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Sexta Crónica desde el País del Gaigé o del Huangmiú

17 marzo, 2022 By amarias Deja un comentario

Iniciando la tercera semana de marzo de 2022, mientras los responsables de la política exterior europea se debaten en la incertidumbre de cómo actuar -sin que parezca que se están involucrando de pleno- ante la agresión rusa a Ucrania, (que ha provocado una guerra de desgaste versus resistencia que parece propia del siglo pasado, quizá incluso una guerra civil), el Pais del Gaigé sigue a su bola, es decir, en mejor lenguaje español, pervive como si lo que sucede fuera de sus reducidos dominios no le afectara demasiado.

No de otra manera puede explicarse la ausencia de un debate sólido -ya que no constructivo- entre los dos principales partidos políticos, que, como se va sabiendo, y a pesar de los esfuerzos del mago Tezanos de edulcorar las encuestas con jarabe de intenciones para su patrocinado, el PSOE, van cediendo espacio.

Es cierto que la desmembración del Estado soberano en múltiples feudos locales ha hecho muy difícil adivinar si existe una estrategia global desde el Estado y, en caso de que existiera, hasta qué punto sirve para marcar directrices que debieran ser asumidas por las Comunidades Autónomas, pero la pobreza del debate en el Parlamento debería de preocupar, incluso en el País de los Despropósitos.

El cambio del Presidente del Partido Popular, después del suicidio político en público de Casado (Pablo) ha traído a la palestra como interino hasta el inmediato Congreso de esta facción, arrancándolo de su plácido feudo, al Presidente de la autonomía gallega, Núñez Feijoo (Alberto). Pero no ha modificado las formas ni el fondo del debate.

El último episodio de la “comparecencia de los viernes “, en la que se producen interpelaciones  al Presidente de Gobierno y, eventualmente, a algunos ministros, vino a demostrar que no existe la menor voluntad de modificar la costumbre parlamentaria: crítica frontal al Presidente y falsa contestación del interpelado, cuya tendencia a irse por las ramas de la ridiculización o el descrédito de los portavoces del PP y de Vox, es ya un clásico del diálogo nacional de sordos. Se trata, pues, en realidad, de un concierto desafinado de egos, con el que pretenden explicarnos a los ciudadanos que estén dispuestos a hacer novillos en sus tareas y perder un par de horas antes de iniciar el fin de semana, que habrá vida después de la muerte parlamentaria.

El Gobierno de coalición está, en la práctica, roto. En política interior las disensiones son sonoras, entre los ministros del área podemita (Belarra, Montero, Garzón) y los socialistas, a los que se arrima ahora, en busca del calor que la pueda catapultar, Díaz (Yolanda). El próximo domingo habrá manifestación de los representantes agrarios, hay huelga del transporte, no se consigue consenso en las medidas para paliar la escalada de los precios de electricidad o cambiar el mix energético.

Los apoyos a la estrategia del Presidente de Gobierno de unirse a la Unión Europea para que resista Ucrania- en un momento en que se le ve excepcionalmente activo, consciente de la proyección mediática que significa para Sánchez (Pedro) figurar entre los políticos relevantes de la Unión Europea -ahora, desde luego, con un elenco capiti disminuído-, vienen incluso del PP, Vox y Ciudadanos.

Solo los populistas del predicador Iglesias (Pablo júnior) defienden alejarse del conflicto y rezar -o lo que sea más silente- para que la paz vuelva pronto, y así  resplandezcan las peregrinas ideas sobre el poder alimenticio de la carne roja, cómo guardar los huevos en la nevera, la criminalización del varón, o la potenciación del juego (desde el mismo Ministerio que se comprometió a perseguir a los devotos del azar). Sería injusto no indicar también que los populistas, izquierdosos de salón, quieren aumentar impuestos, generar más empleo público y manifestarse en las calles para que suban los salarios por encima de lo que garantiza la rentabilidad (siempre problemática) de las pymes españolas.

En Castilla- León, Mañueco (Fernández, Alfonso), yendo por libre, ha echado la última paleta de ceniza sobre el aún Presidente del Partido Popular (en disfunciones), Casado, que aprovechó el último viaje pagado a Bruselas para hacerse una foto con Tusk (Donald) y abominar de la ultraderecha europea. Para Mañueco, el acuerdo con Vox que le permitió mantener la Presidencia de la región a costa de aupar a la vicepresidencia al candidato de ese partido antes aborrecido (Gallardo, Juan), no es ilógica ni oportunista. Es cosa de apoyarse en la recíproca sintonía: “bajar impuestos, crear empleo, cohesión territorial, gestión seria de los servicios públicos, política coherente de la familia, compromiso con el campo, apuesta por la investigación, defensa de una enseñanza del Bachillerato única,…”

No parece mal programa, así puesto en teoría. Mientras tanto, en el mismo partido en el que aún milita Mañueco, el culebrón de la familia Ayuso (Isabel) fue conducido bajo palio del sinsentido a los Tribunales, lugar de previsibles consecuencias jurídicas (el archivo de las demandas) a donde son conducidos todos los rencores, inquinas, peleas de barrio y envidias de salón, tanto de los amigos como de los enemigos del circo en el que actúan los políticos del País del Gaigé.

 

Publicado en: Actualidad, Economía, País de Gaigé Etiquetado como: Alfonso Fernández Mañueco, Baltasar Garzón, Casado, Castilla y León, Donald Tusk, Ione Belarra, Juan Gallardo, rey emérito, Yolanda Díaz

Señales desde el futuro

18 noviembre, 2021 By amarias 1 comentario

El ciego avance de la cuarta revolución -industrial, tecnológica, social-  está llevando a la sociedad humana, si un milagro de entendimiento global no lo remedia, hacia la masiva destrucción de la especie de homínidos que se llamó homo sapiens.(Se  cumple el aforismo: “stupidus dicentes se esse sapientes, stulti facti sunt”.)

Los síntomas apuntan que la destrucción provendrá del eficaz empleo de la inmensa capacidad armamentística, con los más variados y sofisticados equipos (drones, misiles, taques, buques, aviones dotados con máximo poder de destrucción).

Pero antes de que se produzca esa desgracia, que vendrá a confirmar que nuestra especie lleva en sí misma la capacidad de exterminio, tendrá lugar la división tricotómica de la sociedad global que abarcará múltiples aspectos, desde el intelectual al moral y, por supuesto, el tecnológico y económico.

Desde hace décadas se viene produciendo -últimamente de manera acelerada- el cambio del liderazgo mundial, en el que el papel que venían desempeñando, sin rivales, los Estados Unidos de Norteamérica, desde la segunda guerra mundial, ha pasado a contar con un émulo de musculatura creciente, China, que se benefició de manera muy efectiva de la apertura económica que se llamó la globalización de los mercados.

Los poco eficientes presidentes estadounidenses (el último con visión global y relevancia política real fue Bill Clinton), se han empeñado en mantener inútiles guerras de distracción de su declinante supremacía y, ya cuando todo estaba perdido, se han concentrado en el refugio del “América first”, es decir, la autarquía en unos productos y la defensa arancelaria en otros.

No debemos dejar sin mencionar, en este rápido repaso de geopolítica para párvulos, que la Unión Europea, empeñada en ejercer un liderazgo moral -sobre todo, en lo ambiental y, en menor medida, en lo social, acuciada por las crecientes invasiones “pacíficas” de los migrantes de los países limítrofes- ha ido perdiendo capacidad negociadora. Ha visto también, para confirmar el dramatismo de la situación, que su supremacía tecnológica ha servido para que en el Oriente -desde China a India y Pakistán, pero sin olvidar a Japón- se estén produciendo, con tecnologías que en inicio fueron suyas, pero ejecutadas hoy con mano de obra mucho más barata, los bienes que sus ciudadanos se empeñan en comprar para agotar sus necesidades de consumo (desde automóviles a chupetes tecnológicos -móviles, cámaras fotográficas, ordenadores, etc.)

La tricotomía a la que me refiero, de manera enfática, es la división social cada vez más evidente entre:

1) el grupo selecto de tecnólogos, científicos e investigadores de primer nivel, junto con gestores y comerciales de mayor rango, trabajando para las grandes empresas multinacionales (farmacéuticas, de energía, agua, producción de microchips, materiales especiales (grafeno, aleaciones ligeras, cerámicas de alta resistencia, etc.) y en los centros universitarios y de desarrollo punteros; a ellos se deberá añadir el grupo de sanitarios altamente cualificados;

2) la masa de  trabajadores con cualificaciones intermedias (universitarias, de formación profesional, de artesanías diversas), en número creciente y con cualificaciones cada vez peores, así como la gran oferta de personal para servicios (camareros, empleados en hostelería, atención doméstica y a enfermos), así como actores, empleados en centros de diversión, etc., compitiendo duramente por la creciente oferta de mano de obra y con salarios cada vez menores y

3) el gran contingente de desempleados crónicos, jubilados, clases pasivas de todo tipo, enfermos dependientes del auxilio social, migrantes y refugiados, etc.

El 17 de noviembre de 2021 he tenido ocasión de asistir, en directo, a la presentación del libro “España, a ciencia cierta”. Tuvo lugar en el auditorio de la Fundación Rafael del Pino. Después de un breve bosquejo sobre la intención del libro y de los resultados de la investigación (el estudio que lo cobija detecta diez tecnologías con mayor capacidad impulsora para España), el eficiente y laureado director de la Fundación, Vicente J. Montes Gan realizó dirigió un coloquio “amistoso” con sus autores, Javier García Martínez, Sonia A. Contera e Iñaki Berenguer.

No abrigo ninguna duda de que los diez sectores tecnológicos con desarrollo expuestos en el libro son, todos ellos, líneas magníficas de futuro actual e, incluso, del pasado más floreciente que apunta a hacer más eficiente ese futuro: la telemedicina y la nanomedicina, la realidad mixta (virtual y aumentada), los sensores provistos de chips para detectar enfermedades sin necesidad de desplazamiento al centro médico, la agricultura de precisión, la masiva aplicación de las matemáticas a la economía (con énfasis sobre el tratamiento de los big data), la cadena de valor del hidrógeno (su producción y uso generalizado), la supercomputación (en la que España, según dijeron los propios intervinientes, es ya una potencia mundial), etc. Quien quiera conocer los detalles, que compre el libro.

Me quiero detener, sin embargo, en comentar, con mis propias palabras, algunas de las frases que creo más relevantes del interesante coloquio.

