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La guerra que entró en el patio trasero de nuestra energía

16 julio, 2022 By amarias Deja un comentario

He recibido ayer, 15 de julio de 2022, el último número de la revista ENTIBA, editada por el Colegio de Ingenieros de Minas del Noroeste, y de la que soy orgulloso fundador y miembro de su Consejo Editorial. Para ella escribí el Editorial, como vengo haciendo para los más de cien números que se han publicado. Aunque lo envié a imprenta hace ya más de cuatro meses, sigue siendo de actualidad y, una vez que alcanza difusión por la revista, me siento libre de publicarlo aquí.

El violento ataque de la Rusia de Vladimir Putin a Ucrania ha conmovido los cimientos del derecho internacional, obligando a la revisión de las relaciones económicas que la globalización había hecho transcurrir por una fase optimista de bonanza.

Con la guerra ha reaparecido bruscamente la polaridad entre dos maneras muy diferentes de entender la regulación de la convivencia, -democracia o dictadura del Estado-. Ha saltado por los aires la apacible teoría de que los conflictos geopolíticos en Occidente podrían ser civilizadamente resueltos por cauces diplomáticos y que, como un gran marco protector, la fluidez de los intercambios económicos y tecnológicos garantizaba la paz y el entendimiento entre los pueblos, independientemente de la organización de sus Estados.

China y Rusia han aparcado sus diferencias, fortaleciendo sus relaciones. La primera, consolida rápidamente su poder en Asia, mientras el gobierno de Moscú dirige su mirada expansiva hacia Europa, dentro del sueño de recuperación de la Gran Rusia que alimenta la ambición del Kremlin. Por su parte, Europa y Estados Unidos actúan conjuntamente, apoyando a Ucrania frente a las ambiciones territoriales de la Rusia de Putin.

El mercado de la energía como protagonista

No parecía imaginable, hace apenas unos meses, que una situación de guerra abierta pudiera darse en Europa, y que su territorio se convertiría, otra vez, en el campo singular de una ambición de expansión dictatorial. En 2022 ha quedado ensombrecido el panorama cercano con una contienda que parece estar desarrollándose con recursos bélicos conscientemente limitados pero sin límites éticos, y que ha provocado miles de muertos -militares y civiles- y millones de fugitivos que se ven obligados a abandonar sus casas para escapar del escenario de destrucción y barbarie.

La escalada de tensión que atenaza el mundo tardará años en resolverse. Pero, Al margen de cualquier juicio ético y político, impulsado al primer plano como esencial protagonista inmediato, se encuentra el mercado de la energía.

La preocupación anterior era tratar de contener la subida de los precios energéticos y de su principal derivada, la energía eléctrica. A partir de la situación creada por la guerra resulta imprescindible introducir en la ecuación energética, la disponibilidad y fiabilidad de las fuentes. Aunque el gas de origen ruso siga apareciendo como una opción técnicamente cómoda y factible (y, desde luego, deseada por el Kremlin), la perspectiva ética obliga a cuestionarse seguir financiando el régimen de Putin con divisas europeas.

Hacia la autarquía

En la actual situación, ya no se trata de elegir entre las fuentes de energía para reducir costes o reducir la contaminación, sino que la prioridad es garantizar el suministro. Para obtener un precio asequible, en especial, al consumo de las familias y de las empresas más dependientes del recurso, los Gobiernos echan mano de reservas y subvenciones. Si bien no cambia la directriz general señalada por la contención de la amenaza del cambio climático, la búsqueda de la mayor independencia energética, incluso a nivel de cada país europeo, reorienta las decisiones.

No es cuestión de dudar sobre qué hacer a medio y largo plazo. Con la tecnología actual, independencia energética y sostenibilidad ambiental equivalen esencialmente a apostar sin reservas por el desarrollo de energías renovables y, en aquellos países en los que no se ha levantado un veto más ideológico que técnico a esta fuente, contar con la producción de las centrales nucleares. En el microcosmos energético, ante una perspectiva duradera de altos precios y posible escasez, se trata de conseguir también mejorar la descentralización hacia los consumidores menores y reducir el consumo total de energía.

La producción de electricidad y la referencia a sus costes marginales está directamente inmersa en el debate, en el que se han resucitado algunos axiomas. Las centrales nucleares pueden trabajar a costes marginales inferiores que las que utilizan gas. Aunque no se le ha concedido al carbón ninguna opción de sostenibilidad en la Unión Europea, (a pesar de los avances para captación y almacenamiento de CO2), no se descarta tampoco la reapertura de minas de carbón durante un período corto. Necesidad obliga.

Los defensores del abandono de la energía nuclear en Europa encuentran un escollo insalvable. La posición de Francia es decididamente favorable a mantener la energía nuclear como fuente fundamental para su suministro energético. Consciente de esta situación, el Reglamento Delegado de la Comisión Europea, al completar el Reglamento 2020/852, y establecer las actividades económicas sostenibles desde el punto de vista medioambiental (la Directriz de taxonomía) apoya el mantenimiento de las centrales nucleares. Las centrales nucleares pueden ofertar con beneficio por encima de 40 euros Kwh, y actuar como amortiguadoras de precios frente a las centrales de gas.

El gas como elemento clave del escenario energético

La guerra encontró a Europa desprevenida. No estaba preparada para abordar una crisis de suministro del gas. La dependencia energética de Europa respecto al gas lo ha convertido en protagonista principal del momento. El consumo de gas natural en el mix energético primario en la Unión Europea fue del 83,5% en 2020. Aunque la Federación Rusa sólo produce el 16,6% del gas mundial, la mayor parte de ese gas se destinaba a Europa y, más específicamente, a Alemania e Italia. La Agencia Internacional de la Energía tiene registrado que en 2021 la Unión Europea adquirió 155.000 millones de metros cúbicos de gas natural a Rusia (1.760 Twh, utilizando la conversión de 1 m3 igual a 11,33 kwh), un 40% de su consumo total de combustible.

Ha sido puesta en evidencia la capacidad regulatoria de los mercados, animando a revisar el cálculo marginalista de los precios de la electricidad. La subida de los derechos de emisión del CO2 cuando los precios del gas o del petróleo son altos, queda interferida cuando los precios se hunden o el mercado se mueve en carestía, y la inercia no favorece la conexión de las energías renovables.

También se pueden sacar enseñanzas de la evolución de los precios del petróleo en el pasado. En los últimos veinte años, solo en tres ocasiones subieron por encima de los 100 dólares/barril, cayendo luego a los 30 dólares/barril. Si se considerase la evolución a largo plazo, se podría fijar la tendencia para el incremento de precios para el gas, el petróleo y el carbón. Podría adoptarse, al margen de los mercados, un razonable el 5% anual de incremento, si los Gobiernos equilibraran los precios reales de mercado, con impuestos o subvenciones. Los inversores y los particulares podrían planificar sus decisiones energéticas con riesgos soportables.

En el corto plazo, la disputa por las fuentes de energía primarias se ha desatado y el nerviosismo se ha adueñado de los mercados. A comienzo de la guerra, los precios de las fuentes energéticas rusas bajaron, en tanto que en los de otras procedencias, subieron. El petróleo tipo Brent alcanzó los 120 dólares barril marcando una diferencia con el de origen ruso de 30 dólares barril. La acción de Estados Unidos, bombeando más gas propio al mercado y vetando el ruso tuvo un papel relevante, junto a la disminución de compras por parte de Alemania. A esa situación creada tampoco estuvo ajena la actitud de Gazprom de limitar sus suministros al estricto cumplimiento de los contratos, retirando la opción de adquirir gas en operaciones spot. Aumentó la presión sobre los precios favoreciendo la sensación de escasez en los mercados.

Se vivió un espejismo eufórico. Europa estaba convencida de haber superado la pandemia vírica, la economía se encontraba en vías de recuperación y se precisaba más energía y de manera urgente. El gas pasó de los 98 dólares en junio de 2021, a máximos superiores en el primer trimestre de 2022, aun cuando los efectos de la guerra apenas se habían manifestado, en los contratos a futuro negociados por la plataforma Title Transfer Facility (TTF). Los del petróleo han seguido el mismo sendero.

La trampa del mercado funcionó en perjuicio de los que actuaron con confianza en él. Los intermediarios, que habían utilizado al máximo la capacidad de almacenamiento, cuando los precios parecieron estabilizarse, al entender que se estaba volviendo a la situación anterior, prefirieron no mantener llenos los depósitos.

