La victoria de D. Trump en las elecciones estadounidenses de noviembre de 2016 ha atraído múltiples, brillantes, reiterados, análisis de politólogos de carrera universitaria y aficionados al montón, cuya gestación se parece mucho, en conceptos manejados y la recurrencia a rotundas explicaciones a posteriori, a las que suelen obsequiarnos los macroeconomistas y los meteorólogos (1). Las cuatro profesiones citados me merecen, por supuesto, respeto, porque, al fin y al cabo, son formas de ganarse la vida sin hace daño intencionadamente a los demás.
The Sunday Times, en el dominical del 13 de noviembre, recoge una interesante especulación acerca de la estrategia por la que el elegido presidente Trump habría ganado. La firma Luke Johnson (chairman of Risk Capital Partners) y se titula “You don´t have to be the best to win -just smart”.
En lugar de analizar Johson las razones, por las que un outsider -es decir, alguien ajeno a las reglas de juego de la política- se introduce en el sistema, y gana, se detiene en comentar la estrategia, a la que concede todo el mérito.
Comparto, para empezar, la idea de que no se debe caer en el grave error de enfocar el análisis de una victoria sorprendente, utilizando las tradicionales vías política o económica, porque equivaldría a tratar de medir el fenómeno con los mismos parámetros que han provocado el cataclismo del contrario. Lo que procede es enfocar el asunto desde la perspectiva de la estrategia empresarial que debe adoptar un advenedizo para competir contra la firma que está dominando el mercado hasta entonces.
He vivido personalmente, y debo presumir de que lo hice con éxito, la superación de este reto. No ha sido el reincidir en la oferta del contrario, que puede poner a disposición del objetivo más recursos, más capacidades técnicas, y, hay que contar con ello, la simpatía inicial de una parte sustancial de quienes deben tomar la decisión, Si Vd. quiere vender galletas y llegar a batir al mejor, no las haga redondas y de harina de trigo; eso vale solo para arañar las migajas, Tiene que ofrecer una gran variedad de productos y, sobre todo, que no cumplan la misma función que el que era hasta entonces la empresa o el pul dominante.
El factor sorpresa, la capacidad de innovación, obligar a quien debe tomar la decisión a pensar bajo supuestos en los que no había pensado, poner a su disposición nuevos atractivos, introduciendo factores para la valoración que no estaban en los estándares ni en los pliegos de condiciones -asumidos, adaptados o redactados por y para los otros- es determinante.
“Trump smashed the Republican elite because he did not fight with their rules”. Reconozco que tuve que leer la frase dos veces. ¿La élite republiana? ¿Es posible que no se hayan dado cuenta del error los correctores?.
No, claro. La victoria de Trump empezó venciendo la resistencia de “los suyos”, que, lamentablemente, se habían adaptado a las reglas y, por tanto, tenían todas las de perder. Era el primer escollo. A partir de ahí, vencer a Hillary Clinton era un trabajo más sencillo, porque la estrategia podría concentrarse contra un solo programa y un solo candidato. Ahí tuvo ya entrada el espectáculo multitudinario, el show de Gran Hermano.
No había que convencer a nadie de méritos, ni defender títulos universitarios, ni saber de economía, política internacional o cualquier otra zarandaja. Bastaba dar al gran público, para atraer a la mayoría suficiente -ignorante, cansada, reciamente conservadora, reaccionaria, ácrata, …qué más daba, de que en esa caja primorosamente decorada, había galletas cuadradas con sabor a mermelada de escaramujos.
No era un mensaje para intelectuales, ni para gente instruida, acomodada, contenta con lo que tenían o con miedo a perderlo, quiá. Era lo necesario para llamar la atención del público adormecido con mensajes monótonos, de las mismas familias políticas, con idénticos currícula inaccesibles. Se podían perder algunos adeptos en las propias filas tradicionales, pero había mayor expectativa de beneficio en los seguidores de los cotilleos y escándalos de esos tipos serios que repetían, una y otra vez, que eran los mejores.
—-
(1) Me refiero con el título de meteorólogos, designando la parte por el todo, al esforzado subgrupo que debe predecir el tiempo que hará en las regiones al otro lado de la meseta que limita con la cordillera cantábrica.
Se repiten los comentarios de hace unos 30 años, cuando salió elegido, lo que es bastante triste.
Lo que parece claro que mucha gente está hasta el moño de los políticos.
Un abrazo. Guillermo
El que salió elegido fue Reagan. G