  • Frustración de los científicos y tecnólogos españoles. Sonia (Contera) enfatizó, y varias veces, sobre la falta de identidad científica propia para España. Nuestro país no supo recuperar la identidad científica que poseía, y que se perdió con la guerra civil. No solo éso: existen muchos movimientos en el mundo anticientífico. Existen buenos científicos y técnicos españoles trabajando en prestigiosos centros académicos (y empresas) extranjeras, pero no tienen el acicate para trabajar en nuestro país, porque falta el ambiente, la atmósfera adecuada. Los autores del libro estuvieron de acuerdo que el científico no trabaja por dinero (al menos, hay que puntualizar, supongo, cuando ya ha tenido un razonable éxito económico y tiene un puesto de trabajo fijo), sino por la “satisfacción”.
  • No existen caminos claros para la comercialización de la ciencia, que es clave para el desarrollo tecnológico. Iñaki (Berenguer) diferenció entre “hacer ciencia” y “comercializarla”, que sería una habilidad diferente. En ese segundo aspecto, los investigadores y científicos españoles no son tan relevantes. Nos falta incluso, el impulso para el primer paso: que no se pongan trabas burocráticas, administrativas (y añado yo, incluso endógenas, surgidas de envidias en los propios centros de investigación y docencia).
  • La Universidad es, o debe ser, el gran polo de innovación y ciencia. Así sucede en los países más desarrollados. No es el caso de España, carencia dramática que debería corregirse de inmediato (la concreción del articulado es mío).
  • La identidad científica no se regala. Debe crearla el propio investigador, sin ayuda de nadie (o de muy pocos). Sonia puso el ejemplo de su personal periplo en Boston. “¿Española y mujer?” Nadie me ayudó; lo que ha llegado a ser lo consiguió por su propia dedicación y esfuerzo.
  • Asia va a dominar la ciencia del siglo XXI. Le ayuda, también, el sentimiento religioso del pueblo, el confucionismo, que favorece la visión colectiva, el apoyo recíproco en vías de un beneficio común. España es un país fragmentado, sin identidad como país. Esa situación constituye un grave perjuicio para el desarrollo tecnológico. Los distintos actores hablan lenguajes distintos.
  • La ciencia no crea desigualdad por ella misma, sino por el uso que se hace de ella. Falta liderazgo científico en España.
  • Es importante la diversidad en todos los órdenes, no solo de género. Eliminar la reacción, que es anticiencia y favorecer los equipos multidisciplinares, el trabajo en equipo, la selección de los mejores, estimulándolos y creando plataformas adecuadas de desarrollo y comunicación técnica y científica.
  • Hay que alinear objetivos e incentivos. Javier (García Martínez) es partidario de esa concordancia, aunque Iñaki y Sonia subrayaron que en sus centros no se habían identificado ni los objetivos ni los incentivos y ello no fue hándicap para el desarrollo ejemplar de la investigación.
  • España dispone de un clima excelente que debiera servir de atractivo para que los investigadores pasaran un tiempo en centros españoles. “El invierno es muy duro en Boston”, señaló Iñaki. Debería analizarse con seriedad la eliminación de trabas administrativas para facilitar la doble residencia, suprimiendo o aliviando cargas fiscales a científicos españoles residentes en el extranjero.

Publicado en: Actualidad, Economía, Investigación, Sociedad, Tecnologías Etiquetado como: Fundación Rafael del Pino, Iñaki Berenguer, Javier García Martínez, Sonia A. Contera, Tecnologías para impulsar España, Vicente J. Montes Gan

Se pronostica un invierno caliente

12 octubre, 2021 By amarias Deja un comentario

Sirve de poco consuelo saber que España no está sola en las escalada de precios del gas y de la energía que se viene experimentando en el último semestre. En otros países europeos, junto a Francia y Alemania en la cabeza, los precios relacionados con la energía están subiendo. A la espera de un invierno que se prevé duro, la factura para la calefacción doméstica podría suponer un incremento superior al 30 por ciento. Aunque se tomen, diligentemente, medidas de ahorro para evitar el despilfarro del consumo.

En realidad, aunque se está echando la culpa a la imprevisión de los gobiernos, a la debilidad del mix energético, o al cierre de las nucleares, la subida de precios es consecuencia de múltiples factores. Entre los principales causantes ocultos está el incremento en el precio de la tonelada de CO2, es decir, el efecto derivado que pesa sobre las empresas eléctricas, de la necesidad de comprar bonos en el mercado que compensen la contaminación de las eléctricas convencionales (centrales de carbón y de ciclo combinado).

El principal causante oculto del aumento de  los costes del gas son los fondos especulativos, que han tomado ese mercado por su cuenta, que mueven sus hilos con ofertas de compra a medio-largo plazo, regidas por automatismos y que han conseguido rendimientos próximos al 40%. No solo sube el precio del gas, la tasa de inflación  también está aumentando, como consecuencia de la actividad de una parte de los consumidores, que se encuentran con poder adquisitivo remanente, después de superada la crisis del coronavirus.

Si las fuentes energéticas -por razones políticas, estratégicas, naturales o especulativas- no son suficientes para compensar la demanda, la escasez de la oferta supondrá una ventaja excelente para los especuladores.

El invierno implicará que aumentará la necesidad de kw hora, lo que tendrá su reflejo en los precios. En las proyecciones actuales, una subida en el consumo de 20.000 kw hora supondrá del orden de 170 euros en la factura.

La naturaleza también ha jugado su papel. La aportación de la energía eólica ha sido menor que otros años, especialmente en los países del norte y centro de Europa. En Alemania, los depósitos de gas deberían estar llenos a esta altura del año, pero Rusia no está entregando las cantidades comprometidas, sin que se pueda deducir si no puede o, sencillamente, no quiere. No debería extrañar, sin embargo. Después de largos períodos de bajos precios, las inversiones de mantenimiento de instalaciones u redes que deberían habar realizado los productores -ya sean rusos, argelinos o del mar del Norte- se han descuidado.

La subida de precios si el invierno, como se prevé, viene frío, va a provocar desequilibrios en las balances empresariales y familiares. Pero, además va a comprometer los objetivos en relación on el clima, porque habrá que recurrir a fuentes que se habían dejado fuera de juego. El carbón es uno de los candidatos que va a volver a la palestra.

En un escenario inestable, donde las tensiones internacionales y los intereses económicos se pondrán duramente de manifiesto, habrá que considerar la revisión de una política energética (más bien, estrategia) demasiado optimista, alejada de la cruda realidad de nuestra posición de país deficitario y con poca fuerza adquisitiva.

Publicado en: Actualidad, Economía, Energía Etiquetado como: Alemania, escasez, gas, invierno, kw hora, política energética, precios, Rusia

Explorando el Horizonte 2030

10 julio, 2021 By amarias Deja un comentario

Incorporo como Comentario a este Blog, el último Editorial que escribí para la revista ENTIBA, publicación del Colegio de Ingenieros de Minas del Norte de España, y de la que formo parte de su Consejo Editorial

“Cuando parece a punto de darse por superada –al menos, en los países desarrollados- la urgencia sanitaria causada por la crisis pandémica, es momento de tomar en serio el papel insustituible de la Ciencia, la Investigación y la Tecnología como pilares del modelo de bienestar y su desarrollo. La observación parece trivial, al albergar un argumento cuyo contenido nadie discute, que se podría considerar  plenamente asumido y compartido.

Pero la idea mantiene intacta su signo revolucionario. Asumir su potenciación como una necesidad ineludible, implica la puesta en entredicho de varios lugares comunes. 1) Niega la validez de apelar al voluntarismo o a la falta de planificación como factores con los que corregir el rumbo natural de los acontecimientos, que están poderosamente dirigidos por el segundo principio de la Termodinámica, es decir, por la tendencia al desorden. 2) Destruye la tentación de mantener confianza ciega en el impulso espontáneo de la imaginación colectiva como clave para mejorar el futuro. El mundo hace tiempo que no “va de lui même”, no avanza solo, como pretendían los fisiócratas del XVIII. 3) Incluso, cuestiona la petición de principio por la que se pudiera creer que la técnica, sin orientación ni directrices, acudirá a rellenar las carencias cuando se le ofrezcan incentivos y señuelos, como si fuera un atleta sin necesidad de preparación, siempre dispuesto para la carrera.

La sociedad ha vivido una conmoción de la que no se recuperará de inmediato, porque han quedado afectados y, en ciertos sectores, destruidos, principales sectores económicos. La solicitación recibida por el sistema de salud ha sido brutal, tensando la disponibilidad de los equipos para atención médica y la preparación y capacidad de resolución del personal  facultativo hasta límites no imaginados. La desorbitada cifra de infectados ha llevado al umbral del colapso la oferta sanitaria, y causado millares de muertos y enfermos crónicos, obligando a adoptar decisiones de urgencia bajo un régimen de presión emocional insoportable. Se han puesto de manifiesto las debilidades de la oferta de atención primaria y asistencial para abordar con solvencia absoluta una situación tan insólita, pero también ha permitido detectar las fortalezas y la capacidad de improvisación inteligente de los equipos facultativos, a todos los niveles formativos.

Junto con esas conclusiones de un análisis aún provisional y tensado por la emoción, sería erróneo pasar por alto que la descentralización de las competencias sanitarias hacia las autonomías ha perjudicado la dedicación eficaz de medios y la adopción solvente de decisiones rápidas, con discusiones estériles y dañinas, provocadas por la diversidad política más que por la controversia entre criterios científicos y experimentales.

Entender con alivio que la  crisis pandémica está razonablemente superada, y asistir con suficiencia a la recuperación vertiginosa de nuestra fuente fundamental de ingresos, el turismo, nos podría inducir a correr el riesgo de confiar, por analogía, que, con pequeñas intervenciones en otros sectores se conseguirá alcanzar en corto plazo las posiciones anteriores a la crisis sanitaria.

No será sencillo. Por la estructura de nuestra economía, con una base desproporcionada en empresas de pequeño tamaño y escasa aplicación tecnológica, la crisis sacó del mercado definitivamente un número  elevado de pymes y autónomos. Muchos agentes fundamentales por su participación en la formación del sistema económico y social que sustenta la estabilidad de los flujos de producción, distribución y consumo, han resultado dañados en número y calidad, viendo perdida su viabilidad, y generando bolsas de paro, con la necesidad para una parte de la población afectada por la pérdida de ingresos, de recurrir a la solicitud de prestaciones asistenciales.

La economía debe generar nuevas oportunidades y se ha de estar preparado para resolver demandas de empleo con cualificaciones desconocidas o poco comunes. La tendencia y fuerza real de la recuperación es una incógnita. Muchas empresas han agotado su liquidez y la digitalización, que supone contar con formaciones duales (en el sentido de conocimiento sectorial específico y en tecnologías de informática y comunicaciones), tensa el mercado de trabajo al demandar conocimientos de los que la población carece aún y en disciplinas que tienen poca difusión. Falta impulso empresarial. No pocos emprendedores han perdido sus ahorros, cuando no su patrimonio y no tienen ánimos de probar fortuna en otros campos. Hacen falta emprendedores cualificados, con capacidad de gestión en las nuevas tecnologías y con información sobre las necesidades inmediatas, es decir, oportunidades de inversión solvente.