Futuro muy abierto

Incluso aunque se produjera un acuerdo que diera fin a las hostilidades bélicas, el futuro energético permanecerá incierto. Se hace imprescindible revisar la fiabilidad de los suministros exteriores y atender al mayor uso de las fuentes propias, incluso aunque hubieran sido desestimadas por contaminantes. El temor al desabastecimiento ha puesto en entredicho los objetivos de emisiones vinculados a detener el calentamiento global.

Resulta imposible, en la revisión del contexto, no recordar la manifestación de la ex canciller Angela Merkel que expresó, en varias ocasiones, que Putin era un socio fiable y, en consecuencia, hizo descansar en el suministro de gas desde Rusia la parte fundamental de las necesidades energéticas de Alemania, suprimiendo las fuentes propias que significaban el carbón y la energía nuclear. Al comienzo de la guerra, el país que es locomotora del crecimiento europeo y referencia para España en el sector energético, paralizó el proceso de aprobación final del gasoducto Nord Stream 2, pero no puede dejar de comprar gas a Rusia, porque carece de alternativas de suministro suficientes.

La situación en España

España no está muy afectada por el corte de suministro ruso, pues supuso apenas 36.119 GWh, representado el 8,7% del total, por detrás de Argelia (42,7%), Estados Unidos (14,4%) y Nigeria (11,4%), según Enagás. Sin embargo, en este patio de vecindad se ha cruzado el desencuentro con Argelia y las siempre difíciles relaciones con Marruecos, además de la incorporación de Italia como socio preferente para el gas argelino, que ha debido buscar alternativas, ya que el 45% del gas que consumimos proviene de Rusia.

Nuestro país tiene una situación especial, por la capacidad para generar energía de fuentes alternativas, aunque el abandono de la energía nuclear con centrales que aún no han terminado su vida útil y la necesidad de buscar un depósito para los residuos nucleares (que costará en las últimas evaluaciones, por encima de los 20.000 millones de euros) pone énfasis sobre la falta de coherencia en los planes energéticos seguidos hasta ahora, que ha supuesto inversiones fallidas o no rentabilizadas, con un exceso de fuentes disponibles, pero con fuerte dependencia del gas natural.

La decisión política de no utilizar la disponibilidad de gas de lutitas (mediante la técnica del fracking) reaparece en este escenario como inconsistente, pues se ha calculado, en informes apoyados por el Consejo Superior y por compañeros especialistas, que tenemos más de 1,3 billones de m3 de reservas, que podrían cubrir más de 40 años de consumo. El gas que Estados Unidos, a un precio de su conveniencia, está enviando para cubrir las carencias actuales, tiene, justamente, la procedencia cuya extracción aquí se ha vetado.

Apelar a la reducción del consumo

Como la modificación de las fuentes de suministro energético no puede ejecutarse de inmediato, se ha vuelto la mirada hacia la necesidad de reducir el consumo.

La Agencia Internacional de la Energía (AIE) ha planteado a la UE varias medidas de ahorro para reducir en algo más de un tercio (50.000 Mill. m3) las importaciones de gas ruso en un año. Esta cantidad está próxima a los 38.000 m3/año que figura como nuevo compromiso de suministro de Gazprom a China, a través de un nuevo gasoducto que atravesará Mongolia. La Agencia ha defendido la adopción de medidas inmediatas para reducir en 2,7 millones de barriles diarios para paliar la falta de suministro, enunciando 10 medidas que requerirán cambios en el comportamiento de los consumidores, y el apoyo de medidas gubernamentales.

No son propuestas cuya enunciación resulte ni agresiva ni inalcanzable. Abarcan desde reducir los límites de velocidad en las autopistas en 10 km/h, aumentar el teletrabajo a 3 días a la semana, favorecer el uso compartido de vehículos, mejorar la eficiencia en el cálculo de los fletes de camiones en el tránsito de mercancías, sustituir por trenes nocturnos el transporte por avión, evitar los viajes de negocio no imprescindibles y apoyar el uso de vehículos eléctricos.

Además, la AIE aconseja al Ejecutivo comunitario que maximice las fuentes de energía de bajas emisiones, acelerando el despliegue de la energía solar y eólica, incluyendo el aplazamiento del cierre previsto de centrales nucleares.

La búsqueda de soluciones transitorias

No deberíamos dejarnos engañar por lo vistoso de las soluciones transitorias. El recuso al gas licuado puede ser una opción provisional, pero está vinculado a inversiones muy importantes, como la construcción de terminales y tuberías, que no se pueden erigir de la noche a la mañana. Alemania, el principal perjudicado por la guerra y la decisión de dificultar al gobierno ruso su financiación, ha vuelto sus ojos a Catar como alternativa, está también revisando la situación con Noruega. Los campos noruegos están lejos de agotarse -con unas reservas probadas de 1,5 billones de m3 de gas- pero las tuberías existentes están sobrecargadas y faltan terminales en la zona.

La sensibilidad pública europea, alimentada por voceros tremendistas, mira la explotación de las bolsas de gas en terrenos propios con recelo. Holanda empezó la explotación en 1960 de la gigantesca bolsa de gas de Groninga, a una profundidad de 3.000 m, en una formación de arenisca porosa tipo rotlliegend. A mediados los noventa, al producirse la subsidencia de varias capas, se detectaron centenares de sismos que obligaron a que el gobierno ordenara a la empresa Shell cerrar el campo antes de 2030.

 

Conclusión

El debate sobre las fuentes energéticas se ha reabierto en Europa, con la guerra como excusa y fundamento. Sería de desear que estuviera, al fin, sostenido por criterios técnicos que, unidos a valoraciones ambientales objetivas y a serios cálculos económicos, consiguiera tratar una senda que pudiera recorrerse sin sobresaltos, retrocesos ni sobrecostes.

Habría que exigir a nuestros representantes que eviten tomar decisiones temperamentales o dirigidas a contentar a grupos de presión, cuyo vocerío suele empañar las propuestas de los especialistas. En el terreno de la energía, la presión ejercida desde la barrera ideológica ha perjudicado, y no solo en nuestro país, la adopción serena de medidas que hubieran proporcionado mayor capacidad de respuesta ante las fluctuaciones del mercado, dando estabilidad a los suministros y a los precios.

La guerra de Ucrania está obligando a hacer una rápida revisión de postulados. La coyuntura no debería condicionar la toma de decisiones que cubran el largo plazo. Los ingenieros de minas, como expertos en la producción y gestión de las fuentes energéticas, ponemos, como siempre hemos hecho, nuestros conocimientos y experiencia al servicio de ese propósito.

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Octava Crónica desde el País del Gaigé

29 marzo, 2022 By amarias 1 comentario

El parón o huelga de los autónomos del transporte -sutileza semántico-legal que hemos aprendido a no distinguir gracias a las explicaciones proporcionadas desde el Ministerio correspondiente de Gaigé-, que lleva ya dos semanas paralizando la entrega y recogida de mercancías vitales para la economía, se mantiene al 29 de marzo de 2022. Argumentan que, con la subida de los precios de los combustibles y la rigidez de funcionamiento del sector dominado por las grandes compañías), poner en movimiento los camiones que son su fuente de sustento implica entrar automáticamente en pérdidas.

Resulta incomprensible que, aún reconociendo que la mayoría de los desplazamientos de camiones son realizados por propietarios directos de los vehículos, las negociaciones con la Administración para que aquellos vuelvan a sus puestos, no se estén realizando con ellos, sino con la patronal del transporte, cuya representación no conceden los huelguistas. Finalmente,  el Gobierno ha comunicado que se subvencionará directamente con veinte céntimos el litro de combustible (¡para todos los usuarios!), una medida insuficiente según los reivindicantes, que no deponen la actitud.

Hasta el momento, sin embargo, son pocas las mercancías de primera necesidad que se echan de menos en los anaqueles de los comercios de alimentación, pues se está echando mano de los stocks de seguridad. El domingo pasado, día 27, faltaba leche (de vaca) en buena parte de las abacerías de Madrid y, por ello, los tenderos y sus empleados aconsejaban sustituirla por leche de soja.

