Contra pronóstico, el órdago del partido socialista contra el gobierno catatónico de Rajoy, ha tenido éxito. Utilizando el símil del mus, Pedro Sánchez no tenía opciones a la grande, no llevaba pares ni juego, pero su par de ases a la chica le sirvió para ganar la partida, al aceptar el órdago quienes llevaban o creían llevar un trío bien apalancado .
Desde luego, el Partido Popular estaba condenado -¡y judicialmente!- a abandonar el terreno de Gobierno. Se puede decir que ha sido tumbado por la judicatura, certera e insensible en juzgar los graves asuntos de corrupción que emponzoñaron a esa opción política, y enmerdaron hasta límites insalvables cualesquiera idea de logros en el terreno de la gestión.
No sirvió el enroque del hoy ya ex Presidente en la hipotética recuperación económica (de la que los populares parecen convencidos más que convincentes), ni en el increíble mantra de que ni él ni nadie de su actual gobierno (en funciones, ya) metieron nunca jamás la mano en la caja en donde se guardan los dineros de todos, recibiendo porcentajes a cambio de adjudicaciones (que, tal vez, eran peajes consentidos y acordados entre las empresas que licitaban por algunas obras y servicios).
No es hora para juzgar los errores, las intolerables petulancias y exabruptos de algunos de los ex ministros, las lecciones facilonas de derecho para iletrados e ilusos con las que nos malilustraron algún@, y ni siquiera merece la pena intentar un análisis de la etapa que hoy termina, protagonizada por una derecha que se fue incivilizando, encerrada en la propia estima de sus méritos y logros.
La operación de salvamento que suponía Ciudadanos para ese barco en hundimiento acelerado, no sirvió; no llegó a tiempo, aunque hay que considerar muy estimable el esfuerzo de Ribera, Arrimadas y el equipo más visible de la corporación naranja para mantener alta la bandera del liberalismo, mientras crecían los enanos del circo popular, se hundían los trapecistas en posturas fallidas y hasta morían envenenadas por el hastío las fieras del zoo ocasional.
Nos adentramos en un período nuevo, en el que el mayor riesgo del gobierno que organice Sánchez, investido como presidente por azar (es decir, el apoyo sorprendente de fuerzas tan heterógeneas, incompatibles con un modelo de Estado serio, homogéneo, creíble), es pensar que puede hacer cambios sustanciales y hacer caso a la presión de los que le han aupado con el abrazo del oso al poder.
El reducido número de escaños socialistas obliga a la continuidad, es decir, a mantener el presupuesto actual (como prometió Sánchez) y a concentrarse en muy pocas reformas, bien meditadas, antes de buscar los apoyos necesarios para sacar adelante las propuestas.
Escuché decir a un relevante ex ministro socialista, en otra hora de confesiones, que el PSOE, al que se consideraba públicamente responsable de la crisis económica (no entro en razones), debería aparecer como colaborador eficiente con el gobierno del PP para salir de ella, y así, liberarse del sanbenito de haber sido él quien hundió la economía.
Valga ahora la frase, en sentido inverso, para meditar que la verdadera ventana de oportunidad de este gobierno -perdón por acogerme a una frase hecha que, en verdad, me repugna emplear- es buscar la colaboración con Ciudadanos y con el PP. E decir, justamente con aquellas fuerzas políticas que la moción de censura dejó en la estacada, y que figuran hoy como perdedores.
Tiene el PSOE gente con muy grande experiencia de gobierno. Más de 600 altos cargos de otras legislaturas pueden ayudar a Sánchez y a su equipo de bisoños a no equivocarse demasiado. Hay que tranquilizar a los mercados, apoyarse en las grandes empresas y conseguir que reinviertan aquí sus beneficios, animar a los autónomos a que imaginen aún más, mejorar la Universidad y la enseñanza en general para que se involucre con el país, poner a trabajar a todos los funcionarios (sí, lo siento; hay mucho vacío detectado de actividad), perseguir a los infractores fiscales y, sobre todo, unir a España.
Y no me olvido de que existe un grave compromiso con los jóvenes de este país. No con los que vociferan en la calle exigiendo república y cambio de la tortilla. Con esos millones que han creído que el futuro les pertenecía y que aún se preguntan quién se lo está birlando.
Puede que en las próximas elecciones (muy cercanas) los votos de los jubilados no vayan todos al PSOE, pero tiene que contar con la ilusión de la mayoría juvenil de este país. Si lo consigue, en un entorno de estabilidad económica y crecimiento verdadero, habrá ganado la partida al futuro que, hoy por hoy, se presenta demasiado incierto para apostar ciegamente por él.
Gracias , Angel.
A los hechos nos remitiremos. Pero hay demasiadas palabras grandilocuentes traicionadas.Estamos cansados de politicos que juegan al regate corto, sin planteamientos a largo plazo para este país. Tampoco se dan las circunstancias favorables en este caso.
Aunque no les interese a muchos politicos, las elecciones es la única forma que tenemos la ciudadanía para poner a cada uno en su sitio. España necesita clarificar la situación y tener elecciones cuanto antes.
Un abrazo, Julio