Desde los sectores más afectados por la paralización pandémica, especialmente de los cercanos a los extremos de la cadena de producción y consumo, se reclaman ayudas inmediatas y a fondo perdido. Es, en cierto modo, una distorsión, un fondo de ruido que afecta a la adopción de decisiones. No puede dejarse a un lado que, además de los estragos sociales y económicos causados por la paralización forzada de actividad, se han producido graves daños ecológicos, dado el carácter de externalidad del medio ambiente, con manifestaciones ocultas o de difícil evaluación. La urgencia para cubrir necesidades vitales perentorias llevó a ignorar normativas legales o cuidados ambientales.

Al valorar la situación actual, se  podría, en fase de optimismo creativo, entender como magnífica opción que a España se le ofrecen oportunidades de construir un nuevo tejido industrial y de servicios sobre las tierras quemadas o agostadas en la postpandemia. No parece factible levantar de inmediato una nueva estructura socioeconómica sobre el campo de necesidades inmediatas. Por eso, será imprescindible valorar nuestras peculiaridades, en especial en relación con los países más avanzados de la Unión Europea, a cuyo carácter tractor habrá que acercarse y atender a forzar la reactivación impulsando principalmente esos sectores.

Como idea general, será preciso separar las actuaciones inmediatas, cuyos efectos no admiten dilatación, de aquellas de las que se obtendrán frutos a mayor plazo. Aunque hay medidas que deben tomarse de manera centralizada, como la rápida formación de expertos digitales, hay que confiar en que las decisiones empresariales e individuales asuman la necesidad de incorporar la digitalización a los procesos. También será factor de activación, el desarrollo de modelos de gestión y producción digitalizados, o, sin ánimo exhaustivo, el tratamiento de los riesgos y oportunidades relacionados con la protección climática.

Los planes de los países europeos para tratar de solventar los efectos de la crisis pandémica a medio y largo plazo, presentan una fuerte similitud, hasta el punto de que parecen copia unos de otros. Eso no descalifica su validez, sino que pone el énfasis en que lo importante no es trazar grandes líneas sino acomodar su realización a las posibilidades concretas de cada país.

Es seguro que, de la necesidad y la activación de algunas líneas de concentración de recursos intelectuales y físicos, surgirán innovaciones en muchos campos. Habrá que seleccionar, con análisis serenos, aquellas ramas con mayores oportunidades de crecimiento, y, sin dudar, protegerlas con medidas, agilizando los procesos regulatorios y burocráticos.

Los menores salarios medios y la menor relación en la aportación al pib per cápita ofrecen ventajas comparativas para España. Aunque es común expresar que tenemos bajos índices de productividad, apuntando a la falta de eficiencia o cualificación de la mano de obra, las diferencias con los países más productivos son más bien achacables a deficiencias de gestión y a la falta de equipamiento del mejor nivel. Disponemos –si bien en franca y lamentable recesión- de una elevada  capacidad formativa oficial, con algunos centros de excelencia reconocidos.

Aunque no somos un país con recursos propios singulares (a salvo del patrimonio histórico y los valores paisajísticos que potencian nuestra oferta turística y de ocio), tenemos materias primas de alto valor y creciente demanda, que sería preciso explorar.

Ante todo, para impulsar los ejes en los que apoyar el desarrollo inmediato con perspectiva de rápidos rendimientos, se han de corregir las deficiencias en Formación, Investigación, Creación científica y Desarrollo tecnológico.  El historial de Planes fallidos en Educación y Ciencia, la heterogénea cualificación del personal docente y científico –con media de edad muy alta, falta de definición de la carrera profesional, insuficiente financiación para dotación de equipos y material, así como deficiente orientación metodológica y escaso estímulo a la eficacia- debería forzar un análisis externo corrector de las carencias y que condujera a la potenciación inmediata de sus fortalezas, incorporando medios humanos y materiales allí donde sea necesario.  No es tarea sencilla, pues el sistema se ha poblado de vicios, conformismo y nepotismo, en coexistencia dramática con excelentes profesionales.

Algunas actuaciones son fáciles de enumerar, pero exigen una coordinación e impulso de gran alcance. Junto al impulso  a la investigación e innovación, deben incorporarse medidas para la incorporación y formación posterior de empleados, el desarrollo de facultades para adaptarse a las tendencias a la movilidad laboral, el impulso a mentalidades digitales en el trabajo individual y de equipo, tanto en los procesos de producción como en los servicios, la utilización personal de las nuevas tecnologías, la potenciación de habilidades soft (como la capacidad de comunicación verbal y escrita en la lengua propia y en otras extranjeras), la generación de una mentalidad flexible para atender al carácter disruptivo del nuevo mercado laboral, o la incorporación de la sensibilidad de protección ambiental como directriz general de actuación.

La correspondencia con los proyectos de nivel europeo, para aprovechar la capacidad de arrastre de los líderes tecnológicos, no debiera ser la única orientación, pues nos convertiría definitivamente en un país subordinado. Tradicionalmente, hemos visto en Alemania una referencia a imitar, y un aliado interesado, al que nos hemos asociado casi siempre de buen grado. Es evidente que, si se asegura el encaje sólido en estructuras más eficaces y de mayor envergadura, se favorecerá la búsqueda de la estabilidad del modelo de bienestar y calidad de vida que se pretende consolidar para el futuro, garantizando en teoría su viabilidad económica, ecológica y social, al vincularla a una fortaleza superior. Al margen de esta idea general, será conveniente actuar con cautela e inteligencia en la selección de prioridades.

Como país intermedio, España no puede pretender ser el paladín tecnológico en líneas de trabajo en donde ya confluyen intereses económicos extranjeros, alimentados por potentes empresas multinacionales con centros de decisión sobre los que no tenemos influencia. Arriesgaríamos, como sucedió otras veces, ser su banco de pruebas experimental.

Los Fondos Europeos del NextGeneration, con transferencias próximas a los 70.000 millones de euros entre 2021 y 2023, al aplazar las consecuencias inmediatas de la crisis, han de verse como un alivio momentáneo.

La obsesión por liderar la descarbonización puede pasarnos una alta factura. La Unión Europea ha aumentado la autolimitación de la  reducción de las emisiones de CO2 equivalente a un 55% en 2030, arrastrando a una fuerte subida el precio de la tonelada de CO2 que va camino de superar los 60 euros,  al reducirse el mercado de derechos de emisión que las empresas  que más contaminan deben comprar para seguir produciendo energía en sus instalaciones.

La voluntad de acelerar al máximo la descarbonización de la producción energética y el decidido sesgo ecologista de las decisiones estratégicas no debieran generar confusión respecto a la naturaleza económica del desarrollo. Las medidas restrictivas exigen ser compensadas con nuevos ingresos. La explotación ordenada de los recursos mineros del territorio  debiera forma parte de la planificación.

El sector reclama una estrategia para la minería y apoya la creación de una alianza estratégica europea de materias primas, que incluya la recuperación de residuos de algunos metales, como el cobalto y el wolframio. Confedem ha identificado trece minerales esenciales para la transición energética de los que España dispone de reservas: aluminio, cobalto, cobre, grafito, litio, estaño, manganeso, níquel, oro, plata, tierras raras, vanadio y wolframio, y así se lo ha comunicado al Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, para su consideración en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030.

Aunque España carece de empresas líderes en el sector minero, dispone de la zona más mineralizada de la Unión Europea. Gracias al cinturón de pirita ibérica, somos una potencia en la producción de cobre, de amplia utilización en la fabricación de vehículos y en el desarrollo de la energía eólica, con recursos cercanos a los 2,3 millones de toneladas. El wolframio, usado en baterías y acumuladores, tiene reservas similares. Los cátodos de las baterías de iones de litio han convertido al cobalto, subproducto en la explotación de los minerales de cobre y níquel, en elemento crítico. Actualmente, el cobalto es extraído en la República Democrática del Congo y procesado en China, con riesgos que no resultan asumibles para los productores de baterías que buscan acercar sus instalaciones de producción a los centros de mayor consumo. Los sistemas para almacenamiento de la energía intermitente de origen renovable han aumentado, por su parte, las perspectivas de un incremento en la demanda de vanadio.

En general, el buen conocimiento de los depósitos de muchos minerales (estaño, oro y plata) o los indicios suficientes para considerar otros del mayor interés (litio, cobalto, níquel), y la actualización de los datos disponibles (en el caso del grafito y del vanadio), ofrece saludables perspectivas en relación con las técnicas más modernas de valoración, extracción y uso de los materiales geológicos.

La identificación de yacimientos de alto valor estratégico viene tropezando, sin embargo, con la empalizada ideológica, de base temperamental, construida desde las presiones ecologistas y la obsesión por la defensa ambiental y la intangibilidad del territorio, que han conducido a exagerar la afectación minera, creando una opinión publica distorsionada, que desconfía de la técnica y del cumplimiento de la  obligación legal de controlar y reparar los eventuales daños. Se está paralizando la investigación y explotación de recursos mineros que podrían ser fuente de riqueza y empleo. Esta situación afecta, entre otros,  en la actualidad al yacimiento de tierras raras de Ciudad Real (Torre de Juan Abad) y al de Valdeflores (Extremadurra), con alto potencial en litio.

Los minerales estratégicos no solo son necesarios para la generación de equipamiento y materiales vinculados con la producción energética. Son también imprescindibles en la fabricación de impresores de alta definición, en la robótica, la aeronáutica, y, en general, todas las tecnologías digitales. Si no se obtienen en Europa, habrá que importarlos, creando así dependencias muy limitantes. Alemania ha firmado acuerdos con Chile y otros países que le permitirán garantizar el abastecimiento para su producción tecnológica.

El horizonte 2030 se moverá, obviamente, a medida que nos aproximemos a él. Por eso, debemos dotar de la máxima capacidad de adaptación a nuestra estructura formativa y económica, conscientes de que los hallazgos de la investigación científica, a los que estamos obligados a contribuir con eficacia, ofrecerán nuevas oportunidades y cambiarán la manera de abordar otras. Sirva como ejemplo puntual que la Sociedad Max Planck está investigando la sustitución del silicio en los paneles solares para mejorar su absorbencia, incorporando una película de perovskita.

Con seguridad, gran parte de lo que hoy nos aparece muy claro, se desdibujará al acercarnos a los objetivos, apareciendo otros retos. La Ciencia, la Investigación y la Tecnología seguirán estando en la base. Los ingenieros de minas estaremos siempre dispuestos a asumir un papel relevante. Son muchos los ámbitos en los que podemos colaborar. Queremos seguir sintiéndonos orgullosos del papel que, como profesionales, podemos representar para contribuir a despejar incógnitas de los brumosos horizontes que envuelven el futuro.

@Angel Manuel Arias para ENTIBA (junio de 2021)

 

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Trabajo de final de curso (2)

24 mayo, 2021 By amarias Deja un comentario

Nota: Este Comentario forma parte indisociable del publicado anteriormente, con el mismo título, en este blog.

Desde luego, una parte importante de las sentencias (o consejos) que se lanzan en el Documento corresponden a postulados y directrices académicas y, en algún caso, puestas en práctica con variados resultados. Tal es el caso del “apadrinamiento entre grandes y medias empresas”, o la generación de clusters de actividad, que se ha probado en algunos países (y regiones españolas) y cuya efectividad depende en gran medida de la fuerza motriz e interés de al empresa tractora y la capacidad de las pymes para asimilar sus exigencias técnicas.

