Al socaire

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Archivo de diciembre 2018

Made outside

31 diciembre, 2018 By amarias Deja un comentario

Hace unos días leía que los productores de carne de cordero abulense se quejaban de la entrada masiva de carne australiana, a menor precio y peor calidad. Según los entrevistados, el consumidor español no apreciaba las diferencias organolépticas y solo se fijaba en el precio y no en la etiqueta que reflejaba el origen de la carne. La consecuencia de la pérdida de competitividad era que se estaba perdiendo la cabaña propia ovina.

Circunstancias similares serían de reseñar en la carne de vacuno, en donde la entrada de canales procedentes de Argentina, está doblegando la tradicional supremacía de los bóvidos del Cantábrico o de las sierras madrileña y salmantina a la hora de poner un filete o un guiso de ternera al plato.

Venía yo fijándome en las etiquetas de la ropa y calzado que entra en mi casa y ya había tenido ocasión de admirarme de la procedencia de los pantalones, chaquetas, corbatas y calzados (por ejemplo) que adquiríamos en los comercios españoles, incluso aunque fueran de nombres tan acreditados por su vinculación con la piel de toro como Zara, el Corte Inglés o Cortefiel. No hace falta sumergirse en la plétora de tiendas chinas que han inundado las calles de la geografía citadina, para saber que casi todas provienen de Marruecos, India, Bangladesh, Portugal, Brasil o Túnez.

Por supuesto, tengo asumido que los productos llamados de alto valor tecnológico añadido serán, con gran probabilidad, chinos, coreanos, alemanes o norteamericanos; que los libros habrán sido editados en México o Argentina y que los cacharros de loza y las toallas serán portugueses. Pero…¿y los productos alimenticios que pueblan las estanterías de los hipermercados? ¿Habrán sucumbido también las multinacionales con sede en Francia o en Alemania al encanto de la producción más barata, pasándose por el arco de su triunfo la calidad de los genuinos géneros hispanos?

Sí. La respuesta es, sí. Las lentejas y garbanzos de la prosaica y conspicua marca “La asturiana” provienen de USA o Canadá, y no importará la denominación que debiera teóricamente servir para identificar el origen de un producto, ya sean los espárragos de Tudela, las lentejas de Andújar o las naranjas de Valencia, habrán sido recolectados sabe dios dónde, aunque probablemente “envasados en la UE”.

Puedo seguir así hasta hartar al lector. Las patatas, ya sean de freir o de asar, serán francesas; los langostinos, junto con sus semejantes, sin importar se denominen gamba, gambón o camaroncito, habrán sido criados en las piscifactorías de Cuba, Estados Unidos o Ecuador y, por supuesto, el salmón, la corvina, la merluza y los sucedáneos de pulpo, percebes y rodaballos, serán chilenos, noruegos, argentinos o de cualquiera otro lugar especializado en el nursering y hatchering de alevines de especies con buen pedigree oficial criadas en cautividad para alimentar los estómagos de los no veganos.

No pretendo romper una lanza (ni media) a favor del consumo de productos españoles. Allá se las entienda el mercado con el problema. Pero sí debo preguntarme: Si casi todo lo que necesitamos aquí viene de fuera, incluso lo que, por la mera lógica económica, aunque los costes de mano de obra fuera sensiblemente menos, sería tremendamente caro transportar desde allende los mares, ¿qué está sucediendo? ¿Puede ser admitido, sin más, que países con una renta per cápita muy superior a la nuestra, se hayan convertido en proveedores de productos básicos? ¿Qué milagro de incompetencia productiva y de distribución ha hecho posible que en un país con amplias extensiones de tierra semiárida, las pipas de girasol vengan envasadas primorosamente como “producto de USA”?

Mientras trato de responder a esta y a otras preguntas, ayudo a mi esposa a preparar una tarta con semillas de amapola -sí, esa simpática papaverácea que inunda los campos castellanos-. Miro la etiqueta del envase y leo en voz alta. “Producto envasado en Alemania”.

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Un mosquitero común (phylloscopus collybita) apaga su sed y, de paso, se libra de suciedades y parásitos, dándose una zambullida en las aguas de un estanque del Parque del Retiro, en Madrid. Este ejemplar ha elegido para pasar la invernada el centro de la capital de España, en uno de las decenas de pulmones verdes de la contaminada ciudad. Estuve observando sus evoluciones durante un buen rato, entusiasmado yo por el bello contraluz y absorta el ave en sus abluciones. De pronto, el pájaro se fue a su aire y este torpe filósofo de aparentes realidades, debió seguir con su paseo, cámara en ristre, pensamientos a la deriva.

 

 

Publicado en: Actualidad, Economía, España Etiquetado como: amapola, Andúajr, asturiana, denominación de origen, garbanzos, hatchering, importación, lentejas, mercancía, mosquitero cómún, nursering, papaverácea, productos españoles

Carta abierta a la Ministra Teresa Ribera

28 diciembre, 2018 By amarias 1 comentario

Querida ministra para la Transición Ecológica:

Tengo que empezar reconociendo que se me hace muy difícil entender las razones por las que se eligió ese nombre metafórico para caracterizar un Ministerio que se ocupa de temas tan sustanciales para la economía y el debate público como la Energía, el Medio Ambiente y el Cambio climático. La denominación del Ministerio parece evocar más un cuento de hadas que el impulso a actividades tan íntimamente relacionadas con la producción de bienes y servicios, la generación de empleo y riqueza y el bienestar de la ciudadanía, como son la minería, la generación de energía, o la producción industrial.

Pero…¿cómo podría poner en duda que el nombre del Ministerio es de tu pleno agrado, Ministra? Tu trayectoria curricular, brillante como pocas, te relaciona con los Desarrollos Sostenibles y los Cambios Climáticos, además de caracterizarte como experta jurista y brillante profesora. Y bien es cierto que poco importa el nombre del Ministerio si quien lo conduce tiene clara la senda por la que aplicar las competencias trasladadas al órgano administrativo.

A partir de esa experiencia personal y por lo que has traducido de tus convicciones técnicas y sociológicas, deduzco sin dificultades que la transición ecológica en la que empeñas tus capacidades ministeriales supone convertir a España en un modelo en relación con la producción limpia, el respeto total al medio ambiente y, en suma, la supresión de toda actividad contaminante. Es decir, una Arcadia con tipos meríficos, un país sin mácula en el que apetezca aún más vivir a los que puedan permitírselo, un ejemplo para la Humanidad concienciada con el amor universal, el consumo sostenible, la producción de suma cero y todas las ventajas que contrae la bendita ecología.

Si te propones que los objetivos sean ambiciosos, para conseguir que los logros reales aparezcan como detectables, a pesar de ser los fines fantasiosos, no seré yo quien critique de antemano esa opción. Si señalas la luna, no miraré el dedo.  Como estudioso de nuestra Historia, (en cierto modo, como tú: sé que te gusta tomar enseñanzas del pasado), me arriesgo a advertirte que el trazo de las grandes líneas de futuro tiene muy pocas posibilidades de permanecer visible de forma duradera en España.  Particularmente, en esta democracia asintótica que hemos destruido entre todos, la descomposición ideológica de las opciones partidarias supone la desgraciada garantía de que cada Gobierno nuevo estará ansioso de poner patas arriba lo que haya pretendido hacer el anterior.

Tendrías razón en argumentar que -gracias sean dadas- como jamás he estado dirigiendo un Ministerio y, para más inri, vengo de vuelta donde tú aún tienes amplio recorrido, la experiencia que haya acumulado en mi modesta trayectoria puede estar tan rancia como un trozo de tocino dejado durante meses a la intemperie. Dejaría el camino abierto a los más jóvenes, si no fuera porque algunos tenemos las posaderas peladas de experiencia internacional que nos vemos obligados a compartir, aunque no nos la pida nadie.

Cuidado con proponerse propósitos tan amplios y ambiciosos que, en su misma complejidad, se vayan por el agujero de la semántica. Aún resuenan en las marismas académicas las hermosas palabras del entonces presidente Rodríguez Zapatero (hoy perdido por los recovecos venezolanos) acerca de la Alianza de Civilizaciones. Era una idea tan magnífica como ingenua, es decir, irrealizable.

Como también resultó peligrosamente letal (para muchas empresas y no pocas administraciones confiadas) la estupenda concepción acerca de vivir un mundo globalizado, en el que todos los Estados pudieran compartir sus adelantos tecnológicos, sus producciones y consumos sin barreras.

Era un idílico panorama, en el que perdieron plumas, en especial, quienes pusieron la fe sin tomar precauciones. Y los que creyeron encontrar la vía para lanzarse al vacío exterior sin paracaídas (vale también la metáfora de salir al campo sin cinturón ni tirantes, creyendo que todo el monte era orégano), están lamiéndose las heridas, con pérdidas económicas insuperables.  Hoy sabemos que el gran beneficiario de esta apertura de los mercados ha sido China. Aunque circunstancialmente concentrada en aumentar su consumo interno ha conseguido establecer profundas raíces en los países menos desarrollados, incluido España.

