Al socaire

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Guerras

18 febrero, 2022 By amarias Deja un comentario

En lo que parecia el momento más dulce de la historia reciente del Partido Popular, con un PSOE debilitado por el contagio ideológico y las zancadillas, pescozones y puntapiés de sus compañeros de Gobierno, se desata una incomprensible situación en la cúpula del partido, con agrias descalificaciones y fatales desencuentros entre la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Ayuso y el presidente del partido, Pablo Casado.

El papel de secundarios activos en esta refriega del alcalde de Madrid, Martínez Almeida, portavoz parlamentario de la formación y del secretario de Organización del PP, García Egea, viene a confirmar una crisis sin precedentes en la cúpula de la derecha española, que pierde su apariencia de civilizada (si alguna vez la tuvo en tiempos recientes) para convertirse, sin paliativos, en una jaula de grillos, un girigay de egos de bajo nivel. Inaceptable cuando se está ventilando el futuro de la formación que, hasta ayer mismo (17 de febrero de 2022) era una firma opción para provocar el cambio ideológico en la gestión de nuestro país.

Como se conocen suficientemente los elementos que han provocado el enfrentamiento entre Ayuso y Casado, tenemos material para concretar un juicio independente de lo sucedido. El contrato de compra de varios cientos de miles de mascarillas FFP2 para la Sanidad de Madrid, en momento álgido de la pandemia, en plena desorientación de la ciudadanía y del Gobierno central sobre lo que había que hacer, y a un precio que, por cierto, no parece excesivo a tenor de lo que se estaba cobrando en las farmacias (cuando tenian el género), parece ser que benefició indirectamente, como inrermedario comercial, a un hermano de Ayuso.

Que una parte de la dirección del PP, con Casado a la cabeza (aunque él ha negado en entrevista en la  COPE su participación directa, lo que no resulta creíble) haya querido ver en esa adquisición causa de culpabilidad suficiente para investigar y presionar sobre su activo más valioso, la presidenta de la Comunidad de Madrid, resulta inconcebible. Que la envidia, la tensión de los egos, los grupos de poder dentro de un partido que tiene la obligación legal de ser democrático, hayan desembocado en una guerra pública, mediáticamente muy atractiva por lo inusual, es la demostración palpable de que el PP no estaba preparado para ser alternativa.

Ignoro cómo se podrá recomponer el destrozo, pues los daños causados son múltiples. Para el votante y simpatizante del PP el desconcierto será, supongo, máximo. Los participantes en esta disputa de niños de colegio -nada que ver con una supuesta corrupción, que, de tener material fundamentado, habría de desembocar en la fiscalía y no en la plaza pública. han quemado su futurp político, su credibilidad o la capacidad de ser aglutinadores de todas las facciones presentes en el Partido.

La unidad se ha roto, y con ello, la opción de ser oposición creíble al PSOE y a la izquierda ideológica. Ha sido puesta de manifiesto la incapacidad de Casado y Rodríguez Ejea para dirigir el Partido con solvencia. Y aunque Ayuso salga vencedora (si bien, tocada del ala, lo quiera o no, pues la mierda mancha aunque se pueda limpiar en la tintorería) y Almeida haya querido aparecer como prudente en el arte de nadar y guardar la ropa, los dos más aparentes (y respetados) gestores de la vida pública que tiene el PP tendrán que verse las caras en el espejo de sus filias y fobias y, entre el estupor general, asearse y limpiarse los plumajes de esta guerra de gallos y gallinas.

Nota: Sobre la otra guerra, la seria, la que Rusia está propiciando en Ucrania con el beneplácito de Estados Unidos y la cara de memos de la diplomacia europea, habrá que escribir mañana. Pero estoy con José María Aznar, la guerra más importante es la del PP, no la de Ucrania.

Publicado en: Actualidad, Madrid, Política Etiquetado como: Ayuso, crisis en el Partido Popular, Egea, Martínez Almeida, Pablo Casado, Partido Popular

Hacia un nuevo PSE

7 mayo, 2021 By amarias 3 comentarios

Resulta evidente que la actual dirección del Partido Socialista Español (PSOE, en sus siglas completas en la actualidad) se encuentra en busca de una nueva identidad.