Uno de los capítulos potencialmente más interesantes, siempre en mi opinión como simple observador de la realidad española, es el dedicado a la necesidad de mejorar la formación de la población española. Se construye un edificio, bastante frágil, sobre las “asignaturas pendientes” entendiendo por tales,  la alta tasa de abandono, el alto número de repetidores, el acceso insuficiente a los estudios postobligatorios, al bajo nivel de aprendizaje y a la desmotivación del alumnado, como otras tantas características negativas del panorama educativo.

Por supuesto, estoy de acuerdo con esas conocidas rémoras de nuestra enseñanza, pero no tengo empacho alguno en añadir como causantes del bajo nivel de aprendizaje, la falta de motivación del profesorado, la dejación de funciones de enseñanza por parte de los padres en los contenidos de una televisión inane, sin contenidos formativos, la excesiva dedicación al móvil y a los juegos telemáticos desde edades tempranas, la falta de competitividad, el exceso de cometidos formativos y clases extras sin orientación curricular, etc.

Puede que “el grado de magisterio sea uno de los menos exigentes” y que “las carencias formativas apenas se corrigen” y que “no hay una carrera profesional hacia la dirección”. Pero esta situación se puede aplicar a casi todas las carreras, en donde la aparición de grados y máster sin una clara diferenciación y habiendo disminuido los niveles de exigencia al alumnado, convertido en evaluador del profesorado.

Resulta simpático, cuanto menos, leer que hay que corregir la feminización de la carrera docente, incorporando profesorado masculino, puesto que en la actualidad el 98% de los maestros en la etapa infantil son mujeres y el 81% en primaria, así como “introducir un modelo de evaluación competencial del aprendizaje”. Justamente, la introducción de modelos competenciales y la revisión de todo tipo de canonjías (funcionarios, ascensos a dedo, puestos relevantes a correligionarios, falsos currícula, familias influyentes, etc.) es, sin duda, un mal endémico de nuestra sociedad.

Conquistar la “vanguardia educativa” implica una profunda revisión de carreras, objetivos, asignaturas, profesorado, catalogación de centros docentes, homogeneización, etc. La delegación de la obligación constitucional de proveer desde la Administración del Estado una enseñanza que facilite la promoción individual y la mejor satisfacción personal, ha fracasado con la delegación de funciones a las regiones, que han interpretado el mandato de la Norma Suprema, con pocas excepciones, como el permiso para crear sus propia canonjías.

Es, desde luego, lamentable, que “más de diez millones de adultos (y de ellos, la mitad con edades entre 25 y 64 años) no tengan ningún título de formación profesionalizada. Que ahora se promueva .por enésima vez- “consolidar la formación profesional”, provoca a los que hemos defendido desde hace décadas, esa necesidad, una triste mueca.

Los juicios y buenos deseos expresados en el Documento se deben compartir: “bajos niveles de aprendizaje”, “se concede más importancia a la cantidad que a la calidad”, “hay que subir del 11 al 17% las personas con titulación superior”, “se debe impulsar el lifelong learning” (rectius, en español, el aprendizaje a lo largo de toda la vida)

Como se pretende dar sensación de estar al día en la pedantería más actual, se sugiere “aumentar la capacitación adicional en upskilling y aumentar el reskilling”, que implica mejorar la adaptación individual al cambio tecnológico, facilitando la reinserción y movilidad laboral. Se aboga porque el “75% de la población adulta hable, al menos, una lengua extranjera”; como no se precisa cuál podría ser ésa, cabe desear que no sea ni el catalán ni el euskera y, recíprocamente, que los hablantes en esas lenguas vernaculizadas aprendan a expresarse bien en español.

Algunas medidas deberían ser de ejecución inmediata, como “reformar de forma profunda el servicio público de empleo estatal”: es ineficiente, no ayuda a la consecución de empleo y sus funcionarios -en inmensa mayoría- desconocen el espacio laboral al que, en teoría, deberían orientar y conducir a quienes tienen la desgracia de encontrarse en paro. En un contexto con cambios tecnológicos continuos, mortalidad empresarial elevada (y nacimiento de nuevos emprendimientos) y una población activa envejecida y con poca actitud al estudio y a adquirir nueva formación, poner en marcha ese “servicio público” renovado implica, por sí mismo, un reto inmenso.

Hay afirmaciones que deben juzgarse en el contexto ideológico del Documento y no desde su presunta eficacia. Así cabe calificar el propósito de “incentivar la presencia de mujeres en los sectores industrial y tecnológico” y de los “hombres en el cuidado de personas dependientes”, así como de “mujeres de 55 años en formación continua”, de “adultos con cualificaciones medias y bajas”. Estas afirmaciones con base dogmática implicarían destinar recursos para colectivos singulares, cuya eficacia debe responder a un análisis mucho más completo de las necesidades, no solo de los necesitados, sino de la economía general. La incorporación masiva de la mujer al mundo laboral ha tenido como consecuencia no deseada la disminución de los salarios.

Algunas indicaciones tienen olor muy rancio: “incentivar la formación dual” (¡en eso estamos desde hace décadas, sin éxito!). Otras expresiones son puramente voluntaristas: “la transformación ecológica, al final del proceso, tendrá un balance abrumadoramente positivo”. Lo ignoro, en verdad, y lo que sí creo poder afirmar que en el camino, se perderán puestos de trabajo, muchas empresas perderán viabilidad y, lo que es más grave, el efecto sobre el medio ambiente a nivel mundial, será nulo, dada la pequeña dimensión de nuestra economía.

La enumeración de los males previstos si no se toman medidas para llegar a la completa descarbonización evidencia la filosofía de la titular del Ministerio y el seguimiento estricto de la doctrina del Panel del Cambio Climático. No se si la temperatura aumentará en 1,8ºC en cuatro décadas, o si mantendremos la sobreexplotación de los acuíferos, o si aumentarán las pandemias zoóticas.  Lo que sí se es que las medidas que deberíamos adoptar se tendrían que orientar al mejor uso del agua de riego, la selección adecuada de los terrenos agrícolas, el fortalecimiento de las localidades rurales de pequeño tamaño, y, en fin, atender a la exploración completa de nuestros recursos.

Acerca del exceso de potencia instalada, los expertos del Documento deberían atender a los técnicos con experiencia y no a los manuales. En otros Comentarios de este blog ya me he referido a los efectos negativos de la proliferación indiscriminada de aerogeneradores (subvencionada!), al despilfarro de inversiones (centrales de ciclo combinado, nuclear, biogás, etc.) y al beneficio excepcional que las medidas públicas sin análisis previo han aportado y aportan a especuladores y a multinacionales extranjeras, que se aprovecharon de los subsidios para mejorar su tecnología.

El ejercicio académico se advierte en la apelación a “la economía circular”, a “reducir las externalidades negativas drásticamente, sobre todo el sector turístico”, a acelerar la “rehabilitación de edificios”, al “cambio en el sistema de producción de alimento y en el consumo” o en el “sector financiero como catalizador” o a “reforestar 20.000 Ha./año. Estos lemas se vienen repitiendo, con escaso éxito, desde hace décadas.

(continuará)

—-

El dibujo, titulado “Niña dando de comer a las palomas”, del que soy autor, figura reproducido, con otras once láminas, en el libro Sonetos desde el Hospital (@angelmanuelarias, 2019)

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Trabajo de final de curso (1)

23 mayo, 2021 By amarias Deja un comentario

La Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia, dependiente de la Presidencia del Gobierno español, ha presentado un Documento titulado “España 2050” (en subtitulo : “Fundamentos y propuestas para una Estrategia Nacional de Largo Plazo”.  En el prólogo, firmado por el presidente de Gobierno, se indica que un grupo de “un centenar de expertos de reconocido prestigio” ha trabajado durante casi un año, “de manera totalmente altruista y totalmente independiente”, para llegar a “arrojar luz sobre los grandes desafíos estructurales” que el país deberá afrontar para converger con los países más avanzados de la Unión Europea.

El cometido de la Oficina es, justamente, la propuesta y definición de estrategias, a medio y largo plazo, así que el Documento responde a su obligación de realizar trabajos como ése. El Manual de Estrategia ahora publicado tiene 670 páginas, de las que un 10% corresponden a la bibliografía. Incluye, agrupados en relación con la aportación a cada uno de los “nueve desafíos”, los nombres de los expertos, así como el de las entidades colaboradoras (básicamente, los Ministerios) y los de los ocho coordinadores, todos ellos, funcionarios de la Oficina y, de acuerdo con su categoría, expertos también : un historiador, cuatro economistas (uno con la doble licenciatura en derecho), dos sociólogos y una ingeniera química.

El propósito confesado del Documento es abrir un debate sobre las medidas propuestas (y otras que los agentes sociales, invitados a participar, incorporen). El objetivo es, por tanto, encomiable y necesario. Sin embargo, de su lectura se tarda poco tiempo en deducir que se trata de un trabajo relativamente improvisado, en el que abundan los recortes de trabajos académicos y artículos de prensa, produciendo una decepcionante impresión.

Se enfatiza en el trabajo de la Oficina en el resumen diagnóstico de la situación de partida, para extraer líneas generales de acción que sirvan para el ambicioso propósito confesado: converger, en el horizonte del año 2050 en los parámetros de los países más avanzados de la Unión Europea.

Se puede coincidir en la valoración del estado inicial, pues es bien conocida. La crisis pandémica ha empeorado esos datos, y los expertos (los del Documento) coinciden en apreciar que “la crisis supone una oportunidad” para enderezar rumbos del pasado y convertir a España en un nuevo país (me recordó la expresión de Alfonso Guerra, al final de la Transición de que “no la va a conocer ni la madre que la parió”).

Me hubiera gustado escribir que el documento responde a su intención. No puedo hacerlo, por tres razones: el trabajo es de naturaleza puramente voluntarista, resulta a todas luces sesgado y pretencioso e ignora que los países a los que se trata de converger tienen su propia dinámica y, con seguridad, sus responsables -los de ahora y los del futuro- no se habrán leído el documento.

Es una lástima que no se haya realizado un recopilatorio extensivo de la situación actual que pudiera ser referencia obligada para posteriores trabajos. Un Documento de esa índole, de ser realmente exhaustivo en el análisis, debería presentar, quizá, diez veces más volumen, muchos más gráficos, centenares de tablas y un profundo abordaje de cada una de las cuestiones de partida para cuya modificación se propone trabajar conjuntamente. Otros trabajos anteriores, cuyo destino final – por cierto- ha sido casi sistemáticamente el desprecio, el olvido o el fracaso (Planes Hidrológicos, Planes Energéticos, Planes de Residuos, Planes de Ordenación Urbana, Planes de Investigación y Desarrollo, etc.) dispusieron, siendo claramente sectoriales, más páginas y más enjundia.