No tengo autoridad para darte consejos, ni seguramente los admitirías. Tampoco es esa la intención de esta carta abierta que, como es obvio, no solo va destinada a ti, sino a mis colegas, conocidos y amigos y a todos aquellos que sientan la curiosidad por mis reflexiones, libres de las trabas de la responsabilidad e impregnadas de la sinceridad con la que se habla con alguien a quien se aprecia.

Recuerdo bien (y lo tengo recogido en mis notas) tus opiniones acerca del éxito de la COOP 21 de París, en la visión que dabas de la reunión allá por mayo-junio de 2016. Entonces era el momento de sacar pecho, y presentar el conato de Tratado como un aldabonazo a las conciencias, un transformador universal, que permitiría reducir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) para que el incremento de temperatura media del planeta no superara los 2 ºC antes de 2100 y, preferiblemente, se mantuviera por debajo de 1,5ºC.

Era un relato muy hermoso, pues se apelaba a la solidaridad de la Humanidad por primera vez en la Historia (desde la maldición bíblica de la Torre de Babel). No se iba a dejar a nadie atrás. Todos los  Estados se iban a sumar a ese gran proyecto común, unos como aportadores de medios económicos y tecnológicos y otros como receptores concienciados. Habría un sistema de vigilancia centralizado de los cumplimientos, y la transparencia multilateral garantizaría la coherencia de las medidas internacionales y el control de las cuentas rendidas.

Fue un sueño precioso. Por fin, se aceptaba que un tema transversal como el calentamiento global no podría ser resuelto a niveles de Estado individual. La contaminación, por fin, se había comprendido que no tenía fronteras geográficas. Se retomaba aquella filosofía tan carismática como ineficaz del comunicado “We the world leaders…” ¿recuerdas?.

Se habría de implantar una metodología de financiación y se involucraría a toda una amplia panoplia de agentes, públicos y privados, en el objetivo común irrenunciable, por fin. ¡Qué momento tan dulce! Aunque el presidente Obama no pudo aterrizar en París por una tempestad, Estados Unidos y China se daban la mano. Rusia estaba dispuesta a cooperar y la Unión Europea, rompiendo su tradición histórica, aparecía como paladín de la armonía mundial, campeón de las medidas restrictivas, poniéndose a la cabeza de los sacrificios en loor al control del clima que, de seguir con nuestras aficiones pirogénicas, nos calentaría en demasía. Todos se habían convencido, sin fisuras, de que las previsiones del Panel del Cambio Climático eran dogma de fe…o eso parecía.

Sabes mejor que otros lo que pasó. En apenas dos años, el panorama mundial cambió. Estados Unidos se ha convertido oficialmente en negacionista del cambio climático y defensor de la autarquía, la suya. Rusia se siente muy próximo a China, pero no tanto por sus voluntades de contaminar menos, sino en la preparación de un estadio nuclear que garantice el dominio universal o, en su alternativa, la Destrucción Total del enemigo (es decir, la Hecatombe Mundial). Específicamente, China, que juega también al pacifismo integral,  se ha impuesto como campeón mundial de la globalización, bien entendida en su caso como la garantía de penetración masiva de sus productos en todos los mercados, desde el de cercanías al de las altas tecnologías.

Mientras tanto, existe un acuerdo tácito internacional en dejar que aumenten las diferencias entre los más ricos y los más pobres, entre los adelantados tecnológicos y los consumidores (mientras puedan pagárselo). La Unión Europea también es capitana en ese aspecto.

No hace falta bola de cristal para reconocer que el objetivo de reducir la velocidad por la que el mundo se encamina hacia el sobrecalentamiento no se cumplirá. De nada valdrá que la Unión Europea -con cada vez menos músculo y menor credibilidad- se manifieste dispuesta a incrementar incluso su objetivo particular de llegar al 2050 c0n un 40% de su producción con energías renovables, subiendo la apuesta en un 15% más.

El clima seguirá empeorándose, por tanto. Hay, y habrá, más tormentas (cada vez menos tropicales), subidas del nivel del mar, inundaciones y catástrofes (cada vez menos naturales). Si hay que dedicar medios inmediatos, y remedios consistentes frente al cambio climático ya presente, deberían ser para la construcción de diques defensivos, para conseguir alejar a la población de las zonas inundables, para incrementar los sistemas de alerta y los medios de protección.

Leo en la prensa que el Ministerio que presides tiene avanzada la creación de un marco jurídico que señale las prioridades del Ministerio en una Ley de Cambio Climático y Transición Energetica (ya no Ecológica, algo se ha mejorado en la transparencia de la concreta dicción). Debía estar aprobada, según previas declaraciones tuyas a finales de 2018, pero no va a ser posible y…me alegro.

Me alegraría también de que se rebajase la intención de llegar a la descarbonización  de nuestra producción energética e industrial en 2050, y que se aliviase la meta de conseguir la pretendida reducción del 20% de los GEI (respecto a 1990) en 2030.

Me alegraría también (entiéndeme, Ministra, solo en aras de que venza lo práctico, lo realizable), si el objetivo de impulsar a las energías renovables, en detrimento de la energía nuclear y las centrales de carbón y ciclo combinado, instalando un mínimo anual de 3.000 megavatios (MW) de potencia, se aligerase hacia lo alcanzable y, sobre todo, se hiciera tras un análisis profundo y pactado entre los agentes, no impuesto desde la cúpula ni aplaudido a regañadientes, con el propósito interno de escribir los acuerdos en la barra del hielo.

¿De verdad se ha estudiado, comprobando todas las consecuencias, -técnicas, industriales, sociales, económicas, financieras- lo que implica “dar el carpetazo” a los combustibles fósiles, negar autorizaciones de investigación y explotación de hidrocarburos, abominar de la fractura hidráulica, desdeñar la producción nuclear (en la que disponemos aún de técnicos y experiencia a nivel mundial)? ¿Es tan guay confiar en que la producción con biometano y combustibles sintéticos servirá para completar el mix energético como nos quieren vender los ecologistas de manual que parecen estar entre tus mejores asesores?

Sí, estoy convencido de que habrá un Plan regional de Energía y Clima, con la condición imposible de que el gobierno de Pedro Sánchez aguante en su equilibrio inestable, negándose, agarrado a la tabla de planchar, a convocar unas elecciones anticipadas que, por supuesto, no despejarán el panorama político pero pueden significar un cambio de Gobierno y tu vuelta a la empresa privada y a las clases universitarias.

Los que te conocen, dicen que eres testaruda y en algunos círculos (no muy complacidos) se refieren a ti como “la talibana”. Querrás poner en pie lo que imaginas correcto. Solo que el reloj señala tiempos cortos para acoger el lanzamiento de proyectos demasiado ambiciosos y, si falta el consenso, el monstruo devorador de buenas voluntades se encarga sistemáticamente de volver a poner, en nuestro país, las cosas en el sitio en que se siente más cómodo: en la ineficiencia, la improvisación y el pequeño caos de todos los días.

Te pediría que no olvides, en todo caso, de ordenar que se incluyan los instrumentos financieros precisos, y unos objetivos claros que sirvan para medir la eficiencia de las medidas. No lo dejes todo en la confianza del marco legal o jurídico, por favor. Que, aunque no se lleve jamás a efecto, tenga un aspecto muy sólido. Que ese Plan, si finalmente ve la luz y aunque arriesgue morirse en el postparto, no omita la previsión de actuaciones correctoras, la presentación de un sistema de indicadores y que cuanto se relacione con la ejecución del mismo, sea controlado por un comité independiente, y con un calendario exigible.

Y, si quieres ser, como estoy seguro que deseas, honesta con los resultados, consigue que te asesoren los mejores especialistas. Los tenemos en España, lo sabes. Algunos son funcionarios. Muchos, nunca lo han sido, y ven las cosas desde el lado de la competividad descarnada. Hazlos participar a tu lado, no los pongas en tu contra.

Creo que me he extendido demasiado. Debiera haberte escrito también sobre la necesidad de impulsar la minería en España, la producción tecnológica con valor añadido, la investigación cualificada orientada al producto y no a la endogamia universitaria. Seguro que tienes información sobre lo que opina Maros Sefcovic, vicepresidente de la Comisión Europea responsable de Energía, plasmado en un artículo de obligada lectura para tecnócratas: “Raw materials: Holy grail of 21st century industrial policy”.