Los síntomas internos son varios: antiguos dirigentes -aún vivos- han marcado distancia respecto a actuaciones del partido (Felipe González, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, etc.; se ha abierto expediente de expulsión a personas que fueron referente en su momento (Nicolás Redondo, Joaquín Leguina, etc.); miembros relevantes han sido condenados por prevaricación o están bajo sospecha por haber actuado en beneficio de la militancia (José Antonio Griñán, Manuel Chaves, etc.); la lucha interna por el poder es también ideológica (Susana Díaz, Emiliano García-Page, etc.). Algunos altos cargos están silentes o actúan por su cuenta (Cristina Narbona, Josep Borrel, Eduardo Madina, etc.)

Los índice externos son clamorosos. El PSE no tiene el atractivo que mantenía para el votante. Las causas más aparentes de ese distanciamiento son la connivencia con el separatismo y con el populismo de índole marxista/egoísta. Pero hay otra más importante: la imagen prepotente, aislada de la realidad y trufada de un tufo a primero de la clase orgulloso de haberse conocido, que esgrimen, desde el propio Presidente y su alumna predilecta, la catedrática de Constitucional Carmen Calvo y la mayor parte de sus ministros, ministras y ministres.

El último detonante que impone la obligación de remodelar el edificio (muy maltrecho) de la sede ideológica del PSOE es el descalabro recibido en las elecciones para la Presidencia de la Comunidad de Madrid, celebradas el 5 de mayo de 2021, y que han dado amplia victoria a Isabel D. Ayuso, del Partido Popular.

Puede el partido perdedor hacer risas de la falta de programa de la Presidenta y ridiculizar su pretendido concepto de la libertad (he seguido la entrevista, magnífica, que le hizo el genial Alsina en Onda Cero y la entonces candidata ofreció muchas opciones de respuesta a la pregunta filosófica acerca de lo que significa la libertad; apuesto a que ninguno de los ministros socialistas puede responder con tanta variedad y gracejo a la pregunta de lo que es el socialismo).  Isabel Díaz Ayuso ha barrido con absoluta claridad a las demás opciones, y aunque haya recogido muchos votos de Ciudadanos, la mayoría de los nuevos adeptos a su estrategia de defender “Madrid is different” provienen del desnortado PSOE.

No se confunda el aparato de poder del partido, con Carmen Calvo a la cabeza mediática, de despreciar al madrileño como si se tratara de un enajenado mental amigo de la juerga y de no pagar impuestos. Nunca como ahora Madrid representó a España. El candidato por la opción socialista, el muy digno catedrático Angel Gabilondo, convertido en monigote de una campaña destinada al fracaso desde el principio, ha anunciado que no recogerá su acta de diputado. Víctima propiciatoria, macho cabrío ofrecido al sacrificio del dios Sánchez. El secretario general de la agrupación socialista madrileña, José Manuel Franco, que pasaba por allí, ha sido forzado a dimitir; parece destinado a ser el recoge bofetadas, el “ahí me las den todas” del núcleo duro del poder sanchista.

Resulta significativo que, estando hospitalizado Gabilondo como resultado de una arritmia coronaria, detectada casualmente cuando había acudido a mi hospital de referencia para que lo vacunaran contra la Covid, la persona que ha dado explicaciones de su estado físico ha sido ¡Ayuso! quien lo visitó en el centro de salud inmediatamente de tener noticia de su internamiento, manteniendo con él, dice, una conversación amigable. No, no han sido los miembros dirigentes del PSE (al menos, alguno de los residentes en Madrid, que tanto no tendrán qué hacer, digo yo). Ocupados en el debate interno por dotar de nuevo sentido a las siglas que han heredado, al parecer, desde hace casi ciento cincuenta años, se estarán preguntando qué les queda de ellas: ¿Partido? ¿Socialista? ¿Obrero? ¿Español?

Tengo curiosidad por el desenlace, del que no ha trascendido el final, aunque hay quien opina que será cruento y doloroso. Aprovecho para desear al profesor Angel Gabilondo una pronta y completa recuperación. No se merecía este papel de comparsa de la debacle.

Publicado en: Actualidad, Madrid, Política Etiquetado como: Angel Gabilondo, Ayuso, campaña, Carmen Calvo, Ciudadanos, elecciones, ideología, Madrid, partido, programa, PSE, PSOE, Sánchez, socialista, victoria del Partido Popular

Lo que me importa de estas elecciones regionales

1 mayo, 2021 By amarias 4 comentarios

Escribo el uno de mayo de 2021, Día del Trabajo y víspera del Día de la Comunidad de Madrid  cuya conmemoración se traslada, al ser festivo, a lunes, día 3 . El día 2, primer domingo de mayo, se conmemora el Día de la Madre y, el martes, 4, los madrileños estamos llamados a votar para elegir la nueva composición del Parlamento regional, de la que saldrá, conforme a los resultados y a los pactos entre los diferentes partidos que obtengan representación, el Presidente de la Comunidad.