Se descubren en el texto, líneas de pensamiento sociológico (más bien, sectario) que merecerían discusión por sí mismas: la incapacidad del sector empresarial español para asumir el futuro (en investigación, financiación y tecnología), carga que habría que atribuir a la dependencia de las multinacionales extranjeras y a la dificultad estructural de las pymes para crecer; la insuficiencia entidad de las actuales cargas impositivas en relación con otros países avanzados (irpf, iva, sucesiones y donaciones), para sostener un estado de bienestar de alto nivel, dadas las tasas de desempleo, cifras de jubilación y prestaciones que deben cubrirse con una actividad económica muy sesgada al sector servicios y poco imaginativa.

En fin, no haría falta recordar que nuestra inversión empresarial en i+d por habitante está muy lejos de la media europea, que se acerca a los 180 euros/per cápita y año, y hubiera sido de agradecer profundizar, no tanto en las razones de esa diferencia, sino en las medidas de activación (en mi opinión, la adecuada selección de sectores estratégicos) para corregirla.

El análisis, al ser tan genérico, conduce a afirmaciones que aparecen como triviales: “las disfuncionalidades interactúan como círculo vicioso” , “la economía española tiene insuficiente desarrollo de sus fuentes financieras” “la brecha en renta per cápita aumenta la tasa de desempleo”, “hay que incrementar el tamaño medio de las empresas” o ” reducir el peso de la economía sumergida”.

(continuará)

 

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Activar la economía con ideas

3 mayo, 2021 By amarias Deja un comentario

Aún sumergidos en el fango de la pandemia vírica, con un Gobierno torpe en ideas aunque excesivo en aparatosidad y una oposición con ganas de tomar el relevo pero sin ofrecer alternativas convincentes, creo legítimo preguntarse qué expectativas tiene España para recuperar el ritmo anterior al colapso económico provocado por el ataque de la Covid 19, una vez que se consiga erradicar con credibilidad el riesgo de contagio, barrer las cifras de mortalidad y abrir las fronteras -comarcales y nacionales- hacia el maná del turismo, que es nuestra única tierra prometida.

No estará de más recordar, para empezar, que a finales de 2019 -antes de que el virus procedente de China nos provocara la mayor convulsión a la economía y a la movilidad y satisfacción personal que conocieron las generaciones de la postguerra-, España estaba aún en recesión. Por tanto, la recuperación de niveles anteriores a la crisis vírica implicará, también, para resultar efectivo y no una engañifla sin perspectivas de duración, enderezar y acelerar el ritmo de crecimiento de la economía.

Labor difícil, si el único empeño consiste en repetir el modelo, aunque se adorne con una panoplia de buenos deseos y falsas oportunidades, empaquetados en el formato de medidas sostenibles, ambientalmente protectoras, apoyadas en nuevas tecnologías de las que en nuestro país somos consumidores y no fabricantes.

Hemos leído hasta la saciedad que se necesita aumentar la productividad y, con la boca más pequeña y desde algunos sectores académicos. que es imprescindible modificar la gran dependencia del turismo (incluido en el término, la hostelería, la restauración, el ocio, etc.) e incrementar el peso industrial en el PIB.

En relación con los fondos comunitarios que deberán ayudar a la reactivación (¡y que deberemos devolver, de una u otra forma!) se discute, sin concretar suficientemente los objetivos, la forma en que esos dineros han de servir para impulsar nuevos proyectos (y no sostener temporalmente a caída de los que están gravemente dañados, tapando sus agujeros contables), servir a la recuperación de las empresas existentes (y no solo favorecer a las multinacionales o a las que tienen capacidad autónoma para revivir y crecer, sino a las pequeñas empresas y autónomos que cumplen una función estratégica para cubrir necesidades de consumo). Poco debate ha habido, si alguno, para decidir si los dineros no deberían canalizarse preferentemente hacia sectores concretos, estratégicos, y no por estar especialmente relacionados con la protección ambiental, o la sostenibilidad, sino por ubicarse en el desarrollo de actividades basadas en las nuevas tecnologías y las que aún están por definir o crear (con el alcance que la imaginación que queramos dar a una terminología tan ambigua).

Con humildad, me atrevo a indicar que no es la productividad lo que hay que impulsar con preferencia, sino la creatividad. La efectiva creatividad. Los españoles tenemos fama de imaginativos, pero nos falta ese paso posterior al proceso mental,  que implica poner en realidad lo que se nos ocurre.

Escribo, por supuesto, con la intención puesta en las ideas que ayuden a crear empleo y riqueza. Para dar ese empujón desde el escenario de las musas al mundo de lo concreto, se necesita, obviamente, dinero, dotar de suficientes medios económicos al creativo y no condenarle definitivamente si fracasa, pues de su empeño depende la mejora de nuestras perspectivas de futuro.

Pero no es suficiente el dinero, porque la realización práctica de una idea -¡y no cualquier idea!-precisa de orientación y conocimientos empresariales, de gestión, de finanzas, de planificación, de mercado. El genio solitario que, con empeño personal es capaz de sacar de la nada una empresa de éxito, pertenece prácticamente al mundo de la ficción. Es, en esencia, una leyenda urbana.

Me parece que las Universidades (en especial, Las Escuelas y Facultades técnicas) y las Academias encargadas de explicar a los discentes el mundo de las oportunidades de negocio -que tanto predicamento han obtenido, por títulos que dan barniz pero raras veces sirven para dar cobertura-, debieran cumplir aquí un papel mucho más relevante que la simple emisión de recetas, lecciones magistrales o casos de empresa que se dan una vez en la vida. Intuyo, por las salidas de la caja negra de los proyectos empresariales salidos de las Universidades y las Escuelas de Negocio, que los egresados no están capacitados o mentalizados para emprender sus propios negocios. Y deberían estarlo, y cuanto antes.

Las propuestas de nuevos emprendimientos debieran venir, a chorros, de los centros educativos de élite. Los docentes -en colaboración y estímulo con sus discentes- deberían poner el énfasis en detectar y proponer proyectos realizables, que impulsaran la creatividad y la voluntad de autoempleo de sus alumnos. Los trabajos de fin de carrera (grado o máster), las tesis doctorales, los equipos de investigación formados en esos centros, deberían orientarse a la detección de oportunidades, proyectos, inventos, aplicaciones que permitan crear nueva empresas o potenciar las existentes.

Puede parecer que la idea no es nueva. Lo es, sin embargo, en cuanto a su realización práctica. Pocas son las directrices emanadas desde las cátedras docentes que respondan, verdaderamente, a ese propósito de aplicabilidad para resolver problemas concretos. Cuando de una cooperación eficaz entre profesores y alumnos surgen proyectos de ese tipo, que generan empresas concretas, hay que felicitar y promocionar, difundiéndolas y dotándolas de medios, esas iniciativas.

Tenemos campos donde actuar: en el desarrollo de nuevos materiales, fármacos y tratamientos médicos más eficaces, productos alimentarios más gustosos (¿qué pasa con la investigación del sabor umami?) y mejor orientados a las necesidades personales (dietas, atención a enfermedades, preferencias, costes, etc.), robots con mayor versatilidad y enfocados a resolver fabricaciones específicas, diseños más atractivos, cómodos y baratos, en la mejora de la rentabilidad de terrenos agrícolas, en la reducción del consumo ineficiente de agua y otros recursos, en la programación de los servicios públicos, la conservación alimentaria, la reducción de costes con incremento de resistencia, aislamiento o cualidades ergonómicas, etc.

Por supuesto, hay mucho que analizar y resolver en la investigación de nuestros recursos naturales, en la preservación ambiental, en el perfeccionamiento del modelo de las ciudades, en el aprovechamiento y estímulo de las capacidades intelectuales de los niños y jóvenes, en el análisis y puesta en práctica de soluciones para mantener activos y eficaces a los colectivos hoy marginados de los sistemas productivos. Etc.

En España hay mucho recurso improductivo, demasiada gente con ganas de trabajar y colaborar en el emprendimiento colectivo que no encuentra momento ni sitio. Hay que saber orientar esa necesidad, superar esas carencias. Es responsabilidad de todos encontrar el método para la incorporación de ese potencial de ideas, esfuerzos, creatividad y ganas que está improductivo.

No, no es solo cuestión de aumentar la productividad. Hay que dar cauce a la creatividad, impulsar la generación de proyectos viables desde el conocimiento de la realidad. La mejora de la enseñanza, la facilitación de medios económicos a los proyectos, la orientación de sectores y necesidades que precisan impulso y satisfacción, son vías necesarias. El impulso a la iniciativa privada y el apoyo público no discriminatorio son factores imprescindibles para que el mundo de las ideas baje al mundo de las realidades.

 

 

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Asturias, después del Paraíso

10 agosto, 2020 By amarias Deja un comentario

Con regularidad, la prensa asturiana publica ideas, reflexiones y críticas de sabios locales acerca de lo que convendría hacer para recuperar la perdida bonanza de los años en que las empresas públicas -Ensidesa y Hunosa y el entramado de proveedores de servicios que creció a su abrigo- garantizaban el bienestar de locales y advenedizos, atraídos éstos por el calor del empleo bien remunerado.

Aquellos años son pasado, arrasado el sector industrial “pesado” debido a la crisis del carbón y del acero, situación dura que desequilibró la economía regional, a la que se añadieron, casi coetáneamente, la destrucción de la cultura agropecuaria tradicional (la tenencia de un par de vacas,  huerta propia para cultivar algunas hortalizas y mantener un cerdo y algunas gallinas), la caída del sector naval en buques de recreo, los recortes inversores en Defensa, el aumento del precio de la energía y, ya más recientemente, la presión de la descarbonización (que sirvió para cerrar centrales térmicas, pero también para apuntillar la industria que utiliza de forma intensiva la electricidad, como Asturiana de Zinc o Alu Ibérica). Todo esto se agudiza con el singular arrinconamiento geográfico de la región, emparedada entre un mar no muy amistoso y una montaña poco accesible, alejada de los mejores mercados ajenos por una autopista de peaje, carreteras de montaña y una vía férrea a la que le falta modernización para conseguir ratios de transporte competitivos.

Mejor está Asturias en la comunicación por mar, pero los grandes puertos -Gijón y Avilés- han visto sus movimientos drásticamente reducidos, al estar vinculados a las cargas pesadas que tenían su fundamento en las actividades de los sectores siderúrgico y energético. Del tráfico aéreo poco se puede decir, salvo que es propio de un país de tercera.

Que la caída de los sectores industriales haya movido a las fuerzas vivas -estudiosos y políticos- a potenciar la región como un Paraíso natural, animando al turismo, a que descubriera rincones, comida, m0numentos, paisaje y paisanaje, es casi apelar a una obviedad. Asturias, a pesar del maltrato sufrido en lugares puntuales por la explotación minera de una hulla con demasiado azufre y cenizas y la producción de chapas y carriles con hornos que se alimentaban con coke y mucha energía, tiene mucho encanto.