Me pregunto, y te pregunto, querida Ministra: ¿No podíamos organizar nuestras actuaciones políticas, en combinación con el empresariado más activo y leal, contando con técnicos independientes y capaces y, en lugar de dar pábulo a la obsesión española de ser los mejores de la carrera, situarnos al nivel de lo que corresponde a nuestra preparación y medios?

Un abrazo, Teresa. Quiero dejar constancia pública de que respeto y admiro tu coraje y, si te sirve de algo, aconsejarte calma en el transitar por la senda de la Transición Ecológica, que presiento saturada de faunos, brujos, hadas malas y encantadores de serpientes.

Te deseo que tengas un buen final en tu tarea como Ministra, coherente con el buen principio por el que entraste en esa importante labor por mejorar lo que nos conviene a todos. No se puede cambiar el mundo con reuniones en la Moncloa ni actuaciones desde el Paseo de la Castellana, pero sí dificultar que nos lo hagan más difícil quienes solo miran por sus intereses desde el otro lado de la frontera.


Un pico picapinos (dendrocopus major), macho -distinguible por la mancha roja en la parte posterior del píleo- curiosea el interior de una oquedad en uno de los árboles frente a mi domicilio en Madrid. Para los aficionados a la ornitología, no sorprenderá mi afirmación de que en un pequeño jardín urbano, y dependiendo de la época del año, pueden identificarse hasta veinte especies de paseriformes. Observarlos desde la ventana de mi despacho es una delicia, y…por momentos, arriesga convertirse en obsesión.

 

 

Publicado en: Ambiente, Energía, mineria Etiquetado como: biometano, cambio climático, combustibles fósiles, COOP 21, descarbonizacion, ecología, GEI, indicadores, Ley del Cambio climatico, minería, ministra, pájaro picapinos, Teresa Ribera, Transición ecológica, Zapatero

Diciembre de 2018

17 diciembre, 2018 By amarias 1 comentario

La decisión del presidente de Gobierno Pedro Sánchez de realizar el último Consejo de Ministros del año 2019 en Barcelona ha concitado inevitable revuelo.

La tensión separatista, mantenida por un gobierno de la Generalitat bailando tanto con la ilegalidad constitucional como con la ausencia de respeto institucional, supone que este hecho, que debiera ser tenido como normal, y hasta como un honor o una deferencia con la administración regional y su población, es visto como una provocación por los independentistas y como una situación de máximo riesgo por los constitucionalistas y, en especial, por el gobierno de España.

La combinación del temor oficial español y del rechazo catalanista, llevado a nivel de la calle, implica la presunción de que el 21 de diciembre habrá manifestaciones a favor y en contra, algaradas, vuelco de contenedores y autos, rotura de escaparates, lanzamiento de piedras e impedimentos contra las fuerzas del orden, cargas policiales, golpes, heridos y, tal vez, algún herido grave y, ojalá no, muertos.

Hace tiempo que no entiendo nada de lo que pasa en la sala de calderas de Cataluña y, como tiendo al realismo pesimista, cuando contemplo estupefacto que no se corrigen los desvíos -no, desde luego, con promesas de diálogo, líneas rojas, declaraciones incendiarias de unos y de amagar y no dar de otros- tiendo a imaginar que el problema catalán va a acabar mal.

En realidad, ya ha acabado mal. Tenemos a varios políticos de Catalunya en la cárcel, ciertamente por sus ideas, pero sospechosos, con poco margen para su defensa legal, de haber insuflado y alimentado  ánimos de revolución, desde sus pedestales mediáticos, al pueblo llano.

Tenemos un gobierno del Estado en una precaria posición minoritaria, en funambulismo persistente. Tenemos, por tener, un aumento de los simpatizante de las posiciones identificadas, desde el poder ocasional y los comentaristas de estos pagos, como extrema derecha (Vox), opción emergente que recoge ideas al gusto de las “gentes  de orden” (mezcladas con otras aberrantes o inasumibles desde la decencia social). Es verdad que el programa del partido que ha desequilibrado Andalucía mezcla churras con merinas, pero…¿no han caminado todos los partidos que juegan a la política en España por sendas del confusionismo programático?

Estaremos atentos al comportamiento de quienes quieren manifestar algo el día 21 en Barcelona.

Yo estaré, desde luego, con los que deseamos expresar que sólo desde la calma se puede avanzar sin trompicones. El derecho a expresarse no tiene que ver con el ejercicio de la violencia. Estamos en una democracia (negarlo es, no solo falso, sino una provocación intolerable) y hay que respetar las leyes y, por encima de todas, la Constitución, que es Norma Suprema.

Con los que quebrantan las reglas de juego, y se mantienen en su infracción, no se dialoga. Porque demuestran con ello que no quieren dialogar, sino jaleo, enfadarnos, hacernos de menos o ridiculizarnos a los que, mientras les exigimos que cumplan lo pactado, les recordamos que, si quieren cambios sustanciales (como es el caso separatista), midan sus fuerzas como  hacen los demócratas, -votando todos y consiguiendo la mayoría suficiente entre todos y no solo entre los que les apetezca.

Si se quiere cambiar a una nueva Constitución y modificar algunas reglas sustanciales de la convivencia pacífica que estamos disfrutando, ese es el camino. Otros, significarían debilitar a los que se acerquen a la mesa que los secesionistas tienen dispuesta, para entrar en la farsa de un diálogo imposible, por ilegal e ilegítimo.


Foto secuencial de otras que tengo ya publicadas, esta garza acababa de atrapar una buena pieza y había comenzado la ceremonia compleja de colocarla en la dirección adecuada para engullirla de un solo bocado, lo que le estaba llevando varios minutos y, de pronto, le cayó al río.

Me sorprendió ver cómo el ardeido agarraba una rama y, con ella en el pico, comenzó a darle golpes al pez, para aturdirlo más.  Cuando estimó que el lucio-perca estaba suficientemente atontado para no complicar más la deglución, el depredador volvió a cogerlo con su largo pico y terminó sin más problemas la operación, retirándose con un par de densos aleteos a un lugar más tranquilo para digerirlo.

 

Publicado en: Actualidad, Cataluña Etiquetado como: 21 de diciembre, Barcelona, Cataluña, consejo, Constitución, gobierno, Norma, reunión, separatismo

Resistir en tierra expuesta

13 diciembre, 2018 By amarias Deja un comentario

La intención del Comentario se dirige a la posición adoptada por el presidente de Gobierno Pedro Sánchez, de resistir sin adelantar las elecciones generales. Falto de apoyos parlamentarios para sacar adelante propuestas de calado, le sostiene la ausencia de una coalición alternativa y adorna la declinante trayectoria de su gobierno con instrucciones a sus Ministros de que desempolven todo tipo de viejos proyectos, dando así quehacer a los que buscan titulares con la permanente manifestación del quiero y no puedo.

De ahí el titular que elegí, con claras connotaciones militares, respecto a la estrategia sobre el terreno. Es temerario defender la posición, cuando la zona ha quedado expuesta a los ataques de contrario, siendo aconsejable retirarse con los efectivos a un área más resguardada en donde hacerse fuerte, evitando así que aumenten las bajas propias.

Se comprende bien que lo que Sánchez y su equipo de gobierno pretenden es demostrar que, si bien no pueden sacar adelante proyectos relevantes, al menos, que se les vea con buenas intenciones y ganas de hacer cosas que, desde su perspectiva, mejorarían la situación en la que estamos. El poder de gobernar, aunque sea ejercido de forma tan precaria, tiene, además, inercias, que, junto a la capacidad para tomar decisiones en el día a día -como aquel que conduce un coche de gran cilindrada utilizando solo las dos primeras marchas- produce gustirrinín.

Lo ocurrido con las elecciones autonómicas en Andalucía no ha sido un aviso, sino un aldabonazo en toda la cresta. Susana Díaz ha perdido votantes por la derecha, pero ha perdido también apoyos del núcleo duro de su propio partido que, ante el tufo a debacle, han decidido no asomar el careto.

El empecinamiento en continuar gestionando la misma improvisación, sin un programa explícito (salvo cuatro pinceladas), sumado a la obsesión de calificar como derecha todo lo que no gusta, ha conseguido lo que parecía imposible: aglutinar a Partido Popular y Ciudadanos en apoyo del cambio, y dar brillo a una fuerza emergente, Vox, que más que ultraderecha, yo he visto desde su aparición como un conglomerado heterogéneo, e inestable, de todo lo que el Partido Socialista no se atreve a tocar o ha dejado que otros pisoteen.

Pongamos orden antes de que sea tarde. Recupere la izquierda moderada un verdadero programa de gobierno, abandonando las improvisaciones e ideas felices del momento, y arriésguese a pasar a la oposición. Menos contemporizar con separatistas sin honor; sepárese el cuerpo argumental de posiciones tóxicas emanadas de un populismo que solo tiene de izquierda el ánimo revolucionario; convénzanse los ideólogos del partido socialista que gobernar, hoy, en la Unión Europea y dados los vientos que soplan desde Norteamérica y de China, es mejor guarnecerse y cuidar la ropa, antes que meterse en aguas turbulentas: no juguemos a ser los primeros de la clase, que nadie nos va a premiar con un diploma.

