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Archivo de agosto 2018

Fervor republicano e independentista

28 agosto, 2018 By amarias 6 comentarios

Estoy pasando unos días en un pueblo costero de Catalunya, cuya Casa Consistorial ostenta la bandera independentista y a la entrada de la población se advierte que el mismo forma parte de los municipios de la República catalana.

No estamos en guerra, no hay síntomas de encontrarnos en un estado de alarma (oficial). Es cierto que las farolas de las calles principales están adornadas (?) con unos mugrientos lazos amarillos y que, aquí y allá, en algún balcón se tiende una toalla con la enseña de las barras y el triángulo azul estrellado y que se pueden avistar azoteas con esa bandera. Pero, fuera de la ostentación de fervor independentista que salta a la vista en los edificios oficiales, en los letreros indicativos y en las plazas públicas , se respira sosiego y normalidad.

He comprado todos estos días un periódico en español (generalmente, El País, a cuyos titulares estoy acostumbrado y me voy directamente a algún artículo de opinión de los amigos) y El Punt AVUÍ. Así que he podido disponer de una guía para interpretar el hecho diferencial catalán desde el presente, a la luz de los pequeños acontecimientos de la realidad cotidiana.

No hay nada nuevo, en verdad: los revolucionarios independentistas siguen con lo suyo, reclamando libertad para los presos políticos, y denunciando que en España no existe democracia, ni justicia, ni calidad intelectual ni moral, que, por mor de la casualidad cósmica, se ha concentrado en los Países Catalanes, incluida la Occitania. Los defensores del orden constitucional siguen puliendo y dando brillo a la necesidad de un diálogo con la facción catalana, en el que se puede hablar de todo menos de independencia, y lo argumentan jurídicamente de forma contundente.

Doy fe que en este hermoso pueblo tarraconés, la lengua que se oye hablar fundamentalmente en la calle, en los bares y playas, es el español. En todos los establecimientos, se habla español sin problema, incluso en los supemercados de Bonpreu, que pertenecen, me dicen, a un independentista que apoya financieramente la insurrección. Digo más: los turistas que disfrutan del paisaje, del mar y de la hospitalidad, son sevillanos, gaditanos, extremeños, aragoneses, asturianos,…Los comerciantes se lamentan de que este año ha venido mucha menos gente.

No se hacia dónde quieren llevar los independentistas oficiales a Catalunya, aunque tiendo a reafirmarme de que hay intereses muy oscuros detrás de tanto despliegue y que no van en el sentido de hacer más felices a la mayoría, ni catalana, ni española.

Permítame el lector, que desde este escrito de distensión veraniega, haga una introducción por el paisaje. En un bello paraje del Delta del Ebro, hay un mirador sobre una laguna donde crían centenares de aves. La indicación de la Generalitat de Catalunya, en ese lugar, nominado Bassa de l´Alfacada, expresa que hay que respetar la naturaleza (“Respeteu la natura” dice).

Al subir por la torreta de observación ornitológica del mencionado lugar, me topé con un mensaje, escrito en letras mayúsculas sobre una de las placas que deberían servir de protección visual. ESPAÑOLES, HIJOS DE PUTA, FORA!

Una segunda mano, diferente del autor/a, como se ve por la fotografía, que incluyo, borró parte del insulto, con un par de brochazos que parece querrían replicar el mismo color del fondo. No es un trabajo fino de limpieza, y el mensaje principal quedó patente: Españoles, fuera de Cataluña. No quiero pensar torcido, aunque no me quito de la cabeza la imagen de un funcionario de la Generalitad, repintando con una brocha la palabra malsonante, tomando la pintura de un bote en el que habría mezclado azul y blanco para conseguir, más o menos, el mismo color del cartel.

En una situación normal, la interpretación segura sería que se trata de un exabrupto producto de un adolescente desquiciado, uno de esos pobres muchachos que protestarían contra todo, y dispararían lexicográficamente como víctimas de su propia estulticia a todo valor, a falta de la madurez que aún no les ha llegado.

Quisiera borrar el mal pensamiento de que esta provocación permanente al distanciamiento con el resto de España, argumentando con mentiras y medias verdades y, sobre todo, sin perspectiva de un futuro mejor para nadie, esté  propiciado desde las instituciones catalanes, secuestradas por arribistas sin formación intelectual ni decencia moral, y se halla aplaudido por algunos funcionarios de la Administración de la región, temerosos de perder su puesto de trabajo o complacientes con la perspectiva de mejorar en él. No puedo.