Mucho más grave es la situación en los establecimientos industriales en donde se están agotando las materias primas que sostienen su producción. Los ganaderos, al no recogerse la leche del ordeño, se ven obligados a tirarla. Se pierden irremediablemente mercancías perecederas.

El alto coste de la energía está tambaleando la rentabilidad de otros sectores. La siderometalurgia, como gran consumidor, es el sector quizá más afectado. Los armadores pesqueros no salen al mar porque, también, esgrimen que los altos costes del gasoil hacen irrentable poner en funcionamiento sus barcos. Entre los restauradores cunde también el temor a tener que cerrar sus negocios. Muchos pequeños empresarios (pero no solo) ven el inmediato futuro con honda preocupación. Si bien se atribuye a la guerra de Ucrania el desbarajuste energético, no cabe imputarle en exclusiva esta desgraciada situación -cuyo final no es previsible en lo inmediato-.

Se trata, sin duda, de una situación muy compleja que exigiría coordinación y apoyo entre representantes políticos. La inflación va camino de los dos dígitos, aunque se tiene oficialmente confianza en que remita la tendencia galopante antes de final de año, si se llega a un acuerdo de suspensión de la guerra y los efectos de la pandemia (oficialmente superada) son restañados al ritmo que se había pronosticado antes de que todo se complicara.

Por otra parte, los problemas del rey de antes no se evaporan, al contrario. Ahora su caso está pendiente de los Tribunales de Londres, debido a una denuncia de su ex amante de mobbing o algo parecido. Puesto que don Juan Carlos carecería de inmunidad cuando presuntamente se cometieron tales actos, aunque ante la Justicia española se ha dado el carpetazo al asunto de las comisiones, el retorno del monarca sin corona de Abu Dahbi se retrasa.

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La energía no es cara solo por la guerra en Ucrania (y 2)

28 marzo, 2022 By amarias Deja un comentario

La guerra en Ucrania, cuya duración y, sobre todo, sus efectos, se hacen más imprevisibles a medida que pasan los días, han puesto de relieve una oculta fragilidad del mix energético español. El principal aspecto de esa debilidad se muestra en la dependencia del gas argelino – y en el excesivo énfasis puesto sobre las llamadas energías alternativas, a despecho de la posible utilización de las centrales nucleares (aún en período de su vida útil y consideradas energías limpias en los más recientes documentos comunitarios) y de las centrales de ciclo combinado.

Esta situación que conduciría, como se diagnosticó por expertos del sector, a desequilibrios económicos y de aprovisionamiento en el suministro de la energía primaria, que se traducirían en incrementos de costes indeseables en la electricidad, aunque también en sectores indirectamente relacionados, como el transporte.

Una de las paradojas más evidentes se encuentra en la prohibición del Gobierno, desde el Ministerio de Transición Ecológica,  que ha reiterado su posición contraria al fracking, esto es, la extracción de hidrocarburos mediante fracturación hidráulica (gas de esquisto de esquisto). Mediante esta técnica, totalmente desarrollada, se inyecta agua a presión en las rocas, para liberar el gas. La resistencia ecologista, a la que el Ministerio viene concediendo mayor credibilidad, ha puesto el énfasis en los costes ambientales, en contradicción con los criterios expuestos por los ingenieros y geólogos (especialmente, en este caso, los expertos en esta técnica, los ingenieros de minas, Angel Cámara y el fallecido Fernando Pendás), que estiman que se podría abastecer del orden del 10% del consumo de gas aprovechando las reservas existentes en Álava y otras zonas del Norte de España, algunas insuficientemente exploradas.

En la edición del 21 de marzo de 2022, el decano del Consejo Superior de Ingenieros de Minas, expone (en un artículo que firma Almudena  Martínez-Fornés)  que en el subsuelo de España hay unos 1,3 billones de metros cúbicos de gas por extraer, que supondrían 40 años de consumo al ritmo actual y que no se están poniendo en valor “por razones políticas”, habiendo ahogado un debate  científico o académico” y forzando al abandono de interesantes proyectos, con inversiones ya realizadas. La factura de importación en 2022 de hidrocarburos superó los 46.000 millones de euros, , de los que más de 9.000 millones correspondieron al gas.

Contrasta la situación, cuyo fundamento técnico y económico es injustificable, con la decisión de Estados Unidos de volcarse en la recuperación del gas de esquisto, convirtiéndose en exportador y convirtiéndose, al menos en los dos primeros meses de 2022, en el primer suministrador a España, (33% del gas importado) por encima de Argelia, cuyas entregas se han visto afectadas por el conflicto con Marruecos que, además, aparece incluso más complejo después de la decisión política adoptada en marzo de ceder en el apoyo a los saharauis, abandonándolos a la ambición expansionista de Marruecos.

Inconcebiblemente, la cuestión ha pasado a ser considerada un elemento de la disputa ideológica.  El Partido Popular se plantea presentar un recurso al decreto del Ejecutivo sobre medidas de recuperación, abogando por el aprovechamiento de minerales críticos (uranio, wolframio, litio, tierras raras) y modificando la Ley del Cambio Climático y Transición Energética, además de en la recuperación de la producción de energía con base nuclear, que, como es sabido, es el principal recursos energético utilizado por Francia, lo que le proporciona una envidiable autonomía en este sector.

 

 

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La energía no es cara solo por la guerra en Ucrania (1)

24 marzo, 2022 By amarias 1 comentario

En un magnífico artículo publicado en el diario regional La Nueva España (domingo, 20 de marzo de 2022), Vicente Luque Cabal -uno de los mejores ingenieros de Minas salidos de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas de Oviedo-, ilustra con sabias palabras sobre la transición energética.

No tiene sentido que detalle, en este blog, los entresijos de la brillante reflexión de mi compañero y amigo, pero no puedo resistirme a indicar, con sus propias palabras, el titular y el núcleo de su análisis. “La transición energética necesita ingenieros muy bien formados” y “La transición energética está siendo conducida actualmente por políticos e ideólogos que han supeditado la política energética a la política del clima”.

La paradoja que estamos viviendo en la Unión Europea es que, siendo la complejidad de la transición energética un enorme reto, que afecta a numerosos sectores industriales básicos, los responsables de planificar ese proceso hayan roto el “equilibro sagrado” entre la seguridad del aprovisionamiento, la competitividad de la economía y el medio ambiente.

La ruptura de ese equilibrio, según la opinión de Luque, que comparto plenamente, ha provocado la subida de precios de la energía, que no puede atribuirse solo a la invasión de Ucrania por Rusia. Se han cerrado prematuramente instalaciones con la mejor tecnología disponible, que actuaban de limitadores a los precios.

¿Por qué se actuó de esta manera tan precipitada? Porque no se ha querido escuchar la opinión de los técnicos. Con la peregrina sensación de que “los ingenieros han tenido ya demasiado protagonismo y es hora de atender a las opiniones de otros colectivos” (siento vergüenza atribuir esta boutade, cierta, a quien fue su autor), se ha dado cancha a personas sin ninguna formación técnica para dirigir la transición.

Luque conoce bien el percal, pues fue alto funcionario de la División General de Energía de la Comunidad Europea. Por eso, cita la formación de los más relevantes ejecutivos de la Comisión que se encargan del Grean Deal, quienes deberían ser capces de “evaluar el desarrollo de las cadenas de valor y, en consecuencia, de ofrecer las soluciones de oportundad que la sociedad requiere”.

Franciscus Timmermans tiene un grado en lengua francesa y literatura, que completó con un postgrado en leyes de un año. La comisaria de Energía, Kadri Simson, tiene un grado en Historia y un máster en ciencias politicas. Ditte Jorgensen es graduado en Leyes…

Todos estos devotos de la energía solar y eólica están orgullosos, al parecer, de que estas fuentes representan el 3,2% de la energía primaria en el conjunto de la Unión Europea.

No se escapa, al contrario, de este repaso de calidades formativas y trayectoria personal para llegar a puestos de singular relevancia en el sector energético, nuestra ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, licenciada en Derecho y diplomada en políticas, alumna de Timmermans, quien la presentó en el Global Annual Energy Meeting de ESSADE GEO como “su mejor alumna”, lo que Luque -no muy dado a la ironía- califica de “mal favor”.

