Nota: Este Comentario forma parte indisociable del publicado anteriormente, con el mismo título, en este blog.
Desde luego, una parte importante de las sentencias (o consejos) que se lanzan en el Documento corresponden a postulados y directrices académicas y, en algún caso, puestas en práctica con variados resultados. Tal es el caso del “apadrinamiento entre grandes y medias empresas”, o la generación de clusters de actividad, que se ha probado en algunos países (y regiones españolas) y cuya efectividad depende en gran medida de la fuerza motriz e interés de al empresa tractora y la capacidad de las pymes para asimilar sus exigencias técnicas.
Uno de los capítulos potencialmente más interesantes, siempre en mi opinión como simple observador de la realidad española, es el dedicado a la necesidad de mejorar la formación de la población española. Se construye un edificio, bastante frágil, sobre las “asignaturas pendientes” entendiendo por tales, la alta tasa de abandono, el alto número de repetidores, el acceso insuficiente a los estudios postobligatorios, al bajo nivel de aprendizaje y a la desmotivación del alumnado, como otras tantas características negativas del panorama educativo.
Por supuesto, estoy de acuerdo con esas conocidas rémoras de nuestra enseñanza, pero no tengo empacho alguno en añadir como causantes del bajo nivel de aprendizaje, la falta de motivación del profesorado, la dejación de funciones de enseñanza por parte de los padres en los contenidos de una televisión inane, sin contenidos formativos, la excesiva dedicación al móvil y a los juegos telemáticos desde edades tempranas, la falta de competitividad, el exceso de cometidos formativos y clases extras sin orientación curricular, etc.
Puede que “el grado de magisterio sea uno de los menos exigentes” y que “las carencias formativas apenas se corrigen” y que “no hay una carrera profesional hacia la dirección”. Pero esta situación se puede aplicar a casi todas las carreras, en donde la aparición de grados y máster sin una clara diferenciación y habiendo disminuido los niveles de exigencia al alumnado, convertido en evaluador del profesorado.
Resulta simpático, cuanto menos, leer que hay que corregir la feminización de la carrera docente, incorporando profesorado masculino, puesto que en la actualidad el 98% de los maestros en la etapa infantil son mujeres y el 81% en primaria, así como “introducir un modelo de evaluación competencial del aprendizaje”. Justamente, la introducción de modelos competenciales y la revisión de todo tipo de canonjías (funcionarios, ascensos a dedo, puestos relevantes a correligionarios, falsos currícula, familias influyentes, etc.) es, sin duda, un mal endémico de nuestra sociedad.
Conquistar la “vanguardia educativa” implica una profunda revisión de carreras, objetivos, asignaturas, profesorado, catalogación de centros docentes, homogeneización, etc. La delegación de la obligación constitucional de proveer desde la Administración del Estado una enseñanza que facilite la promoción individual y la mejor satisfacción personal, ha fracasado con la delegación de funciones a las regiones, que han interpretado el mandato de la Norma Suprema, con pocas excepciones, como el permiso para crear sus propia canonjías.
Es, desde luego, lamentable, que “más de diez millones de adultos (y de ellos, la mitad con edades entre 25 y 64 años) no tengan ningún título de formación profesionalizada. Que ahora se promueva .por enésima vez- “consolidar la formación profesional”, provoca a los que hemos defendido desde hace décadas, esa necesidad, una triste mueca.
Los juicios y buenos deseos expresados en el Documento se deben compartir: “bajos niveles de aprendizaje”, “se concede más importancia a la cantidad que a la calidad”, “hay que subir del 11 al 17% las personas con titulación superior”, “se debe impulsar el lifelong learning” (rectius, en español, el aprendizaje a lo largo de toda la vida)
Como se pretende dar sensación de estar al día en la pedantería más actual, se sugiere “aumentar la capacitación adicional en upskilling y aumentar el reskilling”, que implica mejorar la adaptación individual al cambio tecnológico, facilitando la reinserción y movilidad laboral. Se aboga porque el “75% de la población adulta hable, al menos, una lengua extranjera”; como no se precisa cuál podría ser ésa, cabe desear que no sea ni el catalán ni el euskera y, recíprocamente, que los hablantes en esas lenguas vernaculizadas aprendan a expresarse bien en español.
