La segunda estrategia salvaje que paso a analizar es ésta:
Estrategia de explotación disfrazada de falsa cooperación: la generación de un paraíso artificial para los pulgones por parte de las hormigas
La mayoría de los pulgones son insectos áfidos (sin alas) y todos ellos tienen una gran afición por los brotes de las plantas, particularmente, las de las cultivadas sin pesticidas. De entre la variedad de especies de pulgones, florecen los que se multiplican con excelente fecundidad adaptativa.
La invasión de una planta se produce por el aterrizaje sobre ella de una primera hembra fundadora, que se reproducirá con ahinco sin necesidad de que ningún macho le preste asistencia para obtener descendencia (por partenogénesis). Lo hará, además, de forma vivípara; los pulgoncitos ya tienen el aspecto de los adultos y una excelente voracidad. En cada puesta es capaz de depositar hasta doscientos huevos, por lo que se comprende que rápidamente la colonia se constituya en una plaga muy molesta para el horticultor o para el aficionado a mantener sus plantas decorativas a salvo.
El ciclo de la vida de los pulgones y su capacidad acomodaticia es admirable. Cuando la alimentación ya escasea, algunos de los huevos de la puesta de la hembra primigenia, darán lugar a machos y hembras aladas que serán capaces de copular entre sí y, presionados por el hambre, se mudan rápidamente a otras plantas, en donde las fertilizadas se convertirán en fundadoras de nuevas colonias.
Los aficionados a la entomología recreativa, creyeron descubrir que las hormigas podían actuar en defensa de los horticultores, al existir una aparente asociación entre los pulgones y las hormigas. Se comprobó, en efecto, que las hormigas gustaban del líquido azucarado que expelían los pulgones (por sus anos) y, en semejanza a lo que el ganadero humano hace con la cabaña de mamíferos domésticos, parecía que los ordeñaban.
Se imaginaron incluso que, a la manera de los campesinos (especialidad laboral y de disfrute de la naturaleza que está prácticamente extinguida entre los humanos), las hormigas cuidaban con exquisitez de los pulgones, los sacaban a pasear en las mejores horas de sol de primavera, y, como eficaces ganaderos, los guiaban hacia nuevos brotes de las plantas que crecían en los alrededores de su hormiguero, de manera que sus protegidos pudieran seguir alimentándose de la savia especialmente rica en nitrógeno de esa época del año en que casi todo crece.
Parece que, visto desde la verdad, todo lo imaginado por los humanos era bastante fantasioso. La realidad antural resulta bastante más cruel para los débiles. Las hormigas tienen esclavizados a los pulgones que, como hubiera sido sencillo imaginar si no se estuviera limitado por razones apriorísticas, vivirían más felices sin nadie que los ordeñase ni los esté continuamente mareando, conduciéndolos de aquí para allá para atiborrarlos de comida.
Y ni siquiera parece del todo encomiable que las hormigas defiendan a su ganado de otros depredadores, como la mariquita (coccinella sectempunctata, entre otros) o las abejas. Porque si actúan de escudos protectores es para evitar la competencia de otros.
Se trata, en fin, de una explotación pura y dura, por la que los pulgones son sojuzgados por las hormigas en su propio y exclusivo beneficio. Es cierto que, gracias a las idas y venidas de los grupos de hormigas y pulgones, acercándose a los brotes tiernos, las colonias de pulgones se multiplican con mayor ritmo, y, engullendo sin parar, no tienen tiempo para pensar en otra cosa más que en engordar, pero…¿en dónde puede beneficiarles a ellos crecer sin parar. ya que no tienen la instrucción superior de poblar la Tierra? Siempre serán pulgones, y dependen de los brotes tiernos de las plantas sin insecticidas para vivir.
Por el contrario, las hormigas sí parece que tienen ese mandato de ocupar todo el espacio, son prácticamente omnívoras, resistentes, acomodaticias, y…vaya si están rentabilizando esa dosis genética natural.
Esta estrategia de las hormigas, en el terreno de los humanos, aunque nos parezca cruel, es una de las más comunes. Se puede apreciar, sin mayor esfuerzo de análisis, en las grandes empresas, aunque tampoco falten ejemplos entre las pymes, incluso las más pequeñas, aunque, en estos últimos casos, se hace la explotación de forma menos gravosa para los pulgones de nuestra especie, porque la falta de sensibilidad del pequeño empresario o del autónomo, si no es mayor, sí que es más difícil de disimular.
En las grandes empresas, sin embargo, existen planificadores muy experimentados, que saben lo que hay que hacer con los pulgones. A poco que se les deje hacer, se rodearán de un colectivo de pulgones, -de la propia empresa o por externalidades- a los que sacarán todo el jugo posible, para poder presentar óptimos resultados en las cuentas de explotación y ofrecer más valor añadido a los accionistas.
Hay pulgones de muchos tipos, y es muy posible que la mayoría de los pulgones humanos no hubieran podido prosperar jamás, o no lo hubieran hecho tan rápidamente, de no haberse topado con la atención de un equipo directivo de una empresa consolidada, que los hubiera detectado con su gran perspicacia, o seleccionado por un críptico proceso, en el que se valoraron sus cualidades y defectos por expertos en seleccionar pulgones.
En todo caso, lo que interesa a los efectos de esta estrategia, es que las hormigas necesitan de los pulgones para llevar una vida mejor y hacer que sus hormigueros se desarrollen con mayor velocidad, pero no está en absoluto demostrado que los pulgones necesiten de las hormigas.
Y como la naturaleza humana no es diferente de las otras, aunque se enmascare con su superior inteligencia, cuando se acaba el jugo de las plantas, o las hormigas humanas ya no necesitan a los pulgones, los primeros en salir de la escena, si no han tenido la perspicacia de hacerlo antes, son los pulgones. Si no lo hacen así, serán pasto de otros depredadores, ya sean avispas, abejas o sectempunctatas, cualesquiera que uno se imagine que pueda ser la correspondencia humana con las especies de insectos.
Para sacar provecho de un escenario terriblemente competitivo, los sanedrines o núcleos centrales de los hormigueros -nadie pretende negar su importancia a las hormigas, ¿eh?-, precisan engañar a los pulgones. Para salvarse de la previsible escabechina, el rebaño tiene que confiar en que la reina de los pulgones atisbe el final de una bonanza, y, cambiando de actitud, genere en su descendencia el espíritu emprendedor, llevando a algunos de ellos a montar su propia colonia en otra planta. Un buen día, notarán que les crecen las alas y se irán con viento fresco, dejando a las hormigas sin su preciado alimento dulquérrimo. Puede que se asienten en otro jardín, y tengan una vida feliz si no son descubiertos por ninguna hormiga.
Si un ejército de hormigas les descubre, no tardarán en adueñarse de ellos, por donde tienen el mayor defecto: su ansia desmesurada de comer, de atragantarse a comida. Serán ordeñados, una y otra vez, y se les acercará al sol, con móvil de empresa, despacho independiente, coche en leasing, fiestas de celebración por cada nuevo contrato.
¿En beneficio recíproco?.
Dejo la pregunta en el aire, para comprobar si Vds. han leído con atención hasta el final esta estrategia salvaje.
Ojos que no ven, corazón que no siente.
Pienso que si las hormigas utilizan bien los medios informativos , los pulgones …sonreirán. . . ..