Podría pensarse, si se actúa desde el desconocimiento de lo que implica la transición energética, que la opinión de Luque es interesada, cuando enuncia que “los ingenieros , por nuestra formación técnica, económica y (la) cada vez mayor (complejidad) de los mercados energéticos, estamos llamados a jugar un gran papel”. Por si no bastara para juzgar el valor intrínseco de esa afirmación, pongo además en la balanza, el excelente trabajo profesional de Vicente Luque, que acumula una experiencia insuperable en el campo genérico de la energía, y ha dado siempre muestra de una honestidad y claridad digna de todo encomio en la exposición de sus ideas.

Por ello también, su indicación de que los ingenieros deben tener una función relevante en la concepción y desarrollo de la transición, deja claro con elegancia que “por supuesto que no contribuimos solos y apostamos por economistas de la energía, expertos en derecho de la energía y en todo lo referente al impacto social, territorial y medioambiental de la producción y uso de la energía”.

Un aplauso fuerte, amigo.

(continuará con una segunda parte)

 

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Lo nuclear de la energía

8 enero, 2022 By amarias Deja un comentario

La Comisión Europea ha difundido, por fin, a finales de 2021, el borrador de su propuesta de calificar la energía nuclear y el gas natural como fuentes verdes, lo que las hace elegibles para canalizar inversiones en el camino hacia un futuro neutral en carbono. La propuesta ha sido acogida con entusiasmo por Francia, pues la nuclear es su principal fuente energética.

Sin embargo, Alemania, que continúa embarcada en el proceso de cerrar todas sus plantas nucleares (las tres que aún quedan en funcionamiento se cerrarán en 2023, según el plan trazado por la ex canciller Merkel), ha manifestado su oposición al respecto, trasladando por medio de su nuevo canciller la idea central de que lo fundamental es avanzar en la protección del clima y en inversiones que sean sostenibles y que el borrador de la Comisión supone un paso atrás. Aunque parece una postura firme, no está exenta de matices, pues el gobierno alemán mantendrá, sin embargo, el gas natural como una “tecnología puente” que solo será reemplazada antes de 2045, cuando se cumpla la precisión de que las alternativas renovables, y en especial, el “hidrógeno verde”, se hayan desarrollado competitivamente.

Si la mayoría de los Estados están de acuerdo con el borrador, se convertirá en Ley de obligado cumplimento para todos ellos, a principios de 2023. Esta parece la situación que se producirá, pues aunque cada uno de los 27 estados miembros tiene derecho a voto, no tienen igual valor paritario. Para rechazar la propuesta debe contar con la reprobación de 20 de los estados, que sumen al menos el 65% de la población.

España, por la vía de la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera,  se ha recreado en expresar su oposición, en línea con lo expresado por Alemania y Austria (esta última, amenaza incluso con demandar a la Comisión ante el Tribunal de la Unión).

La posición expresada por Ribera no está exenta de fuertes críticas en España. Por supuesto, el sector nuclear reitera que esta energía es elemento fundamental del mix energético y que carece de sustituto en la actualidad, ofreciendo un respaldo eficaz a la falta de fiabilidad de las fuentes eólica y solar. Además, la dependencia del gas natural, de procedencia fundamentalmente argelina y con precios sometidos al vaivén de la especulación, ha venido a demostrar en los últimos meses lo gravoso que resulta para la economía empresarial y familiar necesitar suministros externos para completar las necesidades del consumo. La opinión mayoritaria de los técnicos españoles es contraria al cierre de las centrales nucleares y ha sido expresada en múltiples foros y congresos, obteniendo sistemáticamente el silencio, cuando no el desprecio, de los asesores ministeriales.

Lo nuclear de la energía, para España, en mi opinión, es no precipitarse. Evitar la especulación y huir de tomar decisiones que se sustentan en expectativas cuya posibilidad de cumplimiento, además, no depende de tecnologías propias o suficientemente desarrolladas. Tenemos un exceso de potencia energética instalada, en parte ya amortizada (lo que se debe considerar una ventaja, dentro del período de vida útil de las instalaciones) y en parte no despreciable aún sin cumplir su período de amortización. Disponemos de un nivel tecnológico de gestión y mantenimiento de los recursos elevado, aunque va deteriorándose rápidamente por la falta de inversiones y apoyo gubernamental.

Las esperanzas puestas en el desarrollo de las pilas de hidrógeno deben acreditarse aún con fuertes desarrollos en investigación (teórica y aplicada), de las que nuestro país no va a estar a la cabeza, por obvias limitaciones de presupuesto y capacidad. Tampoco se ha analizado aún de forma suficiente el riesgo derivado del uso masivo de la manipulación, almacenamiento, transporte y uso del hidrógeno y, por supuesto, se sabe poco de las inversiones y costes que acarrearán.

Hay líneas abiertas de gran incertidumbre, como son el ritmo de extensión del parque de vehículos eléctricos -falta desarrollo de autonomía de las baterías, aumentar de manera masiva el número de estaciones de carga y rebajar el precio de las unidades); la renovación de los parques de energía eólica (con generadores más potentes, y en nuevas ubicaciones) y de solar fotovoltaica, la recuperación del impulso a la solar térmica, la clarificación de otras fuentes alternativas, sometidos a vaivenes ideológicos y en parte temperamentales; el almacenamiento de los residuos nucleares, tanto producidos por la producción como por el desmantelamiento de las centrales; el papel que aún deberán jugar las centrales de ciclo combinado e, incluso de carbón, y el desarrollo de procesos de captación o eliminación de gases de invernadero; etc., etc.

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Se pronostica un invierno caliente

12 octubre, 2021 By amarias Deja un comentario

Sirve de poco consuelo saber que España no está sola en las escalada de precios del gas y de la energía que se viene experimentando en el último semestre. En otros países europeos, junto a Francia y Alemania en la cabeza, los precios relacionados con la energía están subiendo. A la espera de un invierno que se prevé duro, la factura para la calefacción doméstica podría suponer un incremento superior al 30 por ciento. Aunque se tomen, diligentemente, medidas de ahorro para evitar el despilfarro del consumo.

En realidad, aunque se está echando la culpa a la imprevisión de los gobiernos, a la debilidad del mix energético, o al cierre de las nucleares, la subida de precios es consecuencia de múltiples factores. Entre los principales causantes ocultos está el incremento en el precio de la tonelada de CO2, es decir, el efecto derivado que pesa sobre las empresas eléctricas, de la necesidad de comprar bonos en el mercado que compensen la contaminación de las eléctricas convencionales (centrales de carbón y de ciclo combinado).

El principal causante oculto del aumento de  los costes del gas son los fondos especulativos, que han tomado ese mercado por su cuenta, que mueven sus hilos con ofertas de compra a medio-largo plazo, regidas por automatismos y que han conseguido rendimientos próximos al 40%. No solo sube el precio del gas, la tasa de inflación  también está aumentando, como consecuencia de la actividad de una parte de los consumidores, que se encuentran con poder adquisitivo remanente, después de superada la crisis del coronavirus.

Si las fuentes energéticas -por razones políticas, estratégicas, naturales o especulativas- no son suficientes para compensar la demanda, la escasez de la oferta supondrá una ventaja excelente para los especuladores.

El invierno implicará que aumentará la necesidad de kw hora, lo que tendrá su reflejo en los precios. En las proyecciones actuales, una subida en el consumo de 20.000 kw hora supondrá del orden de 170 euros en la factura.

La naturaleza también ha jugado su papel. La aportación de la energía eólica ha sido menor que otros años, especialmente en los países del norte y centro de Europa. En Alemania, los depósitos de gas deberían estar llenos a esta altura del año, pero Rusia no está entregando las cantidades comprometidas, sin que se pueda deducir si no puede o, sencillamente, no quiere. No debería extrañar, sin embargo. Después de largos períodos de bajos precios, las inversiones de mantenimiento de instalaciones u redes que deberían habar realizado los productores -ya sean rusos, argelinos o del mar del Norte- se han descuidado.

La subida de precios si el invierno, como se prevé, viene frío, va a provocar desequilibrios en las balances empresariales y familiares. Pero, además va a comprometer los objetivos en relación on el clima, porque habrá que recurrir a fuentes que se habían dejado fuera de juego. El carbón es uno de los candidatos que va a volver a la palestra.

En un escenario inestable, donde las tensiones internacionales y los intereses económicos se pondrán duramente de manifiesto, habrá que considerar la revisión de una política energética (más bien, estrategia) demasiado optimista, alejada de la cruda realidad de nuestra posición de país deficitario y con poca fuerza adquisitiva.

