Estimados lectores y amigos de Angel Arias,
después de que muchos nos pidierais las bellas palabras que nuestro gran amigo, el Padre Javier de la Orden de los Servitas, nos regaló en su homilía durante el funeral por mi padre, en la Iglesia de San Nicolás, las queríamos publicar aquí.
También hemos incluido el resto de lecturas de sus nietas, peticiones y sonetos del abuelo y las palabras que compartí para agradecer la presencia de amigos y el apoyo a mi padre y la familia.
Un abrazo fuerte a todos,
Miguel
Homilía del Padre Javier:
“Davide Turoldo, fraile poeta, escribió esta poesía pocos meses antes de su muerte:
Oh, estos hermanos que no saben nada
de la Muerte, verdadero anillo
de unas bodas más profundas, donde
cada uno entra en el gran tálamo
y es alcanzado
por el afanoso amor.
Es por la muerte que Cristo ha nacido
por el gozo de morir, para sentir
este dulcísimo retorno.
Difícilmente pensamos y hablamos así de la muerte. Yo todavía estoy lejos de hablar así de la muerte: la muerte como dulcísimo retorno.
Fatigosa cada celebración de exequias que tengo que presidir, y anunciar que «La muerte es un encuentro…». ¿Cómo dejarnos seducir por el deseo de ese encuentro? ¿Anhelamos ese encuentro?
Sí, nos cuesta ver así la muerte. Incluso para los que lo hemos dejado todo, y, ligeros de equipaje, queremos preparar el encuentro con el Señor de la Vida. ¡Cuánto me hubiese gustado leer con Ángel este texto!… posiblemente me hubiese ofrecido uno de sus sonetos.
La muerte es la experiencia más sobrecogedora y tremenda de la vida, quizá más sobrecogedora que el mismo amor. Es por lo que los poetas, como Ángel, que miran la realidad con otros ojos, -ojos no distraídos-, miran los intrincados vínculos e incluso las sutiles analogías que existen entre el amor y la muerte. [En efecto], sin el amor, la muerte sería un acontecimiento biológico sin ninguna importancia; sin la muerte, el amor sería un juego inconsciente. El amor da a la muerte una dramática consistencia, un rostro, una voz, hoy la de Ángel. La muerte da al amor su tierna y frágil desesperación. Amar es morir un poco en los demás. Morir es perpetuar el amor. Amor y muerte, los hilos rojo y negro que tejen la vida.
Por eso, desde experiencias que nos acomunan (todos vamos sumando ausencias y vacíos en nuestras vidas), me atrevo a interpretar los sentimientos de María Jesús (que has vivido puertas para adentro la parte más difícil de este viaje [sic]) y de sus hijos Miguel y David, de sus queridas nietas: Carlota, Alejandra, Sofía y Claudia, de sus hermanos. Estamos aquí por muchas razones: la primera que nos llena la mente y el corazón, es el agradecimiento. Estoy seguro que debéis mucho a Ángel, esposo, padre, abuelo, hermano, amigo: si sois capaces de amar es porque él os ha amado intensamente; si sabéis dar mucho es porque él os ha dado mucho.
Pero hay otro sentimiento, el de vacío, el estremecimiento de algo que se os han quitado, os han arrebatado algo que era carne de vuestra carne, hueso de vuestros huesos, y que os había dado lo mejor de sí mismo, lo mejor de su vida. Y después hay otra razón por las que estamos aquí, algo que se parece al remordimiento, al pesar. Seguramente durante estos días, después de su muerte, habéis pensado al bien que le pude haber hecho y al final no lo hice, pensáis a las palabras buenas que le podíais haber dicho y no se las dijisteis, a las atenciones que le podíais haber ofrecido y no ofrecisteis. Un poco de tristeza, porque se nos ha hecho tarde y ella ya no está. Estamos aquí porque pensamos que es posible reparar: queremos remediar, de alguna manera… sí, reparar, es en la Santa Misa donde el tiempo se anticipa y se hace presente, donde se fragua lo que la Iglesia ama llamar la comunión de los Santos, en efecto, existe entre nosotros y nuestros seres queridos difuntos una maravillosa solidaridad: nuestra oración por ellos, su valiosa intercesión por nosotros.