Como no  puedo tampoco entender el silencio cómplice de una parte importante de la sociedad catalana, que renuncia a hablar de política con los exaltados, ni soy capaz de abstraer seriedad y no folclore instrumental de un supuesto mensaje de solidaridad de una toalla expuesta en un balcón con la expresión Libertad presos políticos.

Se ha tenido demasiada tolerancia con una forma de terrorismo instrumental y no es fácil ya detener las consecuencias sin causar destrozos en los monumentos erigidos a las deidades de la fantasía independentista, republicana y falsamente global y moderna. No es tolerable que desde la tv3 se insulte a los españoles, se haga sátira de los principios constitucionales por los que nos regimos todos los demás (y debieran hacerlo ellos), se ridiculice al ciudadano no catalán como si fuera tonto de baba o se vea a los que opinan en contrario como secuestrados ideológicamente.

No es tolerable que exista una prensa subvencionada que menoscabe la unidad de España e interprete los hechos, adulterándolos como le venga en gana, para que encajen con una filosofía de rebelión. No es posible ver tranquilamente cómo quienes deben defender las instituciones de todos y los principios de la convivencia, las mancillen con intereses partidistas y odios de clase trasnochados y rencores de patio de colegio,

Claro que las cosas se hubieran solucionado, y se solucionan, con información, diálogo y educación. Ojalá no sea tarde, después de reconocer que se ha dejado que la tensión subiera por dejación de responsabilidades y tolerancia culpable, en creencia de libertad mal entendida.

No lejos de San Carles, en Tortosa, hay un monumento que la población ha resuelto mayoritariamente, hace un par de años, conservar y que conmemora la batalla del Ebro, con un águila imperial remontando el vuelo, testimonio estéticamente hermoso aunque con resonancias dolorosas de lo que sucede en España cuando la situación de los que tienen poderes o intereses muy particulares desemboca en dos opiniones irreconciliables para ellos y las inmensas mayorías, apresadas en la escalada de tensiones,  ya no tienen opción de elegir dónde alinearse, sino solo les queda lanzarse a la batalla.


He elegido esta foto de un fumarel cariblanco (chlidonias hybrida) alimentando a su cría ya talludita. No resulta fácil identificar a los fumareles, charranes e incluso algunas gaviotas, diferenciables apenas por el color del pico o de las patas, el tamaño de los mismos o la mancha en la cabeza y garganta, según que parezca un capirote o se prolongue a lo largo de la nuca.

En fin, el observador de aves puede también contentarse con el placer de observar escenas como ésta, captada con ayuda de un teleobjetivo no muy potente, en este caso. El fumarel cariblanco es el mayor de los fumareles (24 cm). Tiene las patas relativamente más largas, y pico fuerte como los charranes. El juvenil tiene el pico rojo, como el adulto, aunque menos intenso. El plumaje nupcial se caracteriza por el vientre gris oscuro. Su voz es un grito seco, fuerte, áspero, parecido a un “crrrc”.

Publicado en: Actualidad, Sociedad Etiquetado como: bandera republicana, Catalunya, españa, fervor, fumarel cariblanco, independentista, republicano

Tierra de homenajes

21 agosto, 2018 By amarias Deja un comentario

Con ocasión de cumplirse un año de los atentados en Barcelona y Cambrils, familiares de las víctimas, autoridades de la región y del Estado y ciudadanos de distinta condición, se han reunido en un acto de recuerdo. Los media y, en general, cuantos se han referido a esta conmemoración luctuosa, lo han hecho bajo la invocación de que se trataba de un “homenaje a las víctimas”.

Venimos  realizando, no solo en España, múltiples homenajes a las víctimas de atentados terroristas, de accidentes graves (principalmente, si han causado  numerosos fallecidos) y de catástrofes naturales o provocadas. También se ha consolidado la expiación de la sorpresa y el sobrecogimiento por la ocurrencia de varias muertes súbitas en una localidad, sin importar, circunstancias, edad de los fallecidos o la naturaleza del hecho, decretando oficialmente varios días de luto en homenaje a los fallecidos.

