Uno de los aspectos más atractivos de movilización de recursos pasivos en una ciudad para conducirla hacia el objetivo de hacer de ella una Smart city, es el análisis de las posibilidades de mejora de la eficiencia energética global de la misma.
Para ello, es imprescindible, en primer lugar, obtener el mapa de las necesidades energéticas, y cómo se resuelven en la actualidad. Los consumos de energía (eléctrica, pero también bajo la forma de combustibles de todo tipo) constituye un punto de partida. ¿Cuánto absorbe el conjunto de la ciudad -viviendas, edificios públicos, empresas, instalaciones de abastecimiento de agua y depuración, transporte público y privado, etc.-? ¿Cómo se proporciona, a través de qué fuentes? ¿Cuánto cuesta?
Habrá que avanzar, ante la escasez de datos concretos de los que inicialmente se disponga, por aproximaciones sucesivas, estimando el consumo total, a base de índices y datos muestrales, tomados de la realidad como significativos para una evaluación de partida.
¿Cuánto cuesta esta masa de recursos energéticos al conjunto de la ciudad? ¿Qué capacidad de autoabastecimiento posee? De los datos y estimaciones del consumo, y del tipo de energía empleado para satisfacerla, se deducirá una cifra que permitirá dotar de contenido económico a esa simulación con la que se iniciará el análisis de las actuaciones más convenientes.
Existen ya algunos proyectos y propuestas en curso, que pueden tomarse como referencia. Ya he citado en otros momentos de este trabajo, las actuaciones que están llevando a cabo la municipalidad de Viena, o la de Hamburgo, que figuran entre las más activas.
En este sentido, y aunque se encuentra en su fase inicial, es obligado referirse a la iniciativa de la ciudad de Madrid, que ha propiciado la constitución de una Asociación, Madrid Subterra, en la que participa, junto al Ayuntamiento, un grupo de empresas, Colegios Profesionales y Universidades, y cuyo objetivo es estimular el aprovechamiento de la energía del subsuelo y la utilización de las múltiples formas de energía producida en los procesos que tienen lugar en la ciudad, y que actualmente se despilfarran, no pocas veces, por ignorancia de su valor. Tengo el honor de encontrarme entre los miembros de su Junta directiva, como representante del Colegio de Ingenieros de Minas del Centro de España
En la ciudad de Viena, se está llevando a cabo el Proyecto ” Optimización de la energía producida a partir de lodos de las depuradoras de aguas residuales”, que se ha impuesto como objetivo que en 2020 sea autosuficiente. Las depuradoras son uno de los mayores consumidores de energía en las ciudades, habiéndose estimado que un 1% del consumo total se realiza en estas instalaciones. Conseguir que esta energía provenga de fuentes renovables (solar, geotérmica, y de los propios lodos), así como reducir el consumo con base en una revisión crítica de todas las etapas, es algo a lo que una ciudad inteligente no puede renunciar.
La municipalidad de Hamburgo, por su parte, se ha propuesto generar un sistema integrado en el que se analice la reducción del consumo de energía de todas las instalaciones que se encuentran en la ciudad, y que en la actualidad funcionan de forma independiente. La idea central es que una asociación de consumidores energéticos resulta más eficiente que si cada uno de ellos actúa de manera aislada, y se apela a conceptos como flexibilidad y gestión integrada de valles y puntas de producción y consumo, todo dentro de una red que se plantea como objetivos la disminución del consumo, la oferta de los excedentes puntuales, y la incorporación de formas de producción ambientalmente más saludables, más económicas, y con mayor autonomía.
Me parece imprescindible resaltar que este concepto de actuación común debe encuadrarse en la revisión de las disposiciones legales o reglamentarias que permitan la integración de las instalaciones consumidoras, pertenecientes a empresas e instituciones públicas, para cumplir con los objetivos deseados. Por ejemplo, debe apoyarse la posibilidad de los intercambios energéticos dentro de la asociación de productores-consumidores de la ciudad, y la eventual venta al sistema general de la energía sobrante, y todo ello, sin que resulte afectada la estabilidad y disponibilidad del suministro de energía al resto de la ciudad o la red eléctrica general.
Por supuesto, esta propuesta y otras análogas exigen un análisis profundo de las condiciones técnicas que garanticen que no se interfiera negativamente en la regulación del mercado energético, obligando a desarrollar, por tanto, medidas de control, incorporación de estrictos parámetros de calidad, previsión de almacenaje de energía sobrante y accesibilidad o conectividad a la red general, además de atender a la negociación de las condiciones económicas que regirán el suministro y oferta del recurso.
(continuará)