Ya conté otras veces que, en el ímpetu de los veinte años recién cumplidos, envié a Carlos Bousoño, poeta consagrado amenazado hoy de un prematuro olvido, una colección de poemas con el ruego de que los prologara. Me acompañaban en la maniobra de desfachatez otros tres colegas empeñados en dominar el arte de Talía, cuyos nombres silencio para no causarles perjuicio. Bousoño nos contestó con una larga cambiada, que nos hizo daño en nuestro frágil orgullo y aquellos versos quedaron en el cajón del olvido.
Pasados bastantes años, me dio por publicar alguno de aquellos poemas y otros nuevos, bajo el título “Ausentes de todo Don (Primeras intimaciones a las formas)” (@angel manuel arias, 1989, KRK). El que recojo aquí forma parte del libro inédito “Sin herencia precisa” (@angel manuel arias, 1992) y pertenecía al grupo de los desechados por el poeta mayor, con una frase que es, para mí, desde entonces, estrella, flor y guía en el tenebroso mar de la calidad poética.
17
Primera Precisión de la Forma Caótica
Su origen es discreto, un principio de física y de llanto.
Toma del orden la referencia y allí empieza
a deshacerlo todo, sin concierto,
sin ninguna experiencia, ayudada por el tiempo y la desgana.
Al madurar, se siente más segura, perfecciona
su eficacia con los golpes. Se hace imprescindible.
Su padre es caos y engendra allí donde la mano ordena.
Su madre está en las cosas, en la esencia de todo ser,
es el destino que hay que admitir para lo nuestro cuando muere.
Su seña de identidad es que crece; su verdad, que si no la miramos,
crece mucho más, y como tiene a su favor nuestra indulgencia,
nos cambia a la postre la colección incompleta de cromos retornables
por una fiesta inmensa hecha de risas, escenas de pasión,
restos de fallida voluntad de ordenar, tintes, falsos resultados
de inventados problemas imposibles
Y mientras nos come los pies, aplaudimos su triunfo.
(@angelmanuelarias, 1967, incluido en el libro “Sin herencia precisa”)
—
El milano real (milvus milvus) es una especie parcialmente amenazada en Europa, que cuenta con una población reproductora considerable en nuestro país, por lo que no es raro observarla en vuelo, identificándola fácilmente, por su aspecto inconfundible: cola en forma de cola de milano (ahorquillada), cabeza color gris plateado y coloración rojiza. La especie afín, el milano negro (milvus migrans), similar en tamaño, tiene la cola menos ahorquillada (incluso puede aparecer recta) y el color de su plumaje, como indica su apellido, es oscuro. Si están posados, además del color , hay que fijarse en que la punta de la cola sobresale claramente sobre las alas primarias en el milano real, en tanto que en el negro son de la misma longitud aparente.