Algunas medidas deberían ser de ejecución inmediata, como “reformar de forma profunda el servicio público de empleo estatal”: es ineficiente, no ayuda a la consecución de empleo y sus funcionarios -en inmensa mayoría- desconocen el espacio laboral al que, en teoría, deberían orientar y conducir a quienes tienen la desgracia de encontrarse en paro. En un contexto con cambios tecnológicos continuos, mortalidad empresarial elevada (y nacimiento de nuevos emprendimientos) y una población activa envejecida y con poca actitud al estudio y a adquirir nueva formación, poner en marcha ese “servicio público” renovado implica, por sí mismo, un reto inmenso.
Hay afirmaciones que deben juzgarse en el contexto ideológico del Documento y no desde su presunta eficacia. Así cabe calificar el propósito de “incentivar la presencia de mujeres en los sectores industrial y tecnológico” y de los “hombres en el cuidado de personas dependientes”, así como de “mujeres de 55 años en formación continua”, de “adultos con cualificaciones medias y bajas”. Estas afirmaciones con base dogmática implicarían destinar recursos para colectivos singulares, cuya eficacia debe responder a un análisis mucho más completo de las necesidades, no solo de los necesitados, sino de la economía general. La incorporación masiva de la mujer al mundo laboral ha tenido como consecuencia no deseada la disminución de los salarios.
Algunas indicaciones tienen olor muy rancio: “incentivar la formación dual” (¡en eso estamos desde hace décadas, sin éxito!). Otras expresiones son puramente voluntaristas: “la transformación ecológica, al final del proceso, tendrá un balance abrumadoramente positivo”. Lo ignoro, en verdad, y lo que sí creo poder afirmar que en el camino, se perderán puestos de trabajo, muchas empresas perderán viabilidad y, lo que es más grave, el efecto sobre el medio ambiente a nivel mundial, será nulo, dada la pequeña dimensión de nuestra economía.
La enumeración de los males previstos si no se toman medidas para llegar a la completa descarbonización evidencia la filosofía de la titular del Ministerio y el seguimiento estricto de la doctrina del Panel del Cambio Climático. No se si la temperatura aumentará en 1,8ºC en cuatro décadas, o si mantendremos la sobreexplotación de los acuíferos, o si aumentarán las pandemias zoóticas. Lo que sí se es que las medidas que deberíamos adoptar se tendrían que orientar al mejor uso del agua de riego, la selección adecuada de los terrenos agrícolas, el fortalecimiento de las localidades rurales de pequeño tamaño, y, en fin, atender a la exploración completa de nuestros recursos.
Acerca del exceso de potencia instalada, los expertos del Documento deberían atender a los técnicos con experiencia y no a los manuales. En otros Comentarios de este blog ya me he referido a los efectos negativos de la proliferación indiscriminada de aerogeneradores (subvencionada!), al despilfarro de inversiones (centrales de ciclo combinado, nuclear, biogás, etc.) y al beneficio excepcional que las medidas públicas sin análisis previo han aportado y aportan a especuladores y a multinacionales extranjeras, que se aprovecharon de los subsidios para mejorar su tecnología.
El ejercicio académico se advierte en la apelación a “la economía circular”, a “reducir las externalidades negativas drásticamente, sobre todo el sector turístico”, a acelerar la “rehabilitación de edificios”, al “cambio en el sistema de producción de alimento y en el consumo” o en el “sector financiero como catalizador” o a “reforestar 20.000 Ha./año. Estos lemas se vienen repitiendo, con escaso éxito, desde hace décadas.
(continuará)
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El dibujo, titulado “Niña dando de comer a las palomas”, del que soy autor, figura reproducido, con otras once láminas, en el libro Sonetos desde el Hospital (@angelmanuelarias, 2019)