Puede parecer una boutade (es decir, una ocurrencia con la intención de ser gracioso), pero no debemos menospreciar la idea de Muñoz Molina (El Mundo, 15 de febrero de 2020) que apunta como fórmula para solucionar “el conflicto catalán”, que todos aprendamos esa lengua/dialecto que hace sentir a esos españoles diferentes e insolidarios por la circunstancia irrelevante de expresarse en catalán.
Que hablar una lengua no da cultura ni identidad lo sabemos bien quienes hemos viajado bastante y conocemos varias lenguas, que hemos tenido ocasión de usar para entendernos.
Incluso, quienes sabiendo bien dos lenguas actúan como intérpretes de lo que dicen otros, saben muy bien valorar que lo importante son los contenidos, aunque la habilidad dialéctica pueda dotarles de singulares ropajes.
Ya está bien con la engañifla catalana y los reiterados deseos que expresan, incluso desde la cárcel, algunos de los enajenados catalanistas, de conseguir la independencia de su región para ser libres del yugo español.
Sepan que, igual que los iluminados republicanos que añoran la vuelta a la segunda República, que la actual democracia española ha avanzado en derechos y libertades como nunca soñaron los fervientes republicanos de 1931.
Actualicen sus idearios, por favor y por respeto a la verdad. Y pido al Gobierno que no se obceque con los que reivindican mayores privilegios, faltando a la solidaridad y a la Historia. Hay una España menospreciada, silente, digna como nadie, que, sin gritos ni insultos, precisa atención especial.