Al socaire

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Archivo de julio 2020

La voluntad de Dios

28 julio, 2020 By amarias Deja un comentario

Lo conté otras veces, pero creo que puede servir para enmarcar este Comentario. Tengo un cáncer metastásico, que condiciona buena parte de mi actividad vital pero trato de encajar, a medio camino entre la gallardía y la resignación. Un amigo sacerdote me reconocía, hace algunos meses, que pedía a Dios por mí en ese momento misterioso de la Consagración.

¿Qué le pides?, pregunté con curiosidad, siempre abierto a todas las opciones de curación de un mal tan rebelde. “Que se haga su voluntad”, fue la animosa respuesta.

La situación por la que atraviesan, cogidas de la mano, en un siniestro baile de máscaras, la inabordable pandemia, la desastrosa economía y la incómoda política, parece invocar la voluntad de Dios, como único refugio de la incapacidad humana para solucionar el terrible escenario en el que tiene lugar la representación coetánea de la destreza humana para solucionar los problemas que le atañen.

La pandemia no está, ni mucho menos resuelta, ya que el virus, además de “juguetón” -apropiándome de un caprichoso calificativo que le atribuyó, cuando se creía que venía en son de paz, el “doctor Simón”, experto epidemiólogo incapaz de reconocer que se equivoca, porque no es el autor del libreto que le han adjudicado-, es mortal y muy resistente.

Cierto que la inconsciencia de tantos jóvenes, la incredulidad de muchos adultos y el ansia general de irse de fiesta en este valle de lágrimas, contribuye a que el llamado Covid 19 se expanda a poco que se baje la guardia. Pero la comunidad científica internacional ha fracasado en manifestarse solvente, cooperativa y previsora. No tenemos la vacuna, no sabemos bien cómo protegernos los sanos y cómo tratar a los infectados, y el escaso avance se ha conseguido a base de prueba y error, es decir, o te sanan o te matan.

Peor resulta la situación en el ámbito económico, que es lo que interesa a los vivos. La paralización ya sufrida y la que nos espera mientras el bicho ande suelto, ha dado al traste con una economía que ya estaba tocada del ala, en el conflicto entre la preocupación por el medio ambiente, el avance de la automatización y la robótica y las consecuencias de una globalización de mercados sin haber definido antes dónde estaban las fortalezas.

En el prometido reparto de dineros para solventar los primeros golpes de la crisis pandémica sobre la economía, que en la Unión Europea ha afectado especialmente a Italia y España, después de una escenificación de una dura negociación entre países necesitados y países menos afectados, el presidente del Gobierno, Sánchez, ha vuelto a casa con la promesa de que nos tocarán unos 170.000 millones de euros, de los que solo tendremos que devolver la mitad.

Se que las cifras que estoy dando en este comentario son aproximadas, pero es que quiere reflejar que todo es aproximado y, seguramente, no ejecutable a la larga. Para empezar, estoy seguro de que nadie regala nada en este mundo mercantilizado y egoísta. Los países que aparecen como dadivosos han calculado, seguro, el retorno de beneficios que producirá la adquisición de bienes y mercancías por la población de los receptores, bajo la forma de productos tecnológicos, incluso agrícolas, que no seremos capaces de producir en corto plazo, al haberse hundido sectores claves y no tener claro qué vías de reactivación serían convenientes.

El pasillo de aplausos que los seguidores de Sánchez le hicieron en el Congreso, a la vuelta de su silencioso paseo por Bruselas (utilizo elementos tomados de la prensa diaria), refleja, por sí mismo, el agradecimiento de este pueblo, al cumplimiento de la voluntad de Dios.

Es también apelación a la voluntad de Dios el poner en solfa a la Monarquía, criticando a saco al rey de antes y pretendiendo que está contaminado el rey de ahora y toda la esencia constitucional del Título II, sin tener preparado, ni siquiera meditado en sus rudimentos, qué sistema de gobierno desearíamos, distinto, claro está, de la anarquía.

Al llegar a este punto, y sin perjuicio de que volveré sobre estos asuntos en otra ocasión, me declaro partidario de no apelar a la voluntad de Dios, sino al trabajo serio, eficiente, ordenado, cabal, que aglutine las capacidades de todos y nos ahorre mentiras y medias verdades. Creo en la voluntad de los hombres, aunque me temo que hacer referencia a esta posición colectiva, es clamar en el desierto. Domina el sálvese quien pueda, aproveche cada uno para su coleto las oportunidades y, para el resto, para la mayoría de los mortales, cúmplase la voluntad de Dios.