Pero vivir del turismo no es suficiente y, como todo el mundo sabe, el pasajero errante es imprevisible, díscolo, y cambia de gustos según las modas y los bolsillos. Por eso, las cabezas pensantes de la región elucubran, una y otra vez, sobre la forma más conveniente, según ellos, de recuperar el Paraíso industrial perdido. El cóctel combina siempre, la mejora de las comunicaciones regionales con la meseta (en las alas está la poderosa y subvencionada industria vasca y la capacidad inventiva de los gallegos para sacar fruto de la pobreza), la motivación del emprendedor con ayudas y centros de activación empresarial desde la cuna y, en fin, la defensa numantina -hasta que se sucumbe por la fuerza del mercado- en las pocas empresas de relativo tamaño que aún subsisten, por el milagro de la exportación y la mano de obra cualificada, instándolas a diversificar su producción, innovar e invertir.

No tengo nada que objetar a tantos sabios colegas como los que han metido sus meninges en el pozo de la reactivación de una  región de tamaño casi minúsculo. Estoy de acuerdo en la necesidad de la reactivación industrial, pero no creo que el futuro deseado se concrete con pequeñas actuaciones dispersas (aunque se esté promoviendo el aumento de los clusters y la colaboración empresarial.

Mi solución para la recuperación del Paraíso industrial perdido mantiene esta línea argumental: la región necesita una o dos grandes empresas, en otros tantos sectores estratégicos, que generen de partida unos cuantos (cuatro o cinco mil, para empezar) puestos de trabajo.

¿Dónde están estos sectores?  Por la tradición industrial y minera, aunque se esta perdiendo a espuertas especialización, debido a las jubilaciones anticipadas que llevaron a la inactividad a excelentes profesionales a todos los niveles, creo que esos sectores de excelencia deberían estar en alguno de estos campos: la metalurgia de aleaciones especiales y su transformación, en la fabricación de materiales cerámicos y sus aplicaciones, en las aplicaciones duales para Defensa y sectores civiles, en la investigación y fabricación de soluciones para las enfermedades relacionadas con el aparato respiratorio, en la industria del mueble de calidad, en la generación y aplicación de soluciones para el ahorro energético en edificios, en la recuperación o demolición de ruinas, y, en fin, en la potenciación de la producción agroalimentaria, potenciando el aprovechamiento de los recursos naturales.

Cualesquiera que fueren las empresas elegidas para impulsar sectores estratégicos -siempre en colaboración pactada con la Administración central y para completar un mapa coherente de las Autonomías, en el que no se produzcan duplicidades despilfarradoras-, los desarrollos y aplicaciones han de estar apoyados en las TICs, y utilizando los avances de la robótica, en coordinación con la Universidad y sus departamentos más activos.

Si no existiera iniciativa privada para organizar esas grandes empresas activadoras, habrá que acudir al capital público-privado. Está bien el impulsar pequeños proyectos industriales (transformación de las grandes empresas en sectores o aplicaciones destruidas por la crisis, minería de subsectores como rocas y áridos, energías renovables en un campo ya m-uy saturado,…) y de servicios (bares, peluquerías, ferreterías, artesanos del cuero o de la madera…), aunque mi olfato empresarial -ya acostumbrado a la chamusquina-, vaticina que las expectativas voluntariosas chocarán con la realidad, saturada en unos campos y con poco recorrido en otros.

(continuará)

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Superar la crisis económica

11 junio, 2020 By amarias 1 comentario

DESPUES DE LA PANDEMIA, UN UNICO OBJETIVO: SUPERAR LA CRISIS ECONOMICA

La pandemia provocada por el SARS-CoV-2, un maligno coronavirus que se ha colado como nuevo elefante en la cacharrería de nuestra existencia, no está plenamente atajada, según opiniones de expertos, aunque vivimos en España momentos de relax y relativa euforia, pues la mortalidad atribuida a la enfermedad se ha reducido drásticamente y se están aligerando las medidas de confinamiento. Pero se teme que el virus continuará con nosotros, incluso con posibles rebrotes de virulencia, salvo que ésta se vea atenuada por su propia deriva natural o se consiga dominarlo con una o varias vacunas universales.

En estos meses de forzado confinamiento, hemos aprendido mucha terminología en relación con los virus y la epidemia, si bien, la novedad, amplia difusión y tremenda agresividad del agente vírico ha provocado lagunas de oscuridad -algunas, persistentes- que dificultan entender aspectos sustanciales: origen del virus, forma concreta de propagación, niveles reales de protección de los diferentes tipos de mascarillas que se vienen utilizando, causas por las que presenta niveles de agresividad variables y forma de tratamiento efectivo de los infectados y de seguimiento de los dados de alta.

Todos los países, independientemente de sistemas económicos, han adoptado medidas similares, si bien algunos las adoptaron después de dudas y errores iniciales: confinamiento y distancia social. Pero, a salvo de la probada eficacia de mantenerse confinados, guardar distancias, utilizar mascarillas en lugares públicos y en el trabajo, y lavarse frecuentemente las manos, el riesgo de un repunte del ataque vírico subsiste. Que solamente de un 5 al 10% de los ciudadanos españoles manifiesten, a tenor de los ensayos realizados hasta ahora, haber superado la infección, nos sitúa lejos del objetivo de alcanzar esa “inmunidad de rebaño” que algunos epidemiólogos fijan como nivel de protección que garantizaría el autocontrol de una población en la difusión masiva del virus.

Valorando la crisis económica

Es difícil, en una situación con tan frágil estabilidad, con la preocupación política y ciudadana volcada, obviamente, en la protección de la salud, pretender disertar sobre la economía. Sin embargo, entiendo que es imprescindible hacerlo y abrir, con rapidez y sensatez, un debate que permita clarificar la selección de medidas públicas y sirva de orientación a los agentes sociales. El confinamiento masivo de la población, manteniendo solo algunos servicios esenciales, ha paralizado la actividad económica y causado un gravísimo daño inmediato a la generación y transformación de los recursos y, por tanto, al empleo.
Conseguida la contención de la propagación masiva del virus y su escalada de fallecimiento, se está abriendo la permisividad en todos los países, con fases medidas para el levantamiento del cierre de establecimientos y negocios, pero la evidencia irrefutable es que la caída de las economías ha sido brutal. En España, se cifra en más de un 10% la disminución del PIB y en más de un millón el número de empleos perdidos. Puede ser todavía peor.

En estos meses ha habido tiempo para leer, escuchar música, hacer gimnasia, pensar, lamentarse e incluso dejarse intoxicar ante el inmenso volumen de informaciones de expertos, aficionados y enredadores: contradictorias, interesadas; muchas de ellas, falaces. El confinamiento ha incrementado la tensión social, avivado las posturas políticas encontradas, exacerbado las críticas. La curva de evolución de los contagios y muertes provocados por el patógeno ha puesto sobre el tapete de la existencia al temor a la muerte propia y de los seres queridos. Aunque las nuevas cifras de infectados y la mejora en el tratamiento, hayan disminuido la tensión, el riesgo y el miedo al contagio, subsisten. La evidencia de que el virus se cebaba con preferencia en las personas mayores y en los que tenían patologías previas, ha cargado a algunos colectivos con un lastre aún mayor.

Entre los colectivos profesionales, la primera línea de choque, al tratarse de una crisis epidemiológica, ha sido ocupada por el personal sanitario. La superior exposición ha provocado una mayor proporción relativa de infectados en ese grupo e, incluso de fallecimientos. Fuerzas de seguridad, transportistas, empleados de la limpieza, farmacéuticos, distribuidores de mercancías, empleados de supermercados y tiendas de abastecimiento, que también se han visto especialmente solicitados, han contado como los héroes y heroínas forzados de esta pandemia, por su definitiva aportación a la recuperación y sostenimiento de la normalidad básica.

España aparece entre los países que han tenido que soportar el mayor número relativo de contagiados y fallecimientos (la pandemia se ha cobrado víctimas sobre todo en residencias geriátricas y entre personal facultativo que, al principio de la pandemia, creía estar confrontándose con una gripe episódica). No recuperaremos, desgraciadamente, a los muertos, y muchos de los sanados mantendrán secuelas de por vida, pero la respuesta a la pandemia nos obligará a extraer consecuencias, y la recuperación económica debe ocupar el centro de los objetivos inmediatos.

Tentación de volver a la situación clónica de la anterior

La tentación podría ser la recuperación de una situación lo más clónica posible que teníamos a finales de noviembre- diciembre del año 2019. Esto supondría otorgar ayudas a aquellas empresas, comercios y autónomos que han perdido actividad y cuota de mercado, para impulsarlos, con empuje oficial (subvenciones y exenciones, fundamentalmente), hasta que se vuelvan a situar donde estaban, sin cambiar su posición de riesgo ni sus líneas de trabajo.

Es una intención loable, pero creo que puede ser calificada de grave error. Como después de una guerra, aunque esta haya sido de corta duración, la recuperación de lo destruido es imposible, pero, además, en el actual contexto tecnológico y de competencia mundial, sería inadecuada. Es imposible, porque las exigencias de los mercados han cambiado, y es inadecuada porque los elementos de producción, los competidores desde el lado de la oferta, son otros o pueden serlo; los países que antes se recuperen de la pandemia vírica estarán mejor situados para ampliar su cuota de mercado, y las empresas (no solamente chinas o de países orientales poco afectados por ella; también de otros países europeos) aumentarán una penetración que había sido ya muy amplia gracias, tanto a la permisividad de la globalización, como a la calidad tecnológica y la variedad y atractivo de sus ofertas.

No se ha de olvidar que, antes de la pandemia, ya estábamos en crisis. Una nueva revolución tecnológica se había asentado entre nosotros, alimentando el desempleo en sectores que parecían seguros, afectados por el avance exponencial de las consecuencias de la globalización, lo instantáneo de las comunicaciones, la capacidad para tratar masivamente los datos, el teletrabajo, la incorporación de tecnologías y materiales sofisticados a los ciclos de producción, y la aparición de nuevas ofertas de consumo, cada vez más atractivas y baratas. Era evidente ya la polarización de los trabajos entre la alta cualificación y aquellos que precisaban poca o ninguna. La realidad del aumento del calentamiento de la superficie terrestre estaba cambiando, al menos en la Unión Europea, la deriva de la distribución de la producción energética hacia las energías calificadas de limpias, con repercusiones sociales y económicas que aún no estaban plenamente valoradas.

En lo tecnológico, pero no únicamente, la crisis epidémica se diferencia de anteriores escenarios económicos, no solamente en su complejidad, sino por haber afectado las cadenas de suministro y de manera prácticamente instantánea. Las carteras de pedidos se han vaciado, las expectativas coyunturales han variado bruscamente. Los criterios de reactivación que podían servir en otras coyunturas son calificados de insuficientes o inútiles por los afectados.