Y estamos aquí esta tarde porque necesitamos una palabra que confirme nuestra fe, la fe que Ángel también ha buscado y acariciado. Así lo he visto en las palabras de Miguel, en el obituario que ha escrito en el periódico La Nueva España “El cáncer reforzó aún más su cruzada por la trascendencia, por entenderlo todo….”
Escribía bellamente Bonhoefer, aquel gran cristiano de confesión luterana que padeció y murió en los campos de exterminio nazis:
“no hay nada que pueda sustituir la ausencia de una persona querida; ni siquiera hemos de intentarlo. Hemos de soportar sencillamente la separación y resistir. Al principio eso parece muy duro, pero, al mismo tiempo, es un gran consuelo. Porque al quedar el vacío sin llenar nos sirve de nexo de unión. No es cierto que Dios es quien llena este vacío. Dios no lo llena sino que, precisamente, lo mantiene vacío, con lo cual nos ayuda a conservar- aunque con dolor- nuestra unión con el que se ha ido. Por otra parte, cuanto más hermosos y ricos son los recuerdos, más fuerte resulta la separación y más permanente se hace su memoria”
Esta tarde, en esta santa Misa queremos hacer memoria de Ángel. Hablaremos de la muerte hablaremos de nuestros muertos, de Ángel. Los haremos con mucha sobriedad, casi con una especie de modestia, como corresponde cuando tocamos temas que superan con creces nuestros conocimientos y envuelven demasiado nuestras emociones.
La sabiduría humana ha dicho todo lo que se puede decir de la muerte. Pero queremos ponernos en la perspectiva de la fe, por eso estamos aquí, es la fe de los cristianos. La muerte no es solo una puerta que se cierra, también es una puerta que se abre.
No es solo un final, sino un comienzo. La muerte, como decían los primeros cristianos, es el dies natalis, el día del nuevo nacimiento. Hay otra imagen que se suele recordar al reflexionar sobre vivir y morir. Pensamos en la existencia como si fuera un libro. ¿Qué representa la vida aquí abajo?
Para muchos representa la historia principal del libro, mientras que la vida futura, si existe, sería solo un apéndice. Para el verdadero creyente, las cosas son diferentes. Esta vida es solo un prefacio que te presenta la historia principal.
¿En qué se basa esta creencia?
Sobre el hecho de que Dios, a través de la muerte y resurrección de Cristo, forzó las puertas de la muerte y se reveló como un amante de la vida. Es bueno que una vez más nos digamos clara y contundentemente que Dios no quiere la muerte.
No entiendo cómo, en determinadas celebraciones de funerales, todavía se pueden decir palabras como estas: “Dios nos lo dio, Dios nos lo quitó”, “es voluntad de Dios”, “Dios se lleva siempre a los mejores “… No es Dios el que arrebata la vida de aquellos a quienes amamos. Al contrario, Dios es la fuerza que lucha contra la muerte desde los orígenes de los tiempos.
Y Cristo, resucitado de entre los muertos, llama a los cristianos a participar de su resurrección. Como confesamos en el Credo, esperamos “la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Por tanto, nuestra relación con la muerte, por muy lacerante que sea en muchos aspectos, encierra este secreto: vamos hacia la vida, nos preparamos para la plenitud de la vida, así lo anuncia la Iglesia.
Esta vida, es cierto, no somos capaces de imaginarla …
¿Qué podemos saber?
Basta que sepamos —como se nos ha revelado— que estaremos en el corazón de la vida de Dios, respiraremos el amor de Dios, disfrutaremos de la ternura reservada a cada uno de nosotros. Es lo que estamos hoy celebrando ya en Ángel , en esta misa.
La vida eterna que Jesús ofrece se llama así, no porque tenga una duración indefinida (eterna), sino por la calidad de esa vida: la duración de la vida eterna es consecuencia de su calidad, por eso Jesús habla de la vida eterna al presente.