 

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El problema de la inercia

20 julio, 2020 By amarias 1 comentario

La multitud de variables que están tapizando de incertidumbres y dificultades la toma de decisiones, tanto a nivel social, empresarial, como individual, necesita de una reflexión serena que nos permita -en todas esas esferas-, ya que no resolverlas, sí, al menos, acotar los escenarios de riesgo.

No es posible confiar en la inercia como método de resolución, al menos, según mi opinión La inercia, dada la velocidad a la que se están produciendo los cambios y la constatación de que no están controlados en sus plenos efectos por una especie de “gran conductor”, conducirá hacia un choque brutal contra una realidad que habrá tomado una dimensión inmanejable y nefasta.

Se muy bien que los pesimistas tienen muy poco público. Es mucho más agradable oír que, por difícil y oscura que se vea la trayectoria que conduce al futuro, y aunque las luces que lleve nuestro artefacto de superar dificultades y conseguir réditos sean las de corto alcance, todo se solucionará por sí solo: la Humanidad siempre encuentra su camino, la técnica siempre acude, el mercado encuentra los equilibrios adecuados (aunque inestables por naturaleza) y el ser humano, actuando de forma individual como en grupo,  evidencia tiene facultades de improvisación y empuje insospechadas cuando se ve compelido a reaccionar ante un grave problema que afecta a su bienestar y, no digamos, a su subsistencia.

Encuentro que hay demasiada fantasía y dejadez en ese pobre argumentario que se nos ofrece como tranquilizando. La reducción de las oportunidades de trabajo, el aumento de las necesidades de atención social (jubilados, desempleados, enfermos, migrantes, etc.) son dos elementos ya evidentes. La revolución digital, esgrimida como un gran logro de la creatividad del ser humano, y o es, está produciendo pérdidas de puestos de trabajo que están llegando y, en todo caso, pueden llegar, al superar el 50% en sectores y empresas  que se siguen considerando estratégicos. .

No hay duda que la digitalización y la robotización presentan claros efectos positivos: eliminación de tareas repetitivas y tediosas, y la aparición de nuevas oportunidades laborales, muy reconfortantes y satisfactorias, además de habernos descubierto la gran puerta del teletrabajo, de la cooperación entre equipos de forma no presencial, la integración de tareas y fabricación de equipos, la atención a la óptima movilidad de mercancías y atención de mercados,….entre otras miles de sugerentes aplicaciones.

Ya se está notando, sin embargo, una amenazadora consecuencia, que aún no estamos en situación de digerir. En muchos nuevos campos de las tics, de la robótica, de la fabricación de materiales y equipos sofisticados con auxilio de esas nuevas tecnologías, empieza a faltar personal cualificado. Ah, pero no solo es cuestión de profesionales con grandes capacidades y calificaciones. También falta personal para asumir el cuidado de ancianos, de enfermos, celadores…incluso se está observando una disminución en el número de personas que se presentan a selección de puestos de trabajo que exigen mayor dedicación o la asunción de riesgos: policías, empledos de seguridad o militares.

Una preocupante observación es la pérdida de especialistas en aquellos trabajos cualificados que se están considerando anticuados o sin futuro. Todos conocemos casos de profesiones artesanas que no tienen continuadores, que se pierden o han perdido. Pero quizá no hemos reflexionado sobre aquellas tareas que se han convertido en espacios de tránsito hacia la tecnología avanzada, y en la que se mantienen empleos de alta cualificación pero que son susceptibles de ser sustituidos por máquinas, a las que, con sus conocimientos, están ayudando a perfeccionar. Esta situación la llamo de “suicidio laboral asistido”. Para esas tecnologías que se consideran disruptivas, en las que la sustitución por la máquina aún no es plena, pero se ve como altamente real,  faltan ya profesionales, que han perdido su empleo o están prejubilados.

