La Casa Real, de la discreta manera que es intrínseca a tan delicada institución, ha pedido a varias autoridades civiles y militares sugerencias para el discurso o alocución navideña de S.M. El Rey, correspondiente a este malhadado año de 2019.
Una vez más, no me han llamado para recoger mis apreciaciones. Pero, dada la especial situación en que nos encontramos y, como prueba de mi disposición a servir a la Constitución, al legítimo Jefe de Estado y a la alegría que se corresponde con estas Fiestas entrañables, tanto para tirios como para troyanos, para creyentes como agnósticos, monárquicos como republicanos, he redactado el siguiente texto, que someto a la general apreciación :
“Ciudadanos y ciudadanas:
Como vengo haciendo desde hace ya seis años, por tradición que implantó, en su momento, el anterior Jefe de Estado, Francisco Franco, me dirijo a vosotros para que tengáis algo que comentar durante la cena familiar.
Estoy firmemente convencido de que este será el último año que me dirija a vosotros como Rey por Navidad. Aunque la mayoría parece que creéis que vivo al margen de lo que sucede en España, leo regularmente las encuestas y, por eso, no tengo dudas de que muchos españoles piensan que a la Monarquía se le ha pasado el arroz. Sinceramente, no me siento capaz de ser Jefe de Estado de un gobierno formado por republicanos e independentistas.
Si alguien quiere defender la Constitución de 1978, por la que vuestros padres y abuelos decidieron dar el carpetazo a la guerra civil, no creo que deba serlo yo. Cualquier intervención en ese sentido, recordándoos el deber de respetarla, en los diferentes textos que el Gobierno correspondiente me hizo leer, ha sido interpretada como que estaba interfiriendo en la vida política. Así que estoy mejor callado, hablándoos de que os améis los unos a los otros como si fuera Jesucristo, dicho sea con perdón, pues no quería ofender a nadie, ya que hace tiempo que el Estado ha pasado a ser aconfesional, es decir, en la interpretación más común, agnóstico. ¡Cómo envidio expresiones como “In God we trust” o “God save the Queen”, que son orgullo de países más avanzados que el nuestro!
Creo haber sido un Rey bastante discreto, a pesar de mi altura física de miras, que me ha hecho estar siempre dispuesto, en un país en el que pocos superan el metro ochenta de estatura. Aguanté con estoicismo los abucheos y los achuchones, según a dónde me llevaban. Tengo un cuñado en la cárcel por un delito que, en verdad, al día de hoy aún no se cuál ha sido. No me hablo con la mitad de mi familia. Mis hijas saben varios idiomas, alguno de ellos tan inútil como el catalán, el euskera o el gallego, pero la princesa de Asturias es absolutamente improbable que algún dúa pueda ser reina y, desde luego, yo no se lo deseo.
Aguantaré, pues, el tipo hasta que votéis esa nueva Constitución en la que lo más importante que muchos quieren modificar, como si os fuera en ello la vida, es el Título II. Porque sé bien que “la mayoría” – es decir, los que se manifiestan- deseáis cambiar es la forma del Estado, y convertir a España en una República federal. Como todo lo que asume este país que conozco bien, porque no en vano he tenido los mejores profesores de Historia, la decisión servirá para poco tiempo, porque surgirán descontentos de inmediato: unos querrán volver a la Monarquía, aunque no sea con los Borbones, otros preferirán la anarquía como fórmula de máxima libertad.
No me fío de la combinación entre socialistas, comunistas e independentistas. Ahora me sonríen y dicen que no hay problemas en que un Rey sea jefe de Estado de un gobierno republicano, comunista e independentista, ya que soy solo una figura decorativa, pero se que acabarán pidiendo mi cabeza, rompiéndome como un jarrón de porcelana puesto sobre la mesa camilla.
