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Escribiría un poema de amor esta noche,
pero a quién, si invitar a bailar no es posible.
(Esto debe ser la soledad o algo muy cercano:
estar cansado en toda la extensión de la palabra).
Nuestro encuentro es recuerdo es voz amiga,
es un gesto que el tiempo elige raramente, y luego un tierno
y cálido nombre que empieza a pronunciarse,
una despedida tímida y, de madrugada,
en tu cuarto donde nadie entra, aquella boca
te tenderá sus labios y buscará en silencio la tuya
hasta desaparecer por completo como una aparición.
Se me dirá que ya soy un poco mayor para ésto,
y si mis labios sangrasen nadie me miraría más,
pero escribiría un largo poema de amor esta noche,
tal vez dotado de esa dulzura que empaña corazón,
de esa adherencia
con que toda creatura cuenta en sus ardides.
(Publicado en 1990 en “Absueltos de todo don”, KRK Ediciones, @angelmanuelarias)
40
Rodríguez, callado buscador de miedo: Te conozco
desde que fuimos juntos separados al Colegio.
Te echaron o te fuiste o se murió tu padre,
el caso es que dejaron de llamarte
Rodríguez en las listas,
Rodríguez en las aulas, Rodríguez los usados
desconchados del aseo.
¿Y qué?, acaso me preguntas,
¿qué causa ahora me reúne hacia ti?
Tú sabes, ayer me crucé con un muerto llevo de polvo
y eras tú, Rodríguez. Te reconozco inconfundiblemente.
Rodríguez, hijo de panadero,
capitán de canicas.
el suspenso perpetuo,
ya tan muerto desde entonces.
(Publicado en 1990 en “Absueltos de todo don”, KRK Ediciones, @angelmanuelarias)
(Estos poemas fueron escritos hacia 1968, aunque fueron incluidos en la edición de 1990)
El dibujo, que es un apunte para un cuadro al óleo y acrílico, de gran tamaño, en dos piezas móviles, se titula enigmáticamente: “Padre e hija adolescente desgranando un cesto de emociones, mientras la madre se acerca con la comida”, octubre de 1998)