En este contexto, faltan cada vez en mayor medida trabajadores con cualificaciones intermedias, expresión en la que debo precisar que lo que hasta hace poco se llamaba “intermedio” (facultativos, peritos, graduados, titulados en las diferentes ramas de la formación profesional, etc.) ahora, al menos en un país como España con un desarrollo tecnológico muy precario, esa carencia tiene un crecimiento exponencial. Todos queremos optar a la máxima cualificación, ignorando que llegar a ese punto obliga a limitar la enseñanza en cuatro pinceladas, pintando por encima a brochazos el árbol del conocimiento, para disimilar las profundas carencias del aprendizaje. Con otras palabras, estamos formando “egresados de alta cualificación nominal con pies de barro”.

El acomodo de tantas variables no será fácil ni exento de violencia social. Sobre los años 30 de este siglo, se habrán ido jubilando los “niños de baby boom”. Habrá necesidades laborales que no podrán acometerse, y que difícilmente podrán ser sustituidas sobre la marcha por personas venidas de otras formaciones y culturas. El desarrollo digital se encontrará con un cuello de botella práctico, y con la necesidad de reclutar expertos en el mercado internacional. Ya se está haciendo, y a qué costes.

Para evitar que el personal muy cualificado se vaya -está siendo beneficiario de la escasez de buenos profesionales, y los salarios que esta falta de competencia provoca, ha venido a crear un espejismo de futuro feliz para los que ahora se encuentran muy demandados, pero no debería ignorar que esas capacidades disminuyen con la edad y con la necesidad de adaptarse a nuevos desarrollos, que serán mejor adquiridos por los “nuevos” que por los ya parcialmente “agotados”.

Quisiera en este punto introducir la consideración de que los factores económicos, ajenos a las decisiones individuales, cobrarán una fuerza especial. No hablaremos (no lo hacemos ya) de “vocación”, sino de oportunidades previsibles de empleo. Muchos jóvenes egresados, después de una carrera dura, no tienen empleo. Sucedió otras veces (por ejemplo, en los años 70), pero ahora tiene una dimensión mayor y un futuro mucho más incierto para los que confían en encontrar, al cabo de un par de años, trabajo.  Tampoco se está hablando de “disfrutar con el trabajo”, término casi misterioso que parece quedar restringido a los genios de la pelota, que pueden vivir de lo que les gusta y retirarse a los treinta y tantos. Son la excepción, que alimentamos por la desvergüenza política de ofrecer más circo cuando el pan se vuelve más escaso o difícil de obtener.

Me atrae la idea de que las innovaciones técnicas han de venir de la mano, sin dilación, de actuaciones sociales, decisivas, que permitan, involucrando al capital, pero desde la fuerza del ofertante del trabajo, superar la falta de rentabilidad a corto plazo de muchas actividades. No veo a los sindicatos conscientes de esa necesidad. Los términos de responsabilidad social corporativa, o concienciación social o ambiental, deben ser revisados para que, cuando las empresas tengan que interiorizar esos costes (y no la fantasía de los términos publicitarios), puedan subsistir.

La vinculación de los trabajadores a las empresas y al ámbito regional exige una estrategia. Si casi todo el trabajo se puede hacer fuera y solo a unos pocos se les da la opción de residir en el territorio donde actualmente están las ciudades y los pueblos, el despoblamiento arrastrará la caída del comercio local y el abandono de territorios agrícolas o forestales hasta límites que no hemos imaginado siquiera. Debe analizarse la proliferación de los “nómadas laborales” (excelente precisión para designar a aquellos, altamente cualificados, que saltan de una empresa a otra, de un lugar a otro, mientras les paguen más), como de los “parias tecnológicos”, víctimas de la obsolescencia de sus especialidades, y sin capacidad ni edad para adquirir otras.

Las empresas, ya lo estamos viendo, hacen publicidad para atraer a los buenos profesionales: buenos salarios, prestaciones sociales específicas, jornadas flexibles, entornos saludables. Atención, sin embargo: fuera de escasos ejemplos, la formación continua se deja en manos de los trabajadores, que, si se lo pueden permitir, tenderán a acumular títulos, cursos de especialización, etc., actuando a ciegas y, por tanto, susceptibles de frustración. Los nómadas laborales tienen sus aspiraciones coartadas, porque los honorarios y salarios no van a crecer indefinidamente, en una espiral viciosa sin rentabilidad para las empresas y sin posibilidad de sostener su habilitación para el trabajador que un día verá que su conocimiento ha quedado superado por nuevos avances a los que no tuvo acceso.