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Sobre los Fondos NextGeneration para España

17 junio, 2021 By amarias Deja un comentario

El Gobierno viene anunciando que los Fondos Europeos del NextGeneration, supondrán un primer bloque de transferencias cercano a los 70.000 millones de euros entre 2021 y 2023, y que, con esa inyección económica, se producirá el despegue de nuestra economía, porque los  dineros se emplearán en sectores estratégicos.

Con esa obsesión por vender la piel del oso antes de cazarlo y, además, pretender hacerlo varias veces, no parece en este momento tan evidente que esas cantidades fluyan de golpe desde las arcas europeas hacia los Presupuestos del Estado y sí, más bien, que deberá acordarse desde el Parlamento -esto es, con apoyo de la oposición- el destino de esos Fondos que, además, no vendrán de golpe, sino en dosis.

Por su naturaleza aún inconcreta, y por la necesidad de llevar a cabo una negociación parlamentaria del destino de las ayudas, no tendrá mayor sentido hacer el análisis el Plan del Gobierno, salvo para apuntar algunos aspectos generales, lo que me propongo hacer en este Comentario.

  1. Derivados de la tensión vivida en la pandemia, a la renovación y modernización del sistema sanitario y a la asistencia a cuidadores se dedican 3.500 Mill. de euros.
  2. A completar proyectos existentes o cubrir carencias anteriormente detectadas (aumentar el alcance de la electrificación, mejora de infraestructuras eléctricas y de almacenamiento, incentivos a la adquisición de vehículos eléctricos, ampliación de sus estaciones de recarga, rehabilitación de viviendas, instalación de paneles solares, “despliegue” de energías renovables, y modernización del sector turístico o del sistema administrativo), se prevén 35.000 Mill. de euros. Por el carácter de estas actuaciones, se pretende, con ello, afianzar o consolidar el modelo existente.
  3. La adopción de medidas ambientales es, de forma confesa, uno de los ejes principales del Plan, con actuaciones de claro carácter paliativo (ej. preservación del litoral, o conservación de ecosistemas), a los que se dedican 3.700 Mill. de euros.
  4. La mejora de las competencias digitales, con cerca de 8.000 Mill. de euros, es la línea maestra tecnológica visible, a la que habría que añadir la modernización y digitalización del sistema educativo, con 1.650 Mill. de euros y el “robustecimiento del sistema de ciencia e innovación” con 3.800 Mill. de euros, así como la “estrategia nacional de inteligencia artificial”, con un modesto rubro de 500 Mill.
  5. A la potenciación de la formación profesional se destinan 2.076 Mill. de euros y para conseguir un mercado de trabajo “dinámico, resiliente e inclusivo” : 2.363 Mill. de euros.

Entre los proyectos que se presentan a la financiación de la Unión Europa, se encuentra la Hoja de ruta del hidrógeno renovable, a la que se destinarán 1.550 Mill. de euros, con el  objetivo de haber conseguido, en el horizonte 2030, 4 Gw de potencia instalada en electrolizadores.

Hay que dar a la actuación un carácter simbólico, pues no es potencia instalada lo que nos falta, ya que disponemos de 110 Gw para un máximo de demanda de 40 Gw. Se pretende conseguir una reducción de 4,6 Mill. t equivalentes de CO2 (en 2019 se produjeron 315 Mill. t equivalentes). Otros países europeos (además de Chile y Rusia) están en la misma carrera tecnológica. Alemania destinará 9.000 Mill. para alcanzar una producción de 5 Gw en 2030.

Lo que más urge, en mi opinión, desde la perspectiva legislativa, es poner en pie una ley de financiación de la investigación. Las propuestas de modificación de la Ley de la Ciencia han contado con el escepticismo cuando no con la resistencia del personal de los centros públicos (recientemente, por la centralización de organismos bajo el paraguas del Centro Nacional de Investigación, convertido en un gigante de difícil digestión administrativa). Es imprescindible aumentar la eficiencia innovadora y para ello se debe atender a una reforma estructural que rompa con muchos de los mimbres históricos.

Desde luego, hay que enfocar la formación académica hacia la digitalización, pero sin olvidar que se trata de un medio y no de un fin en sí mismo. En las Escuelas técnicas y de formación profesional el proceso educativo debe cambiar rápidamente, revisando las exigencias en selectividad y formación, sancionando la proliferación de centros educativos sin adecuado nivel.

Se precisa una revisión de la formación de las ingenierías –de grado y máster-, imponiendo un sistema de revisión y control centralizado, que facilite la consolidación y equiparación de los procesos curriculares, incorporando de forma inmediata, allí donde se estime preciso, estudios de digitalización, comunicaciones, diseño industrial, robótica aplicada o materiales especiales, sin descuidar conocimientos suficientes de derecho y economía, alcanzando el alumno, al egresar, un nivel práctico suficiente.

Como se trata de desarrollar, en muchos casos, nuevos modelos de gestión e innovación, las Facultades de ingeniería deben situar el mayor énfasis en la enseñanza de innovación básica.

Y, como suele decirse, hasta aquí puedo leer y decir. Que quienes tienen poder para tomar decisiones hagan caso de estas ideas, es otro cantar.

Publicado en: Administraciones públicas, Energía, España Etiquetado como: Alemania, digitalización, Escuelas Técnicas, fondos eurpeos, formación, ingeniería, investigación, ley de la ciencia, NextGeneration, Plan de recuperación, postpandemia, ruta del hidrógeno

Cuidar el medio ambiente produce beneficios particulares

16 mayo, 2021 By amarias 1 comentario

En España tenemos un exceso de potencia energética instalada (110.905 MW), como consecuencia de aquellos años en los que se creyó en un crecimiento de las necesidades de consumo (fundamentalmente, eléctrico9 que no llegaron a concretarse. Para conseguir, además, satisfacer la demanda en momentos en los que las llamadas “energías verdes” (eólica y solar fotovoltaica) no fueran capaces de producir, por cuestiones naturales -no siempre hay viento ni luce el sol y, en el caso del viento, puede que sople a velocidad excesiva para la seguridad de las rotopalas de los aerogeneradores), y la energía nuclear no tuviera capacidad de reacción inmediata para aumentar su producción, se animó a la inversión en centrales de ciclo combinado. Estas centrales, mantenidas al ralentí, pueden en cuestión de horas alcanzar puntas de producción máxima.

El sistema de remuneración a las empresas por la energía suministrada a la red en cada momento se apoya en un procedimiento, llamado erróneamente “de subasta”, según el cual las energías más baratas son las primeras en entrar en el mix energético puntual. La energía solar y la eólica son las que, en las horas de mayor consumo (por el día) entran sistemáticamente en esa combinación, vendiendo toda su producción al gestor de la red. Sin embargo, como su producción no cubre la necesidad (salvo raras excepciones), entran a cubrir las necesidades, sucesivamente, las energías más caras, hasta llegar a las de ciclo combinado (si fuera el caso).

La peculiaridad del sistema de remuneración es que el precio de producción del último en entrar en el mix, señala el precio de la totalidad de la energía adquirida en cada momento. Se puede entender, por tanto, que los productores de las energías eólica y solar se ven excepcionalmente beneficiados, pues serán remunerados de acuerdo con el precio de la energía más cara que haya tenido que ser introducida en el sistema.

¿Qué es lo que hace que los megawatios (MW) producidos por las centrales de ciclo combinado (y, por supuesto, de las centrales de carbón) se encarezcan por encima del coste estricto de su producción? Los impuestos. En concreto, los llamados “derechos de emisión”, que gravan a las centrales más contaminantes, medidos en precio por cada tonelada de dióxido de carbono (CO2) que envíen a la atmósfera.

Aunque durante años (fueron introducidos en 2005) ese precio de gravamen se mantuvo a nivel bajo (menor de 10 euros por t CO2), en este año lleva subiendo de forma vertical, llegando ahora los 56,65 €/t CO2), como consecuencia de las medidas adoptadas por la Comunidad Económica Europea y la reforma de 2019 en cuanto a los derechos sobrantes. Este brusco incremento aceleró la expulsión del mercado de las centrales de carbón (que tienen que pagar esos extracostes), en países como España, con exceso de potencia instalada, y favoreció la producción de las energías verdes, incluida la nuclear, que tampoco resulta contaminante en ese aspecto.

