(Continúa aquí, y finaliza con esta segunda entrega, el Epílogo de “La Granja Humana”, una ficción con indudable parecido con la realidad, cuyo título completo para la versión inglesa sería: “The human farm: a factory of hopes, welfare, poverty and delusions”)
Quinta orientación: Fortalecer las políticas mejorando la competencia de los políticos
De la lectura del epígrafe, no pretendo que se interprete, sin más, que los políticos de la jaula hispana son incompetentes. No tendría razones para afirmar algo así, y, desde luego, “no los conozco a todos”.
Por ello, la afirmación del presidente actual del Círculo de Empresarios, mi compañero de profesión en la ingeniería, Javier Vega de Seoane, de la que ignoro el contexto exacto, aunque pronunciada en relación con la falta de acuerdo tras las elecciones de diciembre de 2015 (“Si los partidos políticos funcionaran como las empresas, cambiarían de líderes tras un fracaso como éste”) me parece poco afortunada, porque parece una indicación a que las empresas deberían ser el modelo a seguir por la política.
En cualquier caso, en todas partes cuecen habas, como dice el dicho, (y en la mía, a calderadas, como reza la obligada continuación del dicho popular).
Sin desviar la atención hacia otros colectivos, el silogismo admitido es que la política es cuestión delicada que exige una especialización y que, por tanto, debe encomendarse su ejercicio a un tipo muy concreto de profesionales: los políticos.
Hay, al menos, dos razones para estar en desacuerdo: una, de base genérica. Para hacer algo bien, además de conocimiento y dedicación, hace falta experiencia. Tanto da que se trate de empresarios, políticos, médicos, comandantes de aeronave o… maestros soldadores. Para llevar a cabo con solvencia la gestión pública, los competentes naturales deberían ser los funcionarios de cada una de las ramas de actividad de las Administraciones, quienes, con los años, serían quienes pueden acreditar la experiencia práctica. Los políticos, por supuesto, pueden llegar a acumular una importante y específica experiencia, pero en cuestiones que poco tienen que ver con la gestión de la cosa pública, y sí con el desarrollo de su capacidad de convicción, su éxito como vendedores.
Como segunda razón, no comparto la práctica institucionalizada de considerar el acceso a los puestos clave de la gestión pública, como un premio para los políticos. Cuando los partidos consiguen cuotas para nombrar puestos de responsabilidad en los poderes públicos, y cuando éstos son de libre designación, echan mano prácticamente en exclusiva de personas que desde su más tierna juventud se han dedicado al ejercicio de la política. Los convierten, como reconocimiento, en ministros, consejeros de comunidades autónomas, presidentes de empresas públicas, directores de organismos dependientes de las Administraciones, embajadores, asesores municipales, etc.
El efecto derivado de esta estrategia de pura naturaleza excluyente es que el valor de cambio del político en el mercado laboral queda abrillantado por la experiencia adquirida como gestor de los intereses públicos, y especialmente, por el conocimiento adquirido desde la torre de mando de los entresijos de la Administración, robustecidos por la información confidencial que proporciona esa posición. La teoría viciosa de las puertas giratorias viene a confirmar que no son excepcionales las incorporaciones de ex altos cargos a alguno de los grupos privados con los que se relacionó mientras se mantuvo en ellos, sin que tampoco me apetezca descartar a los políticos con tan excelsa capacidad que pueden culminar su carrera académica, obteniendo doctorados o cátedras, mientras ejercen la -en teoría- absorbente función de gestionar lo de todos.
Ni siquiera estoy de acuerdo en que, por pertenecer a un partido concreto, se está mejor cualificado para cumplir el programa -si existe éste- con el que se ganaron las elecciones. En el ejemplo de la empresa, al que ahora sí vuelvo, los mejores gestores no son los herederos de los fundadores de la misma y, en puridad, ni siquiera los que tuvieron la idea y la lanzaron al éxito. Aquello de :”Soy un buen político porque lo que hago es política, y lo vengo haciendo desde muy joven” es un oxímoron, una falacia por petición e principio.
Debería de prevalecer, justamente, la tesis contraria. Tendrían que ser aquellos profesionales, que hubieran ejercitado su competencia en el sector privado, los que en un momento de madurez, vencida la etapa de aprendizaje, encontrasen en el acceso a un puesto público, su consagración al servicio de la sociedad. En beneficio de todos. Una puerta giratoria, al revés.
