Mañana, día del Libro, se cierran las Jornadas Científico-Humanistas en Homenaje a Emilio Alarcos Llorach, cundo se cumplen los cien años de su nacimiento. La “Semana Magna del Centenario”, organizada por la Cátedra que lleva el nombre del filólogo, se ha desarrollado con el lema: “Bajo el signo poliédrico del filólogo y maestro” y han contado con el patrocinio de la Universidad de Oviedo y la participación de decenas de alarquianos, entre alumnos, admiradores y seguidores de las enseñanzas de quien fue el introductor, aplicador y difusor del estructuralismo en España.
He sido alumno -reconozco que nada brillante- de Emilio Alarcos, en tiempos en los que tenía por ayudante a Josefina Martínez Alvarez, que había sido su alumna y con la que se casaría unos años más tarde, y hoy directora de la Catedra Emilio Alarcos. Yo, con la carrera de Ingeniero de Minas recién terminada, era profesor de Algebra en la Escuela Técnica y me había inscrito (tenía matrícula gratuita, por mi condición académica) en Filosofía y Letras… por amor.
No tenía mucho tiempo libre. Debía compaginar mi trabajo en Ensidesa con mis horarios de clase como docente, pero gracias a esa fórmula, pude estar más tiempo con mi futura esposa y asistir a algunas lecciones.
La Facultad de Filosofía de Oviedo tenía entonces una altura académica sin rival. Emilio Alarcos, Gustavo Bueno, Vidal Peña, Carlos Cid, entre otros muchos, fueron a la vez artífices, cómplices y sufridores del ambiente especial que se generó en aquel reducto singular, en donde se estaban gestando y puliendo personalidades como Amelia Valcarcel, Francisco García Pérez, María Luisa Alvarez de Toledo, Gustavo Bueno hijo, …, por citar solo a algunos de nuestros amigos de entonces.
Pasó el tiempo, y las vidas de Emilio Alarcos y Josefina Martínez tuvieron un entronque especial con las de mi padre, Angel Arias y su segunda mujer, María Isabel, que era prima de Josefina. Esa circunstancia facilitó muchas vivencias comunes para ambas parejas, y los varones se hicieron muy amigos. Mi padre y Emilio tenían la misma edad, una afición y curiosidad por casi todo, en especial por la música, disponían de una inteligencia privilegiada, adobada con espíritu crítico y socarronería.
En cierto modo, además, las formaciones universitarias de los cuatro se complementaban: dos brillantes químicos y dos estudiosos de la creación literaria.
Esa amistad tuvo también reflejo especial en que mi padre fue el padrino de Confirmación de Miguel Alarcos Martínez, hijo de Emilio y Josefina. La personalidad emergente de aquel niño debió calar hondo en el selecto criterio de mi padre, porque mi hijo Miguel, recuerda que, cuando llamaba a su abuelo, éste (puede que por hacerle de rabiar), algún día le preguntó: “¿Qué Miguel? ¿Miguel Alarcos?”
A poco de fallecer mi padre, Emilio y Josefina estuvieron en mi casa de Madrid. Fue un momento muy grato para todos. Yo tenía varios libros de Alarcos en casa, tomé aquel en el que había analizado la poesía de Blas de Otero, y le pedí que me lo dedicase. Sin dudar, escribió en la primera página: “A Angel Arias II, en el misterio de la amistad heredada de su padre”.
No tardó mucho tiempo en irse también Emilio Alarcos. Junto a una carta de condolencia a Josefina, envié un poema a Miguel Alarcos. Pasó aún más tiempo.
Cuando presenté mi libro de poemas Sonetos desde el Hospital, le pedí a Miguel Alarcos que hiciera la presentación en la librería Cervantes y, si le apetecía, un análisis del poemario. Miguel me demostró un afecto y una altura intelectual que me dejó desarmado y…encantado. Hizo el análisis de algunos de mis poemas (“como lo hubiera hecho mi padre”, me indicó), puso música a varios, y hasta escribió un acrónimo con mi nombre (que era el de mi padre) lleno de sugerencias y cariño.
Fue el comienzo de una amistad especial. Que perdura, se intensifica y se complementa con más y más detalles y anécdotas con el paso del tiempo. En el misterio de la amistad heredado de nuestros padres.
En el afecto a Josefina, una mujer llena de sensibilidad e iniciativas.
La enfermedad me impidió asistir al homenaje a la memoria de Emilio Alarcos. Hoy, en el Día de la Tierra, envío mi afecto a esa familia con la que me unen tantos recuerdos, mejores palabras. La música, la poesía y la magia de lo imperecedero.