Mañana, España no se despertará de la pesadilla. La realidad alumbrará una tensión entre españoles que no se ha conocido desde la última guerra incivil. El intento de golpe de Estado de Tejero fue una minucia comparada con el golpe al Estado y a la democracia de Puigdemont y compañía.
Para aquel golpe, el Estado estaba preparado. Para éste, la debilidad mostrada por el Estado está siendo de una naturaleza asombrosa, inconcebible, injustificada.
No quiero actuar de agorero, porque lo que sucederá mañana es fácil predecir. Los mossos recordarán, a las seis de la madrugada, a las familias que se encontrarán todavía ocupando las escuelas designadas como colegios para la seudo-elección por el gobierno secesionario de la Generalitat, que deben abandonarlas.
Los mossos se marcharán, como si ya hubieran cumplido. Entonces, la guardia civil y la policía nacional, sacarán de allí a las familias, entre aplausos y abucheos , y precintarán los locales.
¿Solo eso? Si.
El desaguisado ya comenzó. España está rota, derrotada. Y no se podrá recomponer en esta generación. Esta batalla la hemos perdido todos. No podré perdonar jamás a quienes propiciaron este desastre, está vergüenza.