Como acertadamente concluye el artículo de Ignacio Fariza y Manuel Planelles (El Pais 15 de mayo de 2021) “De ahí la avalancha de especuladores que están entrando en el mercado en busca de beneficios”. Las tecnologías limpias obtienen precios muy superiores a los de generación, con márgenes millonarios a los titulares de las plantas.

Una vez más, las decisiones políticas (bien intencionadas en principio, pero incapaces de prever, al parecer, todas las consecuencias) han venido a favorecer a inversores a los que preocupa, ante todo el beneficio a corto plazo. Recuerdo aquella Ley de apoyo a las minicentrales hidráulicas que causó un movimiento especulativo de genios en detectar la oportunidad, que denunciaron en cuestión de meses todos los saltos hidráulicos de al menos 5 metros, basándose exclusivamente en analizar las líneas de nivel a partir de una topografía convencional que se podía adquirir por cuatro pesetas.

 

 

Publicado en: Actualidad, Energía Etiquetado como: CO2, derechos de emisión, energía, energía eólica, energía solar, especulación, precio

Ecologistas de derechas, ¡uníos!

11 julio, 2019 By amarias 2 comentarios

En realidad, el título que había previsto para este Comentario era “Ecologistas de derechas, ¡uníos con los ecologistas de izquierdas!” (o al revés). La justificación de tal indicación proviene del cansancio mental que me producen las reiteradas apelaciones al sesgo ideológico de la concienciación ambiental.

Para muchos colectivos ecologistas, la consciencia del deterioro del planeta y la necesidad de defender el ambiente con medidas urgentes y drásticas, se sigue presuponiendo surgido de una mentalidad intrínsecamente de izquierdas, solidaria y reflexiva, que hay que mantener beligerante frente al ímpetu destructor y consumista de paisaje y naturaleza que estaría guiando, como fuerza ciega, hacia la devastación selectiva y al mayor empobrecimiento de los ya desfavorecidos, a los representantes genuinamente egoístas de la derecha.

No quiero ahora entrar en la discusión de esas versiones simplistas de porqué hemos llegado hasta aquí, sino reflexionar sobre el camino a seguir para salir de la zona de alto riesgo a la que la Humanidad parece abocada si no se toman medidas inmediatas.

La toma de conciencia de que el planeta Tierra avanza rápidamente hacia un deterioro fatal no debiera tener sesgo ideológico. Nos afecta a todos, independientemente del lugar del planeta donde habitemos y sin tener en consideración afinidades políticas o contexto socioeconómico. El calentamiento global no tiene fronteras, si bien conviene poner de manifiesto que una subida media de las temperaturas de la corteza terrestre de 2 grados centígrados, impondrá lugares en los que la temperatura habrá alcanzado 6 y hasta 8 grados por encima de los registros históricos.

Estar concienciado de algo es diferente de la posibilidad de tomar medidas efectivas para atajar sus efectos. Nuestra preocupación por alcanzar un bienestar cada vez mejor, vinculado a la consecución propia, y continua, de sofisticados bienes materiales, se ha convertido en una obsesión generalizada gracias a la difusión de la información y a la globalidad de las tecnologías de consumo particular.

La sociedad líquida no tiene ideología, y afecta tanto a los países que siguen modelos de gestión económica y social devotos del libre mercado como a aquellos que siguen los dictados de la economía centralizada. Es casi imposible sustraerse a la corriente general de querer disfrutar al máximo todo tipo de artilugios y sensaciones, y desear hacerlo de forma inmediata, sin respetar obsolescencias, sin que importe la procedencia o el coste de lo que satisfaría temporalmente nuestra voluntad enferma de poseer lo último, de consumir lo mejor, de gozar sin límites, en una espiral de hedonismo vinculada al descrédito demoledor de los valores éticos y la solidaridad más allá del postureo.

Escucho con frecuencia la máxima abstracta de que “debemos cambiar de paradigma”. En ausencia de una interpretación rigurosa, ello implicaría, se supone, involucrar a la Humanidad en su conjunto a un abandono masivo de los elementos a los que se atribuye el deterioro ambiental, en especial, en la producción energética.

Se esgrimen algunas piezas claves de la actuación que vienen a ser como gritos de angustia testimonial en la ciénaga climática donde domina la ausencia de unanimidad: a) abandonar en cortísimo plazo los hidrocarburos como fuente energética y acogerse a las formas de energía “limpias” (eólica, solar, geotermia, biomasa,…); b) cambiar de hoy para mañana los vehículos privados de tracción por gasoil, gasolina y derivados, al coche eléctrico con tracción por baterías, dar preferencia al transporte público, y reducir al mínimo el flujo aéreo de consumibles ; etc.

La ausencia de acuerdos para adoptar soluciones válidas para la totalidad, ha conducido la necesidad de catarsis hacia la atribución de culpabilidades injustas. En la aldea global de los despropósitos, se acusa a la minería de haber sido uno de los principales causantes del deterioro, ignorando que casi todo lo que nos rodea tiene un origen mineral. Las banderas de la ignorancia tecnológica de algunas facciones ecologistas propalan el no a las canteras o graveras, a las explotaciones subterráneas o al cielo abierto (hermosa expresión, dicho sea de paso). No, en suma, a la extracción de cualquier recurso natural en la proximidad de la vivienda de los espíritus concienciados, llámese monacita, wolframita, o gas de lutita. Váyanse lejos de aquí, es el mensaje.

La obsesión por la catarsis ecológica lleva a apoyar la recuperación formal de la limpieza de todas las aguas fluviales para salmónidos, negar la incineración de residuos (y también su almacenamiento), demonizar la afectación a cualquier paisaje y a plantar árboles sin criterio profesional en cada esquina, o a defender la existencia libre de cualquier especie animal con tamaño visible al ojo humano a la que se juzgue como amenazada.

Todas las medidas puestas sobre la mesa de las actuaciones deseadas, muchas de ellas, interesantes o ingeniosas, cuestan dinero. Muchas suponen acuerdos globales, conocimientos técnicos, mantenimiento, para no convertirse en simples despilfarros voluntaristas.

Es falso que ser ecologista, defensor ambiental, negacionista del valor de la minería, devoto ferviente de las baterías para vehículos eléctricos, etc., pueda ser compensado con ahorros de otros sectores y, en muchos casos, suplido con otras fuentes. Es falso que la conciencia ecologista generalizada genere empleo neto, como lo es que la difusión de los avances tecnológicos sirva para mejorar la distribución de la riqueza.

Por eso, debemos tomar consciencia del dilema. La concienciación ecológica no puede tener ni género, ni ideología, ni condición social; debe abarcar a grandes como a pequeños Estados, a lo particular, como a lo público. O jugamos todos, o habremos roto la baraja. Y la selección de las actuaciones más urgentes y más eficaces no puede dejarse a la improvisación ni a fantasías.

Como eso que reclamo como necesario no está sucediendo, soy escéptico respecto al futuro que espera a las nuevas generaciones. Mi escepticismo se renueva cada vez que veo una colilla, una bolsa o una caca de perro abandonada en el suelo o “adornando” alcorques; se consolida como fatal obviedad cuando descubro en cada esquina recipientes de hipotética recogida separativa mal utilizados, individuos que cambian el aceite de sus automóviles junto a ríos y riachuelos, empleados de servicios públicos y privados que llenan mi ciudad de agujeros sin la menor coordinación ni claras intenciones; se convierte en sólida convicción cuando contemplo en todo parque tecnológico, exultantes chimeneas que ventilan gases con conspicuos olores contaminantes.

Me pregunto dónde está nuestra concienciación ambiental.

Y cuando asisto, con declinante esperanza a las discusiones interminables, vacías de acuerdos eficaces, entre los representantes de los países que componen nuestra variopinta geografía, me represento la dificultad práctica de tomar una decisión colectiva, por falta de visión no ya respecto a la magnitud del problema, sino de la necesidad de poner medios y no palabras.

El panorama ambiental está contaminado de turbias intenciones, falacias, zancadillas, evaluaciones tramposas. ¿Cómo contradecir? Los países menos desarrollados esgrimen como fundamento para quemar carbón (o petróleo) sin limitaciones,  que no pueden imponérseles restricciones al uso de sus recursos energéticos y naturales, sin importantes compensaciones pues no son causantes de la crisis climática, provocada por los países que tienen el mayor bienestar económico y tecnológico.

