Gaigé, el País de los Despropósitos, arde. Sobrecoge ver los bosques, las casas y naves, los pastos y los eriales, siendo pasto de las llamas. Los Bomberos, profesionales y voluntarios, se esfuerzan, más allá de lo humano, en poner límites al avance voraz del elemento que todo lo destruye. La Unión Militar de Emergencias se afana de acá para allá, siendo solicitada en tantos lugares a la vez que pareciera que su estructura fuera capaz de estirarse y ensancharse como si fuera un chicle, a voluntad de las urgencias.
Hemos recordado que el 95% de los incendios son provocados, bien por criminal voluntad destructiva o por negligencia (una colilla mal apagada, una chispa surgida de un tractor que no deberá estar trabajando allí, cristales y botellas abandonados en el bosque…). Más de 2,3 millones de Hectáreas han ardido en Gaigé en los últimos 20 años. En 2022 y, a esta fecha (24 de julio), se han superado con fatídica holgura las 200.000 Ha. Nombres donde respira la naturaleza con fuerza y pasión, como Sierra de la Culebra, Monfragüe, Los Peñascales, Sierra de Mijas, amenazados de extinción en sus entrañas. Hombres y mujeres agotados en su lucha contra el fuego; unos, tratando de salvar sus propiedades. Pero vencer o controlar al fuego exige formación y profesionalidad. Siento un escalofrío cuando oigo decir a un Jefe de Bomberos, agotado, impotente: Este fuego es incontrolable por ahora. Hay que dejarlo hacer.
Se repiten los diagnósticos a posteriori, se extraen de los cajones de lo obvio los consejos y prácticas que debieron haberse seguido, ahora tan a destiempo: limpiar los bosques, alejar las viviendas del riesgo de incendio, instruir a los descuidados, perseguir a los pirómanos, formar y contratar a más bomberos y con mejores equipos.
Hay dos culpables superiores de los incendios, según el relato oficial desde la cúpula de los Gobiernos de Gaigé: el cambio climático y la dejación de funciones administrativas. Las temperaturas llevan semanas por encima de los 40 grados centígrados y el campo, seco, es una yesca. Bien mirado, por encima de cualquier excusa, siempre está el hombre, la piromanía que nos llevó a incrementar el agujero de ozono y la concentración de CO2, la avidez por conquistar terrenos para el disfrute sin límites, el egoísmo impreso en los cerebros chiquitos con la máxima soez de “quien venga detrás, que arree”.
Ha habido cambios en la gestión de Gaigé, porque tanto el Partido mayoritario en el gobierno de coalición como sus socios, ven las orejas del lobo del Partido Popular, encarnado en Núñez Feijóo, aún tierno, aunque su talante tranquilo y el deseo de cambio alimenta las expectativas de cambio ante las elecciones generales de 2023. La riosellana Lastra (Adriana), el azote verbal de la oposición, la escudera de Sánchez (Pedro) ha sido sustituida en la portavocía del Congreso y como Vicesecretaría del PSOE, a petición propia, para dar a luz en noviembre. No ha sido el cambio más sonoro: Delgado (Dolores) se retira también como Fiscal General, por motivos de salud: dolor de espalda (y sería sencillo y cruel argumentar que el peso de la púrpura que le enjaretó el Presidente, su jefe, ha lisiado su ánimo). Suben a la palestra otros nombres, algunos ya laureados con anterioridad por el dedo mágico del dictador: Montero (María Jesús), Alegría (Pilar), López (Patxi).
Se avecina un invierno caliente, es decir, frío. La Rusia de Putin le ha tomado el gusto a la prolongación indefinida de la guerra en Ucrania, porque ha descubierto que eso debilita a Europa, que ha calculado mal su capacidad directa de resistencia. Falta gas, y la apelación a la solidaridad europea despertará las antiguas grietas, nunca bien soldadas, del egoísmo nacionalista. La hambruna causada por la desaparición del grano y los fertilizantes que proveía el granero del mundo, hoy pasto de una guerra de atrición (copio a Torreblanca, -José Ignacio-) en su columna de hoy (EM), crecerá. Malos tiempos para la lírica y para mirarse el ombligo. Las voluntades para atajar el avance del cambio climático, la globalización y la ayuda al desarrollo, tendrán que esperar. Oportunidades para los negacionistas con pedigree (oigo algunos argumentos y siento vergüenza ajena).
Suben los tipos de interés, y se encarece el dinero para los que tienen necesidad de créditos, que somos muchos. El impuesto a los beneficios extraordinarios de la Banca y las Eléctricas que prometió el Presidente de Gaigé, apropiándose de las ideas del izquierdismo trasnochado de Díaz (Yolada) -en búsqueda de autor y votantes- anuncian un cisma en la necesaria colaboración entre Gobierno y empresa, para que funcione el entramado liberal de la economía.
Vamos firmes, en el camino de ser más pobres. Los optimistas tienen su oportunidad para hacernos ver las cosas de color rosa. Será, por lo menos, divertido.