Me gusta pensar en la empresa social, vinculada al territorio y consciente de los riesgos y la manera de adaptar su crecimiento a la realidad próxima. No es un cuento de hadas, pero exige coordinación y transparencia entre las empresas, con una estrategia conjunta de consolidación del entorno, que pretenda, no solo el disfrute de sus trabajadores, sino de la comarca. Esta creación de clusters de trabajo y actividad, es imprescindible y urgente, y con carácter generalizado.

No puedo menos de dedicar, en este análisis de urgencia, unas palabras al avance de la robótica sensorial y la comunicación entre el ser humano y la máquina. Se viene enfatizando, con intención tranquilizadora, que la máquina nunca podrá sustituir la imaginación, la sensibilidad y la creatividad del ser humano. Creo que es un argumento falsario. Hoy día tenemos ya ejemplos en los que las máquinas construyen textos literarios, toman decisiones complejas o realizan actividades que implican conocimientos integrados que un ser humano, e incluso un equipo multidisciplinar no sería capaz de abordar. Cada vez que mi ordenador ” se cuelga” o pierdo datos por oscuros motivos (para mí, al menos: virus, misteriosos bloqueos, agresiones de malfare, etc.) pienso en que no será posible contener a las máquinas, máxime si el conocimiento de su funcionamiento concreto se pierde porque han desaparecido (fallecido a cambiado de trabajo) los creadores del sofware.

Necesitamos, con seriedad, transparencia y rapidez, aclarar y discutir cuestiones que afectarán a nuestro futuro. No el de nuestros nietos. El nuestro

 

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Homenaje a los fallecidos por la Covid

16 julio, 2020 By amarias 1 comentario

Antes que los recios calores del tórrido julio doblegaran las cabezas, tuvo lugar un emotivo acto en memoria de los caídos por la Covid, la pandemia mortífera que se cebó cruelmente con España, a la cabeza desgraciadamente en el número de fallecidos y contagiados, por cifras relativas a la población total.

Fue una ceremonia civil, sin misa católica ni cualquier otra advocación a creencias religiosas. La presidió Su Majestad Felipe VI, que compareció junto a su esposa e hijas. No faltó ninguna autoridad española a la cita. Estuvieron presentes todos los miembros del gobierno plural,  los responsables autonómicos, antiguos presidentes (salvo Felipe González), alcaldes y miembros significados de los centros de poder, líderes de casi todos los partidos políticos. Vinieron también autoridades europeas, que dieron al acto un aspecto muy especial de adhesión, complicidad y condolencia con el pesar que agarrota la sociedad española.

Fue una ceremonia sencilla, con tiempos medidos, y palabras sobrias -las del hermano del periodista José María H. Calleja, fallecido por la enfermedad, las más emotivas-. Se leyó un poema corto, intenso, de Octavio Paz, que dio paso al minuto de silencio. Un pebetero con su llama duradera dejó testimonio de la invocación a los dioses, de la desesperación del ser humano,  pequeño pero resistente, frente a una adversidad que tuvo que soportar pero que sabe que no le va a vencer.

Quiero tener un recuerdo aquí, nuevamente, a todos los fallecidos por el ataque del virus SAR-Covid 19 (entre ellos, nombres de famosos, gentes que fueron sorprendidas en un momento cualquiera de su felicidad y su lucha por existir; junto a todos, y más alto en mis afectos, mi gran amigo Rafa Ceballos).  No ha habido disculpas, ni reivindicaciones. Ignoro si se estimó que no era el momento.

Para los familiares y amigos de los fallecidos, para muchos de los que aún luchan contra la enfermedad o padecen sus secuelas, para los que estamos pendientes, con el corazón encogido. sobre su evolución, sabiendo que no está dominado el mal, ni mucho menos, hubieran sido de agradecer algunas palabras de humildad, cercanas a la petición de perdón, por parte de políticos, científicos, bacteriólogos, microbiólogos, médicos, técnicos, informáticos, economistas, etc.

