Este mes de noviembre de 2016 me deja la sensación amarga de que hemos perdido algo importante, quizá sustancial. Surge en mí como algo inconcreto, difuso, y que tiene fuerza bastante como para exigirme que lo comunique, que lo traslade y comparta con otros.
No responde a un hecho determinado. Es una mezcolanza de datos y apreciaciones. Se encuentra, en ese cajón de sastre personal, la desazón por la victoria de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, la inexplicable dejación de responsabilidades ante la certeza científica del calentamiento global, el avance de las ideologías de la derecha menos tolerante en varios estados cercanos, la ruptura del modelo de solidaridad europeo, el iceberg de la corrupción oculta aún por descubrir, la ausencia de una estrategia compartida desde la razón ante la realidad informe yihadista, la desidia oficial para abordar la solución al hambre y la incapacidad inexplicable para ofrecer dignidad a los migrantes, a los pobres, a los marginados por el llamado desarrollo…
Noviembre de 2016 ha llevado a los titulares varios fallecimientos de ilustres, y la variedad de los sentimientos que despiertan en mis coetáneos, también me resulta inquietante.
En el plano local, el fallecimiento inesperado de la ex alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, ha puesto de manifiesto el entorno vicioso en el que se mueven algunos supuestos. Barberá no me resultaba simpática, pero no dudo de su dedicación al partido político que la encumbró y al que ella, también, benefició. Las declaraciones post morten de algunos de sus colegas de ideología me resultan espeluznantes, por su claro cinismo. Las expresiones utilizadas por algunos de sus contrarios, con intención vejatoria sin venir a cuento ni contar con fundamento probado, las encuentro igualmente miserables.
Otro fallecido ilustre fuera de nuestras fronteras, en este noviembre, ha sido Fidel Castro. No hay que dudar que representó la plasmación de un modelo revolucionario marxista en un país pequeño, con tradición de caciquismo vinculado a capitales concretos y una población poco culta, relativamente indolente y mayoritariamente pobre. La deriva de aquel régimen, surgido de la toma del poder por las armas, y que arrebató propiedades a latifundistas, empresarios, comerciantes y ciudadanos que pertenecían a la élite social, con el paso de los años, desembocó en una dictadura cínica, enriqueció a los cercanos al poder y no acertó a generar una clase media.
No estoy entre los que critican, sin más al régimen de Castro: sobrevivió al asedio internacional, a los embargos; generó orgullo patrio, soluciones ante la adversidad, educación para resolver lo concreto, cultura sanitaria y agrícola, …. Puedo entender que los que escaparon de la revolución, los expropiados de sus propiedades sin contraprestación, los familiares de los expurgados por el régimen y los marginados por él, odien a Castro y celebren íntimamente su muerte, como en España en otro tiempo nos alegramos del fallecimiento de un Caudillo que abría nuevas puertas a la libertad. Pero la impresión de que Cuba va a pasar por un período de fuerte inestabilidad social y política me duele, me alarma.
Noviembre se llevó también a Leonard Cohen, de quien todo el mundo conocía su voz ronca y, al menos, una canción espléndida, de origen triste como pocas, bailada por Al Pacino y Gabrielle Anwar (“Dance me to the end of love”), y a Marcos Ana, un poeta comunista que fue el preso político al que la dictadura franquista mantuvo más tiempo en la cárcel, que fue, para cuantos lo conocieron o supieron sin reservas de su talante y trayectoria, símbolo de honradez personal, y de la capacidad de resistencia que nos garantiza la libertad .
Noviembre es también el mes elegido por un movimiento para llamar la atención sobre las enfermedades exclusivamente varoniles, al que se adscriben cada año decenas de miles de varones (jóvenes) en 21 países (hasta el momento). Los simpatizantes de Movember (acócope por Moustache y November) se dejan crecer el bigote durante ese mes, y aportan y solicitan aportaciones para la investigación contra el cáncer de próstata, testicular, depresión varonil y otras señales de la fragilidad de los varones.
La foto es de una curruca capirotada. Pájaro poco identificado, tímido, confundido frecuentemente por los urbanitas con un gorrión. Esta se escondió detrás de uno de los pomos del cercado del jardín comunitario. Así, camuflada, confundida por la identidad de colores y tonos con la verja, estuvo sopesando durante un instante qué hacer y cuando yo me abalancé, cámara en mano, y abrí la ventana, solo pude tomar esta foto antes de que la oportunidad desapareciera, me temo que para siempre.