Al socaire

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Archivo de abril 2021

Exhibiendo mis miserias entre narcisos y tulipanes

29 abril, 2021 By amarias 11 comentarios

La naturaleza me ha obsequiado con dos cánceres metastásicos, de distinto origen y naturaleza. Un cáncer de origen prostático con metástasis ósea y un cáncer de origen desconocido aparecido en el urotelio vesical y que afecta a nódulos linfáticos del retroperitoneo y, por tanto, también metastásico.

Hace más de cinco años que son un paciente oncológico. Procuro no pensar mucho en ello, pero la realidad se muestra terca en múltiples “detalles”: necesidad de frecuentes visitas al oncólogo, al urólogo y al traumatólogo, varias operaciones, participación en más de cuatro ensayos clínicos, instalación de PICC y de reservorio, bolsas vesicales, infecciones, etc.

En estas circunstancias, no dependo solo de mi voluntad. Me ayuda la asistencia sicológica de mi esposa, familia y amigos, porque procuro mantener una vida activa, tanto en lo profesional como en el cultivo de mis aficiones.  No quiero presumir, porque no soy el mismo. Pero en estos cinco años, he asistido a muchas conferencias y pronunciado algunas,  he mantenido abierto el bufete, escrito varios poemas, (que recopilé en dos libros: “Sonetos desde la crisis” y “Sonetos desde el Hospital”, -del que edité mil ejemplares, cediendo íntegramente los beneficios a la AECC-). También terminé una novela de 400 páginas (“Con Vencidos”), pendiente de publicación, espero que no eternamente.

Desde luego, las visitas regulares al Hospital me han condicionado. No solo afectó a la actividad profesional, sino a  las vacaciones y desplazamientos, míos y de mi familia. La pandemia ha supuesto, también, una influencia negativa adicional.

He tenido tiempo, claro, para pensar en la muerte. La adecuación a la idea de la muerte, incluso próxima, es una consecuencia del severo diagnóstico, pero la certeza de la propia muerte viene con el ADN de la vida, sobrevive con ella.   Recomiendo el libro de la Dra. Mannix -responsable de cuidados paliativos durante muchos años en un Hospital- “Cómo afrontar la muerte con sabiduría”.

El paciente oncológico depende decisivamente de lo correcto del diagnóstico y de lo eficaz y actualizado de los tratamientos. Algunos de ellos se llevan a cabo según los protocolos de ensayos clínicos, en los que se prueba la eficacia de algún nuevo fármaco o una combinación de ellos. Aunque la cabeza visible del equipo multidisciplinar en el que se discuten las pautas es el médico que atiende a las consultas, son varios los profesionales que intervienen. La empatía, claridad y cordialidad con la que actúe ese facultativo (raras veces el jefe del servicio; quizá un residente) son decisivas para crear confianza.

No solo es cuestión de médicos. Son cientos los sanitarios con los que, a lo largo del tratamiento, tendrá que vérselas un paciente oncológico. La relación personal con algunos de ellos -por ejemplo, equipos de enfermería, cirujanos, anestesiólogos, personal subalterno- será incluso superior. Son muchas las visitas para curas, limpieza de PICC o reservorios, estancias en el Hospital de Día para tratamientos, internamientos, análisis, etc.

Para el equipo médico, mantenerse con información actualizada de los avances que se están produciendo continuamente en el terreno de la oncología, es un reto y una obligación.  Supone alimentar contactos multinacionales, extremar el análisis y la comunicación de datos, la asistencia a congresos, investigar directamente, leer, estudiar, informarse. Algo difícil, sino imposible, porque disponen de poco tiempo libre para completar su formación y mantenerse al día.  Sería necesario incrementar esa disponibilidad, dotando de más personal, con menor carga de pacientes por facultativo, incorporando equipos siempre más modernos, revisando al alza los salarios y garantizando la estabilidad de sus puestos y la evolución de sus carreras.

Tenemos excesiva dependencia de las farmacéuticas y de los ensayos clínicos promovidos por ellas, cuyos intereses económicos, en tanto que empresas mercantiles, priman por encima de los atribuibles al bien común. Hay que dedicar más dinero público a la investigación y, en especial, a la investigación oncológica.

A los demás pacientes en mi situación les aconsejaría que no decaigan, ni se depriman. Piensen con esperanza en que los avances de la ciencia oncológica son constantes. Oriéntese hacia su bienestar y el de su familia. Vean la circunstancia con valentía y como oportunidad para dar ejemplo. No por el hecho de estar enfermos, sino para todos, como interesante y necesaria actitud frente al futuro en el que estemos ausentes, hagan testamento y, también, el testamento vital. Pidan y, sobre todo, den afecto.

Participen en redes sociales y asociaciones en donde se tenga oportunidad de compartir ideas, inquietudes, actuaciones, con otros enfermos y con los equipos médicos. Tranquiliza saber que el tratamiento que se está recibiendo es el mismo que el que se ofrece en otros centros hospitalarios y ayuda conocer la situación de otros pacientes, para no sentirse solo y calmar temores y dudas.

Animo, por ello, a pacientes, familiares y a todo el público en general a que apoyen a Asociaciones que se dedican a promover la investigación oncológica y presten ayuda sicológica y de todo tipo (económica, en especial: estar enfermo cuesta dinero y no siempre es posible mantener el empleo) a pacientes con cáncer. La AECC, en España, resulta un institución ejemplar. También recomiendo SOGUG, asociación entre oncólogos y pacientes (en este caso, en el campo genitourinario). Necesitamos más inversión e investigación.

Opino también que es imprescindible unificar los criterios de gestión entre las Comunidades Autonómicas , imponiendo transparencia e igualdad. No debieran existir diferencias de tratamientos y oportunidades para los pacientes oncológicos según su lugar de residencia.

