El Rebaño -con el desconcertante subtítulo de “Cómo Occidente ha sucumbido a la tiranía ideológica”- es el título del ensayo de Jano García, que vió la luz en 2021 auspiciado por la Editorial La esfera de los Libros. Se trata de un libro interesante, sin duda, con reflexiones nada despreciables sobre los grandes ejes que rigen el pensamiento colectivo (fundamentalmente, el español) en estos momentos peculiares de nuestra Historia, y que el autor ha tenido el acierto -y la picardía- de separar en capítulos con asunto definido.
La fértil imagen del rebaño, con sus elementos de acoso y sus perros guardianes, y esos a veces misteriosos amos del cotarro, que señalan con criterios que no precisan ser explicados, el camino que debe seguir la masa para no ser tributo, tanto del desprecio del resto de la grey como de los hipotéticos enemigos exteriores, queda ya expresada con brillantez en los primeros capítulos.
Es en el tercero en donde se presentarel meollo de la argumentación principal : Una nueva moral para todos.Con reiteradas alusiones a la vida e ideas de Antonio Gramsci, el filósofo marxista que sirve (o sirvió) de apoyo intelectual a Podemos y a otros partidos de la izquierda populista, Jano García avanza su idea de que “muchos partidos cambiaron su discurso para adecuarlo al momento”, de manera que los líderes adaptaron sus mensajes con impulsos emocionales, sin real contenido ideológico, para que la masa no tuviera problemas en aceptarlos.
La propuesta es muy atractiva. Falto de una directriz ética superior, a la que ignora o menosprecia, alejada la masa de la proteccción y guía “para todo” que supuso en la Europa cristiana la religión, ayuna de líderes fiables, la mayoría se ha hecho muy vulnerable, atenta solo a seguir las imposiciones que se supone emanadas de la mayoría, pero que, en realidad, surgen de simples soflamas gestadas en cada momento, de manera oportunista por quienes solo pretenden sacar partido de su debilidad.
Así sucede con las ideas respecto al feminismo, la homosexualidad, el cambio climático, o el racismo, por destacar solo algunos ejemplos de cómo, sin verdadero debate ni análisis crítico, los líderes políticos perfilan sus posiciones, tratando de apropiarse de la emoción de la masa, a la que destinan sus mensajes. No se trata de exponer argumentos sólidos a favor o en contra de una u otra postura, sino, sencillamente, de inflamar los ánimos.
Jano García expone certeros ejemplos que demuestran lo artificial de muchas discrepancias. ¿Es feminista aquél que levanta su voz airada por la supuesta discriminación de la mujer, pero tolera sin problemas que el vecino obligue a llevar velo a su pareja? ¿Tiene verdadero sentido negar la existencia de la homosexualidad y otros comportamientos sexuales no “admisibles”, apelando a teorías que ya se ha probado son absolutamente falsas? ¿Por qué quienes están convencidos de que el cambio climático exige medidas inmediatas, cuando no urgentes, no actúan de acuerdo con esos criterios? De verdad, ¿alguien en su sano juicio puede apoyar sin rubor que la raza, el género o el origen de nacimiento de la persona deben actuar como elementos “a priori” de clasificación?
La capacidad de olvido del rebaño juega a favor de su manipulación. Es significativo que “la sociedad actual apenas recuerda lo que hace tres días le escandalizó o enervó” (pág. 266). El libro entra en fase más polémica cuando duda que las “nuevas tecnologías abrieran la puerta a un mundo mejor” (pág. 275, aunque yo modifiqué la forma de expresar la idea, para darle coherencia con mi texto). Cita al coronel Pedro Baños para reforzar la idea de que las grandes tecnológicas, y por ende, los Estados, “llegan a conoernos mejor que la familia y las personas que nos rodean” y, por ello, están en situación de orientar nuestras ideologías o…inclinar nuestro voto en las siguientes elecciones.
No he querido hacer, ni mucho menos, el destripe (1) del libro, puesto que lo que ofrezco en este comentario son, más bien, las reflexiones que me sugiere su lectura. Por eso, reservo al lector el placer de descubrir las ideas, que a modo de Conclusiones abiertas, expone Jano García. Por cierto, uno de esos influyentes (2) nque tienen millones de seguidores (@ellibrepensador) y cuyas ideas y comentarios son aceptadas como dogma de fe por miles de jóvenes con menos de cuarenta años, que, aunque se molestarían si se les considerara parte del rebaño, no pueden sustraerse al gran atractivo (y servidumbre) de creer que están de vuelta de todo lo importante.
Como yo tengo más de setenta años y tengo mucho del camino andado, a riesgo de parecer un petulante, concluyo por mi cuenta: Ni me impresionan las ideas -desde luego, brillantes, de Jano García-, que en buena parte tienen el tufillo del “dejà vu” o “dejà lu”, ni tengo ya fuerzas para levantar ni el brazo ni la ceja para manifestar mi admiración por el descubrimiento del término de “alogocracia”, que, en ausencia de una definición oficial, haría referencia al control que los sentimientos ejercen sobre nuestras decisiones.
(1) spoiler, para los modernos, aunque la RAE no admite este anglicismo.
(2) influencers, para los modernos, aunque a RAE no admite este anglicismo.