Se muy bien que la ciencia no es perfecta, y que no sabemos casi nada de lo que sucede a nuestro alrededor, en los aspectos importantes que afectan a la muerte y nuestra fragilidad. Precisamente por eso, en ese homenaje, me hubiera gustado que alguien -cualquiera, alguien con representación de todos los seres humanos que estábamos atentos a la pantalla- hubiera dicho unas palabras como éstas:

Pedimos perdón, en nombre de la comunidad científica, de todos los políticos, de todos los que han tomado y tenemos que tomar decisiones sobre la sanidad, la enfermedad y el tratamiento y curación de cuantos males nos amenazan, por no haber podido salvaros. Pero allí donde estáis, en lo profundo de nuestros corazones, quiero prometeros, quiero prometer, que seguiremos luchando, con mayor denuedo, con todo el esfuerzo, con más dinero, para ir quitando terreno a la improvisación y al mal.

Y, tal vez, deberíamos haber llorado. Por pura catarsis, por no fingir que lo controlábamos todo. Para que no se confundan los ingenuos.

Publicado en: Actualidad, España, Personal, Política Etiquetado como: covid, fallecidos, felipe VI, homenaje, José María Calleja, Madrid, Octavio Paz

Demasiada incertidumbre (y 2)

14 julio, 2020 By amarias 2 comentarios

(Este Comentario es una continuación del publicado el 10 de julio de 2020 en este blog, con el que forma una unidad)

La presentación  de las incertidumbres con fundamental proyección o influencia sobre los ciudadanos en territorio español (bien en lo sanitario, en lo económico, en lo político e incluso en lo sicológico) se debe completar con aquellas que afectan al contexto internacional, para ofrecer una visión lo más completa posible de las razones que empañan de intranquilidad nuestro escenario vital actual.

En el terreno internacional, la ausencia de un liderazgo tanto ético como económico y militar desarrolla un marco de inestabilidad de gran alcance. Los grandes Estados han volcado sus intereses -de manera inequívoca, si es que antes los habían ocultado con más éxito- hacia el interior de sus fronteras. Esta afirmación es válida, sobre todo, para Estados Unidos y China, pero tampoco podemos dejar al margen la reflexión de una Unión Europea muy debilitada.

Se ha roto el loable propósito de globalización comercial que, sin duda, ha servido de gran apoyo al desarrollo de China y otros países asiáticos (India, Corea del Sur, Emiratos y Arabia Saudí, sobre todo, sin olvidar a Singapur, la singular ciudad autónoma), pero también ha sostenido el crecimiento de empresas “multinacionales” europeas y norteamericanas.

El resultado visible, como se ha comprobado con los efectos económicos de la pandemia -aún solo iniciados- es una insoportable dependencia de China para el suministro de equipos, productos elaborados o semielaborados e incluso de fármacos, elementos sanitarios de primera necesidad y algunas materias primas de valor estratégico.

La percepción de la pérdida de autoridad y hegemonía norteamericana sobre sectores clave, trajo como consecuencia inmediata la implantación de una potente tendencia a la autarquía y al apoyo a la industria y productores propios,  decisión de la que los países europeos han sido los principales perjudicados y no tanto los productores chinos, por la gran capacidad de generación de actividad y autoconsumo, suficiente para mantener a corto plazo la economía del gran país-continente asiático.

Las cuestiones económicas se entrelazan, en este caso especialmente, con las medidas de respuesta sanitaria a la pandemia y, en una derivada que puede cobrar primera dimensión, las relacionadas con la defensa de los territorios.

El ataque del virus SAR-Covid 19 ha tenido una respuesta descoordinada y, por tanto, desigual, entre los diferentes países. Por momentos, todo parece -y así puede seguir viéndose, cuando en aquellos territorios que se jactaba de haber controlado la pandemia empiezan a sufrir nuevos brotes- que ha regido el principio de “sálvese quien pueda”, también en materia sanitaria. No ha habido suficiente comunicación, y en todo caso, tardía, desde las autoridades y epidemiólogos chinos, que se supone deberían estar más avanzados en el estudio del virus, al haber aparecido en su territorio. Pero tampoco ha habido suficiente comunicación entre los teóricos expertos en microbiología y control de epidemias de los países desarrollados, cuyas autoridades (aconsejadas, según se dice, por sus propios sabios) han tomado medidas diversas, incoherentes o retrasadas. Se ha discutido sin razones sobre las ventajas de los confinamientos, la consecución de unas míticas inmunidades de rebaño, medicamentos de falsa eficacia y se han divulgado cifras de infectados, fallecidos o recuperados con más imaginación que rigor. El resultado también ha sido el descrédito de los epidemiólogos, y la desorientación de la población, que no acaba de ver las ventajas de las medidas de control y prevención (incluso las particulares), y halla razones para incumplirlas o cumplirlas mal.

