El bidé es inocente
Estaba leyendo algo sobre las ventajas del bidé frente al papel higiénico para conseguir una limpieza más integral y económica después de ese acto natural por el que se expelen (a veces, no sin dolor) los desechos de la máquina térmica que llevamos integrada en el yo, cuando tuve una revelación de esas que podrían llamarse…escatológicas.
Ahorrando detalles que pueden resultar molestos a espíritus finos, y restringiéndonos a la función que he glosado en el primer párrafo de este comentario, papel higiénico y bidé ofrecen la solución al mismo problema.
Uno de ellos (el bidé) precisa de una inversión inicial (que puede llegar, incluída la conexión a la red de agua y saneamiento a los 300-400 euros, aunque se pueden encontrar de plástico portátiles, muy monos, por poco más de 10 euros), y el acceso al agua limpia, al menos de unos 20-30 litros/día, es decir, 9-10 m3/año, que cabe multplicar por 4 para una familia tipo ; calculando a 1 euro el m3, y una amortización del bidé (no gastaría más de 60 euros) a 10 años, se puede pensar en un gasto por unidad familiar del orden de los 40-50 euros/año.
La otra opción (el papel higiénico, ya que descartaremos, por encontrarnos en un análisis académico, la hoja de periódico, la de parra y el empleo estrafalario eventual de billetes de banco), no precisa inversión inicial y su uso cuantitativo específico depende de la meticulosidad (dicho sin segundas) del usario. Un precio aceptable por rollito es el de 0,25 euros, no siendo desproporcionado adivinar que la familia tipo no dejará de desembolsar anualmente los 40-50 euros.
He hecho el peinado y afinado de estos modestos cálculos a propósito para que las cantidades en unidades monetarias resultantes sean iguales. La elección, si se restringe el debate a términos económicos será simplemente cuestión de gustos.
Ah, pero si se atiende a los resultades, no hay como el bidé. Es algo que cualquiera sabe, sin necesidad de demostración. Es más, es lo que hacemos para limpiarnos las manos: usamos el agua, no el papel.
Estaba dándole vueltas a la aplicación práctica de estas aparentemente anodidas reflexiones, cuando comprendí el mensaje interior, como en una parábola: el objetivo (limpiarse el culo) es equivalente a la necesidad de desarrollar la economía; el papel higiénico es la opción neoliberal para cubrir ese objetivo (depender de un fabricante y crear antes la necesidad, adornándola de fragancias y texturas).
No, no el bidé no es la opción socialdemocráta, es, simplemente, la mejor, desde el punto de vista de comodidad, sanidad, eficacia y respeto ambiental. Es, sin duda alguna la que decidiría quien, con toda la información y dsponiendo de libertad, atendiera únicamente al objetivo sin dejarse emponzoñar por la publicidad o la costumbre.
El bidé, concluyo, es inocente; es solo una opción un instrumento, aunque, objetivamente, no tiene parangón. Muchos la desprecian, aún teniéndola enfrente, disponible: una inversión realizada inútil. Otros se sientan a su lado, y se lavan en él solo los pies, un uso ineficiente. Hay quien sigue creyendo, porque es lo que lo que dijeron de niño, que es para asuntos de mujeres y que se encuentra como mobiliario fijo en las habitaciones de alquiler por horas, un perjuicio malsano.
(Por cierto: producto de fabricación nacional, muy estimado entre los PIGS, y, por ende, despreciado en Alemania, en donde creo que incluso utilizan el papel de fumar -Frau Merkel me perdone, bitte um Entshuldigung- para cogérnoslas.)