Mayo va ser propuesto como mes de atención al cáncer de vejiga, ese gran desconocido. Como el cáncer de mama, o el de próstata, (que ha conseguido que noviembre (“Movember”) sea el mes de visibilidad para ese tumor masculino), reclama ahora un puesto en las primeras filas de interés. Porque es uno de los más frecuentes y, sin embargo, de los menos investigados y con peor pronóstico.


He incluido dos fotografías de narcisos del Botánico de Madrid. Florecieron a finales de marzo y principios de abril, compitiendo con la fuerza expresiva de los tulipanes. Ahora, estamos en la oportunidad de ver los parterres de lirios. Todavía hay algunos rododendros. Y, sobre todo, se pueden contemplar los cientos de plantas, árboles y arbustos, correctamente identificados, que hacen de este lugar -afectado por Filomena, pero superviviente gracias a profesionales cuidados en lo sustancial- una referencia para amigos del saber con la naturaleza.

Publicado en: Actualidad, Cáncer, Linkweak, Medicina Etiquetado como: angel manuel arias, Botánico, cáncer vesical, Con Vencidos, cuidados sanitarios, enfermería, farmacéuticas, investigación, metástasis, narcisos, oncólogo, próstata, Sonetos desde el Hospital, sonetos desde la crisis, tratamiento

Autores, libreros, feriantes

24 abril, 2021 By amarias 2 comentarios

En España se editan anualmente del orden de 90.000 ejemplares. Si consideramos que hay casi 700.000 títulos “vivos” (aquellos que aún se pueden encontrar en las librerías o en los stocks de las editoriales), concluyo que hay bastante donde elegir.

Como es sabido, desde 1989, cada 23 de abril se celebra el Día Internacional del Libro, con la intención de favorecer el hábito de la lectura, apoyar las editorial y defender los derechos de autor. El gremio de libreros trata de aprovechar la fecha para vender algo más, movilizando a la potencial clientela, ofreciendo los volúmenes con una modesta rebaja del diez por ciento y, en muchas ciudades, organizando Ferias en las que se exponen en casetas alineadas, además de algunos libros, a ciertos autores elegidos.

Siempre me ha impresionado ver las colas de felices compradores esperando, con su volumen en mano, que el autor elegido estampe en una de las páginas de respeto del libro dedicatorias del tipo: “A Fulanito (aquí, el nombre de la persona designada por el comprador), con todo afecto”. He imaginado que la inmensa mayoría de los libros adquiridos de esa forma no se leerán nunca. Porque, en verdad, la inmensa mayoría de los libros que se adquieren y que, en muchos casos, figuran en una estantería junto al televisor, la foto de un familiar y el jarrón de flores secas, no se leen.

Soy un lector convulsivo, aunque un mal lector. Tengo en casa unos seis mil ejemplares (de vez en cuando mi adorada conviviente me hace algún expurgo) a los que he dedicado, en algún momento de sus vidas en mi hogar, varias horas, si bien no puedo decir que los haya leído de cabo a rabo. Algunos y, desde luego, todos los que han servido para alimentar mi carrera profesional, los he leído más de una vez y hasta los tengo subrayados (más bien, coloreados, pues no acostumbro a leer con lápiz en mano).

De los distintos sectores que llaman mi atención, tengo más nutridos los de Poesía, Historia y Filosofía. Por supuesto, hay varias decenas de libros de Derecho, Economía, Cálculo Estructural, Medio Ambiente, Agua y muchos de…Ornitología y Botánica. También tengo unas cuantas estanterías atiborradas de libros para aprender y ejercitar idiomas y muestras de mi interés por ciertas lenguas, con ejemplares de novelas, diccionarios y Geografía e Historia de los países que he visitado o me gustaría visitar.

No he podido sustraerme al deseo de editar alguno de mis libros, y he caído en la tentación de editar, en papel, tres de ellos: Dos libros de poesía (Absueltos de Todo Don y Sonetos desde el Hospital) y una recopilación de mis entradas al Blog en el que escribo desde 2007, que publiqué con mis comentarios en 2009. De este último, vendí dos ejemplares (y se me quitaron las ganas de editar más recopilaciones). Del primero de los libros de Poesía se editaron 1.500 ejemplares y se agotaron todos; del segundo, edité mil ejemplares, dedicando sus beneficios a la Asociación Española Contra el Cáncer y está prácticamente agotado (debiera estarlo, sino fuera por la pandemia, que me impidió dar tres recitales que tenía programados).

Tengo, por tanto, mucho material no publicado en papel. En este mismo blog sí he dado a la publicidad telemática casi veinte libros (que el curioso puede localizar si husmea por los apartados y categorías que figuran en la lengüeta de la derecha).

No dejo de escribir. Mi última obra literaria es un libro de cuatrocientas páginas (Con Vencidos, 2021,@angelmanuelarias), en la que utilizo mi imaginación y algo de conocimiento histórico para glosar la vida de alguno de mis antepasados, encajándolos en el período en que les tocó vivir. No me imagino firmando ejemplares de ese libro (o de los otros que escribí) en una caseta. Porque cuando comprendo que detrás de esos 90.000 ejemplares editados en España (¡solo en España!) hay un autor y toda una cadena de profesionales (impresores, maquetistas, editores, distribuidores, libreros, financieros, etc.) se me arruga cualquier intención y me pregunto: ¿Para qué escribimos?

¡Si nadie lee!

