fue que liquidaron casi todas, por no decir, todas, las perdices y codornices del campo.

Las águilas perdiceras, en consecuencia, no tenían nada que dar de comer a sus crecidos pollos, que tampoco estaban plenamente fuertes para volar por sí solos.

Así  que tuvieron una conversación muy seria con sus vecinos, los carboneros.

-Sabéis que nos hemos comportado hasta ahora como buenos vecinos -argumentó el macho de las perdiceras-. No tenemos tampoco queja de vosotros. Pero estos días son de grave crisis para nosotros. Por mucho que volamos de aquí para allá, no encontramos una sola perdiz ni codorniz con la que alimentar a nuestros hijos, a los que falta solo un último empujón de carne para que vuelen por sí solos y así vayan a otros campos alejados, donde encuentren con qué alimentarse por su cuenta.

Los carboneros vieron los nubarrones que se cernían sobre ellos.

-¿Habéis probado darles ratones, hurones o conejos? Hay muchos en este terreno-dijo la hembra carbonera. Al mismo tiempo, ordenó a su prole que dejara de piar por unos momentos.

-Lo hicimos, pero no les gustan. -fue la respuesta de una de las águilas al pertinente comentario-Están tan acostumbrados a las perdices que solo les apetecen aves. Y, la verdad, como nosotros mismos estamos débiles porque llevamos unos días sin comer, nos es muy difícil cazar a jilgueros, pardillos o trigueros, que son tan ágiles.

Y, convencidas de que no había por qué emplear más palabras para justificarse, con un violento movimiento de sus garras y picos, las águilas perdiceras cogieron las siete crías de carbonero y a sus padres y se los entregaron sin remilgos a sus hijos, para que comieran.

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