La guerra en Ucrania aumenta cada día su grado de tensión, destrucción y barbarie, sin que se atisbe su final inmediato. El espectador de esta pesadilla con personajes reales y armas mortíferas seccionando ilusiones se pregunta cada día si entre los que nos mandan habrá quien sea capaz de encontrar la llave que nos conduzca al final.
Entre quienes creen tener soluciones, hemos sabido hoy, a los 55 días del año cero de esta guerra, que Pablo Iglesias (júnior) y la ministra de Derechos Sociales y secretaria general de Podemos, Ione Belarra, hans suscrito un Manifiesto (¡Peace now!) que reclama la paz para Ucrania, exigiendo un alto al fuego inmediato. No están solos en la emisión de esa declaración, que tiene un contenido asumible en muchos aspectos (salvo en que no hay ningún párrafo ni mención que suponga la condena ni la crítica a Vladimir Putin).
Tampoco pueden reclamar los portavoces del partido de la izquierda populista, la originalidad de su redacción. Entre los oportunistas que han querido poner su firma, instando a las Organizaciones mundiales y líderes del mundo a que intervengan para que se acabe la guerra de inmediato, se cuentan Mayor Zaragoza (Federico) , Jeremy Corbyn, Niam Chomsky y Yanis Varufakis.
El escrito indica que Zelensky ya expresó las dos condiciones para la paz: la retirada de las tropas rusas de Ucrania y que “ésta se convierta en un país neutral”. No sé cuál es la información que reciben los personajes sobre la guerra, pero yo mismo oí (en su declaración pésimamente traducida, pero inteligible, ante los senadores y congresistas apiñados en los asientos de la Cámara Baja) que lo que deseaba era: “armas” -junto al apoyo moral que estaban recibiendo como combatientes de la invasión rusa.
Tampoco se conoce, de forma clara, cuál es el punto concreto deseado por el líder del Kremlin para desistir de la invasión. Algunos especulan que pretende afianzarse en el Donbás, y conseguir que el territorio que une la costa con Crimea sea integrado en Rusia; en otra versión, que podría dejar una salida al mar de Azov a Ucrania, para que no quede sin ese respiro marítimo. Lo que sí se sabe, juzgando por actitudes del ejército ruso comandado por Putin es que los ataques sobre Maríupol, e incluso Kiev, se han redoblado. Por cierto, aunque en Maríupol solo se encuentran unos cien mil civiles atrapados sin poder escapar y la ciudad, si juzgamos por los testimonios gráficos es un reflejo sin matices de la destrucción total pretendida por los agresores.
Al releer mis propias crónicas sobre esta guerra, en la que -con algunos claros- he procurado exponer mis sentimientos, me pregunté si estaba siendo objetivo o, aún más precisamente, si no me había dejado seducir por la simpatía hacia el agredido. Una especie de síndrome de Estocolmo, al revés, que seguro que también tiene nombre.
Repasando escritos de personas que saben sobre asuntos bélicos más que yo (en esencia, un ciudadano pacifista pero que apoya la preparación militar para la defensa ante una agresión exterior), me encontré con la entrevista que realiza Francisco Carrión a un buen amigo, coronel retirado, Manuel Morato, que en El Independiente (18 de abril de 2022) expone sus pareceres sobre esta guerra.
Morato es un experto en el mundo eslavo y buen conocedor de Rusia y de Ucrania, habiendo sido agregado militar de España en la embajada de Moscú, durante muchos años, entre otros destinos. En la larga entrevista, opina que Ucrania es “existencial para Rusia”, pero que nunca el Kremlin ha hablado de anexionársela. lo que quería era liberar el Donbás, porque los acuerdos de Minsk no se cumplieron. También entiende que el haber abierto la posibilidad de que Ucrania y Georgia entraran en la OTan ha sido un error.
La gran cercanía étnica e histórica entre los pueblos ruso y ucraniano le hace expresar que ” esto es muy parecido a una guerra civil”. El ex coronel no ve “fracaso militar de Rusia, porque si hubiera querido hacer una guerra relámpago, con su gran armamento militar, lo hubiera conseguido.”. Lo que pretende Putin con esta “guerra híbrida” es “debilitar a Ucrania”.
No parece posible que los beligerantes y quienes los apoyan de uno y otro lado hayan tenido ocasión de leer la entrevista. En todo caso, el 18 de abril, Zelensky pidió formalmente la incorporación a la OTAN, para lo que dice cumplir todos los requisitos.
Estoy obligado a dar credibilidad a los mandatarios europeos que han visitado Kiev en estos días de guerra y han vuelto de allí contando historias de horror. Y creo también a ese asturiano con nacionalidad norteamericana llamado José Andrés, que, con miembros de su organización humanitaria World Central Kitchen, se acercó a Jarkóv y a Leópolis para ofrecer comida a los que la guerra ha hecho pobres. Su director, Nate Mook ha escrito en twitter: “Cooking (in Kharkiv) is a heroic act of bravery”. En un ataque con misiles rusos el 16 de abril, murió una persona y resultaron heridos cuatro cooperantes.
Esta guerra no es un juego. Muere mucha gente, se tienen que proteger de ella, huyendo, millones de personas. Algunos miles de millones más nos estamos preguntando, con mayor o menor intensidad, quién puede parar esta guerra, antes de que desemboque en la tercera guerra mundial. La última.