La falta de autoridad para decidir se está traduciendo en pérdida de sustancia, cada vez más acelerada, en la seguridad social, en la educación pública, en el empleo, en la motivación de la policía y las fuerzas armadas, en la coordinación entre poderes del Estado. Lo de Cataluña clama al cielo, desde luego. Pero desde los otros confines de esta tierra de pan y lágrimas, hay muchos temas que reclaman, incluso, más atención. Y le estallarán en las manos, señor Presidente de Gobierno.

Porque hay mucha distracción con esto de los catalanes que, al fin y al cabo, es solo un intento de insurrección por parte de un gobierno autonómico. Ya lo hemos vivido hace algunas décadas, ¿no?

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Esta foto, aunque a primera vista no se detecte, debido a la densidad de la yedra y al escaso contraste de los colores, corresponde a un grupo de gorriones en la saludable ocupación de la elección de pareja. Aunque estos pajarillos pasan por ser monógamos, tengo dudas. Desde luego, cuando un macho ha encontrado un buen lugar (en la ciudad, respiraderos, rejillas, aparatos de refrigeración y grietas en los aleros) para convencer a una hembra de que deposite allí sus huevos, una vez que eclosionan, se turnará con ella en alimentar a los polluelos, este desvelo futuro no exige una gran promiscuidad en los devaneos previos.

El observador puede contemplar, si tiene paciencia y vista, orgías acompañadas de razonable estruendo, cuando no, violaciones en masa de inocentes (o no tanto) hembras atrapadas por la bandada de machos rijosillos.

Publicado en: Actualidad, Política Etiquetado como: elecciones anticipadas, gobierno, gorriones, Sánchez

La Vía Eslovena, la Copa Libertadores y la Gran Chingada

10 diciembre, 2018 By amarias 1 comentario

Ese laureado disidente con irresistibles deseos de incorporarse a la trena junto a otros colegas de traición, el poco honorable president de la Generalitat, Quim Torra, ha elegido cuidadosamente la vía que le conducirá a él mismo a un duro proceso penal y a sus seducidos seguidores a una mayor frustración. Esa vía hacia el túnel se llama la “vía eslovena”, que es la referencia a la guerra de diez días entre la región de la antigua Yugoslavia y su matriz y que, apoyada por más del 90% de la región, provocó el reconocimiento de la separación de Eslovenia.

Más o menos por las mismas fechas, el domingo, 9 de diciembre de 2018, los equipos bonaerenses Boca Junior y River Plate han protagonizado, ante los ojos asombrados de los espectadores que llenaban el Estadio de fútbol Santiago Bernabéu en Madrid, la final de la llamada Copa Libertadores (quizá a partir de ahora, con la denominación cambiada a Copa Conquistadores). Si el fútbol es espectáculo, fue decepcionante. Faltos de forma, ayunos de suficiente  preparación e ideas, la mayoría de los que saltaron al campo fueron incapaces de hilvanar más allá de un par de jugadas de mérito.

Los dos sucesos que he pretendido ligar en este Comentario, tienen, en mi discreta opinión, múltiples puntos en común, aunque debo poner de manifiesto la mayor gravedad de la deriva catalana, por proximidad y por la entidad del riesgo.

Ante todo, reúnen la característica de ocupar espacio importante en los medios desinformativos, siendo presentados como acontecimientos relevantes y ocupando tanto más espacio del que sería preciso, si se acomodara el énfasis a la entidad propia. En la realidad, comprobamos que no son más que una ficción, una construcción arreglada para mover ilusiones y dineros. Su magnificación corresponde a una recreación con objetivos confusos; puede ser que, por tanto, parcialmente inconfesables.

Los dos equipos de la lejana ciudad de Buenos Aires hicieron demostración harto penosa de su deficiencia de gimnasio, lastrados y anquilosados por la responsabilidad extradeportiva que les cargaba la mochila.   Iluminados por la luz de la verdad, a miles de kilómetros de distancia de sus hinchadas, observados bajo los focos de un recinto deportivo en el que había concentración de gentes acostumbradas a presenciar buen fútbol (y penosas debacles), su entidad como atletas de gran mérito, quedaba empequeñecida. Tanta fanfarria de acompañamiento, resultaba ridícula y desmerecía su indudable esfuerzo, no por jugar bien,  sino por no perder.

Los seguidores de ambas formaciones deportivas, esos miles de tipos anónimos, dispuestos algunos a pegarse y a insultar al de enfrente y hasta matar y dejarse matar, convencidos de que sus ídolos de barro son dioses venerables, aparecieron con su verdadero tamaño a los ojos del mundo, como todo fanático, descolocados, vulnerables, … tiernos.

Quienes, olvidando que están ante un espectáculo y que lo que se juega es solo un triunfo efímero, se convierten en exaltados sin control, están ciegos: ven solo lo que quieren ver, sienten como les apetece percibir, y, en suma, actúan como drogados mentalmente, y lo hacen, porque quieren estar así, en su confusión, porque no tienen nada mejor en lo que creer. Pretenden realizarse, sin advertir que su limitación de miras, los empequeñece.

Los miles de catalanes que aplauden a Torra y Puigdemont y a quienes siguen sus elucubraciones sobre la pretendida singularidad de la región y ahora aplauden su apelación temeraria, gravísima, a la posibilidad de un conflicto armado entre Cataluña y España, son también, a su modo, hinchas de una ilusión, forofos de la invención, víctimas del espejismo provocado por sus deseos de querer ser distintos y mejores, sin siquiera parecer otra cosa que exaltados maniáticos, provocadores sin razones.

Ambos espectáculos, cada uno a su nivel, como lo demuestra la historia, tienen riesgo, y las satisfacciones que provoca a sus fieles la preparación del choque entre la ficción y la realidad, no tienen compensación con la decepción de la derrota, ni siquiera son superadas, en su caso, por el gozo de haber ganado una batalla dentro de la guerra total del progreso.

Por eso, ambos grupos de fieles de esa religión de fantasías, que es tanto el fanatismo del fútbol convertido en confrontación entre hinchadas siendo en concepto un juego para diversión, como el peligroso nacionalismo de salones dorados que puede conducir a derramamientos de sangre, están condenados, por desviación de la naturaleza de lo que es respecto a lo que creen, a ser continuamente infelices.

Quieren siempre más, son frustrados permanentes y están asumiendo riesgos que no conducirán a nada, porque están situados en otra dimensión, en la irrealidad. Vistos desde fuera, aparecen claras sus debilidades, sus incongruencias, lo fútil de su exaltación. Son gente normal, incluso vulgares, resultan aburridos, torpes.

Ha sido, a la larga, una decisión magnífica sacar la final de la Copa Conquistadores de su contexto geográfico. Los organizadores de ese exilio momentáneo habrán sacado su buen dinero, pero los demás, argentinos incluidos, hemos podido contemplar la verdadera dimensión del reto. Una disputa local, un juego que, a escala mundial, resulta equiparable a un campeonato de fútbol de colegio.

Puede vaticinarse, en fin, que los prometidos espectáculos sin parangón, las glorias de alto copete, las Grandes Chingadas (en el sentido, que reconocer la RAE, de competiciones, peleas), acaban siendo, mal que pese a sus seguidores, ocasión para chingarla, para producir una gran decepción (acepción  del verbo en Argentina y que en México y en otros modos de expresión coloquial, incluso en España, se entiende como fracasar con estrépito, cagarla).

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Dos aves limícolas de diferente tamaño, comparten espacio a la orilla del Atlántico, en una fotografía que tomé en una playa onubense a finales de noviembre de 2018. La mayor,  de pico comparativamente corto y grueso, es un chorlito gris, ave de paso, que invernará en Africa. En plumaje de invierno, como es el caso, tiene el plumaje dorsal claramente barrado y con algunas muescas de color ocre amarillento. Su comportamiento es tranquilo y permiten acercarse bastante a ellas sin manifestar inquietud.

La pequeña, de pico recto más largo (relativamente, aunque no de la dimensión de agujas y zarapitos, por ejemplo), es un andarríos chico. Con longitud de solo 18 a 20 cm -frente a los casi 29 cm que puede alcanzar el chorlito gris-, tiene la cola larga y las patas relativamente cortas. Es identificativa la separación blanca, como una media luna hendida entre el plumaje blanco del pecho y el pardo de la espalda. Aunque, obviamente, no se puede apreciar en la foto, lo distingue también su forma de andar, pues suele bascular el cuerpo hacia delante, como hacen algunos juguetes de cuerda que representan pollitos comiendo grano.

