En el país de las leyes inaplicadas, ininteligibles, contradictorias o estériles, legislar se ha convertido -desde hace años- en una manifestación de poder por parte de cualquier gobierno. Legislan, decretan, ordenan, el Gobierno central y los autonómicos. Reglamentan y ordenan desde las tasas por servicios esenciales hasta las horas de cierre de los locales de alterne, las diputaciones, los ayuntamientos y los alcaldes de barrio. Ordenan, recomiendan, prohíben y castigan o amenazan con penas de toda catadura, las asociaciones de vecinos, colegios profesionales, corporaciones deportivas, el usuario de un portón que utiliza como garaje o el propietario de un terreno perdido en un monte. “Se prohibe aparcar, fijar carteles, la entrada de persona ajena, llamo grúa, se sancionará a los infractores, aviso policía, cuidado con el perro”.
Como no se considera de valor lo que los demás han escrito, legislado o decretado, cada cambio en la orientación política en el Gobierno, arrastra como consecuencia irremediable la modificación de varias leyes y disposiciones precedentes. Es una manifestación de poder, no de inteligencia.
Los que tenemos que lidiar con el derecho sabemos bien que la inmensa diversidad de leyes, la continua referencia al latiguillo por el que “se mantienen en vigor las disposiciones que no afecten o la contradigan”, la disparidad de criterios y centros legislativos, las leyes en blanco y las más oscuras, generan un entramado farragoso que beneficia, no al derecho, sino al barullo, a la discrecionalidad judicial, a la supremacía falsa del más ducho en derecho procesal o al perteneciente a un bufete poderoso.
Tenemos en curso una nueva Ley de Educación, que se ha dado en llamar Ley Celáa, por el nombre de la Ministra que la ha propuesto para su tramitación en el Congreso. Me he leído en trasversal sus más de ochenta páginas, he tratado de desentrañar el sentido de las continuas remisiones a la anterior Ley (la LOGSE) e incluso a la legislación anterior. Confirmo, desde luego, que se trata de una demostración más, desde el punto de vista jurídico del mal hace legislativo.
Pero lo más importante, en mi opinión, es que es más lo que complica que lo que soluciona. Los representantes políticos se detienen en criticar algunos aspectos vistosos de ese nuevo monumento a la falta de entendimiento en nuestro país, en temas sustanciales, vitales. Es importante, según sectores de opinión, la eliminación de la religión como asignatura evaluable, la posibilidad de terminar el bachillerato siendo un perfecto ignorante, la marginación del castellano (o español) en beneficio de las otras lenguas del Estado y del inglés, el oscuro itinerario que se deduce de la voluntad legislativa de contentar a ciertas minorías, el golpe vital prometido a la enseñanza concertada, la idea arriesgada de integración de los estudiantes con minusvalías síquicas en un entorno académico que les será forzosamente hostil, etc.
No le doy mucho recorrido a esta Ley, que pasará a la Historia, si es que se aprueba ahora, como una Ley de educación de efímera existencia. Creo que deja sin resolver el problema de la calidad de la enseñanza, de la falta de motivación y adecuación del profesorado, la disparidad de las titulaciones sin respaldo en la demanda social y económica, el desbarajuste provocado por la delegación de competencias regulatorias a las Autonomías regionales, a los centros docentes (en especial, a los Universitarios), y un sin fin de errores, fallos y reivindicaciones razonables generados, no ya a raíz de la vigente Ley, sino provocados por un camino de modificaciones legales sin atender a las reformas sustanciales.
Españolito que vienes al mundo, niño, adolescente o joven que pretendes formarte para adquirir un digno puesto de trabajo que te permita ser independiente económicamente y solvente en tus conocimientos, te guarde tu buena estrella. La Ley Celáa no te va a mejorar la existencia. No será necesario que te esfuerces, no te controlarán apenas, superarás sin darte cuenta las dificultades académicas que te pongan delante, pero saldrás a la superficie curricular con pocos conocimientos útiles. Entonces te darás cuenta que te han hecho perder mucho tiempo y que el espacio vital de interés está ocupado por individuos, educados en centros de élite de los que no habías oído ni hablar.
Angel, parece q estás hablando del futuro , reflejado en el presente:fraCASADO.
Claro que estoy hablando del futuro. De lo que habría que hacer, antes de cambiar una vez más la Ley de Educación. Necesitamos, en un tema tan esencial, amplio consenso. Sino, pasará lo de siempre: cambio de Gobierno, cambio de planes. En este caso, entiendo el cambio especialmente inoportuno, dado los precarios apoyos del PSOE de Sánchez entre los partidos demócratas. Y, al decir demócratas, no estoy hablando de legales, sino de aquellos que respetan la unidad de España y la Constitución vigente.