Apuesto doble contra sencillo a que se encontraría de esta forma una solución más adecuada al problema de credibilidad que tiene planteado la jaula hispana, y que puede agudizarse más. Porque la frustración de expectativas provocada por la grave crisis económica va agravarse aún, por la ignorante difusión de mensajes supuestamente salvíficos que carecen de viabilidad, emitidos por aquellos que tienen poca idea de cómo funcionan los entresijos de la Granja ni valoran las capacidades reales de la jaula hispana para encajarse u oponerse a ellos.
Sexta orientación. Detectar las líneas de desarrollo más adecuadas en relación con las ventajas comparativas, ya sean naturales o generadas
Ni qué decir tiene que el descontento de una parte importante de la población española tiene serios fundamentos. Casi nadie protesta por diversión o porque le paguen por hacerlo. Los millones de votos conseguidos por la formación de Podemos, o el núcleo fiel de la Izquierda comunista, son reales, serios y no provienen de aves antisistema. En absoluto. La crisis es real, y es duradera. Y si las protestas se dirigen contra la forma de Estado, la Constitución, las entidades financieras o los partidos que gobernaron hasta ahora, no es mala fe. Es mucho peor: es por ignorancia.
La recuperación económica, en términos de generar los millones de puestos de trabajo que se han perdido por la crisis, será imposible si no se alimentan líneas de desarrollo de mucha fuerza, que deben crearse o potenciarse en relación con el contexto de otros intereses en la Granja global. Además, debe tenerse muy presente que no basta con que se mejoren las cifras de beneficio de las cuentas de explotación empresariales, o se presenten incrementos de sus facturaciones anuales. Hay que analizar a qué se deben: si conseguidos por aumento de las exportaciones, o por haber desplazado a las empresas que empleaban metodologías tradicionales con tecnologías más eficientes, o por compra de otras empresas. Algo muy distinto de construir un entramado industrial alternativo en pocos años, que tape los graves agujeros causados por el boom (esto es, el estallido) inmobiliario y la brusca detención de la carrera alocada de planes públicos de mejora de las infraestructuras.
Siempre que reflexiono sobre la teoría -de base bíblica- de los ciclos económicos, y recorro, en ejercicio mental o literario, las múltiples explicaciones sobre los mecanismos que hacen alternar los momentos de recesión con los de esplendor, me pregunto por qué hemos convertido en un misterio algo que tiene una justificación técnica sencilla.
A nivel de Granja, el crecimiento del Producto Interior Bruto Global de la Granja se encontrará sistemáticamente con la resistencia que ofrecen los explotados o más perjudicados ante los que procuran concentrar para sí los máximos beneficios. A mayor resistencia, el ciclo será más largo, las oscilaciones más atenuadas; si las perspectivas de beneficio son altas, la avidez por hacerlo efectivo, mayor, y el ciclo será más corto pero con superiores tensiones. La producción de la Granja sufre continuos impulsos que le hacen parecer una cuerda sostenida por sus extremos por dos infantes jugando a provocar movimientos ondulatorios por pura diversión.
Además, el asunto de fondo no es ése. El crecimiento en términos económicos del PIB de la Granja ya no sirve para medir el aumento de bienestar en muchas áreas. Los aproximadamente 80 billones de dólares/año en los que se calcula aproximadamente su valor total (en 2015), están muy desigualmente distribuídos: Estados Unidos, Europa y Asia Oriental (China y Japón), concentran, por partes iguales, más del 70%. porque los índices Puede parecer una afirmación a algunos evidente y a otros, controvertida. Si algo cabe esperar es que, en el corto plazo, Estados con economías que venimos llamado emergentes, presionarán sobre los Estados con economías derivadas hacia el sostenimiento de la economía de bienestar, que se hará imposible. También las corrientes migratorias dejarán de poder ser contenidas con policías de frontera, concertinas y mamporros. No será posible seguir generando guerras y episodios de desentendimiento entre etnias, religiones o castas donde apetezca a quienes ahora tienen interés en controlar La Granja.
Me apetece citar a un teórico sobre cuyas teorías ha llovido mucho, aunque la frase tiene aplicación para poner en evidencia la debilidad de los planteamientos globales en La Granja (« Pour découvrir les meilleures règles de société qui conviennent aux nations, il faudrait une intelligence supérieure, qui vît toutes les passions des hommes et qui n’en éprouvât aucune… Il faudrait des dieux pour donner des lois aux hommes. » Jean-Jacques Rousseau, Du Contrat Social).