Es alarmante que los dos países que pugnan por la hegemonía mundial, oculten información o acaparen medicamentos y material sanitario. China ha sacado beneficio adicional de la venta a otros países de ingentes cantidades de mascarillas, fármacos, guantes y productos para profilaxis, así como pantallas protectoras y todo tipo de instrumentos y aparatos que un exacerbado pánico en todas las esferas ha convertido en elementos apetecibles, ya que no necesarios. La decisión de Estados Unidos de acaparar toda las existencias del remdesivir a finales de junio de 2020 permite aventurar lo que sucederá cuando se encuentre una vacuna o fármacos efectivos para el tratamiento del coronavirus.

El sector de Defensa de la mayoría de los Estados está reclamando una profunda y urgente revisión. Venía siendo claro que las disputas de mayor contenido entre países no se iban a ventilar por los medios llamados convencionales. La rápida difusión del coronavirus y sus dramáticos efectos sobre las economías, y su elevada mortandad e incidencia en los sistemas de salud, ha supuesto una definitiva llamada de atención sobre la necesidad de protegerse de ataques víricos o envenenamientos intencionados de poblaciones. El avance de la técnica de los drones, tanto para uso de espionaje como elemento de apoyo o de acción para ataques con misiles o direccionamiento y lanzamiento de bombas de difusión de gases o partículas, es una de las razones para la revisión de las Fuerzas de Defensa.

No es sencillo romper las inercias, y los mandos militares y los estamentos políticos (unos por mal entendida tradición o defensa corporativa y otros por ignorancia) seguirán reclamando dotación más eficiente en el armamento terrestre o de ataque y defensa antiaérea. La Unión Europea sigue con la grave ausencia de una política de defensa, agravada con la marcha del Reino Unido, que es también uno de los pocos países con tecnología nuclear.

La Unión Europea, tiene dos flancos abiertos de debilidad -por el lado de la frontera con Rusia, con un Putin expansionista y reivindicador nostálgico del poder de la antigua URSS- y Marruecos -con los enclaves de Ceuta y Melilla, territorio español apetecido por el gobierno de Mohamed VI, como joyas pretendidas de una corona cuyos súbditos soportan el mayor desnivel de renta per cápita mundial entre países limítrofes-. No está claro, fuera de la imaginaria voluntarista, como se defenderían los territorios bálticos de un ataque ruso imprevisto o nuestras ciudades autónomas de un arrebato invasor marroquí. Supongo que los centros de inteligencia europeos (y, en lo que afecta a las dos ciudades en territorio africano, los españoles) habrán estudiado la casuística de las intervenciones de respuesta posibles, pero si hay una invasión territorial, la cuestión no se resolverá sin un buen susto.

Mi apreciación general es que nos encontramos en un período de cambio drástico, pero no tanto de paradigma, sino de confusión argumental y existencial. La amenaza climática, con la grave disparidad de criterios entre los Estados a la hora de abordar medidas radicales y concertadas, sigue ahí, aunque la pandemia ha disminuido (falsamente) su importancia. Habrá más inundaciones, catástrofes provocadas por los cambios bruscos del tiempo atmosférico, mayor desertización y pérdida de territorios agrícolas. La hambruna que provocarán esas devastadoras circunstancias, acarreará desplazamientos masivos de población, en su búsqueda de cobijo, trabajo, agua o recursos alimenticios o sanitarios.

La situación reclama la máxima solidaridad y la cooperación internacional. Los organismos internacionales, muchos de ellos faltos de visión actual, credibilidad o dotación presupuestaria que permita reclutar a los mejores funcionarios, no parecen capacitados para asumir ese liderazgo. No quiero citar a ninguno en concreto, pero los ejemplos de apatía, falta de oportunidad o visión sesgada, son patentes.

Difíciles tiempos para la tranquilidad, y poco propicios para que las generaciones jóvenes encaren el futuro con calma e ilusión. Cierto que la Humanidad siempre ha encontrado su vía hacia adelante, pero en esta ocasión, los problemas son muy importantes y reclaman urgente intervención cohesionada, junto a  la necesidad de un reajuste económico mundial (en mi opinión, preferiblemente dentro del capitalismo liberal, aunque no descarto otras opciones),. Se demanda más que nunca, liderazgos, capacidades resolutivas, e inteligencia.