El debate entre los candidatos ha sido paupérrimo, sin presentación de programas, con torvas descalificaciones entre ellos, y un trasfondo lamentable de falta de entendimiento y cordialidad, especialmente, entre los dos bloques -ficticios- que se han asimilado a supuestas ideologías, en recuerdo -nada nostálgico, agresivo- de la hipotética distinción entre izquierda y derecha.

¿Han sido todos los candidatos tan opacos, sus programas así de nimios, la agresividad tan alta? Pues no. Sería injusto no reseñar que el candidato jefe de lista por Ciudadanos, el abogado de Estado Edmundo Bal no responde a esa calificación. Ha ofrecido propuestas, ha defendido sus posiciones con serenidad y hasta cordialidad, ha mantenido el tipo en los debates y declaraciones sin entrar en zafias descalificaciones.

Las encuestas se obstinan en presentar que su candidatura no alcanzará el cinco por ciento que prevé la ley comunitaria para obtener representación (es decir, conseguir diputados que la representen) y, por tanto, quienes voten su opción “perderán el voto”.

Si en unas elecciones hay que premiar al candidato que ofreció mejor imagen y concretas propuestas que no resulten irrealizables, estrambóticas o nulas, si hay que decidirse, como si cada votante fuera un profesor que debe puntuar a los alumnos (los líderes de cada partido en liza), no tendría la menor duda de quién sería el ganador. Por eso, me parece injusto que se defienda en los media y que, en mimetismo sin justificación, escuche de potenciales electores de su candidatura que no hay que votar a Edmundo Bal, porque será un voto arrojado al cubo de la basura.

Será muy de lamentar si nos dejamos seducir por quienes dan gritos, acusan de falta de lealtad al contrario, se niegan a debatir con otros candidatos argumentando que no son demócratas o no acuden a que se les pregunte por su programa alegando que determinado medio de información no es neutral o su audiencia está polarizada.

Porque, al hacerlo así, estaríamos premiando a los chicos del martillo. ¿Se acuerda el lector de ese cuento? Si tengo que refrescar alguna memoria, aquí ofrezco un enlace. Cuento de verano: El relojero que se presentó dos veces a un Concurso – Al socaire (angelmanuelarias.com)

Por cierto: ¿conoce el lector el programa de Volt? Una opción desconocida por el votante que solo atiendA a las opciones que tienen plataforma mediática, y que, sin embargo, dispone de un magnífico programa. Estará, por tanto, entre los partidos que no llegarán al 5% y carecerán de representación en el Parlamento (Programa (Desafíos 5+1) – Volt España (volteuropa.es)

Feliz reflexión.


He elegido como imagen para este Comentario la fotografía de una anátida en cautividad (concretamente, en el Parque de Isabel La Católica, en Gijón). Este hermoso ejemplar es un cruce de especies, con semejanzas tanto a la cerceta común como al pato cuchara.

Publicado en: Actualidad, Madrid, Política Etiquetado como: Ciudadanos, Edmundo Bal, elecciones, Madrid, Volt

Pablo, quedan doce días para el gran descalabro

22 abril, 2021 By amarias 2 comentarios

El debate entre candidatos a la presidencia de Madrid que se libró ayer, 21 de abril de 2021, no ofreció especiales emociones ni servirá para canalizar votos de indecisos. Desde una visión general,  la opción de la actual presidenta de la Comunidad, Isabel Ayuso para hacerse con una mayoría insuficiente para gobernar en solitario, quedó revalidada sin grandes matices ni demostrar capacidad para despertar pasiones ni esgrimir programa. La alternativa que representa Angel Gabilondo demostró, sin paliativos, su gran debilidad, ideológica y formal; su necesario socio del posible gobierno, Pablo Iglesias, ofreció discrepancias sustanciales (en temas como los impuestos) y, en un momento de la emisión, pareció que estaban dispuestos a dirimir sus diferencias en público.