No habla de una vida al futuro, como si fuese un premio que hay que conseguir después de la muerte, sino de una calidad de vida que ya está a disposición en esta vida, ahora mismo, para todos cuantos acepten su mensaje y con Jesús colaboren en la transfiguración de este mundo y de esta vida, como ha querido vivir Ángel; transfigurar el mundo y la vida no sólo desde su competencia profesional de ingeniero, economista, abogado, sino también con la poesía, con la pintura…“una aproximación renacentista a las artes y las ciencias”. [sic]
En efecto, la vida propuesta por el Señor Jesús para todos aquellos que le escuchan, es de una calidad tal, que cuando se encontrarán con la muerte la superarán: si uno observa mis palabras no conocerá la muerte [Jn 8, 1 5]. Jesús asegura que el que vive como él ha vivido, es decir, haciendo siempre el bien, no hará la experiencia del morir. «Hacer el bien» todos los que hemos conocido a Ángel podemos asegurar que era un hombre de bien, su profesionalidad, su inteligencia la ha puesto al servicio de los demás, de hacer el bien “marcando las fronteras entre lo que está bien y lo que está mal, con su ejemplo” [sic]. En el derecho se usa esa bella expresión “pro bono ” (publico) para el bien público….que en Ángel se puede decir que era una actitud que iba más allá del ámbito del derecho.
Ángel ha sido un hombre íntegro «pro bono»; Un día un maestro de ley preguntó a Jesús «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» y Jesús entonces le contó la parábola del buen samaritano: tiene y hereda la vida eterna aquel que se hace cargo y ayuda a su prójimo; según las palabras del Señor Jesús, la vida eterna no es un premio para el futuro sino una condición del presente que yo he visto en Ángel. [Jesús siempre habla de la vida eterna en presente]. Jesús no resucita a los muertos sino que comunica a los vivientes una vida capaz de superar el umbral de la muerte.
Me ha parecido oportuno leer el texto de las Bienaventuranzas, no son un código conducta, sino la forma de manifestarse de Dios en nuestra historia. Por eso hay hombres y mujeres, entre los que está Ángel, que, como Jesús, viven únicamente mandando señales de la presencia de Dios entre nosotros, —mandando señales de vida—, son los hombres y las mujeres de las bienaventuranzas. No hay nada que sea pequeño para el Evangelio, porque todo gesto realizado con todo el corazón te acerca al absoluto de Dios. Ángel ha encarnado sílabas del texto deslumbrante y paradójico de las bienaventuranzas con sus palabras, su buen juicio, en su preocupación por los demás y en evangelio se puede sintetizar con esa frase dulcísima de Jesús: «Y cualquiera que como discípulo dé de beber aunque sólo sea un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, en verdad os digo que no perderá su recompensa.» Un vaso de agua fría, que quiere decir el agua buena para el bochorno, atenta a la sed del otro, agua fresca conseguida con premura, la mejor agua que hay, casi un agua afectuosa que lleva dentro el eco del corazón. No hay nada que sea pequeño para el Evangelio, porque todo gesto realizado con todo el corazón te acerca al absoluto de Dios, y Ángel ha estado más cerca del Absoluto, de Dios, de lo que quizá él no habría pensado.
“Cuando desaparece un ser querido, pagamos el pecado de existir con mil añoranzas desgarradoras”. Así escribió Simone de Beauvoir en su libro Una muerte dulce donde narra los últimos días de la vida de su madre. Estoy seguro, que no obstante el dolor que nos produce la separación de nuestros seres queridos, no obstante los años difíciles de la enfermedad de Ángel, volveríais a sufrir, a padecer el amor por él.
Ahora Ángel ves por encima del tiempo, por eso, enseña a tus seres queridos, miradas profundas, luminosos gestos de paz, sensibles, cálidos; enséñanos a distinguir entre la ilusión y la realidad, entre lo temporal y lo eterno, lo superfluo y lo necesario; enséñanos miradas profundas, a no caer en el engaño de que la realidad sea esto que ven nuestros ojos.
Ya no eres de los nuestros Ángel ya eres de Dios. Tu familia depositará tus cenizas en compañía de tus seres queridos, en el seno de la madre tierra, pero sobretodo deposita tu vida en las manos de Dios; con Él vives ya en la espera de encontrarnos juntos, en ese otro abrazo, del que los de la tierra —los abrazos que nos damos aquí— son solo parábola y nostalgia.