No se trata de recuperar un sector aislado, una empresa concreta o atender a una reconversión puntual. La mayoría de las empresas, no solo se han encontrado con la anulación masiva de pedidos, sino que, las nuevas demandas no pueden ser atendidas o solo de forma deficiente al faltar suministros esenciales que deberían provenir de proveedores sobre los que se ha perdido el control y llevan semanas inactivos. La recuperación se entreteje como una necesidad compleja a lo largo de las cadenas productivas, afectando simultáneamente a varios países y sectores, todos interdependientes.

Esta crisis es, por su naturaleza global, una compleja superposición de varias, que aumentará aún más la dualidad en el mercado de trabajo, favoreciendo en el corto plazo la colocación de especialistas y técnicos cualificados en sectores que necesitan cubrir necesidades inmediatas (especialistas en telecomunicaciones, informáticos, vendedores on line, diseñadores industriales, ingenieros mecánicos, agentes y procuradores de todo tipo, técnicos de seguros, médicos y enfermeros desde generalistas a intensivistas, abogados penalistas, distribuidores de mercancías a domicilio, reparadores de electrodomésticos, etc.), y aquellos que carecen de experiencia laboral o la poseen muy sesgada, que se verán obligados a aceptar cualquier trabajo para sobrevivir.

Crisis de la oferta y de la demanda

La duración de la paralización de la economía será también determinante, tanto desde el lado de la producción como de la demanda. Si los consumidores potenciales disponen de recursos, la recuperación de la demanda puede ser rápida y, desde luego, las necesidades básicas nunca han dejado de ser cubiertas, por lo que hay sectores que no resultaron apenas afectados. Los comercios al por menor, y las empresas dedicadas a proveer de suministros esenciales (alimentos, productos sanitarios, agua, electricidad, limpieza, incluso artículos de belleza, vestimento y calzado), se recuperarán pronto en la medida en que los consumidores de proximidad dispongan de efectivo. La reactivación vendrá por la línea del consumo y, siempre que no tengan que trabajar contra stock o consigan liberarse sus inventarios de la temporada perdida, no tienen por qué sufrir gran desgaste a corto plazo.
En cambio, la recuperación de la producción puede complicarse, en especial, en bienes duraderos y productos complejos, hasta que no se reactive la confianza del consumidor (aviones, barcos, automóviles, aparatos de alta prestación, equipos tecnoelectrónicos, etc.).

En muchos de estos sectores, entre los que añado las empresas de construcción, con alta capacidad de empleo, el período de inactividad será causa de inestabilidad social si no se arbitran medidas de apoyo, que pueden convertirse en necesidad permanente si las empresas pierden la competitividad que tenían antes de la pandemia.

La dependencia de los mercados internacionales es otra variable a tener en cuenta. La solvencia de muchos países se verá afectada y, aunque las necesidades subsistan e incluso se vean incrementados, el riesgo de impagos crecerá. Se abrirán grietas estructurales en la economía y aflorarán carencias que estaban antes ocultas o que se mantenían a la expectativa de una recuperación exterior que se confiaba en que se produciría y que no tendrá lugar, al menos, en los intervalos previstos.

Como proveedor, se ha calificado a China de la factoría-taller del mundo y, favorecida por la globalización, los bajos costes de la mano de obra y una calidad tecnológica muy mejorada, la afectación del virus a su economía arrastra la de otros países. En aquellas empresas con producción de elementos, equipos y sistemas sofisticados, en los que, además de haberse colapsado la demanda, se ha desmoronado la cadena de suministro, pueden surgir nuevas orientaciones y competidores desde los países mejor preparados en la recuperación de la pandemia, que conviertan en inviable el negocio. La mayor o menor importancia del suministro de componentes y piezas de recambio de terceros países, particularmente, de China, calificará la gravedad de la situación, ya que, además, el tráfico de mercancías y su circulación está momentáneamente afectada.

Elementos para recuperación de la crisis económica en España

La esencia de la capacidad productiva española reside en el sector servicios, en detrimento del peso del sector industrial. Con todo, lo más significativo no es el porcentaje de ambos sectores en relación con el PIB total, sino la menor entidad de este PIB per cápita en relación con otros países desarrollados. El valor añadido de nuestra producción es bajo y este bajo valor arrastra todos los indicadores básicos de nuestra economía: salarios, capacidad para atender a las medidas sanitarias, educativas, de investigación, infraestructuras, defensa, etc.

Hay que incrementar ese valor añadido con urgencia y el camino más sólido es mejorar los niveles educativos y la investigación. Estas carencias han quedado manifiestas, como en una foto robot, en relación con la pandemia. Aunque disponemos de individualidades notables en los campos de la ciencia, incluso los más avanzados, nos faltan medios económicos y equipos, físicos y humanos para conseguir la máxima eficacia. No desarrollaremos una vacuna, por ejemplo, y no por falta de capacidades personales, que las tenemos y muy brillantes, sino por escasez de cantidad, de masa crítica y, por supuesto, de la escasez de recursos dedicados a la investigación.

Si nos atenemos a la distribución del PIB por macrosectores, volveríamos en primer lugar la vista al sector turismo, y, en relación directa con él, a la hostelería, la restauración, el transporte, los seguros -y tantos otros servicios y actividades, incluidas la construcción o la artesanía -, así como una parte importante de la producción agraria y vitivinícola.

Las empresas españolas tienen una importante infraestructura en ese ramo, y si hubiera clientela y se eliminasen las restricciones de aforo, la recuperación seria, desde luego, sencilla. Pero no es en este caso la oferta la que falla, sino la demanda y desgraciadamente, así será durante algunos años. La desconfianza de usuarios (y de proveedores de los servicios) por el miedo a caer víctimas de un contagio no se va a corregir con facilidad. Para el llamado turismo sanitario, el desequilibrio asistencial que provocó la pandemia ha comprometido injustamente la idea extendida que en España teníamos la mejor sanidad del mundo.

La recuperación del turismo está vinculada con la erradicación de la pandemia y no con la credibilidad y variedad del sector. Seguimos teniendo la mejor dotación hotelera, una oferta variada y de calidad y no hay nada que perjudique, en un entorno sanitario de normalidad recuperada, una rápida vuelta al estado anterior, si se movilizara la demanda.

Es aquí donde aparecen también los efectos de las interrelaciones de las cadenas de suministro y servicio. Las compañías de viajes, las empresas de aviación, automoción y transporte en general, figuran entre las muy afectadas, dadas las prohibiciones para salir y entrar de los diferentes países o regiones, las medidas de control para el acceso y la restricción a la utilización de la capacidad de los propios medios. La disminución de la capacidad de carga de pasajeros por aeronave y tipos de transporte causa una falta de rentabilidad que puede ser disuasoria para las empresas. Si no se encuentran soluciones sencillas, habrá que poner a disposición más vehículos, lo que podría activar la fabricación de los medios de transporte y, en todo caso, lo relacionado con las medidas de seguridad de los pasajeros en ellos.

Los plazos para la recuperación dependerán del éxito de los controles sanitarios. Si se consigue la erradicación, la recuperación puede producirse -según los cálculos más optimistas- en la Unión Europea a finales del último trimestre de 2020 o principios del próximo año; Estados Unidos y China, como máximas potencias mundiales, actuarán de primeros reactivadores.

Ayudas a la reactivación

Las administraciones deben estar muy activas para impulsar la recuperación, ofreciendo liquidez a las empresas y protegiendo los puestos de trabajo. Pero debemos ser realistas: los medios no son infinitos y hay que prevenir el riesgo de un intervencionismo exagerado. Puede parecer tranquilizador escuchar que no se ahorrarán medios, que las medidas serán extensivas en el tiempo y no puntuales, aunque es sencillo conseguir el equilibrio entre el endeudamiento público y la subida de impuestos, porque se trata de paliar una situación coyuntural y no de aprovechar el momento para realizar un cambio de paradigma económico, lo que podría provocar una catástrofe social y un perjuicio económico aún mayor.

Las ayudas a la reactivación han de venir, fundamentalmente, de la Unión Europea, en la que el Banco Central Europeo ya anunció un programa de compra de deuda por valor de 750.000 millones de euros, llamado de emergencia pandémica, y la autorización a superar el endeudamiento límite que se imponía a los Estados miembros para controlar la inflación y su solvencia individual. Poner dinero a disposición no basta, porque hay que saber hacia dónde dirigirlo, y ahí está el quid de la cuestión. Si las ayudas se distribuyen de forma desordenada, sin un plan de reactivación detallado, la salida de la crisis será, no ya desigual entre los países europeos, sino que aumentará las diferencias entre ellos.

Es más importante ofrecer un marco de seguridad a las empresas, que les permita planificar a corto y medio plazo su actividad, recuperando las estructuras dañadas y robusteciendo las fortalezas. Los grupos multinacionales que tengan sus centros de decisión en el exterior es muy probable que atiendan en primer lugar a salvaguardar la producción y empleo de sus instalaciones principales, cerrando o disminuyendo la actividad de los centros en el extranjero. Por el contrario, las empresas con sede local, las pymes y autónomos precisan apoyos concretos, rápidos y efectivos (préstamos sin interés, pagos aplazados, reducción de impuestos), pues se encuentran en la base de la recuperación inmediata.

La emergencia climática sigue en el panel

Los próximos cinco años serán decisivos para el futuro de la humanidad. El peligro de una catástrofe climática no estaría conjurado si las medidas de reactivación olvidasen la necesaria protección del clima, proporcionando las medidas y ayudas adecuadas. Pero, nuevamente, debe procurar ser realista y no actuar con propósitos que estén fuera de las propias capacidades y recursos. Aquí, en especial, como país intermedio, España debe actuar con prudencia y serenidad. La Agenda 2030 debe adaptarse a las nuevas circunstancias y la canalización de recursos hacia las nuevas necesidades, pero, en mi opinión, debería activarse.

La lucha contra la pandemia ha hecho aflorar tensiones entre los gobiernos de las Comunidades Autónomas y del Estado Central y, en especial por la vigencia del estado de alarma, ha permitido tomar decisiones recuperando poder en esos ámbitos, cedidos a las regiones. Un Gobierno del Estado más fuerte arriesga corromper el ejercicio de las libertades democráticas, pero, también, para los nostálgicos de una mayor centralización, ha reverdecido los deseos de una mayor coordinación, igualdad de criterios de actuación y dotaciones por cabeza en sectores fundamentales.

No solamente la sanidad se ha resentido por la disparidad de políticas autonómicas; también la educación, las estrategias fiscales, las medidas de reactivación en el sector del turismo, del comercio y de las pymes han sufrido y están sufriendo, las consecuencias de las desigualdades. Tampoco se puede ignorar que las ciudades con mayor concentración de población, con mayor número de residencias geriátricas y con transporte público sobre solicitado han sufrido las consecuencias más duras de la pandemia, en lo sanitaria y en lo económico. A corto plazo, las necesidades sociales para proveer de un empleo inmediato que cubra las necesidades de las familias en situación más precaria obligarán a lanzar actividades de mantenimiento y reparación de infraestructuras públicas, y se impulsará la contratación de personal temporal para ciertas funciones urgentes.