No se puede mirar atrás, para no convertirse en estatua de sal, como la mujer de Lot. Hay que mirar siempre hacia delante. Con gafas de sol, si la luz es excesiva. Con zapatos de andar y no con chanclas. En grupo, y no alardeando de individualidad eficiente. Muy difícil, sí, pero no imposible,

 

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: China, ciudades autónomas, coronavirus, economía mundial, estados unidos, riesgos militares, Rusia, sanidad

Hay quien se cree distinto entre la gente (Soneto)

12 julio, 2020 By amarias Deja un comentario

112

Hay quien se cree distinto entre la gente
alardeando de inmune con orgullo
sonriendo con desprecio muy patente
si advierte de su lado me escabullo.

Presumirá tal vez de muy valiente
con la falsa verdad de Perogrullo
que el virus le respeta aunque presente
por ser el más fuerte entre el barullo.

No se asusta al encararlo de frente
ni le conmueve el pertinaz murmullo
que llora a tanto compañero ausente

Quien pretenda engañarlo con chanchullo
sepa que se acerca sin que se siente
y que el necio recibirá lo suyo.

8 de julio de 2020

113

Que no se marcha, que se queda el bicho
y ya le habíamos hecho despedida,
que se encuentra a gusto en nuestro nicho
y sigue fastidiándonos la vida.

Nos dicen que no mata por capricho
aunque viéndole jugar la partida
sabe dejar a la ciencia en entredicho,
ignorando señales de salida.

Incumple, burla lo que habían predicho
portavoces y la élite escogida
cuyos rizos van listos para un chicho. (1)

Mal preparado para una recaída
adorno mi mascarilla con bricho (2)
y desinfecto con lejía  mi herida.

1) Rizo
2) Lámina de oro o plata usada para embellecer

12 de julio de 2020

(@angelmanuelarias, sonetos desde la crisis)

Publicado en: Actualidad, Personal, Poesía Etiquetado como: angel manuel arias, sonetos, sonetos desde la crisis

Demasiada incertidumbre

10 julio, 2020 By amarias Deja un comentario

La situación española tiene tales incertidumbres que me parece un ejercicio de mínima responsabilidad social comentar aquellas que me aparecen como de mayor relevancia.

Desde luego, en primer lugar, por su carácter pandémico y su propagación aún misteriosa y sin tratamiento eficiente conocido, hay que situar al coronavirus. Se están produciendo nuevos brotes en casi todas las localidades españolas que hacen temer la difusión generalizada de los contagios, reproduciendo la situación que se generó en marzo de este año.

Ciertamente, se conocen algunas peculiaridades del comportamiento vírico, y se dispone de medios de detección precoz de la enfermedad. Posiblemente no se producirán ya muertes por trombosis (como sucedió, lamentablemente, por desconocimiento de la afección a la coagulación sanguínea), y no parece posible que se produzca el colapso de las unidades de vigilancia intensiva, porque se reducirá el número de intubaciones de los enfermos más graves. Tampoco es probable que los facultativos penalicen a los pacientes de más edad, en beneficio de los más jóvenes, si hubiera que elegir, por insuficiencia de medios hospitalarios.

Las vías de contagio son múltiples: reuniones familiares o sociales, ausencia o deficiencia en el uso de mascarillas y en los controles higiénicos en locales comerciales, menosprecio hacia las medidas sanitarias por muchas personas (de toda edad y condición, aunque reconociendo que mi observación no tiene valor estadístico alguno, principalmente, jóvenes, extranjeros, fumadores y grupos de amigos).

La crisis pandémica ha arrastrado la económica y su reincidencia hundirá aún más una economía que no se ha recuperado en absoluto, a pesar del desconfinamiento. El turismo, motor económico de primeras velocidades, no acaba de arrancar, y las ocupaciones en hoteles, restaurantes y lugares de ocio son muy bajas o nulas. Los sectores industriales, en especial los dependientes de los mercados exteriores, se encuentran aún paralizados o con un lento resurgir de la actividad anterior. En consecuencia, las cifras de paro se acercan a los cuatro millones y, de producirse el temido “rebrote”, aumentarán, con consecuencias sociales dramáticas.

