Dame esa noche mía, nuestra, que cada noche ronda por tu cuarto,
se sienta sobre la cama donde tú no puedes dormir,
te toca, te sacude con violenta emoción, te urge
y te susurra al oído palabras que te inquietan, dulces presagios
de cosas que tardan en llegar, gestos nunca aprendidos
con que tus brazos y piernas amagan arañando el vacío…
Dame esa noche mía, antes de que el tiempo la haga inútil para siempre,
la marchite como tú sabes qué, la enredadera
donde hundo mis manos como un lago nocturno iluminado.
Ofrécemela ya. Ni tú ni yo podemos esperar a que otras noches
se vayan malogrando, porque esta noche mía, nuestra, que cada día se forja
y tiende sus soledades en tu cama, alisa con suavidad tus sábanas,
rebulle, emboza la riqueza que celosamente guardas, esa noche,
se rompe conmigo cada vez que me la recuerdas mañana.
(De Absueltos de todo don, KRK, 1989, Poema 23, Angel Manuel Arias)