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Reformar la Constitución, ¿para quién?

6 diciembre, 2018 By amarias 1 comentario

Cada 6 de diciembre, día en el que se conmemora  el referéndum de aprobación de la vigente Constitución Española, – y, con mayor intensidad, en los últimos años de los cuarenta que lleva vigente-, políticos, periodistas y constitucionalistas (oficiales o sedicentes), se esfuerzan en hacer ver al resto de los españoles que hay varias cuestiones de calado en esta Carta Magna que deben cambiarse.

No me imagino un debate similar en Estados Unidos, en donde desde 1787 mantienen, si bien con diversas enmiendas, el texto básico. Claro que allí dicen confiar en Dios (in God we trust, reza el lema adoptado por el Congreso en 1956), lo que no impide que, por si acaso, la realidad actual haya puesto en primera línea un lema más práctico: America first, con el que se dejan muy claras las intenciones prioritarias, sin que sea necesario advertir, para incautos que quieran interpretar el apelativo America de forma correcta, que los únicos americanos que importan para los estadounidenses del norte son ellos.

Si lo comparamos con nuestro panorama, no resulta el inmenso país multitestatal del otro lado del Atlántico ejemplo de solidaridad para nosotros, ni tampoco para la Unión Europea: ni social o ambiental, ni económica, tanto en lo interior como en el exterior. En lo que a nosotros estrictamente respecta, debemos admitir que la pertenencia a la Unión Europea (antes Comunidad Económica Europea) nos ha servido como impulso sustancial para alcanzar el estado de bienestar del que hemos disfrutado hasta ahora, ayudándonos a olvidar rápidamente una dictadura que trató durante cuarenta años de hacernos uniformes.

Como fiel aplicación de una de las leyes de Parkinson, la existencia en España de un par de centenares de constitucionalistas de profesión (catedráticos y profesores titulares), ha dado por resultado académico que la Constitución Española sea analizada, por arriba y por abajo, letra a letra, capítulo a capítulo, y que, de resultas de tanto manoseo, haya propuestas al gusto de cada facción política.

Sabemos de dónde se copió o mejoró cada título y cada párrafo; estamos enterados de las dudas de cada partícipe en la redacción y cómo fueron resueltas; podemos seguir la deriva de los acuerdos previos hasta el resultado final; y, en fin, disponemos de otros detalles  sustanciales o nimios acerca de la marcha de las negociaciones entre los representantes de los partidos más relevantes entonces en su esfuerzo para sacar un texto consensuado que, además, contentara o no levantara demasiadas suspicacias a los beneficiados por el régimen anterior.

De los análisis eruditos como de los pedestres, han surgido muchas voces pidiendo reformas. Algunas, perfectamente inviables aunque parezcan razonables; otras, descolocadas de la razón, sin otra función que alborotar. La Constitución Española es definida como Norma Suprema de obligado cumplimiento y, por ello, los cambios de sustancia implicarían superar barreras hoy insalvables, en el estado de fragmentación del espectro ideológico parlamentario.

El artículo 168 es un impedimento, no ya para la revisión total de la Constitución sino incluso para un retoque parcial del Titulo preliminar, del Capítulo segundo, o de los Títulos I (en su Sección Primera) y II, porque afectar a su redacción actual exige un pacto entre partidos que aparece inviable, incluso aunque se limitara la necesidad de consenso a los llamados “constitucionalistas”, perdidos cada uno en sus propios cerros, y hasta cerrilidades, ideológicos. El Partido Popular es el único que parece plenamente satisfecho con la redacción actual.

Para enmarcar la opción de sacar adelante las propuestas más agresivas de los partidos, incluso de los llamados constitucionalistas,  cabe decir, en lenguaje directo, que no se podrá tocar la forma de Estado, que seguirá siendo una monarquía parlamentaria, ni reducir los derechos y deberes fundamentales previstos en el texto. Sería factible, supuesto el acuerdo, únicamente, la ampliación de los derechos y deberes no contemplados , y, si no fuera posible tocar la dicción de los ya enunciados en la Carta Magna, habría que apuntar a una más extensa interpretación.

Podrá gustar o no la Monarquía, pues, pero no habrá República (salvo una revolución que no deseo para mi país), por mucho que algunos hagan ostentación de banderas tricolores y denuncien partidismos afectivos por parte del actual monarca. Tratándose  de prever el future con sensatez y posibilismo, vale más dedicar la pena y el esfuerzo a un espacio de serena discusión a la preparación de la Princesa de Asturias, para que pueda ejercer, cuando llegue el momento, de magnífica Reina de España, proyectando una imagen de modernidad y saber estar a las generaciones coetáneas de ese entonces.

Y no me duelen prendas en admitir, como ya hice en otras ocasiones, aún siendo republicano de corazón, que el actual monarca, Felipe VI, cumple casi a la perfección mis expectativas de Jefe de Estado de primer nivel.

Para mí, el problema fundamental que tenemos en España es la disparidad entre las Autonomías, resultado de las competencias asumidas por ellas en virtud de un artículo para el que no se pusieron límites, que es el 150, y de un problema de esencia, que reside en su gran disparidad en población y territorio.

Tenemos demasiadas regiones y no es sencillo meter la mano en el avispero de los orgullos locales. Es cierto que llevar el poder de decisión hacia el ciudadano desde el centro, facilita la adopción de decisiones más cercanas a la necesidad, y mejora su capacidad de valoración. Pero no todas las acciones dependen de la proximidad, sino que hay bastantes, las principales, que están ligadas al tamaño crítico mínimo y a la necesidad de coordinación.

La permanente expansión de las competencias regionales, ha provocado el efecto perverso de aumentar las disparidades entre las Autonomías, y, con ello, la proliferación de reductos de incompetencia y desigualdad en la enseñanza, la sanidad, las oportunidades laborales, la gestión administrativa, los impuestos locales. Se está faltando al principio de la solidaridad que sí está previsto entre los derechos fundamentales: todos los españoles serán iguales ante la ley y dispondrán de la misma calidad en la prestación de los servicios básicos.

La Constitución no ha quedado inservible, ni mucho menos. La que está rota o profundamente deteriorada es la unidad entre los españoles, aunque no se sea plenamente consciente del descalabro.

La rompió el gobierno catalán, encendiendo deslealmente a la mitad de la población de esa región, en un camino de tensiones de imprevisible futuro y que se complicó por la dejadez y falta de visión del anterior Gobierno en no atajarlo a tiempo y se envenenó aún más por haber aceptado el apoyo secesionista del actual para sacar adelante, por primera vez en España vigente esta Constitución, una moción de censura.

La pretenden romper, por la derecha y por la izquierda, aquellos partidos que han buscado su identidad en la destrucción de lo que tenemos sin ofrecer alternativas o levantando expectativas que no se pueden cumplir en ámbitos sustanciales: creación  de empleo, crecimiento económico, mejora de prestaciones, etc. Falta, con desgraciada vocación de permanencia, el encaje entre la sociología y la economía, entre la técnica y la filosofía, entre lo que se imagina poder conseguir y lo que se puede lograr en la práctica.

Me alarma ver la pérdida del principio de la viabilidad de lo más razonable, en particular, los dos partidos antes mayoritarios, PP y PSOE, inmersos en una búsqueda de nueva identidad, propiciada por personalismos más que por ideas, y despreciando opciones de consenso o el uso de la perspicacia y visión del interés general, dejando que pactos entre otros partidos hagan viables gobiernos en minoría.

Y me preocupa también que un partido nacido, según se dijo, para el equilibrio, Ciudadanos, sea bombardeado sin piedad por la izquierda, por la derecha, y por los medios, adulterando y falsificando, con cada andanada, la visión de ponderación que han pretendido dar, y afectándola, por razón del desconcierto que provoca tanta exposición pública. La incorporación de Manuel Valls como candidato a la alcaldía de Barcelona ha significado aceptar un verso libre más cercano al socialismo, cuya asimilación por el partido y sus votantes objetivo, está por descubrir.

El resultado de las elecciones en Andalucía ha puesto también de manifiesto la descomposición ideológica de España, fragmentada de una forma que pensábamos estaba superada. Como efecto de esa segregación que tiene que ver con sentimientos viscerales más que con programas, se está hablando hoy de la necesidad de un pacto de derechas para dar el poder al Partido Popular, integrando a Vox (segregación teórica por la derecha del PP, con capacidad de captación del votante descontento), Ciudadanos y al propio PP, desbancando al gobierno socialista que ha reinado (es una metáfora) en la región durante casi cuarenta años.

A quienes vimos con interés, en su momento, la opción de un gobierno estatal PSOE-Ciudadanos como la vía para recuperar calmas perdidas, apetece ponerse de perfil para no ver el final de la opción que preconizada hace ya siglos el partido de Albert Ribera, de traer calma y equilibrio a la escena política. Si Ciudadanos se funde en el magma en donde ya están ya licuadas las derechas de todo color, desaparecerá.

