Hace unos días (el 24 de septiembre) la Asociación Española Contra el Cáncer (conocida por sus siglas, AECC) entregaba, como cada año desde hace varios, diversos galardones a las personas y entidades que se han distinguido por sus investigaciones para tratar de vencer este tumor maligno, hidra de múltiples cabezas que concentra el interés de miles de investigadores en todo el mundo y de centenares de millones de pacientes.
La fecha fue elegida por los organizadores por ser la de nacimiento del Premio Nobel Severo Ochoa.
Los avances conseguidos son muy importantes y con frecuencia exponencial se ponen de manifiesto nuevos descubrimientos. La realidad viene a demostrar, sin embargo, que hay multitud de parámetros, no todos aún bien detectados, que influyen de forma determinante sobre la esperanza de vida de los enfermos diagnosticados.
Algunos son obvios: la ubicación del tumor, la detección precoz, el éxito de la extirpación en el caso de cánceres localizados, la aplicación de una terapia específica, con fármacos de eficacia ya probada…
Otros son más difusos, y algunos, sorprendentes: la edad del paciente, su raza, la genealogía y la existencia de antecedentes familiares, la ubicación de su lugar de residencia o trabajo, el ser fumador o bebedor, la cualificación del equipo médico, el seguimiento exacto de la terapia, la dieta, el régimen alimenticio, el ejercicio físico, la voluntad de aguantar,…y, por no emitir ninguna opción, incluso aunque me introduzca en el terreno de lo esotérico y del escepticismo, la intercesión divina o de los santos.
No quiero hacer ninguna exhibición de mi situación clínica, pero pienso que tal vez pueda ayudar a quienes se encuentren en mi situación.
Me han diagnosticado un cáncer en estado avanzado (metástasis ósea con Gleason 4/5) hace ya tres años. He sido tratado con Docetaxel en seis sesiones, tan pronto se descubrió el tumor; cada seis meses recibo una inyección de Eligard y Prolia (para tratar la osteopenia). He sido sometido a una operación trasuretral de próstata, y sufrido un par de hospitalizaciones de urgencia por elevación de temperatura y retención aguda de orina (RAO).
Durante este tiempo, y a salvo de los episodios de hospitalización, he procurado hacer vida normal, y he seguido con mis actividades profesionales y sociales. No soy precisamente un atleta, pero me gusta caminar, y raro es el día que no hago más de diez kilómetros a paso ligero.
El tratamiento químico y quirúrgico expresado no impidió que hace cinco meses los índices tumorales (fundamentalmente, el PSA) subieran de forma alarmante. Como soy aficionado a informarme de todo lo que me afecta, aún no siendo especialista (supongo que es parte de otra enfermedad, no diagnosticada, que es la de indomable curiosidad), supe interpretar que el tratamiento con Docetaxel, como está bien estudiado, había llegado a su punto de inefectividad, y el proceso degeneraría rápidamente.
La esperanza de vida, por tanto, sería de pocos meses, al menos en lo que se ha dado en llamar Esperanza de Vida Asintomática (EVA).
Pues bien: He podido ser incluido en un grupo de ensayo clínico, patrocinado por la casa Hoffman-Roche, y dirigido desde el Hospital Ramón y Cajal, por un equipo clínico entusiasta y competente -a su cabeza visible, la Dra. Teresa Alonso-, con el objetivo experimental de probar, en fase III, el efecto de la combinación de una alta dosis Abiraterona e Ipatasertib, junto con Prednisona.
Como en todo ensayo clínico en esta fase experimental, el grupo seleccionado y los facultativos no saben si al paciente se le está suministrando el fármaco en estudio (Ipatasertib, en este caso) o un placebo. El seguimiento de los enfermos es muy estricto, con abundantes pruebas sistemáticas (gammagrafías, TACs, análisis sanguíneo y de orina, densitometría, etc.)
La información general sobre el tratamiento está en internet y no estoy, por tanto, difundiendo ningún secreto clínico. El grupo de ensayo, que está formado por algo más de 1000 pacientes en todo el mundo, ha sido seleccionado con criterios estrictos, que, básicamente resumo en carecer de síntomas y mantener buena salud general.
No sé el tiempo que sobreviviré con la enfermedad, pero debo decir que me encuentro bien y sigo activo. La combinación de productos químicos -placebo o no- consigue, de momento, detener el avance de los osteomas.
Y, como todo enfermo con diagnóstico fatal, he aprendido, por si no lo sabía aún, a valorar cada día, saboreando lo que produce especial placer: el cariño de la familia y amigos y hacer de la posibilidad de ser útil a los demás, incluso -o especialmente- en las pequeñas cosas, la razón de vivir.