Publicado en: Actualidad, Literatura, Medicina Etiquetado como: Absueltos de todo don, Con Vencidos, Editorial, feria del libro, lectores, libro, Madrid, Sonetos desde el Hospital

Pablo, quedan doce días para el gran descalabro

22 abril, 2021 By amarias 2 comentarios

El debate entre candidatos a la presidencia de Madrid que se libró ayer, 21 de abril de 2021, no ofreció especiales emociones ni servirá para canalizar votos de indecisos. Desde una visión general,  la opción de la actual presidenta de la Comunidad, Isabel Ayuso para hacerse con una mayoría insuficiente para gobernar en solitario, quedó revalidada sin grandes matices ni demostrar capacidad para despertar pasiones ni esgrimir programa. La alternativa que representa Angel Gabilondo demostró, sin paliativos, su gran debilidad, ideológica y formal; su necesario socio del posible gobierno, Pablo Iglesias, ofreció discrepancias sustanciales (en temas como los impuestos) y, en un momento de la emisión, pareció que estaban dispuestos a dirimir sus diferencias en público.

No convencieron, por otra parte, los candidatos en presentar con nitidez los acuerdos post electorales a los que se verán abocados, pues ninguna facción alcanzará mayoría suficiente para gobernar en solitario (a salvo de conceder un estrecho margen de que esa opción sea posible, si Ayuso consiguiera tantos diputados que, incluso sin tener la mayoría absoluta, se arriesgara a ser Presidenta con una amplia mayoría). A lo largo de la emisión, hubo momentos en los que sí aparecieron claras las simpatías dentro de los dos bloques en liza,  aunque no se ocultaron profundas discrepancias.

El posible tándem Ayuso-Monasterio, apareció mejor conjuntado y hasta pudimos creer que hubo un pacto de reparto de papeles de la “opción liberal”  entre “poli bueno/poli malo”. La candidata de Vox,  Rocío Monasterio, cuya fuerza dialéctica y contundencia expresiva son conocidas -al margen de que maneja cifras y argumentos sin preocuparle su veracidad-, asumió la parte más extrema y hosca de la oferta de la derecha. Sus intervenciones sobre el coste de sostener a un “mena” frente a la pensión mínima de una viuda fueron  memorables, porque, aunque falsarias,  sirvieron para avivar algo el debate.

El bloque Gabilondo-Iglesias no resultó creíble, y de ello ya se encargó el candidato del PSOE, que carece de la menor picardía parlamentaria. Es soso, sí, pero además, apareció como si estuviera siendo víctima de una combinación de desgana y comienzo de Alzheimer. En cuanto a Pablo Iglesias, dio su recital del respeto a la Constitución (a la que se acogió dos veces), en una apelación más propia para el Congreso de diputados que como candidato para presidir Madrid, y pudiendo ser calificado él de incumplidor fehaciente de la misma. Su viejo empuje y su fresco talante han decaído y hoy carece de empatía fuera de su círculo de adeptos que, por mala suerte para él, se van reduciendo cada vez que abre la boca con su petulancia y desconocimiento práctico.  La vida real no es un aula de Universidad.

Me gustaron más otros candidatos, aunque no se acercaron ni al aprobado: Edmundo Bal, reposado, enterado y creíble, estuvo sólido. Defendió el trabajo en el gobierno de Ayuso de sus antecesores  (a pesar del exabrupto de Ayuso, crecida en ese instante, que le espetó. “Si son tan buenos, ¿por qué no los lleva en su lista?”) y se presentó con el viejo y ya rancio marchamo de Ciudadanos, de pretender ser equilibrio entre facciones.  No parece que esa posición haya impresionado a sus contrincantes y, lamentablemente, tampoco tiene efecto entre los electores, que siguen negándole al abogado de Estado pan y agua, en recuerdo imborrable de la traición de Rivera.

La candidata de Más Madrid, nerviosa de cabo a rabo, estuvo bien para lo que se puede esperar de una aprendiz de política que viene de poner anestesias en un Hospital madrileño. Está claro que su vocación y experiencia son solo sanitarias, y que representa el grupo de descontentos de los sanitarios (que tienen fundadas razones para estarlo, sobre todo, por la precariedad de su empleo). Estamos en tiempo de pandemia y vacunas, y eso cuenta a la hora de lanzar dardos, si bien hay que apuntar bien, porque en este desorden entre Administraciones se puede decir aquello de que “entre todos la mataron y ella sola se murió”. La aún desconocida Mónica García defendió su plaza de provincias con alguna faena de aliño y, con ello, acreditó su esperanza y la de su grupo de conseguir colocar una decena amplia de los de su lista de amigos.

Termino recordando, con ironía, la frase que Angel Gabilondo obsequió a Pablo Iglesias, donde le instaba a ponerse de acuerdo. “Pablo, nos quedan doce días para ganar las elecciones”. Yo la entendí como “…nos quedan doce días para el gran descalabro”.

Esta es mi visión del debate de ayer. Saquen los lectores sus consecuencias, si así lo desean. Por cierto, de entre las seis listas de las opciones electorales, con más de 160 nombres en cada una, no conozco personalmente a ninguno y, por haber aparecido en alguna entrevista o acto público, a no más de una docena. Una amiga a la que se lo comenté dice que eso me sucede porque ..somos viejos. O ¿será porque esos candidatos a que les paguemos el sueldo son invisibles?

Publicado en: Actualidad, Madrid, Personal, Política Etiquetado como: Ayuso Mónica García, Eduardo Bal, elecciones Madrid, Gabilondo, Iglesias

Verdades

21 abril, 2021 By amarias Deja un comentario

Mientras espero que me pongan la primera dosis de la vacuna contra el virus de la Covid, en esta tarde nubosa y algo ventosa de Madrid, me he propuesto realizar una prospección acerca de las verdaderas incontrovertidas -es decir, aquellas que no admiten discusión ni objeción, aceptadas por todos los seres humanos en uso pleno de sus facultades de discernimiento, análisis y crítica-.

Necesitamos manejarnos con soltura entre apariencias de verdades, desde luego, porque en otro caso la situación se volvería muy angustiosa. Un famoso cantante convertido por razones difíciles de entender en payaso mediático -Miguel Bosé- en una entrevista bastante esperpéntica con el habilidoso entrevistador Jordi Évole, hace un par de días (escribo el 21 de abril de 2021) se declaraba poseedor de la verdad en relación con la existencia de la pandemia vírica que ha conmovido los cimientos de nuestra cultura acomodaticia.