En esta situación, sorprende que la posición del Gobierno esté orientada, en lo esencial, a la expectativa de fondos europeos, que no serán gratis, sino que obligarán a adoptar medidas muy duras en cuanto a impuestos, restricción de gastos público, pensiones y focalización de los apoyos a sectores productivos concretos. El necesario impulso a la investigación como motor de desarrollo, oxímoron clásico al que no se ha atendido nunca con seriedad, no producirá, obviamente, efectos a corto plazo y, por tanto, es muy probable que sea marginado -a pesar de las intenciones confesadas- dando ventaja a medidas de más inmediato efecto social.

La desconexión entre los miembros del gobierno, formado con representantes de dos facciones políticas con muy diferentes intenciones y argumentario, es un elemento más de incertidumbre. De muchos ministerios no se sabe nada relevante de su gestión. La parcelación de viejas carteras para atender a satisfacciones de egos y acuerdos carentes de propósito relativo al bien común, es motivo de desorden en las directrices (las que haya), falta de coordinación entre funcionarios, y desconcierto en los sectores que deberían impulsar y ordenar con su actividad.

Un elemento de incertidumbre adicional, cuyas consecuencias al respecto de la imagen de España es fácil deducir, afecta a la persecución política y mediática del anterior jefe de Estado. El “rey de antes” D. Juan Carlos, está sufriendo una grave exposición personal, que pretende hacer olvidar la excepcional función de valedor de la democracia, que representó, en lugar preferente, el establecimiento de la forma de Estado como monarquía parlamentaria .

La escalada del deterioro propiciado a la institución monárquica,  ha tenido elementos bien orquestados, no por la legítima opción republicana, sino por grupos que pretenden la destrucción del orden social, es decir, la revolución. Se une a esta situación, la hipocresía y egoísmo de la clase dirigente y un pésimo manejo de la crisis monárquica, por la propia Casa Real, el gobierno y la valoración de los principios éticos (o la falta de ellos) por los que se mueve nuestra sociedad.

Resultó ya sorprendente el juicio y encarcelamiento del yerno del Rey Juan Carlos, Ignacio Urdangarín, víctima de un encarnizamiento que, lejos de venir a reflejar la necesidad de puridad de las actuaciones de la Familia Real y sus adláteres, dejó al descubierto un flanco débil en el siempre misterioso mundo del uso de la influencia de quienes detentan poder para conseguir beneficios económicos. Nadie se alzó para defender a Urdangarín, y todos parecieron tirar piedras contra él, como si estuvieran libres de pecado.

(continuará)

 

Publicado en: Actualidad Etiquetado como: coronavirus, crisis, economía, Monarquía

No prodiga razón motivos de alegría (Sonetos)

6 julio, 2020 By amarias Deja un comentario

111

No prodiga razón motivos de alegría
porque a cada ocasión cuestión le opone
que ahoga en dudas cualquier verdad del día.
Pero si hay alguna emoción que pone

gozo allí donde amargura antes había
es descubrir la sonrisa que dispone
el ánimo a  sobresalir de la atonía
con los ritmos que tu presencia entone.

Es un tópico encontrar que compañía
novado impulso al corazón supone,
ni juzgaré original decir que había

misterios por descubrir que amor expone
cuando encontramos por fin la sintonía
y al guardián de la paz que me perdone.

(@angelmanuelarias, sonetos desde la crisis)

Publicado en: Actualidad, Personal, Poesía

Bendita sea fundada discrepancia (Soneto)

6 julio, 2020 By amarias Deja un comentario

110

Bendita sea fundada discrepancia
que riesgos evita que un pensamiento
pretenda despreciar los otros ciento
y ser único en cada circunstancia.

No me dejo convencer con el cuento
que hace la opinión contraria, rancia:
solo persigue dar cómodo asiento
al que ostenta poder con petulancia.

Experiencia y saber brindan aliento
que evita los retornos a la infancia
o convertir futuro en esperpento.

No son años de vacas de abundancia
para menospreciar cualquier fragmento
que ofrezca expectativas de ganancia.

2 de julio de 2020

(@angelmanuelarias, sonetos desde la crisis)

Publicado en: Actualidad, Personal, Poesía Etiquetado como: angel manuel arias, sonetos, sonetos desde la crisis

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