Si a nivel global, comparto la opinión de que no hay mente humana capaz de predecir hacia dónde irá la Humanidad, sin embargo, encuentro mucho más sencillo elegir las líneas de orientación para un país intermedio, como el de la jaula hispana.
La timorata aplicación hispánica de los amplios conceptos de “libertad de mercado” y “capitalismo liberal” ha restringido las intervenciones desde el Estado sobre la economía o, más bien, las ha desplazado a un maremagnum sin ton ni son de decisiones tomadas, en su mayor parte, desde las Autonomías regionales. Ha sido un error mayúsculo que tuvo (y tiene, porque el mal prosigue) efectos perniciosos sobre la economía real, y ha causado un despilfarro de recursos. Las Sociedades de Promoción Regional, los Institutos de Desarrollo autonómico, la parafernalia de instrumentos para fomentar la iniciativa local, sirven para muy poco, y por razones fáciles de entender, en realidad.
Sin orientación desde arriba, no es de esperar que las iniciativas privadas sean capaces de proponer emprendimientos con valor diferencial: saldrán muchas peluquerías, instalaciones de despiece de conejos, fabricantes de queso o pan artesanal, cooperativas de tres al cuarto y, en el menor de los casos, petición de ayuda para implantación local de multinacionales que lo que agradecen, pero no necesitan para ganar aún más dinero es un terreno barato y publicidad ya sea para su casino, la nave de ensamblaje de componentes o la instalación para productos químicos más o menos contaminantes.
Soy partidario de la definición de sectores preferentes para la jaula hispana. Somos, al fin y al cabo, un país intermedio, sin apenas recursos naturales (salvo el sol, el agua y un legado histórico monumental relativamente bien conservado, pero de mantenimiento costoso). Esos sectores preferentes podrían ser: el energético (con dedicación especial a las energías no contaminantes y renovables), los materiales especiales (cerámicos, aplicaciones del grafeno, muy alta resistencia y comportamiento ante solicitaciones extremas, etc.), transformaciones de productos agropecuarios de mayor valor añadido (y su distribución), diseño industrial con incorporación de valores ergonómicos, seriales, etc. y, por no hacer la relación muy larga, la concepción y elaboración de productos farmacéuticos y biomédicos (con orientación positiva hacia la gerontología o enfermedades especiales o raras)
Impulsar empresas y proyectos en las llamadas nuevas tecnologías (TICs) es, no ya una posibilidad, sino una obligación ineludible para un país que pretende recuperar, y no desea volver a perderlo el contacto con la élite tecnológica.
Cuando pienso que el “sector de defensa” -es decir, la fabricación de armamento- ha sido y es uno de las bases del desarrollo tecnológicos de Estados Unidos, Canadá o Israel, me pregunto, a fuer de pacifista (pero no ingenuo) por qué no hemos conseguido conectar de forma fluida, directa, absoluta, la industria del sector en la jaula hispánica -incluido su centro de investigación muy cualificado, el INTA (1)- con el resto de sectores industriales “civiles”. Las tecnologías de comunicaciones e información ofrecen una estupenda oportunidad de enlace entre lo civil y lo militar que ayudaría, además, a encajar la carrera de muchos profesionales del Ejército en la vida civil, cuando terminara su servicio activo.
Séptima orientación. Revisar, con visión trasversal, el funcionamiento de la administración pública, del poder judicial y, en general, de todos los instrumentos de acción del Estado
A nadie le gusta que le juzguen, y a los jueces, menos. Pero es hora de indicar que la independencia del poder judicial tiene que ser revisada. Una cosa es la no injerencia en la función de administrar la Justicia, que es aplicación profesional de la legislación, y otra muy distinta, impedir que la labor profesional de los jueces no pueda ser juzgada por criterios externos, neutrales y objetivos, no empañados ni por el respeto a los órdenes superiores de la carrera judicial o por la prohibición -más de uso que de fuero- de emitir juicios sobre los jueces.