Sirva su pretensión de haber encontrado su verdad y, en virtud de ella, ser negacionista y conspiranoico (rotundas palabras que no incluye la RAE en su diccionario, pero que todos entendemos ahora) como ejemplo de falsa verdad: uno puede guiarse por un postulado concreto, asumirlo como irrefutable, pero a partir de él no se construye sino un edificio falaz, no refrendado por la mayoría científica, el conocimiento empírico ni la realidad de los millones de fallecidos en todo el mundo por esta virulencia con efectos potencialmente mortales.

No puedo conceder valor de verdad irrefutable a las creencias religiosas que atribuyen nuestra existencia a una decisión superior. En efecto, el atractivo (como sedante, refugio sicológico, perspectiva vital) es innegable, pero el tufillo insuperable de que los dioses son resultado de la creación humana y no al revés, las descalifica como verdad incontrovertida. Pueden ser útiles, algunas lo son, incluso como estimuladoras del comportamiento ético, pero, en bloque, no merecen otra calificación que invenciones de iluminados por el deseo comprensible de encontrar sentido a nuestra existencia.

En los campos de lo técnico y lo científico, la verdad incontrovertible se tambalea con regularidad, como lo demuestran los avances que destruyen teorías que se estimaron como definitivas y que, y aquí sí que hay que poner una dosis de misterio, sin embargo, nos han servido para avanzar. No sabemos aún con perfecta seguridad cómo se propagan y desarrollan las células tumorales, por ejemplo, pero lo que sabemos, aunque imperfecto, sirve para aumentar nuestra longevidad e, incluso, en algunos casos, atajar el crecimiento de un cáncer. Nos reiríamos con suficiencia si analizamos los cálculos estructurales de los maestros canteros que erigieron suntuosas catedrales en la Edad Media, pero ahí están resistiendo, muchas de ellas; pero no sabemos exactamente, con verdad incontrovertible, cómo se comportan, a nivel microscópico, los materiales a los que confiamos el sostenimiento de nuestros rascacielos, protegiendo nuestros cálculos con mágicos factores de seguridad que encubren nuestras dudas. La cáscara del mejillón, pongo por caso, o el hilo de la tela de araña, guarda secretos que no hemos podido descubrir.

En la filosofía, la historia, la sociología, en todas las disciplinas que llamamos ciencias, mantenemos dudas sustanciales. Es, justamente, esa maraña de dudas la que debiera constituir el núcleo central de la enseñanza académica. Las matemáticas, la mecánica racional, la geometría y otras materias que trabajan con elaboraciones lógicas construidas a partir de postulados concretos construyen importantes edificios muy satisfactorios para la razón. Pero resultan inútiles sino encuentran aplicación sobre entidades reales. Los enamorados de estas ya no tan nuevas tecnologías -me refiero a la informática, la robótica, las telecomunicaciones, la astrofísica, etc.- no pueden ignorar que, ciertamente, mejoran aspectos importantes de nuestra vida (y están enriqueciendo a algunos), pero no mejoran nuestro conocimiento de lo sustancial. Seguimos ignorando quiénes somos, cómo ha sucedido la mutación que nos ha hecho tan vulnerables, por el hecho mismo de habernos dotado de inteligencia y raciocinio.

En esta tarde desapacible de primavera, rodeado de libros y apuntes, ante el ordenador que sirve de vehículo formal a mis elucubraciones, me pregunto si la única verdad incontrovertible es la de mi propia existencia, es decir, mi vulnerabilidad, mi carácter intrínsecamente finito y efímero.

Esa verdad es también la tuya, amigo lector. Si concentro mi atención en el hecho de la existencia, dirijo mi inquietud hacia la introspección (como aconsejan budistas y místicos), esos instantes de densidad, me producen un escalofrío.

Publicado en: Filosofía Etiquetado como: covid, existencia, mentira, personal, vacuna, verdad

Dudas

19 abril, 2021 By amarias 1 comentario

La mayor parte de los políticos españoles actuales han adquirido la base de su formación universitaria -los que la tienen, claro- en las Facultades de Derecho, Económicas o Sociología. Se ha puesto de moda la expresión “tiene estudios de…”, para indicar pretenciosamente que se han pisado las aulas universitarios (o los patios) uno o dos años, insinuando que basta respirar el aire de los antes respetados recintos para conseguir marchamo científico.

El esplendor de la titulitis se magnifica para aquellos que completaron estudios con cursos trimestrales o semestrales e incluso cortas estancias en el extranjero,  especialmente si la estadía les ha proporcionado un título en inglés que adorna o embellece semánticamente su teórica capacidad para participar, con apariencia de credibilidad, en la postulación para tomar decisiones que afecten al resto de los ciudadanos.

Por supuesto, de nada serviría tener el mejor currículum académico en cualquiera de esas disciplinas, en el marco del teórico reparto de competencias institucionales -porque no me estoy refiriendo a la competencia para ascender en la escala privada, sino solo en la pública-, para acceder a algún puesto relevante de las administraciones públicas, si los futuros rectores de las polis no pertenecieran a un partido político que les aúpe.

Porque aunque algunos “independientes” serán elegidos por el dedo divino del jefe de filas de cualquier facción con opciones de llegar a mando en plaza, para reforzar la proyección mediática de la oferta electoral, en realidad, se trata de militantes “tapados” o vergonzosos.