Un consejo, pues. Dejen Vds., españoles que se dedican profesionalmente a la política, y voceros de la reforma constitucional, de presionar sobre lo que saben inviable y concéntrense, por el bien de todos, en recuperar la unidad entre españoles, analizando, con extrema atención y cuidado, lo que puede hacerse para que la sanidad sea, de verdad, la misma en toda España; la educación vuelva a tener el mismo baremo de exigencia y opciones para todos los españoles; las administraciones dejen de ser pequeños monstruos faltos de coordinación y voraces, refugio de independentistas de salón. Para que el ejercicio del derecho a la justicia no tenga interferencias de ningún tipo, se eliminen leyes y normas que solo crean confusión, se uniformice tanto el derecho vigente como su aplicación.

Reconstruyamos la unidad de España, antes de que nos encontremos, de nuevo, en los auspicios de un revenido 1936. Repasemos entre todos la Transición, para detectar dónde nos hemos desviado de lo que pretendíamos lograr y creímos haber alcanzado.

Estamos a tiempo de evitar que generaciones que no han vivido la transición o no la conocen, tengan que llevarse las manos a la cabeza, diciendo “ no es eso, no era eso”.

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Pocas imágenes necesitan explicación acerca de su belleza. Estos flamencos forman parte de un grupo de algunas decenas a los que sorprendí en las marismas del Odiel, comiendo de las aguas someras en hoy abandonadas salinas, a la misma vera del puerto de Huelva. Se espantaron ante mi presencia y saqué varias instantáneas cuando emprendieron el vuelo.

 

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Alocución al recibir la insignia del Colegio de Ingenieros por cumplir 70 años

5 diciembre, 2018 By amarias Deja un comentario

El 4 de diciembre de 2018, como cada año, celebran los mineros y artilleros la festividad de Santa Bárbara, una santa cristiana singular y controvertida. Este año cumplí mis setenta, y el Colegio de Ingenieros ha establecido la norma de obsequiar a quienes ya franqueamos esa frontera, con una insignia conmemorativa. A mi se me dio la oportunidad de pronunciar una alocución, que transcribo a continuación.

Queridos compañeros y amigos; familiares y amigos de compañeros:

El decano del Colegio de Centro, Rafael Monsalve, me ha pedido que pronuncie unas palabras en este acto-me ha orientado que debían ser unos quince minutos- en representación del colectivo de quienes cumplimos setenta años en 2018. Es decir, de aquellos ingenieros de minas que nacimos en 1948 y estamos colegiados en el Colegio de Centro en este momento de nuestra vida.

Es un honor, desde luego, pero también una responsabilidad. Cuando repaso la relación de quienes vamos a recibir la insignia de la profesión, advierto que los nacidos en el 48 son una representación fiel de la versatilidad de la ingeniería de minas, y de la capacidad evidenciada por estos hoy ya setentones, para buscar el camino del éxito en la vida.

Tener setenta años parecería, en principio, una frontera. Solo que es una franja artificial, simbólica, que se puede saltar: no significa verse ni que nos vean viejos, ni dejar de haber sido más o menos capaz, física o intelectualmente, por más que es evidente que el paso dela edad va produciendo, inexorable, su función de deterioro.

Una vida ya amplia implica, sobre todo, haber acumulado experiencias, es decir, satisfacciones y reveses, gozos y sinsabores. La vida nos ha enseñado, con su proceder natural, a ver las cosas de forma más reposada, a desconfiar de los extremismos, a mirar con lupa los adornos y plumas de quienes pretenden engañarse y engañar con virtudes y méritos de los que carecen.

Nacimos en un momento en que España había superado hacia menos de una década la guerra incivil, no sus consecuencias. El 2 de septiembre de 1945 terminaba la segunda guerra mundial, con la firma de la rendición por Japón, pero, aunque España se había mantenido al margen, ello no nos libró de sufrir los efectos de la crisis, acumulada a las heridas por cerrar de la guerra propia y de la marginación internacional al gobierno de Franco. Por eso, a los bebés que éramos entonces, se nos había dotado de una cartilla de suministro, para proveernos de Pelargón y leche.

Nacimos en un año bisiesto, en el que asesinaron a Mahatma Gandhi, en el que entró en vigor el llamado Plan Marshall -que a España no tocó-, y se inventaron el videojuego y los transistores. Somos coetáneos de Marisol y Lluis Llach, de los actores Jeremy Irons y Gerard Depardieu, del eterno príncipe heredero Carlos de Gales. En el 48 nacieron Al Gore y el científico catalán Jorge Wagensberg (recientemente fallecido) y la premio nobel de medicina Elisabeth Blackburn.

Y tal como os veo ahora y aquí, creo que nos conservamos bastante mejor que la mayoría de ellos vivos; y si miro a vuestros currículos, manifiesto el orgullo de ser contemporáneo estricto de un grupo de ingenieros de minas tan prestigioso como vosotros.

Teníamos 18 años en 1966, pero aún no habíamos alcanzado la mayoría de edad, que en España se otorgaba a los 21, es decir, la alcanzaríamos en 1969. Para poder ver películas hoy reputadas de inocentes, aptas para todos los públicos, incluidos niños de siete años, necesitábamos acreditar la edad con un carné que celosos vigilantes de nuestra formación moral exigían a la entrada de los cines.

En fin, cayeron cuatro bombas atómicas en Palomares, cerca de Almería; se inauguró El Calderón, y se cerró la frontera con Gibraltar para no peatones.

Ah, y sí, estudiamos Historia Sagrada, Formación del Espíritu Nacional y la mayoría, después de aprobar un sicotécnico, realizar unas acrobacias gimnásticas y superar una revisión médica, hicimos la milicia universitaria, bien como IMEC o como IPS, a en los Campamentos de MontelaReina o en la Granja, en Robledo, por la que obtuvimos despachos militares como alféreces o sargentos provisionales.

Estamos aquí, obviamente, por ser ingenieros de minas. Como quizás sabéis, aunque llevo ya muchos años en Madrid, estoy colegiado en el Colegio de Centro, mis hijos estudiaron aquí y mis nietas son madrileñas, no estudié en la Escuela de Madrid, sino en la de Oviedo, en donde terminé la carrera en 1971.

Podía referirme concretamente a los años de la Escuela, y seguro que, a pesar de la distancia entre las dos únicas Escuelas de Minas que había entonces en España, encontraríamos muchas coincidencias. Durante el primer año que pasé en la Escuela, los exámenes de algunas asignaturas se hacían simultáneamente en Madrid y Oviedo, y los profesores abrían ceremoniosamente sobres lacrados que llegaban de la capital, como manera de garantizar que la formación era la misma.

En los años de Escuela, coexistían quienes seguían el Plan de 1957 y el de 1964, o Plan yeyé. Tuvimos que bregar con dos cursos selectivos en donde todas las asignaturas eran importantes, especialmente el Cálculo, la ampliación de Cálculo, la Física, la ampliación de Física, la Mecánica racional, el Dibujo Técnico, la Química Física. Algunas de esas disciplinas, como el Algebra lineal o la Mecánica Racional, las estudiábamos con libros en francés.

Estudiamos mucho, de todo, para superar exámenes difíciles que nos obligaban a estar concentrados meses enteros sin salir de casa, como si fueran unas oposiciones. Pocos teníamos novia entonces, porque cualquier distracción nos quitaba tiempo para cumplir con el único objetivo importante de los años de Escuela: aprobar para obtener el título, de una carrera con pasado prestigioso que, aún sin ser conscientes de ello, estaba ya amenazada de pérdida de imagen.

El estudiar tanto no nos privó, una vez superados los años selectivos, de relajar algo la intensidad, y poder asistir de vez en cuando a alguna fiesta del SEU, aceptar la invitación a algún guateque en la casa particular de padres con hijas casaderas y, en mi promoción, ir de viaje de fin de carrera a Polonia y Hungría, a visitar las minas de carbón de aquellos predios y desempolvarnos un poco el pelo de la dehesa.

Las asignaturas que cursamos en Madrid o en Oviedo eran las mismas, los libros y los apuntes, idénticos. Tuvimos incluso profesores comunes, pues entonces la vis atractiva de la capital era intensa, y cuando se convocaba una cátedra en Madrid, y el titular de la asignatura en Asturias conseguía la plaza, hubo cambios a medio curso. Tal fue el caso, por ejemplo, de José Luis Díez Fernández, Agustín Suárez, Antonio Lucena y algún otro.