Ha de ser posible, y sin cortapisas, enjuiciar, no solamente las Sentencias de cualquier orden judicial -labor que, por fortuna, es cada vez más frecuente, perdido el miedo a criticar a magistrados de los Tribunales llamados superiores, incluido el Supremo-, sino a los jueces. Saber los porcentajes en que las Sentencias de un juez o Sala son revocados o revisados por el orden superior. Abrir el debate opinión sobre los comportamientos en los foros, permitiendo la expresión, no anónima, sí fundamentada, acerca de lo que se ventila en los foros. Porque, aunque las vistas son, en general, públicas, el público no asiste a ellas, más que cuando alguna circunstancia puramente morbosa hace un proceso mediáticamente atractivo, sin nada que ver con la administración de Justicia.
Lo dicho para los jueces, para los que es exigible una estructura no judicial que supervise, de manera independientemente y con transparencia hacia la opinión pública, las actuaciones de los jueces y magistrados, obligando así a un control externo muy aconsejable de esta función del Estado moderno que Montesquieu distinguía, de forma arcaica, como uno de los tres poderes independientes, vale para toda la administración pública. No basta el Congreso de Diputados y, en buena medida, tampoco serviría para lo que es necesario hacer que la eficiencia de la Adminstración tenga parámetros medibles, individualizados y…públicos.
En relación con la administración de Justicia en la jaula hispana, una cuestión fundamental y, debido a su complejidad, arrumbada, es la revisión de las penas previstas en el Derecho Penal, relación con la gravedad de los delitos -las disparidades e incongruencias son notables-. Otra, no menos importante, es el abrir el debate acerca de los cometidos pretendidos -no los fantasiosos, ingenuos o voluntaristas- por la reclusión de los penados: ¿simple reclusión como castigo? ¿verdaderamente procurar la reinserción del penado? ¿para qué sujetos, en qué casos y de conformidad con qué delitos?
Finalmente, y por cerrar este capítulo, debería reordenarse la tremenda complejidad de las leyes y normativas de determinadas áreas, empezando por la ambiental y siguiendo por el derecho urbanístico y deteniéndose con cinturón y tirantes de la calma más resistente, en el laboral. Demasiada disparidad, redundante o contradictoria complejidad, que hace imposible la aplicación correcta del principio “dame los hechos, que yo (el juez) te aplicaré la ley correspondiente”. ¡Si cada día surgen unas cuantas decenas de disposiciones en algún lugar legiferante de la jaula hispana! Basta tomarse la molestia de estudiar las modificaciones, revisiones, anulaciones y remisiones de una Ley cualquiera, para entender que el orden jurídico está lleno de lagunas, posibles superposiciones de criterios de aplicación presumiblemente contradictorios y, en fin, huecos para la interpretación abierta de lo reglado…
FINAL
Termino aquí este relato sesgado, seguramente pretencioso, genuinamente superable, de la Granja Humana, con especial detención en la Jaula Hispana y claro sesgo hacia el momento actual. Me hubiera gustado ser Tony Judt para sacar más enjundia al panorama descrito y poder terminar este relato con algo parecido a esta conclusión: “Sea el que fuere, el nuevo orden de la Jaula hispana, estará siempre unido a los signos y símbolos de su pasado, y su propia concepción como impulsora de renovadas ilusiones, constituye un éxito notable. Para que los españoles conserven ese vínculo vital con sus antecesores, para que el pasado siga proporcionando al presente un contenido que no sea únicamente reprobatorio y se constituya en un objetivo moral y alimente metas con futuro, habrá que enseñárselo de nuevo a cada generación. Porque cada nuevo orden que se imagine en la Jaula, puede que se considere una completa renovación, una destrucción absoluta de lo anterior, pero por innovadora que se crea la respuesta a la Historia, siempre estará vinculada a ella, y jamás podrá borrarla ni sustituirla.” Pongo entrecomilladas las frases, pero el lector de Judt podrá detectar que me he inventado gran parte del contenido. (2)
Madrid, 15 de mayo de 2016
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(1) El repaso a la situación actual de los centros de investigación que “fueron en otro tiempo Italica famosa” es desesperante: falta de medios, de personal investigador de recambio, de ilusión u objetivos: CSIC (Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja, Cebtro de Automática y Robótica, Centro Nacional de Investigaciones Metalúrgicas, Instituto Nacional del Carbón,…)
(2) Tony Judt, “Postguerra, una historia de Europa desde 1945” Ed. Taurus, 2006