No convencieron, por otra parte, los candidatos en presentar con nitidez los acuerdos post electorales a los que se verán abocados, pues ninguna facción alcanzará mayoría suficiente para gobernar en solitario (a salvo de conceder un estrecho margen de que esa opción sea posible, si Ayuso consiguiera tantos diputados que, incluso sin tener la mayoría absoluta, se arriesgara a ser Presidenta con una amplia mayoría). A lo largo de la emisión, hubo momentos en los que sí aparecieron claras las simpatías dentro de los dos bloques en liza,  aunque no se ocultaron profundas discrepancias.

El posible tándem Ayuso-Monasterio, apareció mejor conjuntado y hasta pudimos creer que hubo un pacto de reparto de papeles de la “opción liberal”  entre “poli bueno/poli malo”. La candidata de Vox,  Rocío Monasterio, cuya fuerza dialéctica y contundencia expresiva son conocidas -al margen de que maneja cifras y argumentos sin preocuparle su veracidad-, asumió la parte más extrema y hosca de la oferta de la derecha. Sus intervenciones sobre el coste de sostener a un “mena” frente a la pensión mínima de una viuda fueron  memorables, porque, aunque falsarias,  sirvieron para avivar algo el debate.

El bloque Gabilondo-Iglesias no resultó creíble, y de ello ya se encargó el candidato del PSOE, que carece de la menor picardía parlamentaria. Es soso, sí, pero además, apareció como si estuviera siendo víctima de una combinación de desgana y comienzo de Alzheimer. En cuanto a Pablo Iglesias, dio su recital del respeto a la Constitución (a la que se acogió dos veces), en una apelación más propia para el Congreso de diputados que como candidato para presidir Madrid, y pudiendo ser calificado él de incumplidor fehaciente de la misma. Su viejo empuje y su fresco talante han decaído y hoy carece de empatía fuera de su círculo de adeptos que, por mala suerte para él, se van reduciendo cada vez que abre la boca con su petulancia y desconocimiento práctico.  La vida real no es un aula de Universidad.

Me gustaron más otros candidatos, aunque no se acercaron ni al aprobado: Edmundo Bal, reposado, enterado y creíble, estuvo sólido. Defendió el trabajo en el gobierno de Ayuso de sus antecesores  (a pesar del exabrupto de Ayuso, crecida en ese instante, que le espetó. “Si son tan buenos, ¿por qué no los lleva en su lista?”) y se presentó con el viejo y ya rancio marchamo de Ciudadanos, de pretender ser equilibrio entre facciones.  No parece que esa posición haya impresionado a sus contrincantes y, lamentablemente, tampoco tiene efecto entre los electores, que siguen negándole al abogado de Estado pan y agua, en recuerdo imborrable de la traición de Rivera.

La candidata de Más Madrid, nerviosa de cabo a rabo, estuvo bien para lo que se puede esperar de una aprendiz de política que viene de poner anestesias en un Hospital madrileño. Está claro que su vocación y experiencia son solo sanitarias, y que representa el grupo de descontentos de los sanitarios (que tienen fundadas razones para estarlo, sobre todo, por la precariedad de su empleo). Estamos en tiempo de pandemia y vacunas, y eso cuenta a la hora de lanzar dardos, si bien hay que apuntar bien, porque en este desorden entre Administraciones se puede decir aquello de que “entre todos la mataron y ella sola se murió”. La aún desconocida Mónica García defendió su plaza de provincias con alguna faena de aliño y, con ello, acreditó su esperanza y la de su grupo de conseguir colocar una decena amplia de los de su lista de amigos.

Termino recordando, con ironía, la frase que Angel Gabilondo obsequió a Pablo Iglesias, donde le instaba a ponerse de acuerdo. “Pablo, nos quedan doce días para ganar las elecciones”. Yo la entendí como “…nos quedan doce días para el gran descalabro”.

Esta es mi visión del debate de ayer. Saquen los lectores sus consecuencias, si así lo desean. Por cierto, de entre las seis listas de las opciones electorales, con más de 160 nombres en cada una, no conozco personalmente a ninguno y, por haber aparecido en alguna entrevista o acto público, a no más de una docena. Una amiga a la que se lo comenté dice que eso me sucede porque ..somos viejos. O ¿será porque esos candidatos a que les paguemos el sueldo son invisibles?

Publicado en: Actualidad, Madrid, Personal, Política Etiquetado como: Ayuso Mónica García, Eduardo Bal, elecciones Madrid, Gabilondo, Iglesias

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