Las últimas décadas y, en especial, la procelosa deriva implacable de la lucha partidaria hacia el folclore, han supuesto la incorporación a los primeros puestos de la dirección de los asuntos políticos a personas que se han distinguido en gestas que poco tienen que ver con la gestión administrativa y, aún menos, con el conocimiento de la realidad. La ciencia que les servirá para ejercer en su tarea pública parece que la adquirirán por contagio y, en todo caso, para los más bisoños, se puede creer que están preparándose para dar el salto a la privada, llevándose consigo la información y la experiencia adquirida equivocándose con lo que es de todos.

Cojo ejemplos, casi al azar, del juego que se nos hace con lo público. Tenemos a un venerable sociólogo con título emitido en francés y experiencia docente foránea, como ministro de las Universidades a las que desconoce; a un astronauta en paro cuya relación con tecnología no cósmica es nula, como ministro de investigación y ciencia; a un filólogo en la lengua catalana que se dedicó a escribir panfletos como aficionado al periodismo, elevado a paladín prófugo del separatismo; a un sociólogo de aspecto descuidado, empachado según muestra a cada rato por sus lecturas infantiles del izquierdismo, empeñado en resucitar de su sepulcro con siete sellos al marxismo-leninismo ( y que, por cierto, aumentó su currículum revolucionario como vicepresidente sedente del peor gobierno de España -por ahora-), y, en fin, ahí tenemos en los bancos azules, marrones y rosas, a esposas, maridos y amantes asiduos a páginas de la prensa del corazón, conviviendo felices junto a ladronzuelos de siglas respetables, o maestros de metafísica, amigos de las puertas giratorias y hasta gentes que pasaban por allí y gritaron “¡Soy de los vuestros!”.

Si es que el lector cree que estoy criticando o adjetivando solo lo que luce en el actual Gobierno, no son mejores las alternativas. Ahí van licenciados en derecho que nunca ejercieron la abogacía en otro foro que en mítines, titulados en ciencias de la información que han hechos sus mejores dientes llevando la agenda de tareas de sus jefes, abogados de Estado dimisionarios, politólogos que conocen de economía lo justo para abrir una cuenta corriente, negacionistas de todo cuanto se afirme desde enfrente, tipos suaves especialistas en hablar alto y duro, instigadores oficiales a la bulla, etc.

Claro que no todo es así, gracias a Dios, pero lo que hay es suficiente para que nos llevemos las manos a la cabeza.

Otras veces me he atrevido a comentar la singularidad española y hoy quiero volver por mis andadas. La generación de los que tienen entre, digamos, sesenta y setenta y cinco años en España, ha tenido pocas oportunidades de demostrar su valía con puestos de trabajo y actividades relevantes. Ganándoles en edad, sus mayores, muy longevos, han impedido -no solo con buenas artes- que llegasen a sitios desde los que pudieran desbancarles. Por abajo, los más jóvenes, sin la limitación del respeto a sus mayores, les han comido la tostada, apoyados por el fugaz conocimiento que dan las antes llamadas nuevas tecnologías (informática, telecomunicaciones, etc.); donde a los ancianos de la tribu nos obligaban a aprender latín, griego, geometría euclídea y filosofía, estos retoños de menos de cincuenta años -y muy especialmente los que tienen entre treinta y cuarenta primaveras- no saben de tir ni per, sino solo de que la huida hacia delante es la mejor solución para escapar de un mal presente.

Hablando el otro día con un amigo que buscaba ingenieros con currículum para no se qué real academia, y que se lamentaba de no encontrar perfiles relevantes que se acercaran a los de lo ancianos que ya ocupan sus sitiales, me vino a la cabeza, en la que vuelve a crecer el pelo (gracias a la quimio) que la “experiencia verdadera” (esa que, en lenguaje paladino, afirmaba que “cortando testículos se aprende a capar”) no figura en la trayectoria curricular enseñable.

No quiero presumir de mi propia sabiduría, pero se bastante de lo que no está en los libros. Y, por eso, tengo dudas allí donde los que más alardean de conocimiento les han cosido las certezas que venden en la feria.

Publicado en: Actualidad, Administraciones públcias, Política Etiquetado como: dudas, partidos, política, políticos

El 14 de abril de 1931

14 abril, 2021 By amarias Deja un comentario

Varias asociaciones nostálgicas del pasado aprovechan, desde que estamos en democracia, para festejar, con actos de distinta naturaleza, cada catorce de abril, el advenimiento (como si se tratara de una figura exotérica) de la Segunda República en esa fecha de 1931, que fue la forma de Estado que se mantuvo en España, entre tremendas tensiones, durante los años previos a la guerra incivil que nos descalabró por muchas décadas la convivencia.

No creo que sobreviva ninguno de los que estaban en uso de sus facultades en 1931, pues, si les supongo con una edad mínima de dieciocho años entonces, andarían ahora, -si es que no les ha tocado criar malvas-, con más de ciento diez años a las encorvadas espaldas. Luego, estos que celebran la República y añoran su vuelta, están, en mi opinión, expresando algo muy distinto de su devoción por lo que sucedió entonces.

Defender la República como forma de Estado preferente en esta situación histórica, en la que nos encontramos bajo la forma de Estado de una monarquía constitucionalmente legitimada, reducida en sus funciones a su quintaesencia simbólica y con un Gobierno y Parlamento democráticamente elegidos, es una butade (RAE: “salida extravagante e ingeniosa, destinada a provocar”).

He escrito muchas veces y mis amigos y conocidos me lo han oído decir siempre que hay ocasión, que entiendo que la República es la forma más lógica y normal de dirigirse en un Estado democrático. En ese sentido, soy republicano. Pero también es cierto que hay algunas Monarquías que funcionan como ejemplo de democracia, y no tanto porque el Monarca o Rey lo sea, sino por la manera en que está construido el aparato de representación del pueblo para elegir a los que han de dirigir la gestión de los temas de Estado.