Hace falta movilizar mucho dinero, y hacerlo bien, no poniendo parches que no servirían de nada. Por eso, concluyo con el mensaje del principio. ¡Ecologistas de todos los países, de todas las ideologías, uníos!

Pero no lo hagáis desde el voluntarismo, la falacia, el recelo o la enemistad, sino desde la verdad tecnológica, la sinceridad en los planteamientos, la evaluación de los verdaderos costes de las acciones que se adopten y cómo se van a pagar.

Suerte en el empeño. Si no lo lográis, yo no estaré seguramente aquí para ser testigo de nuestro fracaso, pero lo serán nuestros descendientes y, ciertamente, nada nos eximiría de la responsabilidad de la inacción ni de la falta de criterios para la adopción de las medidas que nos condujeron al desastre.


Identifico el ave de la fotografía, no sin dificultad, como un avión roquero (ptynoprogne rupestris), más por el hábitat -la garganta fluvial del Duratón- que por su fisionomía, aunque mantiene rasgos típicos de la especie; la cuña negruzca en la parte inferior de las alas, la cola poco bifurcada y roma (en la que, al menos en esta instantánea, no se distinguen las marcas blancas cerca de la punta) y las alas menos rígidas que los vencejos.

He dudado incluso si no se trataría de un vencejo pálido (apus pallidus), que es un acompañante habitual del avión roquero. El pálido, a su vez, es muy parecido al común, al menos, visto de lejos. No me justifico con ello en mis digresiones taxonómicas. Hasta los más expertos reconocen que la identificación de las aves en vuelo es extremadamente difícil, porque pocas veces se dan las condiciones idóneas de luz. Cuando se le tiene más cerca y, sobre todo, si vuela bajo o con una iluminación transversal, el vencejo pálido resulta, como su nombre común viene a destacar, más claro.

Por fortuna, si se tiene paciencia cerca de una charca con bordes de barro en torno a la cual revolotean aviones o golondrinas, es posible fotografiarlos de cerca, en época de cría, mientras recogen barro para sus nidos.

Publicado en: Actualidad, Energía Etiquetado como: ambiente, cambio climático, derechas, deterioro, ecologistas, izquierdas

Carta abierta a la Ministra Teresa Ribera

28 diciembre, 2018 By amarias 1 comentario

Querida ministra para la Transición Ecológica:

Tengo que empezar reconociendo que se me hace muy difícil entender las razones por las que se eligió ese nombre metafórico para caracterizar un Ministerio que se ocupa de temas tan sustanciales para la economía y el debate público como la Energía, el Medio Ambiente y el Cambio climático. La denominación del Ministerio parece evocar más un cuento de hadas que el impulso a actividades tan íntimamente relacionadas con la producción de bienes y servicios, la generación de empleo y riqueza y el bienestar de la ciudadanía, como son la minería, la generación de energía, o la producción industrial.

Pero…¿cómo podría poner en duda que el nombre del Ministerio es de tu pleno agrado, Ministra? Tu trayectoria curricular, brillante como pocas, te relaciona con los Desarrollos Sostenibles y los Cambios Climáticos, además de caracterizarte como experta jurista y brillante profesora. Y bien es cierto que poco importa el nombre del Ministerio si quien lo conduce tiene clara la senda por la que aplicar las competencias trasladadas al órgano administrativo.

A partir de esa experiencia personal y por lo que has traducido de tus convicciones técnicas y sociológicas, deduzco sin dificultades que la transición ecológica en la que empeñas tus capacidades ministeriales supone convertir a España en un modelo en relación con la producción limpia, el respeto total al medio ambiente y, en suma, la supresión de toda actividad contaminante. Es decir, una Arcadia con tipos meríficos, un país sin mácula en el que apetezca aún más vivir a los que puedan permitírselo, un ejemplo para la Humanidad concienciada con el amor universal, el consumo sostenible, la producción de suma cero y todas las ventajas que contrae la bendita ecología.

Si te propones que los objetivos sean ambiciosos, para conseguir que los logros reales aparezcan como detectables, a pesar de ser los fines fantasiosos, no seré yo quien critique de antemano esa opción. Si señalas la luna, no miraré el dedo.  Como estudioso de nuestra Historia, (en cierto modo, como tú: sé que te gusta tomar enseñanzas del pasado), me arriesgo a advertirte que el trazo de las grandes líneas de futuro tiene muy pocas posibilidades de permanecer visible de forma duradera en España.  Particularmente, en esta democracia asintótica que hemos destruido entre todos, la descomposición ideológica de las opciones partidarias supone la desgraciada garantía de que cada Gobierno nuevo estará ansioso de poner patas arriba lo que haya pretendido hacer el anterior.

Tendrías razón en argumentar que -gracias sean dadas- como jamás he estado dirigiendo un Ministerio y, para más inri, vengo de vuelta donde tú aún tienes amplio recorrido, la experiencia que haya acumulado en mi modesta trayectoria puede estar tan rancia como un trozo de tocino dejado durante meses a la intemperie. Dejaría el camino abierto a los más jóvenes, si no fuera porque algunos tenemos las posaderas peladas de experiencia internacional que nos vemos obligados a compartir, aunque no nos la pida nadie.

Cuidado con proponerse propósitos tan amplios y ambiciosos que, en su misma complejidad, se vayan por el agujero de la semántica. Aún resuenan en las marismas académicas las hermosas palabras del entonces presidente Rodríguez Zapatero (hoy perdido por los recovecos venezolanos) acerca de la Alianza de Civilizaciones. Era una idea tan magnífica como ingenua, es decir, irrealizable.

Como también resultó peligrosamente letal (para muchas empresas y no pocas administraciones confiadas) la estupenda concepción acerca de vivir un mundo globalizado, en el que todos los Estados pudieran compartir sus adelantos tecnológicos, sus producciones y consumos sin barreras.

Era un idílico panorama, en el que perdieron plumas, en especial, quienes pusieron la fe sin tomar precauciones. Y los que creyeron encontrar la vía para lanzarse al vacío exterior sin paracaídas (vale también la metáfora de salir al campo sin cinturón ni tirantes, creyendo que todo el monte era orégano), están lamiéndose las heridas, con pérdidas económicas insuperables.  Hoy sabemos que el gran beneficiario de esta apertura de los mercados ha sido China. Aunque circunstancialmente concentrada en aumentar su consumo interno ha conseguido establecer profundas raíces en los países menos desarrollados, incluido España.

No tengo autoridad para darte consejos, ni seguramente los admitirías. Tampoco es esa la intención de esta carta abierta que, como es obvio, no solo va destinada a ti, sino a mis colegas, conocidos y amigos y a todos aquellos que sientan la curiosidad por mis reflexiones, libres de las trabas de la responsabilidad e impregnadas de la sinceridad con la que se habla con alguien a quien se aprecia.

Recuerdo bien (y lo tengo recogido en mis notas) tus opiniones acerca del éxito de la COOP 21 de París, en la visión que dabas de la reunión allá por mayo-junio de 2016. Entonces era el momento de sacar pecho, y presentar el conato de Tratado como un aldabonazo a las conciencias, un transformador universal, que permitiría reducir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) para que el incremento de temperatura media del planeta no superara los 2 ºC antes de 2100 y, preferiblemente, se mantuviera por debajo de 1,5ºC.

Era un relato muy hermoso, pues se apelaba a la solidaridad de la Humanidad por primera vez en la Historia (desde la maldición bíblica de la Torre de Babel). No se iba a dejar a nadie atrás. Todos los  Estados se iban a sumar a ese gran proyecto común, unos como aportadores de medios económicos y tecnológicos y otros como receptores concienciados. Habría un sistema de vigilancia centralizado de los cumplimientos, y la transparencia multilateral garantizaría la coherencia de las medidas internacionales y el control de las cuentas rendidas.

Fue un sueño precioso. Por fin, se aceptaba que un tema transversal como el calentamiento global no podría ser resuelto a niveles de Estado individual. La contaminación, por fin, se había comprendido que no tenía fronteras geográficas. Se retomaba aquella filosofía tan carismática como ineficaz del comunicado “We the world leaders…” ¿recuerdas?.

