Hace apenas una hora, una amiga común nos llamó para darnos la triste noticia de que María Luisa había fallecido en la mañana de este once de noviembre, de repente.
Cuando le pedí a María Luisa, hace ya dos años, que me ayudara en la presentación de mi libro Sonetos desde el Hospital, leyendo un par de poemas, eligió uno que empieza así “De formas de morir, la de repente/…” Como, a lo largo de los muchos años de amistad bien alimentada, hemos tenido ocasión de hablar de casi todo (y era mucho lo que nos unía), coincidimos en la reflexión en que esa era la manera menos dolorosa para los que nos quieren de abandonar esta letanía.
María Jesús, mi esposa, y yo, tenemos múltiples lazos con los Alvarez de Toledo, que se remontan hacia la generación anterior y se multiplican con el conocimiento y amistad con muchos de los hermanos de María Luisa, una familia muy querida en Oviedo y, claro está, en Villafranca del Bierzo, donde la bibliotecaria -fue su profesión- tenía sus raíces y se sentia especialmente cómoda (aunque Jose Manuel, el matemático con el que encontró más paz en su segundo intento, la llevó a apreciar los montes de Somiedo).
María Luisa era brillante, culta, buena conversadora, alegre, dinámica y con un punto de ironía que destacaba en un mar de afectividad y excelente humor. Aunque era más joven que yo -tenía, al principio más relación con sus hermanos mayores-, cuando la búsqueda de la verdad -y del amor- me llevó a la Facultad de Filosofía y Letras, quien sería mi esposa me abrió puertas a un mundo de contraste con la austeridad fría y algo patética de los estudios de ingeniería, que yo estaba a punto de terminar.
Imposible olvidar la reuniones con Amelia, Luis Javier, Paco -su marido entonces-, Noval, Novalín, en el sitio que tuviéramos más a mano, en donde se gestaron (supongo) muchas de sus carreras brillantes posteriores.
Maria Jesús me dice que con María Luisa se ha ido una parte de nosotros. Una parte importante. Quiero creer que no es así, y que permanecerá con nosotros y seguirá siempre atenta para, cuando coincidamos en Oviedo, tomar un vino juntos, hablar de filosofía, de política, de la vida…
(Imagen de María Luisa leyendo mis Sonetos en el recital del 13 de diciembre de 2021)
Muchas gracias, Ángel. Soy su hija. Qué hermoso lo que has escrito.
Querida Inés, gracias a ti por haber dedicado unos minutos a leer mi sentida reflexión sobre tu madre, cuya muerte repentina nos ha sobrecogido a tantos. Tengo un libro de poemas tuyo (y relatos), “El final del cuento” que me regaló tu madre, recién editado. Tu sensibilidad y facilidad para transmitir queda allí bien probada. Lo estoy releyendo, Inés Toledo. “Antes de fabricar/mi propio crucifijo manejable,/ intento descubrir/ el lado amable de los clavos”.
Un beso en la memoria imborrable de tu madre (de tus padres, de los momentos llenos de ideas, gozos, ilusiones que pasamos juntos, algunos junto a aquella niña revoltosa que eras tú, Inés, tan jóvenes nosotros)
ayudó mucho este recuerdo vuestro, ya en el primer dia