Debemos estar orgullosos de que nuestro Rey actual, Felipe VI, con una educación exquisita, que nos ha costado bastante dinero a los españoles, cumple a la perfección la labor de ser la cabeza visible de ese ente intangible, casi místico, que es el Estado. Sin que intervenga -ni pueda hacerlo, por prevención legal- en la inmensa mayoría de las cuestiones de gestión, que son responsabilidad exclusiva del Ejecutivo.

Sé que en esto me separo claramente de los exaltados republicanos que piden la abolición de la Monarquía y, a cada ocasión, desprecian la labor de representación, harto simbólica, de nuestro Monarca.

Pero la imagen del país no la está dando la Monarquía, sino nuestro Gobierno y nuestros representantes políticos. Me parece que ahí, en ese punto, es donde más tenemos que mejorar.

Celebren, si quieren esos malinformados de la Historia, la proclamación de la Segunda República. Yo me uniría, sin problema, a los que quieren homenajear a la República, así en general, como forma teóricamente más perfecta de Estado, en un acto que tendría más de filosófico que de conmemoración histórica. Hoy por  hoy, sin embargo, aunque no viví (obviamente) la Segunda República, si bien leí sobre ella mucho más -lo digo sin petulancia alguna- que la mayoría de los que la celebran, me manifiesto satisfecho con nuestra Monarquía, como símbolo moderno de esta España y me pregunto porqué no podemos estar a la altura de las mejores democracias del mundo en la gestión de nuestros problemas reales, quiero decir, de los que verdaderamente nos deberían interesar.

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: 14 de abril, celebración, españa, Felipe Sexto, Monarquía, República, Segunda República

Vacunas

13 abril, 2021 By amarias 2 comentarios

En un momento en el que la sociedad mundial está pendiente de las cifras de avance de la vacunación que deberá inmunizarnos, al menos temporalmente, contra la COVID-19 y sus variantes, debo comenzar precisando que no solo me voy a referir a “esa” vacuna. Pretendo, también, incorporar algún comentario sobre la vacunación contra el cáncer, como un avance prometedor del tratamiento de inmunoterapia.

Como enfermo de cáncer, me encuentro en un “grupo de riesgo”. La carrera desenfrenada por encontrar una vacuna que nos defendiera de esa variante vírica de la gripe, ese coronavirus que ha puesto patas arriba la economía mundial, ha tenido, como es sabido, importantes consecuencias. En un tiempo récord se han desarrollado varias vacunas, todas con grados de eficiencia notables. Los equipos de investigación de las grandes farmacéuticas mundiales han demostrado su eficiencia, y ahora tenemos casi una decena de fármacos -por lo menos-. Eso sí, todos con fórmulas secretas y ofertadas a precios variopintos, desde los dos euros de AstraZeneca hasta los más de 20 euros por dosis de la mayoría.

El negocio de la inmunización impide hablar de la liberalización de las patentes. Hay, por tanto, un problema de fabricación y, también, de distribución, y, como consecuencia derivada, han resurgido -¡cómo no!- las esencias de los egoísmos, individuales y colectivos: primero yo, ante todo mi gente, sobre todo mis ciudadanos.

Las prisas por detener la pandemia han supuesto como riesgo colateral que no se han probado suficientemente los efectos de las vacunas. Se han acortado los protocolos habituales de aprobación de un fármaco, por lo que no se saben bien los efectos a medio plazo y se desconoce cómo reaccionarán los grupos de riesgo y, más concretamente, aquellos individuos que estamos siendo sometidos a tratamiento de quimio o inmunoterapia.

Este es mi caso, entre otros cientos o decenas de miles en España. Nuestro colectivo servirá como forzosa cohorte experimental. Hace unos meses, la indicación era que no nos vacunáramos, por el peligro de interferencia que agravara nuestra situación. Después, se expresó que sería necesario suspender, al menos por veinte días -antes y después de la inmunización- los tratamientos; es decir, perder del orden de dos o tres meses de terapia. Ahora, según las últimas indicaciones,  no será necesario proceder con ninguna salvaguardia. Cuando nos llamen, allá iremos. Eso sí, puede que la llamada sea del Centro de Salud o del Hospital donde estemos siendo medicados. A la llamada que se reciba primero, debemos acudir.

Se aconseja no ser negacionista. La frase de ánimo oficial es que “son mayores las ventajas que los riegos”. En lenguaje paladino: el riesgo de que, por efecto de la debilidad de las defensas, el coronavirus te asalte y mande para la UCI, es más alto que el riesgo de que la vacuna acelere la marcha de tu proceso oncológico o lo desbarate, dotándote de una trombosis galopante o quién sabe que otros maleficios inexplorados. Un juego “Lost/ lost”, aunque, por dar algunas cifras que tranquilicen se dice a los pacientes que el peligro de consecuencias negativas por efecto de la vacuna (sin especificar cuál de las que existen en la oferta) es asimilable a uno cada cien mil, quizás. incluso, de uno entre un millón. Resumiendo: N.P.I. (siento tener que explicar estar siglas, ruego me disculpe el lector: Ni Puta Idea)

Tenía el título de “Vacunas”, desde hace días, preparado para comentar algo muy distinto. Los avances de la inmunoterapia en el tratamiento oncológico han permitido profundizar en lo que se intuía desde hace décadas: el cuerpo humano tiene, en sí mismo, las armas para defenderse de los tumores. Solo hay que descubrir por qué las células cancerígenas se escapan del sistema de vigilancia corporal con el que venimos dotados de origen. Se está, por ello, dedicando especial atención a algunos grupos de cáncer, como el de próstata o el de la melanoma, investigando las vacunas -bien conocidas pará tratamiento de enfermedades como la tuberculosis, la varicela, las paperas…- como un tipo más de inmunoterapia.

