Mi admirable colega Pedro Duque (Ministro de Ciencia, Innovación y Universidades) se ha propuesto reformar la manera de hacer Investigación en España, elevar el nivel de la formación universitaria y, en suma, impulsar el país hacia las estrellas and beyond.
No lo tiene fácil, porque: a) en España nada es sencillo, dada la especialidad de muchos en poner palos a las ruedas y b) el Ministro astronauta viene de la estratosfera formativa y, aunque se esfuerce en aprenderlos, ni conoce ni le dará tiempo a desentrañar los entresijos educativos de nuestro país, en el que llevamos muchos años de desmantelamiento sistemático de la enseñanza de calidad.
En su visita a la Universidad de Salamanca (el 21 de junio de 2018) ha reconocido que, de entre los muchos temas que se le ocurre renovar, de momento, “solo puede mantener las expectativas”, por ejemplo, de duplicar el gasto en investigación y desarrollo. Tampoco pudo anunciar, aunque hubiera querido, un Pacto de Estado por la Ciencia, que, por supuesto, aplicaría criterios de excelencia, porque para ello se necesitarían recursos que no tiene su Ministerio, que está -lo apunto yo- “a la cuarta pregunta”.
El discurso de réplica del rector, ese día viajero, puso de relieve que la USAL (Universidad de Salamanca, para los amigos) es un ejemplo a seguir. Sus elogios a la institución, decana de los centros de docencia de las élites académicas hispanas, “Universidad literaria” que no presta lo que natura no da, fueron rayanos en lo apologético.
Doy por seguro que cuando el buen Duque vaya de visita a otras Universidades se encontrará con los mismos o parecidos cantos de autosatisfacción, con el riesgo claro de que se deje confundir por lo deseos sin penetrar en los abismos de la realidad.
Para reformar la Universidad hay que meterse muy hondo, con escafandra para aguantar fuertes presiones y con el machete imprescindible para liberarse de las algas correosas que cercan cualquier intento de avanzar entre las matas de posidonia complaciente y endogamia aberrante.
Para conseguir calidad de verdad, habrá que revisar las competencias del profesorado, romper clanes claustrales, borrar asignaturas sin sentido, desmadejar carreras sin profundidad, poner en solfa títulos sin valor de mercado. Hay que volver seguramente a tiempos anteriores a Bolonia, no tener pavor a incorporar profesorado no titular y sí experimentado para que imparta otras visiones, y en fin, recuperar la ordenación universitaria como algo propio del Estado central, de las competencias que nos afectan a todos, y no dependiente de los caprichos, veleidades y desinformación de las autonomías y sus intereses por el yo más y no importa lo que cueste.
Para conseguir que la Universidad se relacione de tú a tú con las empresas (y no solo con los grandes grupos empresariales), hay que revisar los acuerdos de colaboración, el destino que se haga de las dotaciones, y evaluar con serenidad e independencia la realidad de lo conseguido y su aplicación práctica.
Para conseguir una Universidad eficiente hay que eliminar la presión del (mal) alumnado sobre los títulos, elevar sin miedo los niveles de exigencia, proteger a los profesores eficaces y serios y aparcar a los adormecidos e indolentes, y, por supuesto, defender a los alumnos que desean ser formados en calidad y no ser aprobados por conmiseración, atendiendo, por medida de resultados, a la empleabilidad de los egresados y al éxito de sus trayectorias curriculares posteriores.
Pedro Duque sabe lo que hay que hacer, pero quizá ignora que no le van a dejar hacerlo. Hay demasiados intereses en juego.
Y, por cierto, debería ponerse de acuerdo con la Ministra de Educación y Formación Profesional, Isabel Celaá, que también tiene las ideas muy claras y que igualmente quiere lograr la excelencia, e incluso que los alumnos aprendan inglés (¿por qué no chino?). Como quiere impulsar la formación dual (que llevamos teóricamente empujando en este país de conceptos desde hace varios años sin que se noten los efectos), tendrá que dialogar, y mucho, con las empresas y con los profesores, y realizar en conjunto el cuadro de lo necesario antes de lanzarse por lo vistoso. Tarea de titanes.
Por cierto que la Ministra Celaá ha reconocido que en estos días de intensa actividad del nuevo Gobierno han trabajado sin descanso (lo que me creo a pies juntillas) y que, contrariamente a lo que la gente cree, ya tienen un programa de Gobierno completo. Sería, en mi opinión, conveniente que lo divulguen.
Y repito, sin ánimo de disculparme: el mío es fuego amigo, y disparo, por tanto, con cartuchos de salva.
Esta foto corresponde a un escarabajo pelotero (onthophagus taurus), al que rescaté de una piscina en la que se había deslizado la noche anterior. La instantánea es de mala definición, (está tomada con un móvil y baja luminosidad) pero creo que se trata de una hembra. Mi débil convicción proviene de que no le distingo los cuernos con los que defienden los machos su deseo sexual. Claro que lambién puede tratarse de un macho que haya nacido sin ellos o los haya perdido, traicionando así el nombre específico que le han puesto los naturalistas: más que toro, coleóptero mocho, novillo de boñigas.