En estas fechas, y particularmente gracias a la facilidad de enviar felicitaciones por internet, recibimos cientos, quizá miles, de deseos de felicidad para Navidad y Año Nuevo. La mayor parte de los correos y mensajes son simples reenvíos de postales, vídeos (más o menos ingeniosos) y frases de desigual fortuna, creadas por otros. Pocos se arriegan o se esfuerzan en escribir, dibujar o cantar algo original, con sello propio.
Estamos en una zona mayoritariamente católica (al menos, cristiana) y nuestra tradición y formación, por mucho que nos empeñemos en sepultarla con un agnosticismo de salón, nos lleva a trasladar deseos de paz y felicidad coincidiendo con la Navidad, que es la conmemoración del nacimiento de un niño, hace más de 2.000 años, en el seno de una familia judía, y del que quedó constancia de una vida singular, registrada escuetamente -salvo algunos de sus actos más misteriosos y su muerte injusta, que fueron glosados con mayor detalle- por cuatro de sus amigos. Nada podía hacer prever que millones de personas en todo el mundo crean hoy todavía firmemente que esa persona singular fuera hijo de Dios y que la devoción a ese ser legendario haya desarrollado una doctrina y una colección de ritos y protagonizado, (¡ay!) en el devenir de los tiempos, algunos actos lamentables, que nada tienen que ver con el amor al semejante.
Por supuesto, deseo a todos mis amigos y conocidos, que sean felices, que pasen con su familia unas felices fiestas y que el próximo año, les traiga toda la ventura que sean capaces de asimilar sin henchirse de fatuidad.
Pero voy a desear felicidad, con toda la fuerza mental de que soy capaz y comprometiendo mi esfuerzo personal y algo de mi dispnibilidad económica, a los siguientes grupos de personas, que son mis coetáneos más necesitados de ella.
Quiero que sean felices los que sufren por enfermedades a las que aún no se encontró solución ni alivio, enfermos en cuidados paliaticos, pacientes de un tipo de cáncer aún letal, de Alzhéimer avanzado, de esclerosis múltiple, ,,, de cuantos padecimientos agarrotan sus fuerzas y constriñen sus ánimos y los de sus cuidadores.
Quiero que sean felices los que no tienen trabajo, ni medios económicos, ni saben cómo podrán arreglárselas para subistir -ellos y sus familias- en los próximos días; los que viven en la calle, los desahuciados por la fortuna, los que estén en bancarrota, los despedidos de sus oficios, los que han sufrido un accidente laboral que los tiene de baja por tiempo indefinido.
Quiero que sean felices los que viven en países en donde gobierna el desorden y el caos, en donde las poblaciones padecen mayoritariamente de la falta de sanidad, de educación, de oportunidades y medios, los que padecen de falta de libertad, incluso la más elemental, en las tierras donde las decisiones las toman regímenes totalitarios, satrapías, grupos de iluminados por su egoísmo y ambición
Quiero que sean felices las mujeres oprimidas por esposos, amantes, familares o dioses, y en especial, las que llevan velo, burka o cualquier forma de sujeción -visible o invisible, aparente u oculta- en contra de una voluntad que deberían poder expresar sin reservas.
Quiero que sean felices los que se ven obligados a dejar su país, sus pertenencias, sus orígenes y están embarcados en una aventura con incierto destino para llegar hasta tierras que nadie les ha prometido, teniendo que atravesar fronteras en donde se encontrarán con alambradas y muros, corren el riesgo de ahogarse en mares desconocidos que hunden sus precarias embarcaciones o, tal vez, se tendrán que ver con soldados armados que dispararán contra sus cuerpos agotados e inermes.
Quiero que sean felices los que se deben confrontar con limpiezas étnicas, marginación por causa de raza, credo u orientación sexual, y sufren la amenaza diaria de ser asesinados, maltratados o despreciados por cuantos se jactan de tener la verdad, el poder o la calidad de mayor valor humano.
Quiero que sean felices los que no obtienen el consuelo de un hombro amigo, una palabra amable, una solución a su desesperación.
Quiero que sean felices los que no soy capaz de ver ni entender que sufren, que están sufriendo ahora, y me gustaría que todos los que tenemos alguna opción, cualquier capacidad de solucionar su pesadumbre, actuáramos unidos para ayudarles.
Quiero…
Quiero más personas capaces que hagan suyas tus palabras para convertir esa capacidad en voluntad y responsabilidad, en el más amplio sentido de esa palabra.