Ángel está vivo, no solo porque vive en nuestra memoria y en nuestro afecto, sino porque respira asociado al eterno respiro de Dios.
Ángel descansa en Dios.
2. Peticiones de Alejandra y Claudia
Por el abuelo Angel. Para que Jesús le acoja con los brazos abiertos y disfrute de la vida eterna junto a sus padres, familiares y amigos, cuidando de todos nosotros.
Roguemos al Señor
Por todos los que sentimos especialmente la muerte de nuestro abuelo Angel, su familia, sus amigos, para que a pesar del dolor, sigamos amando la vida, confiando en Dios y para que encontremos consuelo en estos momentos difíciles.
Roguemos al Señor
Por los enfermos, en especial los de cáncer. Para que encuentren consuelo y esperanza, y consigan enfrentarse a la enfermedad como hizo el abuelo.
Roguemos al Señor
Por la Iglesia, recinto de amor, justicia y paz. Para que podamos afrontar situaciones dolorosas en comunidad y fortalecer nuestra ayuda fraternal.
Roguemos al Señor
Porque consigamos asimilar las nuevas tecnologías, que tanto impulsó nuestro abuelo, para que sirvan como fuente de unión y solidaridad, al servicio de la educación y el medio ambiente.
Roguemos al Señor
Por la cordialidad política y social, en España y en el extranjero, para que encontremos modo de resolver los conflictos y alcancemos la paz en el mundo.
Roguemos al Señor
3. Sonetos de Angel Arias, leídos por Carlota y Sofía
De formas de morir, la de repente
prefiero con ventaja, y si ello fuera
imposible, elijo el que me muera
luchando con honores en el frente.
Que sea en toda forma que presente,
-en guerra como en paz- corta la espera,
que la mano del verdugo sea certera
y quien haya de llorar, antes se ausente.
Para mi funeral, venga la gente
con ganas de reír y armar bullicio,
porque, aunque ya conmigo nadie cuente,
de combinar amor, virtud y vicio
y disfrutarlo en paz, tal vez mi mente
aún pueda encontrar poso o resquicio.
Siempre vendrá la muerte muy temprana
aunque no llegue en plena juventud
y abrirá con un golpe la ventana
trayendo la oscuridad a humana luz.
Nacimos en tiempos de miedo y avestruz
sin barruntar que en esperanza vana
se disolverían fe, deseos y virtud.
Pusimos nuestro esfuerzo en el mañana
sin preocuparnos la gloria ni la cruz.
Fue la vida, contra los vientos, sana,
aguantando en pie el traicionero alud
que si impidió lucir edad anciana,
nos servirá de adorno en la quietud,
limpios de culpa al paso de la aduana.
4. Palabras de Miguel Arias
Quería daros las gracias en nombre de la familia por acompañarnos hoy y sobre todo por el apoyo que le habéis dado a mi padre. He podido escuchar a varios amigos en una tribuna como ésta durante los últimos años, y siempre he temido ser yo el que esté aquí, como estoy ahora.
Seguramente voy a llorar hoy y creo que eso está bien. Forma parte de ese cariño que se ha quedado sin expresar y quiero que me siga pasando esto mucho tiempo.
El Padre Javier nos dice que nuestro padre sigue aquí, y seguirá siempre, acompañando a sus nietas. Aunque hoy, solo siento el abismo insondable del cariño perdido, y nada podrá reemplazarlo. Seguro que Papá querría que nos prestemos esa atención los unos a los otros, para mantener el equilibrio.
Llevo escribiendo distintas versiones de esta elegía hace años, y conociendo a mi padre, como tantos aquí le conocíais, estuve tentado en ocasiones de leérsela para que pudiera corregirla, para mejorarla, como hacía con tantas cosas.
Hoy no voy a hablar mucho de la enfermedad, bastante espacio ha ocupado ya en nuestras vidas. El cáncer no es una lucha, es una convivencia cruel, con un monstruo que lo va arrebatando todo. Lo que no consiguió el monstruo fue quitarle a mi padre la dignidad, ni las ganas. Bueno era él.
Incluso en los momentos más duros, daba lecciones a los doctores sobre estudios clínicos experimentales o regalaba un libro de Sonetos a sorprendidas enfermeras.