No tengo ningún problema mental en que se homenajee a la gente, al contrario. Creo que la mayor parte de los seres humanos, en especial los nacidos sin apoyos, herencias ni dádivas, han tenido que sobrevivir bajo duras situaciones, son dignos de homenaje. En vida, preferiblemente. No deberia hacer falta morirse e, incluso, sería de desear que, si se quiere homenajear a alguien, se lleve a cabo el acto en presencia del destinatario de la distinción. Podría decretarse un día al año dedicado al Homenaje Colectivo Global.

No parecen estos homenajes encajar, ya sean de un tipo o de otro, con la primera acepción del Diccionario de la Real Academia, que se aplicaría a “Acto o serie de actos que se celebran en honor de alguien o de algo”, salvo que interpretemos (como puede ser el caso) que hacer algo en honor de alguien, estando el destinatario ya difunto y no siendo conocidos sus méritos salvo haber muerto en circunstancias desgraciada sea equivalente a tener un recuerdo hacia el. Lo que es, simplemente, retorcer el lenguaje y exagerar la intención.

Hay personas que, por su especial significación -generalmente, en el mundo de las letras, de la medicina, de la ingeniería, o por su contribución excepcional al avance de la Humanidad- son dignos acreedores de ese otro tipo de homenaje, también designado en el respetable monumento a la corrección de nuestro idioma, como una segunda acepción: “Sumisión, veneración, respeto hacia alguien o de algo.” Son escasos y, sin embargo, solemos dejarlos sin reconocimiento ni gloria, vivos o muertos.

Descarto, por supuesto, la oportunidad de recuperar el añejo significado, también recogido por RAE como tercera acepción:
“En la Edad Media, juramento solemne de fidelidad hecho a un rey o señor.” Para eso no está el horno, ya se trate de seres humanos, ideas, creencias o banderas. Tal vez, ¿algún futbolista?

Mi humilde propuesta es que recuperemos el sentido al acto de recuerdo a las victimas, en especial cuando han sido el desgraciado resultado de un execrable fanatismo, como lo que es, en verdad. Una manifestación doliente, pero firme y de repulsa unánime contra los autores del acto vandálico y sus móviles. Una Exaltación de valores éticos, sociales y cívicos. Un Acto de Reafirmación de Nuestra Solidaridad con Quienes Creen como Nosotros y un Recuerdo Doliente sin Fisuras hacia Quienes han Resultado Victimas de la Barbarie.

Un acto así, con ese significado, no puede ser silencioso. Es un grito inmenso y hay que darle expresión oral, hablada y escrita.

Publicado en: Actualidad, Sin categoría, Sociedad Etiquetado como: Homenajes

Ruidos

19 agosto, 2018 By amarias 7 comentarios

¿Notan, como yo, que hay demasiado ruido en el escenario de la convivencia? ¿Qué una gran cantidad de secundones, arribistas, deslenguados, corruptos, incompetentes, aprovechados, cínicos, pendencieros, necios… se han apropiado de  los espacios fundamentales en los medios de expresión?

Me hartan, encorajinan, duelen. Ocupan con insolencia muchos de los mejores lugares en la letra impresa,  llenan las calles con reivindicaciones egoístas, excesivas, imposibles. Se apropian de tribunas y foros y emiten opiniones infundadas desde las ondas; se alzan con voz sonora para emitir juicios bobalicones pero intocables, en los bares, las tertulias, las reuniones de empresa, los momentos para estar entre amigos.

Parecen muchos, -en todo caso, demasiados-, quienes, faltos de capacidad para discernir el alcance y consecuencias de sus dicciones y actos, se aventuran por el camino peligroso de la confrontación, usando, no la dialéctica, la comprensión o la tolerancia, sino el desprecio, la burla, el griterío y, en suma, la ausencia de respeto hacia el que discrepa con ellos.

No tengo más que una voz, no represento más que una opinión, no valgo sino un voto, pero llamo la atención sobre la forma en que se está marginando a los pacíficos, a los tolerantes, a los que mantienen como sabiduría el ejercicio de la prudencia.

