La semana de Gaigé ha tenido dos elementos especialmente significativos, por su reflejo como exponente de la compleja situación que están sufriendo las instituciones.
Como asturiano y respetuoso con la Constitución, la ceremonia de otorgamiento de los Premios Princesa de Asturias, ocupa en mi simpatía un lugar especial. Fue un acto simpático, en el que, sobre todo los asturianos y en particular los ovetenses, mostraron su curiosidad, afecto y complicidad con los Reyes y sus hijas. Los premiados con los prestigiados galardones lo fueron todos merecidamente, aunque el mayor valor del acto para el público general lo concentró el discurso leído de la Princesa Leonor (aplaudido hasta por ella misma hasta que fue advertida de su desliz por Felipe VI) y las palabras, más densas e intencionadas, del propio Rey.
Para un Monarca que tiene que moverse de puntillas por algunas esquinas de su Reino de mentirijillas, encontrarse con el momento feliz en que la gente de la calle le victorea, las autoridades locales le guardan pleitesía y los ministros y otras autoridades de postín mantienen un discreto segundo plano, han de parecerle dias de misterios gloriosos.
Fue una lástima que, al día siguiente, cuando la Princesa tenía programado pronunciar unas palabras en Cadavedo, una indisposición dejara a ella y a la Infanta fuera de juego y tuvieran que volver a Madrid. Leyó el mensaje la reina Letizia, que juega en casa, pero el acto quedó si la misma chicha. Me gustó que la reina astur se refiriera a sus hijas por sus nombres de pila, sin ponerles título nobiliario.
El otro acto de masas lo protagonizó, entre los suyos, la otra cabeza más visible del Estado, Sánchez (Pedro), presidente del Gobierno de Gaigé pero, ante todo, secretario general del Partido mayoritario en la coalición que nos dirige. Se trataba de celebrar los cuarenta años de la primera victoria del PSOE. Estuvo como invitado especial González (Felipe) que cumplió con el consejo de apoyar al presidente en funciones de militante, dar un pescozón a Núñez Feijoo (Alberto) insinuando que no respeta la Constitución y recordar con añoranza impostada a Guerra (Alfonso), al que no se le había invitado inicialmente y, por último, éste decidió pasarse por el forro de la indiferencia la posibilidad de asistir.
La ventaja que venían dando sistemáticamente las encuestas de opinión (después de la defenestración de Casado -Pablo) al Partido Popular se diluye lenta pero firme. El argumentario oficialista esgrime que el presidente popular no controla su Partido y no resulta fiable cuando negocia, junto con otros hándicaps menores (no habla inglés y no sabe de economía). No resulta sencillo prever hoy el resultado que ofrecerán las urnas en las generales, pero las votaciones locales y autonómicas (allí donde se produzcan) tienen sesgo hacia las derechas.
En Brasil, Da Silva (Lula) ganó con estrecha ventaja las elecciones del domingo, resultado que Bolsonaro (Jair) el Presidente actual, aún no reconoció. Quien si lo hizo, y por adelantado, fue nuestro Presidente de Gobierno, que apoyó temerariamente el cambio, en una manifestación pública a favor del ex-presidiario ex-presidente.