Un inmunoterapia especial: la convencional bloquea el antígeno celular T, que inhibe la tolerancia de nuestro sistema inmune a las células tumorales. Sin embargo, las vacunas pretenden conseguir la inmunidad controlando los “Antígenos Asociados al Tumor” (TAA). Estos antígenos son consecuencia de la sobreexpresión de las proteínas que se localizan en la superficie de las células tumorales, aunque también se hallan en algunas células normales (por ejemplo, y no quiero entrar en alardear de pedantería clínica, que no me corresponde, el factor de crecimiento epidérmico)-.

Hay, en perspectiva, dos tipos de vacunas contra el cáncer: a) Los  llamados “autoantígenos”, que son proteínas que obtienen su potencial inmunogénico como consecuencia de su propia expresión singular. Como también se encuentran en células normales, el desarrollo de estas proteínas tiene el peligro de desarrollar autoinmunidad en algunos pacientes.

Por el contrario, b) los “antígenos tumorales específicos” (TSAs) no están expresados en células normales, y son idóneos para ser utilizados como marcadores de los tumores. Se sabe ahora que la mayor parte de los antígenos tumorales son específicos para un tumor de cada paciente concreto, lo que ha conducido a una línea de investigación muy prometedora: desarrollar vacunas personalizadas contra un cáncer del enfermo particular. Hay vacunas en desarrollo que identifican señales anormales en las células tumorales y actúan atacándolas. Otras, añaden o fijan proteínas en la superficie de los tumores -como sucede con las que sirven para atacar los virus-, convirtiéndolos en vulnerables.

En el actual estado de la cuestión, la clasificación habitual de las vacunas se realiza en tres grupos: vacunas de base celular, de tipo proteína/péptido y de tipo general.

Las vacunas celulares son antígenos modificados del tumor o de las células que los presentan. Esas vacunas que modifican el estado celular facilitan la transferencia de antígenos a las células inmunes, dando como resultado la activación celular y la destrucción de las células cancerígenas.

Otras vacunas inducen o pretenden inducir la degradación endógena del material celular. Estos moduladores autofágicos están sirviendo para la investigación de tumores muy agresivos, como el de hígado, páncreas, pulmón o cáncer colorectal, sin que existan aún resultados prácticos comercializables.

Las vacunas con proteínas (péptidos) también están siendo objeto de frenética investigación, de momento, sin eficacia clínica comprobable. Estas vacunas mantienen la selectividad frente al tumor y, por tanto, tienen un bajo riesgo de provocar autoinmunidad. Entre esas vacunas, se incluyen combinaciones de DNA y RNA en pacientes con melanoma, y coadyuvantes que aumentan las respuestas inmunitarias.

Otra clasificación teórica de las vacunas tiene en cuenta el Mecanismo de Acción (MOA, por sus siglas en inglés), que las hace monovalentes, si actúan o pretenden actuar contra una específica TAA, o polivalentes, porque pueden actuar contra varios antígenos.

No todo es tan nuevo. Desde hace más de 50 años el bacilo Calmette Guerin (BCG), un preparado atenuado de Mucobacteriun Bovis,  (como es bien sabido por oncólogos y …pacientes con cáncer de vejiga), está sirviendo para tratar este tumor, en pacientes asintomáticos, aunque se desconoce -al menos, hasta donde yo he podido analizar en la literatura especializada- el mecanismo concreto de acción. Se especula que estimula la respuesta antitumoral.

Ya en 2010, se aprobó una vacuna basada en células dendríticas(sipuleucel-T) para pacientes con cáncer de próstata con altos niveles del ácido prostático fosfatasa, si bien su utilidad comprobada en el ámbito clínico es muy limitada. El procedimiento, llamado leucoforesis, implica retirar células inmunes de la sangre del paciente al menos tres días antes de la reinfusión y añadir una proteína en laboratorio para estimularlas. El coste del tratamiento, que implica al menos tres terapias de reinfusión es prohibitivo (del orden de 90.000 euros por paciente).

En conclusión, los avances en el uso de vacunas para tratar el cáncer, reflejan la complejidad y alto coste de ese tratamiento, por la necesidad de hacer el mismo personalizado. Los resultados dependen sustancialmente de los niveles particulares de capacidad de mutación de los tumores, apuntando a que la expresión de antígenos de un cáncer y su capacidad mutacional son determinantes para establecer la viabilidad de las vacunas. Las posibilidades de utilizar vacunas en pacientes con tumores avanzados parece aún remota.

Por ello, y dado su carácter prometedor, se debe apoyar -con medios económicos y con personal especializado- la investigación de estas nuevas opciones para tratamiento inmunoterápico de pacientes con tumores. Nos va, como especie, la mejor esperanza de vida en ello.

 

Publicado en: Actualidad, Cáncer Etiquetado como: autovacunación, BCG, cáncer, coronavirus, melanoma, péptidos, vacunas

Desperdicios

11 abril, 2021 By amarias Deja un comentario

La pugna por hacerse con la mayoría desde la que poder gobernar en Madrid, que se decidirá conforme al resultado del escrutinio de las elecciones a las que los madrileños están convocados el 4 de mayo de 2021, está confirmando la banalidad de los  postulados políticos esgrimidos por quienes se deberían estar esforzando en convencernos.

Empiezo mi comentario desde la nostalgia. En una notable reflexión sobre la posibilidad de subsistencia de la izquierda ideológica (“¿Es posible otra izquierda?”, Gabriel Tortella, EM, 10 de abril de 2021) el articulista glosa sobre la necesidad de un verdadero partido de izquierda que afronte “honradamente (…) las desigualdades sociales”, dedicando una añoranza consciente a la ausencia de un “partido verdaderamente progresista”.

Hace tiempo, en efecto, que la cuestión acerca de lo que es izquierda o derecha, populismo o fascismo, socialismo o libertad (lema sin contenido conceptual aceptable, que ha elegido la candidata Ayuso para su campaña) ha perdido sentido, por deformación semántica de los postulados, por desorientación y negativismo irreflexivo de las alternativas y por desconocimiento culposo de los hechos históricos que nos han traído hasta aquí.