El cáncer reforzó más aún, si cabe, su cruzada por la trascendencia. Por entenderlo TODO, con mayúsculas, implicarse a conciencia y explicarnos un poco el mundo. Y sobre todo, marcar las fronteras entre lo que está bien y lo que está mal, con su ejemplo.
Javier González Canga, nos dijo en una cena hace años, que siempre pensó que sus hijos estudiarían a Angel Arias en el Colegio. No ha sido así, y no sé si mis hijas o nietas estudiarán a su abuelo en la escuela algún día, aunque seguro que lo harán en casa.
Papá ejercitó a diario su mente superlativa, dirigiendo su pasión y dedicación a tareas tan diversas como estudiar la carrera de derecho en tres años, mientras trabajaba, dejándonos a David y a mí un poco mal la verdad, o aprender chino en el metro. Y siguió hasta el último día, venciendo a la morfina.
Me lo imagino ahora en su despacho, rodeado de libros y papeles desordenados, enfrascado en una de sus aficiones, como si no hubiera nada más en el mundo. Y huele a pipa en esos recuerdos, aunque estuviera apagada.
Nuestro padre fue un consejero altruista de muchos, en momentos clave de su vida, con su influencia tranquila y su valoración ecuánime de las cosas. Aunque vengan mal dadas, porque las curvas también le llegaron…
Y si mi padre estuviera aquí hoy, a estas alturas ya me habría hecho una caricatura en uno de sus cuadernillos. Y habría escrito un par de sonetos perfectamente cuadrados, incluso estaría levantando la mano para hacer una larga pregunta. Que en realidad sería, en sí misma, una respuesta.
La gente le adoraba. Sus nietas por supuesto, sus padres, sus sobrinos, sus hermaninos del alma, los amigos nuevos y de añares. Mi padre tenía un carisma particular que hacía que cuando hablaba, todo el mundo escuchase, fuera en una reunión familiar en el Rozo o en una tertulia. Y desde esa atalaya se ocupaba de dar voz y respeto a todos los presentes.
Entregó su tiempo y conocimientos para otros y vaya si ayudó a los demás. A los ingenieros de minas, a los enfermos de cáncer a los que donó las ventas de su libro, a los amigos a los que ofrecía asesoría legal pro bono, a los lectores que entendieron cómo tratar enfermos con algo de humor o se animaron con sus poesías y conferencias.
Quería aprovechar esta tribuna tan difícil, pero tan importante, para dar las gracias a la Doctora Alonso y su equipo del Hospital Ramón y Cajal, con su dedicación, conocimientos y ganas de apostar por la vida, aunque cueste.
Y sobre todo, a mi madre. La mejor compañera que ha podido tener Papá durante casi cincuenta años, la fuente de inspiración de su arte y el pilar sólido, sobre el que ha podido, hemos podido, alcanzar tanto.
Decía Silvia Murias, cómo, Angel y María Jesús habéis estado presentes en su vida, como una parte muy importante de lo que ella es ahora. Siendo un referente como pareja, saliéndose del molde social de una manera maravillosa. Y sé que muchos los reconocéis en estas frases.
Mi madre ha vivido puertas para adentro la parte más difícil de este viaje, pero también hermosa en su intimidad, cuidando y cuidando, con miedo y siempre con esperanza. Sin perder la sonrisa y la capacidad de hacer las cosas como tienen que ser hechas, incluso las más pequeñas. Gracias mamá.
En fin, no sé cuánto de la personalidad de mi padre está en mí, en nosotros. Pero me siento mejor esposo, mejor padre cuando recuerdo cómo nos guiabas con ternura, cómo querías a mamá y el espectacular proyecto que habéis construido juntos.
Nos toca ahora a nosotros ser transmisores de esa visión lúcida, abierta y generosa de un mundo que recompensa el trabajo y el respeto por todo y por todos.
Y dentro de 100 años, algún sociólogo que busque entender la realidad de nuestro mundo entre siglos, encontrará Alsocaire, su blog, que prometo preservar, con cientos de textos lúcidos y afilados, se reirá con los comics del antihéroe Linkweak, disfrutará de poesías y dibujos, leerá los cuentos para pre-adolescentes y tendrá, de golpe, todas las respuestas.