En ese arca en el que se alimenta la disensión, con la estúpida pretensión de la novedad, se va directo a las bases de nuestra cultura de convivencia: se aplaude a todo el que haga burla de una religión (la católica), sin reparar en que, para la inmensa mayoría, no existe otro soporte para la -ética, faltos de formación filosófica.  Sin que convenga echar en el olvido que se critica, como postura plausible, lo que provenga de esa Iglesia, sus sacerdotes y fieles, como añejo, en tanto se procede con un respeto cerval a cuanto toque a la religión musulmana, ajena a nuestra cultura y, -sin querer entrar en polémica en este punto-, más retrasada en la evolución de las religiones por reencontrar el camino seguro de la ética universal y la necesidad de encontrar una respuesta individual al misterio de la anomalía de nuestra capacidad de raciocinio en el orden cósmico.

Por ese mismo camino de hacer gracia de lo que más importa, se critica la forma de Estado que tenemos (la Monarquía) y al actual detentador de su Jefatura, con anécdotas inventadas a mala uva, acumulando menosprecios a la persona sin darse por enterados de que se trata de una institución clave de nuestra democracia constitucional, y, como paradigma del desequilibrio mental colectivo, se aplaude con fervor infantil la situación de otros países en los que, justamente, es la Monarquía la forma como se ha dado estabilidad al Estado social.

Todo me parecería menos importante, con serlo mucho, sino fuera porque se añade al desbarajuste, una dilapidación continua de caudales de conocimientos y oportunidades económicas. Ganan los que prefieren dispararnos a los pies de la estructura económica, en vez de arrimar el hombro para construir un orden institucional sólido. No es cierto que la economía se esté recuperando, porque la verdad es que tenemos una grave disfuncionalidad, una tensión no resuelta entre capital y trabajo, entre sectores de futuro y precariedad laboral y tecnológica.

No es cierto que tengamos una Universidad de élite, sino un desbarajuste formativo. No es cierto que avancemos en investigación, ni en tecnología, ni en crecimiento empresarial, ni en oportunidades de empleo.

No lo es porque no puede crecer la excelencia en el campo de cultivo de la intolerancia, la continua discusión, las huelgas reivindicativas, las pretensiones independentistas.

Pueden encontrarse muchas razones y tampoco sería justo ver un panorama negro, porque tenemos un país de oportunidades y una población capaz de ponerse en marcha hasta la heroicidad. Pero la notoria ausencia de liderazgos en España y una excesiva presencia de pretensiones de minorías y grupúsculos, dedicados a armar jaleo y propiciar el desorden, sembrando de reivindicaciones y alegatos egoístas, nos están conduciendo por el sendero de la catástrofe.

Estamos en un estado de malestar, no de bienestar. Y en ese caldo de cultivo, tenemos, otra vez, activas en su bulle bulle, la dos Españas. La que me hiela el corazón hoy es la que se mueve en la ignorancia de la Historia y en la añoranza de páginas que hicieron grave daño a los que tuvieron que vivirlas en primera persona.

Ni Casado, ni Torra, ni Sánchez, ni Iglesias, ni Garzón, ni Rivera, ni Díez, ni Perico de los palotes ni el pato Donald van a solucionarnos la papeleta. No saben, no pueden, no quieren. Necesitamos estabilidad, ya. Y esa solo se consigue con una mayoría capaz de gobernar con tranquilidad, conocimientos y criterio, asentada en lo real, no en suposiciones, inquinas o quimeras.

Conseguir esa mayoría de Gobierno no es cuestión de tiempo, sino de voluntades. Tengo solo un voto, una voz, una opinión, pero lo que yo deseo es que este país en el que vivo y al que he dedicado toda mi vida se ponga de acuerdo en tirar, en lo fundamental, hacia delante. Sin trampas, sin antojos.


Esta pareja de abubillas (upupa epops) fue fotografiada en el Pardo, en los jardines de lo que fue residencia de un Jefe de Estado que se aupó a esta posición después de una guerra civil, originada por un levantamiento militar contra el orden constitucional. Muchos de nosotros, los españoles de hoy, fuimos niños en esa postguerra.

El nombre latino de la abubilla hace referencia a su voz (un sonoro puup-puup-puup), que puede confundirse con un ladrido. Los dos sexos son indiscernibles, y de una belleza sin discusión.

 

Publicado en: Actualidad, Política Etiquetado como: abubilla, democracia, discusión, guerra civil

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