No puedo precisar cuántos electores se verán animados por los asaltos físicos de energúmenos contra los candidatos de Vox y, por traslación, contra toda opción que no les guste (“este barrio es mío”, “fascistas, fuera de aquí”, “no os queremos, ultraderecha”), para votar a favor de ese partido y de aquellos otros partidos que hayan condenado claramente los  asaltos a la convivencia que se han convertido en expresión paradialéctica de la convivencia. No me apetece, por tanto, comprobar que, en esta ilusión cada vez más decepcionante de país demócrata, habrá millones de personas que se mostrarán felices de no conceder opciones de manifestarse (negándoles el pan y el agua a su expresión legítima) a las posiciones que a ellos no les gusten.

Proliferan los negacionistas de cualquier alternativa a su esquema cerrado. Y los hay para todas las opciones. ¿Pretenden abrir debate? No.  Crean crispación, negando opción de expresión al diferente o ridiculizando, entendiéndola falsa sin razones, la decisión tomada a partir del conocimiento técnico o científico.

En política, se dicen republicanos, no por convicción ni por disponer de alternativa más beneficiosa, sino como “postura estética” contraria a la Monarquía legítima en un Estado parlamentario. Otros, entienden la unidad de España como algo inamovible y hasta etéreo, negándoles opciones a quienes, si se mantuvieran respetuosos con el orden constitucional (ay!), desearían expresar, elaborada y seria, su propuesta de en Estado federal. Aquellos, no quieren ni oír a defensores de la capacidad de los padres para decidir el tipo de educación de sus hijos. Más allá, no están dispuestos a admitir que se pueda apoyar la libertad económica al mismo tiempo que el progreso social, con una exigente cooperación sectorial público-privada en determinados sectores preferentes.

Por volver a los principios, los dos elementos que reclaman atención prioritaria, después de más de un año (trece meses) de torpe e ineficiente lucha contra la pandemia y de la grave incapacidad para mantener o rescatar la economía de su colapso, son, sin duda, éstos: a) inmunizar inmediatamente a toda la población y b) regenerar la capacidad de creación de actividad y empleo sin ninguna dilación, con especial dedicación a la promoción de empleo juvenil y la potenciación de la investigación. En este caso, puede que todos aquellos a quienes se pregunte, estén de acuerdo con estas prioridades, pero… no se hace gran cosa, anquilosados por las disputas entre gobierno central y autonomías, ayunos de ideas, etc. La triste realidad es que aún debemos esperar hasta octubre (o más allá) para que a todos nos hayan puesto una vacuna que nos inmunice (con un porcentaje alto) y, para mayor pavor, no tenemos ni idea de si nuestra recuperación colectiva tendrá forma de “V”, de “K” o de raya horizontal.

Voy a tener difícil decidirme por un candidato en estas elecciones. Tengo, sí, claro que mis simpatías por Ayuso descansan principalmente en que no me gusta que a nadie se le ridiculice o critique por lo que ha hecho bien o, al menos, ha supuesto actuar cuando el vocerío contrario le aconsejaba estar quieta, viéndolas venir. No alcanzo a adivinar lo que representa Gabilondo, con su estatismo tan distante de la realidad pastosa, con ese áurea de profesor universitario empapizado por sus lecturas, con el que, a lo mejor, me apetece tener una conversación sobre la existencia de los seres miríficos, pero no que dirija mi región; lo veo más como defensor del pueblo, esto es, largando papeles sin mucha chicha. Me parece, por otra parte, que Monasterio, esposa de Espinosa de los Monteros, representa perfectamente la clase social a la que sentimentalmente no pertenezco y alumbra la opción de un matrimonio de élite con pico de oro y cuadras de equino.

Por supuesto, jamás votaré a “este” Pablo Iglesias, ambicioso encantador de serpientes y guía de ciegos y alucinados, que, como su colega de banquillo -hasta hace unos días-, Sánchez, no tiene problemas en mentir ni cambiar de opinión según le convenga, sintiéndose por encima de la verdad y del conocimiento y apto para forzar la realidad al antojo de sus propios intereses y los de sus colegas de facción. Entre ambos, han destruido por bastantes años el espacio del socialismo real, mancillándolo con vacuidades, interpretaciones falsas de la Historia y los hechos actuales. Su objetivo oculto parecería ser espantar a los empresarios, hundir la economía y mandar el conocimiento y la investigación al ostracismo.

Y, para terminar rompiendo las fichas, no me seduce votar a Errejón, porque no me fío de su disimilitud forzada con el equipo de Podemos, engatusado ahora con la especie sin valor de arrastre, de presentar proyectos atractivos, pero marginales.

Tengo siempre la opción de votar en blanco, por supuesto. Aunque, cuando le doy vueltas, se me acerca la figura de Bal (Edmundo), un candidato serio, anodino, sin fuerza mediática, pero al que no le oí decir (¿aún?) ninguna tontería. Tiene muy difícil conseguir el mínimo 5% que le liberaría del ostracismo absoluto y no le ayuda (al contrario) la mochila del insensato proceder de Rivera, las dimisiones de descontentos a la busca de autor o la pérdida de empaque de Arrimadas. Votarle, puede significar tirar el voto a la basura.

Pero…¿no es aún peor votar a quien no ofrece garantía de que cumplirá lo prometido?

—

La Bulbinella Angustifolia (planta originaria de Nueva Zelanda) es una de las muchas plantas en floración del Botánico de Madrid, ignorada por cuantos se concentran en torno a os parterres de tulipanes, camelios y rododendros.

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: Arrimadas, Edmundo Bal, Gabilondo, izquierda, Sánchez, Tortella

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