Cuidado, como advertencia a navegantes, aunque me vaya. Mis asesores políticos más cercanos, que son los mismos que aconsejan al Partido Socialista, me indican que el que España sea federal -monarquía o república, qué mas da- solo servirá durante algunos escasos años para tranquilizar a Cataluña y Euskadi, y que pronto, todas las competencias del Estado central habrán sido distribuidas entre los seis o siete estados o macro-regiones, que propondrán, por tanto, su independencia total. Será, pues, un carajal, si se me permite la expresión: “a hell”, para que lo entiendan los catalanes.
¿Os habéis olvidado de vuestro principal problema? Os lo recuerdo: es el paro. No el cambio climático, por el que poco podéis hacer, siendo España (con o sin Catalunya) un país pequeño…bueno…mediano; las personas sabias con las que consulté me informan de que de poco servirá convertir al país en un ejemplo para el mundo, cuando para reducir a los niveles de descarbonización hay que invertir en una proporción inasumible para España, aumentar la dependencia tecnológica del exterior y dejar sin uso y sin completar su amortización instalaciones muy costosas.
En este caso, es mejor que lo hagan otros primero, que los Estados grandes y más contaminantes tomen sus decisiones y esperar a ver qué pasa, dedicando los esfuerzos propios a paliar las consecuencias del incremento de la temperatura media de la Tierra, que afectarán gravemente, en nuestro territorio, a las poblaciones costeras y provocarán aún mayores aumentos de inundaciones, incendios y pérdidas materiales y humanas que las que sufrimos este año.
He preguntado a mi padre, el Rey Juan Carlos, sobre sus ideas para aumentar la actividad y el empleo. Mi padre cree que es importante seguir siendo amigo de los árabes. A él le fue bien y tiene muy buenas relaciones con la familia saudí. España tiene buenas empresas de construcción, magníficos futbolistas, y se podrían construir muchos estadios en Arabia saudí. También hay posibilidades grandes, me dice, en la venta de armamento, municiones y equipos todoterreno y auxiliares. No deberíamos olvidar que Estados Unidos, China y Rusia se están preparando para la tercera guerra mundial. ¿Tenemos dudas de qué lado debemos estar? Es importante garantizar que ninguna de las potencias se atrevan a utilizar España como campo de pruebas para sus equipos bélicos y lo razonable es ayudar a desplazar el foco de tensión, cuanto más lejos, mejor.
No quiero cansaros en esta noche especial. Agradezco la formación que me ha dado el país permitiéndome aprender idiomas, y mantener muy buenas relaciones con mucha gente. He vencido hace tiempo mi timidez y me muevo bien en situaciones difíciles, sabiendo mantener el tipo sin pestañear. Creo que puedo ser un buen comercial de una empresa multinacional, o sea, que no creo que tenga problemas para sacar adelante mi familia. La reina Letizia está también muy preparada, y eso ayuda. Supongo que no tendré problema con las puertas giratorias. Por cierto, estoy volviendo a ver El último emperador, de Bertolucci, y siempre se encuentran ideas.
(Atención: leer solo en la versión para amigos: Permitidme algo de publicidad bien intencionada. Si queréis leer unos poemas interesantes y, además, ayudar a la investigación contra el cáncer, adquirid el libro Sonetos desde el Hospital. Cuesta solo diez euros y la mitad se destinan a la AECC. Lo escribió mi amigo Angel Manuel Arias, al que no conozco personalmente, pero he oído hablar de él y me gusta su peculiar sentido del humor.)
He comentado con la reina sobre la necesidad de cambiar la orientación en la educación de mis hijas. Me desaconsejan que hagan alguna ingeniería, porque no tiene muchas salidas y está mal pagada para el esfuerzo que suponen los estudios, y no parece ilusionarles la medicina. Letizia opina que sería mejor que iniciaran en el esoterismo, tal vez la magia o la canción protesta. Admito sugerencias al buzón casareal.org, que funcionará aún durante dos semanas más. Después, publicaré la forma de contactar con nosotros, cuando deje de ser vuestro Rey, en el blog que pienso crear y que se llamará “Toogoodtobeking”, nombre que ya tengo registrado.
Lo dicho, Feliz Navidad. Que el niño Jesús os traiga paz, españoles. Yo hice lo posible”