Iniciando la tercera semana de marzo de 2022, mientras los responsables de la política exterior europea se debaten en la incertidumbre de cómo actuar -sin que parezca que se están involucrando de pleno- ante la agresión rusa a Ucrania, (que ha provocado una guerra de desgaste versus resistencia que parece propia del siglo pasado, quizá incluso una guerra civil), el Pais del Gaigé sigue a su bola, es decir, en mejor lenguaje español, pervive como si lo que sucede fuera de sus reducidos dominios no le afectara demasiado.
No de otra manera puede explicarse la ausencia de un debate sólido -ya que no constructivo- entre los dos principales partidos políticos, que, como se va sabiendo, y a pesar de los esfuerzos del mago Tezanos de edulcorar las encuestas con jarabe de intenciones para su patrocinado, el PSOE, van cediendo espacio.
Es cierto que la desmembración del Estado soberano en múltiples feudos locales ha hecho muy difícil adivinar si existe una estrategia global desde el Estado y, en caso de que existiera, hasta qué punto sirve para marcar directrices que debieran ser asumidas por las Comunidades Autónomas, pero la pobreza del debate en el Parlamento debería de preocupar, incluso en el País de los Despropósitos.
El cambio del Presidente del Partido Popular, después del suicidio político en público de Casado (Pablo) ha traído a la palestra como interino hasta el inmediato Congreso de esta facción, arrancándolo de su plácido feudo, al Presidente de la autonomía gallega, Núñez Feijoo (Alberto). Pero no ha modificado las formas ni el fondo del debate.
El último episodio de la “comparecencia de los viernes “, en la que se producen interpelaciones al Presidente de Gobierno y, eventualmente, a algunos ministros, vino a demostrar que no existe la menor voluntad de modificar la costumbre parlamentaria: crítica frontal al Presidente y falsa contestación del interpelado, cuya tendencia a irse por las ramas de la ridiculización o el descrédito de los portavoces del PP y de Vox, es ya un clásico del diálogo nacional de sordos. Se trata, pues, en realidad, de un concierto desafinado de egos, con el que pretenden explicarnos a los ciudadanos que estén dispuestos a hacer novillos en sus tareas y perder un par de horas antes de iniciar el fin de semana, que habrá vida después de la muerte parlamentaria.
El Gobierno de coalición está, en la práctica, roto. En política interior las disensiones son sonoras, entre los ministros del área podemita (Belarra, Montero, Garzón) y los socialistas, a los que se arrima ahora, en busca del calor que la pueda catapultar, Díaz (Yolanda). El próximo domingo habrá manifestación de los representantes agrarios, hay huelga del transporte, no se consigue consenso en las medidas para paliar la escalada de los precios de electricidad o cambiar el mix energético.
Los apoyos a la estrategia del Presidente de Gobierno de unirse a la Unión Europea para que resista Ucrania- en un momento en que se le ve excepcionalmente activo, consciente de la proyección mediática que significa para Sánchez (Pedro) figurar entre los políticos relevantes de la Unión Europea -ahora, desde luego, con un elenco capiti disminuído-, vienen incluso del PP, Vox y Ciudadanos.
Solo los populistas del predicador Iglesias (Pablo júnior) defienden alejarse del conflicto y rezar -o lo que sea más silente- para que la paz vuelva pronto, y así resplandezcan las peregrinas ideas sobre el poder alimenticio de la carne roja, cómo guardar los huevos en la nevera, la criminalización del varón, o la potenciación del juego (desde el mismo Ministerio que se comprometió a perseguir a los devotos del azar). Sería injusto no indicar también que los populistas, izquierdosos de salón, quieren aumentar impuestos, generar más empleo público y manifestarse en las calles para que suban los salarios por encima de lo que garantiza la rentabilidad (siempre problemática) de las pymes españolas.
En Castilla- León, Mañueco (Fernández, Alfonso), yendo por libre, ha echado la última paleta de ceniza sobre el aún Presidente del Partido Popular (en disfunciones), Casado, que aprovechó el último viaje pagado a Bruselas para hacerse una foto con Tusk (Donald) y abominar de la ultraderecha europea. Para Mañueco, el acuerdo con Vox que le permitió mantener la Presidencia de la región a costa de aupar a la vicepresidencia al candidato de ese partido antes aborrecido (Gallardo, Juan), no es ilógica ni oportunista. Es cosa de apoyarse en la recíproca sintonía: “bajar impuestos, crear empleo, cohesión territorial, gestión seria de los servicios públicos, política coherente de la familia, compromiso con el campo, apuesta por la investigación, defensa de una enseñanza del Bachillerato única,…”
No parece mal programa, así puesto en teoría. Mientras tanto, en el mismo partido en el que aún milita Mañueco, el culebrón de la familia Ayuso (Isabel) fue conducido bajo palio del sinsentido a los Tribunales, lugar de previsibles consecuencias jurídicas (el archivo de las demandas) a donde son conducidos todos los rencores, inquinas, peleas de barrio y envidias de salón, tanto de los amigos como de los enemigos del circo en el que actúan los políticos del País del Gaigé.