Buena parte de lo que estudiamos no nos sirvió nunca para nada. Es parte del juego de la selección, de la necesidad de separar pruebas difíciles para prepararse para lo desconocido. Aprendimos cuestiones muy curiosas, entre las que suelo citar el análisis detallado de la emigración del ano en los equínidos, fundamental para saber si un fósil pertenecía al período ordovícico, al Cámbrico o al Silúrico.

Con veinte años, y aun estudiando, vivimos con pasión los movimientos estudiantiles de mayo del 68, las asambleas de largas peroratas y discusiones de procedimiento no siempre inteligibles, las votaciones a mano alzada, la persecución detrás o delante de los grises. Faltos de personal femenino en las aulas, se nos iban los ojos y los pies tras las chicas de filosofía, químicas o derecho. Nos afiliamos, para poder disfrutar de un lugar de encuentro y laboratorios de fotografía y futbolín, a la Acción Católica, al Sindicato Español Universitario y a lo que hiciera falta.

La entrada del marxismo leninismo en las Universidades no nos cogió con el paso cambiado, y leímos mucho a Marx, a Bakunin, a Gramsci, para poder discutir de tú a ti con las bellezas de otras Universidades, seducidas al parecer por los vientos de extremismos de salón.

Digo esto y aquí para reclamar que es falso si se cree que los estudiantes de minas de entonces hacíamos una vida aislada de la sociedad. De nuestra preocupación al margen de la técnica, pero relacionado con la formación integral del ser humano, dejo constancia de que muchos de nosotros tenemos dos carreras, y, desde luego, intensar aficiones al margen de la ingeniería. Cuando desde la revista Entiba nos preocupamos de presentar a compañeros que tienen dedicaciones al margen de la ingeniería, nos encontramos con músicos, excelentes billaristas, abogados, coleccionistas de arte, inversores, restauradores, escritores, enólogos…

Pero… ¡cómo ha cambiado casi todo! No, no nos creímos jamás la frase que circulaba entre malintencionados por la que creíamos ser superiores, y que, después de Dios, estaba el ingeniero. Vencimos muchas inercias, algunas solo por el paso del tiempo. Hicimos muchos ejercicios con reglas de cálculo de casi un metro, con precisiones de centésimas, porque había algún catedrático que opinaba que la regla de cálculo era el pañuelo del ingeniero. Nos levantábamos cuando entraba el profesor, que pasaba lista y si tenías más de tres o cuatro faltas sin justificación arriesgabas no poder presentarte al examen.

Nos suspendían y, a veces, la razón argumentada era la adquisición de madurez, un arcano que aún tengo sin resolver. Por ello, era normal repetir alguno de los primeros cursos y sacar un notable en una asignatura, resultaba cercano a un milagro.

Cuando terminé la carrera, el mundo comenzaba otra crisis. El presidente norteamericano Nixon decretó el abandono del patrón oro. La economía avanzaba hacia una recesión y, por supuesto, España también estaba en crisis. Un informe alertaba de que sobraban ingenieros en España, porque no había necesidad de tanta técnica. Varios compañeros de mi promoción y las siguientes tardaron meses en colocarse y muchos tuvieron que buscar empleo fuera de Asturias, y salirse de los sectores tradicionales para la ingeniería de minas; el carbón y la siderurgia.

En el 72, empezó a construirse Lemóniz y la industria nuclear española cobraba auge, lo que abrió excelentes perspectivas para quienes habían elegido la especialidad de energía y para bastantes otros, ya que el título que adquiríamos era común a todas las especialidades. Éramos, simple y orgullosamente, ingenieros de minas.

Los ingenieros de minas nos sentimos entonces, ingenieros industriales con el plus de la minería.

Esta versatilidad, ese buen fondo de preparación queda puesto de manifiesto en los currícula de los colegas que hoy se sientan aquí conmigo para recibir esta insignia. Hay, junto a especialistas en minería, y no solo del carbón, catedráticos de Universidad, gasistas responsables de obras subterráneas, directores de ingeniería y proyectos, técnicos en petróleo, en perforación, en organización de empresas, en biomedicina, en ambiente, en aguas. Algunos, se distinguieron y distinguen en el ejercicio libre de la profesión, otros, como empleados de élite, también hay entre nosotros, empresarios propiamente dichos.

A lo largo de los más de cuarenta años de ejercicio profesional, hemos sido supervivientes de varias crisis. Hemos visto en primera persona la superación de una dictadura y disfrutado de una democracia, al principio, ilusionada y esplendorosa y hoy, algo perjudicada y con aspecto más bien ajado.

Hemos votado en relación con la entrada en la OTAN, y, sobre todo, por una Constitución que ya dura 40 años y, en mi opinión, ha funcionado muy bien salvo en haber favorecido, en contra de sus principios de solidaridad y coherencia, como una trampa interna, las desigualdades autonómicas.

En contra de lo que puedan creer los jóvenes, incluso nuestros hijos, que parecen convencidos de que lo tienen más difícil, el camino no estuvo nunca fácil. Pero estábamos preparados sicológica y técnicamente para afrontar un mundo cambiante.
Y vaya si cambió.

Cuando entré a trabajar en Ensidesa, como ingeniero de investigación de operaciones, el director de Metalurgia, el ingeniero de Minas Luis Suárez Pazos, que era amigo de la familia, me dijo: “Angelín, no te voy a decir cómo tienes que trabajar, porque te conozco y se que lo harás bien. Pero te daré dos consejos: Ven a trabajar siempre con corbata y trata a los facultativos y peritos de Usted”.

No cumplí ninguno de esos dos consejos y, con el paso de los años, he llegado a comprender que tenían un serio fundamento. Las distancias, cuando no se reconocen de forma natural, hay que construirlas de manera forzada. El Papa lleva tiara. La corbata era un símbolo no de superioridad, sino que evidenciaba el tipo de trabajo que hacíamos o deberíamos hacer los ingenieros: tareas de planificación, de cálculo, de investigación, de gestión, para la que no necesitábamos llevar más que circunstancialmente el mono de trabajo.

Los peritos y facultativos, especie laboral desgraciadamente en extinción, eran el enlace eficiente, imprescindible, entre el ingeniero y los capataces y resto del personal. Tratarnos recíprocamente de usted era una forma de respeto mutuo, y una demostración del comportamiento que sería exigible al resto del personal. Era, también, una barrera de contención ante reivindicaciones sin fundamento y, debo reconocer en mi caso, en agradecimiento a magníficos facultativos con los que tuve el honor de trabajar, una manera discreta y eficiente de contar con un apoyo leal, experimentado y sabio, para corregir, desde el respeto, nuestros posibles errores de falta de práctica, admitiendo en nuestra formación básica más sólida, la manera de incrementar la eficiencia del grupo, en el objetivo común de ayudarnos a mejorar todos.

Hoy día todos quieren ser ingenieros, sin distinción. La administración, y hasta la Universidad, desconociendo la necesidad de las cualificaciones, regala denominaciones que crean desconcierto a la sociedad y a la empresa y generan falsas expectativas laborales y riesgos de seguridad.

Habría que recuperar, donde se halle perdido, la necesidad de ingenieros con estudios superiores y, al tiempo, confirmar la dignidad y la necesidad de ingenieros de grado medio, así como de buenos especialistas en formación profesional, sin regalar títulos ni falsificar las trayectorias curriculares.

Hemos vivido cambios sustanciales en el rol de la mujer, en la familia y en la sociedad. Desde los tiempos en la Escuela de Ingeniería en los que las mujeres eran vistas como rara avis, y en las que se argumentaba sin fundamento alguno, que su cerebro no estaba preparado para carreras técnicas, hemos recibido sin recelo la incorporación de la mujer al mundo del trabajo, y podemos reconocer, con orgullo, que tenemos colegas femeninos de más que probada eficiencia, por no decir que, en la actualidad, se admite como natural que los mejores expedientes de las promociones de carreras técnicas sean copados por mujeres.

Esta insignia se nos concede también por estar colegiados. Los Colegios profesionales, y en concreto, los de ingeniería, están hoy en crisis, porque los visados, que era tradicionalmente la mayor partida de ingresos, han dejado de ser vistos como obligatorios. Pero la razón de ser de los Colegios profesionales y la del nuestro, en particular, no ha cambiado. Los Colegios sirven para defender la profesión y a los profesionales, para generar interrelación entre nosotros, para garantizar la honestidad y el buen hacer, que es lo que nos prestigia ante la sociedad.

Los mayores de setenta años, por decisión del Consejo Superior hace algunos años, no pagaremos la cuota colegial. Creo que es un error, si es visto como que quedamos desvinculados del Colegio y que éste no nos necesita. He propuesto, como Tesorero del Consejo, que se mejore la oferta de los Colegios, que se potencie la actividad colegial y que este impulso se consiga y fundamente al margen de los visados, es decir, con las cuotas colegiales.