En el área farmacéutica, la dependencia de India y China, de donde proceden más de la mitad de los fármacos de marcas blancas, se podría activar líneas de sustitución, que no solo eviten la ruptura de los stocks farmacológicos, sino generar nuevas fortalezas. Por su parte, la potenciación del teletrabajo abrirá líneas nuevas en muchos sectores: inmobiliario, gestión de equipos, conectividad, aprendizaje a distancia, envíos de mercancías a domicilio, nuevas formas de socialización, etc.

El reto imprescindible de conseguir más capital para la reactivación plantea algunas incógnitas. La caída bursátil ha provocado la disminución drástica del valor de las acciones cotizadas y algunas empresas sustanciales se han convertido en piezas apetitosas para los inversores especulativos. La financiación de circulante puede y debe conseguirse por vía de préstamos bancarios -interesante la reactivación de líneas de financiación para el comercio exterior-, pero generar atractivo al capital propio y extranjero para invertir en líneas estratégicas, implica definir estas con suficiente precisión y comprometer apoyos públicos a medio y largo plazo. La reducción de la deuda en relación con el PIB supone estímulos y reformas que signifiquen la generación de mayores valores añadidos, y no la consolidación de subidas de impuestos a las empresas y trabajadores, que no puede ser una solución estratégica de reactivación.

No es momento para criticar formas de abordar el problema o polemizar si una propuesta es superior o inferior a otra. Es momento de consenso y apoyo, ya que la situación es de incertidumbre y es muy difícil generar un escenario inmutable. Hay que ayudar a los ejecutivos pragmáticos a que se produzca una convergencia rápida, pero garantizando que no se les abandonará en el proceso. Porque la instalación de la precaución, la desconfianza y la prudencia, retrasará la recuperación y aumentará las tensiones.

Sectores por reforzar

Entre los sectores que deberán ser reforzados, a la vista de la experiencia pandémica, se encuentra el sector sanitario que, además, goza de la prioridad que le concede el que tanto la población como las administraciones públicas han detectado la importancia sustancial de tener una sanidad pública (y privada) muy eficiente, y no solo en relación con su personal. Se aumentarán las dotaciones hospitalarias, la preparación para control de situaciones de estrés sanitario, la atención primaria, y se revisarán equipos y protocolos.

La crisis ha puesto de manifiesto nuestra vulnerabilidad precisamente por la excesiva dependencia del mundo exterior, para atender a las necesidades tanto de producción como de consumo. Esta situación debe ser corregida, aumentando los porcentajes de producción propia en los procesos, incluso a costa de encarecer los productos finales, aunque no se debería desatender el avance decidido en la automatización y en la distribución de producción de piezas y elementos que deberán después ser ensamblados en otra factoría.

La seguridad y la defensa ante posibles ataques deben reestructurarse. No se debería desatender la posición estratégica en una Europa de la Defensa, máxime cuando la polarización de las relaciones entre China y Estados Unidos puede convertir esta región del mapa en campo de experimentación para liberar tensiones entre colosos. Este sector, además, ha sido tradicionalmente una punta de lanza de desarrollo si se potencian las llamadas capacidades duales (civiles y militares).

La activación de una salida verde de la crisis puede generar cientos de miles de puestos de trabajo en el sector de las energías limpias, pero no podemos olvidar que no existen razones para abandonar la producción de energía con base nuclear, y deberíamos mantener la cualificación de nuestros técnicos en esta materia. Sería fundamental que se aprovechara esta ocasión para reactivar proyectos en la minería y la industria que pueden ser estratégicos para la recuperación y que habían sido bloqueados por injustificables posiciones de obstrucción con pretensiones ecologistas.

Entre las medidas que hemos venido proponiendo en otras ocasiones, volvemos a enfatizar sobre la necesidad de seleccionar algunas líneas preferentes de desarrollo tecnológico y, además de volcar recursos públicos y privados sobre ellos, recuperar o imponer para ellos la máxima coordinación en todos los centros de investigación y desarrollo, incluidas las Universidades, potenciando uno de los ejes ya existentes. Se trata de evitar la dispersión de recursos. No hará falta, seguramente, crear ningún centro nuevo, porque en todas las áreas tenemos ya un Centro de Investigación o varios, ya sea en oncología, en nuevos materiales, en enfermedades pulmonares, en productos agrarios, en energías alternativas, etc. Lo que cabría preguntarse, y resolver, es sobre su eficacia, sus resultados y tratar de enderezar, cuando proceda, el rumbo para que se potencie su actividad en la línea del éxito y la competitividad internacional.

Hay tanto por hacer que el riesgo mayor es sucumbir ante la perspectiva del inmenso trabajo. Pero no podemos desfallecer. Además de la utilidad del camino ya recorrido, cuya senda de eficacia debe recuperarse, allí donde se hubiera perdido, algo no puede faltar nunca: el empuje de las nuevas generaciones. A ello, añado por mi cuenta la obligación de los ancianos de la tribu de ofrecer su experiencia para que las equivocaciones sean menores y menos costosas.

Se lo oí decir recientemente al oncólogo Mariano Barbacid en un debate online con investigadores de la COVID-19:” Nada impide biológicamente seguir activo intelectualmente a partir de los setenta y muchos ancianos de edad son más creativos que algunos jóvenes que están en la primera línea de la exposición mediática”. En una sociedad que presume de lozanía, frescura y juventud, la pandemia viene a ofrecer ocasión de recuperar a los mayores, no solo para lamentar su contagio en los geriátricos, víctimas de la COVID, sino para pedirles su apoyo para la rápida solución de la crisis económica que provocó.

Mayo de 2020

@angelmanuelarias

Nota.- Este Documento fue redactado como Editorial para la revista Entiba de mayo. Por razones de espacio, tuvo que ser reducido a la mitad. Lo ofrezco aquí entero por si los lectores del blog lo siguen encontrando de interés

Publicado en: Actualidad, Economía, Empleo, Investigación Etiquetado como: administraciones, comunidades autónomas, coordinación, crisis económica, farmacia, industria, investigación, máquinas herramienta, minería, recuperación, sectores a reforzar, turismo

De paros y reparos (2)

2 abril, 2020 By amarias Deja un comentario

A última hora del día 29 de marzo de 2020 el Gobierno dio publicidad a dos Decretos por los que, prácticamente se suspendía toda actividad empresarial y comercial (salvo servicios mínimos tasados) hasta el 9 de abril, si bien ordena a los empleadores que sigan abonando las nóminas a sus trabajadores, indicando que esas horas deberán ser recuperadas cuando termine el confinamiento por el coronavirus. No hace, sin embargo, ninguna referencia a bonificaciones fiscales (al menos, no relevantes). Los Decretos tuvieron un complementario en el que se precisaba -para algunos comentaristas, se contribuía a la desorientación causada por los anteriores- el alcance de la suspensión de actividades, ampliando el espectro de industrias básicas que podrán seguir activas.

Por su parte, la Ministra responsable de Hacienda recordó en varias entrevistas telefónicas que el Estado necesita ingresos y que, por tanto, los impuestos deben abonarse, porque “no puede pretenderse que el Estado cargue con todo el peso de la economía”.

Las medidas de paralización empresarial tienen un objetivo definido, expresado por el Gobierno: conseguir que la paralización de la actividad empresarial permita contener el avance de la pandemia en España, “según las directrices científicas” -así se viene expresando la referencia, ahora mítica, a un misterioso grupo de personas capaces de entender en el maremágnum de confusión al respecto, sacando consecuencias aplicables a nuestro sufrido país. Por supuesto, el desorientado sufridor en casa, puede preguntarse, sin respuesta, porqué las directrices científicas de países tan relevantes como Reino Unido, Estados Unidos o Rusia (por citar solo algunos) desaconsejan -o desaconsejaban, que los palos de ciego provienen de muy variados ámbitos- paralizar la economía, e incluso han dudado, -o todavía dudan-, en tomar medidas de restricción a la circulación.

La intoxicación crece día a día. Una falsa noticia ilustraba (esto es, desorientaba) sobre una llamada de atención que nunca se produjo, hace cinco años, sobre los experimentos en murciélagos de los epidemiólogos de Wuhan con el coronavirus. Desde un pequeño país, la República Checa, se jactan de estar controlando la difusión del coronavirus porque todos, absolutamente todos, los ciudadanos llevan mascarilla, incluso realizadas por sus medios caseros. Desde luego, nadie puede creer que un país de 1.700 millones de personas (China, pero me vale India) haya contenido el avance del virus con solo medidas restrictivas a la circulación de personas en la provincia de Hebei (que tiene más habitantes que España). Las cifras de infectados y fallecidos que proporcionó y sigue proporcionando el gobierno chino son, ya que no podemos decir directamente que son falsas, increíbles.

Querido lector, me importa en este momento menos la difusión de las diferentes maneras de expresar nuestro desconocimiento. Que se trata de un virus muy agresivo, con difusión muy fácil, que afecta mortalmente a una parte de la población -preferentemente, a ancianos de más de 80 años (más si están recluidos en residencias), y a personal sanitario (cuando están dedicados al tratamiento de los infectados). Muchos se infectan (aunque no tantos como cabría suponer si aceptamos una gran facilidad de contagio) y la mayoría no tienen síntomas. Los que son derivados a los Hospitales, porque su estado es grave, han colapsado o situado al borde del colapso el sistema sanitario, y la gran mayoría se curan.

Me importa ahora más la necesaria recuperación de la economía, porque no me apetecería salvarme del coronavirus pero fallecer de inanición o víctima de una revuelta social.  Se avecina una crisis económica sin precedentes, en las que, como consecuencia directa de las medidas adoptadas para atajar el avance de la pandemia, habrá un bloque que saldrá del mismo con ventaja sustancial. Me refiero a China y a los países de la órbita comunista (o, si se prefiere, de economía centralizada). Este escenario imaginable solo en la teoría de lo que sería el resultado de una guerra vírica en la que el país atacante tuviera el control de la vacuna por el virus que se ha encargado de difundir, es el que vamos a vivir.

Es momento especial, en el que, sin paliativos, es imprescindible una amplia concertación social y económica. No deben ser admitidas discrepancias. El Gobierno actual, cuya actuación ante la crisis pandémica habrá de ser juzgada pronto (y tengo muchas indulgencias para quienes, sin preparación ni formación previa, han afrontado a pecho descubierto el mayor atentado a la estabilidad y solvencia de nuestro sistema sanitario), debe ceder paso a acuerdos de concertación. Discrepo con las posturas de beligerancia política. No caben en este momento, ni tampoco las posiciones de cerrazón y maximalismo de los equipos en el gobierno. No me importa que quieran hacerlo bien. No pueden y tampoco saben salir del embrollo económico-social, porque les supera. Supera, en verdad, a cualquier opción política.

(seguirá)

 

Publicado en: Actualidad, Economía, Empresa, Sanidad Etiquetado como: China, coronavirus, crisis económica, decretos, paralización actividad

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