La Unión Europea, cuyos Estados arrastran una pesada carga de desencuentros entre sí, que han jalonado su Historia (la grande como la pequeña) de rencillas, escaramuzas, batallas y guerras (incluso dos de los conflictos que han merecido el lastimoso apelativo de mundiales, surgidos no en la noche de los tiempos, sino en el siglo pasado), creyó poder curar su complejo de culpa defendiendo con ardor verbal el concepto abstracto de “pax europea”.
Se trataba de convencer con el ejemplo, con las manos aún llenas de la sangre de los campos de batalla físicos en donde los europeos se habían matado a millones, lo idea de un mundo en paz, un modelo de gentes buenas y cooperativas, en el que los avances fueran conjuntos, basados en la solidaridad, en la ayuda a los pueblos en desarrollo, en la defensa y cuidado del medioambiente, en la predominancia de la ética y, en su cénit, de la religión cristiana.
El toque de atención del presidente norteamericano más autárquico de todos los tiempos, el republicano Donald Trump, ha puesto a Europa junto a las cuerdas, dejando al desnudo su debilidad. Y como reflexión más importante: las amenazas prioritarias para Estados Unidos no son las mismas que para los europeos y, aunque no se pretenda romper de pronto la cohesión de los bloques militares, los intereses propios deben defenderse con fuerzas y acciones propias.
Las “amenazas no compartidas” forma parte del rompecabezas de Defensa. El borde de la frontera europea actual es el Sahel (que quiere decir “frontera” en árabe), cuya tensión puede acabar desestabilizando el norte de Africa, y no sería este un asunto preocupante para Estados Unidos que, en cambio, concentra sus análisis de tensión prioritarios en el Golfo pérsico o en el Mar de China. Es evidente que el equilibrio en la frontera con el Este ruso se ve con mayor preocupación en Polonia, Hungría o incluso Turquía que en Norteamérica o en todo el continente americano. Los conflictos entre suníes y chiíes -en lo que puedan fundamentar las rivalidades entre Irak e Irán y otros países árabes, mientras se mantengan a niveles de guerra “convencional” adquieren el carácter de centros de experimentación de equipos ligeros y material terrestre para sus suministradores.
Se suele recordar que los militares son los únicos profesionales que han jurado o prometido estar dispuestos a morir por la Patria, en el correcto ejercicio de su misión. No son los médicos, los ingenieros, o los bomberos, ni siquiera los misioneros empeñados en aventuras de conversión a infieles en tierras ignotas. Pues bien: es el nivel del material, la calidad de los equipamientos y efectos bélicos los que definen la superioridad, especialmente, en un combate moderno. Se trata -y copio la expresión que oí de labios de un general- de conseguir que el enemigo cumpla con su misión y sea él quien muera por sus ideales o por su Patria.
La finalidad de mantenimiento de un Ejército concreto, el para qué sostener una específica estructura de Defensa, vuelve a primera línea de la escena cuando se trata de ser consistente y serio respecto a una dotación presupuestaria. Tenemos en España un Ejército profesional cuyo número objetivo de efectivos es de 75.000 personas (aún se dice “hombres”), de los que 22.000 son cuadros o mandos y el resto, personal de tropa.
Hace apenas 40 años se disponía de 300.000 militares (50.000 de ellos, cuadros). La Defensa del Estado sigue siendo una gran empresa y su gestión debe responder a ese concepto formal y a los objetivos deseados, sin paliativos ni recortes de gastos. La proporción de gasto entre personal y material que se deduce de los Presupuestos españoles es de 70/30 y la tendencia es a reducirlo aún más.
No se puede hacer una crítica de esa evolución sin considerar el contexto. Si tomáramos como ejemplo Estados Unidos (o Corea del Norte o China, salvando el oscurantismos de los datos), el gasto en personal supone no mucho más del 30% del Presupuesto de Defensa. Esto es, se prima la dedicación al equipamiento y a su creciente sofisticación; las partidas para mantenimiento son elevadas, pero, sobre todo, se tiene en cuenta que el objetivo de “bajas cero” en los conflictos implica desarrollar materiales y medios cada vez más complejos, destructivos para el potencial enemigo y detectores y aniquiladores antes de que desarrollen su potencial, de los artefactos del contrario.
La óptima Defensa descansa, también en la logística . Por supuesto, es sustancial para el éxito bélico conseguir la especialización de los efectivos humanos y adaptarla a los más modernos equipamientos y estrategias (esto es, dotarla de formación y dinamismo continuos), garantizando, en la medida de lo posible, que esos medios cumplan con las condiciones de máxima modernidad, calidad y capacidad de respuesta ante las misiones encomendadas.
El Ejército moderno ha de contar con una muy alta polivalencia de sus brigadas operativas y de ahí la importancia de la centralización de las necesidades de abastecimiento, la coordinación entre todos los centros o puntos de formación y mantenimiento, el engranaje con los objetivos de defensa y seguridad que dependan de estructuras civiles. El plan NOGAL significa, en esta dirección, un cambio notabilísimo respecto a la logística y su plena implantación es imprescindible.
(continuará)
El milano real (milvus milvus) se distingue del milano negro (más pequeño), tanto por su cola más larga y ahorquillada -en ambos casos, una “cola de milano”, por supuesto-, como por la “ventana clara” en la parte interior de la mano. Este ejemplar sobrevolaba silencioso, a finales del otoño, cerca de la orilla del mar menorquín, a la busca de desperdicios, peces despistados o, incluso, atisbando la opción de arrebatarle la comida a alguna otra ave. En las islas baleares el milano real es sedentario, y bastante abundante.
En Asturias y Galicia, según mis observaciones, los milanos que se encuentran (cada vez en menor número, y solo en verano, pues son migratorios) pertenecen a la especie milvus migrans (milano negro, el “milanu”) del que los paisanos debían estar atentos (en tiempos de Maricastaña, cuando las gallinas campaban por el terruño) pues era especialista en alzarse con los polluelos de la granja, sin importarle ni poco ni mucho la defensa encarnizada de la clueca.