Para sueño de gozos, hago un jardín
o un bosque con musgo en las entrañas.
Vendrá una mano a guiarme o me proteja
y pondré, si es el jardín, un banco
con frutos, flores, música y guirnaldas.
Si fuera tiempo de bosque, será la soledad
la fuerza que me empuje mças adentro,
a un silencio que no podrá romper
ni el chillido del grajo, el crujir de una rama
o la voz del buhonero
anunciando que recoge enseres rotos
y aparatos que ya no sirven al destino.
En la ciudad donde no crecen los geranios,
al llegar la noche, vencido del cansancio,
enciendo las luces del jardín o del bosque,
y me entrego confiado a esa mano tan blanca
que viene a salvarme de las anotaciones de desastre,
penetrando sin miedo a recibir el menor daño
en el túnel de fantasías y líquenes
donde habitan los duendes del perdón
y del olvido.
(26 de dic de 2021, “Volver a casa cuando tú no estás”, @angelmanuelarias)
Querido Juan Carlos:
No conocí personalmente a tu hermano, pero sé de su vida y de su enfermedad canalla, que siempre nos sobrevuela.
Pero te conozco a ti y extiendo la bonhomia a tu hermano. Yo enterré a Lis dos que tenía y conozco ese dolor que produce ese hueco.
Aceptar. No hay otro remedio.
Y recordar. Recordar de por vida.
No hay otra forma de tapar ese hueco.
Con mi amistad que conoces, un fortísimo abrazo, emotivo, tras leer esas sensibles líneas de un ser que sabe que está empezando a irse.
José Luis Lafuente