El parón o huelga de los autónomos del transporte -sutileza semántico-legal que hemos aprendido a no distinguir gracias a las explicaciones proporcionadas desde el Ministerio correspondiente de Gaigé-, que lleva ya dos semanas paralizando la entrega y recogida de mercancías vitales para la economía, se mantiene al 29 de marzo de 2022. Argumentan que, con la subida de los precios de los combustibles y la rigidez de funcionamiento del sector dominado por las grandes compañías), poner en movimiento los camiones que son su fuente de sustento implica entrar automáticamente en pérdidas.
Resulta incomprensible que, aún reconociendo que la mayoría de los desplazamientos de camiones son realizados por propietarios directos de los vehículos, las negociaciones con la Administración para que aquellos vuelvan a sus puestos, no se estén realizando con ellos, sino con la patronal del transporte, cuya representación no conceden los huelguistas. Finalmente, el Gobierno ha comunicado que se subvencionará directamente con veinte céntimos el litro de combustible (¡para todos los usuarios!), una medida insuficiente según los reivindicantes, que no deponen la actitud.
Hasta el momento, sin embargo, son pocas las mercancías de primera necesidad que se echan de menos en los anaqueles de los comercios de alimentación, pues se está echando mano de los stocks de seguridad. El domingo pasado, día 27, faltaba leche (de vaca) en buena parte de las abacerías de Madrid y, por ello, los tenderos y sus empleados aconsejaban sustituirla por leche de soja.
Mucho más grave es la situación en los establecimientos industriales en donde se están agotando las materias primas que sostienen su producción. Los ganaderos, al no recogerse la leche del ordeño, se ven obligados a tirarla. Se pierden irremediablemente mercancías perecederas.
El alto coste de la energía está tambaleando la rentabilidad de otros sectores. La siderometalurgia, como gran consumidor, es el sector quizá más afectado. Los armadores pesqueros no salen al mar porque, también, esgrimen que los altos costes del gasoil hacen irrentable poner en funcionamiento sus barcos. Entre los restauradores cunde también el temor a tener que cerrar sus negocios. Muchos pequeños empresarios (pero no solo) ven el inmediato futuro con honda preocupación. Si bien se atribuye a la guerra de Ucrania el desbarajuste energético, no cabe imputarle en exclusiva esta desgraciada situación -cuyo final no es previsible en lo inmediato-.
Se trata, sin duda, de una situación muy compleja que exigiría coordinación y apoyo entre representantes políticos. La inflación va camino de los dos dígitos, aunque se tiene oficialmente confianza en que remita la tendencia galopante antes de final de año, si se llega a un acuerdo de suspensión de la guerra y los efectos de la pandemia (oficialmente superada) son restañados al ritmo que se había pronosticado antes de que todo se complicara.
Por otra parte, los problemas del rey de antes no se evaporan, al contrario. Ahora su caso está pendiente de los Tribunales de Londres, debido a una denuncia de su ex amante de mobbing o algo parecido. Puesto que don Juan Carlos carecería de inmunidad cuando presuntamente se cometieron tales actos, aunque ante la Justicia española se ha dado el carpetazo al asunto de las comisiones, el retorno del monarca sin corona de Abu Dahbi se retrasa.