Se habría de implantar una metodología de financiación y se involucraría a toda una amplia panoplia de agentes, públicos y privados, en el objetivo común irrenunciable, por fin. ¡Qué momento tan dulce! Aunque el presidente Obama no pudo aterrizar en París por una tempestad, Estados Unidos y China se daban la mano. Rusia estaba dispuesta a cooperar y la Unión Europea, rompiendo su tradición histórica, aparecía como paladín de la armonía mundial, campeón de las medidas restrictivas, poniéndose a la cabeza de los sacrificios en loor al control del clima que, de seguir con nuestras aficiones pirogénicas, nos calentaría en demasía. Todos se habían convencido, sin fisuras, de que las previsiones del Panel del Cambio Climático eran dogma de fe…o eso parecía.

Sabes mejor que otros lo que pasó. En apenas dos años, el panorama mundial cambió. Estados Unidos se ha convertido oficialmente en negacionista del cambio climático y defensor de la autarquía, la suya. Rusia se siente muy próximo a China, pero no tanto por sus voluntades de contaminar menos, sino en la preparación de un estadio nuclear que garantice el dominio universal o, en su alternativa, la Destrucción Total del enemigo (es decir, la Hecatombe Mundial). Específicamente, China, que juega también al pacifismo integral,  se ha impuesto como campeón mundial de la globalización, bien entendida en su caso como la garantía de penetración masiva de sus productos en todos los mercados, desde el de cercanías al de las altas tecnologías.

Mientras tanto, existe un acuerdo tácito internacional en dejar que aumenten las diferencias entre los más ricos y los más pobres, entre los adelantados tecnológicos y los consumidores (mientras puedan pagárselo). La Unión Europea también es capitana en ese aspecto.

No hace falta bola de cristal para reconocer que el objetivo de reducir la velocidad por la que el mundo se encamina hacia el sobrecalentamiento no se cumplirá. De nada valdrá que la Unión Europea -con cada vez menos músculo y menor credibilidad- se manifieste dispuesta a incrementar incluso su objetivo particular de llegar al 2050 c0n un 40% de su producción con energías renovables, subiendo la apuesta en un 15% más.

El clima seguirá empeorándose, por tanto. Hay, y habrá, más tormentas (cada vez menos tropicales), subidas del nivel del mar, inundaciones y catástrofes (cada vez menos naturales). Si hay que dedicar medios inmediatos, y remedios consistentes frente al cambio climático ya presente, deberían ser para la construcción de diques defensivos, para conseguir alejar a la población de las zonas inundables, para incrementar los sistemas de alerta y los medios de protección.

Leo en la prensa que el Ministerio que presides tiene avanzada la creación de un marco jurídico que señale las prioridades del Ministerio en una Ley de Cambio Climático y Transición Energetica (ya no Ecológica, algo se ha mejorado en la transparencia de la concreta dicción). Debía estar aprobada, según previas declaraciones tuyas a finales de 2018, pero no va a ser posible y…me alegro.

Me alegraría también de que se rebajase la intención de llegar a la descarbonización  de nuestra producción energética e industrial en 2050, y que se aliviase la meta de conseguir la pretendida reducción del 20% de los GEI (respecto a 1990) en 2030.

Me alegraría también (entiéndeme, Ministra, solo en aras de que venza lo práctico, lo realizable), si el objetivo de impulsar a las energías renovables, en detrimento de la energía nuclear y las centrales de carbón y ciclo combinado, instalando un mínimo anual de 3.000 megavatios (MW) de potencia, se aligerase hacia lo alcanzable y, sobre todo, se hiciera tras un análisis profundo y pactado entre los agentes, no impuesto desde la cúpula ni aplaudido a regañadientes, con el propósito interno de escribir los acuerdos en la barra del hielo.

¿De verdad se ha estudiado, comprobando todas las consecuencias, -técnicas, industriales, sociales, económicas, financieras- lo que implica “dar el carpetazo” a los combustibles fósiles, negar autorizaciones de investigación y explotación de hidrocarburos, abominar de la fractura hidráulica, desdeñar la producción nuclear (en la que disponemos aún de técnicos y experiencia a nivel mundial)? ¿Es tan guay confiar en que la producción con biometano y combustibles sintéticos servirá para completar el mix energético como nos quieren vender los ecologistas de manual que parecen estar entre tus mejores asesores?

Sí, estoy convencido de que habrá un Plan regional de Energía y Clima, con la condición imposible de que el gobierno de Pedro Sánchez aguante en su equilibrio inestable, negándose, agarrado a la tabla de planchar, a convocar unas elecciones anticipadas que, por supuesto, no despejarán el panorama político pero pueden significar un cambio de Gobierno y tu vuelta a la empresa privada y a las clases universitarias.

Los que te conocen, dicen que eres testaruda y en algunos círculos (no muy complacidos) se refieren a ti como “la talibana”. Querrás poner en pie lo que imaginas correcto. Solo que el reloj señala tiempos cortos para acoger el lanzamiento de proyectos demasiado ambiciosos y, si falta el consenso, el monstruo devorador de buenas voluntades se encarga sistemáticamente de volver a poner, en nuestro país, las cosas en el sitio en que se siente más cómodo: en la ineficiencia, la improvisación y el pequeño caos de todos los días.

Te pediría que no olvides, en todo caso, de ordenar que se incluyan los instrumentos financieros precisos, y unos objetivos claros que sirvan para medir la eficiencia de las medidas. No lo dejes todo en la confianza del marco legal o jurídico, por favor. Que, aunque no se lleve jamás a efecto, tenga un aspecto muy sólido. Que ese Plan, si finalmente ve la luz y aunque arriesgue morirse en el postparto, no omita la previsión de actuaciones correctoras, la presentación de un sistema de indicadores y que cuanto se relacione con la ejecución del mismo, sea controlado por un comité independiente, y con un calendario exigible.

Y, si quieres ser, como estoy seguro que deseas, honesta con los resultados, consigue que te asesoren los mejores especialistas. Los tenemos en España, lo sabes. Algunos son funcionarios. Muchos, nunca lo han sido, y ven las cosas desde el lado de la competividad descarnada. Hazlos participar a tu lado, no los pongas en tu contra.

Creo que me he extendido demasiado. Debiera haberte escrito también sobre la necesidad de impulsar la minería en España, la producción tecnológica con valor añadido, la investigación cualificada orientada al producto y no a la endogamia universitaria. Seguro que tienes información sobre lo que opina Maros Sefcovic, vicepresidente de la Comisión Europea responsable de Energía, plasmado en un artículo de obligada lectura para tecnócratas: “Raw materials: Holy grail of 21st century industrial policy”.

Me pregunto, y te pregunto, querida Ministra: ¿No podíamos organizar nuestras actuaciones políticas, en combinación con el empresariado más activo y leal, contando con técnicos independientes y capaces y, en lugar de dar pábulo a la obsesión española de ser los mejores de la carrera, situarnos al nivel de lo que corresponde a nuestra preparación y medios?

Un abrazo, Teresa. Quiero dejar constancia pública de que respeto y admiro tu coraje y, si te sirve de algo, aconsejarte calma en el transitar por la senda de la Transición Ecológica, que presiento saturada de faunos, brujos, hadas malas y encantadores de serpientes.

Te deseo que tengas un buen final en tu tarea como Ministra, coherente con el buen principio por el que entraste en esa importante labor por mejorar lo que nos conviene a todos. No se puede cambiar el mundo con reuniones en la Moncloa ni actuaciones desde el Paseo de la Castellana, pero sí dificultar que nos lo hagan más difícil quienes solo miran por sus intereses desde el otro lado de la frontera.


Un pico picapinos (dendrocopus major), macho -distinguible por la mancha roja en la parte posterior del píleo- curiosea el interior de una oquedad en uno de los árboles frente a mi domicilio en Madrid. Para los aficionados a la ornitología, no sorprenderá mi afirmación de que en un pequeño jardín urbano, y dependiendo de la época del año, pueden identificarse hasta veinte especies de paseriformes. Observarlos desde la ventana de mi despacho es una delicia, y…por momentos, arriesga convertirse en obsesión.

 

 

Publicado en: Ambiente, Energía, mineria Etiquetado como: biometano, cambio climático, combustibles fósiles, COOP 21, descarbonizacion, ecología, GEI, indicadores, Ley del Cambio climatico, minería, ministra, pájaro picapinos, Teresa Ribera, Transición ecológica, Zapatero

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