Os invito a participar o a seguir participando activamente en la vida del Colegio, a contribuir a su dinamización y, si estáis jubilados, a dedicar parte de vuestro tiempo a ayudar a los más jóvenes, con vuestra experiencia, consejos, orientación y, tal vez, invirtiendo con ellos en proyectos de futuro.

En fin, estamos aquí recibiendo esta insignia, porque tenemos otro privilegio, que es el de seguir vivos. Quiero convocar aquí a aquellos compañeros que están fallecidos y que no pueden estar hoy con nosotros para compartir este momento de felicidad. Quiero dar las gracias por su comprensión, apoyo e inteligencia, a nuestras esposas, y quiero, en nombre de todos, agradecer a nuestros hijos el que sean dignos herederos de nuestra ilusión por hacer bien las cosas y pedirles que inculquen a nuestros nietos el deseo de mejorar, con el propio esfuerzo, el mundo en que vivirán.

Esta insignia es un reconocimiento, pero no es el final. Estamos orgullosos de haber aportado nuestro trabajo para contribuir a que nuestro entorno, la sociedad en que vivimos, sea un poco mejor, por haber conseguido crear actividad, riqueza y empleo y haber contribuido a ofrecer a la sociedad una imagen del ingeniero más próxima, más comprometida.

Quiero reivindicar, para terminar, a los ingenieros, Son necesarios, en este mundo ferozmente cambiante, interconectado, disfuncional, diverso, más que nunca. La distancia entre los peldaños más altos del conocimiento y las necesidades básicas del ser humano ha de ser cubierta con inteligencia, creatividad, esfuerzo personal.

Como ingenieros de minas, colegiados, vivos, y con setenta años, recogemos esta insignia como la manifestación de que tenemos, ojalá, mucha vida aún por delante para lucirla con orgullo, y como un reto para seguir aportando al Colegio y a la sociedad, lo que sabemos hacer bien, porque lo hemos venido haciendo desde los orígenes de nuestra existencia: trabajar con seriedad, con intensidad, con conocimiento.

En el día de nuestra Patrona, que Santa Bárbara sirva de testigo excepcional a este compromiso.

Muchas gracias por vuestra atención.

(4 de diciembre de 2018, día de Santa Bárbara
En el Acto de imposición de insignias a los colegas que han cumplido 70 años en 2018)

…..

El ave fotografiada es un andarríos chico (Actitis hipoleucus), habitante bastante común, según la estación, de los marjales, zonas inundadas y ciénagas. Se le distingue de otros andarríos por el tamaño, la entrada del pecho blanco hacia las alas (en forma de media luna) y el dorso moteado, más conspicuo en invierno. Se alimenta en pequeños grupos y es muy asustadizo, emprendiendo el vuelo a la menor aproximación con aleteos rápidos, trinando todos ellos con agudos chillidos.

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Frases ausentes

3 diciembre, 2018 By amarias Deja un comentario

En otro Comentario me referí a Frases capitales que probablemente nunca oiremos y que, sin embargo, corresponden a momentos sustanciales de nuestra existencia.

Dedico este Comentario (¡a petición de una lectora, que me sugirió la temática!) a aquellas frases positivas que nos hubieran significado un chute de alegría, una necesaria explicación, o una grata satisfacción y que tampoco oiremos.

Pongo ejemplos. Hemos pronunciado una conferencia que nos llevó, por supuesto, tiempo y esfuerzo preparar.  Esperábamos una asistencia numerosa, pero, en verdad, solo unas pocas personas, incluidos cónyuge y algunos amigos cogidos a lazo, ocuparon las primeras filas.

Al final de la charla, los amigos nos felicitan con frases de cortesía y se lamentan de la poca afluencia de público. Apenas oímos lo que nos dicen, siguiendo con la mirada a los desconocidos que se van en silencio.

¿Les habrá divertido, ilustrado, aburrido, a ésos, que no guardan relación de amistad o familiar con nosotros?

¡Cómo nos hubiera gustado saber que uno de ellos ha dicho: “Me pareció una conferencia entretenida; se ve que el autor se lo curró. Lástima que no me haya atrevido a hacerle un par de preguntas”.

Nos prodigamos poco en frases amables: a la pareja, a los padres, a los hijos, a la familia propia y a la política, a los amigos, a los desconocidos. Por lo que hacen bien, por lo que los apreciamos, porque sí. Sin esperar nada a cambio.

Primera moraleja: Procuremos manifestar lo que nos agrada al responsable principal de esa alegría, incluso aunque se trate de un desconocido.

Otro ejemplo. Llueve a cántaros y no llevamos paraguas. Nos hemos refugiado en un portal, esperando a que escampe, aunque la lluvia arrecia y tenemos una cita importante a la que llegaremos tarde. Estamos nerviosos y preocupados.

Pasa una persona que lleva la dirección que deberíamos tomar, protegida con un gran paraguas. ¿Nos atreveremos a pedirle que nos permita cobijarnos bajo su magnífico quitalluvias?

Y ella, ¿pronunciará las palabras que hubiéramos deseado oír?: “¿Le puedo ayudar? Creo que usted trabaja en la oficina de enfrente a mi local. Mi paraguas es grande y permitirá cubrirnos a ambos.”

El del paraguas es un ejemplo trivial. Pero…¿cuántas veces despilfarramos lo que ya no nos hace falta? ¿Qué pensamiento hay detrás de tanto actuar bajo el motto “Quien venga detrás, que arree”?

Segunda moraleja: Hagamos participe de lo que nos sobra a quien lo necesita. Nos producirá una satisfacción adicional a nuestro propio disfrute.

Tercer ejemplo. Nos ha llamado el jefe de personal para comunicarnos -dice- algo importante. Llegados a su despacho, nos alarga un papel en el que se expresa nuestro despido por haber incumplido instrucciones superiores, reconociendo simultáneamente que el despido es improcedente y nos ofrece firmar el finiquito.

Desagradable sorpresa, para la que no tenemos ni justificación  ni antecedentes. Nos negamos a firmar el Recibí y el cumplidor lacayo llama a dos compañeros que firman como testigos.

¿Asomará el careto nuestro jefe directo para explicarnos que ha propuesto nuestro despido, no porque seamos ineficientes ni díscolos, sino, justamente al contrario, porque de esa forma trapacera cuenta con librarse de un serio competidor en sus aspiraciones personales de ascenso?

Y esos compañeros, los testigos circunstanciales que prestan su apoyo a una injusticia, y los otros que miran a otro lado mientras recogemos la foto de nuestra pareja y los niños, y una carpeta con tiras de goma, ¿serán capaces de negarse al atropello, indicando que la empresa perderá un buen empleado que no será posible sustituir sin deterioros?

Trascendamos también aquí, del concreto ejemplo. ¿Seguiremos mirando hacia otro lado ante las injusticias, los atropellos, los escarnios? ¿Nos servirá de disculpa que los afectados están lejos, que no se puede hacer nada, que otros están mejor situados o son más responsables para intervenir?

Tercera moraleja: El silencio ante las injusticias nos hace sentirnos, no solo incómodos; nos convierte en cómplices.


La fotografía que acompaña a este Comentario es, claro, la de una ruina. La tomé en la zona de observatorios de aves de Isla Cristina; cerca de esta ruina hay un viejo molino, utilizado como vivienda particular, en estado de deterioro notable.  Aún peor resulta el espectáculo en Lepe, Huelva, en la zona de marisma del río Piedras. Allí también hay ruinas, parece ser, de un viejo molino. El camino de acceso a ese observatorio estaba intransitable y, una vez que llegué, a pie, al  propio observatorio, me encontré con que estaba destruido.

Incluyo el testimonio como evidencia de que el descuido y el abandono también afectan a los parajes naturales protegidos.

Podía incluir otras fotos del mismo lugar y de más áreas teóricamente destinatarias de especial protección, que mostrarían su uso por ocupas sin permiso, o como vertederos de basuras, y soportando edificaciones ilegales o ruinosas. Es una lástima, que contrasta con la excelente protección y cuidado que se dispensa a otras áreas de las marismas en la misma Huelva o en la vecina Cádiz, gozo para los aficionados a observar la avifauna en su estado natural.

Convendría que los funcionarios de la Junta de Andalucía dieran un repaso eficiente a las zonas de la reserva, anotando las imperfecciones e irregularidades que observen y actuando para eliminarlas. Lo merecen las excepcionales características de las marismas del Guadiana, Odiel, Piedras, etc., y su potenciación para el turismo ornitológico. Hay mucho avanzado, y lugares que cabe calificar como de primera línea, contrastando con otros, incursos en un abandono o una permisividad injustificables.

 

Publicado en: Actualidad, Cultura Etiquetado como: agradables, cariño, cómplices, Frases, Lepe, marismas, Odiel, Piedras, ruinas, silencio

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